junio 2, 2025

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#Si Sostenido

No es lo mismo verla venir que sentirla llegar | Columna de Daniel Tristán

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No es lo mismo verla venir que sentirla llegar

LaguNotas Mentales

 

Estimado lector, si nació usted a mediados de la década de los 90’s probablemente no recuerde la oleada de grupos que tomaron la bandera del activismo ecológico para llenarse los bolsillos de monedas. Eran tiempos en los que la venta de discos, como modo de enriquecimiento, daba las últimas patadas pero seguía siendo efectiva.

En 1992 la banda mexicana “Maná” presentó su álbum “¿Dónde jugarán los niños?”, en el cual lanzaban una voz de alerta acerca del daño al medio ambiente y los peligros que este acarrearía en el mediano plazo. En su primer sencillo promocional alarmaban a los escuchas mexicanos con la historia del abuelo que jugó entre árboles, risas y alcatraces de color. El viejo vió ríos transparentes donde abundaban peces pero el tiempo pasó. Muchos compraron el disco, pocos hicieron conciencia del mensaje.

A decir verdad, a pocos les interesaron los consejos ambientalistas de aquellos, aún jóvenes y despreocupados, muchachones tapatíos. Cinco años más tarde el ánimo social todavía daba para bromear con la alerta ecológica y “Molotov” lanzó su álbum debút “¿Dónde jugarán las niñas?” haciendo mofa de las buenas intenciones de Fer y sus muchachos. La portada mostraba una colegiala en minifalda con las piernas abiertas. Fin de siglo y de milenio pero con el “jijí” colectivo a tope, como si se tratara de un quinceañero que ve lejana la senectud y hace alarde de sus superpoderes de escuincle invencible e infame.

No pretendo usar estas líneas para caer en el cliché insoportable del regaño ecológico, tampoco juzgaré a todos aquellos que en los 90’s no daban ni medio cacahuate por el daño ambiental y el calentamiento global. Hasta cierto punto entiendo, aunque no justifico, la reacción desinteresada de los habitantes de las zonas urbanas. No había motivo ni razón suficiente para que un habitante de la ciudad se preocupara por las selvas, los ríos, las sierras y los océanos. A final de cuentas el citadino seguía despertando diariamente sin que su rutina se viera afectada.

El habitante de la zona urbana seguía disfrutando de su café por las mañanas, de la comodidad de su auto para desplazarse, de agua para beber y ducharse. Las comodidades y actividades cotidianas del ciudadano no se habían visto alteradas, en lo más mínimo, por el daño a la ecología. Si bien los citadinos eran conscientes de los daños del calentamiento global en los polos, poco les interesaba el tema pues lo que pasaba a millones de kilómetros, en las puntas del planeta, no le impedirá seguir disfrutando de su serie favorita o de ir a beber una cerveza a su bar de preferencia los fines de semana. Nació y todo había, creció y de todo seguía habiendo. No había nada que temer.

Me da la impresión de que la gente de los suburbios había vivido rodeada de lo que he decidido llamar “perímetro de bienestar”. En la zona rodeada por este perímetro aparentemente nada había cambiado a pesar de los desastres ecológicos más allá de nuestra zona de bienestar. Seguíamos teniendo entretenimiento, alimento, sexo, centros comerciales y todo lo necesario para seguir funcionando como lo habíamos hecho toda la vida

. Poco nos importaba lo que estuviera sucediendo en la remota selva o el lejano polo norte. Dentro de nuestro “perímetro de bienestar” todo marchaba como siempre había marchado.

Ahora la situación es totalmente diferente. Por primera vez en mi vida he sido testigo de cómo el agua nos llega al cuello. Los daños al planeta ya no solamente se manifiestan fuera de nuestro perímetro de bienestar. Mucho de lo cercano que solíamos disfrutar se está viendo alterado

. A nadie le importaba antes el calentamiento global ni el daño en la capa de ozono si en las vacaciones de verano podía correr a Cancún a disfrutar de unos días de sol y un buen chapuzón en aguas cristalinas. Pues bueno, hoy en día las aguas del caribe mexicano están invadidas de sargazo. Las playas del sur del país están convirtiéndose en pantanos hediondos infestados del alga. Nuestro perímetro de bienestar fue vulnerado, el daño ya no está en los polos, ya llegó a nuestras playas para estropear las vacaciones de turistas nacionales y extranjeros.

