#4 Tiempos
Isabelle Huppert en el vecindario | Columna de Carlos López Medrano
MEJOR DORMIR
La vi por primera vez en una esquina destartalada alrededor de las nueve de la noche. Estaba del lado opuesto a donde se dirigía a luz de la farola, como si quisiera ser alumbrada, pero sin acabar expuesta o ser presa del encandilamiento. La posición reservada que le toca asumir a quien arrastra algún pesar. Era una mujer madura, de medio siglo, que destacaba en aquel lugar poco propicio para la honra. Su rostro reflejaba la experiencia, el conocimiento de las alegrías y los dolores que flotan en la efervescencia de los días.
Tenía tez blanca y cabello rubio, peinado de estrella de cine y ropa de quien duerme a escondidas en el supermercado. Delataba así la vulnerabilidad de quien perdió el rumbo hace tiempo. Un aura con cicatrices que se adentraban en la alfombra de sus ojos. Con la mirada baja, lanzaba fugaces vistazos hacia arriba, esperando algo que nunca llegaba. Una de esas personas que te hacen pensar que no están en el lugar que merecen. Una Isabelle Huppert del vecindario.
Estaba ahí en el camino que me tocaba a la salida del trabajo, en una zona repleta de puestos de comida que servían carne indigna del sistema digestivo y donde el aroma del aceite lleva a la nariz los vestigios de hace un par de calendarios. Un lugar donde las ratas se paseaban sin vergüenza y donde había vagabundos de cinco estrellas, personas sucias y desorientadas que le hablan al vacío: «Te voy a encontrar, ya verás. Te voy a encontrar».
Durante casi un mes, la vi diariamente en el mismo lugar, a la misma hora. Sin cruzar palabra, me quedaba cautivado durante los segundos que pasaba junto a ella, una presencia ilustre que contrarrestaba la peste y la inmundicia del entorno. No pensé demasiado en su profesión o estilo de vida. En esencia, todos nos vendemos de alguna manera u otra. Lo único que me llamaba la atención era una caja de cartón que siempre estaba a sus pies, a la que de vez en cuando vigilaba de reojo.
Un lunes, el último, el semáforo cambió a verde y con el pasar de los autos no pude cruzar la calle en donde ella hacía guardia. Lo que sí se cruzaron fueron nuestros mirares. Y ahí fue cuando conocí su voz.: «Tenga cuidado, joven», me dijo, «cierre bien su maletín».
Me tomó por sorpresa. No sabía cuáles eran sus intenciones. «Buenas noches», le respondí.
«Sí, joven, y guarde su reloj, aquí los chavos roban mucho, sobre todo en la calle de allá», agregó. «También esconda bien el aparato que lleva en la bolsa», dijo, refiriéndose a mi lector de libros electrónicos.
Un tono de alarma interior vino de súbito. En cuestión de segundos, aquella mujer había detectado que el cierre mi maletín estaba abierto, que llevaba reloj y que la funda de mi lector de libros asomaba por el bolsillo delantero de mi blazer. Además, alguien que me considera joven debe tener algún desequilibrio Tal vez sea una ladrona, alguien coludida con los delincuentes de la colonia a los que señaló mis puntos vulnerables.
Eso es. Con mirada de halcón está comunicando a sus cómplices el inventario de mis pertenencias. Probablemente en la caja de cartón lleve el botín de cada jornada. O el cuerpo desmembrado de una de sus víctimas. Puede ser.
No supe cómo reaccionar. Si apenas un minuto antes estaba encantado de conversar con quien había despertado mi curiosidad durante semanas, de repente me invadieron los peores pensamientos.
«Buenas noches», dije por segunda vez, «gracias».
Aproveché el momento en que el semáforo se puso en rojo para cruzar la calle y seguir hacia mi destino. Durante el trayecto estuve atento hacia todos lados y tomé precauciones añadidas. Nada me sucedió. Mientras iba en el transporte, volví a pensar en aquella mujer. Había exagerado. A fin de cuentas, no me lanzó una amenaza o una grosería. Me dio un consejo, intentó ayudarme con un tono maternal y una genuina preocupación, como nadie más en esa calle atestada había hecho por mí.
Confundí su mirada de angustia con la del nervio que tienen los delincuentes primerizos. Caí en una de las muchas trampas de esta época: la desconfianza en los demás. Estar siempre a la defensiva, poner barreras incluso a quienes traen un obsequio para nosotros. El efecto retardado de las malas experiencias; pasado el tiempo siguen condicionándonos, imponiéndonos reservas y levantando banderas rojas innecesarias.
