noviembre 25, 2025

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#4 Tiempos

El terrible final de sexenio para Carreras | Columna de Felipe Donato

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DE CHILE, DULCE Y MANTECA

Cierto, el 2020 ha sido un año por demás olvidable para todos los mexicanos y para los potosinos.
 
La tragedia universal que ha venido a representar la pandemia de Covid-19 le dio al traste a todos los planes y proyectos en otras áreas, no sólo las de salud.
 
La economía se paralizó y con ello la productividad y generación de empleos.
 
Por desgracia para Juan Manuel Carreras López, gobernador de San Luis Potosí, la mencionada situación ha coincidido con el final del sexenio.
 
Para los ciudadanos los “logros” de cualquier gobierno son fácilmente olvidables, no así los quebrantos y en este sentido el cierre del gobierno de Carreras López no podía haber sido peor.
 
En una reciente evaluación sobre la economía de los estados, de los ocho aspectos que califica, San Luis Potosí reprueba en seis de ellos y en los otros dos alcanzó un mediocre color amarillo.
 
En rojo aparece el rubro de desarrollo económico, con una caída en picada de 22.4 puntos porcentuales, a un mundo de distancia de la meta proyectada de crecimiento de 4.5 por ciento.
 
En empleos el gobierno de Carreras López no pudo alcanzar la meta de 19 mil 275 nuevos puestos por lo que el semáforo quedó también en un ardiente color rojo.
 
La productividad de San Luis Potosí también fue reprobada.
 
En cuanto a pobreza, de 45.5 por ciento de la población que no generaba ingresos suficientes para obtener la canasta básica, el porcentaje pasó al 47.7, por lo que el gobierno de Carreras López también acabó en semáforo rojo.
 
En semáforo amarillo quedó el indicador del combate a la informalidad y el de la deuda pública, pues dicho indicador no se movió de 0.9 por ciento de reducción, con respecto del monto del PIB.
 
En resumen, bajo el gobierno de Juan Manuel Carreras López, San Luis Potosí se ubicó como uno de los estados más mediocres de todo el país.
 
A los malos resultados en materia económica, el gobierno carrerista debe agregar el creciente problema de la inseguridad.
 
El equipo designado por el gobernador para atender este aspecto nada más no le ha hallado el modo y la violencia ha ido para arriba de manera realmente alarmante.
 
Ante el funesto panorama surgen varias preguntas. ¿El candidato que salga de la coalición PRI-PAN-PRD-PCP que cara va a poner para decir que va a resolver, ahora sí, los problemas que aquejan a los potosinos? ¿Cuál va a ser su discurso?
 
¿Cuál será el mensaje que van darle a los ciudadanos para decirles que van a acabar con la inseguridad si Carrera López no han podido con ella?
 
¿Podrán hablar de que será un gobierno austero cuando han demostrado que la mayoría de los integrantes de la coalición viven “a cuerpo de rey” con sueldos por demás onerosos?
 
Lo cierto es que el cierre de administración de Carreras López será una pesada carga para la campaña que deberá emprender el abanderado.
 
Nos mantenemos al pendiente para informarle oportunamente.
MIÉNTEME, ¡QUE ME GUSTA!
Se sabe a nivel popular que para ser buen mentiroso hay que tener una muy buena memoria.
 
Nuestra clase política; sin embargo, ni siquiera debe preocuparse por ello, pues sabe que sus votantes tienen aún peor memoria que ellos.
No son pocos los políticos que mienten descaradamente y ello no molesta a los ciudadanos, pues estos se encuentran más preocupados en encontrar la manera de sobrevivir y tratar de salir adelante aún contra los obstáculos que les atraviesa la clase gobernante con su ineficacia e ineficiencia.
 
La gente sigue creyendo en las promesas y compromisos que se les plantean durante cada temporada electoral los candidatos y luego simplemente no se cumplen.
 
Sin embargo, no podemos dejar de señalar que tal parece que mientras más disparatadas sean las tonterías y francas falsedades que emite algún candidato, la población más parece estar dispuesta a creerlas.
 
Los conflictos entre individuos o grupos fueron siempre inherentes e inevitables en toda sociedad. Por tal razón, a medida que las comunidades humanas crecieron en tamaño, crearon instituciones para resolver sus pugnas internas de manera organizada y evitar que los propios antagonismos las destruyeran. Así nació la política y su consecuencia, los políticos.
 
