#4 Tiempos
John Cleese contra el progresismo | Columna de Carlos López Medrano

Luces de variedad
El gran comediante inglés John Cleese montó en cólera luego de que el servicio de streaming UKTV, propiedad de la BBC, retiró de la plataforma uno de los episodios de Fawlty Towers, serie que escribió y protagonizó en la segunda mitad de los años setenta. La corporación tumbó el capítulo temporalmente como un acto de conciencia debido a los estereotipos que contenía, así como por el lenguaje racista empleado por el mayor Gowen, un personaje septuagenario que, en teoría, debía entenderse como tal, alguien fuera de sí, ya con demencia, gagá. La decisión de la BBC llegó en medio de una atmósfera censora que se percibe a escala global, una arremetida de algunos sectores de la población que claman contra aquello que consideran ofensivo, así se trate de un personaje de ficción ridiculizado por un equipo creativo en busca de causar risa, y así, reducirlo. Como manifestación de su inconformidad, Cleese recuperó una cápsula televisiva que protagonizó en 1987 para reivindicar la coalición electoral SDP-Liberal Alliance de tipo centrista. “Es difícil saber si grabé esto hace 30 años o 10 minutos …”, dijo en sus redes sociales. Por la vigencia de su contenido hago una traducción aproximada de aquel mensaje a continuación:
La gran ventaja del extremismo es que te hace sentir bien porque te provee de enemigos. Déjame explicarte, la gran cosa de tener enemigos es que puedes pretender que todo lo malo en el mundo está en tus enemigos y todo lo bueno en el mundo está dentro de ti. ¿Es atractivo, no es así? De este modo si tienes mucho enojo y resentimiento […] puedes justificar tu propio comportamiento incivilizado solo porque estos enemigos tuyos son muy malas personas, y si no fuera por ellos, tú en realidad serías bondadoso, cortés y racional todo el tiempo. Así que, si quieres sentirte bien, conviértete en un extremista. Ahora bien, tienes que tomar una decisión. Si te afilias a la extrema izquierda, recibirás una lista de enemigos autorizados: casi cualquier tipo de autoridad, en especial la policía, el distrito financiero, los estadounidenses, los jueces, las corporaciones multinacionales, las escuelas públicas, los peleteros, los dueños de periódicos, los cazadores de zorros, los generales, los traidores de clase y, por supuesto, los moderados. Si prefieres la extrema derecha, ellos también tienen su propia lista, una que incluye a los ruidosos grupos minoritarios, los sindicatos, Rusia, los raros, los manifestantes, las sanguijuelas de la asistencia social, el clero entrometido, los blandengues pacifistas, la BBC, los huelguistas, los trabajadores sociales, los comunistas y, por supuesto, los moderados.
Era difícil pronosticar un nuevo auge de los extremismos para un año como el 2020, tan redondo en su nomenclatura y de promesa futurista. A estas alturas se antojaba un espacio con mayor civilidad y con coches voladores… al final ni una cosa ni la otra. Avances muchos, pero también una fuerte regresión. Una que preocupa de forma considerable es la de la gente incapaz de medir el arte, la ficción y el entretenimiento en sus propios términos y que es incapaz de entender un asunto que resulta fundamental para no provocar revueltas y descabezamientos cotidianos: los seres humanos cargan sin excepción muchos defectos y, algunos de ellos, actitudes repudiables. Ante ellos, con frecuencia autores o personajes históricos, no corresponde la quema irreflexiva del legado ni la supresión inmediata de sus representaciones, por el mero hecho de que bajo esa exigencia en la que solo sobrevive lo puro, lo inmaculado, al final nos quedaríamos sin nada, incluyendo de obra sublime que trasciende a sus creadores. Hay límites, claro, pero conviene analizar caso por caso antes de caer en una ola irreflexiva.
