#4 Tiempos
Recomendaciones del cine de Ridley Scott | Columna de Mario Candia
APUNTES DE UN CINEÓFITO
Los Duelistas ( The Duellist. 1977) Historia épica que se hace interminable en el tiempo y que se convierte en un duelo sin fin, obsesivo, obcecado. Duelo que desembocará en un orgullo y en una envidia entre dos oficiales del mismo ejército. El relato corto de Conrad, se centra en las motivaciones y los sentimientos de sus protagonistas, Feraud (impulsivo, rencoroso, violento) y D’Hubert (reflexivo, sensible, humano) sólo coinciden en su amor al ejército y a Napoleón ya que son arquetipos opuestos. Ridley Scott exprimió el jugo de este relato corto hasta su última gota. Su calidad visual recuerda al maestro Kubrick en su obra maestra Barry Lyndon (1975). Cada fotograma nos remite a los cuadros de pintores británicos del siglo XVIII. Y en cuanto a la narración no excede el tiempo marcado en la obra escrita en negro sobre blanco, salvando las distancias entre el tiempo fílmico y el tiempo literario. Metáfora sobre lo inútil de las guerras, de las luchas. Dos personalidades enmarcadas en un contexto histórico que sirven al escritor y al realizador para explorar el alma humana.
Balde Runner (1982) Esta cinta existe para demostrar que la Ciencia Ficción no es un género menor. La belleza plástica de cada fotograma sin excepción se conjuga perfectamente con la sugerente música de Vangelis y con una historia que habla con palabras mayores: vida, amor y muerte, el núcleo de la existencia humana. Esta magistral película nos deja frases y escenas para la posteridad, como la de Tyrell y Roy, cual doctor Frankenstein y su monstruo, momento álgido entre el dios de la electromecánica y su perfecta creación; la del test Voight-Kampff a una Rachael interpretada deliciosamente por Sean Young y que es la parte más fiel a la novela original “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?” de Philip K. Dick, ampliamente superada en la versión de celuloide; o esa otra en la que un más que expresivo Rutger Hauer comienza a decir “He visto cosas que vosotros no creeríais…”, ante un perplejo Deckard, para culminar en un plano de su rostro bajo la lluvia y el vuelo de la paloma hacia un cielo gris. “Lástima que no pueda vivir, pero… ¿quién vive?” sentenciará después el policía interpretado por Edward James Olmos a un Harrison Ford en el mejor papel de toda su carrera cinematográfica. Y es esta última frase la que condensa toda la película al mismo tiempo que nos abofetea con un hecho irrefutable, triste pero hermoso.
Thelma and Louise (1991) Dos amigas no sólo huyen de la justicia; huyen también de sus rutinarias vidas anteriores y de sus tristes relaciones. A través de un conjunto de desafortunadas casualidades que las pondrán en el punto de mira del inspector Hal (Harve y Keitel), sus vidas comenzarán a ser realmente emocionantes. La liberación de Thelma y Louise
es interpretada por muchos como un alegato feminista. Se entiende perfectamente al ver la fauna de personajes machistas que se van encontrando, pero no hace falta ser tan radical como para tachar a la película con ese adjetivo. Ridley Scott muestra a los hombres demasiado estereotipados, quitándoles toda la personalidad y haciéndolos tan planos y tan simples que es inevitable darse cuenta de que las dos amigas hacen lo correcto, y parece que todos sus actos están justificados. Las dos protagonistas componen una de las grandes parejas Icono en la Historia del Cine, crean dos heroínas de una fortaleza y empatía cumbre, diferentes entre sí y complementarias, y las dos evolucionando mediante lo que les va aconteciendo. Susan Sarandon como Louise es la voz de la experiencia, cínica, adusta, harta de un novio que no se compromete, parece segura de sí misma, y ello arrastrando un pasado sombrío en Texas del que nunca sabremos, la actriz desborda naturalidad, visceralidad, mundo interior, sabiendo mostrar su despertare a una vida nueva de modo espléndido. Geena Davis es Thelma, una ordinaria ama de casa asfixiada por una marido que la trata como un trapo, en el viaje se irá mostrando, espontánea, divertida, lujuriosa, vivaracha, enérgica, explosiva, maravillosa actuación que enciende la pantalla, las dos construyen una compenetración extraordinaria, carismáticas, majestuosas, luminosas. Imperdible.American Gangster (2007) Ridley Scott nos ofrece cine noir del bueno basado en hechos reales. Scott logra sumergirnos en el ambiente de corrupción vivido en Nueva York en los años sesenta y principios de los setenta, donde la droga era el sustento no sólo de gangsters, sino también de muchos policías que no paraban de aceptar sobornos. En este contexto tenemos las vidas de dos hombres: un delincuente que logra hacerse un nombre al más puro estilo Al Pacino en Scarface (De Palma. 1983) y un eficiente, íntegro y duro policía, parecido a Harry el Sucio (Siegel. 1971)en cuanto a que su único interés es hacer las cosas del modo correcto. Denzel Washington y Russell Crowe se encargan, respectivamente, de dichos personajes, logrando la altura interpretativa que uno espera de estos dos grandes del cine. Rodeados de un muy buen elenco de secundarios y de un guion sobrio, potente y muy realista, Washington y Crowe sacan lo mejor de sí mismos consiguiendo que toda la producción pueda definirse como de muy alta calidad. Masterpiece.