Se puede enfocar la política desde tres ángulos:
1) Como un conjunto de acciones desarrolladas por un grupo que permiten crear, planificar y ejercer el poder.
2) Como la lucha y la oposición que debe llevarse a cabo por parte de un grupo para dominar a otro.
3) Como una actividad para alcanzar un fin preciso que es el bien común, sin la utilización de la violencia.
Sin embargo, algunos opinaron distinto sobre la política y los políticos. Por ejemplo, John Arbuthnot (1667-1735), un irónico médico y escritor inglés, definía a la política de una manera cínica como “el arte de hacer creer falsedades saludables al pueblo con un buen fin”.
 
Por su lado, Thomas. Sowell (1930), pensador y economista estadounidense, afirmaba: “La política es el arte de conseguir que los intereses egoístas de los políticos parezcan intereses nacionales”.
 
Como en toda actividad o profesión, existen políticos buenos y malos, eficientes e ineptos, honrados y deshonestos, sinceros y mentirosos.
Pero, ¿qué es mentir? Es toda expresión intencional que resulta contraria a lo que se sabe, se piensa o se cree.
 
En esto reside la clave de la mentira: la intención de ocultar la verdad que se conoce y es, precisamente, lo que la diferencia de la equivocación, del error, de la creencia o de la falsedad.
 
Hannah Arendt afirmó que la mentira en política es como ineludible. Llamó “conspiración a plena luz” a la capacidad de mentir en aquellas cosas cuyo conocimiento está, incluso, al alcance de todos.
 
Que los políticos puedan mentir es entendible. Pero también una pregunta que se impone es por qué razón se les cree.
Una primera respuesta es porque sin política una sociedad se destruye.
 
Una segunda, y quizás más interesante, es pensar que necesitamos que nos mientan.
 
Sigmund Freud introdujo la idea de que la realidad no es nunca independiente de la subjetividad, que es la que construye los objetos del mundo externo.
 
Desde su perspectiva, la construcción del mundo que habitamos no es más que la constitución de una trama simbólica que se acepta como realidad, que está frente a uno pero en el momento que se le asigna significados, ya no es “la” realidad sino “mi” realidad, la cual es fruto de experiencias pasadas, expectativas futuras, miedos o creencias. En ese sentido, Freud afirmaba que a fin de evitar el sufrimiento “sólo vemos lo que queremos ver”.
 
Así, el autoengaño es una práctica común pero peligrosa porque aleja la realidad hacia un decorado identificado por la mente como verdadero. ¿La finalidad? Tolerar el dolor psíquico y el sufrimiento actual con la esperanza que los políticos, con sus promesas, permiten hacer creer en la existencia de un futuro mejor y diferente.
 

#4 Tiempos

“México, esta niebla que arde” | Apuntes de Jorge Saldaña

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APUNTES

Culto Público, si no han leído la novela “Niebla Ardiente” de la muy joven escritora, Laura Baeza, les recomiendo hacerlo como desde ayer

Tuve la oportunidad de conocer a Laura personalmente hará unos cuatro años, ¿Qué les digo? Una de esas circunstancias alineadas que convergieron en el segundo piso de la librería Gandhi del centro, la de los Arcos Ipiña.

Fue en un taller breve de escritura creativa previo a la presentación formal de su libro, el que les recomiendo. Si conocerla fue una circunstancia, convivir con ella e intercambiar casualidades fue de plano como regalo de estrella fugaz.

Fui de los selectos y afortunados que en grupo terminamos sentados con ella en “La Oruga y la Cebada” en el Callejón San Francisco, conversando sobre lo que duele y lo que salva, entre un par de cervezas y una cena sencilla.

Ella me firmó su libro con una frase que ahora, en este 25 de noviembre, regresó a mi atormentada cabeza: “A Jorge, que siempre nos una el deseo por hallar algo más en esta realidad tan rara…con todo cariño, Laura Baeza”. El momento de por sí, ya era una realidad rara.

A la distancia, empiezo a creer que su frase fue más que optimismo, y es más un deber moral, y es que su ficción (vuelta a releer en estos días) se parece demasiado a México.

No es “spoiler” (o como se diga) pero “Niebla Ardiente” detalla el regreso de su protagonista Esther a México pensando en encontrar a su hermana Irene, quien había desaparecido hace años, y a quien creía muerta, cuando de la nada, un primero de enero en un reportaje que vio en la televisión, Esther la reconoce en una marcha y se lanza en su búsqueda.

