junio 2, 2025

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#4 Tiempos

Lázaro | Columna de Juan Jesús Priego

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LETRAS minúsculas

 

Durante los últimos días no he dejado de pensar, señor, en una parábola de Jesús. Ya sé que mi confesión le parecerá extraña, pero, si debo ser sincero, y quiero serlo con usted, ya lo religioso es lo único que me preocupa. ¿Me creerá si le digo que he dejado incluso de leer los periódicos?

Pero, ¿qué me dice usted? ¿También siente inquietudes religiosas? Usted y yo somos, entonces, almas gemelas destinadas al mutuo entendimiento.

“Había un hombre rico que vestía de púrpura y lino finísimo, y cada día celebraba espléndidos banquetes…”. ¿Le basta a usted esta pequeña introducción para que recuerde de qué parábola se trata? ¡Ah, es espléndida! Pero, sobre todo, es terrible. Se trata de una advertencia y, si la palabra no fuese demasiado dura, hasta de una amenaza.

“Un pobre, en cambio, llamado Lázaro, yacía sentado a su puerta, cubierto de llagas, deseando saciarse de lo que caía de la mesa del rico. Y hasta los perros, acercándose, le lamían sus llagas. Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán; murió también el rico y fue sepultado.

“Estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando sus ojos vio a lo lejos a Abrahán y a Lázaro en su seno; y gritando, dijo: ‘Padre Abrahán, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en estas llamas’. Contestó Abrahán: ‘Hijo, acuérdate de que tú recibiste bienes durante tu vida y Lázaro, en cambio, males; ahora, pues, aquí él es consolado y tú atormentado. Además de todo esto, entre vosotros y nosotros hay interpuesto un gran abismo que no puede ser atravesado ni hacia allá ni hacia acá’.

“El rico insistió: ‘Te ruego entonces, padre, que le envíes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos, para que les advierta y no vengan también a este lugar de tormentos’. Replicó Abrahán: ‘Tienen a Moisés y a los Profetas. ¡Que los oigan!’. Él dijo: ‘No, padre Abrahán; pero si alguno de entre los muertos va a ellos, sí que se convertirán’. Dijo Abrahán: ‘Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, no se convertirán ni aunque resucite un muerto’ ” (Lucas 16, 19-31).

Ésta es, letra por letra, señor, la parábola de la que le hablo. ¿Se da cuenta usted de todo lo que en ella sucede? En primer lugar, Jesús es sumamente realista: quien primero muere es el pobre. ¡Claro, como no tiene dinero para comprar medicinas ni pagar médicos…! Sin embargo, escuche: “Murió también el rico y fue se sepultado”.

Sí, señor –y no crea que me limito a parafrasear el título de una vieja telenovela mexicana-, los ricos también mueren. Más tarde que los pobres, si usted quiere, pero mueren también. Su dinero no les ha servido de nada: no los ha protegido contra la muerte. Por eso, en otro lugar, dijo Jesús también: “Estad atentos y guardaos de toda codicia, pues, por más rico que uno sea, la vida no depende de los bienes” (Lucas 12, 15). ¡Y así es, amigo mío, así es! Ante la muerte, ¿de qué sirven nuestros millones?

Ahora bien, el rico de la parábola, como usted mismo puede comprobarlo, carece de nombre. ¿Qué quiere decir esto? ¿Qué significa, en la Biblia, carecer de nombre? ¿No valer nada ante Dios? ¿Ser paja en su granero? He aquí, pues, que este hombre que se vestía tan elegantemente y que comía como un sibarita ha cometido un pecado grave: no ha asistido al pobre ni se ha ocupado de él, y por eso ante Dios pesa menos que una pluma.

¡Ah, si hubiese leído las Escrituras, si hubiese tenido tiempo para ello! Pues en las Escrituras habría podido leer estas severas palabras: “Quien cierra los oídos al clamor del necesitado, no será escuchado cuando grite” (Proverbios 21, 13).

Ahora el rico grita y no es escuchado. Ruega y suplica, pero Abrahán no le hace caso. Pide que vaya Lázaro a refrescarlo al infierno, pero ¿con qué resultado? ¡Petición denegada! ¡Nada de eso es posible! Lázaro ha recuperado su dignidad de hombre: ya no es un criado, sino un bienaventurado. Luego implora que, puesto que lo primero es imposible, vaya Lázaro a advertir a los cinco hermanos que le quedan en la tierra para que no vayan a parar, ellos también, a ese lugar de tormentos. ¡Petición igualmente denegada!

