#4 Tiempos
La revolución de Venus | Columna de Óscar Esquivel
Desafinando
Sin importar quiénes somos, qué pensamos, en dónde estamos, ciudad, país, continente, somos una raza de privilegio, o al menos, así parece. El supremo dios, el creador, la misma naturaleza nos dotó de inteligencia, el don más preciado que podríamos tener, el razonar, tener inventiva, pequeñas cosas que resultan en la moral.
Por el don de la inteligencia tenemos un valor dentro de este mundo y en otro que se nos presentarán. Humano que tenga la razón perdida, olvidada, robada incluso, sin demora, caerá en la esclavitud de sí mismo y de los depredadores silenciosos, esperando la debilidad de aquel carente de inteligencia para formarlo como un sirviente al servicio del mal.
“La inteligencia es el ojo del alma, y si reflexionas, debes ver, que sin los ojos del alma, no se puede gobernar el mundo, y mucho menos gobernarte”, Abu Kasim Mausur (Firdusi).
Si abonamos a sembrar más inteligencia, seria únicamente con la educación, una desde el seno familiar, la otra en las aulas, pero no podemos educarnos entre la simulación de la calle, o las amistades a modo: dejemos de imitar al otro, esto hace enfermar la razón. Todo mundo tiene su propia razón, casi siempre doblegada a intereses personales o de grupos poderosos, incluyendo la manipulación mercadológica para adquirir lo banal, lo material como forma de estatus. La moda, por ejemplo, es creada por un inteligente que logra entrar a los oídos, a la vista, llegando en algún momento a obsesionarte con su mensaje casi fanático, aniquilando el raciocinio y robando la libertad de poder decir ¡no!.
La mujer abona al hombre un equilibrio espiritual, no aquel con sentimiento de amor, si no aquel por la pura existencia de raza, como cualquier ser vivo en la tierra acompaña al hombre en las grandes obras, incluso convertidas en estandarte y el hombre su seguidor.
En las circunstancias actuales, la lucha por los derechos de igualdad entre hombres y mujeres ha tocado un punto crítico por el hartazgo ante tanta humillación durante siglos, habrá algunos que dirán “ahora la mujer razona, gracias a las oportunidades que brindamos los hombres”. Ellas siempre han razonado, solo que frente a la ignorancia masculina, el puño cerrado es el arma más contundente para acallar la inteligencia femenina.
Es inconcebible ver las primeras planas de los periódicos una mano que sale entre la sábana que cubre un cadáver de una mujer, pudiera ser una niña, una joven, una madre, alguna estudiante, un pie sin zapato, enlodado, amalgamado con la tierra y la sangre de una inocente víctima. En ocasiones pasan desapercibas permanentemente, es decir, desaparecidas para siempre, otras esfumadas, perdidas, donde seguramente serán la carne de los ególatras fracasados, quienes las han robado para satisfacer sus falaz hombría, merecedores de no llamarse hombre, son las bestias de una nueva especie.
Hoy se presenta no un fenómeno, si no una nueva revolución femenina en todo el mundo. Aquí en México, la furia se desató la semana pasada en la Ciudad de México, las mujeres en masa salieron a protestar enérgicamente, tanto que el exceso las llevó a una polarización por los destrozos ocasionados en el Ángel de la Independencia, comercios, estaciones del metrobús, sin embargo, los motivos justifican los medios, aun estando de acuerdo en el método empleado por las feministas radicales, teniendo o no razón.
San Luis Potosí, convertido en un campo de persecución hacia las mujeres. 10 de cada 100 homicidios son contra ellas, de ese porcentaje, la mayoría son jóvenes en edad productiva o estudiantes . La saña con que se cometen los delitos son inauditos, que descorazonan a cualquiera que se presente como ser humano. Vivimos un capitulo apocalíptico en la historia del estado, no es echar culpas, de unos a otros, lo que sí se ve es la politización de la violencia de género: es una vergüenza. El silencio hipócrita cuando se está en el poder y cuando no, queriendo sacar raja política, en redes sociales, en medios de comunicación, no es una lucha política, que se entienda bien, es una lucha entre el bien y el mal, ambos nacidos desde los hogares o en la escuela.
La educación cívica, la ética, ausentes por años en las aulas, han permeado en el desarrollo del comportamiento social de la comunidad, en un malentendido de igualdad de género, el hombre con su cultura de siglos de machista se resisten a permitir en desenvolvimiento pleno de las mujeres, por miedo absurdo a ser rebasados, social, económica e intelectualmente.
El materialismo, rampante de la obtención de bienes materiales, también permitió en esta lucha de géneros que la mujer sea vista como parte de un botín, se cree erróneamente entre que a mayor riqueza material tengamos, poseeremos a la mujer más bella, más inteligente.
