octubre 10, 2025

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#4 Tiempos

Legitimidad | Columna de Víctor Meade C.

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SIGAMOS DERECHO.

El Diccionario Jurídico Mexicano de la UNAM define ‘legitimidad’ como el fundamento que ostenta el poder público cuando el gobernante lo ejerce con conciencia de su derecho a gobernar, y los gobernados reconocen de alguna forma ese derecho. De esta definición es posible desprender dos aristas del concepto de legitimidad: la legitimidad de origen, que deviene del derecho a gobernar; y la de ejercicio, que deviene del reconocimiento que los gobernados dan a ese derecho.

La legitimidad de origen, por una parte, se exhibe cuando se llega al poder de acuerdo a los mecanismos y procedimientos contenidos en el marco jurídico vigente (cómo se llega al poder). Por otra parte, la legitimidad de ejercicio es la cualidad de que el poder sea ejercido sin resistencia por parte de los gobernados, como consecuencia de haberse apegado a un determinados valores u objetivos importantes para las y los miembros de esa sociedad (cómo se ejerce ese poder y qué tanto convence).

Por su propia naturaleza, tanto el poder ejecutivo como el legislativo basan su legitimidad de origen en términos democráticos: contarán con ella siempre que hayan sido electos o electas conforme a las reglas del juego y, aparentemente más importante, según el número de votos obtenidos. Es decir, a mayor número de votos, mayor legitimidad de origen tendrán, al menos superficialmente. Al contrario, la legitimidad de origen de quienes conforman al poder judicial es de una naturaleza antidemocrática: los jueces y juezas no son electos por el voto popular sino por otras vías que buscan garantizar su absoluta imparcialidad a la hora de decidir sobre algún asunto.

Ese aparente déficit democrático de origen inherente al poder judicial les obliga a tener que compensarlo con una legitimidad de ejercicio impecable, a través de procedimientos técnicos estrictos y de una judicatura sólida abocada a la supervisión de sus jueces y juezas. A su vez, el poder judicial tiene la encomienda de hacer guardar los valores contenidos en la constitución, que suelen ser rígidos, ordenados y resistentes a cambios bruscos. De nuevo, se trata de una tarea impopular. Mientras tanto, los poderes ejecutivo y judicial gozarán de altos niveles de legitimidad de ejercicio si actúan con apego a los valores que están vigentes en la sociedad, es decir, si las acciones que emprenden son compatibles con las exigencias y necesidades inmediatas de la comunidad. En otras palabras, el ejercicio del poder trae consigo una lucha de fuerzas entre los valores demandados democráticamente y los valores preservados por la constitución, donde muchas veces juega un rol muy importante la legitimidad que posee cada orden de gobierno para determinar qué valores se impondrán.

Arturo Zaldívar, ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia y del Consejo de la Judicatura Federal, anunció la semana pasada que en esta segunda mitad del año se resolverán en la Corte asuntos de gran relevancia: Ley de la Guardia Nacional, Ley Nacional sobre Uso de la Fuerza, Ley de Migración, aborto, matrimonio igualitario e incluso el transitorio décimo tercero de la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación. Muchos de estos asuntos, sabemos, son de especial importancia para el Ejecutivo. Además, el ministro Zaldívar anticipó el viernes pasado que este último asunto —la ampliación de su mandato— se votará antes de que termine el mes y que, independientemente del resultado, él no aprovechará el regalo envenenado que llegó desde Palacio Nacional.

Pensemos, también, que el Tribunal Electoral tiene en puerta la resolución de casos muy relevantes para dar cierre a las pasadas elecciones intermedias.

El Tribunal debe desahogar las impugnaciones restantes para antes del 23 de agosto, fecha en que el INE debe comenzar a expedir a cada partido político las Constancias de Asignación de diputados plurinominales. De no resolverse las impugnaciones, el INE entregará las constancias y los diputados y diputadas rendirán protesta; en ese momento, ya no habrá nada qué hacer.

