#Si Sostenido
El Tesla mexicano y San Luis Potosí, la primera ciudad iluminada
Historias para perros callejeros.
Por: Luis Moreno Flores
José Francisco Javier Severiano Adolfo Estrada Murguía (San Luis Potosí 1838–Ciudad de México 1905) es uno de los científicos mexicanos más importantes de la historia y, sin embargo, sus contribuciones no gozan de la popularidad que deberían. Uno de sus logros es de hecho un momento fundamental para la humanidad, aun así pocos lo conocen:
Estrada, junto al regiomontano Pedro Dionisio de la Garza Cepeda (primer mexicano con doctorado en el área de la física), logró el encendido de la primera luz de arco eléctrico en el continente americano. Esto durante un evento de caridad que se realizó en el Instituto Científico y Literario de San Luis Potosí (hoy Edificio Central de la UASLP). Era noviembre de 1877. Esta fecha cobra relevancia si se considera a Thomas Alva Edison el inventor de la luz eléctrica debido al encendido de su bombilla incandescente el 22 de octubre de 1879, es decir, dos largos años después de los trabajos potosinos.
El genio de Estrada y De la Garza no paró. También en 1877, lograron iluminar el frente y uno de los laterales del Palacio de Gobierno en la Plaza de Armas de San Luis, con lo que las calles que ahora conocemos como Jardín Hidalgo y Carranza fueron las primeras que tuvieron alumbrado eléctrico en todo América y es altamente posible que en el Mundo.
Estos éxitos no son los únicos en el legado de José Francisco Estrada. No obstante, el destino no le favoreció: años antes, entre 1863 y 1865, realizó investigación en regeneración dinámica de la electricidad, que no le fue reconocida a nivel internacional, solo para que posteriormente Wilde presentara una ponencia similar ante la Real Academia de Ciencias en Londres.
El infortunio de Estrada siguió, ya que para demostrar las conclusiones a las que llegó con estos estudios (la electricidad es reproducida indefinidamente por medios dinámicos) construyó, a principios de 1868, un prototipo que servía como motor eléctrico, pero al enviar los planos para el modelo definitivo a la Casa Braguet en Francia nunca obtuvo respuesta, hasta que en 1871, el belga Zénobe Gramme dio a conocer ante la Academia de las Ciencias de París una máquina prácticamente idéntica a la descrita en los planos del potosino, a la cual llamó el dínamo de Gramme, que es considerada como el primer generador eléctrico que se usó en la industria. Irónicamente fue gracias a estas maquinas, de las que el gobierno de San Luis compró un par, que Estrada y De la Garza lograron su hazaña de 1877.
José Francisco también hizo investigaciones en energía solar, máquinas de vapor con hielo en lugar de combustible, termómetros, telégrafos, barómetros, pianos eléctricos y hasta equipo para anticiparse a terremotos.
Con todas esas aportaciones a cuestas, José Francisco Estrada debería estar en la Rotonda de las Personas Ilustres, en su lugar, tras haber padecido una prolongada ataxia locomotriz y de prácticamente quedar ciego, al morir sus restos tuvieron un fin indignante, ya que acabaron en una fosa común de la Ciudad de México.
Para entender mejor el motivo del maltrato de la figura de Estrada, hablé con el doctor José Refugio Martínez Mendoza, quien es profesor investigador del departamento físico matemático de la UASLP, uno de los divulgadores de la ciencia más importantes del Estado y cuyo interés por reivindicar a los científicos potosinos lo ha llevado a publicar libros al respecto, entre ellos La cuna de la electricidad en México, que es un cuaderno que narra el derrotero del físico (en ese texto está basado lo contado párrafos arriba).
Martínez Mendoza explicó que la marginación de Estrada tiene orígenes diversos:
«A finales del Siglo XIX, las universidades mexicanas iban muy retrasadas, los institutos científicos eran más formadores en aspectos técnicos. Fue hasta mediados del Siglo XX que empezaron a desarrollarse con la idea moderna de ser cultivadoras del conocimiento y representantes del desarrollo de sus poblaciones. También debemos saber que la generación de una patente o un invento, por no hablar de conocimiento científico sino de piezas de tecnología, no era considerado como un factor de crecimiento industrial y económico, eso impedía que hubiera financiamiento, al contrario de lo que pasaba, por ejemplo, en Estados Unidos con Thomas Alva Edison , que al ver sus descubrimientos empezó a haber gente interesada en formar empresa con él y con esa infraestructura pudo trabajar en más avances y enfocarlos como un bien útil».
