julio 16, 2025

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#4 Tiempos

Cambio de nombre | Columna de Víctor Meade C.

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SIGAMOS DERECHO.

Alejandro Gertz Manero es abogado egresado de la Escuela Libre de Derecho; es doctor en Derecho por la UNAM, por la Universidad Mount Union en Ohio y por la Universidad de las Américas (así es, tres doctorados); ha sido profesor del ITAM, de la UNAM y de la Universidad Anáhuac; ha ocupado diversos cargos en la anterior Procuraduría General de la República; fue Secretario de Seguridad Pública (2000-2004) con Fox; diputado federal plurinominal por el Partido Convergencia en 2009; rector de la Universidad de las Américas; y, desde el 2019, es la primer persona en ocupar el cargo de Fiscal General de la República. Una más a la lista: desde la semana pasada, Gertz Manero es investigador Nivel III del Sistema Nacional de Investigadores (SNI).

Vale la pena entrar al contexto para dimensionar y poner en perspectiva las responsabilidades de Gertz Manero como el primer titular de la Fiscalía General de la República (FGR), que vino a suplir a la extinta Procuraduría General de la República (PGR). En el 2014, el empuje y la insistencia de organizaciones de la sociedad civil logró que el gobierno de Peña Nieto reformara el artículo 102 constitucional para que la Procuraduría dejara de pertenecer al Poder Ejecutivo y volverla un órgano autónomo con personalidad jurídica y patrimonio propios, a la luz de los terribles resultados en materia de investigación de delitos y de deficientes presentaciones de acusaciones penales.

Aunque los ejemplos sobran, recordemos que fue aquella fallida Procuraduría la responsable de la detención de Florence Cassez en 2005 y que quedó en libertad por faltas graves al debido proceso y a sus derechos humanos. Fue responsable de la detención e imputación de Elba Esther, quien fue absuelta pasados cinco años. Fue responsable, con Jesús Murillo Karam al frente, de llevar a cabo una vergonzosa investigación, actos de tortura, alteración de pruebas, detenciones arbitrarias y violaciones graves a los derechos de personas detenidas en el caso de la desaparición forzada de los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa.

Por lo anterior, la nueva Fiscalía fue concebida como un órgano autónomo al servicio de la sociedad con cuatro fiscalías especializadas (delitos electorales, combate a la corrupción, derechos humanos y asuntos internos); con un Consejo Ciudadano de consulta conformado por cinco ciudadanos de «probidad y prestigio»; con un fiscal con una duración de nueve años en el cargo; y con planes de trabajo sujetos de aprobación por parte del Senado y del Consejo Ciudadano. Es decir, en principio, la transición sí implicaba algo más que el mero cambio de nombre.

Fue hasta el 14 de diciembre de 2018 que se publicó en el Diario Oficial de la Federación la Ley Orgánica de la Fiscalía General de la República y, así, le tocó a la entrante administración de López Obrador estrenarla y nombrar en los primeros días de su gobierno a Gertz Manero como el primer fiscal para el periodo 2019-2028. Desde entonces, todas y todos hemos podido atestiguar que la transición de Procuraduría a Fiscalía no ha trascendido a más allá del nombre. Las torpezas en la manera de aprehender, investigar e imputar delitos continúan.

Con el caso de Lozoya, la Fiscalía le otorgó al exdirector de Pemex el carácter de testigo protegido y se fue directamente a su casa, incluso con la posibilidad de viajar dentro del país; se filtraron a los medios sus acusaciones; y se han extraviado pruebas no integradas al expediente. Con Salvador Cienfuegos, Gertz decidió no ejercer la acción penal después de que el exfuncionario llegó a México entregado por Estados Unidos y —sorpresa— quedó libre. El más reciente, Alonso Ancira, autor del fraude de Agronitrogenados, llegó a un acuerdo reparatorio con la Fiscalía para pagar 216 millones de dólares dentro del plazo de tres años, con lo que se extinguirá su proceso penal. Mientras ello sucede, Ancira ya está en libertad.

Más allá de la visibilidad que dan estos casos con tanta atención mediática, fuera de los reflectores la gestión de Gertz al frente de la Fiscalía ha sido poco transparente y con muy poca actualización de la información pública aún cuando el INAI le ha ordenado en distintas ocasiones que dé publicidad a información de interés público. Además, el Consejo Ciudadano ni siquiera ha sido instalado y, por tanto, sigue pendiente de su aprobación el Plan de Persecución Penal. Según los informes que presenta constantemente la organización civil México Evalúa, el rezago en las investigaciones va al alza y solamente el 4.9% de los delitos federales tienen respuesta efectiva (sentencia o algún otro modo de resolución).

