julio 22, 2025

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#4 Tiempos

Grandes escritores (y deudores) | Columna de Carlos López Medrano

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MEJOR DORMIR

 

Es posible detectar a aquellos escritores que están agobiados por las deudas en contraposición de los que tienen una existencia acomodada. Los primeros tienen un particular pulso creativo detrás. Una desesperación, una prisa ante el teclado que los lleva al descuido y a los lanzamientos impropios de su talento; aunque también, de cuando en cuando, a soltar chispazos de genio que no habrían llegado en condiciones de tranquilidad. «Cuanto menos dinero tengo tanto más ingenioso me vuelvo», dijo alguna vez Henry Miller, un especialista en apuros financieros. Su ingenio en 1943 debía ser bastante elevado: en aquel año ganó mil 400 dólares gracias a la literatura, mientras que sus deudas ascendían a 24 mil.

En una carta de 1934, en esos tiempos en los que daba tumbos por la vida (como los daría siempre), John Fante se congratulaba de haber recibido cuatro dólares (el equivalente unos cien de los actuales). Tras días de aflicción y derrota, al fin le llegaba un respiro. Tener los bolsillos vacíos minaba su confianza en sí mismo, como le confesó a su madre. Los billetes los habían alumbrado y borrado de golpe su tristeza. Aun así, había ocasiones que las penuria económica levantaba en él un peculiar regodeo. Veía en las dificultades un pago de peaje para entrar en la historia. Y claro, algo que contar en sus libros.

Dormir en una cuarto deslavado y comer mal era parte de la aventura. Como católico, quizá Fante sentía que debía cargar una cruz. Venía de la estirpe de Knut Hamsun, un artista del hambre, línea que continuaría Charles Bukowski que no gustaba de deudas, y que por lo mismo acababa en la austeridad más atronadora. Ante la falta de dinero y el afán de no deberle nada nadie, hubo días en los que su único alimento era un dulce macizo de mantequilla. Lo poco que tenía prefería gastarlo en alcohol.

Cómo reprocharles a escritores tan pasionales. Cómo pedirles sensatez o mesura. La gente que se administra bien es un poco reptil. Tienen sangre fría en las venas. Hay un tipo de artista que camina sobre la cuerda de la precariedad, pero incluso ahí, en vez de tomar precauciones, se avienta una maroma mientras pide botella de champagne. En plena refriega confía en que la fortuna favorecerá a los que, como él, tiran el corazón por delante sin medir consecuencias. Así les va…

Hay que aplaudir la honestidad. En un texto de Un hombre acabado (1913), Giovanni Papini se reconocía como deudor. Todos los hombres lo son de algún modo, consideraba, aunque no se refería específicamente a deudas monetarias, sino morales, intelectuales, de sentimientos. La distinción era, a su juicio, que muy pocos admitían sus deudas y que la mayoría se negaban a pagarlas. El cinismo reinaba en ellos. Había otros, los menos, que como él sufrían por lo que debían. Asumían el calvario y andaban con la angustia permanente. Eso le llevaría, como diría en otro texto del mismo libro, a realizar todos los oficios «antes de morir de hambre y de frío como un gato extraviado».

Robert Artl retrató a los deudores cínicos. O, si se quiere, a los que no saben cómo escapar de su condición y por tanto se tiran a ella, radicalizándola hasta la implosión. Así quedaba patente en un diálogo en el que el Rufián Melancólico, en tono provocativo, se lo echaba en cara al atribulado Erdosain, otro desesperado por el dinero, imputándole ser de la clase de gente que acumula deudas sobre deudas para olvidar la deuda primigenia.

Ese tipo de lecturas me recuerdan a los días de juventud que pasé en Monterrey. En el año que pasé allí me forjé un auténtico ent endimiento del dinero, gracias a un cuaderno maldito resguardado en la pequeña tienda escolar. Era un registro implacable, llevado por el dueño del establecimiento, de las deudas acumuladas por los infantes de primaria, cuyas almas se habían entregado sin remedio a los deleites del vicio: las frituras y el néctar efervescente de la coca cola.  Aquel que tenga la fortuna de cruzar la frontera de Nuevo León, sobre todo en compañía, llegará a empaparse de la relación especial que los habitantes de esa región tienen con el sentido del deber y la responsabilidad

y, así, inhalarán la atmósfera del compromiso, de la necesidad de tomar partido, de posicionarse decididamente, ya sea en un extremo u otro del espectro, sin vacilaciones ni medias tintas. Y en ese proceso, uno aprende a valorar los sentimientos de todas las partes involucradas, otorgándoles el peso y la importancia que merecen en este intrincado estadio de vanidades.

