#4 Tiempos
¿Para quién?, CONAGO, oropel de unas horas | Jorge Ramírez Pardo
Enred@rte
En la reunión del Consejo Nacional de Gobernadores, CONAGO; el pasado miércoles 19 de agosto en el poco utilizado Centro de convenciones de San Luis Potosí, el anfitrión el gobernador potosino Juan Manuel Carreras – cumplió con eficiencia el papel de edecán y/o maestro de ceremonias, capaz de reunir como no sucedía en décadas la plana mayor de los mandos públicos en el país. Carreras, empleado eficiente de Calderón y gobernador de marca priísta, desempolvó el viejo formato de carro completo, guion a representar asegurado, oropel y escenografía. Un pri/panista anfitrión autor/conductor de una zarzuela contraria a su sentir y escasa estrategia para gobernar.
¿Para qué…?, ¿para quién…?
Se contó con la presencia del presidente de México, de los gobernadores de estados y secretarios federales de gobierno; salida del desuso hubo pasarela frente al presidente de dos presuntos delfines del gobernador Carreras a sucederle en el cargo: Juan Ramiro Robledo, uno de los políticos potosinos de mayor forja y capacidad que no ha manifestado intención –sin embargo cercano a López Obrador desde tiempos remotos- y el hiperactivo arrogante de pueblo Xavier Nava, quién paseó el apellido frente al primer mandatario –a sabiendas de que su abuelo Salvador Nava está en el mapa de los afectos de AMLO– y una hora después se colaba a una comida de gobernadores disidentes –colado único, ni los directivos locales del PAN lo hicieron- con los gobernadores de la Alianza Opositora: los de Colima, Durango, Tamaulipas, Querétaro, Michoacán, Chihuahua, Guanajuato y Jalisco; todos panistas, menos el último-. Es el mismo Xavier, presidente de la capital potosina, quien, en días y horas laborales, le ha ido a gritonear a Palacio Nacional al presidente que ese día saludó, y en Morelos con otros Javier –sin X- Sicilia ha participado en marchas de repudio anti 4T; mismo sujeto marioneta de consignas sáuricas/maquiavélicas que lo inducen a chapulinear de color en color político y ejercer su mandato municipal en perenne ejercicio de propaganda en tono de ego de casta.
El invitado tótem/Tlatoani, ¿Para qué…?, ¿para quién…?
Esa mañana de miércoles, el presidente López Obrador, luego de la reunión con su gabinete de seguridad en la ciudad de Querétaro, tuvo su habitual rueda de prensa mañanera con el gobernador Francisco Domínguez. Mismo mandante que hasta hacía dos días tenía estadísticas de buen gobierno a su favor y esa mañana, como al mártir Sebastián, lo perforaron todas las flechas de los periodistas de su propio estado. El día anterior había salido a relucir un video donde se les mencionaba a él, lo mismo que el gobernador de Tamaulipas, como uno de los entonces senadores beneficiados por el soborno orquestado para privatizar Pemex, y su secretario técnico –a esas horas ya renunciado a su cargo-, aparecía con un ex directivo de Pemex cuando le entrega pacas de dinero producto también de soborno.
En la citada reunión de CONAGO, el presidente López Obrador, acostumbrado al frecuente uso de la palabra, incluso al uso excesivo; sabedor además de la intención proactiva de los gobernadores de Alianza Opositora aprovechó la condición de edecán/maestro de ceremonias del gobernador anfitrión Juan Manuel Carreras, con desempolvado esquema priísta (guion y conclusiones desde antes de la reunión, todo oropel e incienso para el Tlatoani) y jugo un papel de tótem que acapara reflectores, pero, esta vez silente. Formato similar al del Cid Campeador, quien, ya muerto, ganó la última batalla en calidad de bulto; o como en “Kague musha, La sombra del guerrero” de Akira Kurosawa, fallecido el mandatario/dios es sustituido por un hombre que dé le parece; es torpe e ignorante, pero se adecúa a la forma.
