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Subió el agua y se tejen bufandas | Columna de Jorge Saldaña
TERCERA LLAMADA.
Culto Público e hijos del agua pasa por mi casa, las bufandas navideñas de la política local se están tejiendo fino.
Recordarán que no hace mucho en alguna de mis entregas, “Bonus de viernes”, les conté como infidencia sobre la reunión que sostuvieron los vecinos de palacio Ricardo Gallardo Cardona y Enrique Galindo Ceballos (ya deberían poner una oficina de enlace ahí en el kiosco de Plaza de Armas), gobernador y alcalde capitalino respectivamente, en la que marcaron la ruta a seguir y fijaron posiciones respecto al inminente aumento a las tarifas del agua.
Un tema, por donde se le vea, con muy poco respaldo ciudadano. Asumo que nadie queremos pagar más por el agua, mucho menos si esta no llega, tampoco cuando cae cada vez que le viene en gana o por tandeo, tampoco cuando tenemos que corretear al de la pipa, o de plano a los que vemos cómo el recibo aumenta de forma inexplicable, sin razón y sin medida.
Me entero ahora de los detalles de aquella reunión. Fue entonces que se marcó el punto del tejido fino y se empezaron a dar pasitos de bebé hasta que en esta semana con 25 de 27 votos a favor en el congreso se autorizó el dictamen de un incremento del 6.9 por ciento a la tarifa, pero ojo… no para todos.
El gobernador Ricardo no habría permitido en la arena de lo político, que los diputados de la fracción de su partido hubieran votado a favor de un incremento generalizado, dicha acción atentaría contra la construcción de su discurso social con los más desfavorecidos.
La solución que encontraron fue simple, al grado que caerá muy bien sobre todo al ciudadano de clase media para abajo y si me permite le explico: Así como en las reuniones y posadas navideñas es muy justo que a la hora de la cuenta paguen más los que más beben, el gobierno municipal, de la mano con los legisladores y en acuerdo con el gobierno estatal, cobrarán más a quienes más consumen el “hache dos 0” de los potosinos. (Que bueno que no caí en el lugar común del “vital líquido”).
Así de fácil: Se cobrará casi el 7 por ciento extra a los que utilizan el agua para sus procesos productivos, y por lo tanto lucrativos. A los que usan agua para sacar beneficio, se les va a cobrar a la buena (por el momento) y me refiero a todas esas grandes industrias que se sentían intocables, o que de plano no pagaban lo justo por el altísimo consumo que tienen en sus procesos.
Reitero que por el momento no hay garrote y será a través del diálogo y el convencimiento (me informan que hubo hace un par de días una reunión en buenos términos entre el alcalde y los gerentes de grandes plantas) para que la industria (y otros vivillos del poniente que piensan que el agua es de ellos) paguen lo que deben y que representan, en un calculo mesurado por lo menos una centena de millones de pesos.
Los industriales y comerciantes que están al corriente pues tendrán que presupuestar un 6.9 por ciento extra en el pago del servicio, lo que se traduce en otros buenos millones de pesos que van a destinarse no solo al mantenimiento de por lo menos 20 pozos que se encuentran en el abandono.
El incremento que se convertirá en dinero “liquido” (valga la redundancia) para reparar la red de distribución, los pozos, las deudas con la CFE y en pagar las pipas de emergencia que la administración está rentando cuando Realito falla, las bombas de los pozos se descomponen o cuando la muy maltratada red de distribución colapsa.
En pocas palabras, pagarán el incremento los que hacen negocio y sacan ventaja del agua, y no pagaremos ni un peso más todos los que la utilizamos para tener en casa con qué ducharnos (los que lo hacen) o para poder jalarle al baño y lavarse las manos.
El incremento alcanza incluso, hasta para acompañar las obras de infraestructura en vialidades, es decir que, según los planes antes de que se pavimente una calle, se tendrá que reparar primero la red de distribución y las descargas al drenaje, para luego no andar rompiendo una y otra vez las vialidades.
Todo esto se planeó en esa reunión en palacio de gobierno y así como el monumental árbol navideño de la Plaza de los Fundadores… ya prendió. Enrique Galindo contará con poco más de 400 millones de pesos extra sin tener que andar invitando francachelas a los diputados ni pedir prestado, ni andar mandando maletines de a millón como en la pasada administración que además al final, ni logró nada.
