junio 30, 2025

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#4 Tiempos

El éxito que todos buscan | Columna de Óscar Esquivel

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el éxito que todos buscan

Desafinando

 

En este mundo arrebatado y a un paso de romperse orden, desentendimiento por la vida, lo individual un tesoro, los otros, son los otros, yo soy yo. La sociedad quiere a como dé lugar mantener su estatus de vida aun en su propia casa.

En la búsqueda insaciable de alcanzar el éxito, lo llevamos  hasta la convivencia en el seno familiar, la competencia del “aguante” de la tolerancia a punto de quebrar, la desesperación de los jóvenes el ver su vida truncada en esta temporal crisis, esa exasperación de no poder continuar, imaginan un fracaso, creyendo que nunca llegara el éxito, tristemente por esta razón se han incrementado el número de suicidios en jóvenes de 15 a 25 años, en esta ya, cuarentena de 67 días.

La búsqueda del éxito, para algunas personas, es tratar de hacer lo que otras no podrían hacer, las escuelas y en la familia tratan de inculcarles valores y capacidades para incrementar las posibilidades de triunfar en las tareas que se les encomienda.

Con el caos encima, vemos personas de la vida pública como ejemplo de éxito profesional, los médicos un ejemplo claro, sin embargo y a pesar de ello, minimizamos sus capacidades, ignorándolos y llegado el momento, al grado de agredir a los galenos, enfermeras o personal de salud que acuden al campo de batalla contra en Covid 19.

Cifras van y vienen del Subsecretario Gatell y en la línea de salida todos estamos esperando la llegada de la “Nueva Normalidad” impacientemente, la poca claridad de cómo se genera la información, la incertidumbre aparece, queremos dar el primer paso y el pánico se apodera por la información que no es precisa, incluso ya les afecto a gobernadores como Rodríguez Calderón de Nuevo León o Enrique Alfaro de Jalisco, ambos sintiéndose en la cima del éxito, se dedicaron a denostar y despreciar las políticas estratégicas del gobierno federal por la pandemia, y ahora, ambos estados, son donde aumentan desproporcionadamente las personas infectadas y muertas. Por querer encontrar el éxito político, les cayó como “anillo al dedo” la pandemia, pero desafortunadamente se les encogió el dedo; El Bronco ocupa el número 31 de los peores gobernadores en evaluación ciudadana y el otro, Alfaro, con su posturas hitlerianas, convencido que la fuerza es el mejor camino para persuadir a la gente, solicito al Congreso del Estado de Jalisco, un préstamo de mil millones de pesos, de ahí tomo 130 millones para rehabilitar un hospital privado para la gente de bien…para los pobres, cubrebocas “Made in China”.

PERIODISMO DE BIEN

Como todos buscan el éxito, incluso pasando encima de los demás, generando las peores posturas inhumanas mezquinas, existe una profesión que es vital para mantener un equilibrio entre ciudadanos y autoridad, con información, análisis, crítica certera y esa profesión es el periodismo. Si lucho por un ideal, que sea igualar a los desiguales… Si señalo errores, que sea para el bien de las mayorías… Que tenga siempre una razón para ser periodista y merecer ese honroso título. Fragmento Oración del Periodista Lic. Abel Esquivel Avalos, (1959).  

Sabemos que el poder marea, desvirtúa a las personas de sus propósitos, se enaltece el ego. 

Durante cuatro décadas, el país se convirtió en el más desinformado del mundo occidental, las grandes empresas televisivas puntualmente TELEVISA, con el afán de proteger sus intereses, generó un escuela de periodistas que sirvieron solo y exclusivamente al poder, los presidentes hablaban a través de ellos, encubrieron los actos más desdeñables del crimen, la corrupción la hicieron suya, callaban ante la impunidad, ahora todos son multimillonarios,  crearon empresas de “comunicación” donde la facturación alcanzaba  hasta 1200 millones de pesos en contratos con el gobierno federal, como es el caso de Joaquín López–Dóriga.

