#4 Tiempos
Los kamikazes de Yahvé | Columna de Juan Jesús Priego
LETRAS minúsculas
Cuando Jesús vino al mundo, como se sabe, Palestina se hallaba bajo el poder romano. En el año 63 a.C. Pompeyo había tomado Jerusalén y desde entonces comenzó un periodo de ocupación que en el año cero aún no terminaba. Ahora bien, las reacciones que suscitó entre los judíos esa indeseada presencia pagana eran de lo más variadas, y nos es posible conocerlas gracias a los historiadores de la época; en general, puede decirse que éstas fueron fundamentalmente cuatro:
1) La aceptación. Era, por ejemplo, la actitud de los saduceos, el grupo aristocrático-sacerdotal del país. A ellos la ocupación romana les había hecho, por decir así, lo que el viento a Juárez. Seguían siendo ricos, se les habían respetado sus innumerables privilegios y, por tanto, podían convivir pacíficamente con el enemigo. El pueblo los despreciaba, acusándolos de colaboracionistas, pero a ellos lo mismo les daba. Constituían algo así como la extrema derecha de aquella teocrática sociedad.
2) La tolerancia. Era la actitud de los fariseos. Ellos, en vez de pactar o de colaborar con los enemigos, habían decidido refugiarse en el cumplimiento de la ley en espera de que Dios suscitara pronto un Mesías que los vengara de todos los oprobios padecidos. No era infrecuente que un fariseo, al ver pasar a un romano, girara la cabeza hacia otra parte en señal de desprecio o indiferencia, aunque de allí no pasaba la cosa. Eran piadosos: la piedad, para ellos, era el mejor refugio y la mejor defensa. El pueblo los respetaba e incluso los estimaba; no eran ricos, ya que vivían de su oficio (¿y cuándo se ha visto que los piadosos y los que viven del trabajo de sus manos lo sean?), pero de entre ellos habían salido los maestros más ilustres de Israel. Políticamente hablando, se hallaban en el centro.
3) La fuga. Era la actitud de los esenios, judíos que decidieron huir del mundo para refugiarse en un monasterio a orillas del Mar Muerto en el que hacían vida comunitaria. A ellos, como a los saduceos, la ocupación romana los tenía sin cuidado, aunque por otras razones. Vivían el celibato -¡cosa rarísima entre los judíos!-, practicaban la comunidad de bienes y se entregaban en cuerpo y alma al culto religioso y a la meditación de la Palabra de Dios. No ejercían ningún tipo de influencia política, si bien se calcula que, en tiempos de Jesús, esta secta había llegado a reclutar a unos 4 000 seguidores.
3) La resistencia armada. Era la actitud de los llamados zelotas, o celosos, que eran como los terroristas de aquel entonces. Ellos ni pactaban con el enemigo, ni lo toleraban, ni huían de él, sino que se rebelaban empuñando las armas y lanzando gritos de guerra. Según una elocuente expresión, eran los guerrilleros de Yahvé, la ETA de aquel entonces, los kamikazes de Israel.
Aunque Oscar Cullman (1901-1999), un gran estudioso de las Sagradas Escrituras, demostró que Jesús no fue de ningún manera un zelota, como han pretendido algunos –en realidad, Jesús no perteneció a ninguno de los grupos arriba mencionados-, deja bien en claro que por lo menos algunos de sus discípulos lo eran, o lo habían sido, o por lo menos no les habría repugnado serlo. Y esto a mí me parece que es de una importancia capital.