La radicalización es el inicio de las revoluciones, la sumisión, la vista baja, eso debe desaparecer: ¡se terminó! Si no somos capaces de permitirnos ser humildes y reconocer que la raza humana, al igual que cualquier criatura de la tierra, macho y hembra, femenino y masculino, tienen un función especifica en el universo, y convergen para la sobrevivencia, será en consecuencia y como resultado la igualdad plena para las mujeres y los hombres, no imponer la fuerza para externarnos como especie, porque así comenzara el éxodo hacia la desaparición de los humanos.
Karla, Mitzi, Olga, Amanda, Paloma, Verónica, María, Carmen, Alexandra, maestra, ingeniera, doctora, obreras, trabajadoras, estudiantes, todas con millones de nombres y diferentes actividades, todas son iguales, todas con derechos, a ustedes nuestra admiración.
Mujeres: Los derechos adquiridos hay que hacerlos respetar, tu integridad moral y física es irrenunciable, gritas de dolor desesperado porque la impunidad destroza tus sentidos, la dignidad, la vida misma.
Enójate, grita y destroza las ideas machistas, pero nunca sea tu rabia la que se manifieste contra otros. La violencia generada por la ira solo hará el camino más sinuoso para lograr el respeto absoluto a todos tus derechos.
Que los ruines coman su estiércol o hacer que lo coman, no sin antes caminar entre ellos con gallardía, aplomo, mostrándoles el poder de lo que eres capaz.
La fuerza de la dignidad hará la diferencia, sin que tus zapatos se salpiquen de su inmundicia.
Nos saludamos pronto.
También lee: La admiración puede ser el peor pecado | Columna de Óscar Esquivel
#4 Tiempos
La decadencia de la risa | Columna de Juan Jesús Priego Rivera
LETRAS mínúsculas
Ya a finales del siglo XIX, Eça de Querioz (1845-1900), el famoso novelista portugués, se quejaba de lo poco que nos reímos los modernos, lamentándose de que lo que él llamó «la risa antigua» estuviera en vías de franca desaparición. «Nosotros –escribió en un ensayo muy poco conocido-, hijos de este siglo serio, perdimos el don divino de la risa. ¡Ya nadie ríe! Casi ya nadie sonríe siquiera, porque lo que queda de la antigua sonrisa, fina y viva, tan celebrada por los poetas del siglo XVIII, o de la sonrisa lánguida y húmeda que encantó al romanticismo, apenas es un entreabrir lento y helado de los labios que, por el esfuerzo con que se contraen, parecen muertos o de hierro».
Sí, cada vez reímos menos, y, como dije en otra ocasión, si en algo aventajamos a los hombres y mujeres de otras épocas es en nuestra seriedad, que no es meditativa ni religiosa, sino triste, culpable y mortecina: una seriedad, para decirlo ya, muy parecida a la de los cadáveres.
Sigue diciendo el novelista: «Nunca más he vuelto a oír esa carcajada magnífica de mi infancia. Lo que hoy se escucha es a veces una sonrisa cascada, seca, dura, áspera, corta, que sale a través de una resistencia, como arrancada por unas cosquillas, y que bruscamente muere, dejando los rostros mudos y fríos. ¡He aquí la risotada de nuestro siglo!».
La alegría, hoy, ha acabado convirtiéndose en un lujo; y, si no me cree usted, si mi afirmación le parece exagerada, pregunte a sus vecinos si son felices para que obtenga un centenar de respuestas como ésta: «¿Feliz yo? ¡Cómo se le ocurre, estimado señor!». Y se pondrán a hablarle del trabajo –tan mal pagado-, del cambio climático, de la delincuencia organizada o del estrés. ¡Y conste que hoy tenemos casi todo aquello de los que nuestros antepasados carecieron! Las cajas de música de mi infancia tocaban sólo una canción, y, para colmo, había que darles cuerda; las cajas de música de los muchachos de hoy tocan –o al menos pueden hacerlo- hasta 20 o 30 000 canciones, pero no por eso el corazón de estos muchachos se ha vuelto más alegre, más musical. ¡Qué rostro más avejentado pasean por las autopistas de la vida! ¿Sonreír? No, gracias. La verdad es que ni siquiera se les ocurre.
«Nadie ríe –continúa Eça de Queiroz-, y nadie quiere reír. Tenemos todos el indefinible sentimiento de que la risa estridente y clara desentona con la atmósfera moral de nuestro tiempo». Y se pregunta: «¿De dónde proviene esta desoladora decadencia de la risa? Habría que componer un estudio sobre la Psicología de la taciturnidad contemporánea».
Algún día, si no cambio de parecer, escribiré esa psicología de la tristeza que invita a hacer a sus lectores el autor de La ciudad y las sirenas. Dicho tratado deberá responder a las siguientes preguntas: 1. «¿Por qué estamos hoy tan endiabladamente tristes?»; 2. «¿Quién nos ha robado el mes de abril?»; 3. «¿Por qué razón nos hemos vuelto tan huraños y tan antipáticos?», etcétera.