Algunos los que guardan los mayores secretos, “despedidos” de la pantalla, fueron “reacomodados” en W Radio, o Radio Fórmula entre otros, casualmente del mismo dueño, Emilio Azcárraga Jean, todos y digo todos son los que han fomentado las falsas noticias, desinformación acertada, sin sustento y sin derecho de réplica, todo lo propagan en las redes sociales, Loret de Mola, Ciro Gómez Leyva, Raymundo Rivapalacio, Miguel Alemán, Adela Micha, Pablo Hiriart

, varios más.

La postura de cerrazón abona para desacreditar, persistente y tenaz de los “comunicadores” en cuestión del presidente López Obrador, el mandatario debe dejar de negarse y abrir un gran foro nacional, con dialogo se podrán atender muchos de los temas importantes para el país, incluso con estos finos personajes; el presidente antepone ideales y se aferra neciamente a borrar el pasado, en ocasiones con consecuencias trágicas afectando a los más desfavorecidos que tanto menciona en su discursos.

El valor del conocimiento de la comunicación de masas, no logra permear en el equipo del presidente, muchas obras y acciones en favor de los pobres, son sin lugar a dudas benéficas para el país, desafortunadamente mal comunicado, poco claras, planteamientos que a todos hacen dudar, de ahí y por razones obvias el enojo unánime de los “periodistas” del ayer y hoy, como ya no reciben los “beneficios” gubernamentales y ahora los “financiamientos” vienen de otro lado, COPARMEX, ACCIÓN NACIONAL, SORIANA y muchos más, huérfanos del chayote que los llevo a la cumbre del éxito.

 ¿Cuándo se ha escuchado de ellos un “Quédate en casa”? solo buscan los muertos, como la parvada de buitres que son.

LA CONSTRUCCIÓN, SALVACIÓN ECONÓMICA.

Ya no se entiende, ¿recuerda a Carlos Urzúa, exsecretario de Hacienda de AMLO? hoy convertido en crítico acérrimo de las políticas económicas de la 4T, con la llegada de pandemia del Covid 19, “exigía” la cancelación de las obras del gobierno federal, como Tren Maya, refinería de Dos Bocas, el Aeropuerto Felipe Ángeles de CDMX, para que con el dinero de esas obras enfrentar el desempleo principalmente, ¡por supuesto! vitoreado al grado de santo.

Pues bien, en una columna escrita por él, hace referencia a la Gran Bretaña en la crisis del 2009 …”recortaron presupuesto al ver caída de ingresos tributarios, frenaron el gasto público”  y reitera Urzúa “y así les fue a lo británicos, sus sectores de la construcción y la manufactura cayeron estrepitosamente, tardando años en reponerse” y concluye con una referencia del economista Richard Musgrave “solo preocúpense de generar empleos, el balance presupuestario llegara con el tiempo”, ¿entonces? Don Carlos acepta que la obra pública y privada de los sectores de la construcción es de las más dinámicas y generadora de riqueza, entenderíamos sus posturas anteriores, solo para alcanzar el éxito mediático dentro y fuera de su círculo virtuoso académico, pero si él mismo, dentro del equipo de transición, aceptó la realización de las obras y ahora confirma que son viables, error, omisión o pago de favores, pero Carlos Urzúa se equivocó.

Nos saludamos pronto.

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#4 Tiempos

Variaciones sobre el mismo tema | Columna de Juan Jesús Priego Rivera

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Cuenta Simone de Beauvoir (1908-1986) al comienzo de su ensayo Pirrus et Cineas que una vez Pirro, el general, hacía en voz alta proyectos de conquista:

“-Primero someteremos Grecia –decía.

“-¿Y luego? –le preguntó Cineas, el filósofo, que estaba por allí cerca y lo escuchaba con atención.

“-Luego conquistaremos África.

“-¿Y después de África?

