septiembre 16, 2025

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#4 Tiempos

La fiesta que no fue | Columna de Óscar Esquivel

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la fiesta que no fue

Desafinando

 

2020 inicia como en feria, con todo, incluyendo confeti multicolor. El tiempo pasó y llega de igual forma. Es terrible esto del tiempo, nos rodea, nos acoge, nos alegra o nos hunde, hijos del tiempo, nunca intemporales, tejidos como una frazada y moldeados como una estatua que quedó fija. Seguramente observará el pasar del tiempo, todo lo que somos, lo que se posee, lo que hacemos e hicimos, todo, absolutamente todo, queda grabado para el ayer y el ahora, el invento del tiempo está destinado, escrito y conducido, es nuestro nuevo destino. Hoy 2020, año par, bisiesto, veinticuatro horas más para vivirlas o dejar de vivirlas, nosotros decidimos.

 “El año tiene 365 angustias, el día 24 desencantos, la hora 60 inquietudes”. -José María Vigil

Como el confeti mil colores, pero ensucia mucho, aquí pequeñas reseñas como iniciamos el año y con todo el deseo esperamos que no continúe y termine bien.

La violencia

En el presente, lo actual. Comenzó el primer minuto de este nuevo viento, con cosas positivas, otras no tanto. La violencia no para, dando las doce campanadas a recibir el año, la primera noticia: la Guardia Nacional detiene en Tabasco a un delincuente secuestrador, extorsionador, robo a transporte, narcomenudista, todo una fichita, que tenía asolada a la región, “el Pelón de playas del Rosario”. Sus cómplices en segundos quemaron vehículos, instalando narcomantas de amenazas, en Villahermosa, pero ¡¿Qué creen?! en menos que canta un gallo, un juez lo liberó por faltas al debido proceso, ¡Leyes de basura es lo que tenemos!

El ambiente 

Australia, el continente apartado, con gran diversidad de climas y ambientes naturales, es arrasado por el fuego desde el mes de septiembre pasado, cobrando víctimas humanas y millones de árboles, pastizales y según informes, han muerto más de 500 millones de animales, koalas, canguros. El flamante primer ministro e íntimo amigo del innombrable Trump, Scott Morrison, es un “negacionista del cambio climático”, desde su toma de posesión el año pasado, dejó en claro que no apoyaría ninguna política ambientalista, ahora sí, “ya quemado el niño”, destinará mil 340 millones de dólares para reparar el daño. Australia, el país de los marsupiales, está pagando un alto costo. 

Se calcula que el fuego ha calcinado más de 2 mil viviendas, de entre 8 millones y de 10 millones de hectáreas de bosques, el tamaño de un país como Cuba. Las lluvias han llegado poco a poco, esperando apacigüe el calor y los incendios. 

Derecho de matar

Otra vez Donald, amiguísimo de la polémica, el Lord de mano extendida y con el mazo en la otra, el experto en política internacional negocia con el dedo en el botón, (esperando que papá Trump no le haya enseñado a apretar). Con una orden ejecutiva como vulgar cabecilla de pandilla del Bronx, mandó ejecutar al segundo hombre más importante de Irán, el general Soleimani, acusado de financiar el terrorismo islámico. Un dron acabó con él.

Mr Trump, jugó una carta muy peligrosa, la respuesta Iraní no se hizo esperar. Bombardeó dos bases Iraquíes – estadounidenses, sin causar bajas humanas. Otra vez ¡¿qué creen?! El bombardeo fue avisado a Irak y a los Estados Unidos con tiempo, para que desalojaran las instalaciones y no hubiera pérdidas de soldados o civiles. Esto significaría, tal vez, que había cierta preocupación del gobierno Islámico Iraní por el comportamiento ,“no adecuado de su general”, y solo le quedó dar una respuesta mediática, aceptando nuevamente la mano del yanqui más odioso que se tenga memoria.

Para colmo de males, un avión se estrella despegando del aeropuerto de Teherán, con 186 pasajeros, ninguno sobrevivió y más tarde, un terremoto de 6.3 grados, las cosas del destino.

Distribuyendo el Distribuidor

¡Damas y caballeros!, ante ustedes ¡la flamante pista Hot wheels!, perdón, los brazos del Distribuidor Juárez, listón rojo, autoridades bien peinadas, abrazos aquí, saludos y palmadas por allá. Entra el primer carro y choca, entonces ante cámaras, el diminuto de ideas, el director de la Junta Estatal de Caminos, salió a exhortar a los automovilistas a circular a 40 kilómetros por hora

,  porque para el “Don” no tenemos educación vial, una educación que el estado y municipio está obligado a poner el ejemplo, comenzando con señalizaciones adecuadas, exigir el respeto al peatón, respeto a espacios reservados para personas con discapacidad, etc. 