No vayamos más lejos, el partido de semifinales de la liga mexicana de fútbol (León vs América) tuvo que ser pospuesto por la contingencia ambiental en la CDMX a causa de la pésima calidad del aire. Gran parte del territorio nacional está en llamas y por primera vez se encienden los focos rojos de nuestra cotidianidad. Este caos ya no solamente está acabando con los osos polares, ahora le quitó al populi lo más sagrado que tenía, un partido de fútbol.

¿Qué sucedería si un día simple y sencillamente nuestro perímetro de bienestar colapsara? Tenemos que abrir los ojos y entender que una mañana no solamente no habrá fútbol ni vacaciones en Cancún, tampoco habrá agua para nuestro café de las mañanas ni nuestra cerveza de las noches. Si, así tal cual: NO HABRÁ AGUA PARA CAFÉ NI PARA CERVEZA, NO HABRÁ.

Nos encontramos en un nefasto estado de negación en el que vale más ignorar que el mundo esté de cabeza que hacer algo al respecto. Preferimos jugarle al pasado de vivo y brincar “de cojito” en la cuerda floja. No vamos a detenernos hasta que las llamas toquen a nuestra puerta (literalmente) para lo cual no falta mucho (si no lo creé posible simplemente tómese un minuto para mirar los cerros por su ventana). Y entonces no podremos correr a desentendernos haciendo gala de nuestra mejor cara de pendejos en las playas de Cancún. Y entonces haremos la más infantil de nuestras rabietas al tener que aceptar que los posers de Maná llevan 27 años siendo dueños de la razón, el fútbol no solamente se pospondrá si no que se cancelará y ahora sí el León y el América ¡¿¡¿DÓNDE DIABLOS JUGARÁN!?!?!

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#4 Tiempos

Ingeniero Labarthe, pionero de la cartografía geológica en México | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

 

Hace sesenta y cinco años, en el mes de mayo, el Ing. Eugenio Pérez Molphe impulsaba el proyecto para la creación de un Instituto de Geología en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, que sería presentado por el Ing. Rubén Ortiz Díaz Infante, Director de la Escuela de Ciencias Químicas, un par de meses después en julio de 1960 se formalizaba la propuesta al Consejo Directivo Universitario de a UASLP, la cual sería aprobada iniciando así las actividades del Instituto de Geología y Metalurgia, como fue llamado en un ´principio, siendo nombrado el Ing. Pérez Molphe como su director.

El proyecto de inicio de la formación en Geología en San Luis se venía gestado dos años atrás, motivada entre otros factores, por la celebración del Año Geofísico Internacional donde estaban participando algunos universitarios potosinos, entre ellos el Dr. Gustavo del Castillo, que recibió en 1957 a investigadores que realizarían algunos experimentos geológicos en el marco de esta celebración.

En 1958 con motivo del Año Geofísico Internacional estuvieron en San Luis Potosí el doctor en geología Robert P. Mayer de la universidad de Wisconsin y el ingeniero geodesta Hermilio Cepeda del Departamento de Oceanografía de la UNAM, con el objeto de realizar experimentos geológicos a fin de determinar la velocidad con que se transmite el movimiento de la tierra, para lo que buscaban una mina abandonada para emplear un sismógrafo a fin de poder colocarlo a considerable profundidad, seleccionando para ello al mineral de Cerro de San Pedro. Para realizar sus mediciones se haría una explosión de dinamita en el Cerro del Mercado en Durango y mediante comunicación por radio con Cerro de San Pedro se trataba de registrar en el sismógrafo el evento.

En 1959 el Ing. Luis S. Jiménez López presidente de la Comisión Nacional de Fomento Minero en el Estado de San Luis Potosí, en un análisis minucioso sobre el panorama minero en México, declaraba que el país necesitaba más ingeniero geólogos, señalando la necesidad de una nueva dinámica en los campos de exploración y explotación de minerales cuyo factor propicie el justo y adecuado aprovechamiento de este núcleo de profesionales.

En esos años, terminaba sus estudios de ingeniería geológica el potosino Guillermo Labarthe Hernández en la Universidad Nacional Autónoma de México, titulándose en la licenciatura como ingeniero geólogo en 1958, año en que contraería matrimonio y regresaría posteriormente a San Luis Potosí.

Guillermo Labarthe Hernández nacería en San Luis Potosí en febrero de 1934, a principios de los sesenta se incorporaría al Instituto de Geología de la UIASLP que contaba con un número mínimo de profesores y sus actividades se orientarían al apoyo a la docencia y el impulso de la carrera de geología en la UASLP que iniciaba actividades en 1961 a la que se incorporarían alumnos que ya estudiaban ingeniería en la UASLP y que reorientaban su vocación a la geología.

