agosto 4, 2025

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#4 Tiempos

Mark Hollis: el hombre que no regresó | Columna de Carlos López Medrano

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Mejor dormir

 

Talk Talk inició como una banda británica de synthpop que en los ochenta buscó un espacio en las calles a través de temas resueltos de la gama OMD y Ultravox. De ese modo cosecharon The Party’s Over (1982) e  It’s My Life (1984), dos discos que junto a un puñado de sencillos levantaron fuertes expectativas e hicieron a EMI relamerse los bigotes por el bombazo comercial que podían llegar a ser.

Luego llegó el tercer álbum, The Colour of Spring (1986), una transición muy contundente. Algo había cambiado, y lo había hecho de fondo. Ya no sonaban como la banda MTV de los discos anteriores. Ahora ejecutaban una operación de distinto calado que tiraba de lleno a la creación de atmósferas, si bien aún conservaban rastro del flujo de su material previo.

El modelo presentado carecía de hits evidentes. La artificialidad saltarina había sido sustituida por una paleta de recursos que entraban en otro plano dimensional. El grupo londinense renegaba de su pasado y sorprendió tanto a sus fanáticos como a los hombres de negocios. La pequeña locura fue aceptada por EMI solo porque se comportó de manera notable en ventas, alcanzando el puesto 8 en las listas de su país.

Pero aquello apenas comenzaba. El envite siguiente, titulado  Spirit of Eden (1988), radicalizó la propuesta y rompió cualquier paradigma del pop. Quienes cantaban “Such a Shame” apenas cuatro años antes de pronto se habían convertido en unos apologistas de la introspección y la reserva.

EMI les había dado carta blanca para que hicieran lo que mejor convinieran. Hasta entonces se habían mostrado como una banda modélica que muchos insistían en ver como un relevo de Duran Duran. Talk Talk aprovechó para comenzar de nuevo, para romper con lo que había atrás.

“The Rainbow”, el tema que abría Spirit of Eden sorprendió a los escuchas quienes se hallaron con una pieza de casi 10 minutos que no tenía pinta de pertenecer a ninguna tradición. En la que no había coros ni ganchos, sino una verdadera travesía apegada al murmullo y la contención.

 

Talk Talk pasó por una metamorfosis: ya estaba más cerca de John Cage y Miles Davis que del synth que los vio nacer. A la postre se consideró que habían inaugurado el post-rock. Lo abrupto estaba anunciando, “the world’s turned upside down”, decía  la primera línea del arcoiris.

La mente detrás del cambio era el genio de Mark Hollis, un condensador de géneros, un idealista, alguien que había optado por dar la vuelta y seguir sus propios designios, no los de alguien más.

El núcleo de las nuevas canciones estaba en su pausa. No en el aturdimiento, más bien en una manera de atisbar lo sublime. Hollis sabía que pocos sonidos son superiores al silencio y optó por ensimismarse y dejar patente apenas lo esencial en cada obra.

Fue así que se volvió un artesano de la agudeza. Dibujante de contornos, texturas, paisajes del sonido. En compañía de sus compañeros entregó gemas que saben a cálida sombra.El músico londinense abandonó el camino formulaico en pos de la exploración sonora.

Enamorado lo mismo del soul que de la música clásica, el jazz, la meditación y lo etéreo, aprendió que el vacío es un parte crucial de cualquier grabación. Son los espacios donde anida la maestría, donde se muestra el control que se tiene de las notas.

Lo anterior, desde luego, le importaba un pepino a EMI que puso el grito en el cielo al ver lo que sus promisorias criaturas habían lanzado a la palestra. No había en ellos ningún single que pudiera llenar estadios. Y para colmo, Mark Hollis ya no quería tocar en vivo. Las creaciones en el estudio eran incompatibles con los conciertos.

En el video “I Believe In You” se percibe la incomodidad de Hollis, quien no entiende otro lenguaje que el propio en clave musical. La industria no se acomoda a sus preceptos, tanto las giras como las imágenes promocionales se alejaban de su intención. Talk Talk acabó por romper con EMI y la compañía se vengó levantando una demanda por el fracaso comercial del álbum por el que tanto habían invertido.