Se podría argumentar que es mejor pecar de precavido que de confiado. Y sí, tal vez sea cierto, pero si reflexionamos sobre las bondades que perdemos al excedernos en nuestros cuidados, quizás nos embargue cierto vértigo.
No digo que debas lanzarte de cabeza a las fauces del lobo o que te conviertas en un pichón para los maleantes que aseguran tener perrito salchicha en adopción en su vagoneta (de esos me había advertido aquella mujer). Lo que sugiero es que, manteniendo las cautelas esenciales, permitas la convivencia. Charlar aunque sea de lejos. Qué pierde uno.
Durante toda la noche, di vueltas y vueltas a lo brusco que fui con la pobre Isabelle. La culpa me invadió, fui desconsiderado con alguien que había procurado por mí. Las previsiones a veces nos convierten en insensatos. Debería haber dicho más que un simple buenas noches gracias. Debería haberle preguntado cómo estaba, por qué estaba allí, si había considerado ir de vacaciones a Xalapa.
Insensatez que você fez
Coração mais sem cuidado
Fez chorar de dor
O seu amor
Um amor tão delicado…
Su voz volvió a mi memoria, el tono que las personas elegantes tienen sin darse cuenta, una musicalidad que podrían emplear incluso para leer la guía telefónica y seguir cautivando.
Compensaría lo descortés al día siguiente, pensé. Lo bueno era que sabía dónde encontrarla. Era una presencia habitual en mi ruta. La saludaría brevemente y le reiteraría mi agradecimiento con una entonación cálida, amable, diligente. A partir de ahora, adoptaría ese gesto, me dije a mí mismo.
Y habría llevado a cabo mi plan, pero por primera vez desde que frecuentaba esa zona, no la encontré en su lugar a la hora acostumbrada. Quizá se fue con alguien, pensé. No pasa nada, ya volverá; seguramente la veré mañana, creí. Y resultó que no. Tampoco la encontré el miércoles, ni el jueves, ni el viernes. Ni la semana siguiente ni la otra. Había dejado de estar en el lugar de siempre. Desapareció.
Han pasado varios días desde que me comporté como un patán y me pregunto si la volveré a ver. Si no es así, para mí siempre habrá un vacío en esa esquina, como los millones de vacíos que cada uno tiene en sus ciudades.
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#4 Tiempos
Cuando México si hace cine de terror bonito | Columna de Guille Carregha
CRITICACIONES
¿Si han visto que, cada vez que me ponen películas de terror mexicanas en frente, casi siempre acabo diciendo algo como “esto podría estar bueno, PERO…” o “me habría encantado SI no hubieran hecho aquello”? Bueno, pues mientras estaba viendo No Voltees (disponible gratis en Tubi) estaba esperando decir las mismas tonterías de siempre. Pero… no. Sí me gustó. De verdad, siento que esta película es genuinamente buena. Y no me refiero a “buena para ser película mexicana”, que de esa categoría conozco varias, ni buena como sinónimo de “pasable” o “entretenidilla”. Simplemente es buena y ya.
Es la clásica historia de dos hermanos que regresan a la casa de su infancia para visitar a su madre quien vive completamente sola y podría o no estar sufriendo de un episodio de demencia senil que les preocupa profundamente. Y, como suele suceder en este género de películas la demencia senil podría o no ser una situación paranormal que está afectando a la señora. Sustos ensue.
A ver. Dije que era buena. No que era original. Hay diferencias.
Por supuesto, a lo largo de la historia, vemos cuáles son los traumas infantiles de los protagonistas, y cómo están ligados al fantasma de la memoria de su padre falleció, quien trataba a sus vástagos de la manera en la que PETA cree que los personajes de Pokémon tratan a las creaturas de ese videojuego.
Siendo esto más un character piece que un “MIRA MIS EFECTOS TODOS TERRORÍFICOS”, me alegra decir que los actores hacen un trabajo muy sólido. Las actuaciones se sienten naturales, y puedes notar que los personajes están cargados de emociones complejas y matices. No es solo la típica película de terror donde los personajes gritan y corren. O sea, si gritan y corren, viene con el territorio, pero no nada más hacen eso. También tienen conversaciones serias acerca de cómo les afectó la existencia de su papá y cómo eso repercute en sus vidas cotidianas. En ningún momento se siente que estén sobreactuando, y eso ayuda a que el espectador se sienta realmente inmerso en la historia.