Que esto es así –es decir, que hoy estamos los hombres más tristes que nunca- lo dicen incuso autores bastante enterados de los problemas de nuestra época. He aquí, por ejemplo, lo que escribió el doctor Luis Rojas Marcos en un libro que apareció en las librerías casi cien años después de que lo hiciera ese ensayo de Eça de Quieroz que hemos venido citando; el libro en cuestión se titula La pareja rota y dice así en una de sus páginas:
«Desde finales de los años sesenta ha brillado la generación del yo, el culto al individuo, a sus libertades y a su cuerpo, y la devoción al éxito personal. La dolencia cultural que padecemos desde entonces es el narcisismo, aunque según dan a entender estudios recientes, la comunidad de Occidente está siendo invadida ahora por un nuevo mal colectivo: la depresión. La prevalencia del síndrome depresivo está aumentando en los países industrializados, y las nuevas generaciones son las más vulnerables a esta aflicción. Así, la probabilidad de que una persona nacida después de 1955 sufra en algún momento de su vida de profundos sentimientos de tristeza, apatía, desesperanza, impotencia o autodesprecio, es el doble que la de sus padres y el triple que la de sus abuelos. En Estados Unidos y en ciertos países europeos, concretamente, sólo un 1 por 100 de las personas nacidas antes de 1905 sufrían de depresión grave antes de los setenta y cinco años de edad, mientras que entre los nacidos después de 1955 hay un 6 por 100 que padece de esta afección».
¡Dios mío, lo doble de tristes que nuestros padres y lo tripe de ansiosos que nuestros abuelos! ¡Pero si tenemos todo lo que ellos no tuvieron!…
¿Cuáles son las causas de tanta tristeza? Eça de Queiroz aventura la siguiente respuesta: «Yo pienso que la risa acabó porque la humanidad se entristeció. Y se entristeció a causa de su inmensa civilización…, pues cuanto más culta es una sociedad, más triste es su faz. Hemos perdido la simplicidad y, con ella, la risa». Y termina diciendo al lector: «¿Quieres un humilde consejo? Abandona tu laberinto, entra de nuevo en la naturaleza, no te compliques con tantas máquinas, no te sutilices con tantos análisis; vive una buena vida de padre próvido que trabaja la tierra, y reconquistarás, con la salud y con la libertad, el don augusto de reír».
Así termina el famoso novelista. Pero no, no nos convence el consejo, ni creo que se consiga mucho abandonando el laberinto (y, por lo demás, ¿quién podría hacerlo?). Según yo, lo que nos ha quitado «el don augusto de reír» no es el exceso de civilización, sino nuestra falta de religión. ¡Ah, si de veras creyéramos en un Dios que nos protege y nos cuida, cómo nos reiríamos de nuestros pequeños problemas! Es decir, reiríamos. Veríamos entonces las cosas desde esa lejanía sin la cual la risa es imposible. ¿No se ha dicho muchas veces que la risa nace del distanciamiento, de ver las cosas desde cierta altura? Pues bien, si esto es así, sólo Dios y los que creen en Él pueden reír de veras con esa explosión de regocijo que conoció Eça de Quieroz cuando era niño, es decir, cuando los hombres aún tenían fe…
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#4 Tiempos
El tormentoso futuro y sus pronósticos | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
TESTEANDO
Se llega al inicio del torneo y como siempre, la ilusión, el deseo y un poco de esperanza regresan a los campamentos del fútbol mexicano.
Ya con algunas semanas de partidos amistosos, preparación de pretemporada y contrataciones interesantes, arrancamos con la idea de pronosticar el futuro de San Luis en la liga.
La mecánica es simple, ir jornada tras jornada sumando (cuando lo amerite) los puntos que puede obtener el equipo, para al final hacer una suma e intentar predecir si es suficiente como para pelear por un lugar en la liguilla o no, así que comencemos.
Jornada 1: León (Derrota) 0 puntos
Jornada 2: Monterrey (Derrota) 0 puntos
Jornada 3: Chivas (Derrota) 0 puntos
Jornada 4: Cruz Azul (Derrota) 0 puntos
Jornada 5: Puebla (Empate) 1 punto
Jornada 6: Querétaro (Victoria) 4 puntos
Jornada 7: Toluca (Empate) 5 puntos
Jornada 8: Tijuana (Victoria) 8 puntos
Jornada 9: Santos (Victoria) 11 puntos
Jornada 10: América (Empate) 12 puntos
Jornada 11: Pachuca (Empate) 13 puntos
Jornada 12: Mazatlán (Victoria) 15 puntos
Jornada 13: Atlas (Victoria) 18 puntos
Jornada 14: Pumas (Derrota) 18 puntos
Jornada 15: Necaxa (Victoria) 21 puntos
Jornada 16: Juárez (Victoria) 24 puntos
Jornada 17: Tigres (Derrota) 24 puntos
24 puntos representan una real posibilidad de jugar play in y con ello pensar en llegar a la liguilla. Sin embargo, el pronóstico habla de un arranque muy complicado llegando a sumar alguna unidad hasta la jornada 5, lo cual preocupa para la estabilidad del equipo y su nuevo cuerpo técnico. Un torneo que luce complicado y de adaptación para el director técnico y una base muy consolidada de jugadores que conocen muy bien la liga.