Fue mejor así. El siguiente trabajo —ya con Polydor Records— era igual de enigmático e inasible. Laughing Stock (1991) fue el quinto y último álbum de la banda en donde no dieron un solo paso atrás pese a la presiones.

Visto a distancia la decisión fue un acierto. Perdieron la oportunidad de tener una fama masiva, pero por el contrario ganaron trascendencia. Las últimas composiciones carecen de explicación o de arraigo en una época y con cada nuevo repaso ofrecen nuevas lecturas. Como pasa con Joyce o Kafka, se les seguirá descubriendo en los próximos años.

Hollis fue un pequeño Bartleby que de algún modo se infiltró en la industria musical, una maquinaria que suele chupar la sangre de los artistas hasta que ya no queda más. Él no lo permitió, prefirió no hacerlo. Luchó por cada gramo de independencia que había dentro de su organismo y optó por crear lo que le dictaba el extraño orden del cosmos antes que ceder a la posibilidad latente del éxito impostado que le hubiera restado la calidad de genuino.

Tan inasible como era (incluso para sí mismo), Hollis era de hablar poco ante medios.

Llevó a los instrumentos a parajes cada vez más abstractos. No necesitó llamar la atención por medio de lo efectista o rudimentario, cinceló fibras sonoras que se extendían como pistilos de una flor en primavera.

Talk Talk se despidió en la cumbre. No hicieron lo que se esperaba de ellos, hicieron lo que les daba la gana, No por una vulgar rebeldía o pueril intención de llevar la contraria, sino por una cuestión de honestidad y principios.  Con un costo que asumieron con todas las letras.

A partir de entonces Mark Hollis se volvió un recluso en movimiento, alguien que tuvo la humildad de ya no añadir un solo arpegio a un mundo ya de por sí saturado. La postal de su vida tendía a lo crepuscular.

En 1998 lanzó su único álbum en solitario, llamado como él mismo. Una obra maestra que va a la saga de Spirit of Eden y Laughing Stock. Un acontecimiento que por ser el más personal acaso sea el mejor.

Fuera de eso nada más, salvo colaboraciones menores y una pieza instrumental llamada “ARB Section 1” que hizo para la serie Boss (2012).

Mark Hollis se transformó en un renegado como los Rulfo, Salinger y Walser del mundo. Y aunque se alejó de los grandes reflectores, tuvo un regalo mejor para sí: la conformación de un hito. La creación de un género que amalgama a otros y que se ha vuelto la bandera de los músicos inconformistas, aquellos herederos que le rinden tributo al experimentar y que luchan por ser auténticos dentro de cada sesión.

Muchos esperaron su vuelta, pero Mark Hollis ya no regresó. Vivió hasta sus últimos días en el sur de Londres, encaminado a la vida familiar que tanto añoraba. Murió sin hacer mucho ruido en febrero de 2019.


@Bigmaud

Contacto: [email protected]

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#4 Tiempos

La diferencia | Columna de Juan Jesús Priego Rivera

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LETRAS minúsculas

La señorita hace una pausa para secarse el sudor. Desde hace varios días no puede dormir y, lo que es peor, nada hay ya en este mundo –me dice- que suscite su interés o su emoción.

-Antes, por ejemplo, me gustaba ir al cine los fines de semana, y, a la salida, tomarme un café con mis amigas. ¡Cómo disfrutaba entonces de esa única escapada semanal! La disfrutaba, sí, y también la esperaba; pero ahora las cosas han cambiado tanto que…

-¿Qué pasa ahora?

-Que ahora todo me da lo mismo, y cuando mis compañeras me invitan a salir les digo siempre que no. ¡La vida me parece tan triste, tan sin chiste!

A la señorita se le ha estropeado el diapasón que la hacía vibrar interiormente, y hoy ya no quiere sino una sola cosa: que la dejen en paz.

-Antes, cuando llovía, me acercaba a la ventana de mi cuarto para ver las gotas que tamborileaban sobre los cristales; hoy ya tampoco hago nada de esto: la verdad es que me tiene sin cuidado que llueva o no. Que llueva o que haga sol, que granice o que nieve, todo me da igual.

