septiembre 5, 2025

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El niño vomitó toda la noche | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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El aeropuerto internacional Jorge Chávez es uno de los más grandes e importantes de Sudamérica, ubicado en la provincia del Callao, un distrito conurbado a Lima; recibe cada año a millones de viajeros, ya sea en tránsito o cuyo destino es el Perú.

Ahí, en el pleno corazón de distrito del Callao, un sitio predominantemente de habitantes de clase trabajadora, se encuentra una pequeña academia de futbol, la muy famosa Academia Deportiva Cantaloa.

La historia de esta academia es enorme: desde un lugar donde se forman futbolistas, hasta el glorioso ascenso a la primera división vía la sui géneris Copa Perú y su paso por segunda en 2016.

Pero su historia cuenta un capítulo muy extraño en el futbol internacional, la noche en que un niño llamaría la atención por sentirse mal y vomitar gracias al famoso pollo frito peruano.

Corría el verano de 1996, el mes de febrero (recordando que las estaciones del año son diferentes de aquel lado del ecuador) y como ya era costumbre la academia organizaba la famosa Copa de la Amistad Cantaloa, donde se invitaba a equipos de diferentes regiones de Sudamérica para competir contra las diferentes categorías de los equipos de casa.

Como era de esperar, el presupuesto de esta copa no era el más alto, por lo que siempre se solicitaba el apoyo de los padres de familia locales para poder hospedar en casa a los jugadores que los visitaban. Ahí aparece en escena la familia Méndez, cuyo padre, William, era un entusiasta del deporte y decidió que la familia no hospedaría a uno, sino a dos jugadores del equipo inferior argentino Newells Old Boys, la única condición que puso fue: envienme a los dos mejores jugadores, la van a pasar muy bien.

La familia Méndez recibió en casa a dos pequeños rosarinos que querían jugar futbol. Llamaba mucho la atención que uno de los chicos hablaba muy poco mientras el otro era demasiado platicador, y era justo este último el que contestaba casi cualquier pregunta que la familia les hacía a ambos.

El torneo se fue desarrollando conforme lo planeado, el equipo local, la Academia Cantaloa se apuntaba para jugar la final; solo tenía que superar al invitado argentino: ganarle a Newells Old Boys en la semis.

El día previo al partido, la familia Méndez invitó a sus huéspedes a comer pollo frito, un básico de la cocina peruana, los niños comieron con singular alegría. Todo parecía normal. Sin embargo, esa noche las cosas se complicaron para uno de los pequeños: justo el más callado de los dos, vivió una noche de pesadilla, el vómito y el malestar no lo dejaron descansar.

Llegó la mañana y con ello el partido de semifinales, Cantaloa contra Newells, parecía partido fácil, sobre todo porque la gran estrella del equipo, se había pasado vomitando toda la noche anterior.

Recuerden bien, la Copa de la amistad Cantaloa de 1996, el pequeño vomitando toda la noche en aquel caluroso febrero… el resultado final fue un contundente 10-0 en favor de los argentinos. Aquel día, con todo y su malestar de la noche anterior, el pequeño Leonel Messi, anotó 9 de los 10 goles de su equipo.

-Basado en el libro “Niños Futbolistas” de Juan Pablo Meneses.

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#4 Tiempos

Hoy, frente al campeón | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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Cuando Toluca llegue al Alfonso Lastras esta noche, no lo hará como un visitante cualquiera. Llega con la etiqueta de campeón, con una racha que asusta y con la confianza de un equipo que se sabe sólido. Para San Luis, en cambio, la cita es una cuerda floja: si tropiezan, el vacío no será sólo en la tabla, también en la credibilidad.

Los Diablos Rojos han mostrado lo que pocos en este torneo: regularidad. Saben atacar, saben cerrar partidos y rara vez pierden la calma. Es un conjunto que luce afinado, con un mediocampo que controla ritmos y delanteros que no perdonan. La pregunta no es si Toluca llega bien, sino si San Luis tiene con qué incomodarlos.

El conjunto potosino, por su parte, ha vivido a base de altibajos. Capaz de ganar con autoridad un fin de semana y de derrumbarse al siguiente con errores de principiante. Su defensa es frágil cuando la presión se acumula y su ataque depende demasiado de destellos aislados. Juegan en casa, sí, pero el Lastras ha dejado de ser un verdadero bastión, demasiadas veces los rivales han salido de aquí con los brazos en alto.

El historial entre ambos no ayuda al ánimo local. Toluca suele imponerse con naturalidad y pocas veces ha permitido que San Luis lo sorprenda. No es casualidad, cuando uno tiene orden y el otro improvisa, el resultado suele estar cantado.

Sin embargo, el fútbol tiene esa manía de burlarse de la lógica. A San Luis le basta un arranque intenso, un gol inesperado o una noche inspirada de su arquero para cambiar el guion. Lo sabe la afición, que se aferra a la esperanza de que, ante el rival más fuerte, el equipo saque la versión que pocas veces aparece.

Hoy no se juega sólo un partido. Para Toluca es la oportunidad de confirmar que su liderazgo no es un accidente. Para San Luis, es el chance de mandar un mensaje claro de que no están condenados a ser comparsa, que pueden competir con cualquiera si deciden hacerlo en serio.

Si San Luis sale tímido, Toluca lo devorará sin esfuerzo. Pero si el local entiende que este es el momento para dar un golpe sobre la mesa, entonces el líder tendrá, por fin, un rival que lo haga sudar. El balón dirá si el Lastras es tumba o resurrección.

