enero 18, 2025

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#Si Sostenido

Tempestad -antídoto para la indiferencia- | Columna de Jorge Ramírez Pardo

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Tempestad

Enred@rte

 

“Lo que comienza como una solitaria melodía
se transforma en un coro de millones de voces”
Indiewire

El título de este texto no se refiere al Covid 19 –tema trillado-; sino a la película Tempestad de la directora salvadoreña/mexicana Tatiana Huezo.

Esta película entrelaza dos históricas dramáticas de mujeres reales y en tiempo presente.

El film equilibra y administra contenidos y adopta una narrativa visual estructurada con inteligencia y oficio. Como en películas documentales de otras directoras mexicanas del tiempo presente –Mi vida dentro, 2007, de Lucía Gajá; Intimidades entre Shakespeare y Víctor Hugo, 2008, de Yuliene Olaizola-, hay dominio del lenguaje fílmico reinventado para mostrarnos un tema documental con un ritmo, estructura, vuelcos argumentales y pista sonora, con tal cúmulo de sorpresas y búsquedas simbólicas y poéticas, como si de una película de ficción en modalidad de cine de autor se tratara. Si por cine de autor entendemos un film que trata al espectador como ser pensante; no sólo consumidor de palomitas al ritmo de imágenes frenéticas sin descanso o argumentos y finales predecibles “lindos”.

Tempestad es un viaje que cruza a México de norte a sur a lo largo de 2 mil kilómetros. En ese recorrido, los testimonios de dos mujeres se entrelazan, llevan al espectador al centro de una tormenta: un país en donde la violencia ha tomado el control de vidas, deseos y sueños de buena parte de la sociedad; donde se victimiza/atemoriza, empezando por los más frágiles.

• Miriam Carvajal, madre soltera y empleada de aduanas en Cancún, quien fue acusada de tráfico de personas, sin ninguna prueba que justificara esa acusación, es detenida y llevada a un reclusorio al otro extremo del país; es liberada en agosto de 2010 por falta de elementos probatorios, pero su vida está trastocada y su retorno al lugar de origen y reencuentro con su hijo es complicado.

• La segunda es una mamá –fonomímica en un circo modesto-; tiene a una hija desaparecida, Mónica; hace años que está en su búsqueda y está en pie de guerra; exige respuesta a las autoridades

Tatiana Huezo, la directora de la película, comenta en entrevista producida por IMCINE (Instituto Mexicano de Cinematografía): “Tengo un vínculo afectivo importante con las dos mujeres. Tempestad nace, justamente de ese vínculo que siento a una de las protagonistas que es una amiga; yo la vi a un año de haber salido de la cárcel; en ese momento nace la necesidad de querer entender qué le sucedió a ella, qué le hicieron al interior de esa cárcel y qué significa la intimidación y el miedo, qué nos hereda como personas.

Por su parte, Esteban Pardo, el camarógrafo, comenta: trabajé tres meses en la película y nunca había vivido esa negrura tan de cerca; mi acercamiento con la cámara me hizo vivir esa negrura, ese miedo.

Tatiana agrega: inevitablemente uno se pone en los pies de los protagonistas, y es insoportable imaginar lo que implica para la vida de una madre tener a un hijo desaparecido.

Cuando a Tatiana le informan que La Tempestad tiene 8 nominaciones para el premio Ariel de la Academia Mexicana de Cinematografía, comenta:

“Me acabo de enterar…, todavía no lo puedo creer ni asimilar. La Academia ha decidido mirar el documental como igual de la ficción (dice mientras mueve las manos simulando una balanz a en busca de equilibrio). Es una sorpresa enorme saber que Tempestad ha sido nominada como mejor película

. Hay otros documentales también nominados y han abierto al género documental las categorías que siempre han sido el feudo de la ficción”.

En días de pandemia, Tatiana vuelve a ser entrevistada porque su película se puede ver, en este momento y sin costo; la pone en línea el Festival de Cine de Morelia en este sitio:

 https://moreliafilmfest.com/ficm-presenta-en-linea-tempes…/….

