noviembre 23, 2024

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La Conquista: la visión de los vencidos

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La petición de disculpas de AMLO a la Corona española avivó las dudas de los mexicanos sobre sus mismos orígenes

Por El Saxofón

La petición de disculpas que anunció el presidente Andrés Manuel López Obrador al rey de España, por los agravios cometidos durante el periodo de la Conquista de México, es acaso, por la forma en que se dio a conocer y por las reacciones que detonó, el primer traspié del actual presidente de la República.

Tal vez ninguna otra iniciativa de López Obrador enfrentó el rechazo mayoritario y devolvió al mandatario no solo una respuesta rotundamente negativa por parte del país aludido, sino de los propios mexicanos, cuya mayoría consideraron la carta enviada por AMLO al rey Felipe, como un despropósito.

Hay algo que tal vez no está a discusión: López Obrador equivocó las formas. Si se hubiera mantenido en los canales diplomáticos, acaso la solicitud del presidente hubiera prosperado en los casi dos años que restan para la celebración de la culminación de este episodio histórico en 2021, pero el mandatario decidió llevar el tema al debate público, y ello sacó a flote el trauma cultural que llevamos dentro los mexicanos, o incluso, los latinoamericanos.

En teoría, los mexicanos nos enorgullecemos de nuestro pasado indígena, pero en la práctica, nos sentimos más a gusto con la herencia española. ¿Cómo se manifiesta esta inclinación? Muy sencillo: en la discriminación de la que son objeto las personas de tez morena y los integrantes de las etnias.

Los mestizos recibieron, de los españoles ibéricos que se asentaron en el país y de los criollos nacidos en él, la aspiración de “mejorar la raza”, entendiéndose por ello, no el hecho de cultivar las ciencias y las artes, sino simplemente disminuir la pigmentación de la piel en los ciudadanos.

Los indios, como se dio en llamar a los habitantes originales del territorio que luego se llamó América, fueron tenidos entonces, y aún ahora, por bárbaros e ignorantes. Todavía hoy, en pleno siglo XXI, nos sorprende que algún miembro de un pueblo originario destaque en la sociedad occidental, que alcance el éxito o reconocimiento económico, académico o social, puesto que estamos habituados y vemos como algo “normal” su atraso y su ignorancia.

En el debate que ha surgido después de la aventurada petición de López Obrador al Reino de España y al papa Francisco, jefe del Estado Vaticano, incluso los mexicanos le han dado la espalda a López Obrador:

Podemos pasar por alto la reacción de los partidos españoles, que rechazaron de tajo la petición lopezobradorista, incluso el insulto de un novelista como Pérez Reverte que llamó imbécil a AMLO, y sugirió que sea el propio tabasqueño quien pida disculpas por llevar apellidos españoles, lo que sorprende (y no) es el rechazo de los mexicanos.

El diario mexicano El Universal hizo un sondeo, y el 67% de los lectores que lo respondieron, opinó que el rey de España no debe pedir disculpas a México. Solo un 24 por ciento estuvo a favor de la petición de López Obrador. Políticos e intelectuales asumieron también esta posición.  

Apenas algunas voces se levantaron para defender la iniciativa de López Obrador con algo de inteligencia:

Antes que algún periódico mexicano, el diario español El País consignó la opinión de Enrique Márquez, poeta potosino y jefe de la diplomacia cultural mexicana, quien en entrevista matizó la solicitud de López Obrador: Enrique Márquez: “Es mejor la polémica que el olvido”, cabeceó el rotativo ibérico.

La Agencia de Noticias del Estado Mexicano, Notimex, divulgó la opinión del poeta y editor José María Espinasa (descendiente de españoles refugiados en México durante la Guerra Civil) bajo el título Respuesta torpe del Rey de España a AMLO: José María Espinasa. Pocos medios la retomaron.