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#4 Tiempos
Editorial de La Orquesta: Caso Omar
No se puede ser a medias. “A los tibios los vomito”, hasta la Biblia lo dice.
Todas las veces hemos estado y estaremos en la misma postura: que más que nuestra línea editorial es esta una obligación en coherencia con la integridad de las personas que conformamos el medio La Orquesta. MX.
Condenamos y reprobamos por todo lo alto el ataque que denunció hoy el periodista de nombre Omar Niño en contra de un funcionario gubernamental.
Callarlo o ignorar el asunto sería lo mismo que avalarlo y al mismo tiempo un acto de deshonestidad profesional. Ni a Omar ni a ningún periodista en ninguna latitud se le puede atacar y desde esta editorial exigimos por todo lo que vale sean atendidas las denuncias y se llegue a las últimas consecuencias.
Así lo hicimos también con el caso de la también periodista que ha denunciado al propio Omar como un violentador de mujeres y lo decimos fuerte y claro: nosotros no juzgamos, denunciamos.
Que quede claro: tanto le creemos a “Ana N.” como le creemos a Omar. En ambos casos exigimos con la misma firmeza la justicia, que ni gramo de venganza ni gramo de escarnio, que para eso nos hacemos llamar sociedad civilizada.
Podremos o no coincidir con Omar y sus estilos, eso no es lo que está en tela de juicio y respetaremos siempre el periodismo militante que ejerce y siempre defenderemos el absoluto derecho que lo ampara y nos ampara a todos para hacerlo como a cada quien convenga siempre y cuando sea con método, integridad y verdad.
Ni la autoridad ni el gremio podemos dejar pasar esto.
Exigimos se siente precedente, se investigue y en su caso se castigue. Si alguien miente también se exhiba y que cada parte goce de su derecho de ser vencido en juicio.
En congruencia, también debemos decir la contraparte de las cosas porque justamente así debe ser el periodismo.
En la estepa hay hienas y también hay leones. No desconocemos a ninguna de las dos especies.
Omar ha cumplido en cada ocasión de acuerdo a su naturaleza. No esperábamos más… y no es león.
Sin embargo, ni la hiena más miserable y harta de añorar carroña, se atreve a responder ataques con la más carroñera y tramposa bajeza.
¿Qué necesidad de recordar suicidios o muertes para herir desde lo escatológico?
Desde nuestro peculiar (y objetable punto de vista) el hombre como humanidad sabe y debe resolver sus conflictos con una exigencia mayor al resto de la creación solo por la gracia que nos han concedido de tener conciencia.
Pero por eso hay carroña para unos, reinado para otros y estepa para todos. Naturaleza.
Se vale confundir de vez en cuando el cilantro con el perejil.
La gimnasia con la magnesia
Pero jamás el cariño con el deseo, y mucho menos los regalos con las deudas.
El colmo, es no distinguir entre lo valiente… y lo corriente.
Ni uno más.
Libertad de expresión siempre.
Jorge Saldaña
Director General
(Firmada como siempre)
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#4 Tiempos
El Todo, la Nada y Dios | Columna de Juan Jesús Priego
LETRAS minúsculas
Cuando un autor, por ponerse a tono con los tiempos que corren, empieza a hablar de «la Suprema Energía» o de «la Armonía Infinita» para no tener que pronunciar el nombre de Dios, yo cierro inmediatamente su libro y lo tiro por el balcón.
Hace poco, por ejemplo, tuve entre mis manos una obra de considerables dimensiones en cuyo prólogo podía leerse la siguiente advertencia: «Lector, sea lo que sea en lo que creas: en el Gran Todo o en la Gran Nada», etcétera… ¡Y el libro, sin embargo, pertenecía a una colección de espiritualidad supuestamente cristiana! Inmediatamente me deshice de él. Porque, ¿qué es el Gran Todo y qué la Gran Nada? ¿Alguien podría explicármelo?
