julio 14, 2025

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#4 Tiempos

“Los PANgiotistas”: Capítulo uno | Columna de Jorge Saldaña

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TERCERA LLAMADA

 

Culto Público, lo que a continuación intentaré relatar es, sin intención de exagerar, apenas la primera chispa de un incendio romano, la primera gota de una tempestad y el primer crujido de un árbol que viene abajo.

En apariencia es una historia de panistas, pero eso es solo circunstancial.

El trasfondo revela mucho más que un pleito de ingredientes mundanos como el dinero y la traición porque abre una rendija estrecha para observar los arreglos cupulares de cualquier partido y color, las pistas de circo a las que los ciudadanos no tenemos boleto, y los acuerdos que existen… esos de los que el sistema siempre nos ha querido convencer que no.

En realidad este primer capítulo es muy simple, grave y revelador, pero simple al fin y al cabo.

La punta del listón se puso en circulación hace unos días a través de una columna sin firma en la plataforma Antena San Luis deslizando un pronóstico de escándalo por un tema de chantajes económicos entre candidatos y dirigentes blanquiazules por medio de la firma de documentos en blanco.

(Sí, así como lo leyó: Las dirigencias piden a candidatos, pluri o de mayoría firmar documentos en blanco)

En primera instancia la referencia al asunto apuntó al caso de Josefina Salazar, que soterradamente se sabe, fue sujeta de chantaje entre 2015 y 2018 cuando fue diputada federal para que “repartiera” los recursos de las partidas millonarias que antes de la 4T se repartían a discreción a los legisladores federales. La negativa de Salazar Báez la enfrentó con su partido y hoy es activo de Movimiento Ciudadano. El escandalo se contuvo y no pasó a mayores.

En la realidad, la referencia periodística reciente no se refería al caso josefinesco, sino uno hasta ahora solo conocido por un muy pequeño grupo de personajes del círculo rojo potosino, casi todos ellos vinculados a uno de los grupos en confrontación conocida a gritos de la cúpula panista.

Se trata, insisto, de apenas un párrafo de una novela que está viva y escribiéndose basada estrictamente en hechos reales, de final inesperado y en la que no hay ficción.

Hace unos meses, quizás poco antes de iniciar el año, al actual regidor por la capital, Edgardo Jasso Puente, le notificaron de una demanda mercantil por un adeudo millonario incumplido.

La acusación se sustentó en documentos que el hoy acusado firmó en blanco antes de la campaña 2021, y que se convirtieron en firmes pagarés a nombre de dos desconocidos por cientos de miles de pesos más un porcentaje de intereses que rayan en la usura.

Es decir, el documento en blanco “para trámites de inscripción” a la lista de participación electoral se convirtió en un bumerang con filo.

Va la más absurda adivinanza: ¿Quién puede pedir durante el proceso a los participantes panistas firmar hojas en blanco para poder ser registrados en la contienda electoral?

Nada más y nada menos que la dirigencia del partido. No hay más.

Los meses previos a la contienda, esos de correr por papelerías, conseguir registros, documentos, copias, certificaciones y demás parafernalias administrativas son pura pantalla.

Tras bambalinas durante esos meses los partidos se convierten en auténticos pisos de remates.

Se venden candidaturas, se ofrecen prestamos, fluyen a caudales los efectivos, se firma lo que sea, se compra y se venden lealtades y se hipotecan puestos a cambio de esperanzas.

¿Ya sabe la respuesta a la adivinanza? Le doy una pista: su nombre empieza con Juan Francisco y termina con Aguilar.

¿Quién más podría tener la capacidad de hacer firmar a las docenas de interesados aspirantes a candidatos cualquier cosa y a cualquier precio?

Hasta aquí nada de qué sorprenderse y el asunto hubiera quedado, como la mayoría de las veces ocurre en casi todos los partidos, guardado en el celos baúl de los secretos inconfesables.

Pero se abrió el baúl con la llave de la abnegada codicia.

Los grupos que pactaron y repartieron juntos, “despactaron” y “desrepartieron”.

