diciembre 10, 2023

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#Si Sostenido

La verdad nos hará libres: el internet como herramienta contra el totalitarismo | Columna de Eden Martínez

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Julian Assange

Funambulista 

 

El pasado jueves 11 de abril a las 10 de la mañana, arrestaron a Julian Assange, fundador de WikiLeaks, después de haber estado refugiado por 7 años en la embajada de Ecuador en Londres. Para muchos, incluyéndome a mí, no fue una sorpresa: ese momento se veía venir desde que el nuevo gobierno de Ecuador liderado por el presidente Lenin Moreno, con un perfil diplomático mucho más alineado a los intereses y peticiones de Estados Unidos, diera señales de desagrado, incomodidad y hostilidad ante la permanencia de Julian en su embajada. Cualquiera que haya escuchado las declaraciones que dio Moreno sobre la situación de Assange, ya se había hecho a la idea de que los días de protección del australiano estaban contados. Incluso así, algunos teníamos todavía la esperanza de que se abriera alguna vereda en las negociaciones, que evitara el camino de la extradición.

En diciembre del año pasado, en entrevista con Carmen Aristegui, el nuevo presidente de ecuador dijo que solo se le retiraría el refugio diplomático a Julian con la condición de que las autoridades británicas prometieran no extraditarlo a un territorio en el que su vida corriera peligro. Sin embargo, aquello precisamente fue lo que sucedió: en cuanto se retiró el asilo político al fundador de WikiLeaks, la Policía Metropolitana británica lo arrestó —un arresto que despierta muchas preguntas, en las imágenes se ve que la policía entró a la embajada para sacarlo— por no haber comparecido anteriormente en los tribunales de la isla, pero también por la presencia de una petición de extradición de los Estados Unidos.

Dos años antes—en mayo del 2017— la fiscalía sueca cerró la investigación de abuso sexual contra Assange, además de la orden de arresto por la que inicialmente Gran Bretaña quería extraditarlo. Acusaciones que desencadenaron todos los acontecimientos que conocemos: la situación sin salida que lo mantuvo en la embajada ecuatoriana 7 años. Los cargos penales que el australiano mantuvo después de esa fecha eran precisamente por no haberse presentado a los juzgados cuando se levantó la orden en el 2012. Situación jurídica que mantenía abierta la posibilidad de que el gobierno de Trump reclamara su cabeza, porque, admitámoslo, solo los ingenuos creerían que el asunto Assange no tiene fines políticos. Tomando en cuenta que el 90% de los acusados por delitos federales de Estados Unidos son declarados culpables, y que el cargo de “conspiración” se le puede imputar, que Julian Assange sea condenado a muerte es una posibilidad.

¿Pero cuál es el mensaje que se quiere mandar con su detención? ¿Qué es lo que está en juego? Los principios mismos de la libertad de expresión, y la posición jurídica y simbólica del internet como herramienta de libre tráfico de información. WikiLeaks es una plataforma whistleblower —que significa más o menos denunciante—, su objetivo es publicar y difundir información clasificada de una manera ciega, en la que sus whistleblowers o soplones permanecen en el anonimato incluso para los editores del sitio. Esto quiere decir que Julian Assange y el equipo que administra WikiLeaks no saben quiénes o quién les envía la información que reciben. Una vez que los datos filtrados son recibidos, WikiLeaks se encarga de confirmarlos, garantizar que sean genuinos y verdaderos. Después, los publican.

Esto es importante por un motivo crucial: Julian Assange no se infiltró en el sistema de la NSA (National Security Agency), ni en ninguna otra agencia de gobierno o similar: Julian no es un hacker —aunque lo fue en su juventud—, es un periodista: publica en su sitio la información que le envían —hackers, quizá— solo después de corroborar su legitimidad. Aun así, es casi seguro que lo van a tratar de imputar por robo de información para fines políticos y de intervenir en las elecciones estadounidenses por publicar los emails de Hillary Clinton cuando era Secretaria de Estado (https://wikileaks.org/clinton-emails/); y por intento de violación de la seguridad nacional por publicar evidencias de crímenes de guerra (https://collateralmurder.wikileaks.org/).

