abril 24, 2024

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#Si Sostenido

La verdad nos hará libres: el internet como herramienta contra el totalitarismo | Columna de Eden Martínez

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Julian Assange

Funambulista 

 

El pasado jueves 11 de abril a las 10 de la mañana, arrestaron a Julian Assange, fundador de WikiLeaks, después de haber estado refugiado por 7 años en la embajada de Ecuador en Londres. Para muchos, incluyéndome a mí, no fue una sorpresa: ese momento se veía venir desde que el nuevo gobierno de Ecuador liderado por el presidente Lenin Moreno, con un perfil diplomático mucho más alineado a los intereses y peticiones de Estados Unidos, diera señales de desagrado, incomodidad y hostilidad ante la permanencia de Julian en su embajada. Cualquiera que haya escuchado las declaraciones que dio Moreno sobre la situación de Assange, ya se había hecho a la idea de que los días de protección del australiano estaban contados. Incluso así, algunos teníamos todavía la esperanza de que se abriera alguna vereda en las negociaciones, que evitara el camino de la extradición.

En diciembre del año pasado, en entrevista con Carmen Aristegui, el nuevo presidente de ecuador dijo que solo se le retiraría el refugio diplomático a Julian con la condición de que las autoridades británicas prometieran no extraditarlo a un territorio en el que su vida corriera peligro. Sin embargo, aquello precisamente fue lo que sucedió: en cuanto se retiró el asilo político al fundador de WikiLeaks, la Policía Metropolitana británica lo arrestó —un arresto que despierta muchas preguntas, en las imágenes se ve que la policía entró a la embajada para sacarlo— por no haber comparecido anteriormente en los tribunales de la isla, pero también por la presencia de una petición de extradición de los Estados Unidos.

Dos años antes—en mayo del 2017— la fiscalía sueca cerró la investigación de abuso sexual contra Assange, además de la orden de arresto por la que inicialmente Gran Bretaña quería extraditarlo. Acusaciones que desencadenaron todos los acontecimientos que conocemos: la situación sin salida que lo mantuvo en la embajada ecuatoriana 7 años. Los cargos penales que el australiano mantuvo después de esa fecha eran precisamente por no haberse presentado a los juzgados cuando se levantó la orden en el 2012. Situación jurídica que mantenía abierta la posibilidad de que el gobierno de Trump reclamara su cabeza, porque, admitámoslo, solo los ingenuos creerían que el asunto Assange no tiene fines políticos. Tomando en cuenta que el 90% de los acusados por delitos federales de Estados Unidos son declarados culpables, y que el cargo de “conspiración” se le puede imputar, que Julian Assange sea condenado a muerte es una posibilidad.

¿Pero cuál es el mensaje que se quiere mandar con su detención? ¿Qué es lo que está en juego? Los principios mismos de la libertad de expresión, y la posición jurídica y simbólica del internet como herramienta de libre tráfico de información. WikiLeaks es una plataforma whistleblower —que significa más o menos denunciante—, su objetivo es publicar y difundir información clasificada de una manera ciega, en la que sus whistleblowers o soplones permanecen en el anonimato incluso para los editores del sitio. Esto quiere decir que Julian Assange y el equipo que administra WikiLeaks no saben quiénes o quién les envía la información que reciben. Una vez que los datos filtrados son recibidos, WikiLeaks se encarga de confirmarlos, garantizar que sean genuinos y verdaderos. Después, los publican.

Esto es importante por un motivo crucial: Julian Assange no se infiltró en el sistema de la NSA (National Security Agency), ni en ninguna otra agencia de gobierno o similar: Julian no es un hacker —aunque lo fue en su juventud—, es un periodista: publica en su sitio la información que le envían —hackers, quizá— solo después de corroborar su legitimidad. Aun así, es casi seguro que lo van a tratar de imputar por robo de información para fines políticos y de intervenir en las elecciones estadounidenses por publicar los emails de Hillary Clinton cuando era Secretaria de Estado (https://wikileaks.org/clinton-emails/); y por intento de violación de la seguridad nacional por publicar evidencias de crímenes de guerra (https://collateralmurder.wikileaks.org/).

