diciembre 21, 2024

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#4 Tiempos

Gainsbourg vino a decir que se iba | Columna de Carlos López Medrano

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Mejor dormir

 

Más vale tener talento si es que no eres agraciado físicamente. Lo sabía Serge Gainsbourg, héroe de la chanson francesa, que desde sus primeros años se dedicó por entero al arte no solo como medio de expresión, sino también para quitarse el estigma de fealdad que tuvo que cargar en la espalda. Un rechazo social del que fue víctima hasta que la celebridad logró poner en perspectiva el gran valor de su interior. Una personalidad arrolladora, llena de ideas, gracias a la cual pudo conquistar (y perturbar) al público y a una serie de mujeres provenientes de un sueño profundo.

La travesía de Gainsbourg fue complicada. Si llegó a la cumbre fue debido a un espíritu indómito con el que se sobrepuso a la adversidad. Ya en la adolescencia supo lo que era el miedo y la persecución cuando tuvo que huir de París junto a su familia (inmigrantes judíos) durante la Segunda Guerra Mundial. Malos augurios con los que, lejos de derrumbarse, se fortaleció.

El contexto en el que creció lo predispuso a estar a la defensiva ya en la madurez, cuestión que le sirvió para no rendirse en el terreno musical. Fue alguien que batalló en lo profesional hasta cumplir los 30 años, momento en el que su nombre empezó a tener cierta notoriedad en la escena de París sin que esto supusiera una consolidación definitiva.

La crítica se le solía echar encima a la menor oportunidad (no era un bendecido, tuvo que cargar con la cruz hasta el último día) y por ello en un principio optó por componer para otros intérpretes: prefería que fueran ellos los que se expusieran a las balas y a los reflectores. Serge Gainsbourg era reservado por naturaleza (“la seguridad es la soledad”, diría en una de sus últimas entrevistas).

La hostilidad ajena lo hizo refugiarse dentro de sí mismo y en su pasión de juventud: la pintura. En aquellos días, antes de dar el paso al oficio de la canción, firmó una cantidad considerable de cuadros, dignos de alguien que seguía la estela de Bonnard y Cézanne, tarea a la que renunció al no encontrar los resultados deseados. Su gran sentido autocrítico lo llevó a destruir casi todas sus pinturas (se salvaron un puñado de trabajos, incluyendo uno que había obsequiado a Juliette Gréco). Para él no había medias tintas, o se era sublime o había que renunciar.

Ya luego se desataría en su faceta de compositor. Serge Gainsbourg se inició en el piano desde los cinco años por la influencia de su padre, dado a la música clásica y al arte en conjunto. En el hogar de la familia desfilaban los ecos de Ravel, Debussy y Fauré que poco a poco configuraron el estilo del pequeño hijo. Después viene el jazz. Cole Porter lo marcaría para la eternidad.

De ahí en adelante no se detiene, absorbe de donde se pueda, atraído de manera especial por los figuras resquebrajadas, los ambientes nocturnos, lo estético del pesar. La gran intuición melódica y lírica lo convirtieron en una especie de Apollinaire de la música pop. No temía experimentar, soltar onomatopeyas y expresiones intraducibles a otros idiomas. Juegos verbales, burlas. Escatología rampante para ponerse al nivel de la humanidad.

1968 – Jane Birkin y Serge Gainsbourg.

En algún punto de los cincuenta Serge Gainsbourg conoce a Boris Vian, que le sirve como faro en más de un sentido. En la parte creativa, social, íntima e intelectual. Lo que necesitaba era ganar confianza. Que alguien respetable le confirmara las sospechas con una palmada en la nuca. Los esfuerzos que tiraba tenían algún valor. No era un tipo cualquiera.



Era en realidad una figura de época. Un maldito que pisó a fondo el pedal de los excesos. El Gainsbarre con barba de tres días levantando la falda de alguna mesera. El que transfería chistes vulgares a modo de respiración. Estrellarse de lleno contra el muro era el único destino en figuras de su linaje, tan incompatible con el algodón y las luces. Un ser embebido por el alcohol y el tabaco, vicios a los que no abandonó ni siquiera después de su primer infarto. Las facturas a pagar le importaban poco. Con su habitual descaro manifestaba la idea de que debía seguir fumando y bebiendo para no sufrir más problemas en el corazón. Una receta que, como cabía esperar, fallaría con estrépito en los meses subsecuentes.