Por otro lado, el doctor José Refugio apuntó que el aspecto político jugó contra Estrada, ya que en ese momento México vivía el periodo de la segunda intervención francesa y el potosino coincidía con la visión de Maximiliano:
«Su trabajo quedó relegado por sus ideas políticas, eso le pasó a muchos pensadores que estaban asociados con Maximiliano. Incluso varias fuentes indican que la hermana de Estrada acompañó a la princesa Salm Salm a pedirle a Benito Juárez que perdonara la vida del austriaco. Fue uno de los momentos en que más avanzó la ciencia a nivel organizativo, incluso se formó la Comisión de Ciencias y Artes».
El olvido al que San Luis Potosí y México han condenado a Estrada es el motivo por el cual titulé esta columna como una comparación entre su línea de vida y la de Nikola Tesla, ya que ambos personajes corrieron con una suerte similar durante buena parte del Siglo XX, aunque en el caso del europeo la reivindicación lo ha alcanzado y en años recientes se le ha posicionado a la par de Alva Edison, con el que le han creado una disputa. A ese supuesto pleito por el dominio de la electricidad, habría que subir al mexicano, ya que ciertos documentos incluso apuntan que Edison y él se conocieron en Zacatecas, donde compartieron su trabajo. Los más intrépidos incluso han señalado que el estadounidense basó (robó) inventos a José Francisco.
No todo en la carrera de Estrada Murguía es triste. Fue nombrado miembro de la Academia de la Ciencias de París, a pesar de que él nunca lo solicitó, posiblemente como una forma de resarcir el episodio del dínamo de Gramme. Además, hoy en día la categoría en ciencias del Premio 20 de Noviembre lleva su nombre, igual que una pequeña calle en el barrio de Tequis, aun así parecen pocos los honores que México y San Luis Potosí le han rendido:
«Dentro del trabajo de rescate y difusión, la idea es que con Estrada suceda lo que con Tesla, por lo menos a nivel local o nacional», mencionó el doctor José Refugio que agregó que ya se prepara una película documental sobre la vida de este científico y algunos de sus familiares se encuentran impulsando en el Congreso de la Unión la posibilidad de que los restos de su ancestro sean llevados a la Rotonda de las Personas Ilustres.
Ojalá el tiempo ponga en su sitio a este gran visionario. Por lo pronto hago un llamado al gobernador Juan Manuel Carreras, al alcalde Xavier Nava, al nuevo rector Alejandro Zermeño Guerra; a Joel Ramírez Díaz, secretario de Educación; a Armando Herrera, secretario de Cultura y al Congreso del Estado, para que hagan un esfuerzo institucional por revalorar la memoria de un paisano que llena de orgullo a nuestro Estado.
*Para mayor información sobre la historia de Estrada o adquirir el material del que se habla en este texto se puede contactar al doctor Martínez Mendoza en su correo: [email protected]
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#4 Tiempos
Votar entre la razón y la emoción | Columna de León García Lam
VOLUTA
Eso me dijo mi papá:
-Mira Leontino, que lo que guardas en la cabeza no sea lo mismo que guardas en el corazón.
Como muchas cosas que me dijo, no le puse suficiente atención, pero ahora ese mensaje ha logrado escarbar entre todos los recuerdos y salir a flote otra vez.
Interesante: la frase de mi papá tiene razón, pero también tiene emoción. Hace uso de dos recursos -muy humanos- a la vez y los junta y los enreda torciéndolos, pero nunca dejan de ser razón por un lado y emoción por el otro. La frase significa además que la razón tiene su lugar en el cuerpo, sus formas, sus métodos y la emoción los suyos propios. Esto viene muy a cuento con la época de elecciones en la que nos encontramos.
