#4 Tiempos
Sobre el comité que manda, el 21 y la Sierra de San Miguelito | Columna de Jorge Saldaña
Tercera Llamada
Me han preguntado mucho respecto a la fotografía que acompañó a mi anterior columna y que repite en ésta que usted, Culto Público, me hace el favor de estar leyendo. Por eso, si me permite, comentaré un poco más a fondo el contexto de la instantánea así como los significados e interpretaciones que muy pronto se generaron alrededor.
Para empezar la foto es una prueba innegable de la existencia de un comité de privilegiados que convidan y pactan con los poderes formales. Es la foto de la Oligarquía Potosina en pleno, es la foto de una escena de El Padrino, es la Última Cena antes de que alguien salga traicionado, es la pintura de los perros más grandes de la ciudad cuando están jugando al póker.
A los del Valle, Tamayo, López Medina, Mahbub, Torres y Valladares los une su esférica riqueza, sus entrelazados círculos sociales, familiares y de intereses. Nada de extraño tendría que se encontraran, una vez más, en uno de los salones de un Club social o deportivo, pero ¿De qué hablan con el gobernador, Juan Manuel Carreras, el alcalde capitalino, Xavier Nava, y el eterno gran elector agazapado, Horacio Sánchez Unzueta?
Se me ocurren varios temas:
A) Se estaban poniendo de acuerdo para celebrar una posada con intercambio
B) Querían venderle unos palos de golf al gobernador Carreras y le explicaban las bondades del llamado “deporte de los ricos”
C) Plantearon sus posturas, intereses y compromisos alrededor de la Vía Alterna (no la de mi amigo Pablo, sino la avenida de conexión con la ciudad y la Zona Industrial) y la urbanización de 2 mil 69 hectáreas en la Sierra de San Miguelito
D) Se pusieron a vender y negociar sus apoyos/afectos frente a la elección del 2021
E) Las dos anteriores
F) Hablaban sobre los riesgos de no revisarse la próstata
Todo es posible, pero ya en serio la reunión capturada en la fotografía no fue casual ni desarticulada en establecimiento de posiciones tanto del negocio inmobiliario del siglo como del todavía muy desacomodado tablero electoral del 21, simplemente en esa mesa, los dos temas se hicieron uno. Por eso causó tanto revuelo su filtración.
Sí. En esa reunión se agitaron las aguas y se sacudieron las jaulas. Nadie lo dude. La prueba está en que ya se ha escrito que Xavier Nava voló los puentes entre su otrora mecenas electoral, López Medina, como con su tío Horacio Sánchez, al impulsar un Plan de Ordenamiento Territorial que en apariencia (ojo, solo en apariencia) no abona a los intereses ni del Chato ni de Horacio, pues a los dos los deja descobijados del cambio de uso de suelo anhelado para el proyecto de Cañadas y la urbanización de los terrenos de la Minera México respectivamente.
La consulta preparada por la gente de Nava con ese fin, de plano “cayó gorda” en los círculos cercanos de las personas fotografiadas. “Un salón de doctores en urbanismo se queda corto” me dicen, por lo pedantemente técnico, elevado y purista en que diseñaron la propuesta. Participar en sus términos resulta casi imposible para los desarrolladores (ya no se diga para los ciudadanos), lo que la convierte en la práctica en una imposición anunciada.
Pero no hay nada, todavía, de qué preocuparse, los afectos y desencuentros entre los personajes retratados son como las olas del mar y los camiones Morales: van y vienen. Nadie crea que si hoy dos posturas están encontradas, no puedan reconciliarse con el paso de los meses.
La consulta saldrá, y más temprano que tarde habrá en la mesa un Plan de Desarrollo Urbano y Territorial que presumirán como un gran logro de la presente administración, sobre todo porque se procuran medallas en el camino que les resulten rentables electoralmente.
En teoría, y solo en teoría, Xavier Nava podrá decir que se enfrentó a los desarrolladores (léase López Medina y Tamayo) impidiendo que se urbanizara la Sierra de San Miguelito.
En discurso, y solo en discurso, podrá vender a la federación que respetó la palabra del presidente López Obrador para declarar esa tierra como Área Natural Protegida.
