#4 Tiempos
Tom Sawyer y la princesa | Columna de Juan Jesús Priego
LETRAS minúsculas
Lo refiere Ernest Dimnet (1866-1954) en El arte de pensar. Hace muchos, muchos años (a mediados del siglo XVIII, para ser exactos), un buen hombre no desprovisto de cierto talento literario contrajo matrimonio con una antipática señorita que se daba aires de princesa. ¡Cualquier semejanza con la realidad considérela el lector como una mera y desagradable coincidencia!
Al principio, según refiere nuestro autor, las cosas entre ambos marcharon bastante bien: él se embelesaba ante los rubios bucles de ella, y ella adoraba la nariz puntiaguda de él; en una palabra, se amaban hasta la locura. Pero conforme pasó el tiempo, una cosa sin importancia –o que así lo parecía, por lo menos al comienzo- vino a atirantar aquella armónica relación, y me refiero, claro está, a la obstinada impuntualidad de nuestra dama.
Como lo propio de las princesas es hacerse esperar y la señora se creía de verdad una princesa, no había tarde en la que no bajara al comedor sino quince minutos después de la hora acordada. Si, por ejemplo, la cena era a las seis (en aquellos siglos lejanos la gente cenaba bastante temprano: la noche no estaba aún domesticada), a las seis y quince, invariablemente, la impuntual hacía crujir sus crinolinas a lo largo y a los ancho de la escalera. El marido, mientras tanto, tamborileaba los dedos en gesto de impaciencia. Éste ya le había preguntado en varias ocasiones:
«-¿Por qué no fijamos la hora de la cena a las 6:15, querida?».
Pero ella se rebelaba:
«-¿Estás loco, o qué te pasa? A las seis cenaban mis padres y, por lo que toca a mí, no quisiera introducir en mi hogar innovaciones peligrosas».
«Bueno, pensaba él, y si no quiere introducir en su hogar innovaciones peligrosas, ¿por qué no baja a la hora exacta?». Pero sólo lo pensaba, pues decirlo en voz alta hubiera complicado las cosas todavía más.
Un buen día, sin embargo, el marido se puso a hacer cuentas y quedó consternado. ¡Quince minutos diarios eran muchos minutos! En una semana, la nada despreciable cantidad de una hora y tres cuartos. ¿A cuánto equivalía en un mes? ¿Y en un año? ¿Y en toda la vida? ¡Por el amor de Dios, un mortal no tenía derecho a tirar por la borda tanto tiempo! Ahora bien, ¿qué podía hacer él para no dejar escapar las horas así como así? Lo estuvo meditando durante varios días hasta que encontró la solución. En adelante, colocaría en una esquina de la sala un pequeño escritorio bien provisto de tinta y papel, y entre las seis y las seis quince de la tarde se pondría a escribir. Y así lo hizo. Mientras la princesa se daba los últimos retoques en el piso de arriba, él escribía un párrafo y luego otro, una página y luego otra.
Y pasó el tiempo, y murieron los dos, cada uno a su hora. Cuando le tocó el turno a ella, el discurso fúnebre que predicó un capellán muy versado en ciertos asuntos de carácter canónico, versó sobre cosas que bien hubieran podido ser dichas para otro ejemplar de su misma especie. Pero cuando murió él, el predicador formuló desde el púlpito esta pregunta que de retórica no tenía nada:
«-¿Cómo hizo este noble varón, señores y señoras, para escribir una obra tan noble? ¿De dónde sacó tiempo para escribir esos volúmenes maravillosos que todos conocemos?».
¿De dónde? Ya lo sabemos. De esa espera contra la que nada podía y que supo aprovechar al máximo.
Siendo sinceros, nuestro escritor pudo haber consumido sus energías quejándose con los criados, maldiciendo la tardanza cotidiana, caminando de una esquina a otra de la sala mientras hacía chasquear sus botines con los golpes de su fusta, lanzando juramentos, gritando invectivas y prometiendo el divorcio. Pero no hizo nada de esto, sino que prefirió poner manos a la obra. Al final, ya viejo, debió agradecer a su princesa aquellos quince minutos diarios que le permitieron realizar su obra. Supo buscarle a los contratiempos el lado positivo y se lo halló. ¡Dichoso él!