Para marcan un débil contapunto, con breve y baja intensidad Francisco Cabeza de Vaca, gobernador tamaulipeco del grupo disidente de gobernadores con la espada afilada, reclamó el uso político de los videos de Lozoya.
En tal esquema todo-bajo-contol, hastalos atropellados/potagónicos como burdos gobernadores, El Bronco de Nuevo León y Enrique Alfaro de Jalisco, estuvieron quietos.
Y más nada, dos horas después de concluida la reunión, el presidente ya estaba en la ciudad de Zacatecas, donde, a la mañanera del día siguiente, invocó la figura legendaria/solidaria de Salvador Nava. ¿Por qué no lo hizo en territorio potosino? Haz tus apuestas lector, pero, en plan de conjeturas, vale decir: hay de Navas a Navas.
La resaca del día siguiente
Para que el gobernador Juan Manuel Carreras –actual presidente de la CONAGO- vuelva a reunir ese quorum sin un para un qué debaatible y construible…, ta´ ca-ñón, para que le crean…, A menos de una semana del suceso, la Alianza Opositora de gobernadores que había amenazado con no asistir, vuelve a patalear. Ya declaró Javier Corral, gobernador de Chihuahua, que la CONAGO desaparecerá o, al menos, él y sus aliados, estreñidos en territorio potosino y barnizados de navismo no (S)salvador, se retirarán.
Al día siguiente, jueves, al mediodía en la capital potosina, a unos cuantos cientos de metros de donde fue la reunión de CONAGO, se hirió de gravedad al coordinador operativo de la Fiscalía General de la República en San Luis Potosí, comandante Guillermo Alberto. Minutos más tarde murió.
La mañana del sábado, también en la capital potosina, era noticia el asalto a una residencia en fraccionamiento privado de élite. Vamos, ni siquiera escapa a la criminalidad el grupo exclusivo a quien el gobernador sobreprotege y cuyos delitos no ve (como lo sucesos vandálicos del 6 de junio en el Centro Histórico, ideados y liderados en su ejecución por juniors, uno de ellos hijo de una directiva de la secretaría de Cultura).
Por si ello fuera poco, la principal noticia local en algunos medios de comunicación la mañana de ayer domingo 23, informaba que el estado de San Luis Potosí ocupa el vergonzoso primer lugar en semáforo delictivo; de color rojo este julio en: homicidios, extorsión, narcomenudeo, robo a negocio, lesiones, violación, violencia familiar y feminicidio.
El de por si timorato mando de Carreras, con un gabinete oscuro e incompetente, con subrayada carga negativa en Cultura, goza de intocabilidad y evaluación. El futuro del gobernante –eficaz empleado pan/pri- podrá tener asidero en el escenario político nacional, si en su último año, actúa con aires innovadores, según el mandato y ejercicio presidencial. Las tendencias indican que no será así, pero…, esperemos el milagro.
Pataditas municipales, vino nuevo ¿en qué envase?
Durante administraciones municipales pasada, incluida la gallardista, era notable el rendimiento presupuestal e impacto en tareas artístico/culturales; más si se le comparaba con la obesa e incompetente Secretaría de Cultura. La actual administración hace excepción; desluce tan anodina como la estatal.
Sin embargo, en estos días, el municipio capitalino, lanza una iniciativa cultural de élite, vía su responsable de cultura, Cecilia Padrón Quijano, sustraída del cacicazgo colectivo de los nepotes sobrinos de ex gobernadores Eudoro Fonseca/Armando H. Silva.
Se trata de un programa exportado a quien lo cache por la UNESCO (organismo de Naciones Unidas para la educación, ciencia y cultura). Carta por los derechos culturales se le denomina. Predomina en lo teórico (15 mesas de trabajo) que supone una copiosa praxis inexistente y desplomada en tiempos de pandemia.
Uno de los temas es equidad cultural y si algo distingue a la alcaldía capitalina es su desatención a los grupos indígenas e, incluso, su discriminación.
