mayo 31, 2025

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#Si Sostenido

#ConfíaleUnHijoAlSacerdoteChallenge | Columna de Daniel Tristán

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sacerdote

LaguNotas mentales

 

“Fe significa no querer saber la verdad”
Friedrich Nietzche.

Antes de comenzar me gustaría advertir que pretendo hacer uso de esta columna para expresar las ideas sin tapujos ni pelos en la lengua. Estoy seguro de que voy a tocar algunas fibras sensibles por lo cual lo invito a hacer uso de su libertad y dejar de leer si estas líneas lo ofenden. Es momento de que digamos las cosas como son y nos dejemos de los cuentos de la abejita y la flor. No hay nada que confunda más que no llamar a las cosas por su nombre. Me gustaría también dejar en claro que no pretendo poner en tela de juicio la fe de nadie, ni sus creencias ni ideales religiosos. Aclarado esto podemos continuar si es usted gustoso de seguir leyendo.

Resulta que, para bien o para mal, estamos viviendo tiempos en los que el individuo busca a toda costa el sentido de pertenencia y la aceptación. Si nos tomamos el tiempo de observar un poco nuestro entorno podemos darnos cuenta de que a pesar de que somos seres con un cierto intelecto, a final de cuentas estamos profundamente dominados por nuestro instinto animal. He llegado a la conclusión de que la totalidad de los comportamientos y conductas del ser humano desembocan en un fin único: la reproducción. Si usted observa a su alrededor caerá en cuenta de que cada acción, decisión y movimiento del ser humano es encaminado de manera inconsciente hacia ese fin.

Buscamos tener un buen empleo para tener un buen sueldo, mismo que nos dará un cierto status y la oportunidad de tener una casa linda y varios ceros en nuestra cuenta de banco para lograr ser lo que la gente llama “un buen partido”. Los buenos partidos sobresalen de entre todos los malos partidos, es en los buenos partidos en los que los demás se fijan y es con los buenos partidos con los que la gente busca tener una cita. Ya en una cita ambas personas buscarán usar ropa atractiva, oler bien y dar su mejor ángulo durante la charla. Todas estas acciones los acercan poco a poco a romper el hielo y dar paso a la recompensa deseada. Tal vez primero un beso, después seguramente el coito.

Insisto, todo esto lo hacemos muchas veces de manera inconsciente. Pero si nos tomamos el tiempo de analizarnos nos daremos cuenta de que es así como funcionamos las 24 horas del día. Queremos el mejor celular, muchos seguidores en nuestras redes sociales, dinero, reconocimiento, estética en nuestra persona. Todo para resaltar del resto de la gente y convertirnos en objeto de deseo. Está en nuestra naturaleza, todas estas conductas lo único que buscan es la preservación de la especie. Si no atraemos a la pareja deseada jamás habrá acercamiento, si no hay acercamiento no hay coito y si no hay coito simple y sencillamente sería inevitable la extinción de la raza humana.

Dejando en claro que este comportamiento es natural en el ser humano podemos dar por entendido que el comportamiento reproductivo es, de igual manera, algo normal en nuestra especie (y en todas las demás). Ahora bien, muchas personas se preguntan por qué es que el macho humano tiende a tener líbido más elevado que las hembras humanas, por qué el macho está pensando todo el tiempo en sexo y por qué les resulta casi imposible contener el deseo sexual. Pues bien, permítame explicarle. Resulta que el macho produce semen, mismo que se acumula y, al igual que una jarra que se llena de agua, tarde o temprano se tiene que derramar. Se trata de una necesidad fisiológica, una necesidad de sentido común. El recipiente se llena y debe vaciarse, punto. Ojo, no justifico con esta idea la promiscuidad o la infidelidad del macho, no justifico tampoco esa conducta de darle a lo que se mueva. Simple y sencillamente digo que por cuestión de lógica el cuerpo no puede almacenar semen eternamente

. Los métodos y los modos de expulsarlo pueden variar, sin necesariamente convertirse en un cerdo promiscuo y violador.

Ahora bien, en este punto estamos todos de acuerdo en esta idea. El problema viene cuando a alguien se le ocurre ir contra natura y pretende vendernos el cuento de que en nuestra sociedad existen unos seres que tienen prohibido el coito con cualquier otro ser humano, que para poder servir a sus fines e intereses deben reprimir su líbido, enterrar su deseo sexual y, en pocas palabras, mantener la llave abierta eternamente pero no permitir que el agua se derrame de la bañera, ni una sola gota. Vaya, sin rodeos, esos seres deben mantener el semen en sus testículos, punto. Así es, me refiero a los sacerdotes.