La construcción de la película es muy precisa en lo que intenta hacer y está muy bien enfocada. Parte de lo que le ayuda a funcionar tan bien, es que la acción se desarrolla casi únicamente en una sola locación, además de que se nos presentan a muy pocos personajes, por lo que se siente concisa y sin pretensiones exageradas de ser algo que no le alcanza el presupuesto para ser. Lo más importante, intenta contar una historia que está muy bien ligada a sus temas principales de drama familiar y abuso infantil. Trigger warning, supongo.
No tienes que estrujar las neuronas innecesariamente ni armar ningún rompecabezas imaginaro para entender lo que pasa o hacia dónde va la historia. No hay necesidad de generar ideas que comiencen con un “¿qué tal si…?” o “a ver, suponiendo que…” para que los mismos malabares mentales de la audiencia arreglen la falta de coherencia narrativa que no pudieron hacer desde el guión. Todo está ahí, puesto en pantalla para que se pueda disfrutar de la experiencia sin problema. Los simbolismos y metáforas están clarísimos, pero, además, están trabajados con delicadeza. Nada se siente forzado, ni misteriosamente la película termina siendo temáticamente una condenación a lo que supuestamente estaba celebrando la historia originalmente (inserte aquí referencia a Huesera)
La mayoría de los sustos, por ejemplo, vienen de los personajes mismos, de sus acciones, de lo que se ha estado preparando con ellos desde el principio. Es decir, no nos llenan la pantalla de efectos especiales exagerados o de secuencias visuales que solo buscan que el espectador diga “¡asupinshimare, ¿QUÉ FUE ESO?!” Aquí, la esencia del terror se enfoca en lo humano y en lo psicológico. Esto, para mí, es de lo mejor que una película de terror puede ofrecer. Es algo que los buenos exponentes del género ya saben: los monstruos son más aterradores cuando se sienten cerca, cuando son reflejos de algo dentro de nosotros. En ese sentido, la película logra crear una atmósfera densa y atrapante sin tener que recurrir a (tantos) trucos baratos, y en ese sentido, hay muy pocas quejas de mi parte.
O sea, no les voy a mentir, si hay más de dos escenas de efectos especiales y maquillaje aterrador que, pues… mira, lo intentaron, ¿no? Hicieron lo que pudieron con el dinero que tenían y se aprecia el esfuerzo. Pero tampoco es como el enfoque principal de la experiencia, por lo que se puede dejar pasar. Además, las soluciones visuales que se avientan en los últimos diez-quince minutos, sobre todo las pensadas para dar miedo, están rechulas y súper sencillas de llevar a cabo. Pero sí, la falta de ceros en el cheque que les dio la producción si se nota un poquito.
Con esto no estoy diciendo que la película sea aburrida o le falte creatividad. Hay varios encuadres de cámara súper efectivos que construyen tensión y añaden un toque artístico sutil pero preciso. La(mayoría de la)s imágenes están cuidadas hasta el detalle, y, especialmente hacia el final, te encuentras con varias secuencias visualmente impactantes que demuestran que el equipo detrás sabía exactamente cómo usar el lenguaje visual. No están sobrecargadas ni fuera de lugar, sino que parecen tener un propósito claro en la narrativa.
Sobre eso mismo, lo que me fascinó es cómo esta película no intenta ser algo que no es. Muchas veces vemos películas que intentan ser “la próxima gran cosa,” saturando cada escena con imágenes sobrecargadas, efectos especiales de dudosa calidad, o simbolismos tan rebuscados que terminas preguntándote qué acabas de ver. Aquí no. La película sabe muy bien sus límites, y trabaja dentro de ellos de una manera impecable. La gente detrás de la película claramente tenía muy en claro cual era el presupuesto y se trabajó sabiendo que no se podía gastar de más.
Una cosa que si tengo que mencionar que me chocó un poco, sería el escenario. La película se desarrolla en una mansión gigantesca en medio del bosque, algo que no es imposible en México, pero sí bastante raro. No sé ustedes, pero personalmente, nunca he visto algo ni remotamente parecido en la vida real. Da la sensación de que eligieron este lugar para tener una película un poco más “universal” (o sea, más gringa, pues) para poder vender la película al mercado internacional. Y bueno, supongo que les funcionó, porque lograron un acuerdo con Tubi Originals, y qué bueno por ellos. Pero… se siente un tanto fabricado, ¿saben? Como que algo no cuadra.