Aun así, es justo otorgar el beneficio de la duda, según se acostumbra tolerar/observar. De quiénes sean los ponentes y moderadores seleccionados para tal ejercicio de élite, puede ser un signo distintivo o decadente, según el caso. Si sacan sólo a pasear a las momias directicas del sector cultura y no dan presencia a los numerosos creativos y gestores independientes estarán fincando sobre arena. Lo mismo si se trata de otro acto voraz de campaña del munícipe en pos de una candidatura del cualquier color en compra/venta.
#4 Tiempos
Consideraciones sobre la amabilidad | Columna de Juan Jesús Priego Rivera
LETRAS minúsculas
Tenía Víctor Hugo, el gran escritor francés, veintisiete años de edad cuando publicó, en 1829, El último día de un condenado, novela o largo relato en el que se pone a describir los pensamientos íntimos, las agitaciones interiores y los estados de ánimo que se apoderan de un hombre que pronto -muy pronto- va a tener que morir. La justicia ha señalado ya el día y la hora en que deberá tener lugar la ejecución; todo, pues, está listo…
Pero, no: ¡no todo está listo! Puede que lo esté el cadalso, puede que lo esté el verdugo, pero este hombre todavía no está listo. ¡Aún no sabe por qué debe morir! «Soy joven, estoy sano y fuerte –gime en el calabozo-. La sangre circula libremente por mis venas; todos mis miembros obedecen a todos mis caprichos; estoy robusto de cuerpo y de mente, preparado para una larga vida. Sí, todo esto es verdad; y, sin embargo, padezco una enfermedad, una enfermedad mortal, provocada por la mano del hombre».
Afuera, en la calle, todos ríen y se gozan: el calor del sol es bueno, la vida es bella. ¡Ah, tienen razón al mostrarse tan alegres! Para ellos hay futuro. ¿Cómo no sonreír cuando a la noche sigue el día, cuando se espera vivir muchas noches y muchos días? En cambio él… ¡Quizá no haya para él ni otra noche ni otro día!
Llama la atención, sin embargo, cómo es que este hombre se da cuenta de que no le queda mucho tiempo: ¡por la amabilidad del personal penitenciario! ¿De cuándo acá se mostraban tan amables estos monstruos de indiferencia? ¿De cuando acá? «El camarero de guardia acaba de entrar en mi calabozo, se quita el gorro, me saluda, pide perdón por molestarme y me pregunta, suavizando en lo posible su voz ruda, lo que deseo para el desayuno. Me entran escalofríos. ¿Será hoy?».
Es decir, ¿será hoy cuando tenga que ser ejecutado? Tanto refinamiento, tanta delicadeza le parecen francamente sospechosos. Hasta hace poco todos le hablaban a gritos, brutalmente, pero hoy se descubren la cabeza para saludarlo y hasta ejecutan ante él respetuosas reverencias. Sí, es posible que sea hoy. El condenado, entonces, se pone a temblar. Es que no era normal, no era normal en absoluto que…
Pero las cosas se complican todavía más cuando, de pronto, la reja del calabozo se abre y aparece en el marco de la puerta una figura pequeña, de largos bigotes negros, y amable hasta la falsedad. «Sí, es hoy –piensa el condenado al ver a este individuo ejecutando todas las ceremonias de la cortesía-. El mismo director de la prisión ha venido a visitarme. Me pregunta lo que me gustaría o podría serme de utilidad; incluso hasta expresó el deseo de que no tuviera quejas de él o de sus subordinados; se interesó por mi salud y por cómo había pasado la noche. ¡Al salir me llamó señor! ¡Sí, es hoy!».
Y admírese usted: los pensamientos del condenado resultaron ser ciertos; su intuición no lo engañó. Era hoy, precisamente cuando debía morir. No se equivocaba.
