#4 Tiempos
Una respetuosa reflexión a los opositores | Columna de Enrique Domínguez
Cuentas claras
En un país de más de 125 millones de habitantes, es común que exista la discrepancia. Cualquier hecho contrario a nuestro pensamiento nos hace jerarquizar de inmediato la postura ideológica antes que cualquier estima, vulnerando con ello el acercamiento a personas que pueden tener coincidencias de otra índole, esta actuación habla de una cerrazón que nada tiene que ver con el don natural del afecto humano y solo nos hará enaltecer el odio como premisa fundamental en un país radicalizado.
El extremismo es un encuentro con la evolución de caminos que nos llevan a la independencia intelectual, vivimos en épocas de cambio, no por ello debemos dejar de ser sensibles a una realidad que nos pide a gritos ser considerada, evitando hacer un análisis introspectivo para determinar las causas de los males que nos aquejan como nación. No se trata de la idea estúpida del reclamo a priori de cualquier sutileza que enarbole los oídos y nos siga favoreciendo en nuestros vanos escrúpulos para asimilar esas bases y entablar una lucha diaria para el reclamo fácil.
Es triste decir que puede más un encabezado que una lectura entrelíneas de cualquier artículo para un correcto raciocinio de la realidad, a veces olvidamos que una pequeña minoría se resiste al cambio y con ello no quiero entablar el debate, pero sí vale la pena recordar a ese grupúsculo de empresarios, políticos y proveedores que ahora reclaman con vehemencia esos lindos manjares de privilegios que en otros tiempos disfrutaron dejando a un lado la ética y el principio elemental de la honestidad.
Es mezquino y completamente incongruente que prevalezca más la publicación visceral de un desdichado opositor doliente, que la realidad de una investigación arraigada por la curiosidad natural. Dicho en pocas palabras, puede más la información facilitada en una red social que el sentido común.
Responder a los reclamos sociales es necesario en un país que por décadas se olvidó de los marginados, de las comunidades apartadas sin la idea de ver por ellos, el racismo y el clasismo son solo una muestra de un estancamiento en el pasado marcado por el sectarismo y la conglomeración de ideas erróneas que datan de la época medieval.
Apelar por un país que sea sensible es extremadamente necesario, es muy importante olvidarse del círculo cercano y de los allegados, para saber que México no es ese mundo cerrado que creemos nos pertenece, México es más y requiere que la visión traspase fronteras para asimilar la realidad, la dolencia del marginado y evitar ser ignorante ante el problema ajeno.
Somos una sociedad compleja, albergamos tradiciones y ataduras que nos ligan a hacer prevalecer arraigos que difícilmente pueden ser modificados.
Rencores y resentimientos surgen de aquellos que se sienten derrotados, hay por su parte incertidumbre, existen dogmas que se mantienen y no son superados, por lo menos ahora. La violencia desatada en redes es constante, repetitiva, genera hastío junto con las réplicas, la falta de respeto y la descalificación de aquellos que discrepan.
En muchos casos se anteponen las ideas religiosas, sale a flote el racismo, el clasismo y la descalificación a quien piensa diferente, no es para menos, tener esa sensación de incredulidad, de duda y saberse derrotados no es una tarea fácil, es una especie de resignación, al igual que la muerte, solo requiere de tiempo, sin embargo, no faltan aquellos que hacen recordar la tragedia acontecida para sumirse en una profunda depresión a través de periodistas que, sin un ápice de ética, solo evidencian el tamaño de la paga obtenida de manera poco ortodoxa, hoy llamado “chayote”. Estos periodistas, a no ser que tengan un claro interés de hablar con la verdad, tal parece que sirvieron a un gobierno que solventó su voz para manipular conciencias.
Ahora en una especie de emboscada geopolítica, el fascismo y la ultraderecha se están manifestando, arraigando esos supuestos valores que cobija un espíritu conservador, dando énfasis a una cargada de derecha que antepone valores que a su juicio deben prevalecer. Para muestra basta observar el golpe de estado acontecido en Bolivia, Jeanine Áñez se erige como presidenta, la violencia se desata en su país, una emboscada a Evo Morales, frases completamente discriminatorias están incluidas en su discurso, el desprecio y malestar con los pueblos indígenas es una clara prueba de ello, con un apoyo del supremacismo militar, mano dura y una línea dictatorial pretenden adueñarse de un país que para muchos era un ejemplo, caracterizado por un crecimiento sostenido de la economía y una disminución sensible de la pobreza extrema.
