#4 Tiempos
Sonidos de una generación perdida | Columna de Adrián ibelles
Postales de viaje
No ha pasado demasiado desde 2016, pero Christian no puede olvidar aquel día de ese año en que llegó a sus oídos la primera canción del Post Pop Depression, álbum en el que Josh Homme y Dean Fertita (QOTSA) y Matt Helders (Arctic Monkeys) colaboraron con el legendario Iggy Pop.
Christian Herrera es un melómano. Hace un montón de cosas; interviene ropa para su marca Bad People, es Spammer en el Espacio Permanente para el Diseño Mexicano, toca en donde lo inviten (donde se presenta como El Salvaje), y está muy activo en la escena under organizando sus propios eventos, como mercadillos de diseño y festivales de música en el lugar donde coincidimos, San Cristóbal de las Casas. Pero sobre todo eso, es un tipo con un oído fino para la música. Así de simple.
Nos encontramos para hablar un poco de una fiesta a la que me invitó, la 4a fiesta Post Punk Depression. El nombre, como podrán imaginarse, fue producto del Big Bang interno que detonó el disco de Iggy Pop en el universo sonoro de Christian. El pretexto fue ese, poner la música que a él le gusta, y compartirla con otros, quienes como yo, estamos ávidos de ese lugar y momento para escuchar algo de rock.
“Yo quería hacer una fiesta Post Punk en esta onda de baile que se hacen en el Centro de Salud o en el Under, clásicos de allá en el Deefé. Justo Iggy Pop sonaba mucho en esas fiestas, y coincidió que el año en que hicimos la fiesta, salió el disco de Iggy y dije así se va a llamar”.
La fiesta se repitió en 2017, con dos ediciones. Pero luego en 2018 pararon. “Dejé de tomar, y de salir. Andaba en otra onda, viajando y no me organizaba”.
Le pregunté cómo reaccionaba la gente al concepto de Post Punk, “Todavía hay gente que se saca de onda cuando escucha el género, piensan que es música bien pesada, y que habrá weyes con los pelos parados, pero la mayoría ya sabe que involucra a mucha más escena, porque el post punk llama también a metaleros o goths, o los del electro y hasta a los de los nostálgicos de los 80s”.
Christian, como buen melómano y entusiasta de los eventos, busca abrir la escena under y por eso siempre está dispuesto a renovarse.
“Hace unos meses estaba en una fiesta en un local de hamburguesas con los metaleros donde me invitaron a tocar, y luego del heavy metal, puse yo algo de new wave y Post punk, y la banda se prendió. Y cuando los estaba viendo ahí, bailando, me acordé. Aquí tiene que ser la fiesta Post Punk”.
Lugosi is not dead
Me quedó claro a qué se refería cuando llegué al lugar. Las monstruosas es un homenaje vivo al silver screen horror. A uno pasos de la entrada, máscaras de A Werewolf in Paris, figurines de The Gremlins y memorabilia de películas de clase b, te reciben. Detrás del escenario, donde Christian ya dejaba todo listo, Bela Lugosi, Lon Chaney Jr. y Boris Karloff caracterizados como los clásicos monstruos de Universal, se decían listos para la fiesta.
El primer dato que me pedí no olvidar para este texto: la invitación era para las 9pm. Lo normal es que a esa hora sólo los organizadores estén ahí (pero a veces ni ellos). Pues eran las 9 y ya había gente esperando.
En lo que llegaba el primer talento, comí una hamburguesa (la más sencilla de menú, pero muy buena) y bebí una cerveza 00 con Christian, que contestaba mensajes, subía Stories y seguía organizando el evento desde su celular. Me hubiera traigo unos bancos del local” pensó en voz alta, quizás imaginando que la gente buscaría donde tumbarse a escuchar tranquilamente la música.
Que bueno que no las llevo, pensé después, no hizo falta en ningún momento.
