#4 Tiempos
Ojo con San José de Buenavista (Ahí está el “bisne”) | Columna de Jorge Saldaña

Dentro del Plan del Centro de Población Estratégico está incluido un mega proyecto inmobiliario, del cual son socios el padre y tío de Pablo Zendejas, secretario particular del alcalde Xavier Nava, lo que constituye un claro conflicto de intereses
TERCERA LLAMADA.
Con mucho cautela, la administración municipal había mantenido por debajo del radar el proyecto inmobiliario denominado “Fraccionamiento Campestre” que los hermanos Zendejas, Eduardo y José, presentaron ante el Implan desde agosto del año pasado, el cual contempla fraccionar poco menos de 100 hectáreas en la que, se presume, será la verdadera Zona Diamante de la capital potosina, donde hoy está la comunidad de San José de Buenavista, a espaldas de la colonia Villa Magna y los residenciales Alto Lago y Horizontes y que está incluido dentro del el nuevo Plan del Centro de Población Estratégico, el cual podría votarse la próxima semana .
La cautela o el dolo (o ambos) por mantener muy de bajo perfil el proyecto se debe al evidente conflicto de intereses que existe entre los desarrolladores y el presidente municipal, Xavier Nava Palacios, que mantiene como secretario particular a Pablo Zendejas, el hijo y sobrino de los inversores inmobiliarios y eslabón incómodo de un desarrollo que, mientras exista el vínculo, podrá ser señalado de irregular o corrupto.
No se puede insultar a la inteligencia de los potosinos con la salida fácil de que Pablo Zendejas no es empleado del Implan o que no hay relación en conflicto por no haber lazos sanguíneos con los involucrados. Nadie es tan ingenuo como para imaginar que Xavier Nava y su primer círculo, además de los encargados técnicos de elaborar el Plan de Desarrollo, desconoce que el padre de Zendejas se encuentra a la espera de una votación que le permitirá concretar un proyecto multimillonario.
Tampoco es sostenible que el proyecto haya nacido ayer, o que los terrenos se hubiesen adquirido apenas. El Fraccionamiento Campestre lleva años cocinándose, y si bien es cierto que los Zendejas no son los únicos inversionistas, sí son el apellido que pone en riesgo su factibilidad.
El Ayuntamiento no puede con un señalamiento más de ese tamaño. Suficiente tiene ya con los intereses cruzados que existen con el Grupo México al que –según el propio personaje asegura– en ocasiones representa el tío político del alcalde y ex gobernador, Horacio Sánchez Unzueta. Son 600 Hectáreas (nada más) en un “sistema” que contempla más de 2 mil casas habitación en una zona “multi-nomenclatura”, es decir, con varias densidades permitidas en su uso de suelo. Un negocio de más de mil 500 millones de dólares que se contemplan autorizar en un alzar de brazos.
Del interés político intrínseco por autorizar a los desarrolladores encabezados por Carlos López Medina en la zona pétrea de la Sierra de San Miguelito mejor ni hablemos, pues aún disminuido en sus expectativas (esperaban la autorización de más de 2 mil hectáreas y según parece no les autorizarán más de 280) Es un negocio de 5 mil millones de pesos.
De regreso a San José de Buenavista, su servidor no es bueno para hacer bien las cuentas pero, concediendo que quedando a salvo las donaciones, espacios de urbanización, y la muy baja densidad que les pretenden autorizar (menos que H1, que se denomina “Residencial Campestre”) por lo menos serán 20 las hectáreas libres para desarrollar un concepto que, dicho sea de paso, sería la envidia del Club Campestre de Golf, con mejores vistas, mayor plusvalía, menor densidad, y con un potencial mejor conexión tanto al nuevo desarrollo de IMMSA, como a las vialidades programadas por sus socios de grupo Valorán que pretenden conectar precisamente esa zona, atravesar toda la ciudad, unir el mega proyecto de la vía alterna a la Zona Industrial (el de Avenida Juárez para aumentar de valor los terrenos, digo, de pasada) llegar al eje 140 cruzando por el tramo de la sierra que pretenden autorizar y finalmente enlazar rumbo a la carretera 57.
Qué hermoso. Todo se alinea para tres personajes ligados políticamente, en mayor o menor medida al alcalde y a sus ambiciones electorales.