Por el bien del fútbol en San Luis, esperemos que la bola ruede a su favor, que renazca el buen toque de balón y se demuestre que con poco se puede competir, no queda más que esperar y en unos meses hacemos el recuento de lo logrado contra este complicado pronóstico, que comience la fiesta del fútbol mexicano, una vez más.
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#4 Tiempos
Personas como espejos | Columna de Carlos López Medrano
Mejor dormir
Los pasos dados en una mañana cualquiera conducen a uno de esos espejos piadosos en los que uno aparece más guapo de lo habitual, más limpio, más esbelto, casi heroico. La imagen llega como ráfaga: ese instante fugaz en que parecemos la mejor versión de nosotros mismos. Al siguiente paso, otro espejo devuelve ya el reflejo habitual: el rostro cansado, la camisa con esa arruga que antes no estaba, el pelo que ya no da. Así son los espejos: unos nos bendicen con la gracia de un tenista que acaba de salvar un set y lanza un guiño a la muchacha de la tercera fila; otros nos exhiben hasta el patetismo, y no hay ángulo que salve esas ojeras de un sueño perdido o la mancha que jurábamos no llevar puesta.
Entre uno y otro reflejo, se instala la duda: saber si somos el mal reflejo o la estampa bella de aquel aparador, si somos lo que vimos primero o lo que vemos ahora. Si somos el destello o la derrota.
En las relaciones humanas ocurre un duelo parecido. Hay personas que funcionan como espejos benévolos y nos devuelven lo mejor de nosotros mismos, iluminando lo que tenemos de amable, de inteligente, de vivo. Con ellas todo fluye: la conversación, el silencio, el juego de miradas. Traen de vuelta nuestro humor. Su sola presencia aligera la carga del día y perdonamos así el paso de las moscas.
En el ámbito de las relaciones es preciso rodearse de personas que son como los espejos en los que uno se ve bien y que nada complican. Gente que con su paciencia y simpatía ponen en bandeja las sonrisas y alumbran los más elevados sentimientos.
Pero también hay espejos rotos con forma de persona. Espejos manchados que te reducen y desaniman, cual les marca su hebra cochambrosa y su afán por ensuciar lo que les rodea. Sujetos cuya sola cercanía oscurece, reduce. Imanes del infortunio, empeñados en arrastrar a los demás a su fango personal. Su forma inmunda de consuelo.
Famosa es la frase en la que John Keats contaba que la poesía ha de acontecer con la misma naturaleza y espontaneidad con la que una hoja cae del árbol, y no forzada ni sostenida por andamios y tornillos. Las relaciones humanas de mayor calado fluyen sin tener que desgañitarse. No se gritan, no se empujan: florecen. Como esas novelas que uno lee sin darse cuenta, y al mirar la página ya vamos por la mitad. Tenemos libros que se arrastran (uno nomás no ve la luz al final del túnel) y otros que vuelan.
Vuelvo a mi maestro Jardiel Poncela: aquellas mujeres que no se acomodan a nosotros valen menos que un lavafrutas, aunque sea la resurrección de Friné envuelta en perfume de Le Galion.
Hay personas que te jalan consigo a su piscina de indecencia; y están otras, las que valen su peso en azafrán, que elevan y de la mano te guían a lo que has anhelado para ti en ratos de dulce vanidad. Son los rayos de sol que se cuelan entre las hojas en la última hora de la tarde.
Los buenos modales siguen siendo la pauta a la hora de definir a la gente de la que me quiero rodear. Aquellos que te alientan, saben escuchar y con los que aún puedes platicar de viejos álbumes.
Recordar, por ejemplo, aquella canción de The Velvet Underground cantada por Nico:
Seré tu espejo
Reflejaré lo que eres, por si acaso no lo sabes.
Déjame estar de pie para mostrarte que estás ciego.
Por favor, baja las manos,
Porque yo te veo.
Me cuesta creer que no sepas
La belleza que eres.
Pero si no lo sabes, déjame ser tus ojos,
Una mano en tu oscuridad para que no tengas miedo…
Contacto
Correo: [email protected]
Twitter: @Bigmaud
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