¡Si este millonario se hubiera dado unos minutos para curiosear al menos en el libro santo, tal vez habría abierto el volumen a la altura del Salmo 41, donde se dice, también: “Feliz el que cuida del desvalido: el Señor lo librará en el día aciago” (v. 2). Pero este hombre, ya lo sabemos, no tenía tiempo de estudiar: a él sólo le interesaba banquetear.

Me pregunta si he llegado ya al punto que tanto me obsesiona. ¡En realidad, amigo, me obsesiona todo! Pero hay aún otra observación que querría destacar aquí y ahora. ¿Ha considerado usted, señor, las palabras con las que el rico inmisericorde implora misericordia? Dice: “Padre Abrahán, ten piedad de mí y envía a Lázaro…”. Esto quiere decir que el rico conocía al pobre, que conocía a Lázaro. No es que fuera tan distraído que no se enterara de nada. ¡Es claro que conocía la existencia de Lázaro, pues lo llama por su nombre! Y, sin embargo… Sin embargo, señor, lo ignoró toda su vida. ¿No suele decirse que por la boca muere el pez? ¡Pues por su boca es también condenado el rico! En todo caso, no podrá alegar a su favor, diciendo: “Padre Abrahán, perdóname. Nunca supe lo que sucedía más allá de mi mesa”.

¿Se da cuenta, amigo, de lo que se trata y lo que me obsesiona? ¡Seremos juzgados no quién sabe por qué cosa, sino por no haber reparado en los demás! Si usted se fija bien, el rico, después de todo, no era un malvado y un perverso. ¿No es verdad que aun en el infierno se preocupa de sus cinco hermanos? Pero Jamás invitó a Lázaro a su mesa, y ahora este pecado de omisión le ha costado caro. Le ha costado, en realidad, demasiado caro…

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#4 Tiempos

Consideraciones sobre la amabilidad | Columna de Juan Jesús Priego Rivera

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LETRAS minúsculas

Tenía Víctor Hugo, el gran escritor francés, veintisiete años de edad cuando publicó, en 1829, El último día de un condenado, novela o largo relato en el que se pone a describir los pensamientos íntimos, las agitaciones interiores y los estados de ánimo que se apoderan de un hombre que pronto -muy pronto- va a tener que morir. La justicia ha señalado ya el día y la hora en que deberá tener lugar la ejecución; todo, pues, está listo…

Pero, no: ¡no todo está listo! Puede que lo esté el cadalso, puede que lo esté el verdugo, pero este hombre todavía no está listo. ¡Aún no sabe por qué debe morir! «Soy joven, estoy sano y fuerte –gime en el calabozo-. La sangre circula libremente por mis venas; todos mis miembros obedecen a todos mis caprichos; estoy robusto de cuerpo y de mente, preparado para una larga vida. Sí, todo esto es verdad; y, sin embargo, padezco una enfermedad, una enfermedad mortal, provocada por la mano del hombre».

Afuera, en la calle, todos ríen y se gozan: el calor del sol es bueno, la vida es bella. ¡Ah, tienen razón al mostrarse tan alegres! Para ellos hay futuro. ¿Cómo no sonreír cuando a la noche sigue el día, cuando se espera vivir muchas noches y muchos días? En cambio él… ¡Quizá no haya para él ni otra noche ni otro día!

Llama la atención, sin embargo, cómo es que este hombre se da cuenta de que no le queda mucho tiempo: ¡por la amabilidad del personal penitenciario! ¿De cuándo acá se mostraban tan amables estos monstruos de indiferencia? ¿De cuando acá? «El camarero de guardia acaba de entrar en mi calabozo, se quita el gorro, me saluda, pide perdón por molestarme y me pregunta, suavizando en lo posible su voz ruda, lo que deseo para el desayuno. Me entran escalofríos. ¿Será hoy?».

Es decir, ¿será hoy cuando tenga que ser ejecutado? Tanto refinamiento, tanta delicadeza le parecen francamente sospechosos. Hasta hace poco todos le hablaban a gritos, brutalmente, pero hoy se descubren la cabeza para saludarlo y hasta ejecutan ante él respetuosas reverencias. Sí, es posible que sea hoy. El condenado, entonces, se pone a temblar. Es que no era normal, no era normal en absoluto que…

Pero las cosas se complican todavía más cuando, de pronto, la reja del calabozo se abre y aparece en el marco de la puerta una figura pequeña, de largos bigotes negros, y amable hasta la falsedad. «Sí, es hoy –piensa el condenado al ver a este individuo ejecutando todas las ceremonias de la cortesía-. El mismo director de la prisión ha venido a visitarme. Me pregunta lo que me gustaría o podría serme de utilidad; incluso hasta expresó el deseo de que no tuviera quejas de él o de sus subordinados; se interesó por mi salud y por cómo había pasado la noche. ¡Al salir me llamó señor! ¡Sí, es hoy!».

