#Si Sostenido
Cuando Bretón visitó a Trotsky | Columna de Eden Martínez

Funambulista
A Leonardo Padura
La crítica estalinista, detractores y enemigos ideológicos, por más encono y disgusto que sintieran por él, no fueron nunca capaces de decir que Trotsky era tonto. El judío ucraniano, conocido por ser de los pocos que podían hacer cambiar de opinión al mesiánico Lenin, y quien fuera dirigente del ejército rojo y miembro destacado del politburó, poseía tan penetrante capacidad intelectual que tenía fama de enfermar físicamente a sus interlocutores o rivales de debate. A esta peculiar manera de noquear, Jean Van Heijenoort, matemático, secretario y jefe de guardaespaldas del antes líder bolchevique, le llamó “el soplo de Trotsky en la nuca”.
Después de haber vivido su exilio en la isla turca de Büyükada, en el pueblo francés de Barbizón y en Hønefoss, Noruega —dónde su casa fue asaltada por un grupo nazi—, el ruso decidió aceptar la oferta de refugio que le presentó el presidente mexicano Lázaro Cárdenas. Trotsky llegó al puerto de Tampico en diciembre de 1936, acompañado por su esposa Natalia y algunos secretarios personales, dónde los recibió una comitiva alegre, presidida por los marxistas norteamericanos Max Shachtman y George Novack y donde se encontraba también su futura amante, la pintora mexicana Frida Kahlo. En la comida, que fue copiosa, los paladares siberianos sucumbieron ante un mole poblano que resultó picar más de la cuenta, y para quitarse lo enchilados tomaron vino tinto, mezcal oaxaqueño y agua de frutas.
Los Trotsky vivieron por un tiempo en la Casa Azul de Frida y Diego Rivera[1], que en ese entonces era un nido de artistas, escritores y políticos. De esta manera el antiguo líder de la Revolución de Octubre lograba sobrellevar su exilio participando en algunos debates y manteniendo conversaciones sobre los temas que lo apasionaban: la misión histórica de los obreros del mundo, y el gran mal que el régimen presidido por Stalin le causaba a dicha misión. Mientras permaneció en la casa de los pintores el soviético se dio pocos momentos de descanso, su increíble fortaleza física le permitía gestionar actividades políticas y periodísticas, mantener una labor epistolar constante, al mismo tiempo que enfrentaba a distancia los cada vez peores embates que recibía desde Moscú.
En 1938 el ajetreo de la casa llegó a su cenit: el líder del movimiento surrealista, André Bretón, avisó sobre su pronta visita a México con la intención de realizar una Federación Internacional de Artistas Revolucionarios, en rechazo a la internacional comunista, y que sirviera como una alternativa revolucionaria para los artistas que no sintieran simpatía por el régimen soviético de Stalin. Varios pintores y escritores, como el poeta francés Louis Aragón, habían desertado del surrealismo –o habían sido expulsados— y se habían anexado a diferentes partidos obreros de Europa, por lo que Bretón temía que el arte se volviera panfletario, un brazo propagandístico del Kremlin donde no hubiera cabida para la verdadera originalidad y rebeldía.
Su visita a México era parte fundamental de este esfuerzo, donde se reuniría con Diego Rivera y Lev Davídovich Bronstein[2] —la participación de este último se trató de ocultar por un tiempo— para redactar las premisas del documento que sería la base de la Federación, el Manifiesto por un arte independiente y revolucionario. Imaginen a los dos personajes[3] hablando de arte y revolución, dos necios que se necesitaban mutuamente. El césar de un movimiento que quería desprender la creación de la racionalidad vis a vis con el formulador de la revolución permanente.
La primera sesión ocurrió sin altercados. Pero poco a poco comenzaban a surgir complicaciones en el diálogo —que seguramente se llevó a cabo en un fluido francés— y surgieron aquí y allá puntos ideológicos muertos. ¿El arte podía ser completamente libre y al mismo tiempo no traicionar a la revolución proletaria? Trotsky, al contrario de lo que su figura autoritaria sugería, mantuvo duramente que “todo debe estar permitido en el arte”. Bretón estuvo de acuerdo, pero precisó: “todo, menos que atente contra la revolución proletaria”. ¿Podría encontrarse el punto medio? Quizá no, pero los seguía uniendo el desprecio hacia aquellos que alababan el arte de Estado de la Unión Soviética, desconociendo los campos de trabajo y viviendo en departamentos de lujo en Londres y París. Hablaron de Gorki, Maiakovski, Romain Rolland, de Rolland y Malraux, para ellos todos ejemplos claros de la degeneración estalinista.
