#4 Tiempos
Carta a un amigo atediado | Columna de Juan Jesús Priego
LETRAS minúsculas
La última vez que nos vimos, Ernesto, me dijiste que te hallabas un tanto atediado y que ya el hecho de mover un brazo o una pierna exigía de ti fuerzas sobrehumanas. Utilizaste la palabra tedio y no esa especie de comodín lingüístico denominado estrés que nuestros contemporáneos barajan cada vez que se hallan en la necesidad de hablar tanto de sus cansancios como de sus derrotas. Estrés: baúl de sastre, caja de herramientas en la que todo cabe, desde la depresión y la neurosis hasta la angustia y el hastío.
No es mi intención abrumarte con prolijos análisis etimológicos, pero antes de pasar adelante es necesario saber lo que debe entenderse por tedio o aburrimiento. Del aburrimiento se dice que procede del latín abhorrere, que significa aversión, o bien disgusto. A su vez, abhorrere viene de horrere, que significa lo que tú ya podrás imaginarte: horror. Aburrirse es, entonces, tanto horrorizarse como aborrecer. Pero, ¿horrorizarse de qué, aborrecer qué?
El Diccionario UNESCO de Ciencias Sociales define el aburrimiento de la siguiente manera: «Es un estado de ánimo que se caracteriza por un sentimiento de desazón, sin llegar a angustia, y por la conciencia de que el tiempo pasa demasiado lentamente, sin que, por otra parte, existan móviles de acción inmediatos». Más adelante, dicho diccionario –que es una verdadera joya, Ernesto, y si te lo encontraras por ahí deberías comprarlo– dice que la palabra aburrimiento apareció tarde y que hasta el siglo XV se usó más bien el término acedía, que era algo así como «una sensación de vacuidad vital sentida como desinterés frente a las incitaciones del mundo exterior». Pero la duda sigue ahí: ¿aborrecer qué? La vida, naturalmente; la vida con todo lo que ella nos ofrece.
De una película decimos que es tediosa cuando, después de cierto tiempo, ya no produce emoción, sino que discurre de la manera más chata y previsible. De una canción decimos lo mismo cuando faltan en ella variaciones y los ritmos adquieren esa especie de fatigante monotonía que nos hace revolvernos en la silla. ¿Te ha sucedido alguna vez apagar de pronto el estéreo de tu auto y suspirar aliviado porque ya no soportabas más aquellos ruidos insulsos que te herían el tímpano? Te sentías incómodo, malhumorado, aunque no sabías por qué; pero instintivamente lo descubriste y una de tus manos se dirigió veloz hacia el botón rojo mientras te preguntas cómo es que no habías tomado antes tan drástica determinación: aquella, sin duda, era una canción tediosa.
Ahora bien, Ernesto, ¿es posible decir lo mismo de la vida? ¿En qué momento se vuelve ésta insoportable y sosa? Digámoslo de una vez: cuando todo nos parece igual, cuando los días se nos muestran idénticos unos a otros, cuando falta la emoción y la sorpresa. Lo que los antiguos llamaban tedium vitae tiene lugar cuando las novedades escasean y todo se convierte en una repetición monótona de lo mismo (o por lo menos cuando así nos lo parece). Ir al trabajo, regresar a casa, encender la televisión a la hora del telediario para escuchar las mismas –malas- noticias de siempre, irse a la cama, dormir, despertar y comenzar de nuevo otro día que transcurrirá igual que al anterior, y así por semanas, meses y años. Jamás un reconocimiento por parte de los superiores, jamás una palabra amable por parte de los que se supone que nos quieren, nunca un encuentro que rompa el cerco de esa rutina a la que con tanta paciencia hemos ido dando forma a lo largo de los años. ¿Cómo no atediarnos cuando la vida es tan insulsa, tan monótona?
El hastío –o tedio, o aburrimiento: llámalo como quieras- es como una irrupción de la nada en la vida de todos los días; es ese sentimiento extraño que de pronto se apodera de nosotros y nos hace exclamar: «¡Qué pocas cosas valen la pena!». El hombre bíblico también experimentó este sentimiento y expresó su malestar con las siguientes palabras, que ya conoces: «¡Vanidad de vanidades, y todo vanidad! ¿Qué saca el hombre de toda la fatiga con que se afana bajo el sol? Una generación va, una generación viene, pero la tierra para siempre permanece… Todos los ríos van a dar al mar, y el mar nunca se llena. Todas las cosas dan fastidio… Lo que fue, eso será; lo que se hizo, eso se hará. Nada hay nuevo bajo el sol» (Qohelet, 1, 1-9).