Con lo que parece un pleito mercantil usado a modo de poner una pistola en la mesa, los panistas no se dieron cuenta que abrieron la caja de pandora, tumbaron el muro que tapaba el tendedero de los calzones, derribaron la cortina del baño.

En pocas palabras se desnudaron: así se manejan, así se venden las candidaturas, así se chantajean, así se administran las canalladas.

¿Seguimos jugando a las adivinanzas?

Sabiendo con documentos en mano y demanda interpuesta, pruebas presentadas y carpeta abierta del caso de Jasso Puente sería como para un ataque de risa descontrolado, pensar que es el único.

Por cierto, los “pagarés” (apócrifos en contenido) pero sí signados por Jasso (al que también le corresponde un alto grado de ingenuidad por firmarlos) fueron “vendidos” a personajes que nadie conoce y que seguramente nadie con mínimo amor por su vida quisiera conocer. ¿Quién los vendería originalmente?

En este momento, los prestamistas, los que supuestamente “compraron” la deuda de Jasso y que la exigieron vía mercantil y hasta penal, ya se han desistido al ver las pruebas en contra, pero no sin antes volver a vender los documentos a una veinteañera que, o compró un negocio turbio siendo engañada, o de plano se prestó a seguir con el asunto a sueldo.

Ojo, he sido reiterativo y lo vuelvo a hacer: No se vale espantarse si se va al panteón de noche sin linterna.

Nadie diga “de esa agua no beberé” y lamentable, muy lamentablemente –eso sí hay que decirlo- el PAN no tiene de ninguna manera el monopolio de estas prácticas.

Decir que el sistema de partidos está en decadencia es pleonasmo, pero es el único que tenemos, y es “el teatro de la impotencia”.

En el aparente asunto en cuestión, solo de este primer capítulo, Jasso Puente sabe perfectamente que juega de pieza en un tablero desalmado en que solo hay dos colores.

O blanco o negro, o Azuara o Aguilar y en la rendija que abrieron sin querer se nota que están en un juego en el que todo se vale y hay que hacer notar algo importante: antes de Aguilar en la dirigencia ¿Quién lo hacía? Digo, no hay que jugarle al ingenuo.

En el “sabes a ciencia cierta que me fallaste y lo que prometiste se te olvidó” que se cantan mutuamente los aludidos, se van a llevar a lo que queda de su partido entre las patas, sobre todo por lo que advertí en el inicio: Esto es la primera chispa de un incendio.

Entre ida y vuelta de la esgrima despiadada, entre los intereses inmobiliarios y los jurídicos (frase robada al analista y maestro Oswaldo Ríos) de los personajes ya mencionados, está de más decir que ya se llevaron entre los cortes al partido y a su dirigente, Verónica Rodríguez.

El pleito legal, las acusaciones, la retórica mediática y hasta los futuros electorales son lo de menos.

Jasso seguramente sorteará tarde o temprano el pleito legal que le armaron porque al final no se trata de eso.

La historia completa, la basada en hechos reales, apenas comienza porque a partir del “sabes a ciencia cierta que me fallaste”, origen de las incurables heridas al ego, salió el peine y de una hebra, se va a descoser un suéter color guinda (y no azul) que tiene estambre como de San Luís a Ciudad de México.

Nota antes de despedirme: el termino “PANgiotistas” es original de la certera y veloz creatividad de mi amigo periodista Jesús Aguilar.

En esta entrega faltó espacio para Bemoles y para desmenuzar todos los frentes abiertos de nuestra política local y hasta los pormenores del concierto de LuisMi. Ni modo, Échenme a mi la culpa.

Hasta la próxima, que será muy pronto.

Atentamente,

Jorge Saldaña.

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#4 Tiempos

La decadencia de la risa | Columna de Juan Jesús Priego Rivera

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LETRAS mínúsculas

Ya a finales del siglo XIX, Eça de Querioz (1845-1900), el famoso novelista portugués, se quejaba de lo poco que nos reímos los modernos, lamentándose de que lo que él llamó «la risa antigua» estuviera en vías de franca desaparición. «Nosotros –escribió en un ensayo muy poco conocido-, hijos de este siglo serio, perdimos el don divino de la risa. ¡Ya nadie ríe! Casi ya nadie sonríe siquiera, porque lo que queda de la antigua sonrisa, fina y viva, tan celebrada por los poetas del siglo XVIII, o de la sonrisa lánguida y húmeda que encantó al romanticismo, apenas es un entreabrir lento y helado de los labios que, por el esfuerzo con que se contraen, parecen muertos o de hierro».