¿Qué está pasando?
La evolución se está dando con un pensamiento que erradica por completo la sensibilidad y la empatía, hay reclamos viscerales llenos de odio para generar un vómito que solo deja entrever las carencias y desahogos efímeros pidiendo medidas coercitivas que generan con ello masacres y daños irreparables a civiles. Hay también quienes piden con vehemencia un golpe de Estado, atrincherarse y generar un mar de sangre para acabar con las consecuencias de gobiernos fallidos, castigadores y represores .
La anteposición de intereses es lo que prevalece en un México donde los negocios turbios eran menester para continuar con las vejaciones, corruptelas e impunidad en la cual los gobiernos anteriores eran firmes participantes, estando involucrados en un mar de estiércol.
Aquel que se jacta de pertenecer a la élite por el simple hecho de sentirse acogido por un partidismo conservador solo es un deseo exacerbado de sentirse importante en una sociedad que está odiando a su propio país con el denuesto, la mentira y un deseo irracional de desgracia para enarbolar una sonrisa mezquina y poder gritar a los cuatro vientos: “Se los dije”.
Somos una sociedad que por lo general antepone principios religiosos para concebir una norma moral, estableciendo lo bueno y lo malo. No existe la libertad y la franqueza para tener un pensamiento libre de arraigo, se desarrolla con ello el juicio a personas solo por su apariencia, donde la calificación barata de asumir en primera instancia que no se pertenece a una clase por su aspecto físico y su condición, son aspectos deplorables e incalificables de nuestro limitado círculo social.
Sin el afán de generalizar y con la obviedad de que existen personas conservadoras, con un alto sentido de la ética, hay quienes se caracterizan, entre otras cosas, por la ingenuidad, sin la posibilidad de anteponer un momento de reflexión y análisis antes de emitir un juicio acerca de lo que se lee, se escucha o se ve.
La ingenuidad es en parte una rama inmisericorde de la ignorancia, recurrir a la información “fácil” es un deporte que se hace con gran facilidad, el prejuicio permanece en una mente incapaz de tener la sensibilidad suficiente como para tratar de crear un vínculo de comunicación, el egoísmo caracteriza a esos personajes que permanecen con una ceguera debida a tradiciones y herencias de una moral caótica incapaz de generar la autonomía que como seres humanos debemos de mantener.
La clase media se ha visto afectada al igual que las personas de bajos recursos, el modus vivendi se ha adaptado a las circunstancias, una clase media en este país es una clase pobre en otros países, ha tolerado la opresión, la pérdida del poder adquisitivo y la enorme corrupción, nos representa a una gran mayoría, está poco informada, sostiene una verdad basada en redes sociales como Facebook, Twitter o WhatsApp. Difícil resulta leer entre líneas, se establece una falsa verdad atribuyendo veracidad a algo que ni siquiera ha sido comprobado, se recurre a fuentes fáciles, o, en el peor de los casos, se antepone el interés personal del juicio vano para juzgar a los que no piensan igual, existe la ira, el enojo y el odio para llamar y dilapidar a los corrientes, morenos, nacos, pobres, jotos, prietos, feos, pueblerinos, comunistas, pendejos y subrayar la famosa frase: “Pensé que eras más inteligente”, cabe observar que: ¿la inteligencia se da solo por pensar de manera similar?
¿Dónde está ese pensamiento que se concibe como un don prodigioso de mantener esa autonomía a través de la luz natural de la razón?
La oposición fomenta la indiferencia y el egoísmo, alimentado por mensajes manipulados de fácil exposición en redes sociales para ser tragados y nunca digeridos, esta sociedad por lo general ama y se regodea en su propia ignorancia.