El vínculo del Ing. Labarthe con la UNAM se reflejaría al realizar los primeros trabajos de cartografía en colaboración con esa institución que propició se titularan los primeros geólogos de la UASLP

un par de años después en lo que fue la primera generación de ingenieros geólogos, la cual estuvo formada por Arturo Elías, Jorge Fraga y Manuel Mendiola, que recibieron sus títulos en 1963.

El Instituto de Geología de la UASLP sería el tercer instituto de investigación creado en la UASLP y el segundo que se formaba en el país. Si bien, sus primeros años estuvo enfocado principalmente en el apoyo a la docencia se establecían las raíces que propiciarían se realizaran se manera intensa actividades de investigación a mediados de los setenta.

En el mes de noviembre de 1962 salió a la luz pública la revista “Geología y Metalurgia”, con temas técnico-científicos de interés y que posteriormente, hacia 1977 daría lugar a la serie de boletines publicados como “Folletos Técnicos del Instituto de Geología”. En 1979 el Ing. Guillermo Labarthe Hernández era nombrado director del Instituto de Geología y se iniciaba un intenso trabajo de cartografía geológica siendo un esfuerzo pionero en el país.

En 1976 inicia los trabajos formales de investigación en cartografía geológica del Estado enfocando esfuerzos en la Zona Media y Altiplano del estado de San Luis Potosí, dirigidos por el Ing. Labarthe; estos trabajos serían los primeros que se realizaban en México. Los cuales sirvieron para definir los acuíferos de la zona de San Luis Potosí y Villa de Reyes. Por lo que al perforarse los pozos se sabía que tipo de rocas estaban en el subsuelo gracias al trabajo de cartografía realizado. En cuanto a recursos minerales, los depósitos de caolín que existen en la zona suroeste del estado fueron descubiertos por la cartografía realizada.

Todos estos recursos, acuíferos y minerales están encajonadas en rocas volcánicas, tema que sería parte de la especialización del Ing. Labarthe del que era un experto. La zona de San Luis fue una zona volcánica, y los estudios han ayudado a comprender la evolución de la corteza.

El Ing. Labarthe falleció iniciando el mes de mayo dejando un importante legado para la geología mexicana y en especial la potosina, siendo uno de sus pioneros y el iniciador de la cartografía geológica moderna.

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#4 Tiempos

Entre tangas, roscas y tamales | Columna de León García Lam

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VOLUTA

 

En una nota del Universal publicada el último del año 2024 una comerciante de la Ciudad de México afirmó: “ya no se venden los calzones rojos y amarillos, se está perdiendo la tradición” y al parecer sí, la euforia por las tangas rojas ha perdido el interés de las nuevas generaciones chilangas que ya no creen en el amor, ni en las tradiciones o no tienen dinero para pagarlas. Sin embargo, en estados como Jalisco, las ventas de ropa interior se dispararon hasta el cielo y un dato llamó mi atención: para este año 2025, los consumidores tapatíos buscaron vorazmente los calzones amarillos. ¿Qué nos querrá decir este indicador popular?

Hace unos días, en una cápsula trasmitida por Radio Universidad (de SLP) se escuchó, en la voz de mi querido amigo Jonathan Gamboa, una explicación genealógica acerca de las tradiciones de fin de año: comer lentejas, hacer maletas y meterse debajo de la mesa son tradiciones que provienen de culturas bien lejanas en el tiempo y en el espacio. Entonces ¿por qué las aceptamos con tanta facilidad? No sé si usted lo note, querida culta lectora de La Orquesta, pero las tradiciones del fin de año o del año nuevo pretenden controlar el futuro incierto que tenemos enfrente: que las doce gotas de la felicidad, que las cabañuelas y los borregos de la buena fortuna, pero ¿qué tienen en común todas estas “tradiciones” a las cuales también llaman “rituales”?

Pues bien, yo que empleo parte de mi valioso tiempo en buscarle chichis a las lombrices, creo que lo que es común a una buena parte de estas tradiciones de Año Nuevo es el juego de esconder o revelar algo que está dentro. Me explico, la tradición de salir a la calle con una maleta requiere guardar dentro de la maleta elementos de lo que se desea atraer. La tradición de meterse debajo de una mesa es, de alguna manera, situarse dentro del centro de la abundancia que es la mesa. Sin embargo, el mejor ejemplo es la rosca de reyes:

¿Cómo debe ser la tradicional rosca de reyes? Unas personas afirman que la tradicional rosca lleva un monito, otras dicen que debe llevar 3 monitos y hay quien piensa que la mera tradicional rosca de reyes debe esconder además de los monitos, dedales y anillos. No hay manera de fijar una norma estandarizada. Lo que sí es interesante es la forma de la rosca. ¿Usted sabe cómo se llama la forma geométrica de una rosca? Se llama toro y algún otro día le contaré sobre sus propiedades matemáticas que son formidables. Me gusta pensar que, si la rosca es una representación del año, entonces el tiempo es algo que da vuelta, regresa al mismo lugar y en su interior, al igual que los tamales, esconde sorpresas insospechadas.