“-Después de África pasaremos a Asia, conquistaremos Asia Menor, Arabia.

“-¿Y después? –volvió a preguntar el filósofo.

“-Después iremos a la India.

“-¿Y después de la India?

“-¡Ah! –exclamó Pirro-. Descansaré.

“-¿Y por qué no descansas de una vez?

“Cineas –comenta la novelista filósofa- parece sabio. ¿Por qué partir si es para volver? ¿A qué comenzar si hay que detenerse? Y, sin embargo, si no decido en primer término detenerme, me parecerá aún más vano partir. ‘No diré A’, dice el escolar con empecinamiento. ‘¿Por qué?’. ‘Porque después de eso habrá que decir B’. Sabe que, si comienza, no terminará: después de B será el alfabeto entero, las sílabas, las palabras, los libros, los exámenes y la carrera; a cada minuto, una nueva tarea que lo arrojará hacia una nueva tarea, sin descanso. Si no se termina nunca, ¿para qué comenzar?… Pero en tanto que permanezca vivo –dice Pirro- es en vano que Cineas me hostigue, diciéndome: ‘¿Y después? ¿Para qué?’. A pesar de todo, el corazón late, la mano se tiende, nuevos proyectos nacen y me impulsan hacia adelante”.

Quién tiene la razón: ¿Pirro o Cineas? Quizá los dos: Cineas advirtiéndole que el punto de partida no está nunca lejos del punto de llegada y que no es preciso conquistar el mundo para tomarse un descanso. Pero, ¿cómo descansar sin haber antes conquistado el mundo, es decir, sin haberse  cansado? Pirro, pues, tampoco se equivocaba: no es lo mismo descansar antes que descansar después. Antes, el descanso es pereza; después, es recompensa.

“¿Conoces la historia del napolitano? –pregunta ahora Christiane Rochefort (1917-1998) por boca de uno de los personajes de Les Stances à Sophie-. El milanés lo ve tirado al sol y le dice:

“-¿Por qué no trabajas? Así tendrías dinero.

“-¿Y luego? –pregunta el napolitano.

“-Te comprarías una casa.

“-¿Y luego?

“-Llevarías e ella a una mujer, ascenderías en la escala social, te enriquecerías.

“-¿Y luego?

“-Y luego –dice el milanés- podrías pasar las vacaciones al sol.

“Y el napolitano responde:

“-¡Pero si ya estoy al sol!”.

En este caso nos parece mucho más sabio el napolitano que el milanés, pues éste sólo piensa en el dinero, en una casa con alberca y amplios jardines: en una comodidad, en fin, que aquél ya goza sin tener que molestarse. ¿Tanto trabajo, tanto desvelo para luego tirarse sol? Bien, él ya está al sol, y no desea sino una sola cosa: que lo dejen en paz.

Si trabajamos únicamente para “ganar”, el napolitano tiene razón. Pero los hombres no sólo trabajamos para “ganar”, sino, ante todo, para ganarnos a nosotros mismos: para que el mundo gane algo y sea un poco más rico con los frutos de nuestra acción. Eso fue lo que se le olvidó decir al milanés: y, por lo tanto, perdió justamente la partida.

Para terminar, he aquí otra historia del mismo tenor. La cuenta Giovanni Papini (1881-1956) en un capítulo de su libro Palabras y sangre. Iba un hombre caminado por la orilla de un río –imagino que sería el mismo Papini- cuando vio a un joven que se disponía a echar las redes:

-¿Por qué haces eso? –preguntó el paseante.

“-Para coger peces –respondió el pescador.

“-¿Y para qué quieres coger peces?

“-Para venderlos.

“-¿Y qué haces con el dinero que obtienes?

“-Compro pan, vino, aceite, vestidos, zapatos y todo lo demás.

“-¿Y para qué compras todas esas cosas?

“-Para vivir.

“-¿Y para qué quieres vivir?”.