Vivir en un mundo perfecto resulta imposible, pero dar voz a una minoría que con cizaña solo enarbola el encono es una muestra de egoísmo fundamentado en la malicia que solo daña el tejido social de este lindo lugar llamado México.
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#4 Tiempos
El Piano eléctrico: desarrollo potosino | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
Los diseños de pianos electromecánicos tuvieron su auge en 1929 y en la década de los cincuenta del siglo XX comenzaron a usarse en audiciones públicas. La historia de su desarrollo menciona los nombres de Lloyd Loar, Benjamin Meissner, Rudolph Wurlizer, Harold Rodhes y el piano Neo-Bechstein, entre los principales.
Sin embargo, el nombre de Francisco Javier Estrada no aparece en estos recuentos, a pesar de haber sido el primer reporte de un diseño de piano eléctrico a nivel mundial, como resultado de sus investigaciones en reproducción del sonido por medios eléctricos. El reporte público de Estrada se realizó el 19 de diciembre de 1878 en el periódico El Siglo XIX, donde Estrada daba cuenta de sus experimentos con una cuerda vibratoria y su transducción a señal eléctrica, mediante una membrana de tambor que amplificaba el sonido. Estrada, solo presentó su idea y diseño y la puso al servicio de los interesados a finde que pudieran materializarla y mejorarla, al no poder solventar los gastos necesarios para su construcción y la falta de servicios artesanales especializados. Estrada decidía publicar los principios y la descripción del instrumento citado, temeroso de que algún día, no muy lejano, se presentara del extranjero algún instrumento de música idéntico o semejante, o lo que era peor, alguna petición exótica de privilegio con perjuicio de los artesanos mexicanos.
Ochenta años mediaron entre la publicación del diseño de Estrada y la materialización en el extranjero de un piano eléctrico con funcionamiento electro-mecánico.
Para mayores detalles y más información pueden consultar mi artículo alojado en la dirección:
(PDF) Francisco Javier Estrada el inventor del piano eléctrico. Available from: https://www.researchgate.net/publication/396325293_Francisco_Javier_Estrada_el_inventor_del_piano_electrico.
Francisco Javier Estrada insigne científico potosino que destacó a nivel mundial en el ámbito de la física en el siglo XIX convirtiéndose en el físico más importante de México, tiene una numerosa contribución de aportes, de primicias mundiales, las cuales en su mayoría son desconocidas o adjudicadas a otros personajes.
Hemos estado realizando investigación y difusión sobre la vida y obra de este genial potosino, Francisco Javier Estrada y en esta columna del Cronopio en la Orquesta, hemos tratado algunas de esas trascendentales aportaciones.
Una de las aportaciones técnicas de Francisco Javier Estrada que no aparecen en los registros científicos históricos es la propuesta de reproducción del sonido por medios eléctricos. Su tema central de trabajo que implementó en la década de los setenta decimonónicos fue la reproducción del sonido, colocándose en la frontera del conocimiento en ese tema.
Como hemos apuntado en trabajos anteriores, muchas de sus aportaciones y primicias mundiales han quedado en el olvido y poco a poco se están rescatando para colocar en la palestra mundial el gran genio de Estrada, como el físico mexicano más importante del siglo XIX y uno de los principales a nivel mundial, cuyas glorias no se proyectaron por la idiosincrasia social del país, aunque su genio de cierta forma era reconocido en el país, aunque no lo suficiente.
Sistemas como el motor eléctrico, nuevos sistemas de telefonía y la comunicación inalámbrica son parte de sus aportaciones trascendentes que cambiaron a nuestras sociedades y cuyas aportaciones aprovechadas por otros científicos dejan de lado la aportación primaria de Estrada en la historia de la ciencia y la tecnología. Como una aplicación de sus investigaciones en electromagnetismo y reproducción del sonido, se encuentra su propuesta de un piano eléctrico, cuyos experimentos base realizó en San Luis Potosí y con los que propuso un diseño para la construcción de un piano eléctrico que transformaba las vibraciones acústicas en eléctricas con el fin de amplificar el sonido.