Pero la novela, la primera de Laura (y creo que premiada) realmente no comienza allí. Comienza donde casi todas las historias de violencia en este país empiezan: en los pasillos de la burocracia, en los que los papeles cuentan más que las personas.

Esther aparece en un México reconocible para cualquiera: expedientes mutilados, archivos “perdidos”, oficinas donde la verdad siempre llega después de que las secretarias coman sus gorditas grasosas y funcionarios que usan el futuro para encubrir lo que nunca harán.

Es en esa atmósfera donde la desaparición deja de ser un crimen y se convierte en un proceso. Como alguien escribió: los países se definen por cómo recuerdan; México, al parecer, se define en cómo olvida.

En medio de esa maquinaria oxidada, Esther descubre a un policía. No es un héroe: es un hombre cansado que simplemente no rompe las reglas pero las dobla para que la realidad duela un poco menos. Ese personaje era como algo que escribió una pensadora feminista de la que en este momento no recuerdo su nombre “la dignidad aparece cuando alguien no mira hacia otro lado”.

En fin, siguiendo con la novela y nuestra realidad, este policía mira. Acompaña. Abre una grieta. Y sin embargo, ni siquiera es lo suficientemente poderoso para luchar contra un país donde las fosas clandestinas actúan como el archivo nacional.

La comparativa y reflexión con la novela va porque hoy es 25 de noviembre y México sigue siendo esa tierra donde la violencia parece que no importa, sino que se repite. Casi 2 feminicidios cada día. 3,284 mujeres asesinadas en 2024. 89% de impunidad. Una agresión física cada siete minutos. Más de 10 millones de mujeres violentadas digitalmente. En San Luis Potosí, 24,000 víctimas por cada 100,000 mujeres.

Uno quisiera creer que estos números son de un país lejano, pero no. Están aquí, sobre las mismas banquetas que caminamos todos los días. Ese es el verdadero crimen de México: haber entrenado a la gente para no sorprenderse.

Sí, no se debe negar que mucho se ha hecho pero poco alivia (hoy casi todos los gobiernos e instituciones hablan de esto, pero mañana la rutina sigue).

Sí, con la llegada de Claudia Sheinbaum como la primera presidenta de México, llegaron todas…excepto las que no alcanzaron a llegar porque les truncaron la vida.

El nuestro, es un país donde buscar es amor—y protesta.

Igual que como ocurre en la novela de Laura, que no describe un país imaginado sino nuestro México. Uno donde las hermanas encuentran hermanas, donde las madres encuentran hijas, donde las mujeres salvan mujeres. Un país donde todavía hay justicia, pero casi siempre fuera de los edificios públicos.

Y así como Esther enfrenta la niebla, miles enfrentan la opacidad del Estado día tras día: ventanas cerradas, sistemas incompatibles, versiones contradictorias, funcionarios que deletrean la palabra “protocolo” como si lanzaran un hechizo contra la verdad.

México es hogar de una burocracia tan grande que hasta la violencia tiene formularios que completar.

Tras varios años de no recordar la anécdota con la escritora, hoy vuelvo a esa dedicatoria: “encontrar algo más en esta extraña realidad…”

Ese “algo más” no es una esperanza ingenua. Es algo que se parece más a la obligación de nunca acostumbrarse, “la memoria es la única defensa contra la repetición del horror”.

Por esa razón, espero, que por cada mujer desaparecida o mujer luchando por no desaparecer, o lidiando contra cualquier tipo de violencia, recordemos que la niebla espesa arde. Y que si arde, es porque la herida está abierta.

Hasta la próxima. Jorge Saldaña.

También lee: La IA, periodismo, y la coartada perfecta | Apuntes de Jorge Saldaña

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#4 Tiempos

Diego José Abad ilustre formador de potosinos | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

 

El majestuoso edificio central de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí que fuera construido en el siglo XVII y alojara a la Compañía de Jesús se convertiría en un edificio característico de la educación en San Luis Potosí. En ese edificio funcionaría el Colegio de San Ignacio de la Compañía de Jesús orientado principalmente a la educación de primeras letras; posteriormente se establecería en dicho edificio el Colegio Guadalupano Josefino instaurado por Gorriño y Arduengo siendo el primer establecimiento de educación secundaria o superior en San Luis, dando paso posteriormente, al reinstaurarse la República al Instituto Científico y Literario de San Luis Potosí que se convertiría en el primer establecimiento en obtener la autonomía universitaria dando paso así, en el mismo edificio, a la actual Universidad Autónoma de San Luis Potosí.