En cambio, proliferaron opiniones como la de los expresidentes Vicente Fox quien dijo que López Obrador hizo el ridículo ante tal petición; o Felipe Calderón que aseguró que la Conquista está zanjada.

Enrique Márquez fue cauto ante los cuestionamientos de Jorge Morla, colaborador de El País, y reprodujo el discurso presidencial que fundamenta la solicitud:

¿Cree que los mexicanos comparten la idea de López Obrador de que España debe pedir perdón por los abusos de la conquista?

Mire, aquí lo importante es que es una iniciativa que mueve a la polémica, a la inquietud… habría sectores en España y en México que evidentemente preferirían la indiferencia y el olvido a polemizar sobre hechos históricos. Bueno, se van a celebrar los 500 años de la llegada de Hernán Cortés a México. Es una oportunidad para revisar la historia… para reacercarnos. La intención del presidente López Obrador, más allá del texto, es que no caigamos en la indiferencia y el olvido. Esto nos va a permitir reconciliarnos a través de la memoria histórica.

¿Y cree que López Obrador tiene derecho a hacer ese planteamiento?

Claro. El mismo que tuvo Barack Obama en 2016 cuando va a Hiroshima. El mismo que Willy Brandt en el 70 cuando se arrodilla ante el memorial del Holocausto.

Pero esos hechos son más recientes, había víctimas dueñas de un relato. Ahora hablamos de hechos de hace 500 años difíciles de calibrar. Al gobierno español le ha causado un gran malestar. ¿Qué opina de su respuesta?

Bueno, es natural esta inquietud. Estamos un día después de la propuesta, es natural, pero creo que es más importante que se polemice a que se olvide. La relación entre los dos países es fuerte.

En lo personal, ¿cree que este es un tema que la gente de la calle tiene en la cabeza?

La generación última… habría que preguntarle qué opina de la conquista. El propio término, conquista, ¿qué quiere decir a día de hoy? Justamente la celebración de coloquios y discusiones que proponemos en el marco del quinto centenario tienen que ver con documentar el conocimiento a quienes no tienen la cercanía con los hechos. Debemos acudir al expediente histórico para revisarlo y discutirlo. Mejor una polémica que un olvido. Es más sana, y en el caso de España y México siempre nos ha acercado.

Por su parte, José María Espinasa, poeta y editor, fue mucho más enfático:

“Esa reacción no es más que un ejemplo del mal momento por el que pasa la política española; pudo haber hecho lo mismo con más inteligencia, mayor elegancia y mucha profundidad”, dijo el editor y crítico literario a Notimex.

Espinasa es descendiente de inmigrantes que llegaron a México en el exilio español, producto de la Guerra Civil en ese país de 1936 a 1939. Desde su perspectiva, el país ibérico pasa por un momento muy conservador. En ese sentido aseguró que “España está gobernada por la Derecha… y los partidos de Izquierda también son de Derecha”.

Para él la respuesta del gobierno español ha sido torpe, triste y lamentable, e hizo votos porque las autoridades encabezadas por el Rey Felipe VI de España puedan recapacitar y se genere un diálogo sensato, constructivo e inteligente entre ambos países.

Reconoció que si bien la petición del presidente López Obrador pudo ser sorpresiva e intempestiva, lo real es que toca un tema que está presente.

“Han pasado 500 años pero la herida está ahí, y no costaba nada profundizar y pensar en ella, como hicieron con los árabes o los sefaradís, pero el conservadurismo español, en este momento, les impide no digamos pensar bien, simplemente, pensar”.

Explotación

Quienes critican la petición de López Obrador, sostienen que los abusos los cometieron solo los españoles que vinieron a América, pero esto no es tan simple. La guerra de Conquista duró dos años, pero el periodo de dominación se extendió por tres siglos, y es falso que esa dominación y esos agravios solo los hayan ejercido los españoles que vinieron a la Nueva España.