El piano como tal no pudo construirlo por carecer de recursos suficientes, así como problemas para abastecerse de los materiales necesarios y el apoyo de los constructores artesanos; sin embargo, publicó en medios de comunicación masiva sus propuestas con el fin de registrar su idea, sus experimentos y su diseño para la construcción del piano eléctrico y su extensión a otros instrumentos de cuerda.
Su propuesta era resultado de experimentos anteriores de Estrada con sistemas telefónicos, donde había realizado mejoras a los ya existentes, logrando construir teléfonos cuya reproducción del sonido era más clara y de mayor intensidad. Parte de esas mejoras las utilizaría en su propuesta del piano eléctrico, entre ellas los fundamentos de micrófonos de carbón y de la comunicación inalámbrica.
Los potosinos debemos estar orgullosos de Francisco Estrada y colocar su nombre como debe de ser, en la historia de la civilización.
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#4 Tiempos
Consideraciones sobre la amabilidad | Columna de Juan Jesús Priego Rivera
LETRAS minúsculas
Tenía Víctor Hugo, el gran escritor francés, veintisiete años de edad cuando publicó, en 1829, El último día de un condenado, novela o largo relato en el que se pone a describir los pensamientos íntimos, las agitaciones interiores y los estados de ánimo que se apoderan de un hombre que pronto -muy pronto- va a tener que morir. La justicia ha señalado ya el día y la hora en que deberá tener lugar la ejecución; todo, pues, está listo…
Pero, no: ¡no todo está listo! Puede que lo esté el cadalso, puede que lo esté el verdugo, pero este hombre todavía no está listo. ¡Aún no sabe por qué debe morir! «Soy joven, estoy sano y fuerte –gime en el calabozo-. La sangre circula libremente por mis venas; todos mis miembros obedecen a todos mis caprichos; estoy robusto de cuerpo y de mente, preparado para una larga vida. Sí, todo esto es verdad; y, sin embargo, padezco una enfermedad, una enfermedad mortal, provocada por la mano del hombre».
Afuera, en la calle, todos ríen y se gozan: el calor del sol es bueno, la vida es bella. ¡Ah, tienen razón al mostrarse tan alegres! Para ellos hay futuro. ¿Cómo no sonreír cuando a la noche sigue el día, cuando se espera vivir muchas noches y muchos días? En cambio él… ¡Quizá no haya para él ni otra noche ni otro día!
Llama la atención, sin embargo, cómo es que este hombre se da cuenta de que no le queda mucho tiempo: ¡por la amabilidad del personal penitenciario! ¿De cuándo acá se mostraban tan amables estos monstruos de indiferencia? ¿De cuando acá? «El camarero de guardia acaba de entrar en mi calabozo, se quita el gorro, me saluda, pide perdón por molestarme y me pregunta, suavizando en lo posible su voz ruda, lo que deseo para el desayuno. Me entran escalofríos. ¿Será hoy?».
Es decir, ¿será hoy cuando tenga que ser ejecutado? Tanto refinamiento, tanta delicadeza le parecen francamente sospechosos. Hasta hace poco todos le hablaban a gritos, brutalmente, pero hoy se descubren la cabeza para saludarlo y hasta ejecutan ante él respetuosas reverencias. Sí, es posible que sea hoy. El condenado, entonces, se pone a temblar. Es que no era normal, no era normal en absoluto que…
Pero las cosas se complican todavía más cuando, de pronto, la reja del calabozo se abre y aparece en el marco de la puerta una figura pequeña, de largos bigotes negros, y amable hasta la falsedad. «Sí, es hoy –piensa el condenado al ver a este individuo ejecutando todas las ceremonias de la cortesía-. El mismo director de la prisión ha venido a visitarme. Me pregunta lo que me gustaría o podría serme de utilidad; incluso hasta expresó el deseo de que no tuviera quejas de él o de sus subordinados; se interesó por mi salud y por cómo había pasado la noche. ¡Al salir me llamó señor! ¡Sí, es hoy!».
Y admírese usted: los pensamientos del condenado resultaron ser ciertos; su intuición no lo engañó. Era hoy, precisamente cuando debía morir. No se equivocaba.