Fuscha Fusharesca subió en primer lugar. Tenía una sala con unas seis personas bailando, mientras los demás se habían esparcido en los otros dos cuartos, un poco ajenos. Entre Television, Blondie y Talking Heads, la gente empezó a confluir bajo las luces de colores del escenario , y se sumieron en pasos y traguitos de la bebida oficial de la noche, caguama XX.
Christian sube al escenario para despedir a la primera curadora de la noche (que había dejado a todos vibrantes) y premió a la ganadora de su concurso de outfit post punk, con otro outfit completo cortesía de Bad People. Me dio un poco de envidia, y seguro que a más de uno le pasó igual, era un buen premio.
Iván de Pony York, banda local de post rock, subió a disparar una selección muy elaborada de bandas rusas, Gruppa Khumiy, Buerak, Ploho, y Motorama. Al principio me dio pena reconocer que no me sonaba ninguno de esos nombres. Aunque era el primer DJ Set de los Pony, valió la pena para trasladar la fiesta a ese terreno sonoro de lo impredecible, extraviándonos en el mejor sentido.
-Es un evento raro -dijo uno de los asistentes -Yo pensé que la banda se iba a quejar del cover o de plano no entrarían, pero mira- me dice, señalando la sala abarrotada, donde los viajes a la barra por un par de caguamas son una tarea poco menos que complicada. Entiendo la razón. Para un pueblo donde estas fiestas son inusuales, no hay queja que quepa.
El Salvaje recibió el relevo. Ya les dije que Christian es un melómano. Poco se guardó para no dejar que la gente bajara el ánimo, cambió los riffs rusos por los bits de The Human League, Dead or Alive y Tiffany, acariciando el éxtasis de los danzantes con Maquillaje de Mecano, y saliéndose del molde con Crystal Castles.
-¿Y tú qué vas a tocar?- le pregunté a Beto Berzerk de Party Animals. -Algo de Industrial y Electrobody-, advirtió, con un sorbo a su cerveza y un gesto que me decía que igual no estaba seguro de cómo iban a reaccionar todos. Eso minimizó mi sorpresa cuando la atmósfera se puso muy oscura, densa y ligeramente agresiva, haciendo que un grupo de chicos metaleros que no se habían emocionado con I Ran, se incrustaran en la masa viva que no renegó de Combichrist, Simi Nah, Hocico o Divine. No falló la elección, incluso unas chicas europeas frente a mí se sabían las canciones y las cantaban a gritos.
Le tocó cerrar a Néstor de Crypt Humans!, con un set especial para el evento, que recibió a los asistentes en el grado máximo del frenesí, ligeramente mareados por el baile y la caguama. Yo, huí antes de que acabara mi encanto de media noche. Y porque con tantos decibeles, parecía que las máscaras gruñían desde sus pedestales.
El resultado debe ser positivo. Nadie se quejó de que no hubiese punketos. Pero había chicas en su veintes, tipos de más de cuarenta, y en general, una escena diversa, miembros perdidos de generaciones diversas, que convergen en los tonos oscuros de la ropa, y las canciones felices con líricas deprimentes. En lo que llega la 5a fiesta Post Punk Depression tendré que ver cómo le va a Christian en su próximo debraye, el FuzzZurfFest una fusión de Garage, Surf y Rock and Roll, géneros que reúnen a esa buena gente mala.
También lea: Mártires del paraíso | Columna de Adrián Ibelles
#4 Tiempos
El Piano eléctrico: desarrollo potosino | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
Los diseños de pianos electromecánicos tuvieron su auge en 1929 y en la década de los cincuenta del siglo XX comenzaron a usarse en audiciones públicas. La historia de su desarrollo menciona los nombres de Lloyd Loar, Benjamin Meissner, Rudolph Wurlizer, Harold Rodhes y el piano Neo-Bechstein, entre los principales.