Pero, si toda la información que WikiLeaks publica es cierta y aún si él mismo la hubiera hackeado, ¿Quién es el verdadero criminal? ¿Aquel que dio a conocer el crimen o aquel que lo cometió? Muchos teóricos políticos (y políticos) creen que los Estados Nación no deberían estar sujetos a las mismas responsabilidades que los individuos, incluyendo la rendición de cuentas. Con el pretexto de proteger la “estabilidad nacional” los gobiernos se desembarazan de hacerse cargo de las consecuencias de sus errores y de sus abusos. Ahora bien, los secretos de estado son necesarios hasta cierto punto, o por lo m enos hay algunas razones para créelo así, sobre todo en conflictos armados o cuando haya vidas en peligro, ¿qué pasaría si todos tuviéramos acceso a las estrategias y a los nombres y domicilios de los oficiales encargados de la lucha contra el narcotráfico? El asunto es entonces hasta dónde llega la inmunidad del Estado, ¿Qué tan transparente puede y debe ser un gobierno? Todas estas cuestiones deberían estar sobre la mesa actualmente, y es justamente por esto, por exponer un problema, por lo que Julian Assange está ahora en una celda.

Ahora en el 2019, creo que la mayoría somos conscientes de que las agencias de inteligencia internacionales y nacionales son capaces de espiar y recopilar nuestros datos. Incluso las empresas más populares de internet pueden hacerlo, y lo han estado haciendo desde hace tiempo con fines comerciales. Pero una cosa es utilizar la información básica de los usuarios para enviarles publicidad, y otra es utilizarla para modificar nuestra conducta. El 10 de abril del 2018, Mark Zuckerberg, fundador y CEO de Facebook, tuvo que presentarse ante el Congreso de los Estados Unidos por haberle entregado información de 87 millones de usuarios a la compañía privada Cambridge Analytica. Esta compañía utilizó dicha información para crear una base de datos de perfiles de votantes, con el objetivo de modificar directamente su opinión política con respecto a las elecciones norteamericanas del 2016, mostrándoles determinados contenidos temáticos en sus cuentas de Facebook.

Según estadísticas del Banco Mundial, en el 2016 el 45.7% de la población mundial utilizaba el internet, con un aumento promedio de 5% cada año. Facebook reporta tener 1.52 billones de usuarios diarios –que utilizan la red social al menos una vez al día— y WhatsApp 1.5 billones de usuarios “activos”, de los cuales la mayoría utiliza la aplicación por lo menos 23 veces diarias. En un mundo como este, en el que internet se ha convertido en el territorio político y estratégico más importante de la historia, y en la que los gobiernos y los millonarios pueden saber absolutamente todo sobre nosotros, una distopía totalitaria parece más posible que nunca. Irónicamente, el internet también ha sido lugar de resistencia y resiliencia, y ese es precisamente el mensaje de Julian Assange y WikiLeaks: hay que tratar de equilibrar el tablero. Hoy por hoy, si no queremos regresar a enviar palomas mensajeras, la única manera de evitar ser manipulado por las corporaciones estatales y privadas que tienen acceso a todos los aspectos de nuestras vidas es precisamente obligarlos a rendir cuentas, y el único camino para lograrlo es hacer pública la información que demuestre sus errores.

Además de WikiLeaks, las páginas web más simbólicas del llamado “internet libre”, como https://thepiratebay.org/, o http://gen.lib.rus.ec/ , no son terribles enemigos de la legalidad y las buenas maneras, sino más bien intentos de democratizar la web y sus monopolios. Por otro lado, no podemos negar que el internet completamente libre y sin reglas ha llegado a excesos desquiciados y sociopáticos. El ideal del libre comercio más radical tiene su insignia más abyecta en los portales de tráfico infantil y de armas en la Deep Web. Pero, vamos, este no es el caso de WikiLeaks, y a cualquiera que trate de demeritarlo tomando esa línea argumentativa le hace falta darle un vistazo al sitio (https://wikileaks.org/, otra vez, por si acaso).

La única ideología del australiano es el pragmatismo de la de la libre información, y su objetivo es igual de claro: que exista una “agencia de inteligencia abierta al público”. Semejante leitmotiv, como ya dijo Slavoj Žižek, no es solo “mierda poética”, sino una posibilidad tangible, en la que todos podemos colaborar. Ahora Julian está en la prisión de Belmarsh, en Londres, y ni siquiera sus abogados han podido verlo, ¿es acaso ese el precio que se tiene que pagar por la verdad?

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#4 Tiempos

¿Existe la ciencia neoliberal? | Columna de León García Lam

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VOLUTA

 

Una polarización creciente se ha cernido sobre el mundo y ha generado una guerra de trincheras por todas partes, que si la derecha, que si los conservadores, que si los musulmanes, que si metemos a la cárcel a los que le caen gordos a la tía Tatis, etcétera. Las multitudes se abalanzan a opinar. Usted no, por supuesto, estimada y culta lectora de La Orquesta. Usted y yo no caemos en esa trampa de la opinión sin ton ni son que nos polariza. Sin embargo, quisiera ofrecerle el humilde punto de vista de un antropólogo acerca de la polémica sobre ciencia e ideología. El nuevo CONACYT con H (CONAHCYT) ha acusado a sus antecesores de practicar una ciencia neoliberal y muchos científicos afirman que tal cosa no puede existir, pues la ciencia no tiene ideología.