Sí, cada vez reímos menos, y, como dije en otra ocasión, si en algo aventajamos a los hombres y mujeres de otras épocas es en nuestra seriedad, que no es meditativa ni religiosa, sino triste, culpable y mortecina: una seriedad, para decirlo ya, muy parecida a la de los cadáveres.

Sigue diciendo el novelista: «Nunca más he vuelto a oír esa carcajada magnífica de mi infancia. Lo que hoy se escucha es a veces una sonrisa cascada, seca, dura, áspera, corta, que sale a través de una resistencia, como arrancada por unas cosquillas, y que bruscamente muere, dejando los rostros mudos y fríos. ¡He aquí la risotada de nuestro siglo!».

La alegría, hoy, ha acabado convirtiéndose en un lujo; y, si no me cree usted, si mi afirmación le parece exagerada, pregunte a sus vecinos si son felices para que obtenga un centenar de respuestas como ésta: «¿Feliz yo? ¡Cómo se le ocurre, estimado señor!». Y se pondrán a hablarle del trabajo –tan mal pagado-, del cambio climático, de la delincuencia organizada o del estrés. ¡Y conste que hoy tenemos casi todo aquello de los que nuestros antepasados carecieron! Las cajas de música de mi infancia tocaban sólo una canción, y, para colmo, había que darles cuerda; las cajas de música de los muchachos de hoy tocan –o al menos pueden hacerlo- hasta 20 o 30 000 canciones, pero no por eso el corazón de estos muchachos se ha vuelto más alegre, más musical. ¡Qué rostro más avejentado pasean por las autopistas de la vida! ¿Sonreír? No, gracias. La verdad es que ni siquiera se les ocurre.

«Nadie ríe –continúa Eça de Queiroz-, y nadie quiere reír. Tenemos todos el indefinible sentimiento de que la risa estridente y clara desentona con la atmósfera moral de nuestro tiempo». Y se pregunta: «¿De dónde proviene esta desoladora decadencia de la risa? Habría que componer un estudio sobre la Psicología de la taciturnidad contemporánea».

Algún día, si no cambio de parecer, escribiré esa psicología de la tristeza que invita a hacer a sus lectores el autor de La ciudad y las sirenas. Dicho tratado deberá responder a las siguientes preguntas: 1. «¿Por qué estamos hoy tan endiabladamente tristes?»; 2. «¿Quién nos ha robado el mes de abril?»; 3. «¿Por qué razón nos hemos vuelto tan huraños y tan antipáticos?», etcétera.

Que esto es así –es decir, que hoy estamos los hombres más tristes que nunca- lo dicen incuso autores bastante enterados de los problemas de nuestra época. He aquí, por ejemplo, lo que escribió el doctor Luis Rojas Marcos en un libro que apareció en las librerías casi cien años después de que lo hiciera ese ensayo de Eça de Quieroz que hemos venido citando; el libro en cuestión se titula La pareja rota y dice así en una de sus páginas:

«Desde finales de los años sesenta ha brillado la generación del yo, el culto al individuo, a sus libertades y a su cuerpo, y la devoción al éxito personal. La dolencia cultural que padecemos desde entonces es el narcisismo, aunque según dan a entender estudios recientes, la comunidad de Occidente está siendo invadida ahora por un nuevo mal colectivo: la depresión. La prevalencia del síndrome depresivo está aumentando en los países industrializados, y las nuevas generaciones son las más vulnerables a esta aflicción. Así, la probabilidad de que una persona nacida después de 1955 sufra en algún momento de su vida de profundos sentimientos de tristeza, apatía, desesperanza, impotencia o autodesprecio, es el doble que la de sus padres y el triple que la de sus abuelos. En Estados Unidos y en ciertos países europeos, concretamente, sólo un 1 por 100 de las personas nacidas antes de 1905 sufrían de depresión grave antes de los setenta y cinco años de edad, mientras que entre los nacidos después de 1955 hay un 6 por 100 que padece de esta afección».