He aquí una pregunta realmente filosófica: “¿Para qué quieres vivir?”. Una vez que hemos respondido a esta pregunta y sabemos la respuesta, nuestro obrar tendrá sentido, pero únicamente hasta entonces y nunca antes.

El pescador se quedó callado. Y como no supo qué responder, se limitó a decir: “Para pescar”. Ignoraba para qué hacía, en el fondo, lo que hacía. Su vida era un círculo vicioso, un malentendido. 

“¿Para qué quieres vivir?”. Es preciso responder. Y sólo hasta que lo hagamos también nuestro descanso formará parte del plan, y tendremos paz. Nuestro corazón no nos acusará de haber gozado de una tarde libre, ni nos reprochará por habernos tomando unas breves vacaciones. Seremos, entonces, los hombres más sabios. Y también los más tranquilos. 

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La cuna de la comunicación inalámbrica es San Luis Potosí | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

En este mes de junio se cumplen ciento treinta y nueve años del desarrollo de la comunicación inalámbrica. Desarrollo que es netamente potosino aunque la historia oficial se lo asigne a Marconi que lo diera a conocer diez años después en 1896. El 11 de junio de 1886 Francisco Estrada recibía el privilegio (patente) para comunicar trenes en movimiento con la estación de trenes, asunto que implicaba la comunicación inalámbrica.

No queremos dejar el aniversario en el vacío y de nuevo retomamos este tema que hemos estado dando a conocer a través del estudio de la vida y obra de Francisco Javier Estrada Murguía, el físico mexicano más importante del siglo XIX y que naciera en San Luis Potosí en febrero de 1838.

Las aportaciones de Estrada son abundantes e importantes y muchas de ellas como primicia mundial sea en el ámbito de la electricidad o del magnetismo. Entre ellas la más trascendente es el desarrollo de la comunicación inalámbrica.

La historia de este acontecimiento científico es recogido en mi libro “La Cuna de la Comunicación Inalámbrica” que editara el fondo editorial Rafael Montejano y Aguiñaga en 2021 y que sale a luz después de vencer un sinfín de problemas administrativos como edición financiada por al autor en 2024.

Puede considerarse la obra más completa sobre Estrada en este tema de la comunicación inalámbrica y puede conseguirse con el propio autor en el correo [email protected]

Luis Guillermo Martínez que participó en la presentación del libro, escribe en la Jornada Semanal sobre el libro lo siguiente:

Sobre la formación de la industria en el proyecto de la modernidad, el problema se debe, precisa el autor, a la dependencia industrial con la que se constituyó nuestro país en las postrimerías del siglo XIX y comienzos del XX. De ahí también se explicaría por qué no se le concedió mayor importancia a los descubrimientos y adelantos de Estrada. Bajo el argumento que asegura una relación estrecha entre los avances del conocimiento tecnológico y la vida social, el autor afirma: “Esta relación puede observarse en las repercusiones económicas, de la vida social, la estructura de la familia y las actividades diarias que se desenvuelven en toda la sociedad.” Con esto se acerca en mucho a lo que planteó Marx al hablar de la “Maquinaria y la gran industria” cuando afirma que “la tecnología pone al descubierto el comportamiento activo del hombre con respecto a la naturaleza, el proceso de producción inmediato de su existencia, y con esto, asimismo, sus relaciones sociales de vida y las representaciones intelectuales que surgen de ellas.” ¿De qué manera se relaciona directamente el conocimiento científico y tecnológico con nuestra forma de vida actual? Por medio de la mercancía, la cual se produce gracias a dicha tecnología y se nos presenta como un hecho cotidiano al que nos enfrentamos de forma normalizada. Así, podemos comprender la forma mercantil desde otras perspectivas, ya no sólo como objetos útiles para nuestra vida cotidiana, sino como dinamizadores de nuestra socialidad, y esto es posible gracias a la tecnología que las sostiene o constituye.

