octubre 1, 2025

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#4 Tiempos

Los kamikazes de Yahvé | Columna de Juan Jesús Priego

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Cuando Jesús vino al mundo, como se sabe, Palestina se hallaba bajo el poder romano. En el año 63 a.C. Pompeyo había tomado Jerusalén y desde entonces comenzó un periodo de ocupación que en el año cero aún no terminaba. Ahora bien, las reacciones que suscitó entre los judíos esa indeseada presencia pagana eran de lo más variadas, y nos es posible conocerlas gracias a los historiadores de la época; en general, puede decirse que éstas fueron fundamentalmente cuatro:

1) La aceptación. Era, por ejemplo, la actitud de los saduceos, el grupo aristocrático-sacerdotal del país. A ellos la ocupación romana les había hecho, por decir así, lo que el viento a Juárez. Seguían siendo ricos, se les habían respetado sus innumerables privilegios y, por tanto, podían convivir pacíficamente con el enemigo. El pueblo los despreciaba, acusándolos de colaboracionistas, pero a ellos lo mismo les daba. Constituían algo así como la extrema derecha de aquella teocrática sociedad.

2) La tolerancia. Era la actitud de los fariseos. Ellos, en vez de pactar o de colaborar con los enemigos, habían decidido refugiarse en el cumplimiento de la ley en espera de que Dios suscitara pronto un Mesías que los vengara de todos los oprobios padecidos. No era infrecuente que un fariseo, al ver pasar a un romano, girara la cabeza hacia otra parte en señal de desprecio o indiferencia, aunque de allí no pasaba la cosa. Eran piadosos: la piedad, para ellos, era el mejor refugio y la mejor defensa. El pueblo los respetaba e incluso los estimaba; no eran ricos, ya que vivían de su oficio (¿y cuándo se ha visto que los piadosos y los que viven del trabajo de sus manos lo sean?), pero de entre ellos habían salido los maestros más ilustres de Israel. Políticamente hablando, se hallaban en el centro.

3) La fuga. Era la actitud de los esenios, judíos que decidieron huir del mundo para refugiarse en un monasterio a orillas del Mar Muerto en el que hacían vida comunitaria. A ellos, como a los saduceos, la ocupación romana los tenía sin cuidado, aunque por otras razones. Vivían el celibato -¡cosa rarísima entre los judíos!-, practicaban la comunidad de bienes y se entregaban en cuerpo y alma al culto religioso y a la meditación de la Palabra de Dios. No ejercían ningún tipo de influencia política, si bien se calcula que, en tiempos de Jesús, esta secta había llegado a reclutar a unos 4 000 seguidores.

3) La resistencia armada. Era la actitud de los llamados zelotas, o celosos, que eran como los terroristas de aquel entonces. Ellos ni pactaban con el enemigo, ni lo toleraban, ni huían de él, sino que se rebelaban empuñando las armas y lanzando gritos de guerra. Según una elocuente expresión, eran los guerrilleros de Yahvé, la ETA de aquel entonces, los kamikazes de Israel.

Aunque Oscar Cullman (1901-1999), un gran estudioso de las Sagradas Escrituras, demostró que Jesús no fue de ningún manera un zelota, como han pretendido algunos –en realidad, Jesús no perteneció a ninguno de los grupos arriba mencionados-, deja bien en claro que por lo menos algunos de sus discípulos lo eran, o lo habían sido, o por lo menos no les habría repugnado serlo. Y esto a mí me parece que es de una importancia capital.

«Es hoy aceptado por todos los científicos –escribió el padre José Luis Martín Descalzo (1930-1991) en su Vida y misterio de Jesús de Nazaret- el hecho de que en el grupo de Jesús había algunos apóstoles que eran, o habían sido, zelotas.

Es claro el caso de Simón, a quien Lucas (6,15) llama el zelota… Igualmente se acepta hoy como probable que el apellido de Judas el Iscariote no debe traducirse, como antes se usaba, el hombre de Karioth (nombre de una ciudad que nunca ha existido), sino que debe interpretarse como una transcripción griega de la denominación latina sicarius con la que se llamaba al grupo más radical de los zelotas, por su costumbre de atacar con un puñal curvo, de nombre sica. El mismo apodo de Pedro, Bariona (traducido anteriormente como hijo de Juan o de Jonás), es interpretado hoy como derivado de una expresión acádica que habría que traducir por terrorista o hijo del terror, versión que concuerda con el hecho de que Pedro (un pescador) lleve una espada a una escena entre amigos y que sepa manejarla con rapidez y eficacia. Es también posible que el apodo de hijos del trueno que se da a los hijos de Zebedeo (Santiago y Juan) no sea otra cosa que un apodo guerrero».