«Es hoy aceptado por todos los científicos –escribió el padre José Luis Martín Descalzo (1930-1991) en su Vida y misterio de Jesús de Nazaret- el hecho de que en el grupo de Jesús había algunos apóstoles que eran, o habían sido, zelotas. Es claro el caso de Simón, a quien Lucas (6,15) llama el zelota… Igualmente se acepta hoy como probable que el apellido de Judas el Iscariote no debe traducirse, como antes se usaba, el hombre de Karioth (nombre de una ciudad que nunca ha existido), sino que debe interpretarse como una transcripción griega de la denominación latina sicarius con la que se llamaba al grupo más radical de los zelotas, por su costumbre de atacar con un puñal curvo, de nombre sica. El mismo apodo de Pedro, Bariona (traducido anteriormente como hijo de Juan o de Jonás), es interpretado hoy como derivado de una expresión acádica que habría que traducir por terrorista o hijo del terror, versión que concuerda con el hecho de que Pedro (un pescador) lleve una espada a una escena entre amigos y que sepa manejarla con rapidez y eficacia. Es también posible que el apodo de hijos del trueno que se da a los hijos de Zebedeo (Santiago y Juan) no sea otra cosa que un apodo guerrero».
Cuando Jesús es aprehendido en el Monte de los Olivos, Pedro saca un puñal y corta la oreja a uno de los soldados del sumo sacerdote; ahora bien, ¿qué hacía el buen Pedro con un puñal entre la túnica y el manto?
Por lo que se sabe, entre los discípulos del Señor no había saduceos, ni fariseos, ni mucho menos esenios; así pues, todo parece indicar que en el grupo de los Doce no había sino personas de dos clases: o zelotas, o gente sin filiación política alguna, aunque lo más probable es que hubiera más de los primeros que de los segundos. Y esto, como decíamos hace un momento, no es algo de poco calado, porque quiere decir que Jesús no se avergonzó en llamar a personas con caracteres violentos, fuertes y decididos.
Ignoro si en nuestros seminarios, en nuestros grupos o en nuestras parroquias habría hoy lugar para esta raza de hombres. Pero debería haberlo, pues en el grupo de Jesús lo hubo. Y fue gracias a este carácter, a esta «violencia» de los discípulos que en poco tiempo se expandió la Iglesia por el mundo entero. ¿Sería viendo a los ojos de estos hombres que Jesús afirmó que «el reino de Dios sufre violencia y sólo los violentos lo conquistarán» (Mateo 11, 12)? Es probable; es, incluso, bastante probable.
A menudo se ha llegado a creer (Nietzsche lo creyó toda la vida) que el cristianismo es para gente con alma de atole, cuando la verdad es que es el Reino necesita almas de fuego.
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#4 Tiempos
El administrador astuto | Columna de Juan Jesús Priego Rivera
LETRAS minúsculas
«Un hombre rico tenía un administrador y le fueron con el cuento de que éste derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: “¿Qué es eso que oigo decir de ti? Dame cuenta de tu gestión porque quedas despedido”» (Lucas 16, 1-15).
Cuando Jesús contó esta parábola nada dijo de cómo recibió el administrador tan mala noticia. ¿Retrocedió espantado?, ¿sintió que el piso se movía bajo sus pies como un tapete?, ¿intentó defenderse o ya por lo menos justificarse? Nada de esto sabemos; lo que sí sabemos, en cambio, es que más bien se puso a hacer cálculos en su interior, diciendo:
«-¿Qué voy a hacer ahora que mi patrón me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar, me da vergüenza. ¡Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, haya quien me reciba en su casa!».
El foco, como se dice, se le había prendido. Pero, ¿qué era eso? Quiero decir, ¿qué fue se le ocurrió para que ahora que estaba desempleado no le faltara por lo menos un mendrugo de pan y un vaso de agua fresca? En realidad, algo muy ingenioso y sutil: como aún no había rendido el informe que le exigía su amo, todavía era tiempo de alterar ciertos papeles… Y esto es lo que hizo:
«Fue llamando uno por uno a los deudores de su amo y preguntó al primero:
»-¿Cuánto debes a mi patrón?».
La pregunta, por supuesto, era retórica, pues los documentos los tenía él en su mano y a la vista, y bien escrito estaba en ellos el monto de la deuda; lo que quería, más bien, era causar en su interlocutor un cierto impacto difícil de olvidar.
