junio 2, 2025

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El Tesla mexicano y San Luis Potosí, la primera ciudad iluminada

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Historias para perros callejeros.

Por: Luis Moreno Flores

 

José Francisco Javier Severiano Adolfo Estrada Murguía (San Luis Potosí 1838–Ciudad de México 1905) es uno de los científicos mexicanos más importantes de la historia y, sin embargo, sus contribuciones no gozan de la popularidad que deberían. Uno de sus logros es de hecho un momento fundamental para la humanidad, aun así pocos lo conocen:

Estrada, junto al regiomontano Pedro Dionisio de la Garza Cepeda (primer mexicano con doctorado en el área de la física), logró el encendido de la primera luz de arco eléctrico en el continente americano. Esto durante un evento de caridad que se realizó en el Instituto Científico y Literario de San Luis Potosí (hoy Edificio Central de la UASLP). Era noviembre de 1877. Esta fecha cobra relevancia si se considera a Thomas Alva Edison el inventor de la luz eléctrica debido al encendido de su bombilla incandescente el 22 de octubre de 1879, es decir, dos largos años después de los trabajos potosinos.

El genio de Estrada y De la Garza no paró. También en 1877, lograron iluminar el frente y uno de los laterales del Palacio de Gobierno en la Plaza de Armas de San Luis, con lo que las calles que ahora conocemos como Jardín Hidalgo y Carranza fueron las primeras que tuvieron alumbrado eléctrico en todo América y es altamente posible que en el Mundo.

Estos éxitos no son los únicos en el legado de José Francisco Estrada. No obstante, el destino no le favoreció: años antes, entre 1863 y 1865, realizó investigación en regeneración dinámica de la electricidad, que no le fue reconocida a nivel internacional, solo para que posteriormente Wilde presentara una ponencia similar ante la Real Academia de Ciencias en Londres.

El infortunio de Estrada siguió, ya que para demostrar las conclusiones a las que llegó con estos estudios (la electricidad es reproducida indefinidamente por medios dinámicos) construyó, a principios de 1868, un prototipo que servía como motor eléctrico, pero al enviar los planos para el modelo definitivo a la Casa Braguet en Francia nunca obtuvo respuesta, hasta que en 1871, el belga Zénobe Gramme dio a conocer ante la Academia de las Ciencias de París una máquina prácticamente idéntica a la descrita en los planos del potosino, a la cual llamó el dínamo de Gramme, que es considerada como el primer generador eléctrico que se usó en la industria. Irónicamente fue gracias a estas maquinas, de las que el gobierno de San Luis compró un par, que Estrada y De la Garza lograron su hazaña de 1877.

José Francisco también hizo investigaciones en energía solar, máquinas de vapor con hielo en lugar de combustible, termómetros, telégrafos, barómetros, pianos eléctricos y hasta equipo para anticiparse a terremotos.

Con todas esas aportaciones a cuestas, José Francisco Estrada debería estar en la Rotonda de las Personas Ilustres, en su lugar, tras haber padecido una prolongada ataxia locomotriz y de prácticamente quedar ciego, al morir sus restos tuvieron un fin indignante, ya que acabaron en una fosa común de la Ciudad de México.

Para entender mejor el motivo del maltrato de la figura de Estrada, hablé con el doctor José Refugio Martínez Mendoza, quien es profesor investigador del departamento físico matemático de la UASLP, uno de los divulgadores de la ciencia más importantes del Estado y cuyo interés por reivindicar a los científicos potosinos lo ha llevado a publicar libros al respecto, entre ellos La cuna de la electricidad en México, que es un cuaderno que narra el derrotero del físico (en ese texto está basado lo contado párrafos arriba).