España extenuó la riqueza de América en sus guerras religiosas: “El calvinismo había hecho presa de Holanda, Inglaterra y Francia, y los turcos encarnaban el peligro del retorno de la religión de Alá. El salvacionismo costaba caro: los pocos objetos de oro y plata, maravillas del arte americano, que no llegaban ya fundidos desde México y el Perú, eran rápidamente arrancados de la Casa de Contratación de Sevilla y arrojados a las bocas de los hornos”, relata Eduardo Galeano en “Las venas abiertas de América Latina”, y donde también señala que la monarquía y los capitalistas españoles dilapidaron esa riqueza que fue mal administrada.

Trauma cultural

Octavio Paz, en El Laberinto de la soledad, afirma que no es forzado decir que “la Conquista fue una violación, no solamente en el sentido histórico, sino en la propia carne de las indias.

La Malinche o Doña Marina, como la bautizó Hernán Cortés, “se ha convertido en una figura que representa a las indias, fascinadas, violadas o seducidas por los españoles. Y del mismo modo que el niño no perdona a su madre que lo abandone para ir en busca de su padre, el pueblo mexicano no perdona su traición a la Malinche.

En este sentido sostiene que hay “una voluntad mexicana de vivir cerrados al exterior, (…) pero sobre todo cerrados frente al pasado (…) condenamos nuestro origen y renegamos de nuestro hibridismo. La extraña permanencia de Cortés y la Malinche en la imaginación y la sensibilidad de los mexicanos revela que son algo más que figuras históricas: son símbolos de un conflicto secreto que aún no hemos resuelto. Al repudiar a la malinche (…) el mexicano rompe sus ligas con el pasado, reniega de su origen”.

Más adelante añade: “la tesis hispanista, que nos hace descender de Cortés con excepción de la Malinche es el patrimonio de unos cuantos extravagantes –que ni siquiera son blancos puros-. Y otro tanto se puede decir de la propaganda indigenista, que también está sostenida por criollos y mestizos maniáticos, sin que jamás los indios le hayan prestado atención”.

Dice Paz, “se contempla la Conquista desde la perspectiva indígena o de la española (…) Si México nace en el siglo XVI, hay que convenir que es hijo de una doble violencia imperial y unitaria: la de los aztecas y la de los españoles”.

El Nobel mexicano, señala que “si los españoles no exterminaron a los indios fue porque necesitaban la mano de obra nativa para el cultivo de los grandes feudos y la explotación minera. Los indios eran bienes que no convenía malgastar. Es difícil que a esta consideración se hayan mezclado otras de carácter humanitario. Semejante hipótesis hará sonreír a quien conozca la conducta de los encomenderos con los indígenas”.

Octavio Paz reconoce, como muchos que han salido en defensa de la  –equivocadamente llamada- Madre Patria, que la diferencia de la Nueva España con las colonias sajonas es radical “la Nueva España, -dice- conoció muchos horrores, pero por lo menos ignoró el más grave de ellos: negarle un sitio, así fuera el último en la escala social a los hombres que la componían”.

Con esto se marca la diferencia con las colonias inglesas que exterminaron a los habitantes originarios de las tierras de las cuales se apoderaron o los redujeron a las llamadas “reservas”.

Pero señala que “También es cierto que la superioridad técnica del mundo colonial y la introducción de formas culturales más ricas y complejas que las mesoamericanas no bastan para justificar una época”.

Sin embargo, admite que “la creación de un orden universal, logro extraordinario de la colonia, sí justifica a esa sociedad y la redime de sus limitaciones.

“La gran poesía colonial, el arte barroco, las Leyes de Indias, los cronistas, historiadores y sabios y, en fin, la arquitectura novohispana, en la que todo, aun los frutos fantásticos y los delirios profanos, se armoniza bajo un orden tan riguroso como amplio, no son sino reflejos del equilibrio de una sociedad en la que también todos los hombres y todas las razas encontraban sitio, justificación y sentido”.