La modernidad presenta anomalías para aquellos que siguen creyendo en una historia lineal que conduce al jardín de rosas. Un siglo después hemos sido incapaces de emular la gracia de 1920, la vida del exceso, el sentido del humor, el encanto de la frivolidad. Entender que no todo debe provocar un cisma y que una ración de ligereza resulta necesaria para sobrevivir, para conservar los nervios fuertes y, entonces sí, luchar por lo verdaderamente importante, no por fruslerías. Tal vez nos hizo falta el guiño de las flappers y a más de uno le urge un martini para relajarse. En cambio, tenemos mucha amargura, algunas veces justificada, otra más un despropósito. La indignación se ha vuelto también, hay que decirlo, un modo de vida, una eficaz maniobra para obtener prebendas, cariño y aplausos de la muchedumbre, jugar al activista u obtener contratos para salir en conferencias, instituciones o en televisión. Prolifera también la imputación de etiquetas atroces que aparecen con total ligereza hasta que pierden su significado, haciendo que los verdaderos trúhanes acaben por camuflarse entre la colectividad de los malos, que a juicio de los extremistas son todos ya, salvo ellos mismos y los que comparten sus opiniones.
Es curioso: el arrecio de la corrección política no proviene más de aquella caricatura que otrora se hacía de los ancianos cascarrabias, religiosos de la vela perpetua que en su versión contemporánea resultaron moderados en comparación a la progresía del joven comprometido y tirado a la calle y a las plataformas virtuales como justiciero social. La víctima de estos dictaminadores puede ser la película favorita de tu abuelo, a la que no se les ocurre calibrar como una expresión de su tiempo, sino un producto al que se deben aplicar los barómetros actuales o, mejor dicho, los de su propia invención. Si no pasa la prueba, ha de ser censurada o se le debe poner algún mensajito de contexto y advertencia, elaborado por los de su estirpe, para avisar al público, que es tonto y no listo como ellos, de lo que viene a continuación. O puede que un comediante se haya burlado de lo que no debe ser burlado (y esto lo eligen los correctos) y, por tanto, su carrera debe ser arruinada. No es necesario ir a plantarse a su casa ni soltarle de golpes, basta el asfixio social, mediático, el amedrentamiento de armar escándalo por aquí y por allá, revisar minuciosamente tu pasado hasta encontrar el desliz que cualquier persona medianamente expresiva llega a tener. Y exhibirte. Los progresistas se dan palmaditas en la espalda los unos a los otros y si no estás de acuerdo, ya se sabe, eres un facho, un machito, un conservador , alguien que debe ser borrado, ridiculizado, suprimido.
Simplifico y mezclo varios ejemplos, el objetivo es dar cuenta de un ambiente extendido (y que lleva ya algunos años con variación de intensidades) que en su asiento refleja lo dicho por John Cleese. Aquel mensaje ochentero es significativo ya en que en él atribuye a la extrema derecha un odio hacia la BBC, un sentimiento que décadas después tiró un capítulo emitido por la propia BBC, pero no debido a presiones de tal espectro ideológico, sino como una determinación que la empresa tomó al interiorizar una coyuntura caldeada por la extrema izquierda. Un hecho semejante, como tantos otros, debe invitar a la reflexión de la sociedad en conjunto, en especial a los que han tomado la destrucción, el arrecio, la quema y el derribo como una forma de anular el pasado y las posturas contrarias; un pasado que, con sus claroscuros, fue lo que fue y que conviene tener en la memoria como una referencia de lo que somos y lo que pudimos ser. No terminar, como temía Orwell, en una dictatura del presente, un delirio que destruye todo lo que hubo antes, que reescribe a sus antepasados, que altera cada registro, cada estatua, cada libro, todo, absolutamente todo, con la salvedad de la tendencia o moralidad actual, aquella en la que el partido, o en este caso el movimiento, siempre tiene la razón. Un movimiento que, conviene recordar, se erige como la representación popular cuando más bien se trata de un conjunto estimable, pero no mayoritario, de personas.
Pese a los posibles costos sociales que ello implique, entrar a la discusión es tan pertinente como enunciar el desacuerdo ante una especie de norma que intenta imponerse. Que no se malinterprete, la crítica de cualquier obra y de cualquier personaje histórico o actual es valiosa y necesaria, lo mismo que el reproche, el boicot o la organización de una protesta que igualmente configura otra esfera de libertad. Y hay cuestiones inadmisibles que hacen bien en permanecer en el basurero de la historia: debemos ser responsables de nuestras palabras y actos y saber que todo tiene una posible consecuencia (aunque igual, el ser humano es imperfecto y sería una locura borrar a cada uno del mapa por sus equívocos sin dar espacio al debido proceso). Refiero, más bien, a las maniobras intimidatorias que algunos grupos se reservan como marca registrada y que imposibilitan el diálogo, el enriquecimiento de la cultura y que suponen un peligro para la expresión; la imposición del pensamiento único, una sola corriente merecedora de la supervivencia que avanza sin contrapeso suficiente. Hay que alzar la voz cuando surja el colmo, la barbarie; fue así como el episodio de Fawlty Towers volvió a estar disponible en UKTV, gracias a que John Cleese abandonó el silencio y puso un alto.