Una de las grandes fortalezas de la ciencia —virtud que nunca se le ha visto a un diputado— es que es capaz de reconocer sus errores. La ciencia constantemente se inmola a sí misma sobre sus antecedentes. Es capaz de decirse y desdecirse. Esta virtud se basa en un principio de objetividad. La ciencia es capaz de desapasionarse. Es decir, puede reconocer un resultado, aunque este no sea el esperado o resulte adverso a las emociones, afectos o creencias de sus investigadores. Aquí se puede recordar al gran Lineo, quien empeñado en demostrar que en la naturaleza había un orden establecido por Dios, diseñó una clasificación de plantas que terminó por sentar las bases de la teoría evolutiva.

Por eso, la ciencia es capaz de observar objetivamente toda clase de fenómenos y por eso se dice con toda razón que los intereses científicos son ajenos a cualquier ideología.

Sin embargo, la ciencia no solo observa objetivamente átomos, moléculas, células, planetas o microbios. También observa seres humanos, lo cual significa dejar de lado el microscopio y usar el espejo para vernos a nosotros mismos. Las ciencias sociales observan no solo a otros seres humanos, sino a seres humanos que observan a otros seres humanos y esto genera una reflexión muy compleja.

Los colegas físicos, químicos o astrónomos están acostumbrados a una observación directa de los fenómenos que estudian. Los científicos sociales estamos habituados a considerarnos a nosotros mismos en la observación. Esto produce dos visiones científicas de la misma ciencia. Una que supone a la ciencia como una tarea objetiva, neutra y desinteresada y otra que cobra conciencia de cómo los intereses humanos guían a la investigación científica. Entonces para responder a la pregunta ¿existe la ciencia neoliberal? La respuesta llana es sí, sí existe. Hay intereses neoliberales fortaleciendo intencionalmente a ciertos temas científicos. Aun más: hay científicos con intenciones neoliberales practicando ciencia objetiva. Disculpe culta lectora de La Orquesta que dejé abandonado el tema de qué significa ser neoliberal para otra Voluta.

A pesar de la eficacia del método científico y su asombrosa capacidad para darnos conocimientos objetivos, hay suficiente evidencia de que las ideologías de los estados nacionales, las religiones y los intereses económicos juegan un papel fundamental en la llamada ciencia de frontera. La película de Oppenheimer visualiza cómo es que los políticos (y las situaciones históricas por las que atraviesan) manipulan y controlan los avances científicos. Se puede afirmar que el interés científico por la física cuántica no proviene de un interés neutral, sino absolutamente político. No puede existir tal interés inocente o neutro por la ciencia, pues los intereses científicos son dirigidos por intenciones económicas y militares. Una vez reconocida la injerencia de otros aspectos no científicos en la ciencia, habrá que decir que no sólo se trata de acusar al capitalismo o al neoliberalismo como manipuladores del interés científico, sino que también el comunismo, el BRICS y el alter mundo dirige a sus científicos con los mismos intereses económicos y militares.

Las universidades, los centros de investigación, los laboratorios y hasta las bibliotecas responden a los intereses ideológicos de los estados. Abundan los ejemplos: la relación entre las agencias espaciales y los consejos de seguridad, los avances biomédicos, la inteligencia artificial, etcétera.

En otras palabras, la trinchera de discusión que en México se ha abierto intenta responder la pregunta, la ciencia mexicana ¿a quién debe responder? ¿A la sociedad? ¿Al Estado? ¿A sí misma? Si es el Estado quién financia las becas y las estancias de investigación ¿no debe ser entonces quien regule y quien determine los intereses a investigar? Si la ciencia es útil, ¿no debiera dirigirse sus investigaciones al servicio de la sociedad? Pero ¿en verdad la ciencia debe ser útil o debe promoverse la libertad de investigación con independencia de su utilidad? No lo sé.

Por un lado, está la ingenuidad, creer o querer creer que es posible una ciencia desinteresada y desvinculada de los intereses nacionales o globales; por otro, está el terrible pragmatismo que pone a la ciencia como una sirviente del Estado y peor, la constricción a todo espíritu creativo que desee investigar algo y que no responda a los parámetros de la caprichosa sociedad que la mantiene.