¡Dios mío, lo doble de tristes que nuestros padres y lo tripe de ansiosos que nuestros abuelos! ¡Pero si tenemos todo lo que ellos no tuvieron!…

¿Cuáles son las causas de tanta tristeza? Eça de Queiroz aventura la siguiente respuesta: «Yo pienso que la risa acabó porque la humanidad se entristeció. Y se entristeció a causa de su inmensa civilización…, pues cuanto más culta es una sociedad, más triste es su faz. Hemos perdido la simplicidad y, con ella, la risa». Y termina diciendo al lector: «¿Quieres un humilde consejo? Abandona tu laberinto, entra de nuevo en la naturaleza, no te compliques con tantas máquinas, no te sutilices con tantos análisis; vive una buena vida de padre próvido que trabaja la tierra, y reconquistarás, con la salud y con la libertad, el don augusto de reír».

Así termina el famoso novelista. Pero no, no nos convence el consejo, ni creo que se consiga mucho abandonando el laberinto (y, por lo demás, ¿quién podría hacerlo?). Según yo, lo que nos ha quitado «el don augusto de reír» no es el exceso de civilización, sino nuestra falta de religión. ¡Ah, si de veras creyéramos en un Dios que nos protege y nos cuida, cómo nos reiríamos de nuestros pequeños problemas! Es decir, reiríamos. Veríamos entonces las cosas desde esa lejanía sin la cual la risa es imposible. ¿No se ha dicho muchas veces que la risa nace del distanciamiento, de ver las cosas desde cierta altura? Pues bien, si esto es así, sólo Dios y los que creen en Él pueden reír de veras con esa explosión de regocijo que conoció Eça de Quieroz cuando era niño, es decir, cuando los hombres aún tenían fe…

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#4 Tiempos

El tormentoso futuro y sus pronósticos | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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TESTEANDO

Se llega al inicio del torneo y como siempre, la ilusión, el deseo y un poco de esperanza regresan a los campamentos del fútbol mexicano.
Ya con algunas semanas de partidos amistosos, preparación de pretemporada y contrataciones interesantes, arrancamos con la idea de pronosticar el futuro de San Luis en la liga.

La mecánica es simple, ir jornada tras jornada sumando (cuando lo amerite) los puntos que puede obtener el equipo, para al final hacer una suma e intentar predecir si es suficiente como para pelear por un lugar en la liguilla o no, así que comencemos.

Jornada 1: León (Derrota) 0 puntos
Jornada 2: Monterrey (Derrota) 0 puntos
Jornada 3: Chivas (Derrota) 0 puntos
Jornada 4: Cruz Azul (Derrota) 0 puntos
Jornada 5: Puebla (Empate) 1 punto
Jornada 6: Querétaro (Victoria) 4 puntos
Jornada 7: Toluca (Empate) 5 puntos
Jornada 8: Tijuana (Victoria) 8 puntos
Jornada 9: Santos (Victoria) 11 puntos
Jornada 10: América (Empate) 12 puntos
Jornada 11: Pachuca (Empate) 13 puntos
Jornada 12: Mazatlán (Victoria) 15 puntos
Jornada 13: Atlas (Victoria) 18 puntos
Jornada 14: Pumas (Derrota) 18 puntos
Jornada 15: Necaxa (Victoria) 21 puntos
Jornada 16: Juárez (Victoria) 24 puntos
Jornada 17: Tigres (Derrota) 24 puntos

24 puntos representan una real posibilidad de jugar play in y con ello pensar en llegar a la liguilla. Sin embargo, el pronóstico habla de un arranque muy complicado llegando a sumar alguna unidad hasta la jornada 5, lo cual preocupa para la estabilidad del equipo y su nuevo cuerpo técnico. Un torneo que luce complicado y de adaptación para el director técnico y una base muy consolidada de jugadores que conocen muy bien la liga.