Sumado a todo lo anterior, Gertz Manero promovió la abrogación de la Ley Orgánica de la FGR que se promulgó hace tres años para que esta fuese sustituida por una nueva y en sus términos.

La propuesta de Gertz retira a la Fiscalía del Sistema Nacional de Búsqueda, lo cual implica que ahora ya no participarán en coordinación con otras instituciones y organizaciones civiles en la búsqueda de personas desaparecidas —uno de los peores y principales males del país—. También, ello significa que las organizaciones civiles y colectivos perderán el poco acceso que habían tenido a las bases de datos de personas desaparecidas, lo cual limita mucho más sus insumos para investigar aunque sea por su propia cuenta el paradero de sus ausentes. La Fiscalía ahora rendirá aún menos cuentas y será menos transparente; todo a propuesta del Fiscal y alabado casi en todos sus términos por un Poder Legislativo complaciente. La FGR regresa a la misma lógica operativa de la PGR del priísmo, pero con la sutileza del cambio de nombre.

En un tenor diverso, pero a propósito de legisladores y legisladoras complacientes, la legislatura pasada cerró el periodo ordinario de sesiones aprobando también modificaciones a la Ley del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) y a sus diversos reglamentos, como el del Sistema Nacional de Investigadores. Lo anterior cobra especial notoriedad cuando se anunció la semana pasada que Alejandro Gertz Manero fue ingresado al Sistema Nacional de Investigadores directamente al Nivel III —su nivel más alto— sin siquiera haber pasado por los escalones de Candidato, Nivel I y Nivel II. El argumento de la Comisión Dictaminadora —por cierto, fue instaurada especialmente para su caso— determinó ingresarlo como una medida reparatoria de supuestos actos discriminatorios en su contra, según una resolución dictada por el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED), que depende de la Secretaría de Gobernación.

Gertz Manero denunció ante la CONAPRED que habían sido reiteradas ocasiones en que él había tratado de ingresar al SNI, pero que fue rechazado en todas por no cumplir con los requisitos de producción académica (dirección de tesis, publicación de libros, textos científicos dictaminados, conferencias, entre otros). La Comisión Dictaminadora argumentó que con sus tres doctorados, numerosos textos de opinión y trascendencia para el país, lo justo era permitir su ingreso al Nivel III del SNI. Ahora que todas las reglas y requisitos —a las que toda la comunidad científica se ciñe— fueron ignorados, quién sabe; quizás le otorguen la misma dispensa a Samuel García, gobernador electo de Nuevo León y también con tres doctorados. O mejor aún, que también a mí me hagan SNI por los textos de opinión que escribo cada lunes, aunque sea Nivel I.

El cuento de las instituciones públicas que dan prebendas a otros funcionarios públicos es uno que conocemos bien. Tan es así que incluso la CNDH solicitó protección para Sanjuana Martínez, directora de Notimex que, por su notoria ineptitud, ha tenido a toda la institución a su mando en paro total de labores desde hace varios meses. Quizás mencionar lo anterior ya sea una digresión innecesaria, pero deja de manifiesto que el discurso de transformación no alcanza a penetrar la realidad de retroceso y decadencia que prevalece en tantos rincones de la administración pública federal. En el menos peor de los casos, las trayectorias de vida como la enunciada en el primer párrafo del presente texto serán maquilladas a petición de parte. En el peor, la investigación de los delitos y las acusaciones penales quedarán en manos del pasado, incidiendo aún más y de manera negativa en las vidas de las miles de víctimas y sus familiares.

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#4 Tiempos

El experimento de Carrillo que abrió la puerta a un nuevo universo musical | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

El pasado 13 de julio se cumplieron ciento treinta años del trascendental experimento donde Julián Carrillo dividió el tono en dieciséis partes obteniendo lo que llamó el Sonido 13 que se agregaba a los doce sonidos conocidos hasta ese entonces, 1895 y al mismo tiempo expandía en noventa seis los sonidos en la octava musical. Carrillo abrió la puerta a un nuevo universo musical, y gracias a la genialidad de su autor logró convertirse en todo un sistema que a últimas fechas ha recobrado especial interés a nivel mundial.