Ahora se refiere Tatiana a la escena final de la película; dotada de una belleza proverbial y simétrica con dos cargas remarcadas, la poética visual/musical y los simbolismos de la narrativa pausada y envolvente que permite activar resortes de proactividad y valoración mesurada ante esta medicina preventiva y alertadora para que esos sucesos criminales no se repitan. Dice que estuvo aprensiva buscando ese final e hizo el esfuerzo de soñar y de ahí surgió.

Los contrapuntos del cine de autor

¿Qué haría una película histérica, aturdidora y cargada de violencia? Distanciarte de los hechos; no te pertenecen, es la ficción remarcada del pleno entretenimiento y vacuna para ser insensible ante la violencia y el dolor; es espectáculo, no es mío, a tragar palomitas y coleccionar héroes virtuales.

Tatiana con Tempestad, retoma un tema que duele, pero lo vuelve empático con estética visual, ritmo y pausas reflexivas. La narrativa no está en los hechos explícitos, fecalidades, puses y bilis al descubierto, sino en la reconstrucción y vestuario poético/reflexivo de hechos reales.

Así se refiere a la película Tempestad el analista de cine Luis Gallardo:

“Es quizá el gran relato de dos sexenios de zozobra, en los que la vida humana en México no vale nada, ni para el poder político, ni para los poderes fácticos. Dos personas destruidas por el terremoto que ha sido la guerra contra el narcotráfico tratan de levantar los escombros de su vida. Encontramos en Tempestad, los rescoldos de doce años de tormenta (…)

¿Algún día veremos la transición de la necropolítica a la política? ¿Algún día serán visibilizados los invisibles, los que nada importan? Es difícil vislumbrarlo en medio de la borrasca. El llamado sexenio del socavón cierra muy bien con un diálogo de La tempestad de Shakespeare, cuando Ariel hace zozobrar la nave: “¡El infierno está vacío! ¡Aquí están los demonios!”. Y sí, ese es México… en la tempestad.

Tatiana Huezo

La directora de Tempestad es una mujer despojada de glamour, de mirada atenta/indagatoria; opinión y análisis inteligente como sus películas; de atuendo y maquillaje sobrios/anticlimáticos. Puede parecer tímida, pero cuando hace uso de la opinión llena el escenario sin reticencias.

Estudió la licenciatura en el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), Ciudad de México, y una maestría en Documental de Creación en la Universidad Pompeu Fabra, Barcelona.

Su primer largometraje documental, “El lugar más pequeño” –referido a las secuelas de las guerrillas en su natal Salvador-(2011), recorrió más de 50 festivales alrededor del mundo y ha obtenido numerosos premios nacionales e internacionales.

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#4 Tiempos

Entre tangas, roscas y tamales | Columna de León García Lam

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VOLUTA

 

En una nota del Universal publicada el último del año 2024 una comerciante de la Ciudad de México afirmó: “ya no se venden los calzones rojos y amarillos, se está perdiendo la tradición” y al parecer sí, la euforia por las tangas rojas ha perdido el interés de las nuevas generaciones chilangas que ya no creen en el amor, ni en las tradiciones o no tienen dinero para pagarlas. Sin embargo, en estados como Jalisco, las ventas de ropa interior se dispararon hasta el cielo y un dato llamó mi atención: para este año 2025, los consumidores tapatíos buscaron vorazmente los calzones amarillos. ¿Qué nos querrá decir este indicador popular?