Pero como todo, les da flojera ciudadanizar las acciones de gobierno, por eso, somos un caos. La obra del distribuidor es una obra que como dice la misma publicidad gubernamental: “se ganará unos minutos para estar con la familia, un minuto más para disfrutarla, (no me ayudes, compadre). Un “mejoralito” ante un problema mayúsculo de vialidad. ¿Qué les falta?  Voluntad, porque piensan que el tiempo es oro para formar su candidatura a la gubernatura del estado, y no pierden el tiempo en “pequeñeces”.

Se quiere resolver el problema vial, sin el sentido de crecer en grande, no se tienen respuestas acertadas, como el mejoramiento integral del transporte público. Ahora que se pretende el incremento a las tarifas, se les condiciona a los permisionarios el cumplir los acuerdos del año pasado, se les recuerda que la ley no se acuerda, se cumple, si en la ley absurda de transporte, no especifica los requerimientos para prestar el servicio de transporte urbano. Siempre, año con año, se tendrá el mismo problema. Las ciudades como la capital potosina debe tener un transporte a la altura de su crecimiento, social y económico. El gobierno debe anteponer los intereses supremos de los ciudadanos, obedeciendo los dictados de la ley y no a los caprichos de los concesionarios, que por su cercanía con el poder público hacen y deshacen a conveniencia. La concesión la otorga el estado y el mismo, debe exigir reglas claras en una ley moderna de transporte público.

El volumen de las revoluciones

Elías Pesina se reelegirá para presidente del Comité Directivo Estatal del PRI, todo lo hizo bien. Primero llega con un consejo político estatal a su modo y contentillo, digamos puro cuate; segundo, él en funciones, renueva los consejos políticos municipales, casi todos perdedores de la pasada elección o actores políticos afines a su jefe Carreras; y tercero, una convocatoria, para una elección “equitativa”, donde seguramente tendrá la mayoría de votos aplastante, como lo hizo Alito a nivel nacional. ¿Dónde está la promesa del presidente nacional del PRI, de abrir los procesos a la militancia? Los requisitos están hechos para que el señor que hundió al PRI sea ungido. Seguramente llegará, tendrá legalidad jurídica, pero no altura moral para llamar a este proceso democrático o ¿tendrán miedo de enfrentarse a la verdadera militancia?,

El tiempo llegará cuando las migajas del poder las recojan sin honor, quienes apoyan un proyecto sectario, excluyente y poco, muy poco revolucionario.

¡Felicidades! amigos todos, cambiemos el rumbo, hagamos hermano al viento nuevo, donde cabalguemos junto al tiempo, con mayor entusiasmo, ánimo y sonrisa, en fin, todo llega y todo acaba. ¡Vivamos!.

Nos saludamos pronto.

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#4 Tiempos

Elogio de la literatura | Columna de Juan Jesús Priego Rivera

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LETRAS minúsculas

¡Qué tristes son los personajes de Iván Bunin (1870-1953), qué tristes casi todos sus cuentos! Hay en ellos un no sé qué, una nostalgia que embelesa al lector desde el momento en que toma el libro y que no lo abandona sino muchos días después de que lo deja.

Acabo de leer, precisamente hoy, la pequeña antología de sus relatos breves que publicó en 1924 la vieja editorial Calpe y cierro el libro con un suspiro que no sé si será de pena o de dolor. El escritor ruso lo sabe; por lo menos él no se engaña: la vida del hombre está llena de desamparo, de abandono, de tristeza.

El personaje de uno de estos relatos, al ver llegar a su casa a un amigo al que no veía desde hacía mucho tiempo –desde el tiempo en que combatieron juntos en la guerra de Crimea- lo saluda con los brazos extendidos, avanza hacia él y le dice lleno de júbilo: «¡Kovalev! ¿Estás vivo?». ¡Dios mío, qué pregunta! Así nos deberíamos saludar todos, pues la verdad es que nadie sabe si mañana aún estará aquí. A nuestro saludo habitual habría que agregarle una coma para que suene más sincero; no preguntar: «¿Cómo estás?», sino: «¿Cómo, estás?».