Martínez Mendoza explicó que la marginación de Estrada tiene orígenes diversos:

«A finales del Siglo XIX, las universidades mexicanas iban muy retrasadas, los institutos científicos eran más formadores en aspectos técnicos. Fue hasta mediados del Siglo XX que empezaron a desarrollarse con la idea moderna de ser cultivadoras del conocimiento y representantes del desarrollo de sus poblaciones. También debemos saber que la generación de una patente o un invento, por no hablar de conocimiento científico sino de piezas de tecnología, no era considerado como un factor de crecimiento industrial y económico, eso impedía que hubiera financiamiento, al contrario de lo que pasaba, por ejemplo, en Estados Unidos con Thomas Alva Edison

, que al ver sus descubrimientos empezó a haber gente interesada en formar empresa con él y con esa infraestructura pudo trabajar en más avances y enfocarlos como un bien útil».

Por otro lado, el doctor José Refugio apuntó que el aspecto político jugó contra Estrada, ya que en ese momento México vivía el periodo de la segunda intervención francesa y el potosino coincidía con la visión de Maximiliano:

«Su trabajo quedó relegado por sus ideas políticas, eso le pasó a muchos pensadores que estaban asociados con Maximiliano. Incluso varias fuentes indican que la hermana de Estrada acompañó a la princesa Salm Salm a pedirle a Benito Juárez que perdonara la vida del austriaco. Fue uno de los momentos en que más avanzó la ciencia a nivel organizativo, incluso se formó la Comisión de Ciencias y Artes».

El olvido al que San Luis Potosí y México han condenado a Estrada es el motivo por el cual titulé esta columna como una comparación entre su línea de vida y la de Nikola Tesla, ya que ambos personajes corrieron con una suerte similar durante buena parte del Siglo XX, aunque en el caso del europeo la reivindicación lo ha alcanzado y en años recientes se le ha posicionado a la par de Alva Edison, con el que le han creado una disputa. A ese supuesto pleito por el dominio de la electricidad, habría que subir al mexicano, ya que ciertos documentos incluso apuntan que Edison y él se conocieron en Zacatecas, donde compartieron su trabajo. Los más intrépidos incluso han señalado que el estadounidense basó (robó) inventos a José Francisco.

No todo en la carrera de Estrada Murguía es triste. Fue nombrado miembro de la Academia de la Ciencias de París, a pesar de que él nunca lo solicitó, posiblemente como una forma de resarcir el episodio del dínamo de Gramme. Además, hoy en día la categoría en ciencias del Premio 20 de Noviembre lleva su nombre, igual que una pequeña calle en el barrio de Tequis, aun así parecen pocos los honores que México y San Luis Potosí le han rendido:

«Dentro del trabajo de rescate y difusión, la idea es que con Estrada suceda lo que con Tesla, por lo menos a nivel local o nacional», mencionó el doctor José Refugio que agregó que ya se prepara una película documental sobre la vida de este científico y algunos de sus familiares se encuentran impulsando en el Congreso de la Unión la posibilidad de que los restos de su ancestro sean llevados a la Rotonda de las Personas Ilustres.

Ojalá el tiempo ponga en su sitio a este gran visionario. Por lo pronto hago un llamado al gobernador Juan Manuel Carreras, al alcalde Xavier Nava, al nuevo rector Alejandro Zermeño Guerra; a Joel Ramírez Díaz, secretario de Educación; a Armando Herrera, secretario de Cultura y al Congreso del Estado, para que hagan un esfuerzo institucional por revalorar la memoria de un paisano que llena de orgullo a nuestro Estado.

*Para mayor información sobre la historia de Estrada o adquirir el material del que se habla en este texto se puede contactar al doctor Martínez Mendoza en su correo: [email protected]

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#4 Tiempos

Ingeniero Labarthe, pionero de la cartografía geológica en México | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

 

Hace sesenta y cinco años, en el mes de mayo, el Ing. Eugenio Pérez Molphe impulsaba el proyecto para la creación de un Instituto de Geología en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, que sería presentado por el Ing. Rubén Ortiz Díaz Infante, Director de la Escuela de Ciencias Químicas, un par de meses después en julio de 1960 se formalizaba la propuesta al Consejo Directivo Universitario de a UASLP, la cual sería aprobada iniciando así las actividades del Instituto de Geología y Metalurgia, como fue llamado en un ´principio, siendo nombrado el Ing. Pérez Molphe como su director.