Hace unos días, en una cápsula trasmitida por Radio Universidad (de SLP) se escuchó, en la voz de mi querido amigo Jonathan Gamboa, una explicación genealógica acerca de las tradiciones de fin de año: comer lentejas, hacer maletas y meterse debajo de la mesa son tradiciones que provienen de culturas bien lejanas en el tiempo y en el espacio. Entonces ¿por qué las aceptamos con tanta facilidad? No sé si usted lo note, querida culta lectora de La Orquesta, pero las tradiciones del fin de año o del año nuevo pretenden controlar el futuro incierto que tenemos enfrente: que las doce gotas de la felicidad, que las cabañuelas y los borregos de la buena fortuna, pero ¿qué tienen en común todas estas “tradiciones” a las cuales también llaman “rituales”?

Pues bien, yo que empleo parte de mi valioso tiempo en buscarle chichis a las lombrices, creo que lo que es común a una buena parte de estas tradiciones de Año Nuevo es el juego de esconder o revelar algo que está dentro. Me explico, la tradición de salir a la calle con una maleta requiere guardar dentro de la maleta elementos de lo que se desea atraer. La tradición de meterse debajo de una mesa es, de alguna manera, situarse dentro del centro de la abundancia que es la mesa. Sin embargo, el mejor ejemplo es la rosca de reyes:

¿Cómo debe ser la tradicional rosca de reyes? Unas personas afirman que la tradicional rosca lleva un monito, otras dicen que debe llevar 3 monitos y hay quien piensa que la mera tradicional rosca de reyes debe esconder además de los monitos, dedales y anillos. No hay manera de fijar una norma estandarizada. Lo que sí es interesante es la forma de la rosca. ¿Usted sabe cómo se llama la forma geométrica de una rosca? Se llama toro y algún otro día le contaré sobre sus propiedades matemáticas que son formidables. Me gusta pensar que, si la rosca es una representación del año, entonces el tiempo es algo que da vuelta, regresa al mismo lugar y en su interior, al igual que los tamales, esconde sorpresas insospechadas.

Estimada y culta lectora de La Orquesta: yo espero que las sorpresas de su año 2025, sean las mejores.

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#4 Tiempos

Votar entre la razón y la emoción | Columna de León García Lam

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VOLUTA

 

Eso me dijo mi papá:

-Mira Leontino, que lo que guardas en la cabeza no sea lo mismo que guardas en el corazón.

Como muchas cosas que me dijo, no le puse suficiente atención, pero ahora ese mensaje ha logrado escarbar entre todos los recuerdos y salir a flote otra vez.

Interesante: la frase de mi papá tiene razón, pero también tiene emoción. Hace uso de dos recursos -muy humanos- a la vez y los junta y los enreda torciéndolos, pero nunca dejan de ser razón por un lado y emoción por el otro. La frase significa además que la razón tiene su lugar en el cuerpo, sus formas, sus métodos y la emoción los suyos propios. Esto viene muy a cuento con la época de elecciones en la que nos encontramos.

Como una especie de vicio raro, leo con pulsión desmedida todas las columnas de opinión que mi escaso tiempo me permite. Leí, por ejemplo, la columna de mi amigo Octavio Mendoza (Astrolabio) que trata acerca de las complejas motivaciones del votante: a la mera hora, ahí escondido detrás de una cortina de plástico, el elector tacha la opción que durante meses dijo que no iba a elegir. Si un votante hace eso, no pasa nada, es como una gota de agua rebelde que lucha contra las olas del mar. La cosa se pone buena, cuando esto mismo no lo hace uno sino 5 millones de votantes. Entonces, las alarmas se encienden, los encuestadores se arrancan los pelos y se desatan los programas de opinión, que a mí me encantan, tratando de explicar lo que antes parecía imposible.

Sí, efectivamente, las masas actúan caprichosamente. No razonan. Solo actúan motivadas por sentimientos básicos como el odio, el miedo, el rencor, la venganza o el gusto. Eso motivó a millones de personas a votar hace seis años y sentimientos similares moverán a millones de personas a votar este domingo.