Sin embargo, el nombre de Francisco Javier Estrada no aparece en estos recuentos, a pesar de haber sido el primer reporte de un diseño de piano eléctrico a nivel mundial, como resultado de sus investigaciones en reproducción del sonido por medios eléctricos. El reporte público de Estrada se realizó el 19 de diciembre de 1878 en el periódico El Siglo XIX, donde Estrada daba cuenta de sus experimentos con una cuerda vibratoria y su transducción a señal eléctrica, mediante una membrana de tambor que amplificaba el sonido. Estrada, solo presentó su idea y diseño y la puso al servicio de los interesados a finde que pudieran materializarla y mejorarla, al no poder solventar los gastos necesarios para su construcción y la falta de servicios artesanales especializados. Estrada decidía publicar los principios y la descripción del instrumento citado, temeroso de que algún día, no muy lejano, se presentara del extranjero algún instrumento de música idéntico o semejante, o lo que era peor, alguna petición exótica de privilegio con perjuicio de los artesanos mexicanos.
Ochenta años mediaron entre la publicación del diseño de Estrada y la materialización en el extranjero de un piano eléctrico con funcionamiento electro-mecánico.
Para mayores detalles y más información pueden consultar mi artículo alojado en la dirección:
(PDF) Francisco Javier Estrada el inventor del piano eléctrico. Available from: https://www.researchgate.net/publication/396325293_Francisco_Javier_Estrada_el_inventor_del_piano_electrico.
Francisco Javier Estrada insigne científico potosino que destacó a nivel mundial en el ámbito de la física en el siglo XIX convirtiéndose en el físico más importante de México, tiene una numerosa contribución de aportes, de primicias mundiales, las cuales en su mayoría son desconocidas o adjudicadas a otros personajes.
Hemos estado realizando investigación y difusión sobre la vida y obra de este genial potosino, Francisco Javier Estrada y en esta columna del Cronopio en la Orquesta, hemos tratado algunas de esas trascendentales aportaciones.
Una de las aportaciones técnicas de Francisco Javier Estrada que no aparecen en los registros científicos históricos es la propuesta de reproducción del sonido por medios eléctricos. Su tema central de trabajo que implementó en la década de los setenta decimonónicos fue la reproducción del sonido, colocándose en la frontera del conocimiento en ese tema.
Como hemos apuntado en trabajos anteriores, muchas de sus aportaciones y primicias mundiales han quedado en el olvido y poco a poco se están rescatando para colocar en la palestra mundial el gran genio de Estrada, como el físico mexicano más importante del siglo XIX y uno de los principales a nivel mundial, cuyas glorias no se proyectaron por la idiosincrasia social del país, aunque su genio de cierta forma era reconocido en el país, aunque no lo suficiente.
Sistemas como el motor eléctrico, nuevos sistemas de telefonía y la comunicación inalámbrica son parte de sus aportaciones trascendentes que cambiaron a nuestras sociedades y cuyas aportaciones aprovechadas por otros científicos dejan de lado la aportación primaria de Estrada en la historia de la ciencia y la tecnología. Como una aplicación de sus investigaciones en electromagnetismo y reproducción del sonido, se encuentra su propuesta de un piano eléctrico, cuyos experimentos base realizó en San Luis Potosí y con los que propuso un diseño para la construcción de un piano eléctrico que transformaba las vibraciones acústicas en eléctricas con el fin de amplificar el sonido.
El piano como tal no pudo construirlo por carecer de recursos suficientes, así como problemas para abastecerse de los materiales necesarios y el apoyo de los constructores artesanos; sin embargo, publicó en medios de comunicación masiva sus propuestas con el fin de registrar su idea, sus experimentos y su diseño para la construcción del piano eléctrico y su extensión a otros instrumentos de cuerda.
Su propuesta era resultado de experimentos anteriores de Estrada con sistemas telefónicos, donde había realizado mejoras a los ya existentes, logrando construir teléfonos cuya reproducción del sonido era más clara y de mayor intensidad. Parte de esas mejoras las utilizaría en su propuesta del piano eléctrico, entre ellas los fundamentos de micrófonos de carbón y de la comunicación inalámbrica.