No dudaría mucho la paz. Llegó el día en que Trotsky pidió a Bretón el borrador del Manifiesto, ya que por el estado alarmante de la situación europea era urgente que se concluyera y comenzara a circular. El francés admitió que se sentía fatigado, que no contaba con la energía suficiente para terminar de redactar un documento tan difícil aunque sus ánimos se lo demandaran. Trotsky explotó en ira, le reclamó al surrealista su falta de compromiso, su predisposición natural al ocio y su incapacidad de comprender la importancia de que dicho documento fuera terminado. Bretón intentó mantenerle el tono y la mirada al fundador del ejército rojo, y respondió que no se podía vivir cada momento, todo el tiempo, conservando siempre altos el ímpetu y la pasión, que simplemente aquel comportamiento no era natural, a veces había que descansar. Mientras intercambiaban argumentos la conversación se volvía cada vez más áspera y comenzaba a notarse cómo incrementaba la incomodidad del invitado. Finalmente, la discusión terminó por la intervención milagrosa de Natalia Sedova , quién se unió al equipo del surrealista justo a tiempo intercediendo por él.
La mañana siguiente Diego Rivera informó a Lev Davídovich que algo muy extraño había ocurrido, Bretón no podía moverse de su recámara y mostraba signos de inusual fatiga física y mental: le había dado afasia, que es la pérdida de la capacidad del habla debida a alguna alteración en las áreas del cerebro que se encargan del lenguaje. Sus doctores pidieron que guardara reposo absoluto y su esposa Jaqueline, que lo acompañaba, le pidió que evitara por varios días conversar con el ex revolucionario. Como lo menciona Eduardo Padura en El hombre que amaba a los perros, “no todos podían vivir día y noche enfrentados a la suma de los poderes del mundo: al fascismo, al capitalismo, al estalinismo, al reformismo, a los imperialismos, a todas las religiones y hasta al racionalismo y el pragmatismo. Si un hombre como Bretón le confesaba que él estaba fuera de su alcancé y se quedaba paralizado, Lev Davídovich tenía que entenderlo: el culpable no era Bretón sino el camarada Trotski que había resistido lo que había tenido que resistir en esos años porque era un animal de otra especie”.
Cuando Bretón pudo continuar —era un interlocutor duro de derribar—, el 10 de julio de 1938, las familias del poeta y del exiliado fueron a dar un paseo a Pátzcuaro con Diego Rivera como guía, donde comieron el famoso pescado del lago que el francés llamó “los peces de André Masson”. Su relación volvió a reestablecerse y lograron pasar un buen rato juntos discutiendo algunas de las ideas que habían quedado pendientes y atando algunos de los cabos sueltos, esta vez de una manera más cortés y liviana.
El 25 de julio quedó por fin terminado el Manifiesto, primer paso para formar la Federación de Artistas Revolucionarios e Independientes —que después sería apoyada por Yves Tanguy, Benjamin Péret, Andre Masson, Victor Serge, Marcel Martinet, Ignazio Silone, Herbert Read e incluso por George Orwell—. La fiesta de despedida para Bretón y Marguerite fue conocida por sus rarezas, Trotsky no participó mucho en el festejo, pero tampoco lo arruinó, y Diego Rivera no dudó en emborracharse con mezcal, el “más surrealista de los licores”. Tal vez para hacerle el juego al poeta francés, a quién todo en México le parecía “lo más surrealista de todo”.
La Federación no logró mantenerse por mucho tiempo, pero Bretón y Trotsky continuaron enviándose cartas. La estancia del ex revolucionario en México no fue, como muchos sabemos, un cuento de placer y de victorias, sino un thriller político-policiaco, una historia de espías y contra espías que contó entre sus momentos más descabellados con un intento de asesinato liderado por un muralista[4] y que culminó, en 1940, con el homicidio del líder soviético a manos de un belga —que resultó ser español— lo suficientemente loco para utilizar un piolet como arma. Por lo menos para los Trotsky, México demostró ser el país más surrealista del mundo.