Cuando Jesús es aprehendido en el Monte de los Olivos, Pedro saca un puñal y corta la oreja a uno de los soldados del sumo sacerdote; ahora bien, ¿qué hacía el buen Pedro con un puñal entre la túnica y el manto?

Por lo que se sabe, entre los discípulos del Señor no había saduceos, ni fariseos, ni mucho menos esenios; así pues, todo parece indicar que en el grupo de los Doce no había sino personas de dos clases: o zelotas, o gente sin filiación política alguna, aunque lo más probable es que hubiera más de los primeros que de los segundos. Y esto, como decíamos hace un momento, no es algo de poco calado, porque quiere decir que Jesús no se avergonzó en llamar a personas con caracteres violentos, fuertes y decididos.

Ignoro si en nuestros seminarios, en nuestros grupos o en nuestras parroquias habría hoy lugar para esta raza de hombres. Pero debería haberlo, pues en el grupo de Jesús lo hubo. Y fue gracias a este carácter, a esta «violencia» de los discípulos que en poco tiempo se expandió la Iglesia por el mundo entero. ¿Sería viendo a los ojos de estos hombres que Jesús afirmó que «el reino de Dios sufre violencia y sólo los violentos lo conquistarán» (Mateo 11, 12)? Es probable; es, incluso, bastante probable.

A menudo se ha llegado a creer (Nietzsche lo creyó toda la vida) que el cristianismo es para gente con alma de atole, cuando la verdad es que es el Reino necesita almas de fuego.

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#4 Tiempos

Crónica de una extraña calma: El informe de Galindo | Crónica de Jorge Saldaña

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CRONICA

Por: Jorge Saldaña

Cruzar el arco de pantallas iluminadas con los motivos del cuarto informe de Enrique Galindo al frente del gobierno capitalino fue como atravesar un portal a otra dimensión: una en la que el tiempo brincó por trienios, una en la que los opositores disolvieron sus diferencias en abrazos, una en la que los colores se difuminaron, en la que los mensajes de ataque se convirtieron en de aliento, una en la que no tuvieron invitación los abucheos, pero tampoco los triunfalismos.

Era como estar en la engañosa calma del interior del ojo de un huracán.

El sol casi alcanzaba su cúspide borrando la sombra del reloj atómico del Centro Cultural Bicentenario, cuando el poder ejecutivo entró del brazo del legislativo.

Ricardo Gallardo y Sara Rocha cruzaron el portal. El poder judicial, recientemente investido en la magistrada presidenta, Lourdes Zarazúa, ya esperaba para entonces en primera fila.

A su llegada, el gobernador Gallardo desembarcó en terrenos universitarios, y fue recibido por el alcalde de la capital, anfitrión del evento. Cortesías de ida y vuelta.

En el contexto de las condiciones de confrontación de hace apenas unas semanas, la escena hubiera sido impensable, pero dentro del recinto, fue como ver a Menelao entrar en Troya, y recibir la copa en vez de espada. La diplomacia de un brindis envenenado. No había Helena de reflectores que pelear. La mar en calma.

Los asistentes en el auditorio formaron una postal política: sociedad representada por vecinos de muchas de las colonias de la capital, los tres poderes del Estado, y los tres niveles de gobierno.

Desde el Senado, Ricardo Anaya y Verónica Rodríguez. Desde el PRI de antes, Enrique de la Madrid.

Desde la federación, el representante personal del Secretario de Marcelo Ebrard (que no es Salomón Rosas). Desde el legislativo federal, en primera línea Juan Carlos Valladares y como en la séptima fila, Gabino Morales.

Desde el pasado, Marcelo de los Santos, Alejandro Zapata, Octavio Pedroza, y Victoria Labastida.

Toda la “Herencia Maldita” en primera fila y sentada a sillones de distancia del difusor de la frase que los señala y envuelve, y sin embargo, en esa dimensión alterna y fugaz, entre todos hubo por lo menos gestos cordiales, apretones de mano, y por lo más, abrazos entre unos y otros.

También estaba toda la clase empresarial representada, los dueños, las cámaras, los colegios y los medios. Para todos hubo una referencia. Una postal completa no solo de una ciudad, sino de un sistema político, histórico y social compartiendo pasados y presentes.