Los potosinos debemos estar orgullosos de Francisco Estrada y colocar su nombre como debe de ser, en la historia de la civilización.
También lee: Diego José Abad ilustre formador de potosinos | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
#4 Tiempos
Consideraciones sobre la amabilidad | Columna de Juan Jesús Priego Rivera
LETRAS minúsculas
Tenía Víctor Hugo, el gran escritor francés, veintisiete años de edad cuando publicó, en 1829, El último día de un condenado, novela o largo relato en el que se pone a describir los pensamientos íntimos, las agitaciones interiores y los estados de ánimo que se apoderan de un hombre que pronto -muy pronto- va a tener que morir. La justicia ha señalado ya el día y la hora en que deberá tener lugar la ejecución; todo, pues, está listo…
Pero, no: ¡no todo está listo! Puede que lo esté el cadalso, puede que lo esté el verdugo, pero este hombre todavía no está listo. ¡Aún no sabe por qué debe morir! «Soy joven, estoy sano y fuerte –gime en el calabozo-. La sangre circula libremente por mis venas; todos mis miembros obedecen a todos mis caprichos; estoy robusto de cuerpo y de mente, preparado para una larga vida. Sí, todo esto es verdad; y, sin embargo, padezco una enfermedad, una enfermedad mortal, provocada por la mano del hombre».
Afuera, en la calle, todos ríen y se gozan: el calor del sol es bueno, la vida es bella. ¡Ah, tienen razón al mostrarse tan alegres! Para ellos hay futuro. ¿Cómo no sonreír cuando a la noche sigue el día, cuando se espera vivir muchas noches y muchos días? En cambio él… ¡Quizá no haya para él ni otra noche ni otro día!
Llama la atención, sin embargo, cómo es que este hombre se da cuenta de que no le queda mucho tiempo: ¡por la amabilidad del personal penitenciario! ¿De cuándo acá se mostraban tan amables estos monstruos de indiferencia? ¿De cuando acá? «El camarero de guardia acaba de entrar en mi calabozo, se quita el gorro, me saluda, pide perdón por molestarme y me pregunta, suavizando en lo posible su voz ruda, lo que deseo para el desayuno. Me entran escalofríos. ¿Será hoy?».
Es decir, ¿será hoy cuando tenga que ser ejecutado? Tanto refinamiento, tanta delicadeza le parecen francamente sospechosos. Hasta hace poco todos le hablaban a gritos, brutalmente, pero hoy se descubren la cabeza para saludarlo y hasta ejecutan ante él respetuosas reverencias. Sí, es posible que sea hoy. El condenado, entonces, se pone a temblar. Es que no era normal, no era normal en absoluto que…
Pero las cosas se complican todavía más cuando, de pronto, la reja del calabozo se abre y aparece en el marco de la puerta una figura pequeña, de largos bigotes negros, y amable hasta la falsedad. «Sí, es hoy –piensa el condenado al ver a este individuo ejecutando todas las ceremonias de la cortesía-. El mismo director de la prisión ha venido a visitarme. Me pregunta lo que me gustaría o podría serme de utilidad; incluso hasta expresó el deseo de que no tuviera quejas de él o de sus subordinados; se interesó por mi salud y por cómo había pasado la noche. ¡Al salir me llamó señor! ¡Sí, es hoy!».
Y admírese usted: los pensamientos del condenado resultaron ser ciertos; su intuición no lo engañó. Era hoy, precisamente cuando debía morir. No se equivocaba.
¿Por qué los humanos dejamos la amabilidad y la cortesía para el último momento? Al parecer, sólo los muertos –o los que están a punto de serlo- logran conmovernos. «¡Cómo admiramos a los maestros que ya no hablan y que tienen la boca llena de tierra! –exclama el personaje único de La caída , el famoso monólogo de Albert Camus (1913-1960)-. El homenaje se les ofrece entonces con toda naturalidad, ese homenaje que, tal vez, ellos habían estado esperando que les rindiésemos durante toda su vida… Observe usted a mis vecinos, si por casualidad sobreviene un deceso en el edificio en el que usted vive. Los inquilinos dormían su vida insignificante y, de pronto, por ejemplo, muere el portero. Inmediatamente se despiertan, se agitan, se informan, se apiadan».
