marzo 27, 2023

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#4 Tiempos

El rabino y la serpiente | Columna de Juan Jesús Priego

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Cuenta una leyenda jasídica que, una vez, uno de sus discípulos se quejó así a Rabí Simjá Bunam:

-¿Por qué se lee en la Escritura que Dios maldijo a la serpiente condenándola a comer polvo? ¿Es esto realmente una maldición? Me atrevo a hacer esta pregunta porque, si bien se piensa, más que maldecirla la bendijo, pues en cualquier lugar podrá ésta encontrar su subsistencia.

El maestro vio con atención el rostro desconcertado de su discípulo y sonrió por lo bajo, pensando: «¡Caray, qué alumno más inteligente tengo aquí!». Pero no dijo nada, al menos en voz alta, y se puso a pensar concentradamente en la cuestión. En efecto, aquello era verdad: ¿cómo es que nunca antes había meditado en ello? El Señor  dijo a la serpiente tras haber hecho caer a Adán: «Sobre tu vientre caminarás y polvo comerás todos los días de tu vida» (Génesis 3,14). Sí, eso exactamente había dicho el Señor, bendito sea. Ahora bien, ¿dónde estaba la maldición si, a partir de entonces, todos los problemas alimenticios de aquella sabandija quedaban resueltos de antemano? ¡Dios mío, qué legítima era la preocupación del muchacho!

El maestro se quedó pensativo durante algún tiempo; finalmente, rompió el silencio para hablar de la siguiente manera:

-Dios dijo al hombre: «Con el sudor de tu frente comerás pan; pero, si careces de pan, podrás pedirme ayuda». También dijo a la mujer: «Con dolor parirás; pero si tus dolores son insoportables, podrás pedirme ayuda». En cambio a la serpiente, causante del mal, Dios le otorgó lo que necesita de una vez por todas para que jamás pueda pedirle nada».

Y concluyó el maestro:

-Siempre el Señor provee al indigno de abundantes riquezas.

Así debió ser, en efecto, pues el que lo tiene todo ¿por qué ha de pedir?, y el que nada necesita ¿para qué va a tener que suplicar? El castigo de la serpiente consistió, pues, en privarla del mayor de los dones: el don de la plegaria. «Se le dio todo para que nada pidiera».

No, el hombre no es rico porque todo lo posea, sino porque puede pedir confiadamente lo que le falta; es grande no porque no carezca de nada, sino porque su voz es escuchada con atención cabe el trono del Todopoderoso y poner en movimiento, por decir así, al mismo que hizo los cielos y la tierra.

El castigo de la serpiente consistió en negarle la posibilidad de dirigirse a Dios. ¿Lo tiene todo?; pues bien, que le aproveche. Al hombre, en cambio, hay cosas que le faltan para que, con confianza de hijo, pueda pedirlas a su Padre cada vez que le hagan falta. Y si a veces se siente pobre y desamparado, que se acuerde que no es un animal, pues le fue dada la palabra para que levante la voz al cielo; y aun cuando la mudez se apoderara de él y ya no le sea posible articular sonido (como sucedió con Zacarías mientras esperaba el nacimiento de Juan), que sepa que un grito de su corazón es más potente ante Dios que el rugido de los océanos.

Dice C. S. Lewis (1898-1963), el famoso autor de las Crónicas de Narnia, que los hombres hemos nacido para suplicar, y que no es otro nuestro destino en la tierra; dice también (y véanse, si no, sus Cartas a Malcolm) que «nuestras plegarias son escuchadas no sólo antes de que las hagamos, sino antes incluso de que hayamos sido creados

». Esto lo explica diciendo que si Dios es eterno –para él no hay pasado, ni futuro, sino un largo, infinito presente llamado eternidad-, ¿cómo va a haber para él un antes y un después? De esta consideración deduce él que nuestras súplicas han sido ya atendidas incluso desde antes de que nosotros existiéramos para expresarlas. Por eso, concluye nuestro autor, al hombre habría que definirlo como el ser que nació para recibir y a Dios como Aquel que está en el cielo para dar.

Adán es pobre porque tiene que ganarse el pan de cada día; pero al mismo tiempo es rico porque puede hablar con Dios. La serpiente, en cambio, nada necesita, pero en su riqueza es más pobre que Adán, ya que le ha sido prohibido levantar la vista al cielo, pues le fue dicho también: «Sobre tu vientre caminarás».

Siguiendo la enseñanza del rabino hay, pues, una riqueza que es más bien pobreza: aquella que nos hace olvidar que hay un Dios que gobierna cielo y tierra, y una pobreza que es riqueza: aquella que nos hace pensar en Él y llamarlo para que venga en nuestro auxilio. «Señor, date prisa en socorrerme»: así gemía el salmista en un momento de extrema aflicción. «Date prisa». ¡Cómo! ¿Se vale hablarle a Dios así? Claro que se vale. Lo que no se vale es ignorarlo creyendo que no se puede contar con Él.