De los profesores ilustres que tendría el Colegio de San Ignacio de San Luis Potosí, se encuentra Diego José Abad, uno de los impulsores del pensamiento moderno en México y que tuviera influencia del jesuita Rafael Campoy, también profesor en San Luis Potosí y de quien tratamos en anterior entrega de El Cronopio en La Orquesta.

La física, o filosofía natural, formaba parte del cuerpo de temas de la filosofía en los cursos que de ella se realizaban en Nueva España y se dedicaba una parte a la lectura de temas de física, principalmente la aristotélica. De esta forma existirían manuscritos sobre la física como parte de cursos de filosofía, situación que se haría común, al ser redactados apuntes para los diversos cursos que se ofrecerían en Nueva España. La mayoría de esos textos se encuentran perdidos, pero existen las referencias que aseguran su presencia, los cuales fueron escritos, en su mayoría, por sacerdotes y frailes que pertenecían a diferentes órdenes religiosas.

Diego José Abad, puede considerarse el más profundo de los jesuitas innovadores; su Curso fue muy influyente, es bastante completo y se ven por todas partes las influencias modernas. Este curso, que ya no lleva el nombre de Cursus Philosophicus

, sino simplemente el de Philosophia, aparece en un manuscrito del Colegio de San Pedro y San Pablo de México, cuyo contenido se enseñó desde 1754 hasta 1756.

Comprende la lógica, la física y la metafísica. Es el primer intento de asimilar (y no simplemente de atacar, como hasta entonces se hacía las más de las veces) las ideas modernas

. En particular, se refiere a Gassendi y los atomistas, y trata de conciliar el atomismo con el hilemorfismo aristotélico. Intenta hacer lo mismo con Descartes, opuesto al gassendismo.

Habla de la necesidad de construir la física con ayuda de la experimentación y la matemática. Acepta el atomismo en el campo físico, mas no en el metafísico. Dice que muchas ideas aristotélicas sobre el cielo han sido abandonadas por los escolásticos después del descubrimiento del telescopio, mediante el cual se han podido ver las manchas del Sol. Lo mismo en cuanto a la noción del vacío, después de los experimentos de Torricelli, Otón de Gericke y Roberto Boyle. Cita a Maignan, y mucho a Descartes en cuestiones de filosofía del hombre. Aunque las más de las veces defiende la tradición, ya se muestra abierto a integrar ideas de la filosofía moderna.

Fue profesor del Colegio de jesuitas de San Luis Potosí donde enseñó gramática a los potosinos y donde fincó su formación filosófica sin rechazar las ideas del pensamiento moderno, pero con una posición crítica.

Diego José Abad nació en Jiquilpan en 1727 y tras la expulsión de los jesuitas moriría en Bolonia en 1779.

Si se interesan en ubicar su obra en el ambiente cultural y científico de la Nueva España pueden consultar nuestro artículo: Manuscritos y libros Novohispanos y Mexicanos de Física y Filosofía Natural, en la dirección:

https://www.researchgate.net/publication/391327380_Manuscritos_y_libros_Novohispanos_y_Mexicanos_de_Fisica_y_Filosofia_Natural

También lee: Francisco Gándara, primer ingeniero higromensor potosino | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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#4 Tiempos

Jesús duerme en la popa | Columna de Juan Jesús Priego Rivera

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LETRAS minúsculas

 

“Al atardecer de ese mismo día, Jesús les dijo: ‘Crucemos a la otra orilla’. 
Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya. 
Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua.
Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal. 
Lo despertaron y le dijeron: ‘¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?’. Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: ‘¡Silencio! ¡Cállate!’. El viento se aplacó y sobrevino una gran calma. 
Después les dijo: ‘¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?’.
Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: ‘¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?’” (Marcos 4, 35-41).

Todavía hoy, cuando pareciera que hemos alcanzado el dominio total de la naturaleza, viajar por mar –no digo sobrevolándolo en un avión, sino cruzándolo en un barco- es una experiencia sobrecogedora. ¡Qué indefensa viaja nuestra embarcación por los caminos del océanoi¡! Y si durante la noche se desata una tormenta, tanto peor: aun el barco más grande no parece sino una cáscara de nuez. En 1912, los tripulantes del trasatlántico más lujoso y sofisticado del planeta creyeron que el mar, gracias al ingenio humano, estaba ya domesticado; sin embargo, no fue así, y debieron pronto de rendirse a la evidencia: el Titanic se hundía, y ellos con él y en él…

El mar era y sigue siendo el símbolo de lo indomesticable, de lo ingobernable, de lo terrible. Para los antiguos, el mar estaba poblado de monstruos horribles cuyo solo nombre helaba la sangre. Nosotros sabemos, más o menos, lo que son las olas, pero para los antiguos éstas eran el efecto del movimiento de las criaturas marinas. Ahora bien, si tal era el pensamiento de los antiguos, ¿qué de raro tiene que, ante el huracán, los discípulos se pusiesen a gritar, poseídos del pánico más espontáneo y sincero?

