#4 Tiempos
Lo que me deja el accidente de Maleck | Columna de Emmanuel Gallegos D.
Gambeta
El pasado fin de semana un trágico percance ensombreció la ciudad de Zapopan, Jalisco. Una pareja de recién casados fallecieron víctimas de un accidente automovilístico ocasionado por un futbolista juvenil mexicano, llamado Joao Maleck. Las primeras versiones indicaron que la imprudencia al volante del mexicano terminaron con su prometedora carrera futbolística, y más triste aún, con la vida de dos personas que apenas comenzaban a forjar una vida juntos. Lo que se ha señalado hasta ahora es que habría una irresponsabilidad de Maleck al manejar bajo los influjos del alcohol y además de que el Mustang en el que circulaba se desplazaba a 160 km/h, lo que habla de varias malas decisiones terminando en pérdidas irreparables.
No es la primera vez que lo menciono, los futbolistas profesionales mexicanos, especialmente los jóvenes, se pierden con el dinero y la fama, que los lleva a tomar decisiones equivocadas y llevar una vida de excesos. Aunque no en todos los casos se ven envueltos en tragedias como la ya mencionada, sí truncan la posibilidad de que den el brinco a ser futbolistas famosos, obligándolos a un retiro prematuro o a no pasar de ser “jóvenes promesas”, incluso de convertirse en verdugos.
El caso que más recuerdo, pese a que ya fue hace muchos años atrás, es el del jugador rojinegro, César Andrade. El futbolista guanajuatense era un joven lateral derecho con mucho futuro en el futbol mexicano, que por una mala decisión perdió una de sus piernas. Molesto por jugar apenas unos pocos minutos en un partido, César y un amigo, que también era canterano del Atlas, fueron a un bar. La falta de madurez y experiencia lo llevaron a tomar unas cervezas de más, al salir en malas condiciones, su vehículo se estrelló contra la barra de contención por el periférico en Guadalajara, la cual tras el impacto entró por la ventana de un costado del vehículo y salió por el otro extremo cortando de manera literal la pierna de Andrade. (Des)Afortunadamente para el futbolista, lo único que perdió fue su pierna, su carrera futbolística y no mató a nadie, pero el daño ya estaba hecho.
El caso más reciente fue el del futbolista español José Antonio “La Perla” Reyes. Al salir de un entrenamiento, el futbolista iba hacia su casa en su Mercedes Brabus S550 a más de 200 km/h, el accidente le quitó la vida a él y a un familiar que lo acompañaba . El mundo del futbol lloraba y sufría por su muerte, diversos homenajes, medallas de reconocimiento por su trayectoria y demás se dieron. Pero el también futbolista, Santiago Cañizares, destapó la polémica con el siguiente twit:
“Circular con exceso de velocidad es una actitud reprochable. En el accidente ha habido víctimas además del conductor. Reyes no merece un homenaje como si fuera un héroe. Pero eso no quita que lamente lo ocurrido y que rece por sus almas. Lo intolerable lo encuentro en quien se alegra”.
Dicho comentario no pasó desapercibido y generó un sinfín de reacciones tanto positivas como negativas. Lo duro de las palabras de Santi no le resta un mínimo de verdad. El fatal accidente fue en gran parte por una irresponsabilidad del internacional español, nuevamente la tragedia no fue más grande por suerte, pero todo pudo tener repercusiones aún mayores. Y sin embargo, en ocasiones no vemos con claridad que las acciones de personas famosas, no sólo de futbolistas, pueden ser vistas con una mirada menos crítica y lejanas a un escarnio o señalamiento negativo.
Aurelio ‘Coreano’ Rivera, Gonzalo Farfán, Adrián Chávez, Ramón Ramírez, Moisés Muñoz, todos ellos sufrieron accidentes, algunos fatales, algunos por imprudencia, algunos quedan como anécdota, pero en su mayoría hubo una mala toma de decisiones. Seguramente el tema Maleck se olvidará en unas semanas y su accidente quedará en los libros negros de historia del futbol, pero la tragedia y la nube negra que dejó, quedará por mucho tiempo en la memoria de los más afectados, los que no tienen fama ni reflectores.
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#4 Tiempos
De CU a mantener el vuelo | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
TESTEANDO
El miércoles pasado, San Luis se metió al Olímpico Universitario con una misión que parecía cuesta arriba. No solo enfrentaba a un Pumas que venía sólido en casa, sino también a sus propios fantasmas: los de la irregularidad, los de las derrotas que llegan cuando mejor se juega, los de las oportunidades que se escapan entre los dedos. Pero esta vez fue distinto. San Luis ganó con autoridad, con orden, con un fútbol maduro que pocas veces le habíamos visto.