¿Somos acaso de los que creen que Dios nos puso en este mundo para luego desentenderse de nosotros? ¡Si así fuera, Dios no sería entonces muy diferente a uno de esos padres desnaturalizados que engendran hijos y luego los echan a la calle para que se las arreglen como puedan! Pero no. Si Dios nos hizo nacer y venir a este mundo tan complicado es porque Él se ha comprometido a estar siempre con la mano tendida hacia nosotros. Y creer que esto es así, y creerlo con toda el alma es a lo que yo llamaría realmente tener fe.

Una mujer me dijo un día: «¿Sabe? Yo no me desespero ni aun cuando siento que las aguas me llegan al cuello, pues no fui yo quien pidió venir a este mundo. Ahora bien, si fue el Señor el que me quiso aquí, Él verá cómo le hace, pero me ayudará. ¡Tiene que hacerlo!». ¡Bendita simplicidad! Al escucharla me dieron ganas de decirle lo que Jesús a aquella pagana del Evangelio: «¡Mujer, qué grande es tu fe! Que se haga como has creído».

«Siempre el Señor provee al indigno de abundantes riquezas». Sí, la riqueza puede ser causa de perdición. Por eso, en uno de sus sermones, preguntó una vez San Agustín: «Pobre, ¿qué es lo que te falta si tienes a Dios? Rico, ¿qué es lo que tienes si a Dios no tienes?».

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#4 Tiempos

El nuevo PAN de Xavier Azuara | Columna de Jacobo Pineda

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Hace unas semanas nos desayunamos con la noticia de que el PAN ya no es el PAN, es el nuevo PAN. Encabeza la asombrosa transformación ese individuo festivo y jovial que solo lleva sesenta años en el partido: Santiago Creel. Amanecía apenas ese lunes, sentado al borde de la cama revuelta y arrebujado en añoso batín Oxford color vino, tras acomodarse la piyama blanca a rayas moradas con calados y calzarse deslucidas pantuflas de diseño escocés, acicalándose todavía la nívea cabellera ante un vetusto espejo de mano que enmarcaba el viejo rostro adornado con barba cana, decidió que no era ya Creel sino Creel 2.0. La providente revelación se propagó como fuego en el instituto. Inmediatamente esa parodia que es Marko Cortés adoptó al neonato. Estadista de raza, extirpaba lustros de corrupción, moches y enigmáticos-no enigmáticos maletines. Xavier Azuara leal servidor de Cortés envió un frío tuit: “felicito a Marko Cortés, mente preclara, por el nuevo PAN”.

El nuevo PAN potosino inicia entonces una estrategia de altura e incalculable rédito político: comer gorditas. Viajan por todo el Estado Xavier Azuara y Verónica Rodríguez. Efervescentes, se detienen en Matehuala, Río Verde, Valles. En cada parada comentan que el dueño del changarro es pueblo y que sus gorditas son las mejores. Se apegan a sencillo axioma: si las gorditas son pueblo, mejor comer gorditas. Esta afición a la masa revela inconfesable afición proletaria. Sonríen felices y se toman selfies y graban videos en TikTok que nadie ve. Se suben al auto que enfila el serpenteante asfalto hacia la siguiente estación mecidos por la brisa que alborota sus cabellos y agita sus pañuelos azul deslavado anudados al cuello. No son pueblo, pero se han atascado de pueblo. Jóvenes e intrépidos, les abruma ya el peso de la responsabilidad. Ignoran que les deparará lo que se antoja halagüeño porvenir. Voltean hacia atrás, hacia la ruta recién recorrida, con la nostalgia de quien ha quemado de una vez las naves, pero dueños de soleadas expectativas que invitan a repartirse cargos, puestos y candidaturas entre desenfadadas risas y vibrantes carcajadas. Mientras, el Partido Verde visita comunidades desfavorecidas a las que entrega cobijas y despensas. Xavier Azuara reacciona a velocidad ante lo que considera naco-campaña. Ordena a su hermano, tesorero del partido, que le pase el número de cuenta de cualquiera de las tarjetas cuyos titulares son asistentes de diputados y ediles, a quienes retienen el 90% del sueldo como donativo para el partido o para Azuara, y se dirige a Liverpool, Sears y el Globo. Compra bolsas Gucci, trajes Armani y repostería francesa. Los reparte entre hermanos, primos y sobrino

s. Azuara está exhausto, pero gozoso de haber servido a su comunidad. La estratagema da frutos, sitúa al nuevo PAN como fuerza visible en San Luis. En estos momentos se le antojan gorditas, pero mejor esperará a que llegue esa lumbrera privilegiada, Marko Cortés, a recaudar moches, para que juntos se atiborren ahora en Morales con Cristina Govea que desde su nombramiento como coordinadora del PAN de la Ciudad de San Luis no ha pisado la sede del partido, aunque acaba de visitar a Micky Mouse en Orlando en abreviado periplo de tres semanas.