Ni modo de dejar fuera la jiribilla política ¿qué no se trata todo del poder? Ya lo preguntó Michel Foucault: ¿acaso su desconfianza no muestra que incluso ellos mismos suponen que el Poder es algo que existe con su origen por un lado, su naturaleza, por el otro, y, por último, sus manifestaciones? Para esos algunos que no interrogan el poder y se limitan a describir sus efectos ignorando la naturaleza de sus causas.
No, no es casual la alineación. Las oligarquías históricas involucradas en el crecimiento de la ciudad están jugando a las cartas.
Vaya momento para ser regidor de la capital. En los próximos días esas 15 almas, que se supone honrosamente representan a toda la ciudadanía, tendrán en sus brazos, se levanten o no, el timón del futuro potosino.
No es poco ni menor, Culto Público, el aprobar un Plan que regirá el desarrollo de una ciudad que intercambia cerros por casas o zonas de recarga acuífera por lotes en avenidas con camellón.
Ya veremos el honor o la vergüenza que tendrán que colgarse de por vida este cuerpo edilicio al que la historia escogió para semejante responsabilidad.
Muy a pesar de los esfuerzos –que hay que reconocerlos aunque trabajo cueste– del secretario General, Sebastián Pérez, por convencer con pasión a los no tan mansos (ni tan mensos) regidores por aprobar el plan con los mejores y más nobles argumentos (no es sorna ni mi sarcasmo socarrón), los cañonazos de dinero no se han hecho esperar.
Los inversionistas, desarrolladores interesados en sus proyectos, mal harían en no procurar tener una votación afirmativa, aunque eso signifique corromper conciencias y están haciendo su labor.
Son 10 votos, tres cuartas partes del cabildo, los necesarios para hacer historia, buena o mala, futuro o condena, luz verde al porvenir o al precipicio, negocio o desgracia. La apuesta está en la mesa.
Como ejemplo, y con gran pesar lo escribo, está el de mi amigo Jaime Uriel Waldo Luna, a quien se dice ya “arreglaron” económicamente para tener su voto a favor del Plan a contra corriente de sus compañeros regidores panistas, que hasta ayer por la noche estaban seguros de votar en contra del documento así como se encuentra.
No veo cómo se pueda “Construir Confianza” si se da la espalda a los ciudadanos y se ignoran los gravísimos conflictos de interés amarrados a un negocio multimillonario de los papás del particular del alcalde.
Es como si Octavio Pedroza, en su momento, hubiera autorizado la construcción de un edificio encima de la Glorieta Bocanegra nada más porque los constructores fueran los tíos del propio Waldo ¿Verdad que eso no ocurrió “Waldini”?. Ya veremos el sentido de su voto para que se revele la verdad. Esa siempre sale a flote. Por lo pronto a Waldo nadie lo localiza, al parecer (ojalá que no) se encuentra aislado por covid. Al menos eso dice. Vamos a creerle.
El resto de los regidores, en su brazo votador, en el ángulo que lo utilicen ese día histórico en que se vote un plan de ordenamiento que no solamente dicta los lineamientos urbano-inmobiliarios, sino todas las condiciones indispensables para que sea posible vivir en esta ciudad de los jardines los próximos años, llevan pues en ese grado que tome el sentido de su brazo, a cada familia, a cada ciudadano, a cada niño, cada oportunidad y a casi un millón de esperanzas de un buen porvenir.
Para hacerse ricos no es que los elegimos. Tampoco para hacer más ricos a los que ya lo son. Voten por San Luis, que no es poca cosa ni asunto de calenturas políticas. ¿De qué les va a servir el dinero para hacer una campaña si lo obtienen producto de dar un voto inmoral y envenenado?
El crecimiento que están por aprobar, sobra decir, significa para algunos, miles de millones de pesos. Una fortuna difícil de terminar en varias generaciones. No es que les de malas ideas pero, ¿se van a entregar por una ida al cine y unos tacos? Nooo ¡Quieranse y dense a respetar! Como dice mi abuelita.
Ya para terminar debo reconocer, mención aparte merece la apuesta alta, tensa y osada que emprendió Sebastián Pérez (vaya…) en bajar las pretensiones originales de los grupos más poderosos, y ya lo dijimos, orgánicos de esta ciudad. Reducir de 2 mil hectáreas a 280 a los desarrolladores del poniente no debió ser un asunto terso.