Sin entrar en consideraciones sobre la decisión de Zaldívar de esperar casi hasta el último momento para revelar su postura, hay que decir que la arena en donde se resolverán estos conflictos constitución-democracia pinta con un clima bastante tenso. Por una parte, es sencillo anticipar que, a la luz del anuncio de Zaldívar, López Obrador reforzará su discurso de que el ‘conservadurismo’ sigue primando en la Corte. Ello le ayudará para descalificar los resultados negativos que pueda tener con los asuntos primordiales para su administración —como la estrategia de militarizar la seguridad pública—; aún más si consideramos que estamos muy cerca de que inicie su tercer año de gobierno y que el tiempo le juegue cada vez más en contra.

Por otra parte, me parece muy necesario señalar —contrario a la narrativa oficial— que el Tribunal Electoral no está en crisis por los hechos de la semana pasada; el Tribunal Electoral ha estado en crisis al menos desde noviembre de 2020, que el indecoroso y poco profesional José Luis Vargas asumió su presidencia. Como resultado de esa crisis, un grupo de cinco magistrados y magistrada decidieron poner un responsable alto a Vargas, retirarlo de la presidencia y retomar el timón del desbaratado Tribunal. Sin embargo, el presidente ha impulsado la imprudente idea de que todos y todas renuncien.

El momento que hoy se vive tanto en la Suprema Corte como en el Tribunal Electoral obliga a que sus integrantes piensen dos veces cada uno de sus movimientos. A final de cuentas, el mejor ejercicio del poder es el que mejor comunica y, sobre todo, el que mejor convence. El Poder Judicial no puede darse el lujo de no convencer —a través de sus procedimientos, argumentos y comportamientos— ante un Poder Ejecutivo que tiene una legitimidad de origen nunca antes vista. Si bien es cierto que esa legitimidad de origen no dura para siempre, el Ejecutivo sigue contando un relato que aún logra convencer a gran parte de la sociedad.

Si el desequilibrio en las legitimidades por parte de uno de los poderes del Estado alcanza el nivel suficiente para desacreditar a otro y sobrepasar o limitar el cumplimiento de sus funciones, el Estado entraría en un proceso gradual de descomposición y con dirección a convertirse en un gobierno autocrático o en un ‘gobierno de los jueces’. Cualquiera de los dos igualmente indeseable.

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#4 Tiempos

Las dos mujeres de Truman. Palabras con cicuta

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Apuntes

Hay autores que escriben un solo amor con distintos nombres. Truman Capote lo hizo con los de Nancy Clutter y Holly Golightly: la muchacha asesinada y la mujer que huye. Dos rostros de la misma herida.

Nancy era todo lo que el mundo aprueba: pureza, promesa, familia. Una adolescente que hacía listas, organizaba fiestas y creía que el bien era una costumbre diaria. Holly, en cambio, era todo lo que el mundo juzga: libre, contradictoria, caprichosa, superviviente. Todo sinónimo de “libre y espontánea”.

Ambas están solas frente a una sociedad que las define, una desde la muerte y otra desde el deseo.

Yo creo que Capote estuvo enamorado de una mujer que fue las dos. Una que lo deslumbró por su bondad y lo desarmó por su caos. En Nancy encontró la integridad que él nunca tuvo; en Holly, la libertad que siempre le fue negada. Una mujer que cocinaba con delantal los domingos, pero que podía desaparecer una semana sin explicar por qué. La amaba por lo que lo salvaba y por lo que lo destruía.

En A sangre fría, Capote mira a Nancy como si aún pudiera rescatarla. La describe con ternura casi maternal, pero también con una envidia melancólica: ella no sabía lo que era la vergüenza ni el exceso. En Desayuno en Tiffany’s, en cambio, elige no salvar a Holly. La deja ir. Le permite el privilegio que Nancy nunca tuvo: seguir viva aunque nadie la entienda.