Quien más sabía sobre deudas era F. Scott Fitzgerald. Quizá el epítome en la materia. Acostumbrado a la fatuidad, vivía por encima de sus posibilidades para acariciar los planos que creía eran suyos, aquellos que correspondían a su talento, a sus sueños, a las mujeres de las que se rodeaba. Su carrera literaria comenzó con la confianza de quien sabe que pronto llegará ese campanazo que permitirá saldar los pendientes financieros, y no solo eso, que traerá holgura para la eternidad. Tal momento nunca llegó. Su gran apuesta, El Gran Gatsby (1925) tuvo una tibia recepción a nivel comercial. El título que pensaba le redituaría en manantiales de dinero, fue apenas un breve paliativo para encarar lo inmediato. Casi todo se le fue al instante por los rezagos que acumulaba. 

Fitzgerald ya nunca se recuperó, el traspié afectó su confianza en el porvenir y de a poco adquirió una perspectiva más sombría. Creyó que la estabilidad económica le llegaría en Hollywood, donde jamás deslumbró y en donde tampoco tuvo prosperidad. La salud se le trastocaba, mientras tanto, y falleció en medio de un estrés financiero que, haciendo cuentas, se había extendido por los últimos veinte años de su vida. Por algo la luz verde de Gatsby, ese sueño inalcanzable, tenía el color del dinero.

Las monedas importan, cómo negarlo. Es fácil hablar de espiritualismo con frutas en la nevera. Cuando te cortan la luz y los cobradores acosan al teléfono, se comprende la importancia de la bonanza material. Y se entiende por qué muchos escritores no serían lo que son sin las deudas. De cuántos libros y de cuántos poemas nos habríamos perdido sin ellas. Benditas sean, pero roguemos porque sean temporales para nuestros héroes (y para nosotros mismos). Dorothy Parker sellaba el debate en respuesta a una pregunta. ¿Cuál es la inspiración de textos?, le cuestionó alguien. «Need of money, dear». Olvídate de las motivaciones artísticas, estamos aquí por el dinero, diría Frank Zappa. Y Dorothy, otro talento con constantes agobios financieros que hizo malabares constantes para ser quien fue.

 

Contacto:
Correo electrónico: yomiss@gmail.com

Twitter: @Bigmaud

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#4 Tiempos

LamBot del Tec de Monterrey-SLP bicampeones mundiales de robótica | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

Hace quince años la comunidad de la Preparatoria del Instituto Tecnológico de Monterrey campus San Luis Potosí comenzó un proyecto educativo basado en la ingeniería robótica que incluye aspectos de seguridad y mercado, entre otros, dentro de la corriente de tecnología educativa que suele ser conocida como STEM, iniciales en inglés de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas.

El programa del Tec de Monterrey campus San Luis lleva el nombre de LamBot 3478 y su gran esfuerzo lo ha llevado a ganar la competencia mundial más importante en el campo de la robótica, el Campeonato Mundial de Robótica FIRST en dos ocasiones convirtiéndose en el equipo que lo ha realizado en dos ocasiones. La más reciente hace algunas semanas en el campeonato Mundial celebrado en Nagoya Japón convirtiendo así en el referente mundial en tecnología educativa.

Los flamantes campeones mundiales pertenecen a la Preparatoria del Instituto Tecnológico de Monterrey campus San Luis Potosí, y han puesto en alto el nombre de México de San Luis Potosí y de su institución educativa.

De esta forma el equipo LambBot 3478 son, nada más y nada menos que, Bicampeones Mundiales de Robótica FIRST, encabezando una alianza estratégica que les permitió obtener el título en una de las competencias estudiantiles más exigentes y reconocidas del mundo.