No, no todo es miel sobre hojuelas, le tendré que platicar sobre la ley de ingresos aprobada para la ciudad en otra entrega, pero por lo pronto le adelanto que una vez más se “rentarán” casi un centenar de patrullas para el servicio de los capitalinos, esperemos que el contrato por lo menos no sea tan abusivo que el anterior y que los vehículos no los retiren de circulación antes de que se acabe el contrato como ocurrió en el anterior gobierno capitalino. ¿De verdad será el “Leasing” la única alternativa? ¿No será mejor rentarlas con derecho a compra? Yo no más digo.
En esta semana 11 alcaldes se asumieron como municipios del Partido Verde, la capital no fue uno de ellos, pero con todo esto que escribí arriba, pues ni falta que hace, y nada más para ponerle sabor le comparto lo que oí decir respecto al PRI hace poco: “pues de una vez que se sacuda el árbol”.
Ojalá sea larga la bufanda que tejen fino Gallardo y Galindo, no sea que un día se vayan a soltar los fríos…
BEMOLES.
SAN MIGUELITO CON PIÑONES
No puedo dejar pasar el tema de la declaración como Área Nacional Protegida a la Sierra de San Miguelito. Ni un metro cuadrado podrán tocar los fraccionadores por lo menos de aquí a que termine la administración de Morena, es decir, quizás en 9 años. Ahora la lucha deberá ser por la dignidad de los comuneros porque el plan que ofrecen a San Juan es como para ponerse a llorar: Arrancará un plan de siembra de Piñon que la federación comprará y por el cual pagará algo así como 300 pesos mensuales a cada integrante de la comunidad, con eso ¿quién vive? Pero sobre todo ¿Cómo se vive? Los comuneros no ganaron, los urbanizadores tampoco…pero no fue empate. #Explíquenme
AY MARIA CRISTINA
Movimiento Ciudadano en SLP recibe poco menos de 4 millones de pesos al año, gobierna solamente 2 municipios en todo el estado y aún así, se ha convertido en la joya de la corona. La percepción que causó la salida de Mauricio Ramírez Konishi del PRI movió el tapete de todos los interesados pero hay que dejarlo muy clarito. Están apuntados, lo acepten o no, el ya mencionado que quiere la dirigencia para Cruz Fragoso, y lo acompañan Sebastián Pérez de cerca junto a Pablo Zendejas. Por otro lado está jugando por las bandas el empresario Enrique Galván junto con mi tocayo Jorge Armendariz. Juan Carlos Valladares ya los mandó al diablo a todos y pues muy sus razones, mientras tanto la realidad es una: no hay nada para nadie. Govea todavía cargará los peregrinos. #NoSeCalientenComales
Me despido, Culto Público. Hasta la próxima
Atentamente,
Jorge Saldaña
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Una carta con crayolas para el alma | Apuntes de Jorge Saldaña
APUNTES
Hace poco menos de veinte años, cuando la vida todavía tenía forma de casa compartida y de futuro en plural, aprendí una de esas lecciones que no se anuncian, no se presumen y casi nunca se cuentan. Me la dejó quien fue mi compañera excepcional —la persona que me acompañaba en la vida— junto con una década de recuerdos, una despedida sin rencores y una enseñanza que hoy, por primera vez, me atrevo a escribir.
Nunca he hablado de esto. No por falsa modestia, sino por una creencia muy firme: ayudar en silencio es la única forma honesta de ayudar. No quiero que esto suene a presunción ni a chantaje emocional. Es una crónica pero también un cuento verdadero, una anécdota que se quedó años esperando turno y que hoy les comparto a Ustedes mi Culto Público.
En los primeros años de nuestro matrimonio, una Navidad, el DIF Estatal la llamó —o ella llamó, no lo recuerdo bien— para preguntarle si quería hacerse cargo de una “cartita navideña” de un niño o niña de alguno de los albergues de San Luis Potosí. Dijo que sí. Me involucró de inmediato. Yo también dije que sí (Así funcionan las cosas cuando uno comparte la vida con alguien que tiene brújula moral)
La dinámica era sencilla: los niños escriben su carta; tú compras los regalos; alguien más se encarga de entregarlos.
Durante años fuimos el Santa Claus de infancias invisibles. Nadie lo sabía, nadie lo contaba. Los regalos solicitados eran modestos: muñecas, colores, carritos, tenis, peluches. A veces —con otra letra, más adulta— aparecían tallas de ropa o números de calzado. Las maestras metían mano, porque los niños no piden sudaderas o zapatos… pero las necesitan.
