junio 1, 2025

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#4 Tiempos

La realidad del futbol nacional | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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Testeando

 

Desde hace mucho tiempo se dice, se pregona, se grita que el futbol mexicano no tiene nivel. Hoy compite televisivamente por el rating de campeonatos como el futbol español, inglés, alemán, portugués y holandés, sumado a torneos internacionales como la Champions League, la Europa League o la Libertadores. Hoy el futbol nacional tiene rivales de peso para comparar.

Pero vayamos por partes, ¿qué hace bueno o malo el nivel de una competencia en el futbol? Justo aquí es donde muchos meten el freno de mano. Hay quien dice que la competencia “pareja” le da nivel al producto, que poco importa una liga donde siempre ganan los mismos y la competencia va de unos cuantos; otros hablan de que las grandes figuras elevan el nivel y otros más de plano solo se ciegan por el brillo del futbol europeo: solo en el viejo continente se juega buen futbol.

Ok, los parámetros son diversos, pero hoy quiero proponer un estilo de análisis para definir con ciertos fundamentos si nuestro futbol es bueno o es malo.

En el futbol existen dos fundamentos básicos: la recepción y el pase. Estos principios se “educan” desde temprana edad. No es en vano ver en las escuelitas de futbol a muchos niños jugando a patear el balón, incluso los mayores se entrenan pateando a la pared, buscando mejorar la recepción y el pase. En lo que respecta a la recepción, la cosa es muy simple: el balón tiene que quedar donde el jugador quiere que quede, ya sea pegada al pie, o a una distancia medida, ya sea recibir con la cabeza, el pecho, las piernas o el pie (algunos fuera de serie usan otras partes de cuerpo, saludos Cuauh) pero que el balón vaya a donde el que recibe quiere. Por el lado del pase, la cosa parece más fácil de explicar: el balón tiene que llegar correctamente a donde el jugador que da el toque quiere que vaya, ya sea al hombre o al espacio; aquí no hay mucho para dónde hacerse y, lo mismo, se puede tocar con la cabeza, el pecho, las piernas o el pie.

Un buen futbol es aquel en el que podemos ver jugadas que combinan recepción y pase de manera precisa, y mejor aún, que lo hagan con intensidad, velocidad y presencia. Uno, dos, tres, cuatro toques a toda velocidad y podemos estar hablando de un nivel importante. Menos que eso: olvídenlo.

Pero vayamos a lo más importante del futbol: el gol. Para anotar un gol se necesita básicamente el remate. Esa definición de último momento que puede ser con la cabeza, el pecho, las piernas o el pie, ese último movimiento muchas veces cerca de la portería rival, ese intento final que termina las jugadas. La práctica no nos engaña, si un equipo no termina las jugadas, está destinado a no ganar.

En un buen futbol, la mayoría de las jugadas se van a terminar, los remates se harán complejos y comunes, habrá muchas oportunidades de gol, por ende, muchos remates en la última jugada.

Pero en el futbol también se defiende y para esto tenemos una serie de jugadas que vale resaltar: la intercepción, la barrida y la marca por mencionar algunas. En la intercepción se roba el balón justo en el momento de un pase, es una jugada muy limpia y que en ocasiones exhibe a los jugadores que no saben dar correctamente un pase. La barrida por su parte requiere un trabajo milimétrico, la velocidad y conducción del jugador es interrumpido por el defensa que busca quitar el balón sin cometer una falta. Por último, la marca sirve para evitar la recepción del balón, y en caso de que suceda, detener por fuerza o por talento el avance del rival. En un buen futbol, veremos muchas barridas exitosas, marcas muy pesadas y pocas intercepciones.



Por último dos cualidades de los superdotados: la conducción y el regate. Hablar de la conducción no es solo decir que la pelota tiene que ir pegada al pie, conducir el balón puede incluir llevar cierta distancia con el esférico o combinar con recepciones dirigidas. Por el lado del regate es el punto y aparte del futbol, pocos son los que pueden regatear y salir airosos, con tiempo para definir su próximo movimiento o con el espacio suficiente para volver a hacerlo. Solo unos cuantos se pueden sentir seguros cuando se atreven a regatear.

En un buen futbol vamos a ver a algunos que se atreven a conducir 10, 15, 20 metros dentro de la cancha, menos no es suficiente. En el buen futbol vamos a ver a un par de jugadores (tal vez 2 pares de jugadores) que en toda la liga regateen y terminen ganando la mayoría de sus enfrentamientos, en la mayoría de las ligas un jugador así es un número alto.