¿De dónde le podía haber venido a esta señorita semejante indiferencia por la vida? Algo había pasado con ella, seguramente, pero ¿qué? Como no soy psicólogo, me guardé mucho de pronunciar la palabra fatal: depresión. ¿Quién soy yo para diagnosticar una cosa como ésta? Sin embargo, para ayudarla, era necesario hacerle a mi interlocutora unas cuantas preguntas. Empecé por la más obvia:

-¿Dónde trabaja usted?

-En una fábrica.

-¿Y qué hace allí?

-Soy recepcionista. Contesto el teléfono, recibo a los visitantes, atiendo a los proveedores, envío e-mails y también los contesto. ¡En fin, todo eso!

¿Y le gusta lo que hace? –no sé por qué se me ocurrió hacerle esta pregunta, pues pensaba brincar cuanto antes al terreno sentimental.

-No es que me guste, pero necesito el trabajo.

-Lo necesita…

-Mucho. Tome en cuenta que mi madre depende enteramente de mí. Ella es soltera –quiero decir, fue abandonada- y está enferma desde hace meses.

-¿Siempre ha sido usted recepcionista?

-No siempre; antes cuidaba niños en una guardería. Pero eso fue en otros tiempos, en los tiempos en que iba al cine y…

-Y era feliz, si puedo decirlo así.

-Puede decirlo así. Quizá entonces yo era feliz. Feliz sin saberlo, ya me entiende…

-¿Y le gustaba mucho cuidar niños? No a todos les gusta este oficio.

-¡A mí me encantaba! ¡Los niños son mi adoración!

-Usted, pues, disfrutaba de su trabajo.

-La verdad es que sí.

-¿Y por qué lo dejó?

-Porque ahora gano más.

-Pero ahora no es feliz.

La mujer se quedó pensativa durante unos instantes. Volvió a secarse el sudor. Yo la comprendía; quiero decir, comprendía su angustia. Ahora su sueldo era mejor, pero, en el fondo, estaba haciendo algo que no le gustaba.

No hay sentimiento más destructor –dije- que realizar lo que uno no quiere. ¿Será por eso que no puede usted considerarse feliz?

-Feliz, feliz –dijo-. ¿Quién cree todavía en la felicidad? La felicidad no existe.

-¿Y si existiera? Yo todavía creo en ella. Pero no a la manera en que lo hacen los ilusos. Por lo pronto, no creo que sea ese sentimiento eufórico en el quizá está usted pensando ahora. Para mí, la felicidad es algo mucho más modesto: es, simplemente, hacer lo que uno quiere, lo que uno disfruta haciendo: aquello, en fin, para lo que se siente nacido.

Don José Ortega y Gasset (1883-1955), el filósofo español, lo dijo mejor que nadie: «La felicidad consiste en la dedicación a ocupaciones para las cuales cada hombre tiene singular vocación». Y también: «La felicidad es la lucha frenética por conseguir ser de hecho lo que somos en proyecto». Una mujer cuida niños y su tarea la pone contenta, pero luego cambia de trabajo y tiene que dedicarse a hacer cosas que no le importan nada: con ello basta, a mi ver, para que ésta se hunda en la más negra de las noches. Ella y quien quiera que sea. Si a un maestro con verdadera vocación lo quitas de dar clases para ponerlo a ajustar tornillos, y no por un día, sino por toda la vida, no sólo acabas con el maestro, sino que matas al hombre.

Vivimos en la era de las enfermedades mentales, como se ha dicho una y otra vez. Ahora bien, yo estoy seguro de una cosa, y creo que siempre lo estaré: que mucho de ese sufrimiento es debido a que la gente se ve obligada a ocuparse de cosas que no le interesan. ¡No realizar la propia vocación es algo que se paga caro!

-Entonces –dijo la señorita-, ¿usted me aconseja buscarme un trabajo parecido al que tenía, aunque gane menos?