¿Pero qué cree? Como acostumbran a hacerlo en esta administración municipal, en cada paso que dan hay un subtexto, una motivación oculta, un tiro más largo, en pocas palabras: hay truco.
Las 14 mil hectáreas que pertenecen a 329 comuneros reconocidos de San Juan de Guadalupe se pueden convertir -sin necesidad de autorización o intervención municipal- en terrenos perfectamente delimitados con factibilidad y derechos para venderse como propiedad privada y en los que no exista impedimento alguno para urbanizar.
Para el caso de interés, solamente serán 2 mil 96 las hectáreas que pasarían por ese procedimiento, que está contemplado en la Ley Agraria (Título 4to, del artículo 40 en adelante) y que en absoluto requiere de la “bendición” municipal.
El empresario López Medina lo sabe. A estas alturas no dudaría en que incluso ya hubiese comenzado con el trámite o esté por convocar a una asamblea de comuneros para dar el primero de tres pasos -insisto- estrictamente agrarios, para poder desarrollar el proyecto Cañadas.
No es un trámite sencillo, el suelo de uso común se tendrá que convertir en parcelario, luego en solares delimitados y alguna parte como asentamiento humano.
El Chato López y sus socios no necesitan pues a Xavier Nava para llevar a cabo el proyecto Cañadas, pero tampoco les gusta que no los tomen en cuenta. Sus opciones son: esperar a que ya no sea alcalde (asunto muy probable por los tiempos que se llevan los trámites) o aceptar las condiciones que Xavier imponga para crear un camino legalmente mas terso.
¿Cuál es ese camino? Que un despacho jurídico asesore el asunto agrario del Chato, uno que convierta lo más rápido posible la tierra de uso común en, parcelas, luego en solares y finalmente en áreas de asentamiento humano, uno que lleve al dedillo todos los trámites y garantice que los dictámenes federales salgan lo más pronto posible.
¿Quién podría hacer ese trabajo? Muy pocos, pero les dejo un dato: el último antecedente que existe de un procedimiento agrario como el que implica la metamorfosis de Sierra de San Miguelito a Proyecto Cañadas, fue en una fracción ejidal ubicada en Villa de Reyes en el año 2013.
La comunidad se llamaba “Rodrigo” en aquel entonces, pero hoy la conocemos como el proyecto de Ciudad Maderas, que vende sin problema ni restricción alguna sus lotes y terrenos. Los antecedentes se pueden consultar en el Registro Agrario Nacional sin problemas.
No es que sea yo mal pensado pero ¿Quién fue el asesor de ese procedimiento? Nada más ni nada menos que Germán González Martí…sí, adivinó Culto Público, el mismo que fue socio de Xavier Nava en el despacho KNP.
Hugo, Paco y Luis, otra vez, haciendo de las suyas (ellos entienden la referencia).
¿De verdad cree el alcalde que puede engañar a todo el mundo todo el tiempo? ¿Va a intercambiar el apoyo municipal y sus influencias por la garantía de un gran (y jugoso, muy jugoso) contrato con sus exsocios? ¿Está blofeando contra el grupo económico más poderoso de San Luis? ¿Sacar el procedimiento a flote es la ficha de intercambio para someter tanto al gobernador del Estado como a los empresarios para que lo apoyen en su proyecto político? ¿Les está haciendo manita de puerco? ¿Quiere engañar a la ciudad con un Plan de Ordenamiento aparentemente pulcro, pero en el fondo diseñado para conseguir sus ambiciones personales?
De ser así, creo que el alcalde le está pisando la cola al diablo. El poder reunido en esa mesa retratada, le puede quitar cualquier día la silla y sacarlo del juego. El gobernador Carreras será gobernador hasta las 12 de la noche del 25 de septiembre del 2021, entre tanto, querer mangonearlo de más y endilgarle solamente los yerros tampoco parece la mejor idea. Todos se cansan, e insisto: Los afectos van y vienen.
Mientras tanto, el resto de los jugadores estarán atentos a la ganancia del río revuelto, porque el 2021 y la Sierra de San Miguelito están amarrados con tres nudos. Al tiempo.
