mayo 8, 2024

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#4 Tiempos

Discurso en Ischia | Columna de Juan Jesús Priego

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LETRAS minúsculas.

 

La verdad es que cuando leí la anécdota no sabía dónde quedaba Ischia, de modo que traté de averiguarlo valiéndome de un libro y varios mapas. ¡Ischia, claro! ¡Pero si durante tres años estuve muy cerca de allí y no lo supe! Pero me consolé pronto de mi ignorancia pensando que, a fin de cuentas, uno no tiene por qué saberlo todo.

Bien, Ischia forma parte del territorio italiano, pero yo espero que al lector le dé lo mismo que esté en el Archipiélago Malayo o a un lado de las islas Fiji. Porque Ischia es una isla. Eso es lo único que interesa por ahora. Ah, y también que con bastante frecuencia van allá a casarse los novios de ciertos recursos –o, mejor, de muchos recursos- para dar a la ceremonia un toque de exotismo que difícilmente podría tener en la ordinaria parroquia de su ciudad.

Pues bien, cuenta Carlo Majello que… ¡Pero Carlo Majello sí sé quién es: un publicista, periodista y comunicólogo italiano que escribe obras realmente deliciosas!…

Bien, cuenta Carlo Majello que una vez, en una de esas bodas que suelen celebrarse en Ischia, un muchacho llamado Crescenzo tomó el micrófono y pronunció en honor de los recién casados el siguiente discurso:

«Queridísimos esposos Ciro y Lucía: al contemplar admirado la sonrisa alegre que hoy se regalan mutuamente y nos regalan a nosotros, los que estamos aquí reunidos, no puedo dejar de acordarme de mi madre, María, que una vez, a la edad de ochenta años más o menos, me llamó aparte y me dijo: “Crescenzo, he casado a ocho hijos y me lamento de que, cuando eran pequeños, los reñía cuando tomaban a escondidas el pan de la despensa. Tenía que hacerlo porque casi no había dinero. Dormían los ocho en la misma habitación, y lamento no haber podido mandarlos a la escuela, como hubiera querido con todo mi corazón. Ahora ustedes están mejor que entonces. Tú tienes una casa, un jardín, un huerto; tus hijos han ido a la universidad y cada uno, por si fuera poco, tiene su propia habitación. Nosotros no teníamos ni siquiera cine, pero ustedes tienen televisión en casi todas las habitaciones. Nosotros pedíamos aventón cuando un señor iba al pueblo en su carreta; ustedes tienen coche y pueden ir adonde les dé la gana. Nosotros no podíamos salir de nuestra aldea, y ustedes tienen la suerte de poder viajar. Pero les falta una cosa. ¿Saben qué cosa les falta? Les falta la sonrisa. No tienen tiempo ni ganas de reír. Ustedes tienen lavadora, mientras yo tenía que lavar a mano. Pero yo cantaba. Cuando llegaba su padre por la noche, me encontraba alegre y sonriente”.

»Es verdad –continuó Crescenzo-. Mamá trenía razón. Hoy, la mayoría de nosotros casi se avergüenza de mostrarse sereno y en paz con el Señor. Nos olvidamos de que nadie es tan rico que no necesite una sonrisa, ni nadie tan pobre que no pueda darla. Pues bien, lo que yo deseo para ustedes, queridísimos esposos, es que conserven siempre la sonrisa que tienen ahora: para ustedes, para sus hijos, para sus parientes y sus amigos. ¡Que Dios les dé, como decía mi madre, la gracia de la sonrisa!».

He aquí, un discurso perfecto: breve, anecdótico y cálido. De haber estado yo allí escuchándolo, me habría puesto de pie para aplaudirlo, y hasta habría ido a abrazar al tal Cresenzo. ¿Dónde habría aprendido el tipo a hablar tan bien?

Porque sí, eso es lo que nos falta hoy más que nunca: la sonrisa. Nos falta desesperadamente, justo ahora cuando lo tenemos todo.

Nunca como hoy se habían publicado tantos libros que enseñan el arte de la felicidad y nunca, tampoco, habíamos sido tan estridentes, infelices y antipáticos. El saludo, la sonrisa sincera, el apretón de manos están en vías de franca desaparación.

Hace unas décadas, cuando no había mucho que comprar –porque tampoco había mucho que vender-, el dependiente de la tienda de la esquina te saludaba, a veces hasta te fiaba y siempre te sonreía. Hoy no sucede así. Hoy el cajero del gran almacén apenas te ve y sólo se limita a decirte:

-¿Encontró todo lo que buscaba? ¿Necesita una recarga para su teléfono móvil? –pero con una cara más larga que el Nilo y un himor más agrio que un limón.