Pero, si toda la información que WikiLeaks publica es cierta y aún si él mismo la hubiera hackeado, ¿Quién es el verdadero criminal? ¿Aquel que dio a conocer el crimen o aquel que lo cometió? Muchos teóricos políticos (y políticos) creen que los Estados Nación no deberían estar sujetos a las mismas responsabilidades que los individuos, incluyendo la rendición de cuentas. Con el pretexto de proteger la “estabilidad nacional” los gobiernos se desembarazan de hacerse cargo de las consecuencias de sus errores y de sus abusos. Ahora bien, los secretos de estado son necesarios hasta cierto punto, o por lo m enos hay algunas razones para créelo así, sobre todo en conflictos armados o cuando haya vidas en peligro, ¿qué pasaría si todos tuviéramos acceso a las estrategias y a los nombres y domicilios de los oficiales encargados de la lucha contra el narcotráfico? El asunto es entonces hasta dónde llega la inmunidad del Estado, ¿Qué tan transparente puede y debe ser un gobierno? Todas estas cuestiones deberían estar sobre la mesa actualmente, y es justamente por esto, por exponer un problema, por lo que Julian Assange está ahora en una celda.

Ahora en el 2019, creo que la mayoría somos conscientes de que las agencias de inteligencia internacionales y nacionales son capaces de espiar y recopilar nuestros datos. Incluso las empresas más populares de internet pueden hacerlo, y lo han estado haciendo desde hace tiempo con fines comerciales. Pero una cosa es utilizar la información básica de los usuarios para enviarles publicidad, y otra es utilizarla para modificar nuestra conducta. El 10 de abril del 2018, Mark Zuckerberg, fundador y CEO de Facebook, tuvo que presentarse ante el Congreso de los Estados Unidos por haberle entregado información de 87 millones de usuarios a la compañía privada Cambridge Analytica. Esta compañía utilizó dicha información para crear una base de datos de perfiles de votantes, con el objetivo de modificar directamente su opinión política con respecto a las elecciones norteamericanas del 2016, mostrándoles determinados contenidos temáticos en sus cuentas de Facebook.

Según estadísticas del Banco Mundial, en el 2016 el 45.7% de la población mundial utilizaba el internet, con un aumento promedio de 5% cada año. Facebook reporta tener 1.52 billones de usuarios diarios –que utilizan la red social al menos una vez al día— y WhatsApp 1.5 billones de usuarios “activos”, de los cuales la mayoría utiliza la aplicación por lo menos 23 veces diarias. En un mundo como este, en el que internet se ha convertido en el territorio político y estratégico más importante de la historia, y en la que los gobiernos y los millonarios pueden saber absolutamente todo sobre nosotros, una distopía totalitaria parece más posible que nunca. Irónicamente, el internet también ha sido lugar de resistencia y resiliencia, y ese es precisamente el mensaje de Julian Assange y WikiLeaks: hay que tratar de equilibrar el tablero. Hoy por hoy, si no queremos regresar a enviar palomas mensajeras, la única manera de evitar ser manipulado por las corporaciones estatales y privadas que tienen acceso a todos los aspectos de nuestras vidas es precisamente obligarlos a rendir cuentas, y el único camino para lograrlo es hacer pública la información que demuestre sus errores.

Además de WikiLeaks, las páginas web más simbólicas del llamado “internet libre”, como https://thepiratebay.org/, o http://gen.lib.rus.ec/ , no son terribles enemigos de la legalidad y las buenas maneras, sino más bien intentos de democratizar la web y sus monopolios. Por otro lado, no podemos negar que el internet completamente libre y sin reglas ha llegado a excesos desquiciados y sociopáticos. El ideal del libre comercio más radical tiene su insignia más abyecta en los portales de tráfico infantil y de armas en la Deep Web. Pero, vamos, este no es el caso de WikiLeaks, y a cualquiera que trate de demeritarlo tomando esa línea argumentativa le hace falta darle un vistazo al sitio (https://wikileaks.org/, otra vez, por si acaso).

La única ideología del australiano es el pragmatismo de la de la libre información, y su objetivo es igual de claro: que exista una “agencia de inteligencia abierta al público”. Semejante leitmotiv, como ya dijo Slavoj Žižek, no es solo “mierda poética”, sino una posibilidad tangible, en la que todos podemos colaborar. Ahora Julian está en la prisión de Belmarsh, en Londres, y ni siquiera sus abogados han podido verlo, ¿es acaso ese el precio que se tiene que pagar por la verdad?