Como una especie de vicio raro, leo con pulsión desmedida todas las columnas de opinión que mi escaso tiempo me permite. Leí, por ejemplo, la columna de mi amigo Octavio Mendoza (Astrolabio) que trata acerca de las complejas motivaciones del votante: a la mera hora, ahí escondido detrás de una cortina de plástico, el elector tacha la opción que durante meses dijo que no iba a elegir. Si un votante hace eso, no pasa nada, es como una gota de agua rebelde que lucha contra las olas del mar. La cosa se pone buena, cuando esto mismo no lo hace uno sino 5 millones de votantes. Entonces, las alarmas se encienden, los encuestadores se arrancan los pelos y se desatan los programas de opinión, que a mí me encantan, tratando de explicar lo que antes parecía imposible.
Sí, efectivamente, las masas actúan caprichosamente. No razonan. Solo actúan motivadas por sentimientos básicos como el odio, el miedo, el rencor, la venganza o el gusto. Eso motivó a millones de personas a votar hace seis años y sentimientos similares moverán a millones de personas a votar este domingo.
Por otro lado, si lo pensamos bien (lo razonamos) ¿de qué sirve ir a votar? Alguien va a ganar de todos modos y quien gane no hará que el mundo, el país, el Estado, el municipio cambien. Todos sabemos que las campañas se hacen de puras promesas que ni siquiera se piensan cumplir. Como un signo más del apocalipsis, la calidad de los candidatos de todos los partidos empeora cada elección y se nos presentan cada vez más incultos, cínicos y simplones y si seguimos pensando así, no solo se nos quitarán las ganas de votar sino de vivir.
Ambas situaciones que he presentado aquí: votar motivado por el rencor y no salir a votar porque “no sirve para nada”, significan hacer de tripas corazón, o sea poner la pasión en la cabeza y la razón en el corazón y así todo se descompone.
Para que la democracia funcione se requiere que la motivación de votar sea algo que está por encima de nuestros intereses personales: nuestros hijos, nuestra comunidad, nuestro entorno. Salir a votar no puede ser un asunto de la razón, menos aún de las razones personales, sino de la pasión ciudadana, del amor por la patria, por la matria, por la familia. El resultado aquí no es lo que importa, sino nuestra obligación a participar.
¿Por quién votamos? Aquí debe entrar la razón desapasionada. Votar por rencor o votar por conveniencia personal no sirve para elegir al mejor gobernante. Lo que se requiere, en ese momento justo de estar a solas con nuestra boleta y el crayón en la mano es razonar fría y calculadoramente el sentido de nuestro voto.
Es el corazón quien levanta del sillón al elector, lo saca de la comodidad de su casa y lo lleva a la casilla. Ya estando en la mampara, la razón toma la mano del votante y lo hace elegir si no la mejor, la menos mala de las opciones que tenemos. Después de que le marcan el dedo con la famosísima tinta indeleble (por cierto, invento mexicano) queda en el votante, una extraña satisfacción de haber cumplido de la mejor manera posible.
Yo creo que vamos bien, si tomamos en cuenta que la democracia se tarda unos 400 años en dar resultados.
Querida culta lectora de La Orquesta, que tenga felices votaciones este domingo
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#4 Tiempos
¿Existe la ciencia neoliberal? | Columna de León García Lam
VOLUTA
Una polarización creciente se ha cernido sobre el mundo y ha generado una guerra de trincheras por todas partes, que si la derecha, que si los conservadores, que si los musulmanes, que si metemos a la cárcel a los que le caen gordos a la tía Tatis, etcétera. Las multitudes se abalanzan a opinar. Usted no, por supuesto, estimada y culta lectora de La Orquesta. Usted y yo no caemos en esa trampa de la opinión sin ton ni son que nos polariza. Sin embargo, quisiera ofrecerle el humilde punto de vista de un antropólogo acerca de la polémica sobre ciencia e ideología. El nuevo CONACYT con H (CONAHCYT) ha acusado a sus antecesores de practicar una ciencia neoliberal y muchos científicos afirman que tal cosa no puede existir, pues la ciencia no tiene ideología.