El dependiente del hipermercado, para decirlo de una vez, no quiere saber lo que te pasa, sino únicamente lo que podrían venderte. Esto en el mejor de los casos, porque, en el peor de ellos, bien podría limitarse a decir con su gélida voz:

-¡El que sigue!

Así, en seco, y sin siquiera un «por favor» que lo hubiese hecho sonar un poco menos agresivo. Y si te faltan diez centavos para ajustar la cuenta, no hay sonrisa que valga: o devuelves uno de los productos que pensabas llevarte, o echas mano de tu tarjeta de débito, porque esos diez centavos en ningún caso, de ninguna manera, se te perdonarán (¿por qué crees que son tan ricos los ricos?).

¡Estamos llenos de aparatos! En los tiempos de mi niñez las cajas de música sólo tocaban una canción; hoy las cajas de música tocan más de 80 000 canciones –piénsese, por ejemplo, en esa cajita musical llamada “Ipod”-, pero no por eso el corazón de los muchachos se ha vuelto más musical, más alegre…

Es triste nuestra época: todos queremos ser felices y no somos ni siquiera educados, ni siquiera corteses, ni siquiera simpáticos. 

¿Saben qué cosa les falta? Les falta la sonrisa. No tienen tiempo ni ganas de reír. Ustedes tienen lavadora, mientras yo tenía que lavar a mano. Pero yo cantaba. Sí, he aquí lo que nos falta, y que quizá sea lo único necesario, lo único que podría hacer un poco más llevadera esta vida nuestra tan ruda y tan complicada.

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#4 Tiempos

¡¡¡Corto Ganador, Calor al Máximo y Canelo Arriba!!! | Columna de Luis Miguel Dorador

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Un fin de semana sin celular

 

Esta última semana, también lo fue para muchos estudiantes de preparatoria que culminaron su semestre el jueves 02 de mayo y justo ahí comenzó el fin de semana….

Es increíble las formas de que se vale la vida y el destino para sorprenderte siempre, pues antes de la hora de la comida pasé por mi Ratita Bailaora a la escuela y mientras íbamos avanzando en el tráfico de esta ciudad que, cada día se siente más pesado y sobre todo, con los días de calor se hace casi insoportable, me venía platicando sobre la necesidad de volver por la tarde al campus porque habría una entrega de reconocimientos para los trabajos de un proyecto de cortometraje que les había sido asignado para trabajar en equipo durante este último semestre… la charla se centró en que el evento trataría de entregar estatuillas similares a las de los famosos premios cinematográficos de la Academia Holywoodense (Oscar) a los trabajos por distintas categorías y que al parecer su cortometraje estaría incluido en alguna de las nominaciones de esa tarde…. 

La hora acordada para estar en el campus era antes de las 7:00 pm para poder conseguir un buen lugar y disfrutar del evento de principio a fin y, por supuesto que, fue toda una sorpresa encontrarme con trabajos realizados con tan alto nivel, no solo en los temas que trataban sus producciones, sino en la actuación, la edición, fotografía y banda sonora, entre otros….. bueeeeeeno, verdaderamente me llevé una gratísima sorpresa porque las nuevas generaciones tienen muchas herramientas a su alcance pero, la creatividad y la forma de resolver las situaciones que se les presentan durante un proyecto de este tipo, son verdaderamente admirables y por eso felicito a toda esa gene de 2do semestre PrepaTec San Luis porque lo hicieron muy muy bien!!!

Ningún papá o mamá puede sentirse más orgulloso que en esas ocasiones en las que vas por una nominación del trabajo de los tuyos y resultan ganadores del máximo reconocimi ento como mejor corto,

una estatuilla más en la categoría de Mejor Fotografía y tres nominaciones para “Them” del equipo integrado por Mariana, Lola e Isabella.
¡¡¡Muchísimas Felicidades!!!

El viernes fue un día común, pero en esta ocasión me llamó la atención que siendo día de la Santa Cruz y con tanto proyecto de construcción en obra en esta hermosísima ciudad, no se escuchó tantísima pólvora como en otros años….

Seguramente prefirieron buena comida y convivencia que pólvora y la verdad es que este viernes las envestidas de calor se sintieron hasta los huesos porque la temperatura se mantuvo caliente hasta ya muy entrada la media noche…. Gracias a Dios, luego de la 1:00 am (ya sábado) empezó a ventear fresco y así logramos irnos a descansar después de comernos unos tacos en “La Esquinita” frente a “La Terraza Condesa” por Plaza San Luis…

El sábado nos fuimos muy temprano al Parque Tangamanga a caminar antes de que la temperatura volviera a subir, hicimos una parada técnica para comprar algunos ingredientes que nos hacían falta y, después de preparar y entregar los pedidos de los clientes de #soypaella, aprovechamos unos minutos de la tarde para descansar…. Pero solamente unos minutos porque ya teníamos agendada la pelea de Saúl “Canelo” Álvarez contra Jaime Munguía en “La Cantinica” y como era de esperarse ganó Canelo, pero francamente creí que la pelea terminaría en un KO y ese muchacho Munguía dió muy buena muestra del talento que está por hacer historia en los cuadrilateros del boxeo…
¡¡¡Gracias Charly y Norma!!!