El 0-1 en Ciudad Universitaria no fue casualidad. Fue el reflejo de un equipo que, por fin, entendió cómo competir en escenarios grandes. San Luis supo cuándo presionar, cuándo replegarse, cuándo hacer daño. No se desesperó, no se partió, y sobre todo, no perdió la concentración cuando Pumas quiso despertar. Ese temple, tan ausente en otras jornadas, fue la verdadera victoria de la noche.
Esa actuación le devolvió el alma a un grupo que venía entre dudas. Y también reavivó la ilusión de una afición que, aunque exigente, sigue esperando ese golpe de autoridad que confirme que este proyecto puede trascender. Porque lo del miércoles no fue solo un triunfo más en el calendario: fue una declaración de intenciones.
Ahora viene lo más difícil, mantener el vuelo. Este domingo, en el Alfonso Lastras, el Atlético de San Luis recibe a Necaxa, y la exigencia será enorme. No hay mejor momento para demostrar madurez que justo después de una victoria grande. Ganar en CU fue una proeza; ganar en casa, jugando bien y con convicción, sería confirmar que este equipo va en serio.
Necaxa no es un rival cómodo. Es uno de esos equipos que no necesita brillar para complicarte la noche. Sabe esperar, sabe morder en la presión alta y tiene la capacidad de castigar errores puntuales. San Luis deberá ser paciente, no caer en la trampa de la desesperación y, sobre todo, mantener la intensidad de principio a fin. Si el equipo logra imponer su ritmo desde el arranque, tendrá mucho camino recorrido.
El cuerpo técnico también enfrenta un reto importante. Después del esfuerzo en CU, habrá que administrar energías, rotar inteligentemente y evitar el exceso de confianza. Porque si algo ha caracterizado a San Luis este torneo, es que cuando baja un poco la guardia, el golpe llega rápido. La victoria del miércoles solo tendrá valor real si se respalda con un buen resultado el domingo.
En el plano anímico, el grupo parece haber recuperado algo vital, el orgullo.
Durante semanas se vio a un San Luis que jugaba bien, pero sin convicción. En CU hubo otra cara, una que pelea cada balón, que se ordena en bloque y que no teme al rival, sea cual sea su nombre. Esa versión es la que debe presentarse ante Necaxa.El Lastras jugará su papel. Después de un triunfo así, la gente volverá con ganas, con ilusión, pero también con exigencia. El público potosino ya no se conforma con “haber competido bien”. Quiere resultados, quiere consistencia. Y tiene razón, este plantel ha demostrado que puede hacerlo.
Además, los números comienzan a sonreír. Con el triunfo del miércoles, San Luis se metió de nuevo a la conversación por el play-in, y depende de sí mismo para mantenerse ahí. Una victoria más lo consolidaría en zona de clasificación y le permitiría encarar el cierre del torneo con un aire distinto. El margen de error sigue siendo corto, pero las sensaciones por primera vez son positivas.
El Atlético de San Luis ha dado un paso importante, pero todavía no puede detenerse a celebrar. Lo que viene es el examen de la madurez futbolística: sostener la intensidad, mantener la concentración y convertir las buenas actuaciones en una costumbre.
Este domingo, el equipo tiene la oportunidad de confirmar que no fue casualidad, que lo de CU fue el inicio de una nueva etapa. Ganarle a Necaxa sería más que un triunfo, sería la señal de que San Luis, por fin, ha aprendido a ganar seguido.
Porque el fútbol no premia al que brilla un día, sino al que resiste toda una temporada. Y si este grupo logra mantener ese temple y esa convicción, el play-in podría dejar de ser un sueño para convertirse en la consecuencia lógica de un equipo que, tarde pero seguro, está aprendiendo a jugar como los grandes.
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#4 Tiempos
Tradición potosina en Altas Energías, reconocimiento a Jürgen Engelfried | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
Por: Redacción
Hace más de treinta años ingresó como profesor investigador del Instituto de Física de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, el Dr. Jürgen Engelfried Jatzkowski, tiempo a lo largo del cual ha participado como profesor de la Licenciatura en Física y del posgrado en física, maestría y doctorado, colaborando así en la formación de nuevos físicos mexicanos. En cuanto a su labor de investigación colabora con el Cuerpo Académico de Altas Energías y es fundador del Laboratorio de Altas Energías del Instituto de Física.
El Cuerpo Académico de Altas Energías del Instituto de Física trabaja en temas de investigación, tales como, Física de Partículas Elementales, Partículas con Quark Strange y Charm, Instrumentación para Detección de Partículas, Teoría de Campo, Extensiones Supersimétricas del Modelo Estándar, y se ha convertido en uno de los principales grupos de investigación del país en esa especialidad.