Y entonces llegó esa carta: Una hoja doblada a la mitad con un dibujo torcido que pretendía ser un arbolito de Navidad, y una frase que aún hoy me hace un nudo en la garganta:
“Me llamo Ana (no es su nombre)… tengo cinco años y en esta navidad quiero una bolsa de papitas…para mí sola.”
(Lo juro: cada vez que lo escribo, algo se me rompe un poco por dentro).
Aquí no hay sorpresa solamente.Hay culpa.Hay coraje.Hay rabia contra todos pero sobre todo contra uno mismo.Hay tristeza. Hay un espejo que desnuda.
Porque ante una niña que no ha podido tener en toda su vida una bolsa de frituras para ella sola, cualquier cosa es despilfarro.
Pensar en cualquier cuenta de restaurante, todos los excesos a los que luego uno se da el gusto. cualquier viaje innecesario o cualquier fanfarronería, pensar en todo lo que se tiene y andar ocupado como si eso fuera símbolo de éxito, mientras hay alguien que deposita su esperanza navideña en algo tan sencillo…
Ninguno de esos años conocimos a los niños. La institución se encargaba de entregar los regalos. Nos explicaron por qué: evitar vínculos. Muchos de esos niños cargan una herida de abandono. (Creo que esa herida es el requisito número uno para estar en un albergue…) Por lo tanto, conocer a alguien externo, generoso, tierno, y luego volver a perderlo, puede ser delicado, es decir el que llega… también se va.
Han pasado los años.Los agostos después de los julios. Los diciembres antes de los eneros.
No tuve crisis de cuarentón sin hijos (guiño, guiño), pero sí una crisis conmigo mismo: preguntas, silencios largos, rompecabezas sin imagen en la tapa. Los caminos de aquella mujer excepcional y los míos se separaron sin estruendo, sin terceros, sin odio. Un adiós que luego trajo muchas bienvenidas, unas largas, otras no tanto.
Pero la tradición siguió. Estoy seguro de que también del otro lado.
Solo, entre comillas, invité a otras familias: la de sangre y la otra, la del trabajo que con el tiempo se vuelve casa. Desde entonces nunca ha sobrado una cartita. Siempre hay más manos que papel.
Recuerdo que hubo una excepción triste: La de un amigo, de esos del chat de toda la vida, que estalló cuando le llevé la carta:
—Jorge, no tengo tiempo ni para mis hijos. No voy a ir a comprar una sudadera de “Lady Bug” para una niña que ni conozco. Diles que vengan a una de mis tiendas y que agarren lo que quieran.
Pensé, con tristeza: qué pobre es mi amigo.
Con todo lo que tiene, no le alcanza para regalar treinta minutos a una niña que no tiene nada… salvo un deseo dibujado con crayola. El que verdaderamente no tiene nada es él y de verdad me conduelo hasta la fecha.
Pero este año algo cambió: Por primera vez nos avisaron que nosotros (los “cartahabientes”) llevaríamos los regalos en persona . Pregunté por el tema de los vínculos. Me explicaron que las nuevas terapias permiten visitas cuidadas. Los niños no se apegan por un regalo.
—A diferencia de muchos adultos —pensé— que sí se venden por uno.
Llegamos y había 19 niñas y niños sentados en hilera sobre un escalón, esperando turno para romper la piñata.Tan pequeños.Tan vivos. Tuvimos todos que desempolvar de la garganta el “dale, dale, dale, no pierdas el tino”.
Antes, casi al entrar y verlos lo entendí de golpe: Mientras escuchaba el jalón de mocos o la voz entre cortada de alguno de mis compañeros, me di cuenta que los de la hilera en el escalón no estaban tristes…simplemente porque no saben que deberían estarlo.
Ellos no cargan su historia.La historia la cargamos nosotros, los de enfrente. Los extranjeros llenos de culpas.
Los que esperan turno por romper un jarrón que promete dulces, son las 19 almas más puras y energéticas de toda la colonia, quizá de toda la ciudad.
Y entonces nos incorporamos. Vi a Toño arrullar a un bebé dormido. A Charlie jugar a darle de comer a una muñeca. A Fermín repartir paletas y prender un pingüino bailarín.A Ana abrir un celular de juguete. A Adriana contar cuentos.