Estará de acuerdo conmigo, mi estimado lector, que no hay peor infortunio para un macho de la especie que usted quiera y mande que renunciar a liberar el semen de su cuerpo. No coito, no masturbación, no nada de nada. Seguramente está pensando lo mismo que yo, es simple y sencillamente imposible. No es de extrañar entonces que por décadas, y me atrevería a decir que incluso desde el inicio de la iglesia como institución, el abuso sexual por parte de sacerdotes hacia monaguillos, monjas, y cuanto ser vivo se les atraviese sea una práctica de lo más común. Está de más decir que repudio absolutamente este tipo de conducta, pero hasta cierto punto se me hace lógico. Ya lo dice el viejo refrán: A mayor prohibición mayor perversión.

Es así de sencillo, no puedo más que sentir lástima al ver la represión a la que los sacerdotes son sometidos para ser validados como elementos dignos de pertenecer a la iglesia. Se trata entonces de un asunto de sentido común, dejar a un niño al cuidado de un sacerdote es dejar al pequeño ratón encerrado en la jaula del gato gordo y hambriento, es darle la llave de su casa al más infame de los ladrones, es dejar a solas a un alcohólico en una cantina. Es una tristeza ver cómo estos hombres, en su afán de acercarse a Dios son víctimas de una imposición antinatural que hace que se les enreden los pies con una soga y más que acercarlos a la espiritualidad termina alejándolos de ella. Resulta igual de triste que aquél pobre hombre que sufre de obesidad, y al intentar desesperadamente perder peso es víctima de las dietas milagrosas que, en lugar de ayudarle lo dejan doblemente obeso a causa del rebote.

Ahora que sin pelos en la lengua entendemos que estos pobres hombres de fe están condenados a la tortura de las “blue balls” eternas, ahora que entendemos que el deseo sexual de estos infortunados es una bomba de tiempo, una auténtica olla express. Ahora que nos encontramos en tiempos de búsqueda de pertenencia en los que los retos en Internet determinan muchos de los comportamientos de la sociedad hambrienta de encajar en determinados grupos, ahora, justo ahora me atrevo a preguntarle: ¿Le entraría usted al #ConfíaleUnHijoAlSacerdoteChallenge?

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#4 Tiempos

Ingeniero Labarthe, pionero de la cartografía geológica en México | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

 

Hace sesenta y cinco años, en el mes de mayo, el Ing. Eugenio Pérez Molphe impulsaba el proyecto para la creación de un Instituto de Geología en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, que sería presentado por el Ing. Rubén Ortiz Díaz Infante, Director de la Escuela de Ciencias Químicas, un par de meses después en julio de 1960 se formalizaba la propuesta al Consejo Directivo Universitario de a UASLP, la cual sería aprobada iniciando así las actividades del Instituto de Geología y Metalurgia, como fue llamado en un ´principio, siendo nombrado el Ing. Pérez Molphe como su director.

El proyecto de inicio de la formación en Geología en San Luis se venía gestado dos años atrás, motivada entre otros factores, por la celebración del Año Geofísico Internacional donde estaban participando algunos universitarios potosinos, entre ellos el Dr. Gustavo del Castillo, que recibió en 1957 a investigadores que realizarían algunos experimentos geológicos en el marco de esta celebración.

En 1958 con motivo del Año Geofísico Internacional estuvieron en San Luis Potosí el doctor en geología Robert P. Mayer de la universidad de Wisconsin y el ingeniero geodesta Hermilio Cepeda del Departamento de Oceanografía de la UNAM, con el objeto de realizar experimentos geológicos a fin de determinar la velocidad con que se transmite el movimiento de la tierra, para lo que buscaban una mina abandonada para emplear un sismógrafo a fin de poder colocarlo a considerable profundidad, seleccionando para ello al mineral de Cerro de San Pedro. Para realizar sus mediciones se haría una explosión de dinamita en el Cerro del Mercado en Durango y mediante comunicación por radio con Cerro de San Pedro se trataba de registrar en el sismógrafo el evento.

En 1959 el Ing. Luis S. Jiménez López presidente de la Comisión Nacional de Fomento Minero en el Estado de San Luis Potosí, en un análisis minucioso sobre el panorama minero en México, declaraba que el país necesitaba más ingeniero geólogos, señalando la necesidad de una nueva dinámica en los campos de exploración y explotación de minerales cuyo factor propicie el justo y adecuado aprovechamiento de este núcleo de profesionales.

En esos años, terminaba sus estudios de ingeniería geológica el potosino Guillermo Labarthe Hernández en la Universidad Nacional Autónoma de México, titulándose en la licenciatura como ingeniero geólogo en 1958, año en que contraería matrimonio y regresaría posteriormente a San Luis Potosí.