El aburrimiento es una especie de descontento, de malestar –de horror, dice la etimología- por todo aquello que el mundo da, por las cosas que la vida ofrece y, por eso, es un sentimiento que puede hacernos alcanzar cumbres metafísicas con tal de que no nos abandonemos por entero a él. «La historia no me satisface, el mundo no me satisface», dijo Ionesco repetidamente en las páginas de su Diario; pues bien, eso es precisamente el aburrimiento: que nada parece estar hecho a la medida de nuestros deseos.
¿Cómo salir de él? Te propongo lo siguiente. Repasa una y otra vez estas palabras que escribió el filósofo francés Gustave Thibon (1903-2001) en uno de sus libros: «Comparar un hombre con otro hombre, un instante con otro instante, es traicionar la originalidad, la irreductible soledad de cada realidad; es, sobre todo, traicionar la plenitud de la elección divina, que dilata todas las cosas hasta lo absoluto. Empezamos a comparar cuando ya no amamos, cuando cesamos de acoger cada realidad como mensajera única del Dios único».
¿Te parece que un día es igual a otro? Te equivocas, porque Dios no se repite, y así como cada rostro es diferente a los miles de millones de rostros que hay o que ya fueron, así son de diferentes los minutos de esta vida. ¡Ninguno, absolutamente ninguno es igual al que pasó! Lo que sucede es que, como ya nos lo advirtió San Agustín, «el tiempo imita de lejos a la eternidad» haciéndonos creer que los días son todos iguales. Pero no lo son, y tu deber consiste en reconocer la originalidad de cada uno.
Los rostros no se repiten, y los días tampoco. Intenta vivir, pues, cada uno como una novedad, como si con él empezara la cuenta del tiempo. Porque es verdad: aunque no lo notemos, cada vez que amanece empieza el tiempo.
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#4 Tiempos
El eterno | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
TESTEANDO
Guillermo Ochoa es un portero que se convirtió en bandera. Desde que debutó con el América en 2004, sus guantes parecían hechos para noches grandes: títulos de liga, protagonismo inmediato y el aura del “nuevo guardián” del arco mexicano. Tardó en dar el salto a Europa, y aún así, demostró sus ganas de crecer a pesar de los sacrificios, con una carrera que, aunque irregular en lo colectivo, lo mantuvo vigente en la élite del futbol internacional durante más de una década.
En Francia defendió al Ajaccio, donde se convirtió en ídolo de un club pequeño que sobrevivía gracias a sus atajadas imposibles. Después vinieron pasos por Málaga y Granada en España, donde la lucha contra el descenso lo expuso constantemente, pero también lo catapultó con actuaciones memorables frente a equipos como el Barcelona o el Real Madrid. Más tarde, Bélgica, con el Standard de Lieja, donde recuperó la estabilidad, disputó competencias europeas y volvió a tener el brillo de arquero confiable.
De ahí regresó a México, otra vez al América, como referente y capitán. Sin embargo, su ambición lo llevó a un último desafío en Italia con la Salernitana, donde las críticas fueron severas y el equipo terminó hundido en la tabla. Ese episodio marcó un antes y un después: Ochoa ya no era visto como el mismo arquero que tapaba lo imposible en los mundiales, sino como un veterano que comenzaba a pagar factura ante la exigencia de un futbol mayor.
Con la Selección Mexicana, su legado es indiscutible
. Fue cinco veces mundialista y protagonista en Brasil 2014 y Rusia 2018, con actuaciones que dieron la vuelta al mundo. Se le aplaudió como salvador, pero también se le cuestionó su influencia en el vestidor y el hecho de que, durante años, cerrara el camino a nuevas generaciones de arqueros.Hoy el futuro de Ochoa es una incógnita. Con 39 años cumplidos, se habla de un posible regreso a la Liga MX, donde tendría el respaldo de la afición y un lugar asegurado en el escaparate. También existe la posibilidad de un destino exótico, en ligas de menor exigencia pero con cheques generosos. El problema es que cada paso que dé será juzgado no como una nueva aventura, sino como el epílogo de una carrera que marcó época.
El verdadero reto de Guillermo Ochoa ya no está bajo los tres palos, sino frente al espejo. Su historia se escribió entre América, Ajaccio, Málaga, Granada, Standard de Lieja y Salernitana; su leyenda se forjó con la Selección. Pero ahora, cuando el tiempo le recuerda que no hay reflejo eterno, deberá decidir si se despide como un gigante que supo irse en lo alto o como un ídolo que se aferró demasiado al recuerdo de sus mejores atajadas.