-¿Cuánto gana usted más que antes? –y me dijo una cifra que, la verdad sea dicha,  no me impresionó.

-¿Y cuánto está pagando ahora en antidepresivos y ansiolíticos?

-No he hecho la cuenta.

-Hágala hoy o mañana. Verá que, en realidad, ha salido usted perdiendo.

La conversación entre esta chica y yo prosiguió durante mucho más tiempo. Pero como no podría transcribirla entera por evidentes y molestos motivos de espacio, yo, por lo pronto, la dejo aquí.

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#4 Tiempos

El Porvenir de Gerli y la eterna lucha barrial | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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TESTEANDO

 

Aquella noche en el barrio de Gerli, en la provincia de Lanús en Buenos Aires, el aire parecía teñido de historia: me acerqué al portón del Club Atlético El Porvenir, en Blanco Encalada 400, rodeado de otras instituciones barriales que comparten el paisaje. Entrar al predio es respirar un siglo de pasión llevada por vecinos, familias y generaciones.

Me recibió el viejo estadio Gildo Francisco Ghersinich cuyo césped guarda las huellas de aquellos fundadores anarquistas de 1915 con sus tablones, su cemento y esa capacidad para aliviar el alma de casi 14,000 simpatizantes. Imaginar su fundación y primeros ascensos, las historias de lucha para conseguir una cancha propia y su gloria en la B intermedia y profesional es entender por qué El Porvenir no es solo un club: es un refugio.

Me tocó conocer a Fede, hincha de toda la vida que cuenta cómo resistieron desde el ascenso hasta el triunfo en la Primera D en mayo de 2023, pasando por aquella legendaria victoria en Copa Argentina frente a Lanús, un símbolo del ascenso que sueña con ser grande de nuevo. Esta es la magia del fútbol íntimo, el fútbol romántico de los clubes de barrio: esfuerzo colectivo, identidad barrial y orgullo poblado de relato y sudor.

Pero la visita también mostró grietas profundas: la dirigencia que encabeza Enrique Merelas (presidente por más de cuatro décadas) no esquiva el conflicto. El Porvenir enfrenta una crisis institucional que pone en riesgo todo ese legado comunitario. En febrero de 2025, la AFA suspendió la afiliación del club tras una denuncia presentada por el intendente Julián Álvarez ante Personas Jurídicas, acusando al municipio de intentar intervenir en la entidad. La intención habría sido deslindar el control sobre El Porvenir, excluyéndolo de todos los subsidios y dejando al Porve a su suerte.

La respuesta del club no fue tímida: se presentó una denuncia penal contra Álvarez por abuso de autoridad, discriminación, violencia institucional y filtración de información confidencial, denunciando marginación y persecución institucional. Las pintadas amenazantes aparecidas en los alrededores del estadio contra Merelas intensificaron la tensión, y la dirigencia llamó a socios y vecinos a defender su autonomía.

Afortunadamente, en marzo la AFA levantó la desafiliación preventiva: El Porvenir pudo volver a competir en la Primera C, debutando oficialmente el 18 de marzo ante Club Mercedes, tras semanas de incertidumbre. Pero aún pesa sobre el club un futuro incierto y una dirigencia cuestionada por aquellos que entienden que 44 años al frente de una institución no pueden justificarse con tradición si dejan estancamiento y despoblación de sueños.

En mi paso por la sede sentí esa contradicción: el club late con fuerza colectiva, con un barrio que lo respeta y lo habita, mientras que en los despachos internos se libra una batalla política que podría definir si El Porvenir se preserva como corazón barrial o se apaga por políticas ajenas.

Este club resume lo mejor y lo más complicado del fútbol argentino: su capacidad de emocionar desde lo modesto y lo comunitario, sin más hierro que la camiseta blanca y negra heredada del Sunderland argentino, y sin más ambición que resistir como espacio de encuentro. Pero también muestra cómo la política pretende apoderarse del alma de los clubes y puede quebrar ese romance que lo hace único.