¿Por qué los humanos dejamos la amabilidad y la cortesía para el último momento? Al parecer, sólo los muertos –o los que están a punto de serlo- logran conmovernos. «¡Cómo admiramos a los maestros que ya no hablan y que tienen la boca llena de tierra! –exclama el personaje único de La caída , el famoso monólogo de Albert Camus (1913-1960)-. El homenaje se les ofrece entonces con toda naturalidad, ese homenaje que, tal vez, ellos habían estado esperando que les rindiésemos durante toda su vida… Observe usted a mis vecinos, si por casualidad sobreviene un deceso en el edificio en el que usted vive. Los inquilinos dormían su vida insignificante y, de pronto, por ejemplo, muere el portero. Inmediatamente se despiertan, se agitan, se informan, se apiadan».
¡Los hombres sólo somos corteses con los muertos! He aquí lo que el Nóbel francés quiso decir. Pero no sólo lo dice él. He aquí, por ejemplo, lo que Máximo Gorki (1868-1936), el escritor ruso, escribió en su autobiografía: «¡Las misas de difuntos son las más bellas de toda la liturgia! ¡Hay en ellas ternura y piedad para los hombres! ¡Nuestros semejantes no compadecen sino a los muertos!».
Está bien, está bien, así es. Y, sin embargo –me digo-, he aquí un método para cultivar la cortesía: ver en el otro, ese que ahora está junto a mí, un condenado a muerte -¡que lo es, sólo que él no lo sabe, o lo ignora, o no quiere pensar en ello!- y tratarlo como si mañana ya no fuera a estar aquí; tratarlo, en una palabra, con las mismas atenciones que el carcelero dispensó al condenado a muerte en el relato de Víctor Hugo. ¡Ah, si nos viéramos como somos, es decir, como mortales, qué dulces seríamos en nuestras relaciones, y qué corteses!
Dice Aliosha a Lisa en Los hermanos Karamazov, la novela de Fiodor Dostoyevski (1821-1881): «Hay que tratar muy a menudo a las personas como si fueran niños, y a veces como si fueran enfermos». No está mal, no está del todo mal. ¿Con qué delicadeza no trataríamos a una persona si supiéramos que quizá hoy mismo va a morirse? ¿Y cómo estar seguros que no será hoy el día en que morirá? Por eso, más vale ser amables con él.
Otra cita más; ahora la he tomado de Sobre héroes y tumbas, la novela de Ernesto Sábato (1911-2011), el escritor argentino: «¿Sería uno tan duro con los seres humanos si se supiese la verdad que algún día se han de morir y que nada de lo que se les dijo se podrá ya rectificar?».
Todos los hombres son mortales, Juan es hombre, luego Juan es mortal. El silogismo nos sale bien; en el fondo, los hombres no somos tan ilógicos como parecemos a primera vista. Sólo que no siempre sacamos de nuestros razonamientos todas las consecuencias pertinentes al caso.
También lee: Jesús duerme en la popa | Columna de Juan Jesús Priego Rivera
#4 Tiempos
“México, esta niebla que arde” | Apuntes de Jorge Saldaña
APUNTES
Culto Público, si no han leído la novela “Niebla Ardiente” de la muy joven escritora, Laura Baeza, les recomiendo hacerlo como desde ayer
Tuve la oportunidad de conocer a Laura personalmente hará unos cuatro años, ¿Qué les digo? Una de esas circunstancias alineadas que convergieron en el segundo piso de la librería Gandhi del centro, la de los Arcos Ipiña.
Fue en un taller breve de escritura creativa previo a la presentación formal de su libro, el que les recomiendo. Si conocerla fue una circunstancia, convivir con ella e intercambiar casualidades fue de plano como regalo de estrella fugaz.
Fui de los selectos y afortunados que en grupo terminamos sentados con ella en “La Oruga y la Cebada” en el Callejón San Francisco, conversando sobre lo que duele y lo que salva, entre un par de cervezas y una cena sencilla.
Ella me firmó su libro con una frase que ahora, en este 25 de noviembre, regresó a mi atormentada cabeza: “A Jorge, que siempre nos una el deseo por hallar algo más en esta realidad tan rara…con todo cariño, Laura Baeza”. El momento de por sí, ya era una realidad rara.