El proyecto de inicio de la formación en Geología en San Luis se venía gestado dos años atrás, motivada entre otros factores, por la celebración del Año Geofísico Internacional donde estaban participando algunos universitarios potosinos, entre ellos el Dr. Gustavo del Castillo, que recibió en 1957 a investigadores que realizarían algunos experimentos geológicos en el marco de esta celebración.

En 1958 con motivo del Año Geofísico Internacional estuvieron en San Luis Potosí el doctor en geología Robert P. Mayer de la universidad de Wisconsin y el ingeniero geodesta Hermilio Cepeda del Departamento de Oceanografía de la UNAM, con el objeto de realizar experimentos geológicos a fin de determinar la velocidad con que se transmite el movimiento de la tierra, para lo que buscaban una mina abandonada para emplear un sismógrafo a fin de poder colocarlo a considerable profundidad, seleccionando para ello al mineral de Cerro de San Pedro. Para realizar sus mediciones se haría una explosión de dinamita en el Cerro del Mercado en Durango y mediante comunicación por radio con Cerro de San Pedro se trataba de registrar en el sismógrafo el evento.

En 1959 el Ing. Luis S. Jiménez López presidente de la Comisión Nacional de Fomento Minero en el Estado de San Luis Potosí, en un análisis minucioso sobre el panorama minero en México, declaraba que el país necesitaba más ingeniero geólogos, señalando la necesidad de una nueva dinámica en los campos de exploración y explotación de minerales cuyo factor propicie el justo y adecuado aprovechamiento de este núcleo de profesionales.

En esos años, terminaba sus estudios de ingeniería geológica el potosino Guillermo Labarthe Hernández en la Universidad Nacional Autónoma de México, titulándose en la licenciatura como ingeniero geólogo en 1958, año en que contraería matrimonio y regresaría posteriormente a San Luis Potosí.

Guillermo Labarthe Hernández nacería en San Luis Potosí en febrero de 1934, a principios de los sesenta se incorporaría al Instituto de Geología de la UIASLP que contaba con un número mínimo de profesores y sus actividades se orientarían al apoyo a la docencia y el impulso de la carrera de geología en la UASLP que iniciaba actividades en 1961 a la que se incorporarían alumnos que ya estudiaban ingeniería en la UASLP y que reorientaban su vocación a la geología.

El vínculo del Ing. Labarthe con la UNAM se reflejaría al realizar los primeros trabajos de cartografía en colaboración con esa institución que propició se titularan los primeros geólogos de la UASLP

un par de años después en lo que fue la primera generación de ingenieros geólogos, la cual estuvo formada por Arturo Elías, Jorge Fraga y Manuel Mendiola, que recibieron sus títulos en 1963.

El Instituto de Geología de la UASLP sería el tercer instituto de investigación creado en la UASLP y el segundo que se formaba en el país. Si bien, sus primeros años estuvo enfocado principalmente en el apoyo a la docencia se establecían las raíces que propiciarían se realizaran se manera intensa actividades de investigación a mediados de los setenta.

En el mes de noviembre de 1962 salió a la luz pública la revista “Geología y Metalurgia”, con temas técnico-científicos de interés y que posteriormente, hacia 1977 daría lugar a la serie de boletines publicados como “Folletos Técnicos del Instituto de Geología”. En 1979 el Ing. Guillermo Labarthe Hernández era nombrado director del Instituto de Geología y se iniciaba un intenso trabajo de cartografía geológica siendo un esfuerzo pionero en el país.