            El PAN apuntala estrategia y agrega prestigio a la novedad con inapelable imaginación: tocar puertas. Como presidente del PAN potosino, Azuara desterró a viejos panistas. Nadie dijo nada. Ahora que el PAN es nuevo no hay nada que decir nunca. Los nuevos panistas son los que son en que no caben los viejos panistas que son los que son. En reciente visita, Marko Cortés, temperamento fúlgido, declaró con su proverbial elegancia frente a repleto auditorio dirigiéndose a Verónica Rodríguez: “No te olvides que tus amigos te pusieron donde estás”. A lo que Xavier Azuara reaccionó con apático tuit: “felicito a Marko, nuestro amado líder, por su comentario a Vero quien hará lo que yo diga”. Moches, cartel inmobiliario, tráfico de influencias, enriquecimiento indebido, nada preocupa ya al nuevo PAN. No existe el pasado, solo futuro copioso y promisorio. Duda Azuara si enviar este templado tuit, “felicito a Marko Cortés porque su luminoso liderazgo me permite ser nuevo Xavier Azuara”; o este otro más mesurado, “felicito a ese ser superior, Marko Cortés, a cuya sombra crece lo mejor de mi nuevo yo. Me gustaría ser presidente nacional del PAN si a este prohombre inmarcesible, Marko Cortés, se le antoja oportuno porque a mí me lo parece sin el menor ánimo de incomodar, pero siempre a tu servicio mi admirado líder puesto que si soy nuevo te lo debo a ti”; o quizás este de indiscutible sobriedad en que se adivina la voz adusta del político hecho a sí mismo, “eso mi chingón, el chingón eres tú, mi Marko, que quede claro”.

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#4 Tiempos

Ritual del regreso a Evelyn Waugh | Columna de Julián de la Canal

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Los ambientes aristocráticos ingleses de las novelas del exquisito Evelyn Waugh son referencia en la literatura del siglo pasado, pero no acaparan toda la atención. Su ímpetu viajero irrumpe en una sucesión títulos resultado de periplos por África, Sudamérica, Abisinia, Yugoslavia, Estados Unidos: Labels, a Mediterranean Journal (1930), Waugh in Abyssinia (1936), A Tourist in Africa (1960). Personaje viajero, hizo de la curiosidad y la huida asunto de escritura en las coléricas décadas de los treinta y cuarenta. Pero su querencia se aprecia en demorados frescos sobre la decadencia de la nobleza británica, aunque esa nobleza desde siempre experimente solo decadencia, aunque solo exista para ser decadente. El interés que despierta esa aristocracia se antoja indisociable de una moral crepuscular en que lo decisivo es lo decadente y no en exclusiva la clase social que realza ese crepúsculo. Esa decadencia, domesticada y dócil, es ya naturalidad en el primer tercio del siglo XX, distante del escandaloso exhibicionismo fin du siècle. Lo que en este es licencia, en aquella se antoja familiaridad. Waugh aporta otro elemento que subraya más si cabe la decrepitud, su condición de católico. Convertido a la Iglesia de Roma en 1930, se unía a otros intelectuales ingleses como G. K. Chesterton y su hermano Cecil, Hilaire Belloc, Maurice Baring o Graham Greene. El catolicismo opera como factor de cambio de su literatura. En consecuencia, registra: “la farsa se transformó en comedia, y la comedia se transformó, con todas sus sombras y claroscuros, en una comedia divina”. El componente espiritual aporta otra amplitud a lo que poco antes era muy limitada pintura de caballete. La nueva fe lo equipa con una perspectiva caballera que alumbra de otro modo asuntos preferentes: la transcendencia. Hasta el momento de su conversión, las narraciones se limitan al motivo, como si el mundo retratado, a menudo satirizado, se bastara a sí mismo como excusa literaria. Luego, la religión se asume centralidad para proyectar el allá en el aquí. El autor había declarado a la BBC: la religión es “la esencia de la cosa misma”.