Un riesgo mayor es que el extremismo acabe por enlazarse a políticas gubernamentales. Esto escalaría a una represión del pensamiento a un nivel sistemático. Al promover, por ejemplo, el castigo a los “discursos de odio”, medida en apariencia bondadosa, se pueden colar prácticas de autoritarismo, ya que en su tipificación ambigua se da cabida a censurar a cualquiera que vaya en contra de quienes ostentan el poder y sus satélites sociales (quienes a fin de cuentas deciden qué es “discurso de odio” y qué no lo es), mientras que el canon continúa comiendo más y más terreno.
Si atendemos a lo que dicen los feligreses de la corrección acabaríamos por ser consumidos por ese mismo león al que estamos alimentando. La construcción de la realidad como un cuento de hadas en la que solo entran aquellos que cumplen ciertos parámetros. Un mundo con más limitaciones. Y lo peor, nos quedaríamos sin Fellini, sin José Alfredo Jiménez, sin Céline… sin tantos otros seres que en su individualidad pecadora son, todavía, más relevantes y nutritivos que esa muchedumbre censora que lo mismo en las calles que en las redes clama y se burla para desaparecer aquello con lo que no concuerda. Todo desde una posición ventajosa: la falta de escrutinio que les otorga el anonimato. Pobres de espíritu a los que si uno los revisara con lupa (aunque ni ganas), a lo mejor tampoco salían vivos de las exigencias que imponen a los demás.
También te puede interesar: Demonización de la crítica al gobierno | Columna de Carlos López Medrano
#4 Tiempos
El secuestro de 7 vidas al barranco | Crónica de Jorge Saldaña
CRÓNICA
Por: Jorge Saldaña
Todos perdieron. En San Luis, a veces la justicia no llega por la puerta grande de los tribunales, sino por la rendija torcida del rencor. Cuatro adolescentes, todavía con el olor a niñez pegado en la piel, decidieron convertirse en verdugos de otro recién salido de la adolescencia. Lo subieron a un Mazda gris como si se tratara de un ritual iniciático: una venganza disfrazada de justicia.
El nombre del capturado era Fidel. Lo golpeaban dentro del auto, le gritaban lo que creían que era verdad: que había embarazado a una amiga, que la golpeaba, que la humillaba y que dejó junto a su hijo a la deriva. Ellos, convencidos de ser vengadores, eran apenas muchachos con un arma de balines que parecía real. Creían portar justicia, pero cargaban sólo una farsa de poder.
En la huida desesperada, Fidel se arrojó del vehículo. No era valentía ni cobardía: era instinto de supervivencia. Saltó, y el destino lo arrojó todavía más abajo, al barranco. El golpe contra las rocas fue la sentencia que ninguno de los adolescentes imaginó, pero todos firmaron con ese acto.
El saldo es un inventario de pérdidas: Fidel perdió la vida en la caída. Los cuatro jóvenes perdieron la libertad, y con ella, cualquier atisbo de futuro. La muchacha, centro invisible de la tragedia, perdió al padre de su hijo y a los amigos que quiso como vengadores. Se quedó sola, con un bebé en brazos y la sombra de un muerto sobre la cuna.
El niño crecerá huérfano de padre, y su madre, huérfana de red. No hay vencedores: sólo cenizas.
La historia parece sacada de una novela de Arriaga: adolescentes que creen en la épica de la violencia, que juegan a dioses con armas falsas, que hacen justicia con las uñas sucias del odio
. El final es tan brutal como inevitable: cuando la violencia se hereda, los hijos juegan con ella.El barrio El Aguaje se quedó con una postal difícil de olvidar: sirenas iluminando la noche, un cuerpo roto en el fondo del barranco, y cuatro chamacos esposados, con la mirada aturdida de quien no alcanza a comprender que la adolescencia terminó en un segundo.