A partir de ese experimento Carrillo desarrolló su teoría del Sonido 13 que revolucionaria el mundo de la música. Controvertidas teorías que causaron en el país, principalmente, a diferencia de otras partes del mundo, un rechazo a la figura y obra de Julián Carrillo que perdura de cierta manera a la fecha, desvirtuando la importancia de ese simple experimento que realizó con la ayuda del violín abocándose a dividir la cuarta cuerda del violín sucesivamente hasta los límites prácticos de ese proceso.

Uno de los puntos que suele criticársele a Julián Carrillo, es el del descubrimiento, por decirlo así, del microtonalismo, suele asegurarse que una gran cantidad de personajes trabajaban en ese aspecto y que habían logrado hacerlo, o bien que sistemas como el hindú y algunos otros tenían música microtonal. Por otro lado, suele cuestionarse también, que fuera justo el 13 de julio de 1895, sin que nadie lo viera y sin que en ese momento se registrara el acontecimiento, salvo, el dicho del propio Carrillo que menciona el descubrimiento y que recurre a uno de sus condiscípulos como testigo de dicho experimento.

Se tacha de chocante la crónica difundida por el propio Carrillo. Esta situación, suele desvirtuar el propio acontecimiento, pues el experimento como tal, fue más allá de su simple realización, abrió la posibilidad de la discusión teórica y experimental acerca del sistema musical en práctica; mientras otros personajes trataban de lograr los cuartos de tono, Carrillo logró los diesiceisavos de tono y desarrolló las respectivas teorías que le permitieron enriquecer, simplificar y purificar la música, construyó nuevos instrumentos únicos en el mundo, ideó un nuevo sistema de escritura musical, escribió música en sistema microtonal demostrando su posibilidad interpretativa y auditiva, e incorporó las importantes y poco estudiadas leyes de metamorfosis musical. Todo ello forma parte del llamado Sonido 13. Existen todas las evidencias contextuales para asegurar, no solo la posibilidad de realización de dicho experimento, sino, los factores necesarios para que una personalidad como la del entonces joven Carrillo, pudiera llegar a la conclusión de la división del tono en dieciséis partes iguales, dieciseisavos de tono.

En San Luis Potosí Carrillo fincaba esa inquietud con la acústica musical y preparaba el terreno para experimentar con el sonido y la dependencia de la frecuencia con sistema de ondas estacionarias como suceden al vibrar una cuerda cualquiera.

Un niño entusiasmado por la música, que comenzaba a manifestar un especial talento por la misma, en una clase donde de cierta forma se le permitía jugar con elementos a su alcance, soñando y desplegando su espíritu inquisidor, le abría la posibilidad de experimentar mediante el juego, moldeando su ingenio. De esta forma, al decir de su maestro de primeras letras Germán Faz en la Escuela número nueve de San Sebastián, Carrillo solía jugar con una de las cintas de su zapato, que entonces tenían un núcleo de resorte, haciéndola vibrar sosteniendo con la boca uno de sus extremos y con la mano el otro de ellos, produciendo sonidos que podía percibir, se moldeaba, como decíamos, el futuro investigador. Por cierto, su profesor comentaba muchos años después, ya cuando se propagaba intensamente las teorías del Sonido 13, que éste, de cierta forma, pudo haberse fraguado en esos regulares juegos con las cintas de su zapato que realizaba el niño Julián, mientras trascurrían las lecciones diarias de aritmética. En ese juego Carrillo podría observar que el sonido producido por la cuerda de su zapato dependía de la forma en que la tensionaba y de la longitud que controlaba con su mano, tal como lo haría con el violín, poco tiempo después, armando notas que deleitaban al oído.

El propio Julián Carrillo en sus escritos en el libro pláticas musicales que editó en 1923 en su volumen dos refiere detalles contextuales del experimento y el nombre del discípulo que ayudó en ese experimento:

“en el último lustro del siglo pasado y queriendo ver si era posible dividir el semitono, intenté con mi discípulo y amigo Eucario Rodríguez, de Guanajuato, un trabajo de experimentación y de una manera primitiva -supuesto que carecíamos de medios apropiados para ello- logramos, subdividiendo la cuerda de un violín con el filo de una navaja, oír entre las notas Sol y La de la cuarta cuerda dieciséis sonidos distintos perfectamente claros”.

El Sonido 13 es mas que este experimento, tiene una estructura compleja que Carrillo desarrollo y cuya epistemología se basa en tres axiomas derivados básicos que se centran en el compromiso o, los principios, de Simplificación, de Purificación y de Enriquecimiento, que Carrillo llamó postulados.