La Preparatoria del Tec de Monterrey en San Luis tradicionalmente ha impulsado la participación de sus alumnos en las competencias educativas que se realizan en San Luis y que son cauces para eventos nacionales y mundiales, entre ellas las olimpiadas de física, matemáticas, química, entre otras, así como la participación en el Concurso potosino conocido como Fis-Mat de alta tradición en el país. Estos programas de apertura de espacios de educación extraescolar han permitido a instituciones como el Tec de Monterrey campus San Luis incorporar a sus propios programas educativos y el ejemplo de éxito más notorio es el programa LamBot que su continuidad ha colocado a los alumnos y profesores de esa institución en el escenario mundial de proyectos colaborativos que redunda en la propia preparación de sus estudiantes.

Con esta victoria, LamBot se convierte en el primer equipo mexicano en obtener dos campeonatos internacionales de FIRST Robotics Competition. Su primer triunfo fue en 2019, durante el mundial celebrado en China. Ahora, seis años después, México vuelve a levantar el trofeo, reafirmando su compromiso con el desarrollo tecnológico juvenil. Lo cual se convierte en un hito sin precedentes para la robótica mexicana.

La competencia de FIRST (For Inspiration and Recognition of Science and Technology) reúne cada año a los mejores equipos del planeta, quienes deben diseñar, construir y programar robots capaces de ejecutar misiones complejas en escenarios de alta presión. Lo que distingue a este certamen no es solo la precisión técnica, sino la colaboración, el ingenio y el impacto social de cada proyecto.

Durante la edición 2025 del certamen, el equipo mexicano unió fuerzas con los equipos 987 y 6962, formando una alianza altamente eficiente que superó con éxito las rondas eliminatorias. Juntos desarrollaron una estrategia basada en la coordinación táctica, adaptabilidad y una ejecución impecable de los desafíos.

Este desempeño excepcional fue determinante para obtener el campeonato ante una audiencia global y más de 160 equipos provenientes de países como Estados Unidos, China, India, Turquía y Brasil.

La Federación Mexicana de Robótica realizará en los meses de marzo y abril de 2026 el Torneo Mexicano de Robótica (TMR) 2026 que tendrá como sede la ciudad de Puebla y el cual estará organizado localmente por el potosino Dr. Alejandro Pedroza creador del célebre robot pianista mexicano Don Cuco el Guapo. Este Torneo Mexicano de Robótica es el torneo selectivo para conformar la representación mexicana para el campeonato mundial de robótica, donde esperamos figure algún grupo potosino y donde con seguridad estará presente el equipo LamBot 3478 a quienes felicitamos por sus logros.

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#4 Tiempos

El misterio de los libros | Columna de Juan Jesús Priego Rivera

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LETRAS Minúsculas

Ciudad de México. Tres y media de la tarde. Salgo corriendo, empujado por los demás, de una estación del metro. Subo corriendo las escaleras, busco la luz, descubro la calle, me echo a andar por ella. De pronto, me detengo. Los libros siempre me detienen, y allí, en ese tenderete colocado en la salida de la estación, hay muchos, muchos libros. Unos están metidos en fundas de plástico, pero la mayoría no; otros ni siquiera conservan la cubierta original. Descubro al instante uno que me interesa: Piloto de guerra, de Antoine de Saint-Exúpery. Me digo a mí mismo que es una lástima, porque ya lo tengo. Sigo. Ahora toca el turno a los Papeles del oficio universitario, de Álvaro D’Ors. ¿Cuánto por éste?

El vendedor lo ve detenidamente, lo acaricia, dice que es un buen libro, que él pensaba leerlo en días pasados pero que de cualquier manera está dispuesto a vendérmelo. «Veinte pesos –dice por fin–. Pero si escoge tres puede llevárselos por cincuenta».

No discuto el precio. Tomo el libro. Y me llevo también el Piloto de guerra para regalarlo a algún amigo necesitado de buenas lecturas.

–Así son cuarenta pesos. Ande, tome usted el tercero para que sean cincuenta.

Vuelvo a planear sobre los libros y encuentro en un rincón del tenderete El rabino de Bacharach de Heinrich Heine. No sabía que hubiera una edición mexicana de esta obra, y el hallazgo, aunque no me hace precisamente feliz, me hace por lo menos sonreír.

Pago y me voy. Y esa misma noche, antes de irme a dormir, empiezo a leer los Papeles

de Álvaro D’Ors. En el frontispicio hay una firma, un nombre y una fecha. «Gastón Pardo P. Marzo de 1969. Guipúzcoa». Cierro el libro. Ya no quiero leer. ¿Quién fue Gastón Pardo P.? Y, sobre todo, ¿cómo hizo este ejemplar para llegar desde Guipúzcoa, en el País Vasco, hasta esta estación del metro, es decir, hasta mí?