Para terminar respondo a dos dudas: De acuerdo con lo que he escudriñado un poco con mis fuentes, el personaje tapado o borrado en la fotografía, presumiblemente corresponde a un empresario de apellido Leos aunque no lo puedo afirmar con certeza. Segundo, la fotografía me la encontré encima de un pelo, en un sapo, en un palo, en un hoyo, en el fondo de la mar. ¿Listo?
BEMOLES
MÁS DESTAPADOS
Que Toño Lorca de verdad cree que es un aspirante a candidato a gobernador por Morena, que él mismo trae sus encuestas ganadoras y que soñar no cuesta nada. En fin, hay que ver qué trae el hombre en realidad. También ya se maneja un nombre como pretendiente a la candidatura al gobierno del estado por un partido que todavía no es partido. Las Redes Sociales Progresistas, las de la maestra Elba Esther Gordillo, quieren que un funcionario de éste gobierno los abandere. ¿Ya adivinó quien? En la siguiente entrega les comento. #MuchosSonLosLlamados
Hasta la próxima
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#4 Tiempos
Elogio de la literatura | Columna de Juan Jesús Priego Rivera
LETRAS minúsculas
¡Qué tristes son los personajes de Iván Bunin (1870-1953), qué tristes casi todos sus cuentos! Hay en ellos un no sé qué, una nostalgia que embelesa al lector desde el momento en que toma el libro y que no lo abandona sino muchos días después de que lo deja.
Acabo de leer, precisamente hoy, la pequeña antología de sus relatos breves que publicó en 1924 la vieja editorial Calpe y cierro el libro con un suspiro que no sé si será de pena o de dolor. El escritor ruso lo sabe; por lo menos él no se engaña: la vida del hombre está llena de desamparo, de abandono, de tristeza.
El personaje de uno de estos relatos, al ver llegar a su casa a un amigo al que no veía desde hacía mucho tiempo –desde el tiempo en que combatieron juntos en la guerra de Crimea- lo saluda con los brazos extendidos, avanza hacia él y le dice lleno de júbilo: «¡Kovalev! ¿Estás vivo?». ¡Dios mío, qué pregunta! Así nos deberíamos saludar todos, pues la verdad es que nadie sabe si mañana aún estará aquí. A nuestro saludo habitual habría que agregarle una coma para que suene más sincero; no preguntar: «¿Cómo estás?», sino: «¿Cómo, estás?».
Entonces los amigos se abrazan, se besan según la usanza rusa y encienden el samovar mientras afuera, en la estepa, los elementos se enfurecen y la nieve cae sepultándolo todo. «Yakov Petrovich estaba de muy buen humor; pero en el fondo de su alma había nostalgia. Al día siguiente era Navidad…, y él estaba solo. ¡Gracias a Dios que Kovalev no lo había olvidado!». En realidad, Kovalev era el único que no había olvidado a este pobre viejo, pues todos a su alrededor o habían muerto o simplemente habían desaparecido de su vida sin dejar rastro.
¡De cuántas desapariciones puede ser testigo un hombre en el curso de una vida! Sí: envejecer es haber asistido a muchas muertes. «Todo ha pasado y ha desaparecido –dice Yakov Petrovich al amigo recién llegado, al único amigo que le queda-. ¡Cuántos parientes y compañeros tuve! ¡Todos están ahora bajo tierra!».
Sin que él se diera cuenta, el tiempo había pasado. ¿A qué hora crecieron los demás, en qué momento fueron haciéndose mayores y tomando cada uno su propio camino? ¡Huyeron como de puntillas, sin decir adiós! Y ahora, si no fuera por este viejo amigo que aún se acordaba él, Yakov Petrovich tendría que pasar las fiestas de Navidad como había pasado casi todas las horas de su ya larga existencia: solo.
En otro relato del mismo volumen un caballero se encontró por el camino a un anciano que comía en silencio y sin más compañía que los árboles y las piedras. Le preguntó:
«-¿Y tu mujer?
»-Hace seis años que murió –dijo el anciano.
»-¿Y tus hijos?
»-Tuve seis.
»-¿Viven?
»-No; todo han muerto.