Guillermo Labarthe Hernández nacería en San Luis Potosí en febrero de 1934, a principios de los sesenta se incorporaría al Instituto de Geología de la UIASLP que contaba con un número mínimo de profesores y sus actividades se orientarían al apoyo a la docencia y el impulso de la carrera de geología en la UASLP que iniciaba actividades en 1961 a la que se incorporarían alumnos que ya estudiaban ingeniería en la UASLP y que reorientaban su vocación a la geología.

El vínculo del Ing. Labarthe con la UNAM se reflejaría al realizar los primeros trabajos de cartografía en colaboración con esa institución que propició se titularan los primeros geólogos de la UASLP

un par de años después en lo que fue la primera generación de ingenieros geólogos, la cual estuvo formada por Arturo Elías, Jorge Fraga y Manuel Mendiola, que recibieron sus títulos en 1963.

El Instituto de Geología de la UASLP sería el tercer instituto de investigación creado en la UASLP y el segundo que se formaba en el país. Si bien, sus primeros años estuvo enfocado principalmente en el apoyo a la docencia se establecían las raíces que propiciarían se realizaran se manera intensa actividades de investigación a mediados de los setenta.

En el mes de noviembre de 1962 salió a la luz pública la revista “Geología y Metalurgia”, con temas técnico-científicos de interés y que posteriormente, hacia 1977 daría lugar a la serie de boletines publicados como “Folletos Técnicos del Instituto de Geología”. En 1979 el Ing. Guillermo Labarthe Hernández era nombrado director del Instituto de Geología y se iniciaba un intenso trabajo de cartografía geológica siendo un esfuerzo pionero en el país.

En 1976 inicia los trabajos formales de investigación en cartografía geológica del Estado enfocando esfuerzos en la Zona Media y Altiplano del estado de San Luis Potosí, dirigidos por el Ing. Labarthe; estos trabajos serían los primeros que se realizaban en México. Los cuales sirvieron para definir los acuíferos de la zona de San Luis Potosí y Villa de Reyes. Por lo que al perforarse los pozos se sabía que tipo de rocas estaban en el subsuelo gracias al trabajo de cartografía realizado. En cuanto a recursos minerales, los depósitos de caolín que existen en la zona suroeste del estado fueron descubiertos por la cartografía realizada.

Todos estos recursos, acuíferos y minerales están encajonadas en rocas volcánicas, tema que sería parte de la especialización del Ing. Labarthe del que era un experto. La zona de San Luis fue una zona volcánica, y los estudios han ayudado a comprender la evolución de la corteza.

El Ing. Labarthe falleció iniciando el mes de mayo dejando un importante legado para la geología mexicana y en especial la potosina, siendo uno de sus pioneros y el iniciador de la cartografía geológica moderna.

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#4 Tiempos

Entre tangas, roscas y tamales | Columna de León García Lam

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VOLUTA

 

En una nota del Universal publicada el último del año 2024 una comerciante de la Ciudad de México afirmó: “ya no se venden los calzones rojos y amarillos, se está perdiendo la tradición” y al parecer sí, la euforia por las tangas rojas ha perdido el interés de las nuevas generaciones chilangas que ya no creen en el amor, ni en las tradiciones o no tienen dinero para pagarlas. Sin embargo, en estados como Jalisco, las ventas de ropa interior se dispararon hasta el cielo y un dato llamó mi atención: para este año 2025, los consumidores tapatíos buscaron vorazmente los calzones amarillos. ¿Qué nos querrá decir este indicador popular?

Hace unos días, en una cápsula trasmitida por Radio Universidad (de SLP) se escuchó, en la voz de mi querido amigo Jonathan Gamboa, una explicación genealógica acerca de las tradiciones de fin de año: comer lentejas, hacer maletas y meterse debajo de la mesa son tradiciones que provienen de culturas bien lejanas en el tiempo y en el espacio. Entonces ¿por qué las aceptamos con tanta facilidad? No sé si usted lo note, querida culta lectora de La Orquesta, pero las tradiciones del fin de año o del año nuevo pretenden controlar el futuro incierto que tenemos enfrente: que las doce gotas de la felicidad, que las cabañuelas y los borregos de la buena fortuna, pero ¿qué tienen en común todas estas “tradiciones” a las cuales también llaman “rituales”?

Pues bien, yo que empleo parte de mi valioso tiempo en buscarle chichis a las lombrices, creo que lo que es común a una buena parte de estas tradiciones de Año Nuevo es el juego de esconder o revelar algo que está dentro. Me explico, la tradición de salir a la calle con una maleta requiere guardar dentro de la maleta elementos de lo que se desea atraer. La tradición de meterse debajo de una mesa es, de alguna manera, situarse dentro del centro de la abundancia que es la mesa. Sin embargo, el mejor ejemplo es la rosca de reyes:

¿Cómo debe ser la tradicional rosca de reyes? Unas personas afirman que la tradicional rosca lleva un monito, otras dicen que debe llevar 3 monitos y hay quien piensa que la mera tradicional rosca de reyes debe esconder además de los monitos, dedales y anillos. No hay manera de fijar una norma estandarizada. Lo que sí es interesante es la forma de la rosca. ¿Usted sabe cómo se llama la forma geométrica de una rosca? Se llama toro y algún otro día le contaré sobre sus propiedades matemáticas que son formidables. Me gusta pensar que, si la rosca es una representación del año, entonces el tiempo es algo que da vuelta, regresa al mismo lugar y en su interior, al igual que los tamales, esconde sorpresas insospechadas.