«-Cien barriles de aceite –respondió el deudor, que aún no sabía muy bien de qué iba la cosa.
»-Aquí está tu recibo; date prisa, siéntate y escribe: cincuenta».
Ya podemos imaginar el gozo con el que éste hizo lo que el administrador le pedía. ¡Le estaba perdonando nada menos que la mitad de la deuda! Es como si yo debiera al banco 100.000 pesos y de pronto el gerente me mandara llamar para decirme, guiñándome el ojo, que a partir de ahora no debo más que 50.000. ¿No era esto como para ponerse a gritar de alegría e invitarle un café en el restaurante más elegante de la ciudad?
El administrador mandó llamar al segundo deudor y le hizo la misma pregunta que al primero:
«-¿Cuánto debes a mi patrón?
»-Cien costales de trigo –dijo éste a su vez.
»-Aquí está tu recibo: escribe ochenta».
Y así hizo con todos los otros. Si de cualquier manera lo iban a despedir; mejor dicho, si ya estaba despedido, ¿qué perdía haciendo lo que hizo? ¡No perdía nada! Todo lo contrario: se jugó la última carta y había ganado, porque estos deudores iban a quedar eternamente agradecidos con él. ¡Su vejez estaba asegurada, pues un día lo invitaría uno a su casa a comer, y otro día otro! Ya no tendría que mendigar ni que andar por las calles del pueblo extendiendo la mano en busca de un pedazo de pan… Se retiraba, por decir así, con la cabeza levantada y pisando fuerte.
¡Qué hombre más inteligente!
Jesús mismo no pudo menos de alabar su ingenio. ¡Cómo, antes de ser despedido, supo hacerse amigos que después ya no lo dejarían solo! «Por eso les digo yo –concluyó el Maestro-: con el dinero, tan lleno de injusticia, gánense amigos para que, cando esto se acabe, los reciban en las moradas eternas».
Con esta sencilla historia, Jesús ha querido responder a estas dos preguntas que, si no fueran eternas, creeríamos que son banales «¿Para qué sirve el dinero?, ¿para qué sirve el poder?». Y su respuesta es: para que te hagas todos los amigos que puedas: sólo para eso. ¿Eres rico? Hazte amigos. ¿Eres poderoso, ocupas un cargo de cierta importancia? Hazte amigos igualmente.
Hay quienes, al tomar posesión de un cargo, empiezan a ver a los demás mortales como a hormigas (¡tan encumbrados se sienten ocupando su flamante escritorio de caoba!). Bien, que se anden con cuidado, porque no siempre estarán ahí, porque la rueda de la fortuna gira y gira y no es nada seguro que los que están arriba permanezcan en la cumbre eternamente. Sí, la fortuna es una rueda que no deja de girar: los que hace poco estaban abajo, resulta que ahora están arriba, y si no los trataste bien cuando tenías la sartén por el mango, como se dice, ellos lo recordarán una y otra vez, y ahora será la suya.
Hay quienes piensan que el poder es necesario para enriquecerse, y que el enriquecimiento es ya en sí mismo una forma de poder; en una palabra, que la riqueza y el poder se bastan a sí mismos. Si así es como piensas tú, déjame decirte, lector, que te equivocas. ¡Rompe el círculo! Hoy que la vida te ha favorecido, favorece a los que puedas, porque nada sabes del futuro. Haz como el hombre de la parábola: gánatelos a todos, porque no siempre serás administrador y quizá un día el patrón de turno te mande llamar para decirte:
-Dame cuenta de tu gestión porque estás despedido.
Si esto te dijeran sin que te hubieras hecho amigo de nadie, entonces sí que estarás perdido.
Toda la sabiduría de la vida está en esta sencilla parábola. Hazte amigos ahora que puedes; porque, si no lo haces ahora, quién sabe si lo podrás hacer mañana. «Conoce la ocasión o la oportunidad»: según Pítaco, el filosofo griego, no había conocimiento en el mundo más útil que éste.