Mi visita a Gerli me dejó el eco de cantos que nacen en gradas humildes y el pulso firme de gente que no se rinde. Ojalá los clubes de barrio, como El Porvenir, sigan siendo faros de pasión y memoria, y ojalá sus dirigentes internos y externos entiendan que la máxima autoridad no es el poder político, sino el cariño del socio y la voz del barrio.

Ojalá un día en México, entendiéramos un poco del fútbol de barrio.

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#4 Tiempos

Medio siglo del FIS-MAT, en honor a Mat. Silvia Sermeño | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

En 1975 se realizó el primer Concurso Estatal de Física y Matemáticas para Escuelas Secundarias del Estado de San Luis Potosí, que ahora se conoce como Fis-Mat, el Concurso Regional Pauling de Física y Matemáticas que llega a estar conformado hasta por veintitrés concursos en las áreas de física, matemáticas, biología, química, astronomía, nanotecnología, ciencias naturales, ciencias del espacio, filosofía, donde participan estudiantes de primaria, secundaria y preparatoria. El Fis-Mat es el segundo concurso más antiguo del país y ha sido de cierta forma el conformador de los diversos concursos en México en las áreas en las que se enfoca, tales como las olimpiadas de física, matemáticas, química, etc.

El Fis-Mat es el único concurso de este tipo en el país y ha fincado toda una tradición. Con lo cual la edición 2025 del concurso marca cincuenta años de historia de uno de los concursos más importantes del país. Cada año el Fis-Mat es dedicado a un personaje relacionado con las áreas del conocimiento que abarca que haya destacado y contribuido al desarrollo de las mismas. Este año el concurso ha sido dedicado como un homenaje a la matemática Silvia Sermeño Lima por su papel desarrollado a lo largo de treinta años al desarrollo y enseñanza de las matemáticas en la Facultad de Ciencias de la UASLP, por lo que el Fis-Mat se ha denominado XLVI Concurso Regional “Pauling” de Física y Matemáticas “Silvia Elvira Sermeño Lima”.

El Fis-Mat nació como una iniciativa para alentar el estudio de disciplinas científicas en los jóvenes mexicanos con énfasis en los potosinos, apoyando su formación con actividades extraescolares y despertando vocaciones. Fue una iniciativa de los estudiantes de la antigua Escuela de Física y del dos veces galardonado con el Premio Nobel, el Dr. Linus Pauling, por lo que ahora asume su apellido y se dedicada a un personaje en especial como en esta ocasión es la Mat. Silvia Elvira Sermeño Lima.

Silvia Sermeño Lima estudió matemáticas en El Salvador su país natal y vino a México a continuar sus estudios y desarrollarse profesionalmente. En 1981 ingresó como profesora a la entonces Escuela de Física de la UASLP a colaborar en el desarrollo de la carrera de profesor de Matemáticas que acababa de iniciar actividades, así como encargarse de los cursos básicos formativos de las carreras de física y electrónica que existían en aquella época. Posteriormente se abrirían más opciones profesionales en el área de matemáticas y estaría participando en la formación de esas nuevas carreras de matemáticas.

Su labor en la ya Facultad de Ciencias fue intensa y estuvo a cargo de materias de matemáticas y formando a los jóvenes interesados en esta disciplina, en especial a quienes deseaban dedicarse a la enseñanza de las matemáticas en los diversos niveles educativos.

Su profesionalismo y dedicación en la educación y formación de matemáticos en San Luis Potosí fue determinante para consolidar este proceso que en la actualidad sigue siendo formador de matemáticos por la Facultad de Ciencias de la UASLP a nivel licenciatura y de posgrado en las áreas de educación matemática y matemáticas aplicadas.

Como un reconocimiento a su labor en la Facultad de Ciencias desde 1981 hasta el año 2009, cuando se jubiló como profesora de matemáticas se le han dedicado los trabajos del XLVI Concurso Regional “Pauling” de Física y Matemáticas, asignándole su nombre en este marco conmemorativo de medio siglo de existencia de tan importante concurso, donde se han dado cita estudiantes del nivel básico de diversos estados del país y que ha sembrado toda una tradición en nuestro estado.

Felicidades a la Mat. Silvia Elvira Sermeño Lima, y al Fís-Mat.

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