Finalmente el domingo nos alcanzó para tomar un poquito de sol con todas las recomendaciones que el dermatólogo me ha dado siempre y aprovechamos para recuperar energías que vamos a emplear en esta semana que está marcadísima por el próximo 10 de Mayo que además cae en viernes….
¿Ya sabes cómo vas a festejar a tu Mamá?

Haz tu pedido con tiempo y regalale una paella, le va a encantar!!!
#soypaella 6241579930

¡¡¡Ánimo que ya casi es viernes!!!

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#4 Tiempos

Elsa Chavira, nueva integrante titular de la Academia de Ingeniería de México | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

 

Elsa Chavira Martínez hija del célebre astrónomo Enrique Chavira que laboraba en el Observatorio de Tonantzintla en Puebla, fue distinguida con su ingreso a la Academia de Ingeniería de México siendo parte del cuatro por ciento de mujeres que pertenecen a distinguida academia mexicana. En ceremonia protocolaria se concretó su ingreso con la conferencia: Diseño, desarrollo y construcción de fotoceldas de calidad espacial con tecnología mexicana, que es una de sus importantes aportaciones a la ingeniería mexicana.

Elsa Chavira fue mi compañera en estudios de maestría en física del estado sólido en la entonces Universidad Autónoma de Puebla, hoy Benemérita, siendo una de las primeras mujeres en estudiar un posgrado en física en el país, y en universidad de provincia sería la primera en hacerlo. Su vocación fue impulsada en seno familiar con el apoyo de su madre y la orientación de su padre que compartía la vista de los cielos con sus hijas las cuales seguirían carreras científicas; en el caso de Elsa Chavira en el ámbito de la física al estudiar esa carrera en la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas de la Universidad Autónoma de Puebla y posteriormente la maestría en el entonces Departamento de Física del Estado Sólido del Instituto de Ciencias de la Universidad poblana, hoy Instituto de Física “Luis Rivera Terrazas”.

Su relación con San Luis se enfoca en el apoyo al programa de construcción y lanzamientos de cohetes Cabo Tuna del que es una entusiasta promotora, al igual que en la construcción del primer robot pianista mexicano conocido como Don Cuco el Guapo el cual tiene orígenes potosinos, y que fuera construido en Puebla con tecnología mexicana como caracterizaba los programas de desarrollo de prototipos biomédicos y dispositivos electrónicos implementados en la Universidad Autónoma de Puebla y de los cuales el desarrollo de celdas fotovoltáicas de calidad espacial son un ejemplo; desarrollo en el cual participaría directamente Elsa Chavira construyendo esas celdas por primera vez en México. La calidad espacial significa su uso en el espacio exterior, para lo cual deben de cumplir con propiedades mecánicas y eléctricas muy superiores a las de uso terrestre que le permitan resistir las radiaciones y vibraciones a las que son expuestas.

Elsa Chavira obtuvo su doctorado en Ingeniería Biomédica en la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla y desarrolla su trabajo de ingeniería en las áreas de la salud, la electrónica y materiales, entre otros aspectos, por ejemplo el desarrollo de neuro prótesis. Su labor académica la ha realizado en su alma mater la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

Su ingreso a la Academia de Ingeniería México, lo dedica a sus padres que le apoyaron a formarse en la ciencia, situación complicada en su época deformación en la sociedad mexicana, por lo que el ambiente familiar sería un apoyo por demás importante.

La observación del cielo junto a su padre Enrique Chavira en el observatorio de Tonantzintla, ya transformado en el Instituto Nacional de Astrofísica Óptica y Electrónica (INAOE), sería uno de sus momentos inspiradores y privilegiados. Enrique Chavira trasciende en el mundo de la astronomía al llevar su nombre varios objetos astronómicos, entre ellos el cometa Haro-Chavira, que es el único cometa que ostenta nombres de astrónomos mexicanos al ser descubierto en la década de los cincuenta por Guillermo Haro y Enrique Chavira en ese Observatorio Nacional de Tonantzintla.