Entonces los amigos se abrazan, se besan según la usanza rusa y encienden el samovar mientras afuera, en la estepa, los elementos se enfurecen y la nieve cae sepultándolo todo. «Yakov Petrovich estaba de muy buen humor; pero en el fondo de su alma había nostalgia. Al día siguiente era Navidad…, y él estaba solo. ¡Gracias a Dios que Kovalev no lo había olvidado!». En realidad, Kovalev era el único que no había olvidado a este pobre viejo, pues todos a su alrededor o habían muerto o simplemente habían desaparecido de su vida sin dejar rastro.

¡De cuántas desapariciones puede ser testigo un hombre en el curso de una vida! Sí: envejecer es haber asistido a muchas muertes. «Todo ha pasado y ha desaparecido –dice Yakov Petrovich al amigo recién llegado, al único amigo que le queda-. ¡Cuántos parientes y compañeros tuve! ¡Todos están ahora bajo tierra!».

Sin que él se diera cuenta, el tiempo había pasado. ¿A qué hora crecieron los demás, en qué momento fueron haciéndose mayores y tomando cada uno su propio camino? ¡Huyeron como de puntillas, sin decir adiós! Y ahora, si no fuera por este viejo amigo que aún se acordaba él, Yakov Petrovich tendría que pasar las fiestas de Navidad como había pasado casi todas las horas de su ya larga existencia: solo.

En otro relato del mismo volumen un caballero se encontró por el camino a un anciano que comía en silencio y sin más compañía que los árboles y las piedras. Le preguntó:

«-¿Y tu mujer?

»-Hace seis años que murió –dijo el anciano.

»-¿Y tus hijos?

»-Tuve seis.

»-¿Viven?

»-No; todo han muerto.

»Y de nuevo calló –cuenta el hombre del caballo-, masticando con cuidado la patata. Mientras él estaba sentado y con los ojos bajos, yo examinaba su cara y pensaba: “¡Nunca conseguiré penetrar el misterio de su taciturna tristeza!”».

(Apenas termino de leer esta frase, me pongo de pie y busco entre mis libros la Antología del cuento triste que publicaron hace ya muchos años Augusto Monterroso y Bárbara Jacobs; sólo quería comprobar una cosa: que hubiera en el libro por lo menos un cuento de Iván Bunin. Me digo a mí mismo mientras reviso el volumen: «Si no hay aquí, entre estas 600 páginas, un solo relato de este autor, pensaré que la selección ha sido hecha a la ligera

». Pero no. Ahí estaba, en efecto, el nombre de Iván Bunin; los recopiladores habían elegido uno de sus cuentos más famosos: El caballero de San Francisco. ¡Menos mal!).

En otro de sus relatos aparece un tal Basilio Chkut, y de él dice nuestro autor lo que sigue: «Era alto, ancho de hombros y encorvado. Toda su figura muestra aún el vigor de la estepa. ¡Pero qué triste está su cara! Ya está cerca de la tumba, pero jamás escuchará una palabra cariñosa».

¡Dios mío –pensé al cerrar el libro-, cuánta gente se va de este mundo sin haber escuchado jamás una palabra de afecto! Nunca hubo para ellos una sonrisa, una palmada en el hombro, una declaración de amor. Nada. ¿Qué hacen los que se mueven a su alrededor que parecen estar mudos? ¡Apenas si reparan en ellos! Y me pregunto: «¿He dicho a los que me son queridos cuánto importan para mí? ¿Se lo he dicho, o me he limitado a dejarles la tarea de que ellos por sí mismos lo adivinen?».

Antes de apagar la luz de mi cuarto –ya es noche cerrada, como siempre: no tengo otra hora para leer- pongo sobre el buró el libro de Iván Bunin y le acaricio las tapas en señal de gratitud. No fue, la de esta madrugada, una lectura infructuosa. Me recordó que cerca, muy cerca de mí, hay gente que aunque no me diga nunca nada, espera que abra la boca y les diga una palabra que les alegre el corazón. ¿Por qué nunca le he dicho a esta gente cuánto la quiero? ¡Sería demasiado injusto que se marcharan de este mundo sin que lo supieran de mi propia boca!

Y, finalmente, mientras apago la luz, sonrío satisfecho. Hoy la literatura me ha enseñado algo: que las gentes sufren porque están solas y que el tiempo pasa. Pero, ¿es que no lo sabía? Sí, lo sabía, pero aún no se me había ocurrido tomar las medidas pertinentes al caso.

¿Que no sirve de nada la literatura? ¿Que no sirve de nada? Vuelvo a sonreír, pensado en lo equivocados que están lo que esto dicen, cierro los ojos y me quedo dormido. ¡Ah, si no fuera por la literatura, qué poco sabríamos de nosotros mismos!