Estimada y culta lectora de La Orquesta: yo espero que las sorpresas de su año 2025, sean las mejores.

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#4 Tiempos

Votar entre la razón y la emoción | Columna de León García Lam

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VOLUTA

 

Eso me dijo mi papá:

-Mira Leontino, que lo que guardas en la cabeza no sea lo mismo que guardas en el corazón.

Como muchas cosas que me dijo, no le puse suficiente atención, pero ahora ese mensaje ha logrado escarbar entre todos los recuerdos y salir a flote otra vez.

Interesante: la frase de mi papá tiene razón, pero también tiene emoción. Hace uso de dos recursos -muy humanos- a la vez y los junta y los enreda torciéndolos, pero nunca dejan de ser razón por un lado y emoción por el otro. La frase significa además que la razón tiene su lugar en el cuerpo, sus formas, sus métodos y la emoción los suyos propios. Esto viene muy a cuento con la época de elecciones en la que nos encontramos.

Como una especie de vicio raro, leo con pulsión desmedida todas las columnas de opinión que mi escaso tiempo me permite. Leí, por ejemplo, la columna de mi amigo Octavio Mendoza (Astrolabio) que trata acerca de las complejas motivaciones del votante: a la mera hora, ahí escondido detrás de una cortina de plástico, el elector tacha la opción que durante meses dijo que no iba a elegir. Si un votante hace eso, no pasa nada, es como una gota de agua rebelde que lucha contra las olas del mar. La cosa se pone buena, cuando esto mismo no lo hace uno sino 5 millones de votantes. Entonces, las alarmas se encienden, los encuestadores se arrancan los pelos y se desatan los programas de opinión, que a mí me encantan, tratando de explicar lo que antes parecía imposible.

Sí, efectivamente, las masas actúan caprichosamente. No razonan. Solo actúan motivadas por sentimientos básicos como el odio, el miedo, el rencor, la venganza o el gusto. Eso motivó a millones de personas a votar hace seis años y sentimientos similares moverán a millones de personas a votar este domingo.

Por otro lado, si lo pensamos bien (lo razonamos) ¿de qué sirve ir a votar? Alguien va a ganar de todos modos y quien gane no hará que el mundo, el país, el Estado, el municipio cambien. Todos sabemos que las campañas se hacen de puras promesas que ni siquiera se piensan cumplir. Como un signo más del apocalipsis, la calidad de los candidatos de todos los partidos empeora cada elección y se nos presentan cada vez más incultos, cínicos y simplones y si seguimos pensando así, no solo se nos quitarán las ganas de votar sino de vivir.

Ambas situaciones que he presentado aquí: votar motivado por el rencor y no salir a votar porque “no sirve para nada”, significan hacer de tripas corazón, o sea poner la pasión en la cabeza y la razón en el corazón y así todo se descompone.

Para que la democracia funcione se requiere que la motivación de votar sea algo que está por encima de nuestros intereses personales: nuestros hijos, nuestra comunidad, nuestro entorno. Salir a votar no puede ser un asunto de la razón, menos aún de las razones personales, sino de la pasión ciudadana, del amor por la patria, por la matria, por la familia. El resultado aquí no es lo que importa, sino nuestra obligación a participar.

¿Por quién votamos? Aquí debe entrar la razón desapasionada. Votar por rencor o votar por conveniencia personal no sirve para elegir al mejor gobernante. Lo que se requiere, en ese momento justo de estar a solas con nuestra boleta y el crayón en la mano es razonar fría y calculadoramente el sentido de nuestro voto.

Es el corazón quien levanta del sillón al elector, lo saca de la comodidad de su casa y lo lleva a la casilla. Ya estando en la mampara, la razón toma la mano del votante y lo hace elegir si no la mejor, la menos mala de las opciones que tenemos. Después de que le marcan el dedo con la famosísima tinta indeleble (por cierto, invento mexicano) queda en el votante, una extraña satisfacción de haber cumplido de la mejor manera posible.

Yo creo que vamos bien, si tomamos en cuenta que la democracia se tarda unos 400 años en dar resultados.

Querida culta lectora de La Orquesta, que tenga felices votaciones este domingo

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