Le daba igual. Estaba condenado. No tenía remedio. Hizo de su propia existencia un lienzo negruzco donde la sangre tejía un halo de muerte.

La caída, desde luego, había que darla con estilo: entre humo, vino y mujeres. El placer era una de las bases de su filosofía. Disfrutar a tope mientras era posible y bajo cualquier circunstancia. Ejemplos hay varios, casi todos conocidos por la mayoría. Lo cuenta la leyenda: en medio de uno de sus infartos, ante el cual tuvo que arribar una ambulancia de emergencia, pidió a los paramédicos que le cubrieran el cuerpo con una sábana Hermès que guardaba en su habitación, ya que las que tenían en el hospital no eran de la calidad ni el confort suficiente. La crisis cardíaca podía esperar.

Al prestigio artístico que le acompañaba desde finales de los años cincuenta se le sumó la fama internacional cuando en 1965 compuso “Poupée de cire, poupée de son”, hit instantáneo con el que France Gall consiguió el primer lugar en el Festival de Eurovisión. A partir de ahí todos quieren trabajar con él. Brigitte Bardot y Jane Birkin caen en sus brazos. Radicaliza su propuesta y a lo largo de su carrera escandaliza al Vaticano, a la (supuesta) progresista sociedad francesa e incluso hace enfurecer a Bob Marley. En su etapa tardía abandona el jazz y el pop con el objetivo de explorar el reggae, la electrónica y  la música ambiental. Al final el cuerpo no le aguanta el ritmo y muere en 1991 a los 62 años, dejando tras de sí un cúmulo de perlas para el recuerdo.

Era el ocaso, a donde se dirigía cada uno de sus movimientos. Lo anticipaba en algunas canciones:



Habrá velas que se consumirán como una esperanza ardiente.
Y por ti sin esfuerzo mis ojos estarán abiertos.

Poco a poco me desmorono víctima de tu crueldad.
Entonces volverás pero yo me habré ido*.

*Versión al español de Guillermo López Gallego.

 

@Bigmaud

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#4 Tiempos

De éxitos y fracasos | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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TESTEANDO

La Copa Intercontinental, también conocida anteriormente como el Mundial de Clubes, es uno de los torneos más prestigiosos del fútbol mundial. Desde su creación en 1960, el torneo ha reunido a los mejores equipos de Europa y Sudamérica para disputar el título de campeón del mundo, mismo que desde hace algunos años ha tenido esa representatividad, ya que se toma en cuenta a todas las confederaciones del globo.

En cuanto a la participación mexicana en este torneo, es importante destacar que los equipos del país han tenido un papel importante en la historia del Mundial de Clubes. Aunque no han logrado conquistar el título, han demostrado ser unos de los equipos más competitivos y respetados del torneo, así como uno de los países con más participaciones en la justa.

En total, son 54 clubes los que alguna vez han jugado este torneo, equipos que provienen de 24 países distintos, siendo Brasil el que más clubes ha enviado a representar, con 11 equipos, seguido de México con 7 y Argentina con 6.

Uno de los momentos más destacados de la participación mexicana en el Mundial de Clubes fue la actuación del Club Necaxa en la edición de 2000. El equipo mexicano logró avanzar hasta la semifinal del torneo, donde se enfrentó al Vasco da Gama. Aunque finalmente perdieron el partido por 2-1, la actuación del Necaxa fue considerada como una de las mejores de un equipo mexicano

en la historia del torneo.

Otro equipo con una notable participación es Tigres, que en el Mundial de Clubes del año 2021, se convirtió en el primer equipo mexicano en llegar a la final del torneo, donde se enfrentó al Bayern de Múnich. Aunque Tigres perdió la final por 1-0, su participación en el Mundial de Clubes fue considerada un éxito, ya que demostró la capacidad del equipo para competir a nivel internacional. Además, Tigres logró vencer a Palmeiras en las semifinales.