Con sus experimentos sobre la reproducción técnica del sonido, Estrada fue puntal para el desarrollo y cambio radical de pensar estos problemas, que en la historia occidental empezaron con una tensión entre la reproducción y lo auténtico. En la actualidad, se dirime sobre la importancia de la forma de percibir el sonido reproducido técnicamente. La sensación fantasmagórica de escuchar a los que no están presentes, ya sea porque se encuentran lo suficientemente lejos para no oírlos de forma natural o porque ya no se encuentran vivos. También el fenómeno de traer al presente sonidos que fueron parte de otra época y, más aún, realizar un encabalgamiento con los sonidos actuales, algo similar a lo que en cine se conoce como montaje y que ahora en música se le llama sampleo, son elementales para los estudios de la filosofía y sus relaciones con la música. Más que Edison, Tesla y Marconi, estos problemas actuales los empieza a trazar Estrada, formando así, nos dice el autor de la obra, un trébol de cuatro hojas.

Agradecemos a Luis Guillermo Martínez sus comentarios y los invitamos a que se acerquen a la obra de este potosino distinguido que colocó al estado y al país en la palestra mundial a pesar del olvido sobre sus importantes contribuciones a la física que ahora marcan nuestras sociedades modernas.

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La decadencia de la risa | Columna de Juan Jesús Priego Rivera

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LETRAS minúsculas

Ya a finales del siglo XIX, Eça de Querioz (1845-1900), el famoso novelista portugués, se quejaba de lo poco que nos reímos los modernos, lamentándose de que lo que él llamó «la risa antigua» estuviera en vías de franca desaparición. «Nosotros –escribió en un ensayo muy poco conocido-, hijos de este siglo serio, perdimos el don divino de la risa. ¡Ya nadie ríe! Casi ya nadie sonríe siquiera, porque lo que queda de la antigua sonrisa, fina y viva, tan celebrada por los poetas del siglo XVIII, o de la sonrisa lánguida y húmeda que encantó al romanticismo, apenas es un entreabrir lento y helado de los labios que, por el esfuerzo con que se contraen, parecen muertos o de hierro».

Sí, cada vez reímos menos, y, como dije en otra ocasión, si en algo aventajamos a los hombres y mujeres de otras épocas es en nuestra seriedad, que no es meditativa ni religiosa, sino triste, culpable y mortecina: una seriedad, para decirlo ya, muy parecida a la de los cadáveres.

Sigue diciendo el novelista: «Nunca más he vuelto a oír esa carcajada magnífica de mi infancia. Lo que hoy se escucha es a veces una sonrisa cascada, seca, dura, áspera, corta, que sale a través de una resistencia, como arrancada por unas cosquillas, y que bruscamente muere, dejando los rostros mudos y fríos. ¡He aquí la risotada de nuestro siglo!».

La alegría, hoy, ha acabado convirtiéndose en un lujo; y, si no me cree usted, si mi afirmación le parece exagerada, pregunte a sus vecinos si son felices para que obtenga un centenar de respuestas como ésta: «¿Feliz yo? ¡Cómo se le ocurre, estimado señor!». Y se pondrán a hablarle del trabajo –tan mal pagado-, del cambio climático, de la delincuencia organizada o del estrés. ¡Y conste que hoy tenemos casi todo aquello de los que nuestros antepasados carecieron! Las cajas de música de mi infancia tocaban sólo una canción, y, para colmo, había que darles cuerda; las cajas de música de los muchachos de hoy tocan –o al menos pueden hacerlo- hasta 20 o 30 000 canciones, pero no por eso el corazón de estos muchachos se ha vuelto más alegre, más musical. ¡Qué rostro más avejentado pasean por las autopistas de la vida! ¿Sonreír? No, gracias. La verdad es que ni siquiera se les ocurre.