Entre los invitados especiales se contó con la presencia de la alcaldesa de Guadalajara, Verónica Delgadillo García, y el presidente municipal de Matehuala, Raúl Ortega Rodríguez.

El panal desatado de reporteros y camarógrafos, captaban a flashazos los abrazos entre Ricardo Anaya y Ricardo Gallardo, la compañía conciliatoria de Carolina Viggiano, secretaria nacional del PRI, junto a la presidenta estatal del partido, Sara Rocha, autora de la expulsión del anfitrión del evento, y el ademán respetuoso de Marcelo de los Santos al jefe del ejecutivo que fue de ida y de regreso.

En cada apretón de manos, el verde, el rojo y el azul se disolvieron como acuarelas bajo la lluvia: un instante de blanco que no era paz, sino pausa.

Pero se acabó la Acuarela Potosina y el Huapango de Moncayo interpretado por la Orquesta Infantil del municipio y el avispero mediático satisfecho de entrevistas fue replegado a los pasillos laterales.

Se cargó el informe y Galindo subió al escenario. Era Galindo y la pantalla. No hubo atril, no hubo discurso leído, en su lugar hubo una fórmula sincronizada de introducción, video, testimonio, y remate por cada tema.

El informe fue una charla sincronizada y ejecutada en un tono de desenfado y buen talante. Fue un informe contado como sobremesa, más diálogo que dogma, más cercanía que púlpito.

Sí, también se habló de datos, de una ciudad inclusiva, de las rutas de la salud, del nuevo Centro Municipal de Salud Mental, y de las miles de mujeres, niñas y adolescentes que recibieron servicios integrales

para fomentar una sociedad más igualitaria y libre de violencia.

Se destacaron los programas Vialidades Potosinas, Capital al 100, los más de 1 millón y medio de metros cuadrados construidos en cuatro años, y los 300 mil metros de calles intervenidas en los últimos 12 meses.

No se olvidaron de mencionar los programas de bacheo, así como el recuerdo de la crisis hídrica tanto como el reto de enfrentar una temporada de lluvias atípicas.

En materia de seguridad se hizo énfasis en la estrategia basada en la formación y funcionamiento de más de 700 comités ciudadanos enlazados directamente con la autoridad, la disminución del 9.2 por ciento en la percepción de inseguridad en el último año y el reforzamiento en equipo y tecnología en ese rubro.

Mención aparte mereció el anuncio de la “capital mundialista”, estrategia para aprovechar el turismo durante el próximo mundial de futbol y el disfrute gratuito de 5 partidos y la final con la compra de los derechos para la transmisión pública de los mismos.

Se enumeraron premios, reconocimientos y nombramientos de nivel nacional e internacional en temas deportivos, culturales y turísticos; se insistió en reactivar el proyecto vial en el Saucito, y se adelantó la construcción de un Centro de Inteligencia Urbana, que concentrará la atención y los datos de la gran mayoría de los servicios municipales.

Galindo supo contar su historia y las manecillas no lo apresuraron. En hora y 25, había terminado de compartir saludo, recorrido, charla, datos y futuro.
Hizo tiempo Galindo incluso para recordar y aplaudir a los que ya se han ido: Jacobo Payán Latuff, Horacio Sánchez Unzueta y Daniel de la Llera y don Teófilo Torres Corzo.

También agradeció a su familia y a su esposa que vestía, por cierto, un traje azul marino, camisa blanca y corbata a rayas idénticas a las que lucía su esposo el alcalde. Estela y Enrique eran uno mismo…y eso, también comunica.

Al final, el jefe de la comuna por cuarto año consecutivo, le dio su lugar al mandatario estatal a quien le pidió dar un mensaje.

Ricardo Gallardo fue breve, contundente y generoso: centró su mensaje en su compromiso por resolver, de la mano de los tres niveles de gobierno, el tema del agua potable para la Zona Metropolitana y garantizarlo para los próximos 50 años.

Al alcalde, a su esposa y presidenta del DIF municipal, Estela Arriaga Márquez, así como a toda la sociedad les obsequió un “van bien y vamos a ir mejor”.

El lugar, el tono y el momento del mensaje gubernamental se interpretaron como un replanteamiento político de cordialidad, unidad y trabajo de aquí a que inicie la tormenta del 2027.

Foto del recuerdo. Foto con las manos alzadas y adiós.