Ahora, el Pachuca participó en la edición actual del Mundial de Clubes. Lo que llamó la atención fue que el Pachuca jugó con un equipo muy joven, con varios jugadores que apenas tienen 20 años de edad. A pesar de la juventud del equipo, el Pachuca demostró ser un rival complejo, y su actuación fue destacada.

La participación mexicana en el Mundial de Clubes ha sido destacada a lo largo de la historia. Aunque no han logrado conquistar el título, los equipos mexicanos han demostrado ser unos de los más competitivos y respetados del torneo. La actuación del Pachuca en la edición actual es un ejemplo de que los equipos mexicanos pueden competir a nivel mundial, incluso con equipos jóvenes y sin mucha experiencia.

Es una lástima que el nivel de los clubes no se refleje a nivel selección, que los talentos se pierdan en el negocio de una liga que ha demostrado poder competir en cualquier nivel ante cualquier rival. Ojalá las cosas retomen el rumbo y la selección pueda ir creciendo de la mano de los clubes, en beneficio del fútbol nacional.

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#4 Tiempos

Corrido: En el IMSS un cochinero | Columna de Ana G Silva

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Corredor Humanitario

 

La tarde del jueves 19 de diciembre se montó una manifestación por el despido de Simón Almanza, un ortopedista del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en San Luis Potosí. Mencionó que esta fue porque “alzó la voz” al ser uno de los pocos médicos que denunció la falta de insumos.

Ante medios de comunicación, declaró que el motivo de su despido fue “por pedirle a los pacientes que consiguieran su material, para resolverlo a la brevedad posible”.

Lo que no menciona es que él mismo cobraba por realizar cirugías de ortopedia infantil, además de que pedía a los padres comprar insumos en su negocio.

Esta información llegó por parte de TRES fuentes dentro del IMSS, quienes le detallaron a esta periodista que el doctor Simón tiene cuatro denuncias hechas por derechohabientes por cobrar las cirugías de ortopedia infantil.

Se preguntarán… ¿Cómo nadie lo notó? La verdad es que sí, todos sabían.

Las corruptelas del IMSS se conocen entre sus trabajadores y pocas veces realmente se dan a conocer. La verdadera razón por la que Simón Almanza era intocable es porque era el protegido de la ex delegada María Guadalupe del Rosario Garrido Rojano, involucrada en varios desfalcos dentro del instituto de salud en la entidad.

Garrido Rojano fue jefa de enseñanza del IMSS dónde conoció a Simón como su alumno; lo trae a trabajar a la Delegación en San Luis Potosí como coordinador, donde empezó a consultar pacientes, a pesar de que su puesto lo impedía…

Sí era médico, pero coordinador al fin y al cabo. No podía involucrarse con pacientes, y aún así, el doctor de quirófano que tenían en ese tiempo firmaba como el que operaba, para que no quedara registro de que Simón era el que realizaba los procedimientos.

PD. Por ahí un pajarito me llegó a contar que en su paso por la Clínica 2 del IMSS realizó algunas operaciones que solo le competen a un neurocirujano.

Tan cercano era a Garrido Rojano, que incluso se encargó de operar a Juana Mejia, ex titular de la Jefatura de Servicios de Desarrollo de Personal de la Delegación y otra trabajadora muy cercana amiga de la ex delegada, quien incurrió en el abuso de su puesto y atribuciones para ingresar a cirugía

en mayo de 2023, pues nunca pasó por la lista de pacientes de ortopedia que esperaban su ingreso a una cirugía, y por un padecimiento que no sería considerado de urgencia, mismo que lleva a cualquier otro ciudadano a esperar meses para realizarse.

PD 2. El sujeto también es protegido por Raul Mario Beltran, jefe de Jurídicos que se le ha relacionado con casos de corrupción y acoso sexual, pero con todo y pruebas contundentes es inamoblible.

Aquí no se le cuestiona su calidad como médico, pues también he escuchado trabajos destacados… si no fuera por sus negocios corruptos.

Su manifestación parece indicar que se trata de un intento de derrocar a la delegada actual, Angélica Cristina Rodríguez Nester.

Y no. ¡No! Esta columna no es para respaldarla, pues también es alguien que tiene cola que le pisen.