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#4 Tiempos

Clásico de la 57: pasión al filo del cuchillo | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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Hoy se juega en Querétaro el Clásico de la 57, un duelo que siempre viene cargado de tensión, orgullo y, por desgracia, un trasfondo que no se puede ignorar: la sombra de la violencia. Este enfrentamiento no es un simple partido de fútbol, es un espejo incómodo de lo que todavía está pendiente en nuestro balompié.

El recuerdo de la batalla campal entre Querétaro y Atlas sigue vivo. Esa tarde oscura, con imágenes que dieron la vuelta al mundo, dejó claro que la pasión puede convertirse en caos en cuestión de segundos. Y no fue un hecho aislado: en otras ocasiones también hemos visto enfrentamientos en las gradas del Alfonso Lastras, peleas que interrumpieron partidos, además de aquel episodio en Torreón en el que el sonido de las detonaciones generó un pánico colectivo que terminó por vaciar un estadio entero. Lo que debería ser fiesta, demasiadas veces se ha convertido en pesadilla.

El problema no es exclusivo de México. Apenas esta misma semana, en Argentina, un partido internacional quedó marcado por escenas dantescas: aficionados golpeados, perseguidos y obligados a escapar del propio lugar que debería haber sido su refugio. El encuentro tuvo que ser suspendido y la violencia dejó un saldo de heridos, detenidos y un continente entero preguntándose cómo es posible que sigamos repitiendo las mismas historias de siempre.

Con ese telón de fondo se juega hoy este Clásico de la 57. En la cancha, Gallos Blancos y Atlético de San Luis se disputan algo más que tres puntos: se juegan la credibilidad de una rivalidad que merece ser recordada por goles y no por golpes

. La exigencia es doble: para los equipos, que deben entregar un partido digno; y para las tribunas, que están obligadas a demostrar que se puede alentar sin cruzar la línea del salvajismo.

Porque la verdad es dura: si después de lo vivido en Querétaro hace unos años todavía no entendemos, si después de tantas escenas vergonzosas en México seguimos tolerando barras que se comportan como pandillas, entonces lo que pasó en Argentina podría repetirse aquí en cualquier momento.

El Clásico de la 57 debe ser una advertencia. Que la intensidad se quede en la cancha, que la rivalidad se mida en goles, que la pasión no vuelva a confundirse con barbarie. Si hoy la historia vuelve a torcerse hacia el lado equivocado, no habrá espacio para el asombro: sería simplemente la consecuencia de haber aprendido nada.

Este clásico es una puerta: o se abre para dejar pasar el fútbol en su forma más pura, o se entreabre para que se cuele de nuevo la violencia. Y lo que ocurra esta noche dirá mucho más de nosotros como país que de los once contra once que se atrevan a pisar la cancha.

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#4 Tiempos

San Luis frente a Puebla: partido para valientes, no para excusas | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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Si San Luis no puede ganarle a este Puebla, que viene tambaleando como boxeador en el último asalto, mejor que empiece a buscar excusas desde hoy. No es crueldad, es sentido común: el rival llega golpeado, con la moral baja y con una defensa que con cualquier ráfaga se desmorona. El que no sepa aprovechar eso, que se dedique a otra cosa.

El antecedente del cuadro camotero es el bochornoso 7-0 contra Tigres, un resultado que no sólo evidenció las carencias defensivas, sino que dejó claro que, cuando se desconectan, el desastre es inmediato. Y aun así, Puebla sigue vivo en la Leagues Cup; un respiro que, aunque breve, les da algo de motivación extra para no hundirse del todo en la Liga MX. Ojo, un equipo que todavía compite en dos frentes no se tira al piso tan fácil, y esa doble agenda puede darle un giro inesperado a un partido que, en el papel, muchos ya ven como trámite para San Luis.

Los potosinos, sin embargo, no llegan con la mesa servida. Apenas el fin de semana pasado, contra Cruz Azul, volvieron a mostrar que las buenas intenciones no alcanzan si el fútbol no es constante. Un partido en el que por momentos parecían competir de igual a igual, pero se diluyeron cuando había que apretar. Si quieren que el discurso post-Leagues Cup no quede como humo, este viernes es el momento para respaldarlo.

En la previa, una noticia que, al menos, les quita una piedra del zapato: la anulación de la expulsión a João Pedro. El delantero podrá estar disponible tras la revisión que borró la roja injusta del juego pasado. Su presencia es vital no sólo por lo que aporta al ataque, sino por la sensación de que, con él en el campo, San Luis tiene una referencia que obliga a los rivales a estar atentos.

Pero la realidad es que este encuentro en el Cuauhtémoc se juega en varios niveles: para Puebla, la oportunidad de lavarse un poco la cara después de ser humillado y de responder ante su gente. Para San Luis, el examen perfecto para demostrar que sabe ganar cuando las condiciones están a su favor. Porque si no pueden sacar tres puntos ante un equipo que viene arrastrando la cobija, entonces el resto del torneo pinta para seguir en esa tierra de nadie que ya conocen demasiado bien, no lo suficientemente malos para dar pena, pero tampoco lo suficientemente buenos para ilusionar a nadie.

Ganar este partido no sería una hazaña; sería apenas cumplir con lo que se espera de un club que dice aspirar a más. Y si no lo logran, entonces el discurso optimista de las últimas semanas quedará reducido a lo que tantas veces hemos escuchado en San Luis: palabras bonitas para adornar otra temporada gris.

En el fútbol, hay partidos que definen un campeonato, y otros que definen una actitud. Este viernes, en Puebla, San Luis no está jugando por la cima, pero sí por algo igual de importante: la credibilidad. Y si la pierden aquí, ya no habrá árbitro, VAR ni anulación de roja que los salve.

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