Quizá esa fue la forma en que Truman se reconcilió con su propia culpa. Escribir a la que murió como víctima y a la que se fue como promesa. Una purificada por la muerte, la otra condenada a vivir

. Entre ambas, Capote puso su propia alma: la de un niño que soñaba con el orden de Nancy y despertaba con el desorden de Holly.

No se puede amar a dos mujeres tan distintas sin romperse un poco. Pero Capote lo hizo. Amó la pureza que se deja matar y la libertad que se mata sola.

Y quizá, como tantos de nosotros, entendió demasiado tarde que una y otra eran la misma. Que la vida te puede matar por ser buena o por querer ser libre. Y que entre esas dos muertes —la literal y la simbólica— se esconde el precio de vivir como uno quiere.

Punto.

Y aquí estoy yo, leyendo a Truman y sintiendo que me contó la historia antes de que ocurriera. Porque yo también quise que Holly fuera Nancy: que se quedara, que colgara su vestido brillante y se sentara a esperar el desayuno. Pero ella eligió la noche, otro hombre, otra ciudad.

Yo sigo aquí, recogiendo los platos, preguntándome si alguna vez alguien puede amar a una mujer así sin terminar escribiendo sobre su ausencia.

Quizá eso somos los que escribimos: los que convertimos el abandono en literatura.
Los que seguimos hablando con las Holly que quisimos que fueran Nancy, aun sabiendo que la vida —como en Capote— siempre acaba a sangre fría.

Yo soy Jorge Saldaña.

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#4 Tiempos

Antonio Castro Leal, su papel por la autonomía universitaria | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

 

En los movimientos y propuestas por la autonomía universitaria en el país, son varios los potosinos que figuran como pioneros, algunos no muy mencionados en este proceso. Entre estas figuras encontramos a Valentín Gama y Cruz, Rafael Nieto Compeán, Manuel Nava Martínez y Antonio Castro Leal quien estaría involucrado en los dos más importantes movimientos por la autonomía universitaria, el caso potosino y el de la universidad nacional.

Antonio Castro leal, abogado de formación y literato por vocación nació en San Luis Potosí en la última década del siglo XIX, el 2 de abril de 1896 y como varios potosinos iría a la Ciudad de México a continuar sus estudios a principios del siglo XX, donde fincaría su formación intelectual en la Escuela Nacional Preparatoria adquiriendo una formación humanística que guiaría su vida profesional. Fue uno de los fundadores del proyecto conocido como Ateneo de la Juventud y la fundación de la Preparatoria Libre.

Ingresa a la Escuela Nacional de Jurisprudencia y cofundaría la Sociedad de Conferencias y Conciertos en 1916, a cuyos siete fundadores se les llamaría “los siete sabios”, junto a Vicente Lombardo Toledano, Manuel Gómez Morín, Teófilo Olea y Leyva, Jesús Moreno Baca, Alfonso Caso y Alberto Vázquez del Mercado. “Los siete sabios”, nombre que nació mas en tono de burla que de reconocimiento, se caracterizaban por ser un grupo lleno de inquietudes culturales y políticas, aficionados a la música, la literatura y cultura en general; jóvenes precoces de 19 y 20 años de edad que ya eran profesores universitarios.

El papel pionero de Valentín Gama, por la autonomía universitaria cuando asumió el rectorado de la entonces Universidad Nacional de México, ya lo hemos tratado en esta columna, pero por aquella época revolucionaria Antonio Castro Leal, figuraría entre los primeros mexicanos que impulsarían los proyectos de autonomía universitaria.

Su interés político se manifestaría en 1917, cuando con sus compañeros universitarios que integraban “los siete sabios” extendieron al Congreso de la Unión la primera solicitud de autonomía universitaria, como protesta ante la Constitución de ese año, que suprimía a la Secretaría de Educación Pública creando a cambio un Departamento Universitario que el Senado integró a la Secretaría de Gobernación; determinación que molestó a estudiantes y profesores y como parte de la protesta, Castro Leal y sus amigos de los siete sabios enviaban la solicitud de autonomía universitaria al Congreso de la Unión, de la cual nunca hubo respuesta.