Si le interesa el tema, lea usted “El hombre que amaba a los perros”, de Leonardo Padura, publicado por Tusquets, y “Trotsky, el poeta armado”, de Isaac Deutscher, de editorial ERA ( un poco difícil de conseguir).
[1] Aunque Diego Rivera había sido ya expulsado del Partido Comunista Mexicano su casa no dejó de ser un centro de convenciones.
[2] Nombre de nacimiento de León Trotsky.
[3] El rumor dice que Diego Rivera no quiso participar en el debate teórico, le dejó el trabajo mental al ruso pero el documento contaría con su firma.
[4] En la madrugada del 24 de mayo de 1940, un grupo armado comandado por el pintor y muralista mexicano José Alfaro Siqueiros intentó asesinar al refugiado político ruso, disparando por 20 minutos a su casa en la Calle Viena, Coyoacán.
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#4 Tiempos
Ingeniero Labarthe, pionero de la cartografía geológica en México | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
Hace sesenta y cinco años, en el mes de mayo, el Ing. Eugenio Pérez Molphe impulsaba el proyecto para la creación de un Instituto de Geología en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, que sería presentado por el Ing. Rubén Ortiz Díaz Infante, Director de la Escuela de Ciencias Químicas, un par de meses después en julio de 1960 se formalizaba la propuesta al Consejo Directivo Universitario de a UASLP, la cual sería aprobada iniciando así las actividades del Instituto de Geología y Metalurgia, como fue llamado en un ´principio, siendo nombrado el Ing. Pérez Molphe como su director.
El proyecto de inicio de la formación en Geología en San Luis se venía gestado dos años atrás, motivada entre otros factores, por la celebración del Año Geofísico Internacional donde estaban participando algunos universitarios potosinos, entre ellos el Dr. Gustavo del Castillo, que recibió en 1957 a investigadores que realizarían algunos experimentos geológicos en el marco de esta celebración.
En 1958 con motivo del Año Geofísico Internacional estuvieron en San Luis Potosí el doctor en geología Robert P. Mayer de la universidad de Wisconsin y el ingeniero geodesta Hermilio Cepeda del Departamento de Oceanografía de la UNAM, con el objeto de realizar experimentos geológicos a fin de determinar la velocidad con que se transmite el movimiento de la tierra, para lo que buscaban una mina abandonada para emplear un sismógrafo a fin de poder colocarlo a considerable profundidad, seleccionando para ello al mineral de Cerro de San Pedro. Para realizar sus mediciones se haría una explosión de dinamita en el Cerro del Mercado en Durango y mediante comunicación por radio con Cerro de San Pedro se trataba de registrar en el sismógrafo el evento.
En 1959 el Ing. Luis S. Jiménez López presidente de la Comisión Nacional de Fomento Minero en el Estado de San Luis Potosí, en un análisis minucioso sobre el panorama minero en México, declaraba que el país necesitaba más ingeniero geólogos, señalando la necesidad de una nueva dinámica en los campos de exploración y explotación de minerales cuyo factor propicie el justo y adecuado aprovechamiento de este núcleo de profesionales.
En esos años, terminaba sus estudios de ingeniería geológica el potosino Guillermo Labarthe Hernández en la Universidad Nacional Autónoma de México, titulándose en la licenciatura como ingeniero geólogo en 1958, año en que contraería matrimonio y regresaría posteriormente a San Luis Potosí.
Guillermo Labarthe Hernández nacería en San Luis Potosí en febrero de 1934, a principios de los sesenta se incorporaría al Instituto de Geología de la UIASLP que contaba con un número mínimo de profesores y sus actividades se orientarían al apoyo a la docencia y el impulso de la carrera de geología en la UASLP que iniciaba actividades en 1961 a la que se incorporarían alumnos que ya estudiaban ingeniería en la UASLP y que reorientaban su vocación a la geología.
El vínculo del Ing. Labarthe con la UNAM se reflejaría al realizar los primeros trabajos de cartografía en colaboración con esa institución que propició se titularan los primeros geólogos de la UASLP
un par de años después en lo que fue la primera generación de ingenieros geólogos, la cual estuvo formada por Arturo Elías, Jorge Fraga y Manuel Mendiola, que recibieron sus títulos en 1963.El Instituto de Geología de la UASLP sería el tercer instituto de investigación creado en la UASLP y el segundo que se formaba en el país. Si bien, sus primeros años estuvo enfocado principalmente en el apoyo a la docencia se establecían las raíces que propiciarían se realizaran se manera intensa actividades de investigación a mediados de los setenta.