En particular el Dr. Jürgen en el Laboratorio de Altas Energías realiza investigación en partículas elementales y física de altas energías. Sus intereses indagatorios se centran en el área experimental, como la física experimental de partículas elementales, instrumentación en detectores de radiación y altas energías, partículas con quark strange y charm, decaimiento raro de kaones y espectroscopia de resonancias bariónicas.
Participa en las más importantes colaboraciones a nivel mundial en el área de altas energías y partículas elementales, en experimentos de frontera en estos campos, colaboraciones como el Hyperon Beam Experiment de la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN), que se encuentra en Ginebra, Suiza, donde se encuentra el Gran Colisionador de Hadrones; colabora también en el Fermilab en el experimento CKM Rare Kaon Decays y en el NA62 del propio CERN; en la Red de Física de Altas Energías y en el SELEX Charmed Baryons en el Fermilab.
Proyectos en los que el Dr. Jürgen es el líder mexicano en esas colaboraciones en los laboratorios más connotados a nivel mundial. Por ejemplo, el CERN, el laboratorio de física más grande del mundo, fundado en 1954 en Ginebra, Suiza, es el corazón de la investigación en física de partículas. Con el apoyo de 22 estados miembros europeos, reúne a miles de expertos de más de 70 países que cada año contribuyen a la investigación científica. Su éxito radica en su capacidad para producir resultados de gran interés
, como la confirmación de la existencia del Bosón de Higgs el 4 de julio de 2012.La labor del Dr. Jürgen Engelfried ha sido recientemente reconocida por la División de Partículas y Campos de la Sociedad Mexicana de Física, otorgándole la Medalla 2024 de esa División, por su papel pionero en el establecimiento de la física experimental de altas energías en México, liderando la participación nacional en los experimentos SELEX (Fermilab E781), CKM (Fermilab) y NA62 (CERN). Su impulso a la formación de recursos humanos, el desarrollo de instrumentación de frontera y la creación del grupo de física experimental de partículas en San Luis Potosí han sido determinantes para consolidar esta área en nuestro país.
Con este reconocimiento se enfatiza, tal como lo señala la División de Partículas y Campos, su compromiso y liderazgo han dejado una huella profunda en la comunidad de física de partículas.
El Dr. Jürgen Engelfried estudió la Licenciatura en Física en la Universität Stuttgart, Alemania, titulándose en 1984; la Maestría en Física en la Universität Heidelberg, Alemania, graduándose en 1987 y obtuvo su Doctorado en Física en 1992 en la propia Universität Heidelberg. Poco tiempo después llega a San Luis Potosí a incorporarse al Instituto de Física, donde ha realizado su carrera profesional, contribuyendo a escudriñar los misterios del universo con sus investigaciones en Altas Energías y Partículas Elementales, temas fundacionales de la física en San Luis.
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#4 Tiempos
Monólogo del profesor | Columna de Juan Jesús Priego Rivera
LETRAS minúsculas
Seamos sinceros, estimada señora: a nuestros jóvenes cada vez les importa menos lo que en la escuela podamos decirles. Un día la invitaré para que venga y vea. Entonces se sorprenderá al ver la cara que ponen cuando un servidor de usted les esté explicando, por ejemplo, la segunda ley de la termodinámica. ¿Puedo adelantarle algo de lo que verá? Un muchacho de cabellera abundante y estropajosa, con las piernas cruzadas, estará observando el estado general de las suelas de sus zapatos como en una especie de contemplación o arrobo místico; otro, sentado a dos bancos de aquél, hojeará distraídamente la revista que metió de contrabando en el salón y que ha ocultado –ni siquiera discretamente- bajo su libro de texto; aquel, pensando que nadie lo mira (o no pensando nada, pues lo mismo le da), estará ocupado enviando mensajes desde su teléfono celular y contestando los que a su vez le lleguen; en fin, todo esto los encontrará usted haciendo cuando vea y vea, estimada señora.
Mientras tanto, yo seguiré hablando en voz alta, haciendo como que creo que me escuchan. «Tú juegas a quererme, yo juego a que te creas que te creo». ¿Recuerda usted quién cantaba esta canción hace veinte años o incluso veinticinco? ¿Luz Casal? En todo caso, se trata del mismo pasatiempo: mis alumnos juegan a que me ponen atención, y yo juego a hacerles creer que me trago su mentira. De este modo ellos están en paz y yo también.