Ahora, este pequeño detalle no le quita mérito a la historia. La mansión no es solo una locación más: juega un rol en la narrativa, y su diseño contribuye a la sensación de claustrofobia y tensión que se va acumulando a lo largo de la película. Las paredes parecen cerrarse sobre los personajes, y los corredores largos y las habitaciones oscuras ayudan a construir ese miedo visceral que el director busca evocar. Así que, aunque la elección de locación puede ser un tanto “no-muy-mexicana,” realmente termina funcionando bien para los objetivos de la historia.
Por otro lado, el equipo de arte se autofeló durísimo con lo bien que trabajaron. Desde el principio se nota su esfuerzo por crear un universo real y funcional dentro de la lógica de la película. Se crearon programas de televisión (con la misma calidad cutre de las comedias de Televisa de los 80), y no hay ningún producto a la vista al cual no le hayan inventado una marca original para evitar hacer menciones comerciales innecesarias. O sea, nivel, incluso cuando salen a cuadro las conversaciones de WhatsApp entre personajes HAY MENSAJES ANTERIORES A LO RELEVANTE A LA HISTORIA. Es como si fueran personas reales que interactúan entre ellas antes de que las pongan frente a cámara.
Sé que es un detalle super ínfimo, pero la cantidad de películas en donde las conversaciones por chat entre personas están vacías hasta que empieza la escena de los mensajes de texto que he visto es enorme.
Creo que lo que más me entusiasma de todo esto es la promesa de que este dúo de escritor y director, si vuelven a trabajar juntos, puedan crear otras joyas como esta. Realmente quiero ver más de su trabajo. Han demostrado tener una comprensión profunda de lo que hace que el terror funcione, y con más experiencia y tal vez un poco más de presupuesto, creo que podrían llegar a hacer algo verdaderamente memorable. Con esta película, han sentado una base firme; han demostrado que en México se pueden hacer películas de terror de calidad.
También lee: Mi primer acercamiento al cine de terror | Columna de Guille Carregha
#4 Tiempos
Los desastres NO son naturales, tema de La Ciencia en el Bar | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
La Dra. Patricia Julio Miranda de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades de la UASLP será la encargada de dictar la siguiente charla del ciclo La Ciencia en el Bar, la cual se llevará a cabo el miércoles 30 de octubre en punto de las ocho de la noche en Cervecería San Luis, ubicada en Calzada de Guadalupe 326 en punto de las ocho de la noche, quien hablará sobre: los desastres NO son naturales.
Esta es la segunda ocasión que la Dra. Patricia Julio participa en el programa de La Ciencia en el Bar; en 2009 cuando disertó sobre Interacción hielo-fuego, trató sobre la perdida de hielos perenes como el caso de los volcanes mexicanos el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl, por ejemplo, situaciones derivadas por el cambio climático, tema que es uno de sus intereses de investigación.
El tema de desastres naturales es otro de sus tópicos de trabajo el tema de “Resiliencia a nivel comunitario”, y que tiene que ver el cómo las comunidades viven los riesgos bajo los cuales se encuentran, así como las decisiones que toman a partir de la percepción del riesgo para poder afrontarlos.
En San Luis Potosí, lugar donde se ha practicado la minería y se utiliza el agua subterránea y la proliferación de pozos, es una zona que puede presentar problemas de hundimiento, el cual se conoce como subsidencia, el hundimiento progresivo de un terreno, para lo cual el Instituto de Geología de la UASLP ha realizado estudios que le permiten contar con un mapa de lugares con subsidencia, puntos que ha evaluado la Dra. Patricia Julio en cuanto a aspectos estructurales y sociales.
La Dra. Patricia Julio Miranda ingresó como investigadora a la Universidad Autónoma de San Luis Potosí en el año 2006, estudió la licenciatura en geografía en la UNAM, una ma estría en geomorfología y el doctorado en vulcanología en la propia UNAM. En la UASLP es profesora en la licenciatura de Arqueología la que ha dirigido y participa en el posgrado en Ciencias Ambientales.
Por qué se presentan los desastres y cómo pueden prevenirse, es el tema que ha inquietado a la Dra. Patricia Julio y del cual nos estará platicando en su sesión de La Ciencia en el Bar, donde podremos enterarnos de la situación que guarda San Luis Potosí en el problema de subsidencia y cuáles son los factores humanos que propician estos problemas y cómo podemos prevenirlos o evitar que progresen esos hundimientos.