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#4 Tiempos

La decadencia de la risa | Columna de Juan Jesús Priego Rivera

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LETRAS mínúsculas

Ya a finales del siglo XIX, Eça de Querioz (1845-1900), el famoso novelista portugués, se quejaba de lo poco que nos reímos los modernos, lamentándose de que lo que él llamó «la risa antigua» estuviera en vías de franca desaparición. «Nosotros –escribió en un ensayo muy poco conocido-, hijos de este siglo serio, perdimos el don divino de la risa. ¡Ya nadie ríe! Casi ya nadie sonríe siquiera, porque lo que queda de la antigua sonrisa, fina y viva, tan celebrada por los poetas del siglo XVIII, o de la sonrisa lánguida y húmeda que encantó al romanticismo, apenas es un entreabrir lento y helado de los labios que, por el esfuerzo con que se contraen, parecen muertos o de hierro».

Sí, cada vez reímos menos, y, como dije en otra ocasión, si en algo aventajamos a los hombres y mujeres de otras épocas es en nuestra seriedad, que no es meditativa ni religiosa, sino triste, culpable y mortecina: una seriedad, para decirlo ya, muy parecida a la de los cadáveres.

Sigue diciendo el novelista: «Nunca más he vuelto a oír esa carcajada magnífica de mi infancia. Lo que hoy se escucha es a veces una sonrisa cascada, seca, dura, áspera, corta, que sale a través de una resistencia, como arrancada por unas cosquillas, y que bruscamente muere, dejando los rostros mudos y fríos. ¡He aquí la risotada de nuestro siglo!».

La alegría, hoy, ha acabado convirtiéndose en un lujo; y, si no me cree usted, si mi afirmación le parece exagerada, pregunte a sus vecinos si son felices para que obtenga un centenar de respuestas como ésta: «¿Feliz yo? ¡Cómo se le ocurre, estimado señor!». Y se pondrán a hablarle del trabajo –tan mal pagado-, del cambio climático, de la delincuencia organizada o del estrés. ¡Y conste que hoy tenemos casi todo aquello de los que nuestros antepasados carecieron! Las cajas de música de mi infancia tocaban sólo una canción, y, para colmo, había que darles cuerda; las cajas de música de los muchachos de hoy tocan –o al menos pueden hacerlo- hasta 20 o 30 000 canciones, pero no por eso el corazón de estos muchachos se ha vuelto más alegre, más musical. ¡Qué rostro más avejentado pasean por las autopistas de la vida! ¿Sonreír? No, gracias. La verdad es que ni siquiera se les ocurre.

«Nadie ríe –continúa Eça de Queiroz-, y nadie quiere reír. Tenemos todos el indefinible sentimiento de que la risa estridente y clara desentona con la atmósfera moral de nuestro tiempo». Y se pregunta: «¿De dónde proviene esta desoladora decadencia de la risa? Habría que componer un estudio sobre la Psicología de la taciturnidad contemporánea».

Algún día, si no cambio de parecer, escribiré esa psicología de la tristeza que invita a hacer a sus lectores el autor de La ciudad y las sirenas. Dicho tratado deberá responder a las siguientes preguntas: 1. «¿Por qué estamos hoy tan endiabladamente tristes?»; 2. «¿Quién nos ha robado el mes de abril?»; 3. «¿Por qué razón nos hemos vuelto tan huraños y tan antipáticos?», etcétera.

Que esto es así –es decir, que hoy estamos los hombres más tristes que nunca- lo dicen incuso autores bastante enterados de los problemas de nuestra época. He aquí, por ejemplo, lo que escribió el doctor Luis Rojas Marcos en un libro que apareció en las librerías casi cien años después de que lo hiciera ese ensayo de Eça de Quieroz que hemos venido citando; el libro en cuestión se titula La pareja rota y dice así en una de sus páginas:

«Desde finales de los años sesenta ha brillado la generación del yo, el culto al individuo, a sus libertades y a su cuerpo, y la devoción al éxito personal. La dolencia cultural que padecemos desde entonces es el narcisismo, aunque según dan a entender estudios recientes, la comunidad de Occidente está siendo invadida ahora por un nuevo mal colectivo: la depresión. La prevalencia del síndrome depresivo está aumentando en los países industrializados, y las nuevas generaciones son las más vulnerables a esta aflicción. Así, la probabilidad de que una persona nacida después de 1955 sufra en algún momento de su vida de profundos sentimientos de tristeza, apatía, desesperanza, impotencia o autodesprecio, es el doble que la de sus padres y el triple que la de sus abuelos. En Estados Unidos y en ciertos países europeos, concretamente, sólo un 1 por 100 de las personas nacidas antes de 1905 sufrían de depresión grave antes de los setenta y cinco años de edad, mientras que entre los nacidos después de 1955 hay un 6 por 100 que padece de esta afección».