Su labor académica ha sido importante para la ciencia e ingeniería mexicana, variada y de calidad teniendo contribuciones en física de superficies materiales semiconductores, crecimiento de silicio monocristalino, microelectrónica y ha diseñado diversos circuitos integrados protegidos contra radiación cósmica, celdas fotovoltaicas en el proyecto de desarrollo del que sería el primer satélite mexicano SATEX I, en el ámbito de la robótica y la ingeniería espacial, así como en ingeniería biomédica, desarrollando diversos sistemas microelectrónicos, bioquímicos y biomédicos. Ha sido merecedora de varios premios nacionales e internacionales, entre ellos el Premio de la Academia Mexicana de cirugía y Aparato Digestivo.

Felicitamos a Elsa Chavira Martínez por su ingreso a la Academia de Ingeniería de México que por cierto es presidida por una mujer la Dra. Mónica Barrera Rivera.

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Un tiempo para lo que te anima | Columna de Carlos López Medrano

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Mejor dormir

 

El escritor británico Patrick Leigh Fermor mantuvo una costumbre sagrada hasta poco antes de su muerte. Cada día, pasadas las ocho de la noche, interrumpía lo que estuviera haciendo y se encaminaba a la bandeja de licores que había en la sala de su casa en Kardamili, Grecia (o el equivalente del lugar en donde estuviera), y se servía un trago. A este ritual lo llamaba Drink time. Una pausa dedicada a paladear lo que tuviera por antojo: vino, un coctel, algún aperitivo. Lo mismo aplicaba a la una y media de la tarde. Era el oasis de su travesía por la bohemia que disfrutaba sobre todo en compañía. Le encantaba tener invitados con los cuales charlar, una cadena de palabras que iniciaba con un ¿qué vamos a beber hoy?

Daban igual las tribulaciones, las urgencias, la mengua en su salud. No fue un autor prolífico, aunque sí meticuloso y esmerado. Los plazos de entrega impuestos por los editores quedaban relegados cuando tenía que cumplir con la obligación de su propio placer. Descorchar una botella y desligarse del yugo de la cotidianidad. Sorbos para adentrarse más y más en la vida contemplativa. Hallarse a gusto consigo mismo y las amistades. ¿Cómo está eso de que el trabajo te dignifica?

El ocio es un lujo por el que vale la pena luchar. No todos tienen las posibilidades que Patrick Leigh Fermor tuvo, pero incluso él tuvo que entregarse por completo para alcanzar tal estado. Era, después de todo, un soldado, un guerrero que se volvió célebre por su participación en la Segunda Guerra Mundial, particularmente en la resistencia cretense. Ahí logró una auténtica hazaña: junto a un pequeño equipo logró capturar al general alemán que tenía asolada a la isla.

Para erigirse como héroe del propio espíritu no hay que ir tan lejos. Basta con dedicar al menos una hora de cada día para nosotros mismos, para salvar la parte más genuina de las entrañas, aquella que no se somete ni doblega, esa que no tiene que estar a merced de un sistema que quiebra los sueños a cambio de ofrecer escasas gotas de supervivencia.

En ocasiones, uno tiende a olvidarlo. El trabajo, los estudios, la rutina, son esfuerzos que uno se hace para llegar a ese punto en el que uno puede hacer al fin lo que se anhela

. Cruel como es, la responsabilidad no se conforma y tiende a consumirlo todo. De pronto ya no queda tiempo para recreo alguno. La refriega se vuelve la dominadora de cada jornada y el poco tiempo libre apenas y alcanza para desplomarse en la cama en busca de descanso. Molerse a uno mismo para pagar las facturas, una horrible costumbre.

Maldito sea todo aquello que nos aleja de la pasión, de las canciones y de las charlas bajo las velas. Menos alboroto en la plaza pública: el gran acto contestario ocurre en la intimidad, sin que nadie lo vea, cuando te olvidas del teléfono por un rato, cuando echas los pendientes por la borda e ignoras la urgencia que no cambiará al mundo, cuando decides regalarte cinco minutos para hacer lo que te anima. Cuando dejas de ser un esclavo de tu época.

En el caso de Patrick Leigh Fermor era una copa y la conversación. Para ti puede ser otra cosa, lo que sea. La hora del té, ver una película, pasear a tu perro. Leer una historieta, echar un chapuzón, cocinar un pastel, caminar de la mano con tu amada, escribir un verso que nadie más mira. Nunca renuncies a eso. Dale un portazo a las responsabilidades que pretenden acabar con lo mejor que posees, lo improductivo.

La fórmula le funcionó a Patrick Leigh Fermor. Vivió casi cien años. Como él mismo llegó a decir, lo trivial enciende los fusibles de la memoria. Toca, toca por los viejos tiempos y sírvete un trago.

 

Contacto:

Twitter: @Bigmaud

Correo: [email protected]

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Opinión