¿Por qué los humanos dejamos la amabilidad y la cortesía para el último momento? Al parecer, sólo los muertos –o los que están a punto de serlo- logran conmovernos. «¡Cómo admiramos a los maestros que ya no hablan y que tienen la boca llena de tierra! –exclama el personaje único de La caída , el famoso monólogo de Albert Camus (1913-1960)-. El homenaje se les ofrece entonces con toda naturalidad, ese homenaje que, tal vez, ellos habían estado esperando que les rindiésemos durante toda su vida… Observe usted a mis vecinos, si por casualidad sobreviene un deceso en el edificio en el que usted vive. Los inquilinos dormían su vida insignificante y, de pronto, por ejemplo, muere el portero. Inmediatamente se despiertan, se agitan, se informan, se apiadan».
¡Los hombres sólo somos corteses con los muertos! He aquí lo que el Nóbel francés quiso decir. Pero no sólo lo dice él. He aquí, por ejemplo, lo que Máximo Gorki (1868-1936), el escritor ruso, escribió en su autobiografía: «¡Las misas de difuntos son las más bellas de toda la liturgia! ¡Hay en ellas ternura y piedad para los hombres! ¡Nuestros semejantes no compadecen sino a los muertos!».
Está bien, está bien, así es. Y, sin embargo –me digo-, he aquí un método para cultivar la cortesía: ver en el otro, ese que ahora está junto a mí, un condenado a muerte -¡que lo es, sólo que él no lo sabe, o lo ignora, o no quiere pensar en ello!- y tratarlo como si mañana ya no fuera a estar aquí; tratarlo, en una palabra, con las mismas atenciones que el carcelero dispensó al condenado a muerte en el relato de Víctor Hugo. ¡Ah, si nos viéramos como somos, es decir, como mortales, qué dulces seríamos en nuestras relaciones, y qué corteses!
Dice Aliosha a Lisa en Los hermanos Karamazov, la novela de Fiodor Dostoyevski (1821-1881): «Hay que tratar muy a menudo a las personas como si fueran niños, y a veces como si fueran enfermos». No está mal, no está del todo mal. ¿Con qué delicadeza no trataríamos a una persona si supiéramos que quizá hoy mismo va a morirse? ¿Y cómo estar seguros que no será hoy el día en que morirá? Por eso, más vale ser amables con él.
Otra cita más; ahora la he tomado de Sobre héroes y tumbas, la novela de Ernesto Sábato (1911-2011), el escritor argentino: «¿Sería uno tan duro con los seres humanos si se supiese la verdad que algún día se han de morir y que nada de lo que se les dijo se podrá ya rectificar?».
Todos los hombres son mortales, Juan es hombre, luego Juan es mortal. El silogismo nos sale bien; en el fondo, los hombres no somos tan ilógicos como parecemos a primera vista. Sólo que no siempre sacamos de nuestros razonamientos todas las consecuencias pertinentes al caso.
También lee: Jesús duerme en la popa | Columna de Juan Jesús Priego Rivera
#4 Tiempos
“México, esta niebla que arde” | Apuntes de Jorge Saldaña
APUNTES
Culto Público, si no han leído la novela “Niebla Ardiente” de la muy joven escritora, Laura Baeza, les recomiendo hacerlo como desde ayer
Tuve la oportunidad de conocer a Laura personalmente hará unos cuatro años, ¿Qué les digo? Una de esas circunstancias alineadas que convergieron en el segundo piso de la librería Gandhi del centro, la de los Arcos Ipiña.
Fue en un taller breve de escritura creativa previo a la presentación formal de su libro, el que les recomiendo. Si conocerla fue una circunstancia, convivir con ella e intercambiar casualidades fue de plano como regalo de estrella fugaz.
Fui de los selectos y afortunados que en grupo terminamos sentados con ella en “La Oruga y la Cebada” en el Callejón San Francisco, conversando sobre lo que duele y lo que salva, entre un par de cervezas y una cena sencilla.
Ella me firmó su libro con una frase que ahora, en este 25 de noviembre, regresó a mi atormentada cabeza: “A Jorge, que siempre nos una el deseo por hallar algo más en esta realidad tan rara…con todo cariño, Laura Baeza”. El momento de por sí, ya era una realidad rara.