En 1976 inicia los trabajos formales de investigación en cartografía geológica del Estado enfocando esfuerzos en la Zona Media y Altiplano del estado de San Luis Potosí, dirigidos por el Ing. Labarthe; estos trabajos serían los primeros que se realizaban en México. Los cuales sirvieron para definir los acuíferos de la zona de San Luis Potosí y Villa de Reyes. Por lo que al perforarse los pozos se sabía que tipo de rocas estaban en el subsuelo gracias al trabajo de cartografía realizado. En cuanto a recursos minerales, los depósitos de caolín que existen en la zona suroeste del estado fueron descubiertos por la cartografía realizada.

Todos estos recursos, acuíferos y minerales están encajonadas en rocas volcánicas, tema que sería parte de la especialización del Ing. Labarthe del que era un experto. La zona de San Luis fue una zona volcánica, y los estudios han ayudado a comprender la evolución de la corteza.

El Ing. Labarthe falleció iniciando el mes de mayo dejando un importante legado para la geología mexicana y en especial la potosina, siendo uno de sus pioneros y el iniciador de la cartografía geológica moderna.

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#4 Tiempos

Entre tangas, roscas y tamales | Columna de León García Lam

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VOLUTA

 

En una nota del Universal publicada el último del año 2024 una comerciante de la Ciudad de México afirmó: “ya no se venden los calzones rojos y amarillos, se está perdiendo la tradición” y al parecer sí, la euforia por las tangas rojas ha perdido el interés de las nuevas generaciones chilangas que ya no creen en el amor, ni en las tradiciones o no tienen dinero para pagarlas. Sin embargo, en estados como Jalisco, las ventas de ropa interior se dispararon hasta el cielo y un dato llamó mi atención: para este año 2025, los consumidores tapatíos buscaron vorazmente los calzones amarillos. ¿Qué nos querrá decir este indicador popular?

Hace unos días, en una cápsula trasmitida por Radio Universidad (de SLP) se escuchó, en la voz de mi querido amigo Jonathan Gamboa, una explicación genealógica acerca de las tradiciones de fin de año: comer lentejas, hacer maletas y meterse debajo de la mesa son tradiciones que provienen de culturas bien lejanas en el tiempo y en el espacio. Entonces ¿por qué las aceptamos con tanta facilidad? No sé si usted lo note, querida culta lectora de La Orquesta, pero las tradiciones del fin de año o del año nuevo pretenden controlar el futuro incierto que tenemos enfrente: que las doce gotas de la felicidad, que las cabañuelas y los borregos de la buena fortuna, pero ¿qué tienen en común todas estas “tradiciones” a las cuales también llaman “rituales”?

Pues bien, yo que empleo parte de mi valioso tiempo en buscarle chichis a las lombrices, creo que lo que es común a una buena parte de estas tradiciones de Año Nuevo es el juego de esconder o revelar algo que está dentro. Me explico, la tradición de salir a la calle con una maleta requiere guardar dentro de la maleta elementos de lo que se desea atraer. La tradición de meterse debajo de una mesa es, de alguna manera, situarse dentro del centro de la abundancia que es la mesa. Sin embargo, el mejor ejemplo es la rosca de reyes:

¿Cómo debe ser la tradicional rosca de reyes? Unas personas afirman que la tradicional rosca lleva un monito, otras dicen que debe llevar 3 monitos y hay quien piensa que la mera tradicional rosca de reyes debe esconder además de los monitos, dedales y anillos. No hay manera de fijar una norma estandarizada. Lo que sí es interesante es la forma de la rosca. ¿Usted sabe cómo se llama la forma geométrica de una rosca? Se llama toro y algún otro día le contaré sobre sus propiedades matemáticas que son formidables. Me gusta pensar que, si la rosca es una representación del año, entonces el tiempo es algo que da vuelta, regresa al mismo lugar y en su interior, al igual que los tamales, esconde sorpresas insospechadas.

Estimada y culta lectora de La Orquesta: yo espero que las sorpresas de su año 2025, sean las mejores.