A la distancia, empiezo a creer que su frase fue más que optimismo, y es más un deber moral, y es que su ficción (vuelta a releer en estos días) se parece demasiado a México.
No es “spoiler” (o como se diga) pero “Niebla Ardiente” detalla el regreso de su protagonista Esther a México pensando en encontrar a su hermana Irene, quien había desaparecido hace años, y a quien creía muerta, cuando de la nada, un primero de enero en un reportaje que vio en la televisión, Esther la reconoce en una marcha y se lanza en su búsqueda.
Pero la novela, la primera de Laura (y creo que premiada) realmente no comienza allí. Comienza donde casi todas las historias de violencia en este país empiezan: en los pasillos de la burocracia, en los que los papeles cuentan más que las personas.
Esther aparece en un México reconocible para cualquiera: expedientes mutilados, archivos “perdidos”, oficinas donde la verdad siempre llega después de que las secretarias coman sus gorditas grasosas y funcionarios que usan el futuro para encubrir lo que nunca harán.
Es en esa atmósfera donde la desaparición deja de ser un crimen y se convierte en un proceso. Como alguien escribió: los países se definen por cómo recuerdan; México, al parecer, se define en cómo olvida.
En medio de esa maquinaria oxidada, Esther descubre a un policía. No es un héroe: es un hombre cansado que simplemente no rompe las reglas pero las dobla para que la realidad duela un poco menos. Ese personaje era como algo que escribió una pensadora feminista de la que en este momento no recuerdo su nombre “la dignidad aparece cuando alguien no mira hacia otro lado”.
En fin, siguiendo con la novela y nuestra realidad, este policía mira. Acompaña. Abre una grieta. Y sin embargo, ni siquiera es lo suficientemente poderoso para luchar contra un país donde las fosas clandestinas actúan como el archivo nacional.
La comparativa y reflexión con la novela va porque hoy es 25 de noviembre y México sigue siendo esa tierra donde la violencia parece que no importa, sino que se repite. Casi 2 feminicidios cada día. 3,284 mujeres asesinadas en 2024. 89% de impunidad. Una agresión física cada siete minutos. Más de 10 millones de mujeres violentadas digitalmente. En San Luis Potosí, 24,000 víctimas por cada 100,000 mujeres.
Uno quisiera creer que estos números son de un país lejano, pero no. Están aquí, sobre las mismas banquetas que caminamos todos los días. Ese es el verdadero crimen de México: haber entrenado a la gente para no sorprenderse.
Sí, no se debe negar que mucho se ha hecho pero poco alivia (hoy casi todos los gobiernos e instituciones hablan de esto, pero mañana la rutina sigue).
Sí, con la llegada de Claudia Sheinbaum como la primera presidenta de México, llegaron todas…excepto las que no alcanzaron a llegar porque les truncaron la vida.
El nuestro, es un país donde buscar es amor—y protesta.
Igual que como ocurre en la novela de Laura, que no describe un país imaginado sino nuestro México. Uno donde las hermanas encuentran hermanas, donde las madres encuentran hijas, donde las mujeres salvan mujeres. Un país donde todavía hay justicia, pero casi siempre fuera de los edificios públicos.
Y así como Esther enfrenta la niebla, miles enfrentan la opacidad del Estado día tras día: ventanas cerradas, sistemas incompatibles, versiones contradictorias, funcionarios que deletrean la palabra “protocolo” como si lanzaran un hechizo contra la verdad.
México es hogar de una burocracia tan grande que hasta la violencia tiene formularios que completar.
Tras varios años de no recordar la anécdota con la escritora, hoy vuelvo a esa dedicatoria: “encontrar algo más en esta extraña realidad…”
Ese “algo más” no es una esperanza ingenua. Es algo que se parece más a la obligación de nunca acostumbrarse, “la memoria es la única defensa contra la repetición del horror”.
Por esa razón, espero, que por cada mujer desaparecida o mujer luchando por no desaparecer, o lidiando contra cualquier tipo de violencia, recordemos que la niebla espesa arde. Y que si arde, es porque la herida está abierta.