Yo sé que quedan por fuera muchas variables del futbol, se que hay mucho más que lo mencionado aquí para poder entrar en profundidad en un análisis, pero con esto me parece suficiente y le pido a usted amable lector, que si tiene el interés de calificar a la Liga MX, al Ascenso MX o a cualquier liga que se le antoje calificar de buena o mala, haga el ejercicio de ver un partido cualquiera de su competencia favorita: cuente cuántos pases se dan antes de perder el balón, cuente cuántos remates a portería suceden por cada pelota que se va del campo por línea de fondo, cuente cuántas recepciones y segundas jugadas suceden después del pase, cuente cuántos jugadores se atreven a conducir más de 10 metros sin perder el esférico y por último descubra usted si en su liga existen superdotados que logran regatear y salir airosos.

Así y solo así podrá tener un pequeño panorama sobre la realidad de nuestro futbol, cuando contraste lo dicho aquí, con lo observado en el campo y después compare con lo que sucede en otras latitudes. Al final solo le pido dos cosas: no se queje y no se olvide que aunque mala, como nos encanta nuestra Liga MX.

@Nefrox

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#4 Tiempos

Se acabó el Clausura 2025 | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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TESTEANDO

 

Llegó a su fin el torneo de la Liga MX con un nuevo campeón, el Toluca destronó al América y se sienta en la cima. Ahora es momento de hacer cuentas, de esas que sirven para alimentar la estadística.

En total, en el Clausura 2025, se jugaron 170 partidos: 153 de temporada regular y 17 de liguilla.

En la jornada 9 se dio el resultado más abultado del campeonato, un 5-0 que le propinó Toluca a Querétaro en la bombonera. En contraparte, 12 partidos terminaron con un empate a 0, incluyendo el partido de ida de la final entre América y Toluca.

El equipo más goleador fue Toluca, con 51 tantos entre torneo regular y liguilla, a diferencia de Querétaro que fue el que menos anotó con tan solo 10 en toda la fase regular.

Algunos de los récords que se rompieron en este Clausura 2025 destacan al Toluca anotando 5 goles en dos partidos, primero ante Querétaro en la jornada 9 y después frente a Necaxa en la jornada 11.

Jhon Kennedy de Pachuca logró anotar en cuatro partidos consecutivos en casa, alcanzando a Edwin Cardona en 2019.

Atlas logró una remontada 4-3 después de ir perdiendo 0-3 ante Tijuana, algo que igualó a América en 2016 ante Cruz Azul, por cierto, este partido entre Atlas y Tijuana fue uno de los dos con más anotaciones del torneo.

Para cerrar con los números, el promedio de asistencia a los partidos fue de 23,783, mientras que la mejor asistencia fue el partido entre Monterrey y San Luis, en la jornada 8, con 50,023 aficionados, esto gracias a la expectativa del debut de Sergio Ramos. Del otro lado, el partido con menos asistentes fue el Pumas vs Mazatlán con tan solo 8,845 espectadores, esto provocado por jugar al mismo tiempo que se llevaba a cabo el Super Bowl 59.

Por último, en temas financieros, se presume que el campeón del futbol mexicano recibe aproximadamente 78 millones de pesos más la clasificación a la Copa de campeones de Concacaf y un considerable aumento en los bonos de patrocinadores tanto propios como de la liga.

Se fue un torneo, y aunque todavía quedan por lo menos dos partidos más que interesan a los aficionados locales (Cruz Azul vs Vancouver y América vs LAFC), la liga llegó a su fin y por ahora vivimos la emoción del futbol de estufa, hagan sus apuestas y esperemos que el próximo torneo vuelva a emocionar.

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#4 Tiempos

Micrometría y la paz del espíritu en la Ciencia en el Bar | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

Braulio Gutiérrez Medina es un investigador del Instituto Potosino de Ciencia y Tecnología, IPICyT, que realiza trabajo de investigación en biofísica, biomateriales bionanotecnología, siendo especialista en técnicas de Microscopia óptica, que incluyen herramientas de pinzas ópticas y fluorescencia.

Sobre estos temas estará participando con una plática en La Ciencia en el Bar que ha titulado, La Micrometría y la Paz del Espíritu; sugerente título que nos remite a asuntos de medición en sistemas biológicos los cuales tienen tamaños micrométricos y nanométricos y en los que se requiere para su estudio de mediciones de microscopía con luz para muy pequeños tamaños.