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#4 Tiempos

Xantolo 2023, viejos dilemas a nuevas tradiciones | Columna de León García Lam

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VOLUTA

 

Hace un año me llamaron para una entrevista por MG Radio. Jesús Aguilar me preguntó acerca de la importancia cultural del Xantolo, sin embargo sus preguntas poco me permitieron responder lo que con sinceridad pienso. Por ello, un año más tarde, escribo esta columna, para preguntarme y responderme lo que considero que debe ser preguntado y respondido acerca del famoso Xantolo.

 

Pregunta número 1: ¿Qué es el Xantolo y por qué se le considera tradición de San Luis Potosí?

No existe una tradición de día de muertos que se llame Xantolo, al parecer el término proviene del latín sanctorum (Sancta Sanctorum) y el término refiere a los objetos más sagrados de los templos judíos, vaya a usted a saber qué enredos ocurrieron para que se confundiera al sanctorum con xantolo. Lo que sí, es que en las cabeceras municipales (que no son indígenas) se impuso este nombre para llamarle al festival que organiza el municipio cada año: concurso de altar de muertos, concurso de comparsas, etcétera. Puedo asegurar, estimada y culta lectora de La Orquesta, que la fiesta de las cabeceras municipales, poco tiene de semejanza con lo que ocurre en las comunidades indígenas.

 

Pregunta número 2 ¿Entonces el Xantolo es una falsa tradición? ¿Cómo podemos conocer la verdadera tradición del día de muertos?

Tampoco existen las tradiciones falsas, sino más bien existen las tradiciones inventadas. Es muy común que todo aquello que se presenta como “tradicional” sirve como discurso para legitimar al poder en turno. Los gobiernos parten de crear mitos fundacionales tales como “respetar las raíces” o “preservar las tradiciones” y de ahí a la creación de rituales públicos, como desfiles, procesiones, actos solemnes, etcétera. Todos esas festividades son rituales sin religión, generalmente huecas y vacías, pero efectivas. ¿No le parece raro que esos mismos jóvenes que rechazan todo legado cultural estén encantados en celebrar -según ellos- la tradición del xantolo?

 

Pregunta número 3: ¿Cómo se vive el día de muertos en las comunidades indígenas?

Primero, se vive en comunidad. Segundo, la idea principal es compartir con los difuntos tamales, dulces, chocolate o atole.

Las comparsas representan a los ancestros que vienen del otro mundo y llegan a la comunidad.

 

Ahora, le comparto la carta de una ciudadana que me escribió lo siguiente:

Estimado antrop. León García Lam

Quiero contarle lo que ocurre en mi colonia y saber qué opina usted: Mi vecina de junto pone un altar a la Santa Muerte y el día 2 de noviembre saca al esqueleto para organizarle mitote y jolgorio; lo mismo hace con San Juditas, baile con caguamas, mujeres borrachas y pleito. Yo pienso que todo esto está muy mal, porque esta señora confunde la devoción católica con algo parecido a la brujería o el satanismo. 

Yo pongo altar de muertos, tradicional, como se ponía en el rancho de mi abuelita. En una mesa pongo los retratos de los que ya se fueron, con velas, agua y ofrendas para que los difuntos coman y beban, pues tienen sed. Esa es mi creencia católica y pienso que es la que está bien porque es la más tradicional.

El problema es que frente a los domicilios de nosotras, vive una señora, muy seria y recatada que es hermana protestante y dice de nosotras dos, que adoramos al diablo y a la muerte. Yo por más que le explico que lo que yo hago es muy diferente de lo que mi vecina de al lado hace, ella dice que somos igualmente adoradoras de satanás.

¿Usted qué opina Antrop. Lam? ¿Cuál es la verdadera tradición?

 

Mi respuesta es que, de ahora en adelante, hay que llamarle a todo esto “Xantolo”.

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#4 Tiempos

El paisaje | Columna de León García Lam

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VOLUTA

 

¿Qué es un paisaje? La definición que me gusta afirma que es la “impronta visual de cualquier lugar”. Usted se sube a la azotea de su casa y aquello que perciba como un flashazo (la impronta) es el paisaje de su barrio o colonia.