La postal social se disolvió en minutos. El portal vio el paso de regreso. Afuera, el reloj volvió a marcar las horas.

Y aunque fue un lunes de rara calma, en San Luis todos sabemos que la calma es lujo de unos instantes, un disfraz breve que se usa hasta que la tormenta sea tormenta… y deje de ser metáfora.

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#4 Tiempos

Gobierno y UASLP: sus enemigos se saborean los bigotes | Apuntes de Jorge Saldaña

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APUNTES

Culto Público:

Una vida no tiene precio. Ni los 187 millones, ni ninguna cantidad en deudas del Gobierno del Estado con la Universidad Autónoma valen lo que una vida humana; así lo ha hecho saber el rector Zermeño y estoy seguro que el mandatario, Ricardo Gallardo, lo comparte.

Sí, hay que aceptarlo: En nuestra sociedad hay grupos con intereses políticos a quienes les encantaría esparcir pólvora y cerillos… y lo están haciendo.

Hay personajes a los que les encantaría ver a potosinos de todas las edades levantarse como turba iracunda a provocar, vandalizar y desestabilizar al Estado.

Estos grupos y personajes saben lo que hacen: están aprovechando las circunstancias existentes de tensión para manipular, sobre todo a los jóvenes ofreciéndoles una aparente causa y bandera.

Exigir parece justo, salir a las calles y hacerse escuchar es muy atractivo. Ser protagonistas de un movimiento rebelde y transformador es seductor y romántico, pero en el fondo, es un escenario irresponsable y peligroso.

La historia nos ha mostrado que las masas no razonamos y que en un ambiente de confrontación el descontrol es padre de la tragedia.

Sí, grandes cambios se han gestado desde el las aulas universitarias, pero también los episodios de sangre se han inscrito en la historia.

No, no se trata de olvidar, y justamente por eso, se trata de no repetirlo. Hay que poner cada cosa en su sitio y en su justa dimensión y no confundir responsabilidad con cobardía.

A los enemigos del gobierno de Ricardo Gallardo les encantaría que su gobierno no pague sus compromisos y se deje sin sueldo, aguinaldo, prestaciones y jubilaciones a miles de universitarios.

Darían lo que fuera porque miles de estudiantes se quedaran sin clases, que perdieran el semestre o no puedan titularse.

A ellos se les apuesta para que, siendo utilizados como carne de cañón y sin tener más que hacer, salgan eufóricos a derrocar al sistema tanto estatal como universitario.

Por otro lado a los enemigos de la UASLP y del rector, Alejandro Zermeño, (que los tiene y hasta en casa) calculan hacer de esta crisis, la bandera para señalar su gestión, ya sea por “debilidad”, o por no poder liderar a su comunidad, lo que es peor.

Todos los ingredientes están en la licuadora y hace falta un solo grupo de choque, oficial o montado, de una u otra parte, para que las cosas estallen.

El llamado a la paciencia ya pasó de largo. El del diálogo no ha encontrado coincidencias, y solo resta el camino de las decisiones antes de que se abra el telón al caos.

CASO LORET-ON.

Por si alguien se perdió la historia principal de ayer del noticiero Latinus que conduce Carlos Loret de Mola, les cuento que se trata de la triste historia de un chayotero contra un chayoterito; La de un monta-notas nacional contra uno local. La de un perro grande comiendo perro chiquito. Una historia de quién cobra por golpear en contra de… quien cobra por golpear.

Es de esas historias que persiguen y de las que ya no hay vuelta atrás.

Hasta la próxima.

Yo soy Jorge Saldaña

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Lo que viene siendo el amor | Columna de Carlos López Medrano

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Mejor dormir

 

Es fascinante la habilidad que tienen algunos para nombrar lo inasible con comparaciones que parecen no tener la menor relación con aquello de lo que hablan, como si la única forma de describir un fenómeno fuera desviar la mirada hacia un mundo distante y, en apariencia, sin ilación alguna. Dean Martin, por ejemplo, cantaba que uno sabe que está enamorado cuando la luna atrae tus ojos cual si fuera una pizza recién salida del horno y cuando las estrellas te hacen babear como un plato de pasta. Amor napolitano, amasado con harina y acompañado de vino en vaso grueso.