No obstante puntualiza: “No pretendo justificar a la sociedad colonial. En rigor, mientras subsista esta o aquella forma de opresión, ninguna sociedad se justifica”.

“Aspiro a comprenderla como una totalidad viva –dice- y, por eso, contradictoria”

“Del mismo modo me niego a ver en los sacrificios humanos de los aztecas una expresión aislada de crueldad sin relación con el resto de esa civilización: la extracción de corazones y las pirámides monumentales, la escultura y el canibalismo ritual, la poesía y la “guerra florida”, la teocracia y los mitos grandiosos son un todo indisoluble.

“Negar esto es tan infantil como negar el arte gótico o a la poesía provenzal en nombre de la situación de los siervos medievales, negar a Esquilo porque había esclavos en Atenas. La historia tiene la realidad atroz de una pesadilla; la grandeza del hombre consiste en hacer obras hermosas y durables con la sustancia real de esa pesadilla.”

Acaso ahí encuentra su base la petición de López Obrador. La Conquista duró dos años, con sus matanzas y crueldades mutuas, pero la colonia se extendió por tres siglos, tres siglos de explotación y no menos barbarie. Quinientos años después, la sociedad que surgió de ese periodo productivo y bárbaro a la vez, no ha resuelto ese trauma cultural.

El juicio moral sobre la Conquista se ha dado en diversos periodos de la historia, con mayor o menor intensidad, aún durante la misma época de la Colonia. Hay, como en toda cuestión humana, argumentos a favor y en contra, pero los papeles son muy claros: España nunca se podría llamar a sí misma, víctima de ese proceso.

Sin embargo, a todas luces el debate que ha surgido recientemente, está marcado por los mismos defectos que provocaron ese choque histórico, la incomprensión y la intolerancia.

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#4 Tiempos

Votar entre la razón y la emoción | Columna de León García Lam

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VOLUTA

 

Eso me dijo mi papá:

-Mira Leontino, que lo que guardas en la cabeza no sea lo mismo que guardas en el corazón.

Como muchas cosas que me dijo, no le puse suficiente atención, pero ahora ese mensaje ha logrado escarbar entre todos los recuerdos y salir a flote otra vez.

Interesante: la frase de mi papá tiene razón, pero también tiene emoción. Hace uso de dos recursos -muy humanos- a la vez y los junta y los enreda torciéndolos, pero nunca dejan de ser razón por un lado y emoción por el otro. La frase significa además que la razón tiene su lugar en el cuerpo, sus formas, sus métodos y la emoción los suyos propios. Esto viene muy a cuento con la época de elecciones en la que nos encontramos.

Como una especie de vicio raro, leo con pulsión desmedida todas las columnas de opinión que mi escaso tiempo me permite. Leí, por ejemplo, la columna de mi amigo Octavio Mendoza (Astrolabio) que trata acerca de las complejas motivaciones del votante: a la mera hora, ahí escondido detrás de una cortina de plástico, el elector tacha la opción que durante meses dijo que no iba a elegir. Si un votante hace eso, no pasa nada, es como una gota de agua rebelde que lucha contra las olas del mar. La cosa se pone buena, cuando esto mismo no lo hace uno sino 5 millones de votantes. Entonces, las alarmas se encienden, los encuestadores se arrancan los pelos y se desatan los programas de opinión, que a mí me encantan, tratando de explicar lo que antes parecía imposible.

Sí, efectivamente, las masas actúan caprichosamente. No razonan. Solo actúan motivadas por sentimientos básicos como el odio, el miedo, el rencor, la venganza o el gusto. Eso motivó a millones de personas a votar hace seis años y sentimientos similares moverán a millones de personas a votar este domingo.