¡Oh, no me crea usted un resignado! La verdad es que en otro tiempo abrigué ciertas ambiciones pedagógicas y hasta llegué a creer que bastaba con que yo abriera la boca para que mis alumnos se apasionaran por la materia que me disponía a explicarles. Hoy ya no soy tan ingenuo, estimada señora, y hasta me he dado esos baños de realidad que si bien al principio no son nada agradables (el agua de la realidad es fría, bastante fría), al final lo sacan a uno de ese ensueño metafísico del que hablaba en uno de sus libros un famoso filósofo francés.
Al principio, debo confesárselo, casi lloraba al ver que mis alumnos me hacían menos caso que al perro del vecino; pero luego la fuente de las lágrimas se secó, y aquí me tiene usted, haciendo como que enseño y cobrando puntualmente mi sueldo, pues es bien sabido que de aire los hombres no pueden vivir.
A los muchachos ya no les digo nada, y ni siquiera los riño. ¿Qué les puedo decir, por ejemplo, cuando no hacen sus tareas? Podría, sí, hacer como que me indigno, pero esto sería llevar el juego demasiado lejos. Supongamos, por ejemplo, que me quejo con sus padres diciéndoles que sus hijos son unos holgazanes. ¿Qué voy a recibir como respuesta? ¡Ya se lo imaginará usted! Una vez, al principio de mi carrera –es decir, cuando me sentía con derecho a ser exigente- mandé llamar a uno de esos caballeros que se llaman a sí mismos padres de familia para suplicarle que pusiera más atención en los asuntos del que creo era su primogénito. Pero no me dejó ni siquiera terminar. «¿Y usted quién es para meterse en nuestra vida?», me preguntó lleno de rabia, ajustándose con brusquedad el nudo de su corbata. «A usted le pagamos para que dé su clase, pero lo demás ya no le toca».
De acuerdo, de acuerdo, me dije entonces. Quiero decir con esto que aprendí la lección. Desde entonces ya no encargo a mis alumnos ninguna tarea. ¿Para qué? Hoy mi lema es, humildemente, éste: laissez faire, laissez passer: ¡Que cada uno haga lo que le venga en gana!
La vida de mis alumnos, estimada señora, está en otra parte. ¿En qué parte? Vaya usted a saberlo, aunque todo parece indicar que ésta comienza para ellos justo en el instante en que, llegando a su casa, dejan la mochila en el suelo y encienden la computadora. ¡Entonces sí que se sienten vivir! «Ah –se preguntan-, ¿quién habrá inventado la escuela, ese mal que ni siquiera parece necesario?».
En la luna: allí veo a mis alumnos cuando les hablo de cosas que a mí me habría gustado comprender cuando tenía su edad. En la luna, sí, y parecen muy poco dispuestos a bajar a esta tierra que desde hace mucho ha dejado de interesarles.
¿De dónde acá esta indiferencia por todo lo que sea escolar o huela a ello? He encontrado aquí y allá diversas teorías, aunque la que hasta ahora me convence más es ésta del pedagogo francés Guy Avanzini. Escuche usted: «A pesar de todo, los padres, sin quererlo y sin saberlo, al menos en parte, son los responsables de este fracaso». Está hablando el pedagogo del fracaso escolar, que incluye no sólo las malas notas obtenidas en los exámenes, sino sobre todo el disgusto con que los jóvenes se presentan en la escuela. ¡Pero cómo! ¿Son culpables los padres de esta situación? Sí –responde Avanzini-, y ellos los primeros. Ante todo, porque desvalorizan el trabajo escolar, diciendo y pensando que ir a la escuela equivale a perder el tiempo, y luego exaltando el ejemplo de los que triunfan en la vida «sin haber trabajado en la escuela; haciendo la apología del mal estudiante que, sin haber llegado a la edad adulta, alcanza la notoriedad a pesar de la escasez de su cultura y de la regularidad de sus malas notas». Esto, en síntesis, es lo que dice Avanzini. Y el panorama parece tanto más desolador cuanto que nuestros muchachos oyen a cada instante noticias de verdaderos ignorantes que ganan lo que quieren sólo por saber patear un balón, aporrear una guitarra o cantar una canción. Además, ¿no escuchábamos hace poco la noticia de que muy pocos de nuestros legisladores acabaron realmente de estudiar? ¡Y mire usted lo que gana en estos contornos del mundo un legislador! Los hombres que viven mejor son los que han estudiado menos: he aquí el mensaje que les llega a los jóvenes desde todos los flancos. ¿Cómo queremos entonces, estimada señora, que la escuela les interese aunque se un poco? ¡Respóndame usted! ¡respóndame, por el amor de Dios!
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