Tampoco debe ser fácil decir que no a la ambiciosa nomenclatura H1 que tiene, por ejemplo, el club de Golf La Loma, y bajar el número de viviendas que se pudieran permitir al fraccionamiento de los señores Zendejas. Es decirle “no”, al papá del chico más cercano al patrón. Es decirle que no a los señores que “apostaron” parte de su fortuna en la campaña. Es decirle que no, bueno que sí, pero “nada más poquito”.
A Horacio pues, ni qué decir, a él no le pudieron regatear ni un gramo. Proyecto México va completo.
Aún con la reducción, significativa en apariencia, cada negocio es por donde se vea una poderosa máquina de fabricación de riqueza. Todos ganan. Todos… ellos, claro está.
En fin, la moneda está en el aire, y si este gobierno quiere presumir pronto un nuevo Plan de Ordenamiento así como lo tienen, tendrán que convencer con las razones correctas, a 10 de sus regidores. A 5 ya los tienen en contra, pero los dados de la democracia siguen rodando.
Ah… y por supuesto, Xavier tiene que despedir a Pablo Zendejas. No hay de otra.
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#4 Tiempos
Un encuentro con la tabla periódica: la participación potosina | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
En la sesión del mes de junio de La Ciencia en el Bar se llevó a cabo la presentación del libro Un encuentro con la tabla periódica, ensayos, cuentos y anécdotas, publicado en 2024 por el Fondo de Cultura Económica, dentro de la serie La Ciencia para Todos, en la cual corresponde al número 262. El libro fue coordinado por el Dr. Juan Carlos Ruiz Suárez, investigador del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (CINVESTAV) unidad Monterrey y en el cual participaron alrededor de ochenta investigadores del país de varias instituciones educativas y de investigación de los diversos estados de la República Mexicana.
El libro nació de una iniciativa en la conmemoración del Año Internacional de la Tabla Periódica que fuera proclamada por la Unesco en el año 2019; el libro es un recorrido por todos y cada uno de los elementos que conforman la tabla periódica, elementos que son la base para el desarrollo científico y tecnológico de la humanidad. A través de los siglos se han ido identificando estos elementos que al conjuntarse con otros conforman las moléculas y estructuras diversas de la materia y de nuestro universo.
El libro se enfoca en cada uno de estos elementos y es presentado por un investigador de la comunidad científica nacional, sea como un ensayo que acerca al lector al entendimiento del elemento en cuestión y su importancia para nuestra sociedad. Estos acercamientos también se dan, en algunos casos, a manera de cuentos y de anécdotas, tal como se subraya en el subtítulo del libro.
Hasta el momento se conocen ciento diez y ocho elementos, entre naturales y los sintetizados en los laboratorios modernos; la tabla no está cerrada y en años próximos se piensa pueda seguir creciendo con la síntesis de nuevos elementos, si bien, los naturales que son del orden de noventa y dos prácticamente está agotada.
La comunidad científica de San Luis Potosí, también participó en la elaboración de los artículos que conforman este libro encargándose de algunos de los elementos de la tabla periódica. Trece fueron los investigadores de San Luis Potosí que participaron en el libro; figuran así:
La Dra. Mildred Quintana, con el tema, Boro: un elemento primordial en el origen de la vida. La dra. Mildred Quintana es investigadora de la Facultad de Ciencias y del Centro de Investigación de Ciencias de la Salud de la UASLP.
Con el tema: Sodio: la velocidad de aliento, participa el Dr. Braulio Gutiérrez Medina, del Instituto Potosino de investigación Científica y Tecnológica, IPICyT, quien trabaja en sistemas biológicos.
La Dra. Viridiana García Meza, investigadora del Instituto de Metalurgia de la UASLP, que trabaja con microorganismos quimioautótrofos y fotoautótrofos, escribe sobre el Azufre: el elemento oloroso y amistoso del vecindario.
Sobre el Níquel: un duende travieso, escribe la Dra. Vanesa Olivares Illana, quien es investigadora del Instituto de Física de la UASLP y quien se centra en el estudio de interacciones biomoleculares involucrados en el cáncer.
El Dr. Daniel Ignacio Salgado Blanco, investigador del IPICyT, colabora con el tema, Kriptón: el elemento oculto. El Dr. Salgado es especialista en simulaciones moleculares de la materia a escala microscópica y nanoscópica.