La charla se llevará a cabo el jueves 29 de mayo a las ocho de la tarde noche en La Cervecería San Luis, ubicada en la Calzada de Guadalupe número 326, con entrada libre. La charla forma parte del ciclo treinta y nueve de esta serie que corresponde a diecinueve años de actividades. La Ciencia en el Bar es un programa pionero en el país y ha sido replicado en varias partes del país, generando escenarios de interacción entre la comunidad científica nacional y el gran público.

Este jueves, es una buena oportunidad para escuchar al Dr. Braulio Gutiérrez y conocer parte de su trabajo de investigación que realiza en el IPICyT. El Dr. Braulio Gutiérrez es un físico egresado de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México en 1997 y realizó sus estudios de doctorado en Física en la Universidad de Texas en Austin, Estados Unidos en 2004 y un Posdoctorado en Biofísica en la Universidad de Stanford en 2009. Ha recibido los premios Jorge Lomnitz Adler 2018 del Instituto de Física-UNAM y Academia Mexicana de Ciencias en el 2018, y el premio George E. Brown, Jr. UC MEXUS en 2010. Cuenta con un par de patentes, entre ellas método para obtener imágenes tridimensionales usando un microscopio de campo brillante otorgado en 2021.

Con la técnica de pinzas ópticas que ha desarrollado el Dr. Braulio Gutiérrez, ha logrado entender un poco más el funcionamiento de pequeñas proteínas de las células, llamadas motores moleculares, que funcionan como mensajeros al interior de la célula.

En una entrevista que concedió el Dr. Gutiérrez detalló el desarrollo de sus pinzas ópticas: “Construimos un instrumento de pinzas ópticas, que se basa en un microscopio óptico con el cual podemos observar muestras biológicas y micropartículas. Un microscopio óptico utiliza lentes para formar una imagen amplificada de la muestra de interés. La lente más importante del microscopio es el objetivo que se encuentra inmediato a la muestra. Al microscopio le acoplamos un haz láser que hacemos pasar a través del lente objetivo, con lo cual logramos tener el láser enfocado sobre la muestra. Este láser es el que captura y manipula nano-objetos como las proteínas llamadas cinesinas”.

Por lo regular las charlas de La Ciencia en el Bar se realizan en día miércoles, en esta ocasión se realizará el jueves que es día 29 de mayo. Los esperamos este jueves a las ocho de la noche en La Cervecería San Luis y disfrutar la charla del Dr. Braulio Gutiérrez sobre Micrometría y la Paz del Espíritu.

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Buscad el alfiler | Columna de Juan Jesús Priego Rivera

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LETRAS minúsculas

¡Qué hombre tan amargado! –exclamó una vez una dama de cierta edad señalando con el dedo, desde la distancia, a un compañero al que yo estimaba mucho-. ¿Qué traumas habrá sufrido en su infancia para haber perdido de tal manera el gusto por vivir?

¡Los traumas de la infancia! Sí, he oído hablar de ellos, pero no me convencen ni mucho ni poco. ¿Por qué debemos ir hasta la infancia de un hombre para explicarnos su mal humor de hoy? ¿Y si la infancia, por lo menos en el caso de este conocido mío, no tuviera nada que ver? ¡Ir tan lejos cuando la causa podría estar tan cerca!

Pero yo conocía la razón de ese permanente mal humor, de esa amargura: este amigo sufría a causa de su jefe, un déspota que trataba a sus subordinados como le daba la gana. ¡Ya sólo faltaba que les exigiera a todos bolearle los zapatos! Además, el ambiente de trabajo era, en aquella oficina, atroz y deprimente: allí todos envidiaban a todos y se ponían zancadillas los unos a los otros por el puro placer de ver cómo caían de la gracia de su superior, para observar cómo se despeñaban y se rompían la cabeza. Cada día de trabajo transcurría casi siempre entre gritos, susurros y rumores, y, por lo que he podido saber, nadie estaba seguro –ni lo está todavía hoy- de que mañana seguiría conservando el puesto que ocupaba apenas el mes pasado. Ahora bien, ¿quién no va a amargarse en un ambiente rancio como éste?

Yo conocía pormenorizadamente esta triste historia. Por eso me reí en silencio de las suposiciones de aquella señora que, por haber tomado un curso relámpago de psicología, ahora me hablaba de traumas infantiles y actos fallidos.