¡Los hombres sólo somos corteses con los muertos! He aquí lo que el Nóbel francés quiso decir. Pero no sólo lo dice él. He aquí, por ejemplo, lo que Máximo Gorki (1868-1936), el escritor ruso, escribió en su autobiografía: «¡Las misas de difuntos son las más bellas de toda la liturgia! ¡Hay en ellas ternura y piedad para los hombres! ¡Nuestros semejantes no compadecen sino a los muertos!».
Está bien, está bien, así es. Y, sin embargo –me digo-, he aquí un método para cultivar la cortesía: ver en el otro, ese que ahora está junto a mí, un condenado a muerte -¡que lo es, sólo que él no lo sabe, o lo ignora, o no quiere pensar en ello!- y tratarlo como si mañana ya no fuera a estar aquí; tratarlo, en una palabra, con las mismas atenciones que el carcelero dispensó al condenado a muerte en el relato de Víctor Hugo. ¡Ah, si nos viéramos como somos, es decir, como mortales, qué dulces seríamos en nuestras relaciones, y qué corteses!
Dice Aliosha a Lisa en Los hermanos Karamazov, la novela de Fiodor Dostoyevski (1821-1881): «Hay que tratar muy a menudo a las personas como si fueran niños, y a veces como si fueran enfermos». No está mal, no está del todo mal. ¿Con qué delicadeza no trataríamos a una persona si supiéramos que quizá hoy mismo va a morirse? ¿Y cómo estar seguros que no será hoy el día en que morirá? Por eso, más vale ser amables con él.
Otra cita más; ahora la he tomado de Sobre héroes y tumbas, la novela de Ernesto Sábato (1911-2011), el escritor argentino: «¿Sería uno tan duro con los seres humanos si se supiese la verdad que algún día se han de morir y que nada de lo que se les dijo se podrá ya rectificar?».
Todos los hombres son mortales, Juan es hombre, luego Juan es mortal. El silogismo nos sale bien; en el fondo, los hombres no somos tan ilógicos como parecemos a primera vista. Sólo que no siempre sacamos de nuestros razonamientos todas las consecuencias pertinentes al caso.
También lee: Jesús duerme en la popa | Columna de Juan Jesús Priego Rivera
#4 Tiempos
“México, esta niebla que arde” | Apuntes de Jorge Saldaña
APUNTES
Culto Público, si no han leído la novela “Niebla Ardiente” de la muy joven escritora, Laura Baeza, les recomiendo hacerlo como desde ayer
Tuve la oportunidad de conocer a Laura personalmente hará unos cuatro años, ¿Qué les digo? Una de esas circunstancias alineadas que convergieron en el segundo piso de la librería Gandhi del centro, la de los Arcos Ipiña.
Fue en un taller breve de escritura creativa previo a la presentación formal de su libro, el que les recomiendo. Si conocerla fue una circunstancia, convivir con ella e intercambiar casualidades fue de plano como regalo de estrella fugaz.
Fui de los selectos y afortunados que en grupo terminamos sentados con ella en “La Oruga y la Cebada” en el Callejón San Francisco, conversando sobre lo que duele y lo que salva, entre un par de cervezas y una cena sencilla.
Ella me firmó su libro con una frase que ahora, en este 25 de noviembre, regresó a mi atormentada cabeza: “A Jorge, que siempre nos una el deseo por hallar algo más en esta realidad tan rara…con todo cariño, Laura Baeza”. El momento de por sí, ya era una realidad rara.
A la distancia, empiezo a creer que su frase fue más que optimismo, y es más un deber moral, y es que su ficción (vuelta a releer en estos días) se parece demasiado a México.