Guipúzcoa. El nombre de esta ciudad me hace pensar en San Ignacio de Loyola. ¿Qué manos trajeron hasta acá este libro que hoy he comprado al precio de una cajetilla de cigarros de mediana calidad? Papeles del oficio universitario. No es que lo buscara, no, pero me salió al paso, y ahora está aquí, conmigo. De buscarlo, jamás lo habría encontrado; de buscarlo, acaso habría ido con el vendedor y le hubiera dicho: «Ando buscando los Papeles del oficio universitario de Álvaro D’Ors. ¿Lo tiene usted?». Y él se habría rascado la cabeza, fingiendo preocuparse por mi triste suerte:

–¡Uy, no! Esos libros son muy raros. A veces llegan, pero con frecuencia no. Hay libros que uno no verá nunca en su vida. Pero, ¿por qué no se da usted una vuelta el mes que entra? De cualquier manera, no se pierde nada…

Pienso bajo la luz de mi lámpara de noche que para encontrar un libro lo mejor es no desearlo, sino limitarse a dejar que llegue a nuestras manos cuando quiera, si es que llega alguna vez.

Así me sucedió en una ocasión con los Diarios de Ionesco. Sabía que la editorial Guadarrama de Madrid (hoy desaparecida como un barco en la noche) los había publicado en dos volúmenes, allá por la década de los años sesenta o setenta, con los títulos de Diario I y Diario II, pero me guardé mucho de buscarlos. «Son demasiado raros», me dije cuando los vi incluidos en el catálogo de dicha editorial: «por lo tanto, debes resignarte a no tenerlos». Me resigné todo lo que pude.

Pero un día, aquí mismo, en San Luis, debajo de una montaña de libros en una tienda de objetos usados, vi un tomito de lomo blanco en el que leí: Ionesco. Diario II. Lo tomé con calma, lo pagué y salí del establecimiento evitando dar saltos de alegría para no contrariar ni dar celos a la veleidosa Fortuna.

–Señora –dije a la dueña del establecimiento–, éste, como puede ver usted, es el segundo volumen de una obra que andaba yo buscando. ¿No le habrá llegado también el primero?

La señora movió negativamente la cabeza y me dijo que lo que yo veía era lo único que había llegado.

«Bien, Juan Jesús –me dije a mí mismo–. Ya tienes el tomo dos del diario de Ionesco. Confórmate, pues, con esta probadita que el cielo te ha ofrecido hoy».

Y varios meses después, en el mismo establecimiento, ¿qué cree usted? Que me encontré el dichoso tomo uno.

Se lo enseñé a la señora, y ella me explicó que lo que pasaba es que la persona que le había vendido el libro que yo le compré meses atrás apenas hasta ahora había regresado a venderle los demás que le quedaban en su casa. ¿Debo decir que sólo entonces permití a mi corazón brincar de alegría?

Pero continuemos con los Papeles de Álvaro D’Ors. ¿Quién los hizo cruzar el mar? ¿Era un exiliado español el que los trajo en su valija? ¿Y por qué de entre los muchos libros que pudo haberse traído cargó precisamente con éste?

¿O fue más bien un turista vasco que, trayéndolo consigo para leerlo en el avión, lo dejó en México para regresar a su tierra ligero de equipaje?

¡Ah, el misterio de los libros! Nunca sabremos por qué unos nos fueron ofrecidos por la vida y otros, en cambio, negados. Libros que ahora mismo se hallan recluidos a una cuadra de mi casa, jamás serán tocados por mí; en cambio, no me fue negado por la suerte uno que alguien compró en Guipúzcoa en 1969. ¿No es esto realmente misterioso?

Con los libros sucede lo mismo que con las personas: que, entre más se los busca, menos se los encuentra. Los libros, como las personas, sólo llegan a nosotros al precio de no buscarlos.

Me pregunto antes de apagar la luz: ¿Y con la felicidad no sucede lo mismo? Sí, sólo el que ha renunciado a ella la conocerá; sólo el que ha dejado de perseguirla la alcanzará.