Por otro lado, si lo pensamos bien (lo razonamos) ¿de qué sirve ir a votar? Alguien va a ganar de todos modos y quien gane no hará que el mundo, el país, el Estado, el municipio cambien. Todos sabemos que las campañas se hacen de puras promesas que ni siquiera se piensan cumplir. Como un signo más del apocalipsis, la calidad de los candidatos de todos los partidos empeora cada elección y se nos presentan cada vez más incultos, cínicos y simplones y si seguimos pensando así, no solo se nos quitarán las ganas de votar sino de vivir.

Ambas situaciones que he presentado aquí: votar motivado por el rencor y no salir a votar porque “no sirve para nada”, significan hacer de tripas corazón, o sea poner la pasión en la cabeza y la razón en el corazón y así todo se descompone.

Para que la democracia funcione se requiere que la motivación de votar sea algo que está por encima de nuestros intereses personales: nuestros hijos, nuestra comunidad, nuestro entorno. Salir a votar no puede ser un asunto de la razón, menos aún de las razones personales, sino de la pasión ciudadana, del amor por la patria, por la matria, por la familia. El resultado aquí no es lo que importa, sino nuestra obligación a participar.

¿Por quién votamos? Aquí debe entrar la razón desapasionada. Votar por rencor o votar por conveniencia personal no sirve para elegir al mejor gobernante. Lo que se requiere, en ese momento justo de estar a solas con nuestra boleta y el crayón en la mano es razonar fría y calculadoramente el sentido de nuestro voto.

Es el corazón quien levanta del sillón al elector, lo saca de la comodidad de su casa y lo lleva a la casilla. Ya estando en la mampara, la razón toma la mano del votante y lo hace elegir si no la mejor, la menos mala de las opciones que tenemos. Después de que le marcan el dedo con la famosísima tinta indeleble (por cierto, invento mexicano) queda en el votante, una extraña satisfacción de haber cumplido de la mejor manera posible.

Yo creo que vamos bien, si tomamos en cuenta que la democracia se tarda unos 400 años en dar resultados.

Querida culta lectora de La Orquesta, que tenga felices votaciones este domingo

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#4 Tiempos

¿Existe la ciencia neoliberal? | Columna de León García Lam

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VOLUTA

 

Una polarización creciente se ha cernido sobre el mundo y ha generado una guerra de trincheras por todas partes, que si la derecha, que si los conservadores, que si los musulmanes, que si metemos a la cárcel a los que le caen gordos a la tía Tatis, etcétera. Las multitudes se abalanzan a opinar. Usted no, por supuesto, estimada y culta lectora de La Orquesta. Usted y yo no caemos en esa trampa de la opinión sin ton ni son que nos polariza. Sin embargo, quisiera ofrecerle el humilde punto de vista de un antropólogo acerca de la polémica sobre ciencia e ideología. El nuevo CONACYT con H (CONAHCYT) ha acusado a sus antecesores de practicar una ciencia neoliberal y muchos científicos afirman que tal cosa no puede existir, pues la ciencia no tiene ideología.

Una de las grandes fortalezas de la ciencia —virtud que nunca se le ha visto a un diputado— es que es capaz de reconocer sus errores. La ciencia constantemente se inmola a sí misma sobre sus antecedentes. Es capaz de decirse y desdecirse. Esta virtud se basa en un principio de objetividad. La ciencia es capaz de desapasionarse. Es decir, puede reconocer un resultado, aunque este no sea el esperado o resulte adverso a las emociones, afectos o creencias de sus investigadores. Aquí se puede recordar al gran Lineo, quien empeñado en demostrar que en la naturaleza había un orden establecido por Dios, diseñó una clasificación de plantas que terminó por sentar las bases de la teoría evolutiva.

Por eso, la ciencia es capaz de observar objetivamente toda clase de fenómenos y por eso se dice con toda razón que los intereses científicos son ajenos a cualquier ideología.

Sin embargo, la ciencia no solo observa objetivamente átomos, moléculas, células, planetas o microbios. También observa seres humanos, lo cual significa dejar de lado el microscopio y usar el espejo para vernos a nosotros mismos. Las ciencias sociales observan no solo a otros seres humanos, sino a seres humanos que observan a otros seres humanos y esto genera una reflexión muy compleja.