El Dr. Pedro Miramontes que es investigador de la Facultad de Ciencias de la UNAM y colaborador como profesor visitante de la Facultad de Ciencias de la UASLP, especialista en evolución biológica en una perspectiva física y matemática, escribe sobre el Rubidio: rojo carmesí.
Por su parte la Dra. Marissa Robles Martínez, especialista en efectos antimicótico de nanopartículas de plata y investigadora del Instituto de Física de la UASLP, trata el tema, Antimonio: contra monjes.
El Dr. Eduardo Gómez García, investigador del Instituto de Física, especialista en enfriamiento por láser de gases a temperaturas cercanas al cero absoluto, escribe sobre el Cesio: el átomo del tiempo.
Sobre el Lantano: el titular de la familia rara, escribe el Dr. Luis Felipe Cházaro Ruiz, investigador de la División de Ciencias Ambientales del IPICyT, que entre otras líneas de investigación trabaja en sistemas bioelectroquímicos y sistemas electroquímicos de conversión de energía.
De la Facultad de Ciencias Químicas de la UASLP y tratando el tema Praseodimio: imita al periodoto, participa el Dr. Miguel Ángel Waldo Mendoza en colaboración con Nancy Araceli Rivera García investigadora de la empresa Greennova.
Vianney Rangel, investigadora de la UASLP y especialista en biofísica, trata el tema Naodimio: en imanes poderosos.
Junto a su colega de la Universidad Autónoma de Zacatecas, Sonia Saucedo Anaya, el Dr. Said Aranda Espinoza, investigador del Instituto de Física, trabajan el tema Gadolinio: excelente en refrigeración, que también desarrolla el tema de Iridio: en honor a la diosa Iris.
Los invitamos que lean el libro en cuestión sobre la tabla periódica que fuera presentado en La Ciencia en el Bar en el cierre de su ciclo número treinta y nueve y previo al vigésimo aniversario de este peculiar programa de difusión.
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#4 Tiempos
Apología del silencio | Columna de Juan Jesús Priego Rivera
LETRAS minúsculas
Los antiguos, estimado señor –y créame usted que he tardado lo mío en reconocerlo- no eran precisamente unos idiotas. Ellos sabían cosas que nosotros hemos olvidado o que acaso ni siquiera nos interesa ya saber. Pienso, por ejemplo, en lo que enseñaban acerca del silencio.
Recuerdo haber leído en alguna parte que los miembros de cierta tribu africana decían esto a sus hijos para inculcarles desde su más tierna infancia el precioso arte de saber callarse: “Dios os ha dado dos orejas y una boca para que escuchéis lo doble y habléis la mitad”. ¿No es una enseñanza realmente admirable, estimado señor, lo que se dice una enseñanza de vanguardia? Hoy todos se sienten con derecho a hablar o, como dirían los italianos, a dire la sua. ¿Con qué resultado? Con el de que no se cree más en el poder de la palabra. ¿Ha visto usted cómo se desgañitan los panelistas de los talk shows en la televisión? Todos hablan, pero ninguno escucha; todos alegan, pero nadie hace caso al otro. ¡Una vergonzosa orgía de voces de la que no es posible sacar nunca nada en claro!
En cambio, como le digo a usted, los antiguos sabían que existe eso que podría llamarse una retórica del silencio. De los monjes medievales, que eran maestros en el difícil arte de hablar sin palabras, dijo Fray Antonio Pastor en una obra suya de 1661 que “son almas limpias que tienen la lengua hacia dentro, pues saben lo que calla el decir y lo que dice el callar”. ¡Qué frase más elocuente! ¿O no le parece a usted que lo es, estimado señor?
Permítame decirle que durante mucho tiempo mantuve la costumbre de decir siempre lo que pensaba. ¡Y cuánta pena me vino de este malhadado hábito, de este vicio nefando para la paz de los espíritus! Ora se enojaba este conmigo, ora se disgustaba aquel, ora dejaba de dirigirme la palabra el de más allá. ¡Cuántos enemigos me gané a causa de mi imprudente sinceridad! ¡Y cuántos amigos perdí por atreverme a decir lo que debía mantener en secreto! Para decirlo de una vez, tiraba mis verdades al primero que pasaba como arrojan monedas los padrinos al final de un bautizo. Hoy he comprendido que con el silencio podemos decir exactamente las mismas cosas que el hablador -y más cosas todavía-, pero sin la desventaja de parecer demasiado crueles. ¿Qué necesidad tenemos de correr la suerte de los peces? Estas criaturas acuáticas, estimado señor, como usted lo sabe bien, mueren siempre por su propia boca…
¡Qué majestuoso y qué solemne me parece ahora el hombre que sabe callar! Uno lo respeta como a la esfinge, conocedora de todos los secretos. ¡Ah, señor, este que así procede dice más con la boca cerrada que los vocingleros con todos sus discursos!