Una de las grandes fortalezas de la ciencia —virtud que nunca se le ha visto a un diputado— es que es capaz de reconocer sus errores. La ciencia constantemente se inmola a sí misma sobre sus antecedentes. Es capaz de decirse y desdecirse. Esta virtud se basa en un principio de objetividad. La ciencia es capaz de desapasionarse. Es decir, puede reconocer un resultado, aunque este no sea el esperado o resulte adverso a las emociones, afectos o creencias de sus investigadores. Aquí se puede recordar al gran Lineo, quien empeñado en demostrar que en la naturaleza había un orden establecido por Dios, diseñó una clasificación de plantas que terminó por sentar las bases de la teoría evolutiva.
Por eso, la ciencia es capaz de observar objetivamente toda clase de fenómenos y por eso se dice con toda razón que los intereses científicos son ajenos a cualquier ideología.
Sin embargo, la ciencia no solo observa objetivamente átomos, moléculas, células, planetas o microbios. También observa seres humanos, lo cual significa dejar de lado el microscopio y usar el espejo para vernos a nosotros mismos. Las ciencias sociales observan no solo a otros seres humanos, sino a seres humanos que observan a otros seres humanos y esto genera una reflexión muy compleja.
Los colegas físicos, químicos o astrónomos están acostumbrados a una observación directa de los fenómenos que estudian. Los científicos sociales estamos habituados a considerarnos a nosotros mismos en la observación. Esto produce dos visiones científicas de la misma ciencia. Una que supone a la ciencia como una tarea objetiva, neutra y desinteresada y otra que cobra conciencia de cómo los intereses humanos guían a la investigación científica. Entonces para responder a la pregunta ¿existe la ciencia neoliberal? La respuesta llana es sí, sí existe. Hay intereses neoliberales fortaleciendo intencionalmente a ciertos temas científicos. Aun más: hay científicos con intenciones neoliberales practicando ciencia objetiva. Disculpe culta lectora de La Orquesta que dejé abandonado el tema de qué significa ser neoliberal para otra Voluta.
A pesar de la eficacia del método científico y su asombrosa capacidad para dar nos conocimientos objetivos, hay suficiente evidencia de que las ideologías de los estados nacionales, las religiones y los intereses económicos juegan un papel fundamental en la llamada ciencia de frontera . La película de Oppenheimer visualiza cómo es que los políticos (y las situaciones históricas por las que atraviesan) manipulan y controlan los avances científicos. Se puede afirmar que el interés científico por la física cuántica no proviene de un interés neutral, sino absolutamente político. No puede existir tal interés inocente o neutro por la ciencia, pues los intereses científicos son dirigidos por intenciones económicas y militares. Una vez reconocida la injerencia de otros aspectos no científicos en la ciencia, habrá que decir que no sólo se trata de acusar al capitalismo o al neoliberalismo como manipuladores del interés científico, sino que también el comunismo, el BRICS y el alter mundo dirige a sus científicos con los mismos intereses económicos y militares.
Las universidades, los centros de investigación, los laboratorios y hasta las bibliotecas responden a los intereses ideológicos de los estados. Abundan los ejemplos: la relación entre las agencias espaciales y los consejos de seguridad, los avances biomédicos, la inteligencia artificial, etcétera.
En otras palabras, la trinchera de discusión que en México se ha abierto intenta responder la pregunta, la ciencia mexicana ¿a quién debe responder? ¿A la sociedad? ¿Al Estado? ¿A sí misma? Si es el Estado quién financia las becas y las estancias de investigación ¿no debe ser entonces quien regule y quien determine los intereses a investigar? Si la ciencia es útil, ¿no debiera dirigirse sus investigaciones al servicio de la sociedad? Pero ¿en verdad la ciencia debe ser útil o debe promoverse la libertad de investigación con independencia de su utilidad? No lo sé.
Por un lado, está la ingenuidad, creer o querer creer que es posible una ciencia desinteresada y desvinculada de los intereses nacionales o globales; por otro, está el terrible pragmatismo que pone a la ciencia como una sirviente del Estado y peor, la constricción a todo espíritu creativo que desee investigar algo y que no responda a los parámetros de la caprichosa sociedad que la mantiene.
En mi opinión, de antropólogo, pero que no necesariamente coincide con mis colegas de profesión y formando parte del fenómeno del que me quejaba al principio, montando el caballo loco de la opinomanía, pienso que la solución es que nuestro sistema mexicano de investigación científica debiera ser lo suficientemente abierto para que coexistamos tanto aquellos investigadores que colaboran entusiastamente en los intereses que atañen al estado mexicano (y que logren por fin la vacuna Patria y los respiradores Écahtl), pero también aquellos que trabajan para intereses corporativos o empresariales y quienes hacemos ciencia artesanal (la cual explicaré en otra ocasión).