Hace unos días que regresé al terruño (osease la heroica ciudad de San Luis Potosí), debí esperar 40 minutos en una colonia popular y como vi un restaurante con terraza propuse a mi acompañante irnos ahí.  Pedimos cervezas para medir la velocidad del tiempo. Ya sabe: el calorcito, la terraza, la compañía y el paisaje.

  • ¿Cuál paisaje? —preguntó mi interlocutora.
  • Ése, todo lo que ves. —Respondí, señalando con el dedo un montón de fachadas y azoteas grises con tinacos negros y cables enredados.
  • ¿A eso le llamas paisaje?
  • Efectivamente, es un paisaje urbano popular. Quizá tú pienses que un paisaje debe ser agradable o bonito, pero he aquí uno que no necesariamente lo es. Aunque, a pesar de todo, a mí me gusta, pues siento cierta atracción por la belleza oculta en la decadencia. Todas esas casas fueron pintadas de amarillo, pero afortunadamente ya se deslavaron y ahora son grises otra vez y esperan ser pintadas de verde o del color favorito del poder en turno.

Luego, horas más tarde, veíamos el paisaje de la sierra de San Miguelito desde la azotea de mi domicilio. Muy parecido al anterior, solo que en esta ocasión el paisaje estaba saturado de viviendas blancas que no son precisamente populares. Temo que el paisaje de aquellos tiempos en que gozamos de la ciudad rodeada de cerros de cantera rosa, que enverdecía en estos días de lluvias se perdió irremediablemente.

—Me da tristeza ver este paisaje. —Dije para mis adentros

  • ¿Por qué? —Me pregunté
  • Porque ha cambiado mi paisaje, lo que vi prácticamente todos los días de mi vida, cuando fui niño, luego joven y ahora adulto, ya no existe. Quizá eso sintieron los ancestros, cuando se fundó una ciudad en medio de la nopalera y por ello la famosa bruja se rebeló. Quizá es lo que sienten los ejidatarios o comuneros cuando un fraccionamiento recién autorizado llega a cambiar la fisonomía de su entorno.
  • Pero ¿por qué dices que es tu paisaje? —Me dije enfatizando el “tu”
  • Primero, porque es lo que siento desde un yo muy interior que no puedo controlar, sino solo aceptar y acaso manifestar, aunque esté equivocado, pero también porque hay un yo plural. Estoy seguro de que miles de personas sienten algo parecido: los ejidatarios de la Garita, los comuneros de San Juan de Guadalupe y hasta los colonos de todo el sur de la ciudad debemos sentir que nos destruyeron el paisaje.

Todo eso me dije. Cuando un oleaje de contradicciones me invadió.

Efectivamente, todos esos proyectos inmobiliarios deben basarse en el derecho para afectar el entorno, el paisaje y hasta los recursos esenciales como el agua. No hay intención humana que no lo haga. Así se construyeron las grandes ciudades, el progreso y la civilización humana. Piense usted en cómo la Esfinge y las Pirámides de Egipto modificaron el entorno, no sólo por sus monumentos sino por el control de las anchas aguas del Nilo; de la misma manera, las pirámides de Bonampak, el Partenón, el Empire State y la Muralla China, todo ello ¿no ha modificado el paisaje de manera irreversible? Pues sí. Entonces, los empresarios inmobiliarios de San Luis Potosí tienen el mismo derecho de intervención que los egipcios.

Sin embargo, los 6 mil años (más o menos) que la humanidad lleva modificando el entorno ha llegado a su fin. Los recursos se agotaron y hoy somos cada vez más conscientes de que el desarrollo y el progreso no nos llevan a buen puerto. El reto del mundo actual es lograr poblaciones que no solo sean sostenibles y amigables con el medio ambiente, sino que sean regenerativas del paisaje.

¿Qué significa regenerar el paisaje? Significa volver a colocar las condiciones que mantenían un lugar como era, por lo menos antes de las ínfulas del progreso. Dicho de otra manera, es exactamente lo opuesto a lo que los intereses inmobiliarios y nuestros gobiernos estatal y municipales actuales están ejecutando por todas partes.