Me quedo a oscuras. Y pienso en Dios, que nos da únicamente aquello a lo que ya hemos renunciado. Mi amado, mi querido, mi bendito Dios…

 

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#4 Tiempos

El pasado vestido de visitante | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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TESTEANDO

Hay noches que no necesitan presentación, porque desde que amanece, el aire se siente distinto. Hoy es una de esas. San Luis juega en casa y enfrente no tiene a cualquiera: tiene al Monterrey, uno de los planteles más poderosos del país, pero sobre todo, tiene enfrente al pasado vestido de visitante. Domenec Torrent, aquel técnico que se fue dejando una sensación de proyecto inconcluso, regresa al Alfonso Lastras. Y no lo hace solo: lo acompaña Sergio Ramos, leyenda del fútbol mundial, que hoy pisa el mismo césped que tantas veces fue testigo del esfuerzo potosino. Es viernes, sí, pero de esos que huelen a domingo, a noche grande, a historia por escribirse.

El San Luis llega con cosas por ajustar, sí, pero también con certezas. La estructura que propuso Abascal en su debut tuvo orden, supo competir. La presión en bloque medio, la disciplina para cerrar líneas de pase y la paciencia para esperar el error del rival no son casualidades, son decisiones. San Luis sabe que no puede ganar desde la nómina, pero sí puede competir desde el plan. Y eso es algo que este equipo ha aprendido a hacer. Tiene jugadores con criterio, como Salles-Lamonge, que puede inventar algo cuando el partido parece trabado. Tiene futbolistas como Rodrigo Dourado, que saben cómo hacer que el rival se incomode, cómo romper el ritmo desde una barrida o una cobertura. Y tiene juventud con hambre, como Román Torres, que cada vez se siente más cómodo en este rol de vertical, rápido, incómodo.

Del otro lado está Monterrey, que viene golpeado por una derrota sorpresiva ante Pachuca, pero que no deja de ser uno de los equipos con más talento individual en toda la liga. Con nombres que pesan en cualquier cancha: Tecatito, Berterame, Jesús Gallardo, Maxi Meza, Alvarado… y ahora, el propio Ramos. Un central con décadas de experiencia al más alto nivel, un tipo que probablemente haya jugado partidos más difíciles en una semana que muchos de sus compañeros en un año. Su presencia no sólo impone desde lo físico; impone desde lo mental. Es un líder que ordena, que corrige, que exige. Hoy, esa jerarquía se pondrá a prueba en una cancha que, aunque pequeña en comparación con los grandes estadios europeos, sabe hacerse sentir.

Y ahí está el meollo del asunto. El partido no se va a jugar sólo en lo táctico. Se va a jugar también en las emociones. Torrent vuelve a la ciudad donde muchos lo consideraban el arquitecto de un equipo en crecimiento. Lo hará desde el banquillo contrario, pero con una libreta llena de apuntes sobre cómo se juega en esta cancha, sobre cómo respira la afición, sobre cómo reaccionan los jugadores locales en ciertas situaciones. Su regreso tiene algo de morbo y mucho de expectativa. ¿Qué tan bien conoce a su exequipo? ¿Podrá utilizar esa información para desnivelar? ¿O será la motivación del grupo potosino lo que incline la balanza?

El partido pinta para cerrarse rápido en la mitad del campo. San Luis no va a regalar espacios. Monterrey tampoco va a lanzarse como loco. La clave estará en quién tenga más paciencia. En quién logre imponer su ritmo. En quién sepa leer los momentos. Si los locales logran contener los primeros intentos rayados y mantener el cero, la confianza irá creciendo. Si Monterrey golpea temprano, entonces cambiará todo el escenario.

No hay partido fácil en esta liga. Pero hay partidos que se sienten diferentes. Y este lo es. Porque tiene historia reciente, porque tiene narrativa, porque tiene regreso y debut, porque tiene al Alfonso Lastras latiendo más fuerte. Y porque hoy, más que nunca, la gente de San Luis quiere creer que este equipo puede plantarse ante cualquiera. Que puede competir, que puede ganar. Que puede hacer historia, incluso si es apenas la jornada dos.

Esta noche el balón rodará con intensidad. Y con él, rodará también la memoria. Porque quizá con el tiempo, alguien recuerde que un viernes cualquiera de julio, en San Luis Potosí, se jugó un partido que no parecía importante… pero terminó siéndolo todo.

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Opinión

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