En mi opinión, de antropólogo, pero que no necesariamente coincide con mis colegas de profesión y formando parte del fenómeno del que me quejaba al principio, montando el caballo loco de la opinomanía, pienso que la solución es que nuestro sistema mexicano de investigación científica debiera ser lo suficientemente abierto para que coexistamos tanto aquellos investigadores que colaboran entusiastamente en los intereses que atañen al estado mexicano (y que logren por fin la vacuna Patria y los respiradores Écahtl), pero también aquellos que trabajan para intereses corporativos o empresariales y quienes hacemos ciencia artesanal (la cual explicaré en otra ocasión).

Estoy convencido de que, en la tolerancia a la diversidad de posturas y en que, en nuestro país TODAS tengan una posible expresión y posibilidad pública, está la clave ¿y usted qué opina?

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#4 Tiempos

Xantolo 2023, viejos dilemas a nuevas tradiciones | Columna de León García Lam

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VOLUTA

 

Hace un año me llamaron para una entrevista por MG Radio. Jesús Aguilar me preguntó acerca de la importancia cultural del Xantolo, sin embargo sus preguntas poco me permitieron responder lo que con sinceridad pienso. Por ello, un año más tarde, escribo esta columna, para preguntarme y responderme lo que considero que debe ser preguntado y respondido acerca del famoso Xantolo.

 

Pregunta número 1: ¿Qué es el Xantolo y por qué se le considera tradición de San Luis Potosí?

No existe una tradición de día de muertos que se llame Xantolo, al parecer el término proviene del latín sanctorum (Sancta Sanctorum) y el término refiere a los objetos más sagrados de los templos judíos, vaya a usted a saber qué enredos ocurrieron para que se confundiera al sanctorum con xantolo. Lo que sí, es que en las cabeceras municipales (que no son indígenas) se impuso este nombre para llamarle al festival que organiza el municipio cada año: concurso de altar de muertos, concurso de comparsas, etcétera. Puedo asegurar, estimada y culta lectora de La Orquesta, que la fiesta de las cabeceras municipales, poco tiene de semejanza con lo que ocurre en las comunidades indígenas.

 

Pregunta número 2 ¿Entonces el Xantolo es una falsa tradición? ¿Cómo podemos conocer la verdadera tradición del día de muertos?

Tampoco existen las tradiciones falsas, sino más bien existen las tradiciones inventadas. Es muy común que todo aquello que se presenta como “tradicional” sirve como discurso para legitimar al poder en turno. Los gobiernos parten de crear mitos fundacionales tales como “respetar las raíces” o “preservar las tradiciones” y de ahí a la creación de rituales públicos, como desfiles, procesiones, actos solemnes, etcétera. Todos esas festividades son rituales sin religión, generalmente huecas y vacías, pero efectivas. ¿No le parece raro que esos mismos jóvenes que rechazan todo legado cultural estén encantados en celebrar -según ellos- la tradición del xantolo?

 

Pregunta número 3: ¿Cómo se vive el día de muertos en las comunidades indígenas?

Primero, se vive en comunidad. Segundo, la idea principal es compartir con los difuntos tamales, dulces, chocolate o atole.

Las comparsas representan a los ancestros que vienen del otro mundo y llegan a la comunidad.

 

Ahora, le comparto la carta de una ciudadana que me escribió lo siguiente:

Estimado antrop. León García Lam

Quiero contarle lo que ocurre en mi colonia y saber qué opina usted: Mi vecina de junto pone un altar a la Santa Muerte y el día 2 de noviembre saca al esqueleto para organizarle mitote y jolgorio; lo mismo hace con San Juditas, baile con caguamas, mujeres borrachas y pleito. Yo pienso que todo esto está muy mal, porque esta señora confunde la devoción católica con algo parecido a la brujería o el satanismo. 

Yo pongo altar de muertos, tradicional, como se ponía en el rancho de mi abuelita. En una mesa pongo los retratos de los que ya se fueron, con velas, agua y ofrendas para que los difuntos coman y beban, pues tienen sed. Esa es mi creencia católica y pienso que es la que está bien porque es la más tradicional.

El problema es que frente a los domicilios de nosotras, vive una señora, muy seria y recatada que es hermana protestante y dice de nosotras dos, que adoramos al diablo y a la muerte. Yo por más que le explico que lo que yo hago es muy diferente de lo que mi vecina de al lado hace, ella dice que somos igualmente adoradoras de satanás.

¿Usted qué opina Antrop. Lam? ¿Cuál es la verdadera tradición?