#4 Tiempos
En nombre de la Iglesia, del IFSE y el espíritu santo | Apuntes de Jorge Saldaña
APUNTES
Culto Público, hijos de la paja en el ojo ajeno:
“Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”
¿Qué hace el vocero de la iglesia, Tomás Cruz Perales, dando sermones de transparencia, cuando su iglesia y el Vaticano es una de las instituciones, primero más ricas, menos transparentes y menos democráticas del planeta?
El Vaticano como Estado, en realidad es pobre, sería la última economía del mundo si se mide por su nivel de ingresos, que de acuerdo al propio Estado Vaticano solo provienen de la venta de medallas, artículos para turistas y entradas a museos.
Por otro lado, su territorio y población es muy pequeña, por lo tanto para el nivel de ingresos, divididos entre tan pocas personas, tienen un Ingreso per cápita, de los más altos del mundo (hay poco más de 600 habitantes)
Los puristas me dirán que el Vaticano y la iglesia no tienen por qué dar cuentas a nadie (solo a Dios) porque no recibe ”recursos públicos” (aunque sí recibe donaciones millonarias principalmente de EEUU, Francia e Italia y que a ciencia cierta no se sabe el destino que se les da a cantidades multimillonarias).
Es cierto que construye hospitales, albergues, y universidades por todo el mundo, pero los números, el balance de sus ingresos jamás ha sido conocido.
Datos duros, plasmados en la Biblia son muy pocos: si acaso las 30 monedas de plata que recibió judas, y el denario que pagaba el propietario de una viña a sus trabajadores en la parábola conocida así, la de “los obreros de la viña”.
(Seguramente hay otras referencias económicas en las escrituras, pero de ahí en fuera, la institución humana, y por lo tanto imperfecta, llamada iglesia, jamás en su historia ha dado cuentas a nadie de sus números, no obstante que es de todos conocido que tiene una cantidad de recursos tan alta que ya quisieran muchas naciones)
Pero a ver, preguntemos:… ¿No son recursos públicos los que recibe la iglesia católica?
Todas las dádivas y donaciones vienen de sus feligreses, que de manera voluntaria -eso sí- aportan. Sin olvidar todo lo que cobran de manera “no tan voluntaria”, como actas bautismales, bodas, misas, amonestaciones, licencias y muchos “etcéteras”.
En todo caso no son recursos públicos técnicamente hablando, pero sí “del público”.
Lo más importante: ya sea con alcancías a los pies de un santo, en la canasta de las limosnas, o en los sobres del diezmo, todos esos recursos son “ingresos propios” o auto generados por la institución creada , a solicitud expresa, por San Pedro.
Si la iglesia es así de opaca en el manejo de los recursos de sus “seguidores públicos”, ¿por qué entonces no propone el vocero potosino, en un acto de humildad, de transparencia y de dar al César lo que le corresponde, que el IFSE audite cada alcancía, diezmo y limosnas?
¿Qué se tiene que estar metiendo Cruz Perales con las demás instituciones cuando la propia tiene mucho que explicar, y no solo en temas económicos?
Ya nada más falta que la iglesia potosina también ayude al SAT y promueva auditorías a sus fieles seguidores…
Total, “el que nada debe, nada teme” y bajo esa lógica deberían de poner el ejemplo, y dejar de ver la paja en el ojo ajeno sin ver la viga en el propio.
De otra forma se comportan como fariseos, tomando posturas de tumbas blanqueadas.
Mire, Culto Público, que el que esto escribe reconoce que “peco de persignado” y soy temeroso del poder de Dios, no obstante y aunque me excomulgue la iglesia no puedo dejar de decir la verdad. No mentirás es mi octavo mandamiento.
La UASLP y el IFSE tienen su liturgia y mandamientos mundanos, cívicos y sin ninguna relación celestial, por lo tanto no se meta, señor vocero, en temas que no le incumben. Amén.
En otros temas, con la misma curiosidad, tenacidad, geometría analítica espacial, ciencia, cálculo y matemática con que se midió la asistencia a la Fenapo, se debería poner en tela de juicio los números de los costos de las obras que anuncian los gobiernos.
Es el caso del municipio bebé de Villa de Pozos, que presumió gastar 4 millones de pesos en 3 aulas de 6×8 metros cuadrados…
Precios por metro que solo en las zonas más lujosas de SLP se tienen.