Por otro lado, si lo pensamos bien (lo razonamos) ¿de qué sirve ir a votar? Alguien va a ganar de todos modos y quien gane no hará que el mundo, el país, el Estado, el municipio cambien. Todos sabemos que las campañas se hacen de puras promesas que ni siquiera se piensan cumplir. Como un signo más del apocalipsis, la calidad de los candidatos de todos los partidos empeora cada elección y se nos presentan cada vez más incultos, cínicos y simplones y si seguimos pensando así, no solo se nos quitarán las ganas de votar sino de vivir.

Ambas situaciones que he presentado aquí: votar motivado por el rencor y no salir a votar porque “no sirve para nada”, significan hacer de tripas corazón, o sea poner la pasión en la cabeza y la razón en el corazón y así todo se descompone.

Para que la democracia funcione se requiere que la motivación de votar sea algo que está por encima de nuestros intereses personales: nuestros hijos, nuestra comunidad, nuestro entorno. Salir a votar no puede ser un asunto de la razón, menos aún de las razones personales, sino de la pasión ciudadana, del amor por la patria, por la matria, por la familia. El resultado aquí no es lo que importa, sino nuestra obligación a participar.

¿Por quién votamos? Aquí debe entrar la razón desapasionada. Votar por rencor o votar por conveniencia personal no sirve para elegir al mejor gobernante. Lo que se requiere, en ese momento justo de estar a solas con nuestra boleta y el crayón en la mano es razonar fría y calculadoramente el sentido de nuestro voto.

Es el corazón quien levanta del sillón al elector, lo saca de la comodidad de su casa y lo lleva a la casilla. Ya estando en la mampara, la razón toma la mano del votante y lo hace elegir si no la mejor, la menos mala de las opciones que tenemos. Después de que le marcan el dedo con la famosísima tinta indeleble (por cierto, invento mexicano) queda en el votante, una extraña satisfacción de haber cumplido de la mejor manera posible.

Yo creo que vamos bien, si tomamos en cuenta que la democracia se tarda unos 400 años en dar resultados.

Querida culta lectora de La Orquesta, que tenga felices votaciones este domingo

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#4 Tiempos

¿Existe la ciencia neoliberal? | Columna de León García Lam

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VOLUTA

 

Una polarización creciente se ha cernido sobre el mundo y ha generado una guerra de trincheras por todas partes, que si la derecha, que si los conservadores, que si los musulmanes, que si metemos a la cárcel a los que le caen gordos a la tía Tatis, etcétera. Las multitudes se abalanzan a opinar. Usted no, por supuesto, estimada y culta lectora de La Orquesta. Usted y yo no caemos en esa trampa de la opinión sin ton ni son que nos polariza. Sin embargo, quisiera ofrecerle el humilde punto de vista de un antropólogo acerca de la polémica sobre ciencia e ideología. El nuevo CONACYT con H (CONAHCYT) ha acusado a sus antecesores de practicar una ciencia neoliberal y muchos científicos afirman que tal cosa no puede existir, pues la ciencia no tiene ideología.

Una de las grandes fortalezas de la ciencia —virtud que nunca se le ha visto a un diputado— es que es capaz de reconocer sus errores. La ciencia constantemente se inmola a sí misma sobre sus antecedentes. Es capaz de decirse y desdecirse. Esta virtud se basa en un principio de objetividad. La ciencia es capaz de desapasionarse. Es decir, puede reconocer un resultado, aunque este no sea el esperado o resulte adverso a las emociones, afectos o creencias de sus investigadores. Aquí se puede recordar al gran Lineo, quien empeñado en demostrar que en la naturaleza había un orden establecido por Dios, diseñó una clasificación de plantas que terminó por sentar las bases de la teoría evolutiva.

Por eso, la ciencia es capaz de observar objetivamente toda clase de fenómenos y por eso se dice con toda razón que los intereses científicos son ajenos a cualquier ideología.

Sin embargo, la ciencia no solo observa objetivamente átomos, moléculas, células, planetas o microbios. También observa seres humanos, lo cual significa dejar de lado el microscopio y usar el espejo para vernos a nosotros mismos. Las ciencias sociales observan no solo a otros seres humanos, sino a seres humanos que observan a otros seres humanos y esto genera una reflexión muy compleja.