La falta de insumos y medicinas no es ningún secreto. Mis fuentes dentro del IMSS afirmaron que sí hay desvío de recursos destinados a insumos médicos, para beneficio personal de la querida delegada, como la compra de autos nuevos. Nada que no se haya denunciado en años anteriores.

Rodríguez Nester también prioriza a sus allegados en puestos clave, dejando de lado a personal más capacitado.

Lo que me contaron es que la delegada hace enojar a los trabajadores por cosas “muy burdas”, ejemplo de ello es que no va a dejar salir a los operativos de vacaciones las próximas dos semanas, pero sí a sus amigos.

Por cierto, la delegada cree que nadie se dio cuenta que su secretaria está de vacaciones. Y el resto del personal, bien gracias.

Pero en fin, siempre es lo mismo, el IMSS sigue siendo el mismo cochinero de siempre.

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Aliens, Sexo y Drama; Bienvenidos a la cabaña más incómoda de México | Columna de Guille Carregha

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Criticaciones

 

La Región Salvaje es una mala película envuelta en un vestido de pretensión que da la impresión de que estás viendo algo de verdad bueno. Se plantea a sí misma como una profunda exploración de la importancia que tiene el placer para la humanidad a través de elementos de ciencia ficción, pero termina siendo una mininovela de TV Azteca aderezada con kinks de hentai de tentáculos en live action.

Esta es una película que camina por una delgada línea entre la fascinación y la frustración. Su premisa tiene el potencial de ofrecer una experiencia única. Sin embargo, el resultado final no está a la altura de sus ambiciones, dejándonos con una obra que parece más interesada en impresionar con su estilo que en profundizar en los temas que plantea.

Dando inicio al visionado y notando cómo uno de los puntos clave de la película es la aparición de un extraterrestre que es la encarnación misma del deseo, podría parecer que La Región Salvaje es algo así como la versión mexicana de Under the Skin mezclada con Shivers. Y, la neta, un poco sí. Sin embargo, a diferencia de aquellas películas, esta no tiene tan claro su enfoque. Aún cuando la dirección intenta capturar con precisión quirúrgica las dinámicas tan volátiles y complejas de género, sexualidad y violencia, no puede evitar caer en los clichés más anticuados de las novelas de las 9 de la noche.

Literalmente, a pesar de contar con la existencia de un alien cuya única función es tener sexo violento con quien se le ponga enfrente, la película insiste en enfocarse en las relaciones interpersonales de tres personas. Tenemos a Alejandra, su esposo Ángel, y su hermano Fabián, quienes ya están en medio de una vida caótica y llena de tensiones. Ninguno de ellos conoce al extraterrestre durante los primeros 30 minutos de la película. Lo importante es ver cómo Alejandra y Ángel tiene un matrimonio a medio morir que se mantiene unido solamente por la existencia de sus hijos, y darnos cuenta que tanto a Ángel como a Fabián les pareció una maravillosa idea el tener un amorío homosexual entre ellos a espaldas de Alejandra.

Y el extraterrestre, bien, gracias.

La película empieza a cuajar un poco cuando aparece Verónica en sus vidas. Su presencia no hace más que avivar las inseguridades, la culpa y la desesperación que todos ellos ya cargaban. Y cuando cada uno tiene su “encuentro cercano” con el extraño “compañero extraterrestre” de Verónica, que vive en una cabaña en el bosque, los problemas humanos parecen disiparse… aunque solo sea por un rato. Este alienígena no es cualquier monstruo, es casi la encarnación del deseo sexual más puro y primitivo: no tiene género, no tiene orientación, no tiene moral. Es una fuerza implacable que no discrimina ni razona, solo actúa.

Pero aquí viene el giro oscuro: el sexo no es el único instinto primitivo que la película pone sobre la mesa. Su hermano feo, la violencia, siempre está al acecho. Tanto los humanos como el alienígena tienen la capacidad de hacerse daño brutalmente, y en este constante tira y afloja entre deseo y agresión está el verdadero corazón de la película. Esa dicotomía entre los impulsos básicos del placer y la violencia, y la forma en que los personajes se relacionan con ellos, es lo que define esta historia.