Estoy convencido de que, en la tolerancia a la diversidad de posturas y en que, en nuestro país TODAS tengan una posible expresión y posibilidad pública, está la clave ¿y usted qué opina?
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#4 Tiempos
Xantolo 2023, viejos dilemas a nuevas tradiciones | Columna de León García Lam
VOLUTA
Hace un año me llamaron para una entrevista por MG Radio. Jesús Aguilar me preguntó acerca de la importancia cultural del Xantolo, sin embargo sus preguntas poco me permitieron responder lo que con sinceridad pienso. Por ello, un año más tarde, escribo esta columna, para preguntarme y responderme lo que considero que debe ser preguntado y respondido acerca del famoso Xantolo.
Pregunta número 1: ¿Qué es el Xantolo y por qué se le considera tradición de San Luis Potosí?
No existe una tradición de día de muertos que se llame Xantolo, al parecer el término proviene del latín sanctorum (Sancta Sanctorum) y el término refiere a los objetos más sagrados de los templos judíos, vaya a usted a saber qué enredos ocurrieron para que se confundiera al sanctorum con xantolo. Lo que sí, es que en las cabeceras municipales (que no son indígenas) se impuso este nombre para llamarle al festival que organiza el municipio cada año: concurso de altar de muertos, concurso de comparsas, etcétera. Puedo asegurar, estimada y culta lectora de La Orquesta, que la fiesta de las cabeceras municipales, poco tiene de semejanza con lo que ocurre en las comunidades indígenas.
Pregunta número 2 ¿Entonces el Xantolo es una falsa tradición? ¿Cómo podemos conocer la verdadera tradición del día de muertos?
Tampoco existen las tradiciones falsas, sino más bien existen las tradiciones inventadas. Es muy común que todo aquello que se presenta como “tradicional” sirve como discurso para legitimar al poder en turno. Los gobiernos parten de crear mitos fundacionales tales como “respetar las raíces” o “preservar las tradiciones” y de ahí a la creación de rituales públicos, como desfiles, procesiones, actos solemnes, etcétera. Todos esas festividades son rituales sin religión, generalmente huecas y vacías, pero efectivas. ¿No le parece raro que esos mismos jóvenes que rechazan todo legado cultural estén encantados en celebrar -según ellos- la tradición del xantolo?
Pregunta número 3: ¿Cómo se vive el día de muertos en las comunidades indígenas?
Primero, se vive en comunidad. Segundo, la idea principal es compartir con los difuntos tamales, dulces, chocolate o atole. Las comparsas representan a los ancestros que vienen del otro mundo y llegan a la comunidad.
Ahora, le comparto la carta de una ciudadana que me escribió lo siguiente:
Estimado antrop. León García Lam
Quiero contarle lo que ocurre en mi colonia y saber qué opina usted: Mi vecina de junto pone un altar a la Santa Muerte y el día 2 de noviembre saca al esqueleto para organizarle mitote y jolgorio; lo mismo hace con San Juditas, baile con caguamas, mujeres borrachas y pleito. Yo pienso que todo esto está muy mal, porque esta señora confunde la devoción católica con algo parecido a la brujería o el satanismo.
Yo pongo altar de muertos, tradicional, como se ponía en el rancho de mi abuelita. En una mesa pongo los retratos de los que ya se fueron, con velas, agua y ofrendas para que los difuntos coman y beban, pues tienen sed. Esa es mi creencia católica y pienso que es la que está bien porque es la más tradicional.
El problema es que frente a los domicilios de nosotras, vive una señora, muy seria y recatada que es hermana protestante y dice de nosotras dos, que adoramos al diablo y a la muerte. Yo por más que le explico que lo que yo hago es muy diferente de lo que mi vecina de al lado hace, ella dice que somos igualmente adoradoras de satanás.
¿Usted qué opina Antrop. Lam? ¿Cuál es la verdadera tradición?
Mi respuesta es que, de ahora en adelante, hay que llamarle a todo esto “Xantolo”.
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