Los colegas físicos, químicos o astrónomos están acostumbrados a una observación directa de los fenómenos que estudian. Los científicos sociales estamos habituados a considerarnos a nosotros mismos en la observación. Esto produce dos visiones científicas de la misma ciencia. Una que supone a la ciencia como una tarea objetiva, neutra y desinteresada y otra que cobra conciencia de cómo los intereses humanos guían a la investigación científica. Entonces para responder a la pregunta ¿existe la ciencia neoliberal? La respuesta llana es sí, sí existe. Hay intereses neoliberales fortaleciendo intencionalmente a ciertos temas científicos. Aun más: hay científicos con intenciones neoliberales practicando ciencia objetiva. Disculpe culta lectora de La Orquesta que dejé abandonado el tema de qué significa ser neoliberal para otra Voluta.

A pesar de la eficacia del método científico y su asombrosa capacidad para dar nos conocimientos objetivos, hay suficiente evidencia de que las ideologías de los estados nacionales, las religiones y los intereses económicos juegan un papel fundamental en la llamada ciencia de frontera

. La película de Oppenheimer visualiza cómo es que los políticos (y las situaciones históricas por las que atraviesan) manipulan y controlan los avances científicos. Se puede afirmar que el interés científico por la física cuántica no proviene de un interés neutral, sino absolutamente político. No puede existir tal interés inocente o neutro por la ciencia, pues los intereses científicos son dirigidos por intenciones económicas y militares. Una vez reconocida la injerencia de otros aspectos no científicos en la ciencia, habrá que decir que no sólo se trata de acusar al capitalismo o al neoliberalismo como manipuladores del interés científico, sino que también el comunismo, el BRICS y el alter mundo dirige a sus científicos con los mismos intereses económicos y militares.

Las universidades, los centros de investigación, los laboratorios y hasta las bibliotecas responden a los intereses ideológicos de los estados. Abundan los ejemplos: la relación entre las agencias espaciales y los consejos de seguridad, los avances biomédicos, la inteligencia artificial, etcétera.

En otras palabras, la trinchera de discusión que en México se ha abierto intenta responder la pregunta, la ciencia mexicana ¿a quién debe responder? ¿A la sociedad? ¿Al Estado? ¿A sí misma? Si es el Estado quién financia las becas y las estancias de investigación ¿no debe ser entonces quien regule y quien determine los intereses a investigar? Si la ciencia es útil, ¿no debiera dirigirse sus investigaciones al servicio de la sociedad? Pero ¿en verdad la ciencia debe ser útil o debe promoverse la libertad de investigación con independencia de su utilidad? No lo sé.

Por un lado, está la ingenuidad, creer o querer creer que es posible una ciencia desinteresada y desvinculada de los intereses nacionales o globales; por otro, está el terrible pragmatismo que pone a la ciencia como una sirviente del Estado y peor, la constricción a todo espíritu creativo que desee investigar algo y que no responda a los parámetros de la caprichosa sociedad que la mantiene.

En mi opinión, de antropólogo, pero que no necesariamente coincide con mis colegas de profesión y formando parte del fenómeno del que me quejaba al principio, montando el caballo loco de la opinomanía, pienso que la solución es que nuestro sistema mexicano de investigación científica debiera ser lo suficientemente abierto para que coexistamos tanto aquellos investigadores que colaboran entusiastamente en los intereses que atañen al estado mexicano (y que logren por fin la vacuna Patria y los respiradores Écahtl), pero también aquellos que trabajan para intereses corporativos o empresariales y quienes hacemos ciencia artesanal (la cual explicaré en otra ocasión).

Estoy convencido de que, en la tolerancia a la diversidad de posturas y en que, en nuestro país TODAS tengan una posible expresión y posibilidad pública, está la clave ¿y usted qué opina?