Seamos sinceros: nos quejamos demasiado, hablamos demasiado. ¿Y a quién conmovemos con nuestros gemidos? A nadie, señor, y acaso entre más nos quejemos menos nos compadecerán. Sí, tal vez nos escuchen, pero reprimiendo el bostezo y acaso preguntándose para sus adentros: “Y éste, ¿a qué hora va a cerrar el pico?”.
Mucho calla el decir; mucho dice el cal lar. ¿Aprenderemos alguna vez, estimado señor, el arte de guardar silencio? Cada día me resultan más claras estas palabras que Jesucristo dijo una vez a sus contemporáneos: “Nada hay oculto que no llegue a saberse, ni nada secreto que no llegue a descubrirse”. Así hable uno con la pared, los demás siempre se enterarán de lo que dijimos. ¿Cómo le hacen?, ¿qué viento misterioso les lleva nuestros susurros? Mire usted lo que decía ese sabio desengañado que escribió el libro del Eclesiastés (que, no hay que olvidarlo, es incluso Palabra de Dios): “Ni en tu pensamiento hables mal del rey, ni en tu alcoba hables mal del poderoso, pues un pajarillo del cielo le lleva la voz y un volátil le da a conocer tu palabra” (10, 20).
Sí, así hable uno con la pared, los demás siempre se enterarán de lo que murmuramos. ¿No es esto misterioso? Sí que lo es, señor, pero de que se enterará no hay la menor duda. ¡Y cuántas aflicciones nos vienen de estos diálogos que nosotros creíamos confidenciales, cuántos disgustos! Un refrán judío dice así: “Tu amigo tiene amigos; por lo tanto, sé discreto”.
Llevo aquí –déjeme mostrárselo-, oculto en mi cartera, un billete en el que he escrito algunas máximas del abate Dinouart acerca del arte de callar que pienso leerle ahora; escuche usted: “Sólo se debe dejar de callar cuando se tiene algo que decir más valioso que el silencio”. “El hombre nunca es más dueño de sí que en el silencio: cuando habla parece, por así decir, derramarse y disiparse por el discurso, de forma que pertenece menos a sí mismo que a los demás”.
También quisiera leerle –si me lo permite usted- esto que transcribí hace poco en otro billete que aquí traigo: es sólo un pensamiento tomado de un libro famoso escrito por un cierto teólogo jesuita llamado Ladislaus Boros:
“Los hombres más fecundos y arrebatadores son siempre los más callados, aquellos que han aprendido a escuchar a Dios. A lo más íntimo de la existencia cristiana no se llega cuando se habla, sino cuando se calla”. ¿Se asombra usted, amigo? Pero permítame continuar: “Sin embargo, este estar callado hay que aprenderlo. Debemos alzarlo contra el interminable parloteo del mundo. Pero el ruido exterior es sólo una cara del problema, y quizá ni siquiera el peor. La otra cara es la agitación interior, el revuelo de los pensamientos, los temores y los deseos. Una vida bien ordenada ha de incluir el ejercicio de aprender a callar. Hay que empezar por cerrar la boca siempre que lo requiera el deber profesional. Pero esto es sólo el comienzo: deberíamos superar las ganas de abrir la boca. ¡Cuántas cosas superficiales decimos a lo largo del día, y cuántas tonterías!”.
¡Sí, sobre todo cuántas tonterías! ¡Y cuántas injusticias! Señor, recuérdelo: así hable usted con la pared, los demás siempre se enterarán. Medite en ello y saque todas las consecuencias pertinentes al caso. Es una verdad probada. Y si no me cree, mírese usted, por favor, en este espejo.