Años después, Antonio Castro Leal, sería rector de la Universidad Nacional de México, siendo el segundo potosino en ocupar ese puesto y durante su rectorado se conseguiría como un gran triunfo histórico la autonomía universitaria transformándose la Universidad Nacional en Universidad Nacional Autónoma de México.

Por ese entonces la autonomía de la universidad potosina, que se considera la primera a nivel nacional en haber obtenido ese carácter con la iniciativa de Rafael Nieto, le había sido retirada y la recuperaría en parcialmente en 1935 siendo gobernador Idelfonso Turrubiartes. La completa autonomía y formación estructural académica de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, la lograría el Dr. Manuel Nava con el apoyo del gobernador Ismael Salas en la década de los cincuenta del siglo XX, como apuntamos en la entrega anterior de esta columna. En este movimiento académico en San Luis, estaría participando de manera indirecta también Antonio Castro Leal como miembro de la Academia Potosina de Ciencias y Artes que impulsó el movimiento renovador de alta cultura que incidió en la moderna formación de la UASLP.

Antonio Castro Leal obtuvo los grados de licenciado y doctor en derecho por la UNAM y doctor en filosofía por la Universidad Georgetown en Washington, Estados Unidos. Durante algún tiempo se dedicó a la docencia como actividad principal dictando cátedra de literatura en la Escuela de Altos Estudios, en la Escuela Nacional Preparatoria y en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, también impartió la cátedra de derecho internacional en la Escuela Nacional de Jurisprudencia.

Su papel en las instituciones educativas y culturales mexicanas fue muy importante teniendo un destacado papel protagónico, entre ellas la dirección del Instituto Nacional de Bellas Artes, entre muchas otras.

Su actividad literaria, otra de sus pasiones, la inicia en 1914 distinguiéndose como escritor, ensayista y crítico de las letras mexicanas. Escribió poesía usando el pseudónimo de “Miguel Potosí”. Castro Leal es uno de los muchos potosinos que escribieron su historia en el mundo de las letras y que figura como un protagonista por la autonomía universitaria en el país.

Antonio Castro Leal murió en la Ciudad de México el 7 de enero de 1981.

También lee: Manuel Nava, médico, humanista impulsor de la autonomía universitaria | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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#4 Tiempos

Siempre Autónoma… ¿o hasta la victoria siempre?

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APUNTES

 

Así “sin querer queriendo” me encontré una película que para mí es fabulosa: “13 días”. John Efe, era encantador… Fidel, un hombre que jamás se hincó ante el “imperio” mmmm… ¿De qué lado están ustedes? ¿“Team Fidel, que no se rinde pero tampoco se alinea”, o “Team John”?

La UASLP es como la Cuba de Fidel: No, ¿cómo cree presidente? Nosotros no tenemos nada en su contra, pero pues la hermana República de Rusia nos regaló unos misiles… ¿Qué haría usted?

Presidente… nuestra patria es autónoma, libre, independiente… no se meta, pero queremos el mismo derecho que usted a meternos en lo que nos dé la gana y golpearlo a contentillo… métase cuando a nosotros nos convenga… es nuestro derecho y hasta deber.

Presidente: vamos a lanzar nuestros misiles, pero no queremos hacerles daño… solo que usted nos hace daño y nos comportamos IGUAL que usted.

¿Autonomía? Claro. Que hermosa palabra. Caperucita pudo ser la más puta con el lobo, pero… fue decisión de ella (muy autónoma) señalar a quien ella consideró culpable… y mataron al lobo.

Deme una salida, presidente…

— Ok.

Eres a partir de hoy, autónomo. Pero bloqueado. Aceptas lo que te diga, pero dirás que no aceptaste. Hablo yo. No tú

… y te tienes que agachar, aunque tú tengas los misiles.

—Ganamos.

Hasta la próxima.

Yo soy Jorge Saldaña

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Opinión

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