Nadie hablará de ellos en la sobremesa. Nadie los pondrá en canciones. Pero ahí está la historia, un espejo áspero que refleja a al del país entero: un lugar donde la justicia se busca a golpes, donde la violencia se hereda como apellido, y donde hasta los niños cargan con la fatalidad de ser verdugos o víctimas.
En esta tragedia, no hubo malos ni buenos: sólo cinco adolescentes devorados por un mismo monstruo, el de la violencia que crece como plaga en los rincones donde el Estado no llega, pero sí llega Netflix y todas las plataformas con series donde se exalta la violencia como único camino, y la justicia por propia mano como un acto de valentía en una selva que no tiene otra ley que el ojo por ojo y diente por diente.
La pregunta queda flotando como un eco incómodo: ¿A quién le importa?
Simplemente es una corriente y cruda historia más, en la que nadie gana.
Un reflejo del barranco en el que todos estamos al borde.
También lee: Crónica de una extraña calma: El informe de Galindo | Crónica de Jorge Saldaña
#4 Tiempos
El sueño que parecía imposible | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
TESTEANDO
Durante décadas, el fútbol mexicano ha vivido con una deuda pendiente, la de encontrar a ese jugador distinto, capaz de cambiar un partido con una sola jugada, de desatar emociones colectivas y de encender la esperanza de millones. Y de pronto, en medio de la rutina de un campeonato que pocas veces sorprende, aparece un adolescente llamado Gilberto Mora para recordarnos que el sueño sí puede ser real.
Con apenas dieciséis años ya hizo historia. Debutó en la Primera División con Xolos y no fue un relleno, no fue una anécdota, se convirtió en protagonista, dio una asistencia, marcó un gol y rompió el récord de precocidad. Desde entonces, cada vez que pisa la cancha transmite esa sensación de que algo diferente va a ocurrir. Es el tipo de jugador por el que uno prende la televisión o se sienta en la tribuna con la ilusión de ver magia.
Lo extraordinario de Mora no es solo su juventud ni sus estadísticas. Es la manera en que juega con naturalidad, como si la presión no existiera, como si la cancha le perteneciera. Ve espacios que los demás ignoran, inventa caminos en lugares cerrados, toma decisiones que parecen dictadas por un instinto superior. Y lo más impresionante es que ya lo hace con la Selección Mexicana, donde su talento no se disfraza entre adultos, sino que se multiplica. En la Copa Oro lo vimos asistir, competir, atreverse, y ganar un título con una madurez que contrasta con su edad.
El horizonte para Mora es tan prometedor como inédito. Si el proceso se maneja bien, no solo podría disputar el Mundial Sub-17 —ese que corresponde a su categoría natural y donde sería la estr ella indiscutida—, sino que incluso está en condiciones de aspirar al Mundial Mayor , en un salto que pocos futbolistas en el planeta pueden presumir. Imaginarlo jugando ambos torneos, en paralelo, sería confirmar que estamos frente a un fenómeno.
México ha tenido buenos futbolistas, jugadores de época, líderes de vestidor o símbolos nacionales. Pero pocas veces hemos sentido tan cerca la posibilidad de tener a alguien con el aura de un Messi o un Maradona: un joven que no solo juega, sino que transmite la sensación de que su historia puede transformar la del fútbol mexicano. Por eso cada partido suyo parece más grande que el marcador. Porque lo que está en juego es la ilusión de un país entero que lleva generaciones esperando a “ese” futbolista que cambie todo.
Claro, el riesgo existe. La presión mediática, los clubes europeos que pronto tocarán la puerta, la exigencia desmedida de una afición que no suele tener paciencia. Pero si Mora encuentra el entorno adecuado, si logra madurar sin perder la magia, entonces podemos estar al inicio de la historia que tanto tiempo se nos negó.
Gilberto Mora es hoy más que un jugador: es la encarnación de un sueño que parecía imposible. Si mantiene el rumbo, no estaremos hablando solo del más joven en debutar, anotar o asistir. Estaremos hablando del crack que México llevaba décadas esperando, capaz de unir en un mismo calendario el Mundial Sub y el Mundial Mayor, para después escribir la página que nos acerque, por fin, a la eternidad futbolística.