Si el lector fue alguna vez niño –cosa que doy por cierta y no pongo en duda-, recordará, tal vez, un episodio de la vida de Tom Sawyer, el famoso personaje que dio fama mundial al escritor estadounidense Mark Twain (1835-1910). El episodio al que me refiero es el siguiente. Un día, en castigo por haber faltado a clase, Tom Sawyer fue obligado a pintar la verja del jardín de su casa (quiero decir, de la casa de su tía Polly), lo cual le causó un gran disgusto. Cuando empezó a pintar, lo hizo de mala gana, pero viendo que aquella actitud no podía prestarse sino a que sus amigos se burlaran de él, decidió fingir que aquella tarea realmente lo apasionaba y que pintar la verja era más bien un juego que él mismo había inventando para pasárselo en grande aquella tarde.
Viéndolo tan feliz pintando la verja, tanto a Ben Rogers como a Billy Fisher y Johnny Miller les entraron unas ganas inmensas de jugar el mismo juego y se pusieron a pintar la verja ellos también, con lo cual ésta quedó lista en menos de lo que se dice. La tía Polly se mostró sumamente sorprendida por aquella rapidez, y, aunque algo sospechó de las maniobras turbias de su sobrino, no pudo negarle el permiso que le pedía de irse, ahora sí, a jugar de veras.
Con lo cual queda demostrado que siempre hay una bendición para los que saben adaptarse a las situaciones de la vida, otra para los que son capaces de sacar cosas buenas de las malas, y muchas más para los que descubren astutamente la utilidad de aquello que, en apariencia, no sirve más que para poner a prueba nuestra paciencia y amargarnos la vida.
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También lea: La mano derecha | Columna de Juan Jesús Priego
#4 Tiempos
El tormentoso futuro y sus pronósticos | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
TESTEANDO
Se llega al inicio del torneo y como siempre, la ilusión, el deseo y un poco de esperanza regresan a los campamentos del fútbol mexicano.
Ya con algunas semanas de partidos amistosos, preparación de pretemporada y contrataciones interesantes, arrancamos con la idea de pronosticar el futuro de San Luis en la liga.
La mecánica es simple, ir jornada tras jornada sumando (cuando lo amerite) los puntos que puede obtener el equipo, para al final hacer una suma e intentar predecir si es suficiente como para pelear por un lugar en la liguilla o no, así que comencemos.
Jornada 1: León (Derrota) 0 puntos
Jornada 2: Monterrey (Derrota) 0 puntos
Jornada 3: Chivas (Derrota) 0 puntos
Jornada 4: Cruz Azul (Derrota) 0 puntos
Jornada 5: Puebla (Empate) 1 punto
Jornada 6: Querétaro (Victoria) 4 puntos
Jornada 7: Toluca (Empate) 5 puntos
Jornada 8: Tijuana (Victoria) 8 puntos
Jornada 9: Santos (Victoria) 11 puntos
Jornada 10: América (Empate) 12 puntos
Jornada 11: Pachuca (Empate) 13 puntos
Jornada 12: Mazatlán (Victoria) 15 puntos
Jornada 13: Atlas (Victoria) 18 puntos
Jornada 14: Pumas (Derrota) 18 puntos
Jornada 15: Necaxa (Victoria) 21 puntos
Jornada 16: Juárez (Victoria) 24 puntos
Jornada 17: Tigres (Derrota) 24 puntos
24 puntos representan una real posibilidad de jugar play in y con ello pensar en llegar a la liguilla. Sin embargo, el pronóstico habla de un arranque muy complicado llegando a sumar alguna unidad hasta la jornada 5, lo cual preocupa para la estabilidad del equipo y su nuevo cuerpo técnico. Un torneo que luce complicado y de adaptación para el director técnico y una base muy consolidada de jugadores que conocen muy bien la liga.
Por el bien del fútbol en San Luis, esperemos que la bola ruede a su favor, que renazca el buen toque de balón y se demuestre que con poco se puede competir, no queda más que esperar y en unos meses hacemos el recuento de lo logrado contra este complicado pronóstico, que comience la fiesta del fútbol mexicano, una vez más.