Los colegas físicos, químicos o astrónomos están acostumbrados a una observación directa de los fenómenos que estudian. Los científicos sociales estamos habituados a considerarnos a nosotros mismos en la observación. Esto produce dos visiones científicas de la misma ciencia. Una que supone a la ciencia como una tarea objetiva, neutra y desinteresada y otra que cobra conciencia de cómo los intereses humanos guían a la investigación científica. Entonces para responder a la pregunta ¿existe la ciencia neoliberal? La respuesta llana es sí, sí existe. Hay intereses neoliberales fortaleciendo intencionalmente a ciertos temas científicos. Aun más: hay científicos con intenciones neoliberales practicando ciencia objetiva. Disculpe culta lectora de La Orquesta que dejé abandonado el tema de qué significa ser neoliberal para otra Voluta.

A pesar de la eficacia del método científico y su asombrosa capacidad para dar nos conocimientos objetivos, hay suficiente evidencia de que las ideologías de los estados nacionales, las religiones y los intereses económicos juegan un papel fundamental en la llamada ciencia de frontera

. La película de Oppenheimer visualiza cómo es que los políticos (y las situaciones históricas por las que atraviesan) manipulan y controlan los avances científicos. Se puede afirmar que el interés científico por la física cuántica no proviene de un interés neutral, sino absolutamente político. No puede existir tal interés inocente o neutro por la ciencia, pues los intereses científicos son dirigidos por intenciones económicas y militares. Una vez reconocida la injerencia de otros aspectos no científicos en la ciencia, habrá que decir que no sólo se trata de acusar al capitalismo o al neoliberalismo como manipuladores del interés científico, sino que también el comunismo, el BRICS y el alter mundo dirige a sus científicos con los mismos intereses económicos y militares.

Las universidades, los centros de investigación, los laboratorios y hasta las bibliotecas responden a los intereses ideológicos de los estados. Abundan los ejemplos: la relación entre las agencias espaciales y los consejos de seguridad, los avances biomédicos, la inteligencia artificial, etcétera.

En otras palabras, la trinchera de discusión que en México se ha abierto intenta responder la pregunta, la ciencia mexicana ¿a quién debe responder? ¿A la sociedad? ¿Al Estado? ¿A sí misma? Si es el Estado quién financia las becas y las estancias de investigación ¿no debe ser entonces quien regule y quien determine los intereses a investigar? Si la ciencia es útil, ¿no debiera dirigirse sus investigaciones al servicio de la sociedad? Pero ¿en verdad la ciencia debe ser útil o debe promoverse la libertad de investigación con independencia de su utilidad? No lo sé.

Por un lado, está la ingenuidad, creer o querer creer que es posible una ciencia desinteresada y desvinculada de los intereses nacionales o globales; por otro, está el terrible pragmatismo que pone a la ciencia como una sirviente del Estado y peor, la constricción a todo espíritu creativo que desee investigar algo y que no responda a los parámetros de la caprichosa sociedad que la mantiene.

En mi opinión, de antropólogo, pero que no necesariamente coincide con mis colegas de profesión y formando parte del fenómeno del que me quejaba al principio, montando el caballo loco de la opinomanía, pienso que la solución es que nuestro sistema mexicano de investigación científica debiera ser lo suficientemente abierto para que coexistamos tanto aquellos investigadores que colaboran entusiastamente en los intereses que atañen al estado mexicano (y que logren por fin la vacuna Patria y los respiradores Écahtl), pero también aquellos que trabajan para intereses corporativos o empresariales y quienes hacemos ciencia artesanal (la cual explicaré en otra ocasión).

Estoy convencido de que, en la tolerancia a la diversidad de posturas y en que, en nuestro país TODAS tengan una posible expresión y posibilidad pública, está la clave ¿y usted qué opina?

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