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#4 Tiempos

Fantasmas y oportunidad | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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TESTEANDO

 

Este domingo San Luis abre el Alfonso Lastras frente a Tijuana, y no es un choque cualquiera, para los potosinos es una prueba de carácter, de identidad, de si realmente están vivos en este torneo o sólo repitiendo errores bajo otro sol. Para Tijuana, la visita es de las incómodas, estos partidos lejos de casa suelen desnudar sus fisuras, y enfrente estará un equipo que ya aprendió a morder cuando tiene que hacerlo.

San Luis llega golpeado por la irregularidad. Ha ganado partidos fuera de casa, pero también ha perdido otros en los que se dejó intimidar por rivales que no parecían tener mucho; juegos en los que el pulso se va, la concentración se diluye y los goles encajados parecen inevitables. Esa vulnerabilidad ha sido la constante, una defensa que tiembla, un mediocampo que se pierde cuando faltan ideas y delanteros que dependen demasiado de la inspiración aislada o del error ajeno.

Tijuana, por su parte, no es un paseo. Ha mostrado destellos de buen fútbol, ha sumado resultados decentes, pero también ha dejado ver que le cuesta imponerse fuera de casa cuando el rival presiona alto o lo obliga a construir desde atrás. Su equilibrio se tambalea si el marcador no le favorece pronto, y su carácter depende mucho de momentos puntuales de inspiración.

El historial entre ambos juega en favor de los fronterizos: más victorias, más empates, pocas derrotas. San Luis ha ganado escasas veces contra Tijuana, tanto de local como visitante, y eso pesa no sólo en la estadística, sino en la mente. Saber que enfrente hay un rival que te ha dominado más veces de las que quisieras recordar añade presión extra, obliga a estar mejor preparado, más concentrado y sin margen para regalar minutos.

La noticia que sacude el ambiente es el regreso de Vitinho al Alfonso Lastras. El brasileño, que dejó huella en San Luis por su desparpajo y verticalidad, vuelve ahora vestido de visitante. Su sola presencia añade una dosis de morbo, la afición potosina lo recuerda como una chispa capaz de encender partidos en segundos, y este domingo podría ser precisamente la amenaza que complique al equipo que alguna vez lo arropó. Su regreso no es un detalle menor, es un recordatorio de lo que San Luis tuvo y dejó ir.

Y la urgencia se siente en la grada, los aficionados ya no apuestan por promesas, quieren resultados. Si San Luis no se aferra a la localía, no sale con intensidad y no demuestra identidad desde el primer minuto, este partido puede volverse otro de esos en los que la ilusión apareció en la previa, pero el gol nunca llegó, o llegó demasiado tarde.

Este domingo no sólo se juega un partido, también se reencuentran viejos fantasmas. Si San Luis logra que la vuelta de Vitinho sea anécdota y no sentencia, tendrá mucho ganado. Pero si se deja arrastrar por la nostalgia y la fragilidad que lo persigue, Tijuana podría salir de nuevo airoso del Lastras. La diferencia entre fiesta y tormenta se definirá en noventa minutos.

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#4 Tiempos

De conformidad con Armani | Columna de Carlos López Medrano

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Mejor dormir

 

Le debo mucho a personas de las que ni siquiera recuerdo el nombre. Hace quince, quizá veinte años, leí un artículo sobre Giorgio Armani en una revista de la que no retengo ni el título ni el autor. Lo único que llevo clavado en el pecho es el párrafo inicial que aún conservo como recorte y que cada tanto acude a mi memoria por dejarme una lección sencilla e invaluable: la de resistir.

El texto decía:

Cuarenta y tantos años y te va… «bien». Ese sentimiento es tan común para muchos hombres. Es una sensación que les da escalofríos en el alma cuando se ven al espejo, porque es el momento en que se dan cuenta de que deben guardar en un cajón sus antiguas ambiciones juveniles. Es la hora de conformarse con lo que se tiene.

Pero Armani decidió que no se conformaría. En julio de 1975…

 

Es lo único que tengo de aquel artículo, y ha sido suficiente. Ahí estaba lo esencial: no renunciar a los ideales. El autor evocaba el carácter de Armani, esa estrella tardía que rozaba los cuarenta mientras seguía a la sombra; trazando para Cerruti, elogiado a medias, con algunos cumplidos y atenciones, aunque bajo el nombre de otro. Condenado al taller ajeno y volver vacío a casa.

Muchos habrían sido felices con lo que Armani tenía por entonces. No estaba nada mal. Una profesión estable, buena paga, un lugar en la industria, sin riesgos, cierta tranquilidad. Sé feliz con tu trabajo. Si se lo proponía, podría llevar una vida manejable, moderadamente satisfactoria.