Por el bien del fútbol en San Luis, esperemos que la bola ruede a su favor, que renazca el buen toque de balón y se demuestre que con poco se puede competir, no queda más que esperar y en unos meses hacemos el recuento de lo logrado contra este complicado pronóstico, que comience la fiesta del fútbol mexicano, una vez más.

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Personas como espejos | Columna de Carlos López Medrano

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Mejor dormir

 

Los pasos dados en una mañana cualquiera conducen a uno de esos espejos piadosos en los que uno aparece más guapo de lo habitual, más limpio, más esbelto, casi heroico. La imagen llega como ráfaga: ese instante fugaz en que parecemos la mejor versión de nosotros mismos. Al siguiente paso, otro espejo devuelve ya el reflejo habitual: el rostro cansado, la camisa con esa arruga que antes no estaba, el pelo que ya no da. Así son los espejos: unos nos bendicen con la gracia de un tenista que acaba de salvar un set y lanza un guiño a la muchacha de la tercera fila; otros nos exhiben hasta el patetismo, y no hay ángulo que salve esas ojeras de un sueño perdido o la mancha que jurábamos no llevar puesta.

Entre uno y otro reflejo, se instala la duda: saber si somos el mal reflejo o la estampa bella de aquel aparador, si somos lo que vimos primero o lo que vemos ahora. Si somos el destello o la derrota.

En las relaciones humanas ocurre un duelo parecido. Hay personas que funcionan como espejos benévolos y nos devuelven lo mejor de nosotros mismos, iluminando lo que tenemos de amable, de inteligente, de vivo. Con ellas todo fluye: la conversación, el silencio, el juego de miradas. Traen de vuelta nuestro humor. Su sola presencia aligera la carga del día y perdonamos así el paso de las moscas.

En el ámbito de las relaciones es preciso rodearse de personas que son como los espejos en los que uno se ve bien y que nada complican. Gente que con su paciencia y simpatía ponen en bandeja las sonrisas y alumbran los más elevados sentimientos.

Pero también hay espejos rotos con forma de persona. Espejos manchados que te reducen y desaniman, cual les marca su hebra cochambrosa y su afán por ensuciar lo que les rodea. Sujetos cuya sola cercanía oscurece, reduce. Imanes del infortunio, empeñados en arrastrar a los demás a su fango personal. Su forma inmunda de consuelo.

Famosa es la frase en la que John Keats contaba que la poesía ha de acontecer con la misma naturaleza y espontaneidad con la que una hoja cae del árbol,

y no forzada ni sostenida por andamios y tornillos. Las relaciones humanas de mayor calado fluyen sin tener que desgañitarse. No se gritan, no se empujan: florecen. Como esas novelas que uno lee sin darse cuenta, y al mirar la página ya vamos por la mitad. Tenemos libros que se arrastran (uno nomás no ve la luz al final del túnel) y otros que vuelan.

Vuelvo a mi maestro Jardiel Poncela: aquellas mujeres que no se acomodan a nosotros valen menos que un lavafrutas, aunque sea la resurrección de Friné envuelta en perfume de Le Galion. 

Hay personas que te jalan consigo a su piscina de indecencia; y están otras, las que valen su peso en azafrán, que elevan y de la mano te guían a lo que has anhelado para ti en ratos de dulce vanidad. Son los rayos de sol que se cuelan entre las hojas en la última hora de la tarde.

Los buenos modales siguen siendo la pauta a la hora de definir a la gente de la que me quiero rodear. Aquellos que te alientan, saben escuchar y con los que aún puedes platicar de viejos álbumes.

Recordar, por ejemplo, aquella canción de The Velvet Underground cantada por Nico:

 

Seré tu espejo
Reflejaré lo que eres, por si acaso no lo sabes.
Déjame estar de pie para mostrarte que estás ciego.
Por favor, baja las manos,
Porque yo te veo.
Me cuesta creer que no sepas
La belleza que eres.
Pero si no lo sabes, déjame ser tus ojos,
Una mano en tu oscuridad para que no tengas miedo…

 

 

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