En otro libro que me regalaron algún tiempo atrás, leí también: «¡Pídele al Universo!». ¡Pero si el Universo no oye ni habla! ¿Para qué voy a perder mi tiempo hablándole si el Universo es lo más indiferente que pueda haber? ¡Hablar con el Universo sería un acto tan loco como ponerme a conversar con las piedras, y hablar con la Energía algo tan carente de sentido como querer entablar un diálogo afectuoso con el foco de la cocina!
Cuando yo era niño y mi padre me hablaba de Dios, yo me imaginaba a un señor de largas barbas blancas mirándome desde el cielo. Y cuando le rezaba, yo sabía que era escuchado. ¿Que ésta era una representación de Dios bastante ingenua e infantil? Sí, por supuesto que lo era, pero que no se equivocaba en lo esencial, es decir, en concebir a Dios como una Persona que oye, ama, escucha y habla. A un Dios así yo podía expresarle mis miedos y rezarle, contarle mis penas e invocarlo. Pero, ¿qué se puede hacer con el Gran Todo? A esa “Armonía Universal”, ¿qué le puedo decir y, sobre todo, qué me puede ella responder? Con la “Energía Suprema” no es posible tejer ninguna relación de amor, como no es posible tejerla, por ejemplo, con esa fuerza que ilumina mi casa y que se llama electricidad.
Cuando Dios se reveló a Moisés, lo hizo valiéndose de un pronombre absolutamente personal: Yo. «Yo soy el Dios de tu padres» (Éxodo 3,6). Y la energía, por infinita que sea, ¿cómo podría decir lo mismo? ¿Puede acaso el Todo decir Yo? ¿Puede, por lo menos, decir algo? En los libros de autosuperación posmodernos es hoy muy común hablar de Dios con un lenguaje vago y cobarde. Los autores lo llaman «Fuerza», «Armonía», etcétera. Y lo hacen así para estar a salvo de cualquier llamamiento que Dios pueda hacerles tanto a ellos como a los lectores de sus libros, y de este modo su libertad soberana queda perfectamente a salvo. Por lo pronto, jamás de un Dios entendido como Pura Fuerza podrán escuchar palabras como éstas: «Ahora, pues, anda; te envío a Faraón para que saques a mi pueblo de Egipto» (Éxodo 3, 10). El Dios vivo, el Dios bíblico da, pero también pide; salva, pero también llama. En cambio, la «Suprema Energía», ¿qué puede pedirles? Nada. Y, para ellos, es mejor así.
Hace poco escuchaba consternado lo que decía por la radio una mujer: «¡Amigos, alégrense! Hoy inicia el año chino de los sapos. ¿No es fenomenal?». A mí no me pareció nada fenomenal que fuera el año chino de los sapos, pues no sé qué tienen ellos que ver conmigo, pero aclaró mis dudas y confirmó mis sospechas de que lo que los hombres de hoy quieren, sobre todo, es alguien que les ayude y les proteja, pero alguien que no pueda pedirles nunca nada. ¿Por qué no, entonces, confiarse a los sapos? Sí, después de todo, ¿por qué no? Viéndolo bien, Moisés bien pudo, ante la zarza ardiente, haber dicho para sus adentros: «¿Qué es esta voz que oigo? Se trata, sin duda, de meras alucinaciones mías a causa de haber dormido mal hace dos noches. ¿O es que tomé un café demasiado espeso? En adelante le diré a mi mujer que no lo cargue tanto y que, si puede, le ponga más canela a manera de sustituto. Bien, Moisés, tú no has oído nada. ¿O qué fue lo que oíste? ¡Nada! Prosigue tu camino en santa paz y que la Suprema Energía ilumine tus pasos».
Pero no, Moisés lo sabía: Dios habla y, en determinadas circunstancias, puede hasta pedir algunas cosas que no nos gustaría nada realizar… ¡Ah, cómo sufrió Moisés por haberse detenido ante aquella zarza que ardía sin consumirse! Pero se detuvo, lleno de curiosidad, y hete aquí que Dios le pidió que fuera a decirle unas cuantas cosas nada menos que a Faraón. ¡Dios mío, y con lo tartamudo y tímido que era!
Nuestros autores posmodernos sienten la necesidad de Dios, pero no pueden permitir que Dios se entrometa en sus vidas, y mucho menos que se las complique. Entonces no saben qué hacer. O mejor dicho, sí que lo saben: simple y sencillamente se ponen a negar que Dios pueda ser una Persona.
El cardenal Jean Daniélou (1905-1974) captó perfectamente en uno de sus libros dónde está la trampa: en que, al despersonalizar a Dios, lo que los hombres quieren en el fondo es escapar de Él. «Una persona –escribió- es un ego viviente que conoce, que quiere, que ama y a quien no se puede, sin hacerle injusticia, tratar como una cosa. Ahora bien, acaso haya que buscar ahí la razón de esa profunda repugnancia de los sabios de este mundo a reconocer en Dios una persona, pues es precisamente en ese título en donde reside el fundamento para que Dios merezca de nosotros, y en grado infinito, ese respeto que debemos a la persona como tal y que en este caso se llama adoración» (Dios y nosotros).