 

Mi respuesta es que, de ahora en adelante, hay que llamarle a todo esto “Xantolo”.

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#4 Tiempos

El paisaje | Columna de León García Lam

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VOLUTA

 

¿Qué es un paisaje? La definición que me gusta afirma que es la “impronta visual de cualquier lugar”. Usted se sube a la azotea de su casa y aquello que perciba como un flashazo (la impronta) es el paisaje de su barrio o colonia.

Hace unos días que regresé al terruño (osease la heroica ciudad de San Luis Potosí), debí esperar 40 minutos en una colonia popular y como vi un restaurante con terraza propuse a mi acompañante irnos ahí.  Pedimos cervezas para medir la velocidad del tiempo. Ya sabe: el calorcito, la terraza, la compañía y el paisaje.

  • ¿Cuál paisaje? —preguntó mi interlocutora.
  • Ése, todo lo que ves. —Respondí, señalando con el dedo un montón de fachadas y azoteas grises con tinacos negros y cables enredados.
  • ¿A eso le llamas paisaje?
  • Efectivamente, es un paisaje urbano popular. Quizá tú pienses que un paisaje debe ser agradable o bonito, pero he aquí uno que no necesariamente lo es. Aunque, a pesar de todo, a mí me gusta, pues siento cierta atracción por la belleza oculta en la decadencia. Todas esas casas fueron pintadas de amarillo, pero afortunadamente ya se deslavaron y ahora son grises otra vez y esperan ser pintadas de verde o del color favorito del poder en turno.

Luego, horas más tarde, veíamos el paisaje de la sierra de San Miguelito desde la azotea de mi domicilio. Muy parecido al anterior, solo que en esta ocasión el paisaje estaba saturado de viviendas blancas que no son precisamente populares. Temo que el paisaje de aquellos tiempos en que gozamos de la ciudad rodeada de cerros de cantera rosa, que enverdecía en estos días de lluvias se perdió irremediablemente.

—Me da tristeza ver este paisaje. —Dije para mis adentros

  • ¿Por qué? —Me pregunté
  • Porque ha cambiado mi paisaje, lo que vi prácticamente todos los días de mi vida, cuando fui niño, luego joven y ahora adulto, ya no existe. Quizá eso sintieron los ancestros, cuando se fundó una ciudad en medio de la nopalera y por ello la famosa bruja se rebeló. Quizá es lo que sienten los ejidatarios o comuneros cuando un fraccionamiento recién autorizado llega a cambiar la fisonomía de su entorno.
  • Pero ¿por qué dices que es tu paisaje? —Me dije enfatizando el “tu”
  • Primero, porque es lo que siento desde un yo muy interior que no puedo controlar, sino solo aceptar y acaso manifestar, aunque esté equivocado
    , pero también porque hay un yo plural. Estoy seguro de que miles de personas sienten algo parecido: los ejidatarios de la Garita, los comuneros de San Juan de Guadalupe y hasta los colonos de todo el sur de la ciudad debemos sentir que nos destruyeron el paisaje.

Todo eso me dije. Cuando un oleaje de contradicciones me invadió.

Efectivamente, todos esos proyectos inmobiliarios deben basarse en el derecho para afectar el entorno, el paisaje y hasta los recursos esenciales como el agua. No hay intención humana que no lo haga. Así se construyeron las grandes ciudades, el progreso y la civilización humana. Piense usted en cómo la Esfinge y las Pirámides de Egipto modificaron el entorno, no sólo por sus monumentos sino por el control de las anchas aguas del Nilo; de la misma manera, las pirámides de Bonampak, el Partenón, el Empire State y la Muralla China, todo ello ¿no ha modificado el paisaje de manera irreversible? Pues sí. Entonces, los empresarios inmobiliarios de San Luis Potosí tienen el mismo derecho de intervención que los egipcios.

Sin embargo, los 6 mil años (más o menos) que la humanidad lleva modificando el entorno ha llegado a su fin. Los recursos se agotaron y hoy somos cada vez más conscientes de que el desarrollo y el progreso no nos llevan a buen puerto. El reto del mundo actual es lograr poblaciones que no solo sean sostenibles y amigables con el medio ambiente, sino que sean regenerativas del paisaje.

¿Qué significa regenerar el paisaje? Significa volver a colocar las condiciones que mantenían un lugar como era, por lo menos antes de las ínfulas del progreso. Dicho de otra manera, es exactamente lo opuesto a lo que los intereses inmobiliarios y nuestros gobiernos estatal y municipales actuales están ejecutando por todas partes.

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