A mí me tocó jugar a las princesas… con una princesa. Una niña de cara luminosa que tenía la boca pintada de azul por una paleta enorme de esas mucho más grandes que sus pequeños dientes. Le pregunté su nombre varias veces. Nunca le entendí.
Entre otras cosas, me tocó llevar un cuento. Llevé tres de Oliver Jeffers: Cómo encontrar una estrella, Perdido y encontrado y De vuelta a casa. Historias simples que dicen lo que a los adultos nos cuesta décadas entender: que a veces nada está perdido; que volver a casa no siempre es regresar y que las estrellas no se esconden, solo que uno deja de mirar.
Mientras leía, entendí algo brutalmente sencillo: las respuestas que mis noches oscuras no me dieron durante años, estaban ahí, sentadas en un albergue.
El sentido de la vida no era una señal divina. Era un niño que vuelve a casa. Era levantar la vista. Era salir de casa, o de la cárcel interna, para dar un vistazo a los demás. En eso estábamos cuando una adulta nos interrumpió:
—¿Ya te dijo cómo se llama? —preguntó una maestra.
—Sí, pero no le entendí.
Se inclinó y me susurró:
—Se llama Flor… pero ella dice que se llama Flor del Campo.
Flor del Campo. Claro.
No era un nombre. Era una respuesta.
Los perdidos no están ahí. Estamos afuera. Las estrellas no están escondidas.
Y los que tenemos que volver a casa… somos nosotros. Entonces caí en cuenta que este año tuve la mejor cosecha: una Flor del Campo que me sanó el alma.
Gracias, Bárbara.
Gracias, Ximena.
Gracias a todos.
Jorge Saldaña.
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#Crónica | Tres cobertores y una promesa: relato de un camino guadalupano
Francisco avanzó de rodillas con ayuda de cobertores rumbo al Santuario, mientras cientos de historias pasaban a su lado
Por: Ana G Silva
A las 9:17 de la noche, la Calzada de Guadalupe respira una solemnidad que solo se siente en diciembre. El día 12 todavía no llega, pero desde horas antes la fe ya comienza a mover cuerpos, a sostener promesas, a encender velas que iluminan el camino como pequeñas estrellas terrenales.
Frente al reloj junto al Mercado Tangamanga, Francisco se coloca sobre sus rodillas. No hay ceremonia, no hay discursos; solo el silencio íntimo de dos hombres —él y su primo, Alex— que saben que el camino será duro, pero necesario. A unos pasos, su familia organiza los tres cobertores envueltos con cinta, improvisación que la experiencia ha enseñado para que el pavimento, frío y áspero, no hiera más de lo inevitable.
Inician.
Las luces del reloj en este emblemático corredor peatonal quedan atrás; la Caja del Agua se acerca. Los cobertores se colocan, se levantan, vuelven a colocarse. Dos familiares avanzan unos pasos, extienden el siguiente tramo de tela para que Francisco y Alex puedan seguir. Se turnan sin decir palabra.
La Calzada esta noche no es un tránsito: es una procesión viva. Y aunque hay momentos en que otras personas rebasan a Francisco, también hay instantes en que él y su primo pasan frente a peregrinos que han pausado a recobrar fuerzas. Pero nadie compite. Aquí, cada quien camina —o avanza de rodillas— al paso de su promesa.
A los lados, un río de historias avanza en silencio y oración.
Hay quienes caminan sosteniendo un rosario, murmurando avemarías que se pierden entre las luces navideñas. Muchos peregrinan de rodillas: algunos con rodilleras; otros sin nada que amortigüe el dolor; algunos acompañados solo por una persona que les ofrece agua o un hombro; y otros rodeados por familias enteras que avanzan como escudos humanos para protegerlos del tumulto.
Entre los miles de cuerpos alineados hacia el Santuario, aparece un hombre que llama la atención: camina de rodillas con la espalda descubierta, y en ella luce un gran tatuaje de la Virgen que brilla con el sudor y el reflejo de las luces. A su lado, un amigo lo acompaña de cerca, moviendo un cobertor, ayudándolo a incorporarse cada ciertos metros, dándole palabras de aliento mientras ambos escuchan, desde un aparato portátil, canciones dedicadas a la Virgen de Guadalupe. Sus rostros muestran cansancio y devoción en partes iguales.