Y admírese usted: los pensamientos del condenado resultaron ser ciertos; su intuición no lo engañó. Era hoy, precisamente cuando debía morir. No se equivocaba.

¿Por qué los humanos dejamos la amabilidad y la cortesía para el último momento? Al parecer, sólo los muertos –o los que están a punto de serlo- logran conmovernos. «¡Cómo admiramos a los maestros que ya no hablan y que tienen la boca llena de tierra! –exclama el personaje único de La caída

, el famoso monólogo de Albert Camus (1913-1960)-. El homenaje se les ofrece entonces con toda naturalidad, ese homenaje que, tal vez, ellos habían estado esperando que les rindiésemos durante toda su vida… Observe usted a mis vecinos, si por casualidad sobreviene un deceso en el edificio en el que usted vive. Los inquilinos dormían su vida insignificante y, de pronto, por ejemplo, muere el portero. Inmediatamente se despiertan, se agitan, se informan, se apiadan».

¡Los hombres sólo somos corteses con los muertos! He aquí lo que el Nóbel francés quiso decir. Pero no sólo lo dice él. He aquí, por ejemplo, lo que Máximo Gorki (1868-1936), el escritor ruso, escribió en su autobiografía: «¡Las misas de difuntos son las más bellas de toda la liturgia! ¡Hay en ellas ternura y piedad para los hombres! ¡Nuestros semejantes no compadecen sino a los muertos!».

Está bien, está bien, así es. Y, sin embargo –me digo-, he aquí un método para cultivar la cortesía: ver en el otro, ese que ahora está junto a mí, un condenado a muerte -¡que lo es, sólo que él no lo sabe, o lo ignora, o no quiere pensar en ello!- y tratarlo como si mañana ya no fuera a estar aquí; tratarlo, en una palabra, con las mismas atenciones que el carcelero dispensó al condenado a muerte en el relato de Víctor Hugo. ¡Ah, si nos viéramos como somos, es decir, como mortales, qué dulces seríamos en nuestras relaciones, y qué corteses!

Dice Aliosha a Lisa en Los hermanos Karamazov, la novela de Fiodor Dostoyevski (1821-1881): «Hay que tratar muy a menudo a las personas como si fueran niños, y a veces como si fueran enfermos». No está mal, no está del todo mal. ¿Con qué delicadeza no trataríamos a una persona si supiéramos que quizá hoy mismo va a morirse? ¿Y cómo estar seguros que no será hoy el día en que morirá? Por eso, más vale ser amables con él.

Otra cita más; ahora la he tomado de Sobre héroes y tumbas, la novela de Ernesto Sábato (1911-2011), el escritor argentino: «¿Sería uno tan duro con los seres humanos si se supiese la verdad que algún día se han de morir y que nada de lo que se les dijo se podrá ya rectificar?».

Todos los hombres son mortales, Juan es hombre, luego Juan es mortal. El silogismo nos sale bien; en el fondo, los hombres no somos tan ilógicos como parecemos a primera vista. Sólo que no siempre sacamos de nuestros razonamientos todas las consecuencias pertinentes al caso.

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#4 Tiempos

Se acabó el Clausura 2025 | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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TESTEANDO

 

Llegó a su fin el torneo de la Liga MX con un nuevo campeón, el Toluca destronó al América y se sienta en la cima. Ahora es momento de hacer cuentas, de esas que sirven para alimentar la estadística.

En total, en el Clausura 2025, se jugaron 170 partidos: 153 de temporada regular y 17 de liguilla.

En la jornada 9 se dio el resultado más abultado del campeonato, un 5-0 que le propinó Toluca a Querétaro en la bombonera. En contraparte, 12 partidos terminaron con un empate a 0, incluyendo el partido de ida de la final entre América y Toluca.

El equipo más goleador fue Toluca, con 51 tantos entre torneo regular y liguilla, a diferencia de Querétaro que fue el que menos anotó con tan solo 10 en toda la fase regular.

Algunos de los récords que se rompieron en este Clausura 2025 destacan al Toluca anotando 5 goles en dos partidos, primero ante Querétaro en la jornada 9 y después frente a Necaxa en la jornada 11.

Jhon Kennedy de Pachuca logró anotar en cuatro partidos consecutivos en casa, alcanzando a Edwin Cardona en 2019.