Durante los apenas seis minutos en donde se hace referencia al extraterrestre, la película lo usa como un espejo: una herramienta que refleja las tensiones internas de los personajes y su lucha con el deseo, la represión y la autodestrucción. Es un símbolo que desnuda lo peor y lo más visceral de nuestra naturaleza. Logra incomodar, provocar y hacer preguntas importantes sobre lo que significa ser humano. Porque al final del día, no importa cuánto tratemos de escapar de nuestros impulsos básicos, siempre están ahí, acechándonos, esperando el momento para tomar el control. El alienígena funciona como una metáfora de los deseos humanos en su forma más básica, un ser que no distingue entre géneros ni orientaciones sexuales. Sin embargo, estos impulsos, en lugar de liberar a los personajes, los conducen a la autodestrucción. En ese sentido, la película parece decirnos que los deseos más profundos del ser humano siempre van acompañados de su contraparte más oscura: la violencia.

Por otro lado, los personajes humanos, aunque interpretados de forma competente por el elenco, son más planos que cualquiera de las hojas en donde se imprimió el guión. Asumo que la idea de la dirección era transmitir un aura enigmática o una sensación de desgaste emocional a través de ellos, pero a duras penas parecen ser personas que solamente saben sentir desinterés y aburrimiento

– mismo que transmiten a la perfección con la audiencia. Es casi imposible sentirse identificado con cualquiera de estos seres deleznables que, más que personajes, no llegan a ser más que herramientas narrativas. La película parece más interesada en utilizarlos para ilustrar su tesis que en darles agencia o un desarrollo significativo.

            Como buen producto mexicano audiovisual, La Región Salvaje no puede evitar caer en clichés y estereotipos que socavan su mensaje pero que, seguramente, creyeron eran muy interesantes y le daban otra capa de significado a la película. De entrada, la acción se sitúa en Guanajuato, donde CLARAMENTE estamos intentando hacer la dicotomía de ciudad católica panista persignada con los sucesos sexuales que acaecen a lo largo de la película. Pero en ningún momento se aprovecha eso. Solo se hace especial énfasis en mostrar que estamos en Guanajuato y… ya. La población general de la ciudad nunca se entera de nada, nadie hace mención a cómo toda choca con los valores clásicos de la religión, no hay situaciones de desventaja ante quienes se ven involucrados. Es decir, esto podría pasar en cualquier ciudad de México, real o ficticia, y nunca sería nada más que un fondo de pantalla.

            Y ni hablemos de los efectos especiales. En general, el CGI utilizado aquí, sobre todo para representar los cuatro minutos de extraterrestre que nos entrega la película, está bastante bien logrado. Pero hay una escena, una escena clave a la mitad, en donde se decidió que estaría padrísimo representar una orgía de animales en el bosque y… no. Solo no. La poca tensión que estaba sintiendo hasta ese momento murió en el momento en que irrumpí en una carcajada al ver esa escena. O sea, poner muñequitos de felpa motorizados a representar la escena se hubiera visto menos barato.

En última instancia, La Región Salvaje parece más interesada en la forma que en el fondo. A pesar de sus ambiciones, la película no logra profundizar en los temas que plantea, dejando al espectador con más preguntas que respuestas. Al explorar los impulsos sexuales y la violencia, Amat Escalante intenta hacer una crítica de las relaciones humanas, pero el mensaje se diluye en una narrativa que no logra equilibrar sus elementos temáticos y estilísticos.

Más que una obra cohesionada, La Región Salvaje se siente como un experimento que plantea preguntas interesantes, pero no logra responderlas de manera satisfactoria. Su incapacidad para conectar emocionalmente con el espectador y para ofrecer una reflexión más clara sobre sus temas hace que se quede corta. Al final, lo que podría haber sido una exploración incisiva de la condición humana termina siendo una experiencia tan desconcertante como olvidable.

Y, claramente, nadie supo cómo concluir la película. Al final, cuando las cosas finalmente están escalando y parece que llegaremos a algún lugar, el guión dice “¿y si matamos a todos de una vez y vamos a créditos? ¿No estaría más padre? ¿No nos ahorraríamos tiempo y dinero?”

No.

No estuvo más padre.

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Opinión

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