También lee: El sabor uruguayo del futbol potosino | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
#4 Tiempos
Personas como espejos | Columna de Carlos López Medrano
Mejor dormir
Los pasos dados en una mañana cualquiera conducen a uno de esos espejos piadosos en los que uno aparece más guapo de lo habitual, más limpio, más esbelto, casi heroico. La imagen llega como ráfaga: ese instante fugaz en que parecemos la mejor versión de nosotros mismos. Al siguiente paso, otro espejo devuelve ya el reflejo habitual: el rostro cansado, la camisa con esa arruga que antes no estaba, el pelo que ya no da. Así son los espejos: unos nos bendicen con la gracia de un tenista que acaba de salvar un set y lanza un guiño a la muchacha de la tercera fila; otros nos exhiben hasta el patetismo, y no hay ángulo que salve esas ojeras de un sueño perdido o la mancha que jurábamos no llevar puesta.
Entre uno y otro reflejo, se instala la duda: saber si somos el mal reflejo o la estampa bella de aquel aparador, si somos lo que vimos primero o lo que vemos ahora. Si somos el destello o la derrota.
En las relaciones humanas ocurre un duelo parecido. Hay personas que funcionan como espejos benévolos y nos devuelven lo mejor de nosotros mismos, iluminando lo que tenemos de amable, de inteligente, de vivo. Con ellas todo fluye: la conversación, el silencio, el juego de miradas. Traen de vuelta nuestro humor. Su sola presencia aligera la carga del día y perdonamos así el paso de las moscas.
En el ámbito de las relaciones es preciso rodearse de personas que son como los espejos en los que uno se ve bien y que nada complican. Gente que con su paciencia y simpatía ponen en bandeja las sonrisas y alumbran los más elevados sentimientos.
Pero también hay espejos rotos con forma de persona. Espejos manchados que te reducen y desaniman, cual les marca su hebra cochambrosa y su afán por ensuciar lo que les rodea. Sujetos cuya sola cercanía oscurece, reduce. Imanes del infortunio, empeñados en arrastrar a los demás a su fango personal. Su forma inmunda de consuelo.
Famosa es la frase en la que John Keats contaba que la poesía ha de acontecer con la misma naturaleza y espontaneidad con la que una hoja cae del árbol, y no forzada ni sostenida por andamios y tornillos. Las relaciones humanas de mayor calado fluyen sin tener que desgañitarse. No se gritan, no se empujan: florecen. Como esas novelas que uno lee sin darse cuenta, y al mirar la página ya vamos por la mitad. Tenemos libros que se arrastran (uno nomás no ve la luz al final del túnel) y otros que vuelan.
Vuelvo a mi maestro Jardiel Poncela: aquellas mujeres que no se acomodan a nosotros valen menos que un lavafrutas, aunque sea la resurrección de Friné envuelta en perfume de Le Galion.
Hay personas que te jalan consigo a su piscina de indecencia; y están otras, las que valen su peso en azafrán, que elevan y de la mano te guían a lo que has anhelado para ti en ratos de dulce vanidad. Son los rayos de sol que se cuelan entre las hojas en la última hora de la tarde.
Los buenos modales siguen siendo la pauta a la hora de definir a la gente de la que me quiero rodear. Aquellos que te alientan, saben escuchar y con los que aún puedes platicar de viejos álbumes.
Recordar, por ejemplo, aquella canción de The Velvet Underground cantada por Nico:
Seré tu espejo
Reflejaré lo que eres, por si acaso no lo sabes.
Déjame estar de pie para mostrarte que estás ciego.
Por favor, baja las manos,
Porque yo te veo.
Me cuesta creer que no sepas
La belleza que eres.
Pero si no lo sabes, déjame ser tus ojos,
Una mano en tu oscuridad para que no tengas miedo…
Contacto
Correo: [email protected]
Twitter: @Bigmaud
También lee: La Habana que vive en Mérida (yo sé que volverás) | Columna de Carlos López Medrano
#4 Tiempos
Un encuentro con la tabla periódica: la participación potosina | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
En la sesión del mes de junio de La Ciencia en el Bar se llevó a cabo la presentación del libro Un encuentro con la tabla periódica, ensayos, cuentos y anécdotas, publicado en 2024 por el Fondo de Cultura Económica, dentro de la serie La Ciencia para Todos, en la cual corresponde al número 262. El libro fue coordinado por el Dr. Juan Carlos Ruiz Suárez, investigador del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (CINVESTAV) unidad Monterrey y en el cual participaron alrededor de ochenta investigadores del país de varias instituciones educativas y de investigación de los diversos estados de la República Mexicana.