En distintos puntos se encuentran elementos de Protección Civil, la Cruz Roja, voluntariado de la iglesia, Policía Municipal y Guardia Civil Estatal. Se detienen junto a quienes necesitan descansar; cargan botellas de agua; preguntan por mareos y dolores; algunos alumbran el camino con linternas mientras otros ofrecen palabras de calma. Son pr esencia discreta pero esencial, un recordatorio de que la fe es un acto personal, pero el camino siempre es acompañado.
Y aunque a esa hora el flujo de peregrinos es constante, conforme la noche avanza hacia las 12:00 de la madrugada, la Calzada comienza a llenarse aún más. Cada vez llegan más personas —familias completas, parejas, jóvenes, adultos mayores— todos atraídos por la misma intención: ir al encuentro de la Virgen.
En el trayecto, Francisco sigue avanzando, lento pero firme. Sus familiares continúan el ritual de los cobertores: uno se coloca bajo sus rodillas, otro se prepara metros adelante, un tercero queda listo para el siguiente turno. El tiempo se convierte en una mezcla extraña: a ratos parece detenerse en el peso del dolor y la concentración; a ratos parece correr, empujado por la multitud que pasa, que susurra, que reza.
En ese mar de historias, ocurre una escena que queda grabada:
Una mujer, también de rodillas, comienza a llorar del dolor. Faltan apenas unos 250 metros para llegar al Santuario. Sus familiares intentan darle ánimo, pero sus piernas ya no responden. Paramédicos de la Cruz Roja se acercan de inmediato; revisan su respiración, valoran si puede continuar. Desde la distancia, Francisco alcanza a ver el movimiento, los gestos de preocupación. Por respeto, no se sabe si la mujer pudo seguir o no. Pero la imagen queda como un recordatorio del límite humano… y de la inmensidad de la fe que empuja incluso cuando el cuerpo falla.
Finalmente, después de una hora y cuarenta minutos, Francisco y su primo llegan al Santuario.
Ahí, la imagen cambia por completo: frente al templo no hay silencio, sino un océano de personas que ya aguardan su turno para entrar, para agradecer, para ofrecer un ramo, una veladora, una intención. Algunos llegan caminando, otros llorando, otros con las rodillas marcadas por el trayecto. Pero todos llegan.
Porque aunque cada uno trae su propia historia —un milagro pedido, una promesa, un agradecimiento, un duelo, un deseo de consuelo—, lo que los une es ese movimiento colectivo, esa peregrinación que no se mide en kilómetros, sino en fe.
Y así, en la víspera del 12 de diciembre, la Calzada de Guadalupe vuelve a demostrar que el camino a la Virgen nunca se recorre solo. Se avanza con la familia, con desconocidos que ayudan, con cuerpos cansados que dan ejemplo, con autoridades y voluntarios que cuidan, con música que consuela… y con la certeza de que al final, la fe siempre encuentra su destino.
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Reforma educativa abre paso para que 30 docentes regresen a aula en SLP
La medida deriva de una reciente reforma legislativa que busca proteger a quienes enfrentan acusaciones sin fundamento
Por: Redacción
La Secretaría de Educación del Gobierno del Estado (SEGE) estima la reincorporación de 30 docentes que habían sido separados temporalmente de sus funciones tras enfrentar diversas denuncias. Según varios medios de comunicación, esta medida deriva de la reciente aprobación de una reforma legislativa diseñada para salvaguardar al personal docente.
El titular de la SEGE, Juan Carlos Torres Cedillo, explicó que el objetivo de esta nueva legislación es defender a las y los catedráticos que son señalados sin fundamento por parte de padres de familia o tutores. Si bien los 30 docentes aún no han sido exonerados de manera definitiva, su reincorporación es un paso que se prevé gracias al nuevo marco legal.
El funcionario estatal detalló que cuando existe una acusación contra un maestro, ya sea ante la SEGE o la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH), se procede a su separación parcial de la impartición de clases. Torres Cedillo reconoció que este proceso administrativo provoca una carencia de maestros frente a grupo, lo que a su vez genera afectaciones directas a los escolares, quienes pierden continuidad en sus clases.
La reforma legislativa, de acuerdo con las declaraciones del titular de la SEGE, busca mitigar estas afectaciones al proporcionar un mecanismo legal que defiende a los docentes de acusaciones infundadas, permitiendo que la mayoría regrese a sus aulas para continuar con su labor educativa.
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