Atlas logró una remontada 4-3 después de ir perdiendo 0-3 ante Tijuana, algo que igualó a América en 2016 ante Cruz Azul, por cierto, este partido entre Atlas y Tijuana fue uno de los dos con más anotaciones del torneo.

Para cerrar con los números, el promedio de asistencia a los partidos fue de 23,783, mientras que la mejor asistencia fue el partido entre Monterrey y San Luis, en la jornada 8, con 50,023 aficionados, esto gracias a la expectativa del debut de Sergio Ramos. Del otro lado, el partido con menos asistentes fue el Pumas vs Mazatlán con tan solo 8,845 espectadores, esto provocado por jugar al mismo tiempo que se llevaba a cabo el Super Bowl 59.

Por último, en temas financieros, se presume que el campeón del futbol mexicano recibe aproximadamente 78 millones de pesos más la clasificación a la Copa de campeones de Concacaf y un considerable aumento en los bonos de patrocinadores tanto propios como de la liga.

Se fue un torneo, y aunque todavía quedan por lo menos dos partidos más que interesan a los aficionados locales (Cruz Azul vs Vancouver y América vs LAFC), la liga llegó a su fin y por ahora vivimos la emoción del futbol de estufa, hagan sus apuestas y esperemos que el próximo torneo vuelva a emocionar.

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#4 Tiempos

Micrometría y la paz del espíritu en la Ciencia en el Bar | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

Braulio Gutiérrez Medina es un investigador del Instituto Potosino de Ciencia y Tecnología, IPICyT, que realiza trabajo de investigación en biofísica, biomateriales bionanotecnología, siendo especialista en técnicas de Microscopia óptica, que incluyen herramientas de pinzas ópticas y fluorescencia.

Sobre estos temas estará participando con una plática en La Ciencia en el Bar que ha titulado, La Micrometría y la Paz del Espíritu; sugerente título que nos remite a asuntos de medición en sistemas biológicos los cuales tienen tamaños micrométricos y nanométricos y en los que se requiere para su estudio de mediciones de microscopía con luz para muy pequeños tamaños.

La charla se llevará a cabo el jueves 29 de mayo a las ocho de la tarde noche en La Cervecería San Luis, ubicada en la Calzada de Guadalupe número 326, con entrada libre. La charla forma parte del ciclo treinta y nueve de esta serie que corresponde a diecinueve años de actividades. La Ciencia en el Bar es un programa pionero en el país y ha sido replicado en varias partes del país, generando escenarios de interacción entre la comunidad científica nacional y el gran público.

Este jueves, es una buena oportunidad para escuchar al Dr. Braulio Gutiérrez y conocer parte de su trabajo de investigación que realiza en el IPICyT. El Dr. Braulio Gutiérrez es un físico egresado de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México en 1997 y realizó sus estudios de doctorado en Física en la Universidad de Texas en Austin, Estados Unidos en 2004 y un Posdoctorado en Biofísica en la Universidad de Stanford en 2009. Ha recibido los premios Jorge Lomnitz Adler 2018 del Instituto de Física-UNAM y Academia Mexicana de Ciencias en el 2018, y el premio George E. Brown, Jr. UC MEXUS en 2010. Cuenta con un par de patentes, entre ellas método para obtener imágenes tridimensionales usando un microscopio de campo brillante otorgado en 2021.

Con la técnica de pinzas ópticas que ha desarrollado el Dr. Braulio Gutiérrez, ha logrado entender un poco más el funcionamiento de pequeñas proteínas de las células, llamadas motores moleculares, que funcionan como mensajeros al interior de la célula.

En una entrevista que concedió el Dr. Gutiérrez detalló el desarrollo de sus pinzas ópticas: “Construimos un instrumento de pinzas ópticas, que se basa en un microscopio óptico con el cual podemos observar muestras biológicas y micropartículas. Un microscopio óptico utiliza lentes para formar una imagen amplificada de la muestra de interés. La lente más importante del microscopio es el objetivo que se encuentra inmediato a la muestra. Al microscopio le acoplamos un haz láser que hacemos pasar a través del lente objetivo, con lo cual logramos tener el láser enfocado sobre la muestra. Este láser es el que captura y manipula nano-objetos como las proteínas llamadas cinesinas”.

Por lo regular las charlas de La Ciencia en el Bar se realizan en día miércoles, en esta ocasión se realizará el jueves que es día 29 de mayo. Los esperamos este jueves a las ocho de la noche en La Cervecería San Luis y disfrutar la charla del Dr. Braulio Gutiérrez sobre Micrometría y la Paz del Espíritu.

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Opinión

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