Sí, aprovecha la oportunidad, porque mañana, sin que te des cuenta, quizá sea ya demasiado tarde.
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#4 Tiempos
Una carrera interesante | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
TESTEANDO
Hablar de Javier Hernández es repasar una de las trayectorias más influyentes en la historia del fútbol mexicano. Durante más de una década, su nombre fue sinónimo de gol, entrega y ambición. Desde aquel salto meteórico con Chivas y su inesperada irrupción en el Manchester United, su carrera parecía escrita con tinta dorada, la sonrisa eterna, los goles decisivos, la capacidad de transformar oportunidades mínimas en celebraciones memorables.
Fue un delantero que supo abrir puertas donde antes había muros, ese killer del área de los goles inverosímiles, ese que se autoasistía y remataba de forma poco ortodoxa. Marcó en Champions, conquistó Inglaterra, dejó huella en Alemania, se reinventó en Estados Unidos y llevó la camiseta de la selección mexicana con una voracidad que lo convirtió en el máximo goleador nacional. Por años, “Chicharito” representó la imagen internacional del fútbol mexicano, un jugador valiente, de carácter humilde pero competitivo, respetado en los mejores estadios del mundo.
Sin embargo, el final de su recorrido no ha tenido el brillo que merecía. Lo que alguna vez fue una historia ascendente hoy se siente atravesada por decisiones discutibles, lesiones inoportunas y un desgaste emocional evidente. Su último tramo estuvo marcado por conflictos internos, mensajes crípticos, ausencias prolongadas y un regreso al fútbol mexicano que lejos de ser un homenaje terminó convirtiéndose en un episodio incómodo.
El fútbol (caprichoso como es) rara vez permite despedidas perfectas. Pero en el caso de Hernández, la caída se volvió más abrupta porque contrastó con la grandeza de su pasado. El delantero que antes definía clásicos europeos comenzó a perder protagonismo, a caer en dinámicas polémicas y a mostrarse d esconectado del nivel competitivo que lo acompañó tantos años.
El problema no es que el tiempo pase, eso es inevitable, sino que su final se alejó del tono que él mismo construyó, profesional, disciplinado, alegre y comprometido. En lugar de un cierre elegante, lo que quedó fue un recorrido lleno de dudas, con más conversaciones sobre su comportamiento que sobre su fútbol. Y eso, para una figura de su magnitud, duele más que cualquier descenso de rendimiento.
Aun así, su legado permanece intacto. Javier Hernández abrió puertas para generaciones completas. Demostró que un jugador mexicano puede competir, destacar y ser determinante en las ligas más exigentes del planeta. Su historia inspira no por su final, sino por su cima; no por su último capítulo, sino por todos los que escribió antes con una pasión que marcó época.
El cierre no fue el ideal, es cierto. Pero incluso en medio de su declive, hay una verdad que nadie puede borrar: México no ha tenido (ni tendrá pronto) un delantero con su impacto internacional. Su carrera merece leerse como lo que fue, un ejemplo de cómo la disciplina puede convertir sueños improbables en realidades extraordinarias, aunque el final no haya estado a la altura de su legado.
A veces, las grandes historias no terminan como quisiéramos… pero siguen siendo grandes, y por lo menos, interesantes.
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#4 Tiempos
El Piano eléctrico: desarrollo potosino | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
Los diseños de pianos electromecánicos tuvieron su auge en 1929 y en la década de los cincuenta del siglo XX comenzaron a usarse en audiciones públicas. La historia de su desarrollo menciona los nombres de Lloyd Loar, Benjamin Meissner, Rudolph Wurlizer, Harold Rodhes y el piano Neo-Bechstein, entre los principales.