El mar es siempre terrible, sí, pero Dios es más grande que el mar. Únicamente Él puede calmarlo porque es el Señor de los elementos del mundo: “El Señor habló a Job desde la tormenta: ¿Quién cerró el mar con una puerta, cuando le puse un límite con puertas y cerrojos y le dije: ‘Hasta aquí llegarás y no pasarás; aquí se romperá la arrogancia de tus olas’ ”? (Job 38, 8-11).

Al crearlo, Dios puso al hombre un límite: “Podrás comer de todos los árboles del jardín, pero del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, pues, si lo haces, perecerás sin remedio” (Génesis 2, 16-17); y, al crear el mar, también le impuso un límite: “¡Hasta aquí llegarás! ¡De aquí no podrás pasar!”. Por eso, cuando Jesús calme la tormenta y las aguas se aquieten al puro mando de su voz, los discípulos se preguntarán unos a otros, maravillados: “¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!”.

Ahora bien, si sólo Dios puede apaciguar el mar, entonces… Entonces los discípulos, por así decirlo, empezaron a sacar conclusiones…

Un día, al atardecer… Así comienza el relato. Conviene tener presente, pues, que es ya de tarde, y que la oscuridad añadirá un punto de dramatismo a la escena que seguirá, ya dramática de por sí. Según éste, no es sólo que la barca fuese zarandeada por la tempestad: es que el agua se estaba metiendo ya por todas partes.

¿Y Jesús qué hace, mientras tanto? No hace nada. Él, a lo que parece, no se daba cuenta de lo que pasaba, pues “estaba dormido sobre un almohadón”. Los discípulos lo despertaron, y hay en su ruego una pizca de ironía, como si le dijeran: “Oye, Señor, esto va a pique. ¿Podrías hacernos el grandísimo favor de despertarte?”.

“Jesús se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: “¡Silencio, cállate!”. El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: “¿Por qué son tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?”. Oligópistoi: así lo llama; con esta palabra griega los reconviene. Hombres asustadizos, apocados, temblorosos: gelatinas vivientes. Oligópistoi: hombres sin fe.

Los Padres de la Iglesia, hombres muy sagaces en la interpretación de la Escritura, vieron en esta tormenta una imagen de las agitaciones del corazón humano y compusieron bellísimos sermones en torno a este asunto. En una de sus Meditaciones (n. 37) dice así, por ejemplo, San Agustín (354-430):

¡Dios mío, mi corazón es como un ancho mar siempre agitado por las tempestades: haz que encuentre en ti la paz y el descaso. Tú has increpado al viento y al mar para que se calmaran, y a tu voz se han apaciguado; ven a poner paz en las agitaciones de mi corazón, a fin de que todo en mí sea sosiego y tranquilidad, para que pueda poseerte a ti, mi único bien… Oh Dios mío, que mi alma, libre de pensamientos tumultuosos, se esconda a la sombra de tus alas. Que encuentre junto a ti un lugar de refrigerio y de paz, y toda transportada de gozo pueda cantar: ‘Ahora puedo dormir y descansar en paz’… Mi alma no puede gozar de paz y seguridad, Dos mío, si no es bajo la protección de tus alas. Que ella permanezca, pues, en ti y sea abrasada con tu fuego”.

Ya se trate, pues, de agitaciones interiores, ya de percances exteriores, lo importante es esto: que Jesús y nosotros viajamos en la misma barca, y que aunque nos esté permitido algunas veces gritar, no nos lo está, por ningún motivo, desesperar. Aunque parezca que duerme, Dios vela por los suyos; en consecuencia –como ha dicho alguien-, cuando uno está “embarcado” con Jesús no hay nada que temer.

Jesús permanece cerca de los suyos y éstos pueden contar con su ayuda cercana a pesar de todas las apariencias en contra… Así pues, el peligro para los creyentes está en olvidarse de que están en camino y que Jesús les acompaña en el trayecto” (Joseph Imbach).

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