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#4 Tiempos

Votar entre la razón y la emoción | Columna de León García Lam

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VOLUTA

 

Eso me dijo mi papá:

-Mira Leontino, que lo que guardas en la cabeza no sea lo mismo que guardas en el corazón.

Como muchas cosas que me dijo, no le puse suficiente atención, pero ahora ese mensaje ha logrado escarbar entre todos los recuerdos y salir a flote otra vez.

Interesante: la frase de mi papá tiene razón, pero también tiene emoción. Hace uso de dos recursos -muy humanos- a la vez y los junta y los enreda torciéndolos, pero nunca dejan de ser razón por un lado y emoción por el otro. La frase significa además que la razón tiene su lugar en el cuerpo, sus formas, sus métodos y la emoción los suyos propios. Esto viene muy a cuento con la época de elecciones en la que nos encontramos.

Como una especie de vicio raro, leo con pulsión desmedida todas las columnas de opinión que mi escaso tiempo me permite. Leí, por ejemplo, la columna de mi amigo Octavio Mendoza (Astrolabio) que trata acerca de las complejas motivaciones del votante: a la mera hora, ahí escondido detrás de una cortina de plástico, el elector tacha la opción que durante meses dijo que no iba a elegir. Si un votante hace eso, no pasa nada, es como una gota de agua rebelde que lucha contra las olas del mar. La cosa se pone buena, cuando esto mismo no lo hace uno sino 5 millones de votantes. Entonces, las alarmas se encienden, los encuestadores se arrancan los pelos y se desatan los programas de opinión, que a mí me encantan, tratando de explicar lo que antes parecía imposible.

Sí, efectivamente, las masas actúan caprichosamente. No razonan. Solo actúan motivadas por sentimientos básicos como el odio, el miedo, el rencor, la venganza o el gusto. Eso motivó a millones de personas a votar hace seis años y sentimientos similares moverán a millones de personas a votar este domingo.

Por otro lado, si lo pensamos bien (lo razonamos) ¿de qué sirve ir a votar? Alguien va a ganar de todos modos y quien gane no hará que el mundo, el país, el Estado, el municipio cambien. Todos sabemos que las campañas se hacen de puras promesas que ni siquiera se piensan cumplir. Como un signo más del apocalipsis, la calidad de los candidatos de todos los partidos empeora cada elección y se nos presentan cada vez más incultos, cínicos y simplones y si seguimos pensando así, no solo se nos quitarán las ganas de votar sino de vivir.

Ambas situaciones que he presentado aquí: votar motivado por el rencor y no salir a votar porque “no sirve para nada”, significan hacer de tripas corazón, o sea poner la pasión en la cabeza y la razón en el corazón y así todo se descompone.

Para que la democracia funcione se requiere que la motivación de votar sea algo que está por encima de nuestros intereses personales: nuestros hijos, nuestra comunidad, nuestro entorno. Salir a votar no puede ser un asunto de la razón, menos aún de las razones personales, sino de la pasión ciudadana, del amor por la patria, por la matria, por la familia. El resultado aquí no es lo que importa, sino nuestra obligación a participar.

¿Por quién votamos? Aquí debe entrar la razón desapasionada. Votar por rencor o votar por conveniencia personal no sirve para elegir al mejor gobernante. Lo que se requiere, en ese momento justo de estar a solas con nuestra boleta y el crayón en la mano es razonar fría y calculadoramente el sentido de nuestro voto.

Es el corazón quien levanta del sillón al elector, lo saca de la comodidad de su casa y lo lleva a la casilla. Ya estando en la mampara, la razón toma la mano del votante y lo hace elegir si no la mejor, la menos mala de las opciones que tenemos. Después de que le marcan el dedo con la famosísima tinta indeleble (por cierto, invento mexicano) queda en el votante, una extraña satisfacción de haber cumplido de la mejor manera posible.

Yo creo que vamos bien, si tomamos en cuenta que la democracia se tarda unos 400 años en dar resultados.

Querida culta lectora de La Orquesta, que tenga felices votaciones este domingo

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