«Nadie ríe –continúa Eça de Queiroz-, y nadie quiere reír. Tenemos todos el indefinible sentimiento de que la risa estridente y clara desentona con la atmósfera moral de nuestro tiempo». Y se pregunta: «¿De dónde proviene esta desoladora decadencia de la risa? Habría que componer un estudio sobre la Psicología de la taciturnidad contemporánea».

Algún día, si no cambio de parecer, escribiré esa psicología de la tristeza que invita a hacer a sus lectores el autor de La ciudad y las sirenas. Dicho tratado deberá responder a las siguientes preguntas: 1. «¿Por qué estamos hoy tan endiabladamente tristes?»; 2. «¿Quién nos ha robado el mes de abril?»; 3. «¿Por qué razón nos hemos vuelto tan huraños y tan antipáticos?», etcétera.

Que esto es así –es decir, que hoy estamos los hombres más tristes que nunca- lo dicen incuso autores bastante enterados de los problemas de nuestra época. He aquí, por ejemplo, lo que escribió el doctor Luis Rojas Marcos en un libro que apareció en las librerías casi cien años después de que lo hiciera ese ensayo de Eça de Quieroz que hemos venido citando; el libro en cuestión se titula La pareja rota y dice así en una de sus páginas:

«Desde finales de los años sesenta ha brillado la generación del yo, el culto al individuo, a sus libertades y a su cuerpo, y la devoción al éxito personal. La dolencia cultural que padecemos desde entonces es el narcisismo, aunque según dan a entender estudios recientes, la comunidad de Occidente está siendo invadida ahora por un nuevo mal colectivo: la depresión. La prevalencia del síndrome depresivo está aumentando en los países industrializados, y las nuevas generaciones son las más vulnerables a esta aflicción. Así, la probabilidad de que una persona nacida después de 1955 sufra en algún momento de su vida de profundos sentimientos de tristeza, apatía, desesperanza, impotencia o autodesprecio, es el doble que la de sus padres y el triple que la de sus abuelos. En Estados Unidos y en ciertos países europeos, concretamente, sólo un 1 por 100 de las personas nacidas antes de 1905 sufrían de depresión grave antes de los setenta y cinco años de edad, mientras que entre los nacidos después de 1955 hay un 6 por 100 que padece de esta afección».

¡Dios mío, lo doble de tristes que nuestros padres y lo tripe de ansiosos que nuestros abuelos! ¡Pero si tenemos todo lo que ellos no tuvieron!…

¿Cuáles son las causas de tanta tristeza? Eça de Queiroz aventura la siguiente respuesta: «Yo pienso que la risa acabó porque la humanidad se entristeció. Y se entristeció a causa de su inmensa civilización…, pues cuanto más culta es una sociedad, más triste es su faz. Hemos perdido la simplicidad y, con ella, la risa». Y termina diciendo al lector: «¿Quieres un humilde consejo? Abandona tu laberinto, entra de nuevo en la naturaleza, no te compliques con tantas máquinas, no te sutilices con tantos análisis; vive una buena vida de padre próvido que trabaja la tierra, y reconquistarás, con la salud y con la libertad, el don augusto de reír».

Así termina el famoso novelista. Pero no, no nos convence el consejo, ni creo que se consiga mucho abandonando el laberinto (y, por lo demás, ¿quién podría hacerlo?). Según yo, lo que nos ha quitado «el don augusto de reír» no es el exceso de civilización, sino nuestra falta de religión. ¡Ah, si de veras creyéramos en un Dios que nos protege y nos cuida, cómo nos reiríamos de nuestros pequeños problemas! Es decir, reiríamos. Veríamos entonces las cosas desde esa lejanía sin la cual la risa es imposible. ¿No se ha dicho muchas veces que la risa nace del distanciamiento, de ver las cosas desde cierta altura? Pues bien, si esto es así, sólo Dios y los que creen en Él pueden reír de veras con esa explosión de regocijo que conoció Eça de Quieroz cuando era niño, es decir, cuando los hombres aún tenían fe…

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