Hasta la próxima. Jorge Saldaña.
También lee: La IA, periodismo, y la coartada perfecta | Apuntes de Jorge Saldaña
#4 Tiempos
Diego José Abad ilustre formador de potosinos | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
El majestuoso edificio central de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí que fuera construido en el siglo XVII y alojara a la Compañía de Jesús se convertiría en un edificio característico de la educación en San Luis Potosí. En ese edificio funcionaría el Colegio de San Ignacio de la Compañía de Jesús orientado principalmente a la educación de primeras letras; posteriormente se establecería en dicho edificio el Colegio Guadalupano Josefino instaurado por Gorriño y Arduengo siendo el primer establecimiento de educación secundaria o superior en San Luis, dando paso posteriormente, al reinstaurarse la República al Instituto Científico y Literario de San Luis Potosí que se convertiría en el primer establecimiento en obtener la autonomía universitaria dando paso así, en el mismo edificio, a la actual Universidad Autónoma de San Luis Potosí.
De los profesores ilustres que tendría el Colegio de San Ignacio de San Luis Potosí, se encuentra Diego José Abad, uno de los impulsores del pensamiento moderno en México y que tuviera influencia del jesuita Rafael Campoy, también profesor en San Luis Potosí y de quien tratamos en anterior entrega de El Cronopio en La Orquesta.
La física, o filosofía natural, formaba parte del cuerpo de temas de la filosofía en los cursos que de ella se realizaban en Nueva España y se dedicaba una parte a la lectura de temas de física, principalmente la aristotélica. De esta forma existirían manuscritos sobre la física como parte de cursos de filosofía, situación que se haría común, al ser redactados apuntes para los diversos cursos que se ofrecerían en Nueva España. La mayoría de esos textos se encuentran perdidos, pero existen las referencias que aseguran su presencia, los cuales fueron escritos, en su mayoría, por sacerdotes y frailes que pertenecían a diferentes órdenes religiosas.
Diego José Abad, puede considerarse el más profundo de los jesuitas innovadores; su Curso fue muy influyente, es bastante completo y se ven por todas partes las influencias modernas. Este curso, que ya no lleva el nombre de Cursus Philosophicus , sino simplemente el de Philosophia, aparece en un manuscrito del Colegio de San Pedro y San Pablo de México, cuyo contenido se enseñó desde 1754 hasta 1756.
Comprende la lógica, la física y la metafísica. Es el primer intento de asimilar (y no simplemente de atacar, como hasta entonces se hacía las más de las veces) las ideas modernas . En particular, se refiere a Gassendi y los atomistas, y trata de conciliar el atomismo con el hilemorfismo aristotélico. Intenta hacer lo mismo con Descartes, opuesto al gassendismo.
Habla de la necesidad de construir la física con ayuda de la experimentación y la matemática. Acepta el atomismo en el campo físico, mas no en el metafísico. Dice que muchas ideas aristotélicas sobre el cielo han sido abandonadas por los escolásticos después del descubrimiento del telescopio, mediante el cual se han podido ver las manchas del Sol. Lo mismo en cuanto a la noción del vacío, después de los experimentos de Torricelli, Otón de Gericke y Roberto Boyle. Cita a Maignan, y mucho a Descartes en cuestiones de filosofía del hombre. Aunque las más de las veces defiende la tradición, ya se muestra abierto a integrar ideas de la filosofía moderna.
Fue profesor del Colegio de jesuitas de San Luis Potosí donde enseñó gramática a los potosinos y donde fincó su formación filosófica sin rechazar las ideas del pensamiento moderno, pero con una posición crítica.


Diego José Abad nació en Jiquilpan en 1727 y tras la expulsión de los jesuitas moriría en Bolonia en 1779.
Si se interesan en ubicar su obra en el ambiente cultural y científico de la Nueva España pueden consultar nuestro artículo: Manuscritos y libros Novohispanos y Mexicanos de Física y Filosofía Natural, en la dirección:
También lee: Francisco Gándara, primer ingeniero higromensor potosino | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
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