¡Dios mío, lo doble de tristes que nuestros padres y lo tripe de ansiosos que nuestros abuelos! ¡Pero si tenemos todo lo que ellos no tuvieron!…

¿Cuáles son las causas de tanta tristeza? Eça de Queiroz aventura la siguiente respuesta: «Yo pienso que la risa acabó porque la humanidad se entristeció. Y se entristeció a causa de su inmensa civilización…, pues cuanto más culta es una sociedad, más triste es su faz. Hemos perdido la simplicidad y, con ella, la risa». Y termina diciendo al lector: «¿Quieres un humilde consejo? Abandona tu laberinto, entra de nuevo en la naturaleza, no te compliques con tantas máquinas, no te sutilices con tantos análisis; vive una buena vida de padre próvido que trabaja la tierra, y reconquistarás, con la salud y con la libertad, el don augusto de reír».

Así termina el famoso novelista. Pero no, no nos convence el consejo, ni creo que se consiga mucho abandonando el laberinto (y, por lo demás, ¿quién podría hacerlo?). Según yo, lo que nos ha quitado «el don augusto de reír» no es el exceso de civilización, sino nuestra falta de religión. ¡Ah, si de veras creyéramos en un Dios que nos protege y nos cuida, cómo nos reiríamos de nuestros pequeños problemas! Es decir, reiríamos. Veríamos entonces las cosas desde esa lejanía sin la cual la risa es imposible. ¿No se ha dicho muchas veces que la risa nace del distanciamiento, de ver las cosas desde cierta altura? Pues bien, si esto es así, sólo Dios y los que creen en Él pueden reír de veras con esa explosión de regocijo que conoció Eça de Quieroz cuando era niño, es decir, cuando los hombres aún tenían fe…

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#4 Tiempos

El tormentoso futuro y sus pronósticos | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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TESTEANDO

Se llega al inicio del torneo y como siempre, la ilusión, el deseo y un poco de esperanza regresan a los campamentos del fútbol mexicano.
Ya con algunas semanas de partidos amistosos, preparación de pretemporada y contrataciones interesantes, arrancamos con la idea de pronosticar el futuro de San Luis en la liga.

La mecánica es simple, ir jornada tras jornada sumando (cuando lo amerite) los puntos que puede obtener el equipo, para al final hacer una suma e intentar predecir si es suficiente como para pelear por un lugar en la liguilla o no, así que comencemos.

Jornada 1: León (Derrota) 0 puntos
Jornada 2: Monterrey (Derrota) 0 puntos
Jornada 3: Chivas (Derrota) 0 puntos
Jornada 4: Cruz Azul (Derrota) 0 puntos
Jornada 5: Puebla (Empate) 1 punto
Jornada 6: Querétaro (Victoria) 4 puntos
Jornada 7: Toluca (Empate) 5 puntos
Jornada 8: Tijuana (Victoria) 8 puntos
Jornada 9: Santos (Victoria) 11 puntos
Jornada 10: América (Empate) 12 puntos
Jornada 11: Pachuca (Empate) 13 puntos
Jornada 12: Mazatlán (Victoria) 15 puntos
Jornada 13: Atlas (Victoria) 18 puntos
Jornada 14: Pumas (Derrota) 18 puntos
Jornada 15: Necaxa (Victoria) 21 puntos
Jornada 16: Juárez (Victoria) 24 puntos
Jornada 17: Tigres (Derrota) 24 puntos

24 puntos representan una real posibilidad de jugar play in y con ello pensar en llegar a la liguilla. Sin embargo, el pronóstico habla de un arranque muy complicado llegando a sumar alguna unidad hasta la jornada 5, lo cual preocupa para la estabilidad del equipo y su nuevo cuerpo técnico. Un torneo que luce complicado y de adaptación para el director técnico y una base muy consolidada de jugadores que conocen muy bien la liga.

Por el bien del fútbol en San Luis, esperemos que la bola ruede a su favor, que renazca el buen toque de balón y se demuestre que con poco se puede competir, no queda más que esperar y en unos meses hacemos el recuento de lo logrado contra este complicado pronóstico, que comience la fiesta del fútbol mexicano, una vez más.

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