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#4 Tiempos

Xantolo 2023, viejos dilemas a nuevas tradiciones | Columna de León García Lam

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VOLUTA

 

Hace un año me llamaron para una entrevista por MG Radio. Jesús Aguilar me preguntó acerca de la importancia cultural del Xantolo, sin embargo sus preguntas poco me permitieron responder lo que con sinceridad pienso. Por ello, un año más tarde, escribo esta columna, para preguntarme y responderme lo que considero que debe ser preguntado y respondido acerca del famoso Xantolo.

 

Pregunta número 1: ¿Qué es el Xantolo y por qué se le considera tradición de San Luis Potosí?

No existe una tradición de día de muertos que se llame Xantolo, al parecer el término proviene del latín sanctorum (Sancta Sanctorum) y el término refiere a los objetos más sagrados de los templos judíos, vaya a usted a saber qué enredos ocurrieron para que se confundiera al sanctorum con xantolo. Lo que sí, es que en las cabeceras municipales (que no son indígenas) se impuso este nombre para llamarle al festival que organiza el municipio cada año: concurso de altar de muertos, concurso de comparsas, etcétera. Puedo asegurar, estimada y culta lectora de La Orquesta, que la fiesta de las cabeceras municipales, poco tiene de semejanza con lo que ocurre en las comunidades indígenas.

 

Pregunta número 2 ¿Entonces el Xantolo es una falsa tradición? ¿Cómo podemos conocer la verdadera tradición del día de muertos?

Tampoco existen las tradiciones falsas, sino más bien existen las tradiciones inventadas. Es muy común que todo aquello que se presenta como “tradicional” sirve como discurso para legitimar al poder en turno. Los gobiernos parten de crear mitos fundacionales tales como “respetar las raíces” o “preservar las tradiciones” y de ahí a la creación de rituales públicos, como desfiles, procesiones, actos solemnes, etcétera. Todos esas festividades son rituales sin religión, generalmente huecas y vacías, pero efectivas. ¿No le parece raro que esos mismos jóvenes que rechazan todo legado cultural estén encantados en celebrar -según ellos- la tradición del xantolo?

 

Pregunta número 3: ¿Cómo se vive el día de muertos en las comunidades indígenas?

Primero, se vive en comunidad. Segundo, la idea principal es compartir con los difuntos tamales, dulces, chocolate o atole. Las comparsas representan a los ancestros que vienen del otro mundo y llegan a la comunidad.

 

Ahora, le comparto la carta de una ciudadana que me escribió lo siguiente:

Estimado antrop. León García Lam

Quiero contarle lo que ocurre en mi colonia y saber qué opina usted: Mi vecina de junto pone un altar a la Santa Muerte y el día 2 de noviembre saca al esqueleto para organizarle mitote y jolgorio; lo mismo hace con San Juditas, baile con caguamas, mujeres borrachas y pleito. Yo pienso que todo esto está muy mal, porque esta señora confunde la devoción católica con algo parecido a la brujería o el satanismo. 

Yo pongo altar de muertos, tradicional, como se ponía en el rancho de mi abuelita. En una mesa pongo los retratos de los que ya se fueron, con velas, agua y ofrendas para que los difuntos coman y beban, pues tienen sed. Esa es mi creencia católica y pienso que es la que está bien porque es la más tradicional.

El problema es que frente a los domicilios de nosotras, vive una señora, muy seria y recatada que es hermana protestante y dice de nosotras dos, que adoramos al diablo y a la muerte. Yo por más que le explico que lo que yo hago es muy diferente de lo que mi vecina de al lado hace, ella dice que somos igualmente adoradoras de satanás.

¿Usted qué opina Antrop. Lam? ¿Cuál es la verdadera tradición?

 

Mi respuesta es que, de ahora en adelante, hay que llamarle a todo esto “Xantolo”.

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