Esta situación es visible en Brideshead Revisited, the Sacred and Profane Memories of Capt. Charles Ryder (1945). El pretexto es el estudio de los Flyte, familia católica de la aristocracia asentada en Wiltshire. Dispuesta en flash back

, la novela está narrada por el protagonista Charles Ryder, agnóstico de antecedentes anglicanos, cuyo conocimiento de la familia se debe a su amistad oxoniense con Sebastian Flyte, quien lo introduce en la atmósfera de Brideshead Castle en donde se relaciona con sus padres, hermano y hermanas. Las conversaciones salpican referencias al catolicismo que preside sus vidas ante la sorpresa e incomodidad de Charles para quien la religión carece de interés en un primer momento. Evelyn Waugh consigna el propósito de la obra: “la intervención de la gracia divina sobre un grupo de personajes diversos, pero estrechamente relacionados”. A la par, sobresale la robusta evocación de un mundo encerrado entre muros denegridos abrigados por frondosas hiedras: majestuosos claustros de la Universidad de Oxford, aposentos amueblados con maderas nobles, etiqueta para cada ocasión, canotier, anchos pantalones de tonos crudos, suéteres anudados al cuello, sacos de tweed, la pose en el fumar sujetando el cigarrillo o la pipa con la mano izquierda y la otra apenas entremetida en el bolsillo derecho; la espléndida residencia de Brideshead Castle de cuyas paredes cuelgan Tizianos y Canalettos, tapices de William Morris, porcelanas de Sèvres dispuestas sobre refinados enseres, la amplia zona de recepción de invitados que desemboca en el espacioso acceso a la mansión de los Flyte, burbujeante champagne descorchado a la menor oportunidad, carrusel de criados ataviados con librea y servidumbre con delantal y cofia. La decadencia tiene mucho de extravagante porque la extravagancia es decadente, también algo de anacrónica porque ese presente solo voltea ya al pasado. Ese ambiente almibarado solo se disipa ante una religión que opera como contrapunto de la libertad de los personajes y que explica toda su libertad a contrapelo del herrumbroso relumbrón.

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#4 Tiempos

Ni tan tan, ni muy muy | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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TESTEANDO

 

Increíble la polarización de opiniones que se vive en México, y peor aún, no se trata solo de pensar distinto (que sería saludable) sino de querer imponer y comparar opiniones, juicios y distinciones, como si quien lo dice o dicta, tuviera la absoluta razón y certeza de pensamiento.

El colmo de los colmos es cuando esto sale de las trincheras comunes para irse a lugares tan extraños como el deporte, y no se trata solo de cosas como debatir cuál es el mejor equipo de la historia o el mejor jugador de alguna disciplina, eso es hasta cierto punto normal y constructivo. El problema va más allá, cuando la gente quiere mezclar deportes sin punto de comparación.

Todo lo anterior va en relación a muchos comentarios sobre el resultado de la representación mexicana en el Clásico Mundial de Beisbol al haber llegado hasta la semifinal: un extraordinario mérito para el equipo nacional, que dentro de muchas cosas buenas, se resalta el hecho de que gracias a esto, millones de mexicanos voltearon a ver al rey de los deportes; hasta aquí todo excelente. Sin embargo, entre los comentarios mencionados, no pasaron desaparcibidos los que con toda naturalidad se atrevieron a comparar al besibol con el futbol, como si ambos deportes tuvieran una clara relación.

Hasta cierto punto, comparar a la selección mayor de futbol, contra los resultados de las selecciones menores también de futbol, es entendible: saber que México es bicampeón del mundo sub-17, tercer lugar en sub-20 y campeón olímpico, da para poder cuestionarnos la razón por la que no damos el brinco en la mayor. Pero comparar al futbol con el beisbol, es simplemente imposible.

A ver, no vamos a demeritar para nada el trabajo hecho en el Clásico Mundial de Beisbol, pero tampoco vamos a echarlo en cara al resultado del pasado Campeonato Mundial de Futbol, son dos cosas completamente distintas.

Las realidades de nuestro país, nos dan para pensar que el deporte nacional debería estar en otro sitio, que la falta de apoyos y responsabilidades tanto de los gobiernos como de la educación y de la sociedad, dan como resultado un país mediocre en la cosecha de reconocimientos mundiales. México, por su densidad de población, su estructura social y si quieren hasta por sus fenotipos (si es que podemos hablar de esto con tan poco conocimiento en la materia) tendría que estar ubicado en mejores lugares a nivel deportivo. Lamentablemente, no es así.

El futbol, el basquetboll y el béisbol, son solo ejemplos de cómo el deporte en México está relegado a pequeños grupos, y cómo la polarización de la sociedad, nos hace peores al denostar el trabajo de alguien sentados en el sofá; es casi tan triste como quien critica a un deportista por cometer un error, mientras desde la sala de su casa ve el partido por televisión comiendo una botana.

Bien por el béisbol mexicano, bien por toda la gente que estuvo pendiente de un deporte increíblemente emocionante, bien por el gran esfuerzo de los peloteros, tanto los que se hicieron en nuestras ligas, como los que crecieron con la estructura del beisbol de los Estados Unidos. Esto es lo rescatable, un logro más de un equipo mexicano, hay que aplaudirlo siempre, y no usarlo de bandera para denostar el trabajo de otro equipo nacional.

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Opinión