»Y de nuevo calló –cuenta el hombre del caballo-, masticando con cuidado la patata. Mientras él estaba sentado y con los ojos bajos, yo examinaba su cara y pensaba: “¡Nunca conseguiré penetrar el misterio de su taciturna tristeza!”».
(Apenas termino de leer esta frase, me pongo de pie y busco entre mis libros la Antología del cuento triste que publicaron hace ya muchos años Augusto Monterroso y Bárbara Jacobs; sólo quería comprobar una cosa: que hubiera en el libro por lo menos un cuento de Iván Bunin. Me digo a mí mismo mientras reviso el volumen: «Si no hay aquí, entre estas 600 páginas, un solo relato de este autor, pensaré que la selección ha sido hecha a la ligera ». Pero no. Ahí estaba, en efecto, el nombre de Iván Bunin; los recopiladores habían elegido uno de sus cuentos más famosos: El caballero de San Francisco. ¡Menos mal!).
En otro de sus relatos aparece un tal Basilio Chkut, y de él dice nuestro autor lo que sigue: «Era alto, ancho de hombros y encorvado. Toda su figura muestra aún el vigor de la estepa. ¡Pero qué triste está su cara! Ya está cerca de la tumba, pero jamás escuchará una palabra cariñosa».
¡Dios mío –pensé al cerrar el libro-, cuánta gente se va de este mundo sin haber escuchado jamás una palabra de afecto! Nunca hubo para ellos una sonrisa, una palmada en el hombro, una declaración de amor. Nada. ¿Qué hacen los que se mueven a su alrededor que parecen estar mudos? ¡Apenas si reparan en ellos! Y me pregunto: «¿He dicho a los que me son queridos cuánto importan para mí? ¿Se lo he dicho, o me he limitado a dejarles la tarea de que ellos por sí mismos lo adivinen?».
Antes de apagar la luz de mi cuarto –ya es noche cerrada, como siempre: no tengo otra hora para leer- pongo sobre el buró el libro de Iván Bunin y le acaricio las tapas en señal de gratitud. No fue, la de esta madrugada, una lectura infructuosa. Me recordó que cerca, muy cerca de mí, hay gente que aunque no me diga nunca nada, espera que abra la boca y les diga una palabra que les alegre el corazón. ¿Por qué nunca le he dicho a esta gente cuánto la quiero? ¡Sería demasiado injusto que se marcharan de este mundo sin que lo supieran de mi propia boca!
Y, finalmente, mientras apago la luz, sonrío satisfecho. Hoy la literatura me ha enseñado algo: que las gentes sufren porque están solas y que el tiempo pasa. Pero, ¿es que no lo sabía? Sí, lo sabía, pero aún no se me había ocurrido tomar las medidas pertinentes al caso.
¿Que no sirve de nada la literatura? ¿Que no sirve de nada? Vuelvo a sonreír, pensado en lo equivocados que están lo que esto dicen, cierro los ojos y me quedo dormido. ¡Ah, si no fuera por la literatura, qué poco sabríamos de nosotros mismos!
También lee: La relación glacial | Columna de Juan Jesús Priego Rivera
#4 Tiempos
Fantasmas y oportunidad | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
TESTEANDO
Este domingo San Luis abre el Alfonso Lastras frente a Tijuana, y no es un choque cualquiera, para los potosinos es una prueba de carácter, de identidad, de si realmente están vivos en este torneo o sólo repitiendo errores bajo otro sol. Para Tijuana, la visita es de las incómodas, estos partidos lejos de casa suelen desnudar sus fisuras, y enfrente estará un equipo que ya aprendió a morder cuando tiene que hacerlo.
San Luis llega golpeado por la irregularidad. Ha ganado partidos fuera de casa, pero también ha perdido otros en los que se dejó intimidar por rivales que no parecían tener mucho; juegos en los que el pulso se va, la concentración se diluye y los goles encajados parecen inevitables. Esa vulnerabilidad ha sido la constante, una defensa que tiembla, un mediocampo que se pierde cuando faltan ideas y delanteros que dependen demasiado de la inspiración aislada o del error ajeno.