Sin embargo, el nombre de Francisco Javier Estrada no aparece en estos recuentos, a pesar de haber sido el primer reporte de un diseño de piano eléctrico a nivel mundial, como resultado de sus investigaciones en reproducción del sonido por medios eléctricos. El reporte público de Estrada se realizó el 19 de diciembre de 1878 en el periódico El Siglo XIX, donde Estrada daba cuenta de sus experimentos con una cuerda vibratoria y su transducción a señal eléctrica, mediante una membrana de tambor que amplificaba el sonido. Estrada, solo presentó su idea y diseño y la puso al servicio de los interesados a finde que pudieran materializarla y mejorarla, al no poder solventar los gastos necesarios para su construcción y la falta de servicios artesanales especializados. Estrada decidía publicar los principios y la descripción del instrumento citado, temeroso de que algún día, no muy lejano, se presentara del extranjero algún instrumento de música idéntico o semejante, o lo que era peor, alguna petición exótica de privilegio con perjuicio de los artesanos mexicanos.
Ochenta años mediaron entre la publicación del diseño de Estrada y la materialización en el extranjero de un piano eléctrico con funcionamiento electro-mecánico.
Para mayores detalles y más información pueden consultar mi artículo alojado en la dirección:
(PDF) Francisco Javier Estrada el inventor del piano eléctrico. Available from: https://www.researchgate.net/publication/396325293_Francisco_Javier_Estrada_el_inventor_del_piano_electrico.
Francisco Javier Estrada insigne científico potosino que destacó a nivel mundial en el ámbito de la física en el siglo XIX convirtiéndose en el físico más importante de México, tiene una numerosa contribución de aportes, de primicias mundiales, las cuales en su mayoría son desconocidas o adjudicadas a otros personajes.
Hemos estado realizando investigación y difusión sobre la vida y obra de este genial potosino, Francisco Javier Estrada y en esta columna del Cronopio en la Orquesta, hemos tratado algunas de esas trascendentales aportaciones.
Una de las aportaciones técnicas de Francisco Javier Estrada que no aparecen en los registros científicos históricos es la propuesta de reproducción del sonido por medios eléctricos. Su tema central de trabajo que implementó en la década de los setenta decimonónicos fue la reproducción del sonido, colocándose en la frontera del conocimiento en ese tema.
Como hemos apuntado en trabajos anteriores, muchas de sus aportaciones y primicias mundiales han quedado en el olvido y poco a poco se están rescatando para colocar en la palestra mundial el gran genio de Estrada, como el físico mexicano más importante del siglo XIX y uno de los principales a nivel mundial, cuyas glorias no se proyectaron por la idiosincrasia social del país, aunque su genio de cierta forma era reconocido en el país, aunque no lo suficiente.
Sistemas como el motor eléctrico, nuevos sistemas de telefonía y la comunicación inalámbrica son parte de sus aportaciones trascendentes que cambiaron a nuestras sociedades y cuyas aportaciones aprovechadas por otros científicos dejan de lado la aportación primaria de Estrada en la historia de la ciencia y la tecnología. Como una aplicación de sus investigaciones en electromagnetismo y reproducción del sonido, se encuentra su propuesta de un piano eléctrico, cuyos experimentos base realizó en San Luis Potosí y con los que propuso un diseño para la construcción de un piano eléctrico que transformaba las vibraciones acústicas en eléctricas con el fin de amplificar el sonido.
El piano como tal no pudo construirlo por carecer de recursos suficientes, así como problemas para abastecerse de los materiales necesarios y el apoyo de los constructores artesanos; sin embargo, publicó en medios de comunicación masiva sus propuestas con el fin de registrar su idea, sus experimentos y su diseño para la construcción del piano eléctrico y su extensión a otros instrumentos de cuerda.
Su propuesta era resultado de experimentos anteriores de Estrada con sistemas telefónicos, donde había realizado mejoras a los ya existentes, logrando construir teléfonos cuya reproducción del sonido era más clara y de mayor intensidad. Parte de esas mejoras las utilizaría en su propuesta del piano eléctrico, entre ellas los fundamentos de micrófonos de carbón y de la comunicación inalámbrica.
Los potosinos debemos estar orgullosos de Francisco Estrada y colocar su nombre como debe de ser, en la historia de la civilización.
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