A la distancia, empiezo a creer que su frase fue más que optimismo, y es más un deber moral, y es que su ficción (vuelta a releer en estos días) se parece demasiado a México.
No es “spoiler” (o como se diga) pero “Niebla Ardiente” detalla el regreso de su protagonista Esther a México pensando en encontrar a su hermana Irene, quien había desaparecido hace años, y a quien creía muerta, cuando de la nada, un primero de enero en un reportaje que vio en la televisión, Esther la reconoce en una marcha y se lanza en su búsqueda.
Pero la novela, la primera de Laura (y creo que premiada) realmente no comienza allí. Comienza donde casi todas las historias de violencia en este país empiezan: en los pasillos de la burocracia, en los que los papeles cuentan más que las personas.
Esther aparece en un México reconocible para cualquiera: expedientes mutilados, archivos “perdidos”, oficinas donde la verdad siempre llega después de que las secretarias coman sus gorditas grasosas y funcionarios que usan el futuro para encubrir lo que nunca harán.
Es en esa atmósfera donde la desaparición deja de ser un crimen y se convierte en un proceso. Como alguien escribió: los países se definen por cómo recuerdan; México, al parecer, se define en cómo olvida.
En medio de esa maquinaria oxidada, Esther descubre a un policía. No es un héroe: es un hombre cansado que simplemente no rompe las reglas pero las dobla para que la realidad duela un poco menos. Ese personaje era como algo que escribió una pensadora feminista de la que en este momento no recuerdo su nombre “la dignidad aparece cuando alguien no mira hacia otro lado”.
En fin, siguiendo con la novela y nuestra realidad, este policía mira. Acompaña. Abre una grieta. Y sin embargo, ni siquiera es lo suficientemente poderoso para luchar contra un país donde las fosas clandestinas actúan como el archivo nacional.
La comparativa y reflexión con la novela va porque hoy es 25 de noviembre y México sigue siendo esa tierra donde la violencia parece que no importa, sino que se repite. Casi 2 feminicidios cada día. 3,284 mujeres asesinadas en 2024. 89% de impunidad. Una agresión física cada siete minutos. Más de 10 millones de mujeres violentadas digitalmente. En San Luis Potosí, 24,000 víctimas por cada 100,000 mujeres.
Uno quisiera creer que estos números son de un país lejano, pero no. Están aquí, sobre las mismas banquetas que caminamos todos los días. Ese es el verdadero crimen de México: haber entrenado a la gente para no sorprenderse.
Sí, no se debe negar que mucho se ha hecho pero poco alivia (hoy casi todos los gobiernos e instituciones hablan de esto, pero mañana la rutina sigue).
Sí, con la llegada de Claudia Sheinbaum como la primera presidenta de México, llegaron todas…excepto las que no alcanzaron a llegar porque les truncaron la vida.
El nuestro, es un país donde buscar es amor—y protesta.
Igual que como ocurre en la novela de Laura, que no describe un país imaginado sino nuestro México. Uno donde las hermanas encuentran hermanas, donde las madres encuentran hijas, donde las mujeres salvan mujeres. Un país donde todavía hay justicia, pero casi siempre fuera de los edificios públicos.
Y así como Esther enfrenta la niebla, miles enfrentan la opacidad del Estado día tras día: ventanas cerradas, sistemas incompatibles, versiones contradictorias, funcionarios que deletrean la palabra “protocolo” como si lanzaran un hechizo contra la verdad.
México es hogar de una burocracia tan grande que hasta la violencia tiene formularios que completar.
Tras varios años de no recordar la anécdota con la escritora, hoy vuelvo a esa dedicatoria: “encontrar algo más en esta extraña realidad…”
Ese “algo más” no es una esperanza ingenua. Es algo que se parece más a la obligación de nunca acostumbrarse, “la memoria es la única defensa contra la repetición del horror”.
Por esa razón, espero, que por cada mujer desaparecida o mujer luchando por no desaparecer, o lidiando contra cualquier tipo de violencia, recordemos que la niebla espesa arde. Y que si arde, es porque la herida está abierta.
Hasta la próxima. Jorge Saldaña.
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