Tijuana, por su parte, no es un paseo. Ha mostrado destellos de buen fútbol, ha sumado resultados decentes, pero también ha dejado ver que le cuesta imponerse fuera de casa cuando el rival presiona alto o lo obliga a construir desde atrás. Su equilibrio se tambalea si el marcador no le favorece pronto, y su carácter depende mucho de momentos puntuales de inspiración.
El historial entre ambos juega en favor de los fronterizos: más victorias, más empates, pocas derrotas. San Luis ha ganado escasas veces contra Tijuana, tanto de local como visitante, y eso pesa no sólo en la estadística, sino en la mente. Saber que enfrente hay un rival que te ha dominado más veces de las que quisieras recordar añade presión extra, obliga a estar mejor preparado, más concentrado y sin margen para regalar minutos.
La noticia que sacude el ambiente es el regreso de Vitinho al Alfonso Lastras. El brasileño, que dejó huella en San Luis por su desparpajo y verticalidad, vuelve ahora vestido de visitante. Su sola presencia añade una dosis de morbo, la afición potosina lo recuerda como una chispa capaz de encender partidos en segundos, y este domingo podría ser precisamente la amenaza que complique al equipo que alguna vez lo arropó. Su regreso no es un detalle menor, es un recordatorio de lo que San Luis tuvo y dejó ir.
Y la urgencia se siente en la grada, los aficionados ya no apuestan por promesas, quieren resultados. Si San Luis no se aferra a la localía, no sale con intensidad y no demuestra identidad desde el primer minuto, este partido puede volverse otro de esos en los que la ilusión apareció en la previa, pero el gol nunca llegó, o llegó demasiado tarde.
Este domingo no sólo se juega un partido, también se reencuentran viejos fantasmas. Si San Luis logra que la vuelta de Vitinho sea anécdota y no sentencia, tendrá mucho ganado. Pero si se deja arrastrar por la nostalgia y la fragilidad que lo persigue, Tijuana podría salir de nuevo airoso del Lastras. La diferencia entre fiesta y tormenta se definirá en noventa minutos.
También lee: El eterno | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
#4 Tiempos
De conformidad con Armani | Columna de Carlos López Medrano
Mejor dormir
Le debo mucho a personas de las que ni siquiera recuerdo el nombre. Hace quince, quizá veinte años, leí un artículo sobre Giorgio Armani en una revista de la que no retengo ni el título ni el autor. Lo único que llevo clavado en el pecho es el párrafo inicial que aún conservo como recorte y que cada tanto acude a mi memoria por dejarme una lección sencilla e invaluable: la de resistir.
El texto decía:
Cuarenta y tantos años y te va… «bien». Ese sentimiento es tan común para muchos hombres. Es una sensación que les da escalofríos en el alma cuando se ven al espejo, porque es el momento en que se dan cuenta de que deben guardar en un cajón sus antiguas ambiciones juveniles. Es la hora de conformarse con lo que se tiene.
Pero Armani decidió que no se conformaría. En julio de 1975…
Es lo único que tengo de aquel artículo, y ha sido suficiente. Ahí estaba lo esencial: no renunciar a los ideales. El autor evocaba el carácter de Armani, esa estrella tardía que rozaba los cuarenta mientras seguía a la sombra; trazando para Cerruti, elogiado a medias, con algunos cumplidos y atenciones, aunque bajo el nombre de otro. Condenado al taller ajeno y volver vacío a casa.
Muchos habrían sido felices con lo que Armani tenía por entonces. No estaba nada mal. Una profesión estable, buena paga, un lugar en la industria, sin riesgos, cierta tranquilidad. Sé feliz con tu trabajo. Si se lo proponía, podría llevar una vida manejable, moderadamente satisfactoria.
Pero para los espíritus de primera línea la conformidad es intolerable. Armani sabía que dentro de sí había algo más, y se decidió a buscarlo. Tuvo la fortuna de un fino soporte: su querido Sergio Galeotti. Los primeros pasos de un visionario precisan de alguna confirmación, un guiño que eche para adelante en tiempos de flaqueza. Galeotti representó eso para él.