Estimada y culta lectora de La Orquesta: yo espero que las sorpresas de su año 2025, sean las mejores.

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#4 Tiempos

Votar entre la razón y la emoción | Columna de León García Lam

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VOLUTA

 

Eso me dijo mi papá:

-Mira Leontino, que lo que guardas en la cabeza no sea lo mismo que guardas en el corazón.

Como muchas cosas que me dijo, no le puse suficiente atención, pero ahora ese mensaje ha logrado escarbar entre todos los recuerdos y salir a flote otra vez.

Interesante: la frase de mi papá tiene razón, pero también tiene emoción. Hace uso de dos recursos -muy humanos- a la vez y los junta y los enreda torciéndolos, pero nunca dejan de ser razón por un lado y emoción por el otro. La frase significa además que la razón tiene su lugar en el cuerpo, sus formas, sus métodos y la emoción los suyos propios. Esto viene muy a cuento con la época de elecciones en la que nos encontramos.

Como una especie de vicio raro, leo con pulsión desmedida todas las columnas de opinión que mi escaso tiempo me permite. Leí, por ejemplo, la columna de mi amigo Octavio Mendoza (Astrolabio) que trata acerca de las complejas motivaciones del votante: a la mera hora, ahí escondido detrás de una cortina de plástico, el elector tacha la opción que durante meses dijo que no iba a elegir. Si un votante hace eso, no pasa nada, es como una gota de agua rebelde que lucha contra las olas del mar. La cosa se pone buena, cuando esto mismo no lo hace uno sino 5 millones de votantes. Entonces, las alarmas se encienden, los encuestadores se arrancan los pelos y se desatan los programas de opinión, que a mí me encantan, tratando de explicar lo que antes parecía imposible.

Sí, efectivamente, las masas actúan caprichosamente. No razonan. Solo actúan motivadas por sentimientos básicos como el odio, el miedo, el rencor, la venganza o el gusto. Eso motivó a millones de personas a votar hace seis años y sentimientos similares moverán a millones de personas a votar este domingo.

Por otro lado, si lo pensamos bien (lo razonamos) ¿de qué sirve ir a votar? Alguien va a ganar de todos modos y quien gane no hará que el mundo, el país, el Estado, el municipio cambien. Todos sabemos que las campañas se hacen de puras promesas que ni siquiera se piensan cumplir. Como un signo más del apocalipsis, la calidad de los candidatos de todos los partidos empeora cada elección y se nos presentan cada vez más incultos, cínicos y simplones y si seguimos pensando así, no solo se nos quitarán las ganas de votar sino de vivir.

Ambas situaciones que he presentado aquí: votar motivado por el rencor y no salir a votar porque “no sirve para nada”, significan hacer de tripas corazón, o sea poner la pasión en la cabeza y la razón en el corazón y así todo se descompone.

Para que la democracia funcione se requiere que la motivación de votar sea algo que está por encima de nuestros intereses personales: nuestros hijos, nuestra comunidad, nuestro entorno. Salir a votar no puede ser un asunto de la razón, menos aún de las razones personales, sino de la pasión ciudadana, del amor por la patria, por la matria, por la familia. El resultado aquí no es lo que importa, sino nuestra obligación a participar.

¿Por quién votamos? Aquí debe entrar la razón desapasionada. Votar por rencor o votar por conveniencia personal no sirve para elegir al mejor gobernante. Lo que se requiere, en ese momento justo de estar a solas con nuestra boleta y el crayón en la mano es razonar fría y calculadoramente el sentido de nuestro voto.

Es el corazón quien levanta del sillón al elector, lo saca de la comodidad de su casa y lo lleva a la casilla. Ya estando en la mampara, la razón toma la mano del votante y lo hace elegir si no la mejor, la menos mala de las opciones que tenemos. Después de que le marcan el dedo con la famosísima tinta indeleble (por cierto, invento mexicano) queda en el votante, una extraña satisfacción de haber cumplido de la mejor manera posible.

Yo creo que vamos bien, si tomamos en cuenta que la democracia se tarda unos 400 años en dar resultados.

Querida culta lectora de La Orquesta, que tenga felices votaciones este domingo

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