En el mes de noviembre de 1962 salió a la luz pública la revista “Geología y Metalurgia”, con temas técnico-científicos de interés y que posteriormente, hacia 1977 daría lugar a la serie de boletines publicados como “Folletos Técnicos del Instituto de Geología”. En 1979 el Ing. Guillermo Labarthe Hernández era nombrado director del Instituto de Geología y se iniciaba un intenso trabajo de cartografía geológica siendo un esfuerzo pionero en el país.
En 1976 inicia los trabajos formales de investigación en cartografía geológica del Estado enfocando esfuerzos en la Zona Media y Altiplano del estado de San Luis Potosí, dirigidos por el Ing. Labarthe; estos trabajos serían los primeros que se realizaban en México. Los cuales sirvieron para definir los acuíferos de la zona de San Luis Potosí y Villa de Reyes. Por lo que al perforarse los pozos se sabía que tipo de rocas estaban en el subsuelo gracias al trabajo de cartografía realizado. En cuanto a recursos minerales, los depósitos de caolín que existen en la zona suroeste del estado fueron descubiertos por la cartografía realizada.
Todos estos recursos, acuíferos y minerales están encajonadas en rocas volcánicas, tema que sería parte de la especialización del Ing. Labarthe del que era un experto. La zona de San Luis fue una zona volcánica, y los estudios han ayudado a comprender la evolución de la corteza.
El Ing. Labarthe falleció iniciando el mes de mayo dejando un importante legado para la geología mexicana y en especial la potosina, siendo uno de sus pioneros y el iniciador de la cartografía geológica moderna.
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#4 Tiempos
Entre tangas, roscas y tamales | Columna de León García Lam
VOLUTA
En una nota del Universal publicada el último del año 2024 una comerciante de la Ciudad de México afirmó: “ya no se venden los calzones rojos y amarillos, se está perdiendo la tradición” y al parecer sí, la euforia por las tangas rojas ha perdido el interés de las nuevas generaciones chilangas que ya no creen en el amor, ni en las tradiciones o no tienen dinero para pagarlas. Sin embargo, en estados como Jalisco, las ventas de ropa interior se dispararon hasta el cielo y un dato llamó mi atención: para este año 2025, los consumidores tapatíos buscaron vorazmente los calzones amarillos. ¿Qué nos querrá decir este indicador popular?
Hace unos días, en una cápsula trasmitida por Radio Universidad (de SLP) se escuchó, en la voz de mi querido amigo Jonathan Gamboa, una explicación genealógica acerca de las tradiciones de fin de año: comer lentejas, hacer maletas y meterse debajo de la mesa son tradiciones que provienen de culturas bien lejanas en el tiempo y en el espacio. Entonces ¿por qué las aceptamos con tanta facilidad? No sé si usted lo note, querida culta lectora de La Orquesta, pero las tradiciones del fin de año o del año nuevo pretenden controlar el futuro incierto que tenemos enfrente: que las doce gotas de la felicidad, que las cabañuelas y los borregos de la buena fortuna, pero ¿qué tienen en común todas estas “tradiciones” a las cuales también llaman “rituales”?
Pues bien, yo que empleo parte de mi valioso tiempo en buscarle chichis a las lombrices, creo que lo que es común a una buena parte de estas tradiciones de Año Nuevo es el juego de esconder o revelar algo que está dentro. Me explico, la tradición de salir a la calle con una maleta requiere guardar dentro de la maleta elementos de lo que se desea atraer. La tradición de meterse debajo de una mesa es, de alguna manera, situarse dentro del centro de la abundancia que es la mesa. Sin embargo, el mejor ejemplo es la rosca de reyes:
¿Cómo debe ser la tradicional rosca de reyes? Unas personas afirman que la tradicional rosca lleva un monito, otras dicen que debe llevar 3 monitos y hay quien piensa que la mera tradicional rosca de reyes debe esconder además de los monitos, dedales y anillos. No hay manera de fijar una norma estandarizada. Lo que sí es interesante es la forma de la rosca. ¿Usted sabe cómo se llama la forma geométrica de una rosca? Se llama toro y algún otro día le contaré sobre sus propiedades matemáticas que son formidables. Me gusta pensar que, si la rosca es una representación del año, entonces el tiempo es algo que da vuelta, regresa al mismo lugar y en su interior, al igual que los tamales, esconde sorpresas insospechadas.