También lee: Variaciones sobre el mismo tema | Columna de Juan Jesús Priego Rivera
#4 Tiempos
El sabor uruguayo del futbol potosino | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
TESTEANDO
El futbol potosino ha tenido muchos rostros, muchas etapas y muchas nacionalidades que han dejado su huella. Pero si hay una que ha sabido ganarse el respeto en la cancha y el cariño en la tribuna, es la uruguaya. No hablo solo de entrega, hablo de carácter, de identidad, de jugadores que supieron ponerse el equipo al hombro cuando San Luis más lo necesitaba.
Hoy que el nombre de Juan Manuel Sanabria suena con fuerza por razones fuera del césped, vale la pena recordar a los uruguayos que eligieron a San Luis, que se partieron el alma con esta camiseta, y que con su futbol dejaron una marca imborrable.
Sanabria, quien hasta hace poco fue capitán, referente, y para muchos el nuevo símbolo del Atlético de San Luis, rechazó irse al América. ¿Por qué? Eso solo lo sabe él. Pero mientras unos dudan, otros lo hubieran dado todo por una oportunidad así. Y sin embargo, eligió a San Luis. Eso dice mucho.
Marcelo Guerrero, aquel mediocampista ofensivo que llegó en los años dorados del primer San Luis en Primera. El “Colo” no era un crack mediático, pero tenía talento en los pies y visión en la cabeza. Fue clave en el subcampeonato del Clausura 2006. Ese torneo, donde estuvimos a nada de ser campeones, tuvo mucho del futbol uruguayo. Mucho de Marcelo.
Sebastián Abreu, el “Loco”, pasó brevemente por San Luis pero dejó su sello. Llegó con la fama de goleador nato y aunque no tuvo su mejor etapa, su presencia bastó para sacudir vestidores. Un delantero con personalidad, de esos que no se esconden. Un verdadero referente del futbol uruguayo que, aunque por corto tiempo, defendió los colores potosinos.
Más recientemente, Facundo Waller, otro charrúa que entendió lo que significa este equipo. Su paso por San Luis no solo fue destacable, fue vital. Contundente, técnico, siempre con una actitud ejemplar. Fue de los pocos que en temporadas grises mantuvo el nivel. Un volante moderno, de ida y vuelta, que mostró garra y calidad.
Pero no todos los nombres quedaron grabados en los reflectores. Algunos fueron más discretos, pero no menos importantes. José Enrique García, volante de contención, fue uno de esos gladiadores silenciosos a inicios de los 2000. Siempre cumplidor, sin lujos pero con un orden táctico que todo técnico valora.
Andrés Silva, central uruguayo que también pasó por San Luis en esa época, destacaba por su fortaleza física y su agresividad defensiva. No era un defensa sutil, pero sí un tipo al que no le temblaban las piernas en los partidos complicados. Le tocó vivir años de transición en el club, pero siempre rindió.
Uno que sí fue diferente fue Lorenzo Unanue, que llegó en los años 80, cuando San Luis todavía tenía una identidad más modesta pero una gran ambición. Unanue era fino, creativo, y marcó diferencia en una liga que no siempre apreciaba el talento extranjero. Fue de los grandes uruguayos que se puso esta camiseta, y su huella permanece en quienes lo vieron jugar.
A lo largo de las décadas, han sido los jugadores charrúas quienes más han entendido el código del fútbol en esta tierra: sacrificio, dignidad, talento sin soberbia. Y entre todos ellos, hay un nombre que no se discute: Nery Castillo, el más grande jugador uruguayo que ha pisado una cancha en San Luis.
Nery jugó en el Atlético Potosino durante los años más vibrantes del fútbol en la capital. Era extremo, rápido, elegante. Pero más que sus cualidades técnicas, lo que hacía diferente a Castillo era su entrega. El estadio Plan de San Luis rugía cuando tomaba la pelota. Marcaba diferencias, no solo con goles, sino con personalidad. Fue ídolo, fue referente y fue parte fundamental de una etapa que marcó a toda una generación. Su legado va más allá de la cancha: sembró en San Luis una identidad, una conexión con Uruguay que permanece hasta hoy.
El fútbol potosino no tiene la vitrina de otros equipos, pero sí tiene historia. Y en esa historia, los uruguayos han sido piezas importantes. Jugaron, ganaron, perdieron, sudaron esta camiseta como si fuera suya de nacimiento. Por eso, cuando uno ve a un jugador uruguayo en San Luis, ya sabe que algo bueno puede pasar. Porque si algo saben hacer los charrúas, es dejarlo todo en la cancha. Y a veces, eso es más importante que cualquier fichaje.
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