Los que hablan de Dios valiéndose de nombres que lo despersonalizan, reconocen su existencia para no pasar por ateos con almas desnaturalizadas, pero cuidándose mucho de cortar toda posible comunicación con él, y de este modo se libran astutamente de tener que lidiar con sus mandamientos, el primero de los cuales dice así: «Amarás al Señor tu Dios». Y conste que el mandamiento no dice: «Reconocerás su existencia», sino «Amarás», cosa ésta que no se puede hacer con el Todo, ni con la Nada, ni con la Energía, sino sólo con una Persona que nos puede pedir después nueve cosas más…
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#4 Tiempos
Catedrático de ciencias, pionero del heavy metal mexicano | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
Diariamente contribuye a la formación de científicos en la Facultad de Ciencias de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, impartiendo clases de matemáticas superiores y, contribuye a la generación de nuevo conocimiento en el área de sistemas dinámicos aplicados en diferentes áreas de la ciencia. Su vida transcurre, así, entre las matemáticas, y su otra gran pasión: la música, donde iniciara su vida profesional hace justo cuarenta años, al convertirse en uno de los pioneros del heavy metal en México, al crear en 1983 el famoso grupo mexicano Luzbel que fuera un símbolo en este género en nuestro país.
No es de extrañar que veinticinco años después de su debut con Luzbel, formara otro grupo de rock, ahora formado por científicos de San Luis, llamado Los Barbahanes, que nacen en el seno de la Facultad de Ciencias. El Dr. Antonio Morante Lezama, el inquieto matemático y músico, que signó toda una época en el heavy metal en el país, es catedrático de matemáticas en la Facultad de Ciencias de la UASLP donde se formó después de dejar al grupo Luzbel donde fuera el bajo por excelencia durante toda la década de los ochenta y donde sería conocido mundialmente como la Rana Morante. Con Luzbel grabó varios discos que fueron todo un éxito y que en la actualidad siguen recordándose en el ambiente rockero mexicano.
Antonio Morante será el encargado de dictar la tercera charla del trigésimo quinto ciclo de La Ciencia en el Bar que se titula: De Matemático, Músico y Loco que se llevará a cabo el miércoles 29 de marzo en Las Bóvedas en punto de las ocho de la noche. En la charla Antonio Morante nos estará llevando por el mundo de las matemáticas que son la base para el estudio de sistemas complejos que caracterizan la ciencia moderna y su extraña encrucijada con el mundo de la música, camino que en la práctica ha seguido Antonio Morante.
La banda Luzbel, como hemos indicado, fue formada por Antonio Morante junto con el guitarrista Raúl Fernández Greñas, su década de oro, la de los ochenta fue intensa en giras y fue escuchada en todo el país, así como en algunos estados de la Unión Americana, abriendo camino para el rock mexicano el que era acosado de cierto modo por el gobierno mexicano por lo ocurrido por los festivales de rock en la década de los setenta. El bajo de la banda en el lapso de 1983 a 1990 fue tocado por Antonio “La Rana” Morante, hasta que dejara el grupo, para formarse como matemático en la Facultad de Ciencias de la UASLP donde obtuvo su licenciatura en 1998 para continuar con sus estudios de maestría en la propia Facultad de Ciencias donde se graduaría en el año 2000 en la maestría en ciencias aplicadas y posteriormente en el Doctorado en Ciencias Aplicadas en la propia Facultad de Ciencias, para convertirse en profesor investigador en la Facultad de Ciencias de la UASLP, donde ha estado ligado desde su época de estudiante hasta la actualidad donde participa en el Departamento de Matemáticas de la Facultad de Ciencias de la UASLP.
Su línea de trabajo, además de la formación de recursos humanos en ciencias y matemáticas, son los sistemas dinámicos área en la que se formó en el posgrado en matemáticas aplicadas y en el desarrollo y uso de software libre para la enseñanza de las matemáticas. Así sus contribuciones van desde la enseñanza hasta la aplicación de las matemáticas en áreas como la de la salud, al contribuir con el desarrollo de un sensor desechable para medir la presión intraabdominal.
Los esperamos este próximo 29 de marzo a las ocho de la noche en Las Bóvedas, para dejarnos llevar de la mano de Antonio Morante en el apasionante mundo de las matemáticas y de la música, conocer la trayectoria de este gran bajista que allanara el camino para la consolidación del rock en México, su contribución en la enseñanza e investigación de la matemática, papeles que para representarlos luego se piensa que debe uno de estar un poco loco.
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