Estimada y culta lectora de La Orquesta: yo espero que las sorpresas de su año 2025, sean las mejores.
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#4 Tiempos
Votar entre la razón y la emoción | Columna de León García Lam
VOLUTA
Eso me dijo mi papá:
-Mira Leontino, que lo que guardas en la cabeza no sea lo mismo que guardas en el corazón.
Como muchas cosas que me dijo, no le puse suficiente atención, pero ahora ese mensaje ha logrado escarbar entre todos los recuerdos y salir a flote otra vez.
Interesante: la frase de mi papá tiene razón, pero también tiene emoción. Hace uso de dos recursos -muy humanos- a la vez y los junta y los enreda torciéndolos, pero nunca dejan de ser razón por un lado y emoción por el otro. La frase significa además que la razón tiene su lugar en el cuerpo, sus formas, sus métodos y la emoción los suyos propios. Esto viene muy a cuento con la época de elecciones en la que nos encontramos.
Como una especie de vicio raro, leo con pulsión desmedida todas las columnas de opinión que mi escaso tiempo me permite. Leí, por ejemplo, la columna de mi amigo Octavio Mendoza (Astrolabio) que trata acerca de las complejas motivaciones del votante: a la mera hora, ahí escondido detrás de una cortina de plástico, el elector tacha la opción que durante meses dijo que no iba a elegir. Si un votante hace eso, no pasa nada, es como una gota de agua rebelde que lucha contra las olas del mar. La cosa se pone buena, cuando esto mismo no lo hace uno sino 5 millones de votantes. Entonces, las alarmas se encienden, los encuestadores se arrancan los pelos y se desatan los programas de opinión, que a mí me encantan, tratando de explicar lo que antes parecía imposible.
Sí, efectivamente, las masas actúan caprichosamente. No razonan. Solo actúan motivadas por sentimientos básicos como el odio, el miedo, el rencor, la venganza o el gusto. Eso motivó a millones de personas a votar hace seis años y sentimientos similares moverán a millones de personas a votar este domingo.
Por otro lado, si lo pensamos bien (lo razonamos) ¿de qué sirve ir a votar? Alguien va a ganar de todos modos y quien gane no hará que el mundo, el país, el Estado, el municipio cambien. Todos sabemos que las campañas se hacen de puras promesas que ni siquiera se piensan cumplir. Como un signo más del apocalipsis, la calidad de los candidatos de todos los partidos empeora cada elección y se nos presentan cada vez más incultos, cínicos y simplones y si seguimos pensando así, no solo se nos quitarán las ganas de votar sino de vivir.
Ambas situaciones que he presentado aquí: votar motivado por el rencor y no salir a votar porque “no sirve para nada”, significan hacer de tripas corazón, o sea poner la pasión en la cabeza y la razón en el corazón y así todo se descompone.
Para que la democracia funcione se requiere que la motivación de votar sea algo que está por encima de nuestros intereses personales: nuestros hijos, nuestra comunidad, nuestro entorno. Salir a votar no puede ser un asunto de la razón, menos aún de las razones personales, sino de la pasión ciudadana, del amor por la patria, por la matria, por la familia. El resultado aquí no es lo que importa, sino nuestra obligación a participar.
¿Por quién votamos? Aquí debe entrar la razón desapasionada. Votar por rencor o votar por conveniencia personal no sirve para elegir al mejor gobernante. Lo que se requiere, en ese momento justo de estar a solas con nuestra boleta y el crayón en la mano es razonar fría y calculadoramente el sentido de nuestro voto.
Es el corazón quien levanta del sillón al elector, lo saca de la comodidad de su casa y lo lleva a la casilla. Ya estando en la mampara, la razón toma la mano del votante y lo hace elegir si no la mejor, la menos mala de las opciones que tenemos. Después de que le marcan el dedo con la famosísima tinta indeleble (por cierto, invento mexicano) queda en el votante, una extraña satisfacción de haber cumplido de la mejor manera posible.
Yo creo que vamos bien, si tomamos en cuenta que la democracia se tarda unos 400 años en dar resultados.
Querida culta lectora de La Orquesta, que tenga felices votaciones este domingo
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