Morrissey, mucho tiempo después, y tras un silencio de siete años en su carrera, utilizó un truco parecido al aseverar que uno no ha estado enamorado si no has visto los astros reflejados en la alacena, sentencia que obligaba a preguntarse si alguno de nosotros había estado flechado en serio alguna vez o si, en cambio, solo habíamos confundido el rayo del sol con el tenue foco de la nevera.

Uno se fatiga de cumplidos ordinarios que parecen botones de repuesto para un abrigo, pero se reanima cuando aparece el ingenio agudo, sin pretensión, con una llamarada que no admite impostura. Uno de esos casos es el de Lesley Jacobs que dedicó un libro a su marido con una frase impecable que aspiro a que alguien me diga algún día: «Para David, la tónica de mi ginebra», como parte de un ensayo dedicado a dicha bebida espirituosa.

Jarvis Cocker también dominaba ese arte: y dio cátedra de ello en los años noventa con la letra de «TV Movie», en la que añoraba a un amor perdido tras el cual su vida había perdido rumbo y significado. La lejanía era equivalente a una resaca interminable, y reducía la vida a ser una película hecha para televisión: diálogos insípidos, actores que no convencen, una trama que se extiende sin sentido y, lo que es peor, sin sexo en el horizonte.

Por la misma época, en «Like a Friend», parte del soundtrack de Great Expectations (se podría hacer un buen recopilatorio con las mejores canciones aparecidas en películas de Alfonso Cuarón), el cantante tiraba hacia un amor no correspondido por medio de analogías que daban cuenta de su derrota, de su resquebrajamiento interior. El reproche por todas las heridas, injusticias y embates infligidas por la persona por la que apostó, pero también una devoción callada e incondicional ante alguien que le sonreía solo como amigo.

Eres la última copa de la fiesta que nunca debí beber
eres el cadáver escondido mi la cajuela
eres el mal hábito que no consigo dejar
eres mis secretos revelados en la primera plana cada semana
eres el coche que nunca debí comprar
eres el tren que nunca debí tomar
eres la herida que me hace taparme la cara
eres la fiesta que me recuerda que ya no soy joven
Eres como el choque de auto que veo venir, pero no puedo evitar
un avión en el que me dijeron que nunca debía subir


una película mala, pero que tengo ver hasta el final
Visto esto, déjame decirte algo:
Al final tienes suerte de que seamos amigos…

El desamor, por lo demás, también ha tenido definiciones destacadas. Woody Allen, en Annie Hall, comparaba una relación con un tiburón: si no avanza, muere. Y lo que él tenía con Annie, concluía, era un tiburón muerto.
Todos podemos recurrir al ejercicio de las definiciones. A mí me parece que la ruptura amorosa es apagar un cigarro sobre la yema de un huevo frito (el corazón del otro): un gesto contundente y liberador para quien lo ejecuta con desprecio, y cruel para el que observa impotente cómo se arruina el desayuno que tanto había anhelado. Lástima que yo no fume ni me gusten los huevos estrellados; estoy convencido de que ese acto debe de ser uno de los más devastadores y sinceros que existen, según del lado de la sartén en que uno se encuentre.
Otros amores son distintos, menos dramáticos: se instalan suavemente y se van igual, sin trinar y sin aspaviento. Son el hielo en la copa de un coctel que se disuelve de a poco y que, mientras dura, equilibra el trago y lo hace más llevadero, reconfortando en cada sorbo. Cuando desaparece no duele ni se echa en falta, aunque le reconoces su valía de aire discreto. Y hay mujeres, lo he mencionado ya en otra ocasión, que son como un café cargado: te levantan cuando estás aletargado por el somínfero de lo cotidiano, por el adormecimiento de quien ha perdido el carburador.
Ya se ve, hablar de ciertos tópicos inclina a la cursilería. Qué más da. Envejecer nos muestra que rehuir del ridículo es imposible, y que, al contrario, hay que arrojarse a sus brazos ya que en él se encuentra lo honesto, y también algo de lo verdadero.
Pero basta de amor, que ahí somos todos principiantes, decía Jonás Trueba en una de sus películas. Apuntaba Jardiel Poncela que definir el humor era como intentar atrapar una mariposa con un telégrafo. Lo mismo ocurre con algunas pasiones. En esas aguas uno corre el riesgo de ser uno de esos predicadores sorprendidos con chantilly y tubos de goma en el armario, o ser uno de esos gurús del estilo que van por el mundo vestidos de estropajo, gorra turquesa y lentes de mosca. Al escribir intento sonar a Bill Evans y no lo consigo.

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