En la charla nos hablará sobre:
Aún hay una amplia percepción en la sociedad de que los fenómenos naturales, como sismos, tornados, sequías, etc, son los causantes de la pérdida de vidas humanas y materiales, pero este paradigma ya ha sido superado. Desde las ciencias sociales se ha ido comprendiendo la complejidad de los desastres y la influencia de los factores sociales, incluyendo la crisis ambiental que estamos experimentando, en la ocurrencia de estos. Es por ello que en la charla se ofrecerán argumentos para comprender por qué los desastres NO son naturales.
Los invitamos a escuchar la charla y enterarse de este tema de la voz de la experta en este tipo de problemas así mismo los invitamos a que estén pendientes de la programación de sesiones de La Ciencia en el Bar, los últimos miércoles de cada mes, las cuales se están realizando en la Cervecería San Luis ubicada en Calzada de Guadalupe 326 en punto de las ocho de la noche.
También lee: Las científicas a cargo de La Ciencia en el Bar | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
#4 Tiempos
La maldición fuera del Lastras | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
TESTEANDO
San Luis está pasando por un momento complicado. La verdad es que sus juegos de visitante se han convertido en una pesadilla, y cada derrota parece pesar más que la anterior. Con cada partido que se juega fuera de casa, el equipo se aleja más de sus objetivos, y eso no solo afecta la tabla, sino también la moral del plantel y la confianza de los aficionados.
Desde que arrancó la temporada 2023-2024, San Luis ha tenido dificultades para sacar buenos resultados en los partidos como visitante. Hasta ahora en el actual torneo, el equipo ha disputado seis partidos fuera de casa y solo ha logrado una empate, lo que se traduce en una preocupante tasa de efectividad del 16.7% en esos encuentros. Las estadísticas son bastante preocupantes: han dejado escapar puntos importantes en campos que deberían ser accesibles, como el Estadio de León donde se esperaba al menos el empate o en Mazatlán de donde los locales alcanzaron a quedarse con un punto.
La falta de puntería en el ataque ha sido un factor clave en esta mala racha. En esos seis partidos, San Luis ha anotado apenas 3 goles lo que resalta una media de 0.5 goles por partido. En contraste, han recibido 1.8 goles por partido, lo que refleja una defensa vulnerable que necesita ajustes urgentes. En un torneo tan competitivo como el fútbol mexicano, cada punto cuenta, y perder oportunidades puede costar caro en la lucha por un lugar en la liguilla.
Lo más alarmante es cómo esta situación afecta la mentalidad del equipo. Jugar de visitante puede ser una presión extra, especialmente cuando las cosas no salen bien. Los jugadores pueden empezar a sentir el peso de las expectativas y eso puede llevar a un círculo vicioso de ansiedad y bajo rendimiento. Es fundamental que el cuerpo técnico no solo trabaje en las tácticas, sino que también ayude a fortalecer la confianza del grupo. La mentalidad ganadora es clave para salir de este bache.
El próximo partido será crucial. Cada encuentro es una nueva oportunidad para demostrar que pueden cambiar su suerte. La clave estará en encontrar un equilibrio entre defensa y ataque. Tal vez sea momento de ajustar la alineación o implementar nuevas tácticas que les permitan adaptarse mejor a las circunstancias del juego visitante. Por ejemplo, podrían considerar utilizar un esquema más defensivo al inicio del partido para ganar confianza y luego buscar el gol cuando se sientan más seguros.
La visita a Juárez parece accesible, sin embargo es compleja la realidad, el equipo de la frontera busca cerrar dignamente el torneo y ve en San Luis, un rival al que históricamente lo derrotan en su casa.
Es hora de que el equipo se levante y muestre su verdadero potencial. La afición espera ansiosa ese momento; un triunfo fuera de casa podría ser justo lo que necesitan para encender una nueva racha positiva.
En resumen, la mala racha de juegos de visitante no define a San Luis, pero sí representa un desafío grande que deben enfrentar con mentalidad y estrategia. Cada partido es una nueva oportunidad para cambiar la narrativa y demostrar que este equipo tiene lo necesario para competir no solo de local, San Luis tiene una gran oportunidad de cerrar bien el torneo, tres visitas y un juego de local, parece un plato interesante en búsqueda de la clasificación, el secreto parece ser en rescatar por lo menos un triunfo de visita, tomando en cuenta que de local el rival parece a modo, con esto San Luis puede volver a ser un contendiente temido tanto en casa como fuera de ella.
¡Vamos, San Luis!
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