Sí, los humanos somos muy propensos a generalizar y elaborar hondas teorías que se vienen abajo justo en el momento en que comprendemos que las cosas no eran como pensábamos. De esta manía elucubradora se burló Alain (1868-1951), el filósofo francés, al escribir así en uno de sus Propos sur le bonheur: «Cuando un bebé llora sin consuelo, la nodriza suele hacer las más ingeniosas suposiciones respecto a este joven carácter y a lo que le gusta o le disgusta; invocando incluso a la herencia, ya reconoce al padre en el hijo. Estos ensayos de psicología se prolongan hasta el momento en que la nodriza descubre el alfiler, causa efectiva y real del llanto».

¡Ah, era eso! ¡Había un alfiler entre los pañales! Y pensar que la nodriza ya empezaba a sospechar ciertas cosas…

El hombre, según se ha dicho aquí y allá, es un filósofo que se ignora a sí mismo. Yo de esto nada sé. Lo que sí sé, en cambio, es que muchas veces, en lugar de buscar el alfiler, se pone a concebir graves y hondas teorías cuyo fundamento, para decirlo ya, es más que dudoso.

Una vez se quejaba conmigo un dentista diciéndome:
-¿Por qué la gente ya casi no me busca para arreglarse los dientes? Las nuevas generaciones son muy descuidadas. ¡En qué tiempos tan tristes nos han tocado vivir!, etcétera.

Pero no; por lo menos aquí no se trataba de los tiempos: era que este dentista tenía fama de trabajar sin anestesia –para ahorrarse un dinerito-, y la verdad es que sus pacientes lo que menos querían en su consultorio era ponerse a practicar el estoicismo.

El 4 de julio de 1765, Georg Christoph Lichtenberg (1742-1799) estaba quitadísimo de la pena leyendo un libro al pie de una ventana cuando de pronto… Pero dejemos que sea él mismo quien nos cuente lo que le pasó aquella vez: «Leía, cuando, de pronto, la mano que sostenía el libro se movió imperceptiblemente y esto hizo que recibiera menos luz. Entonces pensé que una nube espesa debía estar pasando de frente al sol y todo me pareció más oscuro, por más que no había perdido nada de luz». Y concluye el pensador alemán: «Con frecuencia sacamos nuestras conclusiones de esta forma: buscamos en la lejanía causas que muchas veces están junto a nosotros». «¡Oh! –hubiese exclamado otro que no fuera él-. El cielo se está nublando. Acaso llueva toda la tarde. ¡Y maldita la gana que tengo de que llueva esta tarde!». Pero no, el cielo no se nublaba: era el ángulo de su cabeza lo que había variado, produciendo en la página del libro una sombra que en el cielo no existía.

Yo me entretenía recordando estas palabras mientras aquella señora se quejaba de mi amigo. ¿Y por qué había que ir tan lejos -¡nada menos que hasta los traumas infantiles!- para buscar las causas de su amargura, puesto que éstas estaban casi al alcance de la mano? ¡Era el ambiente en el que se movía el que lo sacaba de sus casillas y lo ponía de mal humor! De modo que, una vez aireado ese ambiente, ¡adiós traumas infantiles!

Además, convendría no olvidar la lección que las semillas nos imparten todos los días. ¿Qué lección? Ésta: que no es posible crecer y desarrollarse en cualquier terreno. Una semilla de arroz, por ejemplo, jamás crecerá en el desierto, ni una semilla de mostaza en el frío de la tundra. Cada semilla, para crecer, necesita estar, por decirlo así, en su ambiente.

«Hay que florecer donde Dios nos ha plantado», dice una frase que aceptamos sólo por el hecho de que Dios es un buen sembrador que no se equivoca nunca, aunque por lo demás bien podría ser cursi y hasta falsa. ¡Un grano de trigo, por más que quiera hacerlo, jamás dará nada de sí si es sembrada en los hielos polares!

Y bien, tal es lo que había sucedido con mi amigo: que sencillamente no estaba en su elemento. ¿Y cómo, entonces, iba a crecer y a desarrollarse? «La impaciencia de un hombre –vuelve a decir Alain- tiene a veces por causa el haber estado mucho tiempo de pie; en vez de razonar contra su mal humor, ofrecedle un asiento… No, no digáis nunca que los hombres son malos; no digáis jamás que tienen tal carácter. Buscad el alfiler».

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