No es “spoiler” (o como se diga) pero “Niebla Ardiente” detalla el regreso de su protagonista Esther a México pensando en encontrar a su hermana Irene, quien había desaparecido hace años, y a quien creía muerta, cuando de la nada, un primero de enero en un reportaje que vio en la televisión, Esther la reconoce en una marcha y se lanza en su búsqueda.
Pero la novela, la primera de Laura (y creo que premiada) realmente no comienza allí. Comienza donde casi todas las historias de violencia en este país empiezan: en los pasillos de la burocracia, en los que los papeles cuentan más que las personas.
Esther aparece en un México reconocible para cualquiera: expedientes mutilados, archivos “perdidos”, oficinas donde la verdad siempre llega después de que las secretarias coman sus gorditas grasosas y funcionarios que usan el futuro para encubrir lo que nunca harán.
Es en esa atmósfera donde la desaparición deja de ser un crimen y se convierte en un proceso. Como alguien escribió: los países se definen por cómo recuerdan; México, al parecer, se define en cómo olvida.
En medio de esa maquinaria oxidada, Esther descubre a un policía. No es un héroe: es un hombre cansado que simplemente no rompe las reglas pero las dobla para que la realidad duela un poco menos. Ese personaje era como algo que escribió una pensadora feminista de la que en este momento no recuerdo su nombre “la dignidad aparece cuando alguien no mira hacia otro lado”.
En fin, siguiendo con la novela y nuestra realidad, este policía mira. Acompaña. Abre una grieta. Y sin embargo, ni siquiera es lo suficientemente poderoso para luchar contra un país donde las fosas clandestinas actúan como el archivo nacional.
La comparativa y reflexión con la novela va porque hoy es 25 de noviembre y México sigue siendo esa tierra donde la violencia parece que no importa, sino que se repite. Casi 2 feminicidios cada día. 3,284 mujeres asesinadas en 2024. 89% de impunidad. Una agresión física cada siete minutos. Más de 10 millones de mujeres violentadas digitalmente. En San Luis Potosí, 24,000 víctimas por cada 100,000 mujeres.
Uno quisiera creer que estos números son de un país lejano, pero no. Están aquí, sobre las mismas banquetas que caminamos todos los días. Ese es el verdadero crimen de México: haber entrenado a la gente para no sorprenderse.
Sí, no se debe negar que mucho se ha hecho pero poco alivia (hoy casi todos los gobiernos e instituciones hablan de esto, pero mañana la rutina sigue).
Sí, con la llegada de Claudia Sheinbaum como la primera presidenta de México, llegaron todas…excepto las que no alcanzaron a llegar porque les truncaron la vida.
El nuestro, es un país donde buscar es amor—y protesta.
Igual que como ocurre en la novela de Laura, que no describe un país imaginado sino nuestro México. Uno donde las hermanas encuentran hermanas, donde las madres encuentran hijas, donde las mujeres salvan mujeres. Un país donde todavía hay justicia, pero casi siempre fuera de los edificios públicos.
Y así como Esther enfrenta la niebla, miles enfrentan la opacidad del Estado día tras día: ventanas cerradas, sistemas incompatibles, versiones contradictorias, funcionarios que deletrean la palabra “protocolo” como si lanzaran un hechizo contra la verdad.
México es hogar de una burocracia tan grande que hasta la violencia tiene formularios que completar.
Tras varios años de no recordar la anécdota con la escritora, hoy vuelvo a esa dedicatoria: “encontrar algo más en esta extraña realidad…”
Ese “algo más” no es una esperanza ingenua. Es algo que se parece más a la obligación de nunca acostumbrarse, “la memoria es la única defensa contra la repetición del horror”.
Por esa razón, espero, que por cada mujer desaparecida o mujer luchando por no desaparecer, o lidiando contra cualquier tipo de violencia, recordemos que la niebla espesa arde. Y que si arde, es porque la herida está abierta.
Hasta la próxima. Jorge Saldaña.
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