Las aulas “inclusivas” que presume Pozos, que se sepa o se vea, no tienen tecnología acústica de primer nivel, ni sistemas en braille, ni grúas para la movilidad de personas con discapacidad. Tiene tres rampas y dos ventiladores.
Fue en la primaria José Mariano Jiménez, en Pozos, donde Teresa Rivera presumió la entrega de tres aulas “didácticas e inclusivas” de 6×8 metros, con una inversión de 4 millones de pesos. La cuenta no falla: 1.3 millones por aula, o casi 28 mil pesos el metro cuadrado. Ni los departamentos de Lomas cuestan tanto. La presidenta concejal presume “materiales de alta calidad” y rampas para hacerlo inclusivo, pero a ese precio uno esperaría butacas con calefacción, pizarras inteligentes o conexión satelital. La obra era necesaria, sí y va a beneficiar a medio millar de niños, pero la matemática es más clara que el discurso: el sobre precio es evidente.
Hasta la próxima.
Yo soy Jorge Saldaña.
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#4 Tiempos
José Rafael Campoy padre del pensamiento moderno mexicano | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
El desarrollo de la cultura superior en San Luis Potosí, en los primeros doscientos años de existencia de la ciudad, se daría en el ámbito de las letras, por lo mismo, aunque con desarrollos escasos, se enfocaría en las humanidades.
El escenario donde pudieron desarrollarse las artes, fue en el religioso, así, los primeros pasos en la educación de la población, procedió de este ámbito, siendo frailes los que desarrollarían esa actividad humanista.
Con la implementación de la Ratio Studiorum jesuita como plan general educativo contrarreformista, no es de extrañar que los primeros humanistas potosinos realizaran, además de su misión evangelizadora, principalmente actividades educativas. Figura entre los primeros frailes Diego de la Magdalena, que fue uno de los fundadores de la ciudad de San Luis Potosí, y sobresalen la instauración de la escuela agustina estando al frente Diego de Basalenque, la llegada a San Luis de los jesuitas y la instalación de su colegio. La actividad humanista de creación artística en letras se comienza a dar hasta finales del siglo XVII, aunque hubo manifestaciones más tempranas cuando hace su presencia un personaje nacido ya en estas tierras potosinas.
Los padres de la compañía de Jesús llegaron en 1626 a San Luis y solicitaron encargarse de la enseñanza, que anteriormente estaba a cargo de los agustinos que durante doce años impartieron en el convento de San Agustín.
Uno de los jesuitas que radicaron en San Luis Potosí y que sería la figura más sobresaliente en la introducción del pensamiento moderno en la Nueva España y que liderara la formación de los jesuitas en este terreno, sería José Rafael Campoy.
José Rafael Campoy, jesuita que además de pronunciar oraciones fúnebres destacó principalmente en la introducción de pensamiento moderno y contribución a la filosofía mexicana con un movimiento reformista, teniendo influencia en pensadores jesuitas como Clavijero, Castro, Abad, Parreño, Landivar, Cavo, Maneiro, entre otros.
Fue catedrático del Colegio de los Jesuitas en San Luis Potosí donde también participó Abad, siendo uno de los jesuitas expulsos que llegaron a Italia donde murió en Bolonia en 1777 . Nació en Álamos, Sonora en 1723, ingresó a la Compañía de Jesús en 1741, donde fue maestro de humanidades y filosofía en varios de sus colegios. En las honras solemnes a la memoria del rey Felipe V de España pronunció en la Iglesia Parroquial de San Luis una oración fúnebre.
Una de las cátedras que fueron importantes en el colegio jesuita de San Luis Potosí sería la gramática latina, este curso se cubría en cinco años y una buena cantidad de jóvenes potosinos pasaron por este curso.
Rafael Campoy, atendió este curso de gramática durante los años de 1746 a 1748; los temas de teología y filosofía si bien no se impartieron regularmente en San Luis Potosí, sus discusiones entre los profesores jesuitas e interesados en estos temas, serían influenciados por Campoy, como sería el caso de José Abad que se encargaría de cursos de filosofía en varios colegios jesuitas y que estuviera como profesor en San Luis Potosí.
El nombre de José Rafael Campoy como introductor del pensamiento moderno en el esquema de estudio jesuita es recurrente y las figuras de jesuitas que han destacado en la historia del pensamiento mexicano, y sus valiosas contribuciones en el exilio se fincan en la labor de José Rafael Campoy.
Campoy se convierte en una de las figuras que contribuyeron al progreso educativo de los jóvenes potosinos en el seno del Colegio jesuita en San Luis Potosí.
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