Al cabo de un tiempo, ese hombre que parecía llegar tarde acabó por adelantarse a todos. Armani se convirtió en el diseñador italiano más famoso de su época, un emblema del estilo europeo. También un magnate y un símbolo. Su apellido se volvió sinónimo de calidad y seducción.
Mucho aprendí de aquel ejemplo. Un volantazo siempre es posible, incluso cuando el calendario insiste en dictar lo contrario, por mucho que las circunstancias se empeñen a adjudicar espacio en un rincón. He vuelto a esas líneas en mis horas de duda para recordarme que no hay límite de edad para dar la batalla, y que nadie la dará por nosotros. Después he encontrado historias semejantes, de hombres y mujeres que, en sus cuarenta, cincuenta, setenta o más allá decidieron no resignarse y se levantaron de la mesa para reclamar lo que aún podían ser, imponiéndose ante un pa norama sin emoción.
De Armani supe más tarde otras cosas. Cada que me adentraba venía mayor fascinación. Trazó para mí un ideal: ir arreglado y rodeado de bellas mujeres. Morir entonces con lentitud, con la gracia de una hoja que cae en una danza admirable. Su apego a la limpieza, heredado de su madre (desde niño tuvo un paño entre las manos para borrar lo que está mal con el mundo); su capacidad de desprenderse de lo que sobra, de lo chillón, de lo que hace ruido. «Hay que descartar todo lo demasiado llamativo», repetía, «y buscar algo más sutil, más silencioso». Así eran sus trajes, bondadosos en su ligereza, como una segunda piel que no aplastaba a quien la vestía. Supo que la comodidad era una expresión de la libertad. Las tres camisas que llevaba en la maleta.
El tono de su piel recordaba a la pulpa de una naranja madura recién abierta, un resplandor cítrico rodeado siempre de gente guapa, como si la belleza tuviera que escoltarlo. Acqua di Giò fue el primer perfume que convirtió en universal lo exclusivo. Alberto Morillas atrapó en un frasco la luz de un mediodía frente al mar, y Armani supo reducirlo en una frase: lo más importante es ser normal.
Él y sus modelos eran un brillo en medio de la decadencia de la civilización, un lujo popular que los pasajeros de un autobús vislumbraban al pasar frente a un anuncio o al mirar una película de Richard Gere. Supo ser el verano en una piscina, un yate cargado de aceitunas y también un rascacielos con pisos de mármol. Como revés a un verso de aquel poema español del siglo XV «Edechas a la muerte de Guillén Peraza», con Armani no se veían pesares, sino placeres.
Los maniquíes sueñan con portar piezas de Armani y ser acomodados por él en un escaparate, con la calma de un pintor impresionista. Diseños que juegan con los ojos, el anhelado capricho de llevar sus telas, que al final él resumía en su atuendo ligero, camiseta, pantalón, chaqueta, el peinado echado para atrás y esa sonrisa simétrica, flecha del estilo que entra por las fosas nasales. Gracias sus propuestas más de uno se animó a ser un yuppie es vez de caer en las sucias garras del jipismo.
En el delirio de mis comparaciones, pensaba en cierto diseñador estadounidense de cara atomizada como una extensión de Burger King, ahí donde Armani era una vuelta al Mediterráneo. Como Giorgio, desprecio a la gente que se aprovecha de la ingenuidad de la gente para alcanzar el éxito o, en última instancia, llegar al poder.
El mundo bien pueda dividirse en conformistas e inconformes. Los primeros se abandonan al asiento torcido de la rutina en cuanto les parece tolerable (y no les va tan mal); los segundos viven con el aguijón de no estar nunca en su sitio, y por eso se levantan y vuelven a intentarlo en su despecho. No siempre logran lo que persiguen, pero su combate en sí mismo ya es una inspiración. Giorgio Armani contaba que el mayor legado de sus padres fue un «sentido de dignidad», junto con la tenacidad y fortaleza mental suficiente para resistir en los momentos difíciles. Ropajes aparte, la historia de aquel hombre que, cumplidos los cuarenta, se lanzó a por todas, constituye un regalo de buen moño para quienes aún creemos que nunca es tarde para empezar de nuevo.
Contacto
Correo: yomiss@gmail.com
Twitter: @Bigmaud
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