El libro nació de una iniciativa en la conmemoración del Año Internacional de la Tabla Periódica que fuera proclamada por la Unesco en el año 2019; el libro es un recorrido por todos y cada uno de los elementos que conforman la tabla periódica, elementos que son la base para el desarrollo científico y tecnológico de la humanidad. A través de los siglos se han ido identificando estos elementos que al conjuntarse con otros conforman las moléculas y estructuras diversas de la materia y de nuestro universo.
El libro se enfoca en cada uno de estos elementos y es presentado por un investigador de la comunidad científica nacional, sea como un ensayo que acerca al lector al entendimiento del elemento en cuestión y su importancia para nuestra sociedad. Estos acercamientos también se dan, en algunos casos, a manera de cuentos y de anécdotas, tal como se subraya en el subtítulo del libro.
Hasta el momento se conocen ciento diez y ocho elementos, entre naturales y los sintetizados en los laboratorios modernos; la tabla no está cerrada y en años próximos se piensa pueda seguir creciendo con la síntesis de nuevos elementos, si bien, los naturales que son del orden de noventa y dos prácticamente está agotada.
La comunidad científica de San Luis Potosí, también participó en la elaboración de los artículos que conforman este libro encargándose de algunos de los elementos de la tabla periódica. Trece fueron los investigadores de San Luis Potosí que participaron en el libro; figuran así:
La Dra. Mildred Quintana, con el tema, Boro: un elemento primordial en el origen de la vida. La dra. Mildred Quintana es investigadora de la Facultad de Ciencias y del Centro de Investigación de Ciencias de la Salud de la UASLP.
Con el tema: Sodio: la velocidad de aliento, participa el Dr. Braulio Gutiérrez Medina, del Instituto Potosino de investigación Científica y Tecnológica, IPICyT, quien trabaja en sistemas biológicos.
La Dra. Viridiana García Meza, investigadora del Instituto de Metalurgia de la UASLP, que trabaja con microorganismos quimioautótrofos y fotoautótrofos, escribe sobre el Azufre: el elemento oloroso y amistoso del vecindario.
Sobre el Níquel: un duende travieso, escribe la Dra. Vanesa Olivares Illana, quien es investigadora del Instituto de Física de la UASLP y quien se centra en el estudio de interacciones biomoleculares involucrados en el cáncer.
El Dr. Daniel Ignacio Salgado Blanco, investigador del IPICyT, colabora con el tema, Kriptón: el elemento oculto. El Dr. Salgado es especialista en simulaciones moleculares de la materia a escala microscópica y nanoscópica.
El Dr. Pedro Miramontes que es investigador de la Facultad de Ciencias de la UNAM y colaborador como profesor visitante de la Facultad de Ciencias de la UASLP, especialista en evolución biológica en una perspectiva física y matemática, escribe sobre el Rubidio: rojo carmesí.
Por su parte la Dra. Marissa Robles Martínez, especialista en efectos antimicótico de nanopartículas de plata y investigadora del Instituto de Física de la UASLP, trata el tema, Antimonio: contra monjes.
El Dr. Eduardo Gómez García, investigador del Instituto de Física, especialista en enfriamiento por láser de gases a temperaturas cercanas al cero absoluto, escribe sobre el Cesio: el átomo del tiempo.
Sobre el Lantano: el titular de la familia rara, escribe el Dr. Luis Felipe Cházaro Ruiz, investigador de la División de Ciencias Ambientales del IPICyT, que entre otras líneas de investigación trabaja en sistemas bioelectroquímicos y sistemas electroquímicos de conversión de energía.
De la Facultad de Ciencias Químicas de la UASLP y tratando el tema Praseodimio: imita al periodoto, participa el Dr. Miguel Ángel Waldo Mendoza en colaboración con Nancy Araceli Rivera García investigadora de la empresa Greennova.
Vianney Rangel, investigadora de la UASLP y especialista en biofísica, trata el tema Naodimio: en imanes poderosos.
Junto a su colega de la Universidad Autónoma de Zacatecas, Sonia Saucedo Anaya, el Dr. Said Aranda Espinoza, investigador del Instituto de Física, trabajan el tema Gadolinio: excelente en refrigeración, que también desarrolla el tema de Iridio: en honor a la diosa Iris.
Los invitamos que lean el libro en cuestión sobre la tabla periódica que fuera presentado en La Ciencia en el Bar en el cierre de su ciclo número treinta y nueve y previo al vigésimo aniversario de este peculiar programa de difusión.
También lee: Jorge Echevarría y su taller de Sonido 13 | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
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