Pero para los espíritus de primera línea la conformidad es intolerable. Armani sabía que dentro de sí había algo más, y se decidió a buscarlo. Tuvo la fortuna de un fino soporte: su querido Sergio Galeotti. Los primeros pasos de un visionario precisan de alguna confirmación, un guiño que eche para adelante en tiempos de flaqueza. Galeotti representó eso para él.

Al cabo de un tiempo, ese hombre que parecía llegar tarde acabó por adelantarse a todos. Armani se convirtió en el diseñador italiano más famoso de su época, un emblema del estilo europeo. También un magnate y un símbolo. Su apellido se volvió sinónimo de calidad y seducción.

Mucho aprendí de aquel ejemplo. Un volantazo siempre es posible, incluso cuando el calendario insiste en dictar lo contrario, por mucho que las circunstancias se empeñen a adjudicar espacio en un rincón. He vuelto a esas líneas en mis horas de duda para recordarme que no hay límite de edad para dar la batalla, y que nadie la dará por nosotros. Después he encontrado historias semejantes, de hombres y mujeres que, en sus cuarenta, cincuenta, setenta o más allá decidieron no resignarse y se levantaron de la mesa para reclamar lo que aún podían ser, imponiéndose ante un pa norama sin emoción.

De Armani supe más tarde otras cosas. Cada que me adentraba venía mayor fascinación. Trazó para mí un ideal: ir arreglado y rodeado de bellas mujeres. Morir entonces con lentitud, con la gracia de una hoja que cae en una danza admirable. Su apego a la limpieza, heredado de su madre (desde niño tuvo un paño entre las manos para borrar lo que está mal con el mundo); su capacidad de desprenderse de lo que sobra, de lo chillón, de lo que hace ruido. «Hay que descartar todo lo demasiado llamativo», repetía, «y buscar algo más sutil, más silencioso». Así eran sus trajes, bondadosos en su ligereza, como una segunda piel que no aplastaba a quien la vestía. Supo que la comodidad era una expresión de la libertad. Las tres camisas que llevaba en la maleta.

El tono de su piel recordaba a la pulpa de una naranja madura recién abierta, un resplandor cítrico rodeado siempre de gente guapa, como si la belleza tuviera que escoltarlo. Acqua di Giò fue el primer perfume que convirtió en universal lo exclusivo. Alberto Morillas atrapó en un frasco la luz de un mediodía frente al mar, y Armani supo reducirlo en una frase: lo más importante es ser normal.

Él y sus modelos eran un brillo en medio de la decadencia de la civilización, un lujo popular que los pasajeros de un autobús vislumbraban al pasar frente a un anuncio o al mirar una película de Richard Gere. Supo ser el verano en una piscina, un yate cargado de aceitunas y también un rascacielos con pisos de mármol. Como revés a un verso de aquel poema español del siglo XV «Edechas a la muerte de Guillén Peraza», con Armani no se veían pesares, sino placeres.

Los maniquíes sueñan con portar piezas de Armani y ser acomodados por él en un escaparate, con la calma de un pintor impresionista. Diseños que juegan con los ojos, el anhelado capricho de llevar sus telas, que al final él resumía en su atuendo ligero, camiseta, pantalón, chaqueta, el peinado echado para atrás y esa sonrisa simétrica, flecha del estilo que entra por las fosas nasales. Gracias sus propuestas más de uno se animó a ser un yuppie es vez de caer en las sucias garras del jipismo.

En el delirio de mis comparaciones, pensaba en cierto diseñador estadounidense de cara atomizada como una extensión de Burger King, ahí donde Armani era una vuelta al Mediterráneo. Como Giorgio, desprecio a la gente que se aprovecha de la ingenuidad de la gente para alcanzar el éxito o, en última instancia, llegar al poder.

El mundo bien pueda dividirse en conformistas e inconformes. Los primeros se abandonan al asiento torcido de la rutina en cuanto les parece tolerable (y no les va tan mal); los segundos viven con el aguijón de no estar nunca en su sitio, y por eso se levantan y vuelven a intentarlo en su despecho. No siempre logran lo que persiguen, pero su combate en sí mismo ya es una inspiración. Giorgio Armani contaba que el mayor legado de sus padres fue un «sentido de dignidad», junto con la tenacidad y fortaleza mental suficiente para resistir en los momentos difíciles. Ropajes aparte, la historia de aquel hombre que, cumplidos los cuarenta, se lanzó a por todas, constituye un regalo de buen moño para quienes aún creemos que nunca es tarde para empezar de nuevo.

 

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