También lee: Redefinir lo perdido y pelear lo que resta | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
#4 Tiempos
Crónica de una extraña calma: El informe de Galindo | Crónica de Jorge Saldaña
CRONICA
Por: Jorge Saldaña
Cruzar el arco de pantallas iluminadas con los motivos del cuarto informe de Enrique Galindo al frente del gobierno capitalino fue como atravesar un portal a otra dimensión: una en la que el tiempo brincó por trienios, una en la que los opositores disolvieron sus diferencias en abrazos, una en la que los colores se difuminaron, en la que los mensajes de ataque se convirtieron en de aliento, una en la que no tuvieron invitación los abucheos, pero tampoco los triunfalismos.
Era como estar en la engañosa calma del interior del ojo de un huracán.
El sol casi alcanzaba su cúspide borrando la sombra del reloj atómico del Centro Cultural Bicentenario, cuando el poder ejecutivo entró del brazo del legislativo.
Ricardo Gallardo y Sara Rocha cruzaron el portal. El poder judicial, recientemente investido en la magistrada presidenta, Lourdes Zarazúa, ya esperaba para entonces en primera fila.
A su llegada, el gobernador Gallardo desembarcó en terrenos universitarios, y fue recibido por el alcalde de la capital, anfitrión del evento. Cortesías de ida y vuelta.
En el contexto de las condiciones de confrontación de hace apenas unas semanas, la escena hubiera sido impensable, pero dentro del recinto, fue como ver a Menelao entrar en Troya, y recibir la copa en vez de espada. La diplomacia de un brindis envenenado. No había Helena de reflectores que pelear. La mar en calma.
Los asistentes en el auditorio formaron una postal política: sociedad representada por vecinos de muchas de las colonias de la capital, los tres poderes del Estado, y los tres niveles de gobierno.
Desde el Senado, Ricardo Anaya y Verónica Rodríguez. Desde el PRI de antes, Enrique de la Madrid.
Desde la federación, el representante personal del Secretario de Marcelo Ebrard (que no es Salomón Rosas). Desde el legislativo federal, en primera línea Juan Carlos Valladares y como en la séptima fila, Gabino Morales.
Desde el pasado, Marcelo de los Santos, Alejandro Zapata, Octavio Pedroza, y Victoria Labastida.
Toda la “Herencia Maldita” en primera fila y sentada a sillones de distancia del difusor de la frase que los señala y envuelve, y sin embargo, en esa dimensión alterna y fugaz, entre todos hubo por lo menos gestos cordiales, apretones de mano, y por lo más, abrazos entre unos y otros.
También estaba toda la clase empresarial representada, los dueños, las cámaras, los colegios y los medios. Para todos hubo una referencia. Una postal completa no solo de una ciudad, sino de un sistema político, histórico y social compartiendo pasados y presentes.
Entre los invitados especiales se contó con la presencia de la alcaldesa de Guadalajara, Verónica Delgadillo García, y el presidente municipal de Matehuala, Raúl Ortega Rodríguez.
El panal desatado de reporteros y camarógrafos, captaban a flashazos los abrazos entre Ricardo Anaya y Ricardo Gallardo, la compañía conciliatoria de Carolina Viggiano, secretaria nacional del PRI, junto a la presidenta estatal del partido, Sara Rocha, autora de la expulsión del anfitrión del evento, y el ademán respetuoso de Marcelo de los Santos al jefe del ejecutivo que fue de ida y de regreso.
En cada apretón de manos, el verde, el rojo y el azul se disolvieron como acuarelas bajo la lluvia: un instante de blanco que no era paz, sino pausa.
Pero se acabó la Acuarela Potosina y el Huapango de Moncayo interpretado por la Orquesta Infantil del municipio y el avispero mediático satisfecho de entrevistas fue replegado a los pasillos laterales.
Se cargó el informe y Galindo subió al escenario. Era Galindo y la pantalla. No hubo atril, no hubo discurso leído, en su lugar hubo una fórmula sincronizada de introducción, video, testimonio, y remate por cada tema.
El informe fue una charla sincronizada y ejecutada en un tono de desenfado y buen talante. Fue un informe contado como sobremesa, más diálogo que dogma, más cercanía que púlpito.