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#4 Tiempos

La Huasteca Autónoma | Columna de León García Lam

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En mi juventud (ya perdida) fui testigo en varios momentos críticos de la historia político-partidista reciente (no tan reciente) de que la “gubernatura de San Luis Potosí se gana con la Huasteca”. Es decir, que es sabido que, por mucha preferencia electoral que tenga un candidato en la capital, no gana una elección sin haber consensuado su victoria con la Huasteca, pero ¿en qué consiste específicamente este consenso y qué es la Huasteca?

En realidad, nadie sabe exactamente qué es la Huasteca. Aparentemente, es una región ubicada en la cercanía del Golfo de México y la Sierra Madre Oriental que va desde Tamaulipas hasta Veracruz e Hidalgo, pero puede llegar hasta Querétaro y quizá alguna vez alcanzó hasta Guanajuato. Una buena parte de San Luis Potosí es Huasteca. Pero como desde hace muchos siglos ha sido una región ocupada, no se sabe si huasteco es el ocupado o el colonizador. Probablemente los tének colonizaron esta región hace dos mil años, luego los nahuas los alcanzaron, siguieron los españoles, luego los rancheros y, por último, los turistas. Los tének dicen que huastecos son los nahuas; los nahuas dicen que huasteco es el “mestizo” que vive en las cabeceras municipales (o sea, los rancheros) y estos a lo mejor sí se aceptan como tales. No nos podríamos poner de acuerdo en esto, porque los turistas le dicen huasteco a todo lo que tenga cascadas.

Durante décadas -es decir, todo el siglo XX- se conformó una estructura clientelar en la Huasteca, dominada por una minoría: los no indígenas (o sea los rancheros terratenientes huastecos) ocuparon los puestos de decisión (presidencias de partidos, ayuntamientos y cabildos). La población indígena acató los lineamientos de organización política y electoral del estado, por medio de una estructura basada en partidos políticos. Los indígenas eligen al partido político de su preferencia para colocar a un ranchero como su presidente municipal. Los indígenas del PAN se pelean apasionadamente contra los indígenas afiliados al PRI para colocar a su ranchero-candidato. Poco se repara en que el candidato del PAN es un ranchero primo del candidato del PRI (en esos lugares todos son parientes) y que, aunque gane uno u otro, seguirán siendo rancheros que tienen la sartén por el mango para decidir el futuro económico de ese municipio. No tengo nada contra los rancheros en lo particular: al contrario, soy fan de sus quesos y de la cecina huasteca.

Cuando los turistas visitan la Huasteca y ven su riqueza y majestuosidad siempre se preguntan:

¿Por qué los indígenas son pobres si tienen tantos recursos?

Se responden a sí mismos una sarta de respuestas equivocadas que no voy a comentar aquí porque al decirle huasteco a todo, piensan que tan huasteco es un ranchero terrateniente como la señora con petop que les vendió el zacahuil que se zamparon.

Durante todo el siglo XX, los rancheros terratenientes gobernaron la Huasteca y es con ellos con quienes el candidato a gobernador tiene que acordar su victoria y aquí entra la famosa frase “No se gana sin el apoyo de la Huasteca”.

Bueno, pues esta situación está por terminar.

Las comunidades indígenas de los municipios de Tanlajás, San Antonio y Tancanhuitz llevan años solicitando al Congreso del Estado y al Consejo Estatal Electoral y de Participación Ciudadana (CEEPAC) ser escuchados pues no quieren seguir participando de un sistema que los pone en desventaja electoral, política, social y económica frente a una minoría.

Quieren elegir a sus autoridades bajo sus propios usos y costumbres.

Quieren desarrollar sus propios proyectos productivos porque como todos los mexicanos tienen derecho a decidir por su propia prosperidad.

Están hartos de ser pasivos en el desarrollo de su propia tierra y que los de afuera les digan qué es lo bueno para ellos.

Así que más de 120 comunidades tének y nahuas y cientos de localidades con una sentencia del Tribunal Federal Electoral en su mano exigen al CEEPAC y al Congreso del Estado que se respeten sus derechos político electorales, para abrir paso a la elección por usos y costumbres indígenas, en congruencia con lo que establece la Constitución: “…la Nación tiene una composición pluricultural sustentada originalmente en sus pueblos indígenas…”.

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