Sí, también se habló de datos, de una ciudad inclusiva, de las rutas de la salud, del nuevo Centro Municipal de Salud Mental, y de las miles de mujeres, niñas y adolescentes que recibieron servicios integrales para fomentar una sociedad más igualitaria y libre de violencia.
Se destacaron los programas Vialidades Potosinas, Capital al 100, los más de 1 millón y medio de metros cuadrados construidos en cuatro años, y los 300 mil metros de calles intervenidas en los últimos 12 meses.
No se olvidaron de mencionar los programas de bacheo, así como el recuerdo de la crisis hídrica tanto como el reto de enfrentar una temporada de lluvias atípicas.
En materia de seguridad se hizo énfasis en la estrategia basada en la formación y funcionamiento de más de 700 comités ciudadanos enlazados directamente con la autoridad, la disminución del 9.2 por ciento en la percepción de inseguridad en el último año y el reforzamiento en equipo y tecnología en ese rubro.
Mención aparte mereció el anuncio de la “capital mundialista”, estrategia para aprovechar el turismo durante el próximo mundial de futbol y el disfrute gratuito de 5 partidos y la final con la compra de los derechos para la transmisión pública de los mismos.
Se enumeraron premios, reconocimientos y nombramientos de nivel nacional e internacional en temas deportivos, culturales y turísticos; se insistió en reactivar el proyecto vial en el Saucito, y se adelantó la construcción de un Centro de Inteligencia Urbana, que concentrará la atención y los datos de la gran mayoría de los servicios municipales.
Galindo supo contar su historia y las manecillas no lo apresuraron. En hora y 25, había terminado de compartir saludo, recorrido, charla, datos y futuro.
Hizo tiempo Galindo incluso para recordar y aplaudir a los que ya se han ido: Jacobo Payán Latuff, Horacio Sánchez Unzueta y Daniel de la Llera y don Teófilo Torres Corzo.
También agradeció a su familia y a su esposa que vestía, por cierto, un traje azul marino, camisa blanca y corbata a rayas idénticas a las que lucía su esposo el alcalde. Estela y Enrique eran uno mismo…y eso, también comunica.
Al final, el jefe de la comuna por cuarto año consecutivo, le dio su lugar al mandatario estatal a quien le pidió dar un mensaje.
Ricardo Gallardo fue breve, contundente y generoso: centró su mensaje en su compromiso por resolver, de la mano de los tres niveles de gobierno, el tema del agua potable para la Zona Metropolitana y garantizarlo para los próximos 50 años.
Al alcalde, a su esposa y presidenta del DIF municipal, Estela Arriaga Márquez, así como a toda la sociedad les obsequió un “van bien y vamos a ir mejor”.
El lugar, el tono y el momento del mensaje gubernamental se interpretaron como un replanteamiento político de cordialidad, unidad y trabajo de aquí a que inicie la tormenta del 2027.
Foto del recuerdo. Foto con las manos alzadas y adiós.
La postal social se disolvió en minutos. El portal vio el paso de regreso. Afuera, el reloj volvió a marcar las horas.
Y aunque fue un lunes de rara calma, en San Luis todos sabemos que la calma es lujo de unos instantes, un disfraz breve que se usa hasta que la tormenta sea tormenta… y deje de ser metáfora.
También lee: Gobierno y UASLP: sus enemigos se saborean los bigotes | Apuntes de Jorge Saldaña
-
Destacadas1 año
Con 4 meses trabajando, jefa de control de abasto del IMSS se va de vacaciones a Jerusalén, echando mentiras
-
Ciudad3 años
¿Cuándo abrirá The Park en SLP y qué tiendas tendrá?
-
Ciudad3 años
Tornillo Vázquez, la joven estrella del rap potosino
-
Destacadas4 años
“SLP pasaría a semáforo rojo este viernes”: Andreu Comas
-
Estado2 años
A partir de enero de 2024 ya no se cobrarán estacionamientos de centros comerciales
-
Ciudad3 años
Crudo, el club secreto oculto en el Centro Histórico de SLP
-
#4 Tiempos3 años
La disputa por el triángulo dorado de SLP | Columna de Luis Moreno
-
Destacadas3 años
SLP podría volver en enero a clases online