marzo 3, 2025

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#4 Tiempos

Hoy ganó nuestra amistad | Columna de Sebastián Escorza

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Hoy ganó nuestra amistad

En cancha rival

 

Los nervios comenzaron apenas desde la semana pasada, a pesar de que ya sabía que la final de la Champions League era Tottenham vs. Liverpool desde hace más tiempo. Publicidad de Facebook y los camiones del transporte público de la ciudad me recordaban que ese choque raro de ver, pero real, se acercaba.

Luego de dos días de parranda seguidos por el cumpleaños de un amigo, despierto con más nervios que nunca, estábamos a unas horas de saber si Liverpool conseguía su sexta Liga de Campeones o si el Tottenham debutaba en estas instancias consagrando su buen paso a través de esta competencia.

Son las 12:30 del mediodía, quedé de ver a Carlos en el Walmart de Carretera 57 para ir a un bar a ver este encuentro. Carlos es fan del Tottenham. Carlos nunca hubiera soñado con ver a sus Spurs en una final, y yo ya había firmado el pase del Barcelona a la final con ese escandaloso 3-0 en Camp Nou, pero el milagro de Anfield nos puso en contra esta ocasión.

Es la cuarta final de Champions League que vemos juntos, una simple salida a comer que año con año se volvió tradición.

Vimos la final de la temporada 2013-2014 que enfrentó a Real Madrid y al Atlético de Madrid y que le dio la décima orejona a los merengues; 2014-2015 nos la perdimos por alguna razón que no recuerdo; 2015-2016: Griezmann falló ese maldito penal y Real Madrid alcanzó la onceava; 2016-2017: otra vez Real Madrid, ahora contra Juventus, los vikingos ganan la doceava; 2017-2018: Carlos me deja plantado media hora antes del partido y me toca ver a Liverpool perder ante el Real Madrid. “¡Pinche Karius! ¿por qué hiciste eso?” eso grité al televisor tras ver que los Reds perdieron por un (quizá) escandaloso 3-1 debido a los errores de Karius que, sin embargo, lo había hecho bien en la temporada.

Regresamos a 2019… Hace un calor horrible y nos dirigimos a un bar con temática inglesa; Carlos consiguió un jersey de los Spurs de la temporada 2002-2003 y yo me hice de un jersey rojo de esta temporada, no quise usar mi playera negra del año pasado porque, después de todo, soy un tanto supersticioso. Fue la playera con la que vi al Liverpool caer y, por coincidencia, el mismo color del uniforme de Karius en aquella final. Carlos también me regaló una gorra del Liverpool, y, aunque no me gusta usar gorras, le prometí estrenarla en esa final.

Llegamos al bar, escuchar a Imagine Dragons en la ceremonia previa solo acentúa mis nervios, pedimos un sampler de mini-hamburguesas y un par de limonadas (después de las parrandas de ambos lo que menos queremos es una cerveza).

Silbatazo inicial y Carlos va al baño: -Vas a ver que iré al baño y algo va a pasar-, me dice. Yo no le creo, pero sigo viendo el partido. Apenas pasan 20 segundos y el árbitro decreta penal por una mano de Sissoko en el área de los Spurs. Carlos regresa y, entre el enojo y el asombro solo atina a decir: Te lo dije.

Pasan la repetición. El balón pega en el pecho de Sissoko y luego en su hombro. ¡NO ES PENAL! Gritan Carlos y un niño que veía el partido con su padre. -Tú me dijiste que ganar es ganar- Le respondo a Carlos, y todo porque días antes recordó cuando Sergio Ramos dejó sin final a Salah, el año pasado. -Ojalá leñen al egipcio, la neta- dijo hace unos días. Ahora ese egipcio anotaba el penal más rápido en la historia de la competencia y Carlos no podía con ello.

Poco a poco se diluyeron mis nervios. Una espontánea ingresó al terreno de juego en un traje de baño negro, algo que le dio un poco más de emoción a ese partido que, fuera del significado que tenía para Carlos y para mí, parecía un partido de esos aburridos que nadie quiere ver.

Tan aburrido está el juego que Carlos pide un café. Hasta el mesero se sorprende con su petición, seguro está más acostumbrado a que la gente pida cerveza al por mayor y no un café cargado para evitar quedarte dormido en esta final trabada en media cancha.

Heung-Min Son llega en varias ocasiones al arco de Liverpool. Llega a mí el amargo recuerdo de Kiev. -¿Y si Alisson también la riega?- pienso. Pero no, ese arquero que valió un tremendo pastón desquitó su sueldo, con atajadas increíbles, jugando con el reloj como lo haría un profesional. Pese a ello, los nervios regresaban, los minutos parecían horas y yo quería que el partido acabara.

Sin lugar a dudas los momentos más angustiantes fueron a partir del minuto 75. Mauricio Pochettino hace algunos cambios para acomodar mejor a sus jugadores y se nota. La delantera de Spurs llega más seguido, no quieren morir de nada y los nervios se acentuaban. -Ahorita empatan seguro- pensé para mis adentros, después de todo soy un pesimista de lo peor y más cuando se trata de futbol.

Minuto 87 y aparece Divock Origi. Entró de cambio por Roberto Firmino con la esperanza de replicar lo que hizo contra el Barcelona y lo logró. Joel Matip le da un pase a Origi, quien hace un tiro cruzado y decreta el 0-2 definitivo. En ese momento la felicidad me invade, contengo los gritos porque Liverpool no es Barcelona ni mucho menos Real Madrid y no hay ese ambiente futbolero que he visto en otras finales de Champions. Empiezo a llorar porque siento que estoy ganando la revancha, el futbol y la vida me la deben. No lo digo yo, fue algo que Carlos y yo nos dijimos entre nosotros previo a la final.

En ese momento Carlos se desmorona. Siente que los Spurs están muriendo de nada y todo ello después de ver que un delantero que casi no vio acción durante la temporada le anota un gol a unos Spurs que tuvieron pánico escénico.

El árbitro da 5 minutos de compensación y por dentro me siento como ese aficionado loco del Cruz Azul en la final de Concachampions contra Toluca. ¡ACÁBALO YA HIJO DE TU PUTA MADRE! pienso para mis adentros, con un nudo en la garganta y los ojos rojos. Se acaba el partido y me llevo las manos a la cara para limpiar las lágrimas.  

Carlos está triste y feliz: triste porque quería ver a Spurs campeón, feliz porque mi equipo inglés ganó. Después de todo fue el final del camino, un final que ninguno de los dos hubiera esperado desde el inicio del torneo.

Subimos una selfie a Instagram, que se note que fuimos a ver la final y que, tal y como debería de ser, la rivalidad se acaba cuando el árbitro pita el final del encuentro. “Cuarta Champions que vemos juntos y en alguna ocasión nos íbamos a enfrentar, me dejó tirado en la del año pasado pero hoy hubo revancha, literal”.

Carlos toma esa foto y la publica como historia: “Hoy ganó nuestra amistad” es el título que le pone a esa imagen, después de todo está feliz por mí, por Liverpool y porque la tercera fue la vencida para Kloppo, quien perdió una final de Champions League con el Borussia Dortmund.

Salimos del bar rumbo al cine, le prometí ver una película tras la final, abro YouTube en mi teléfono y pongo “You’ll Never Walk Alone”, todo porque en el bar pusieron mute a la tele tras decretar el final del encuentro, de eso se trata el futbol y la amistad: caminar con esperanza en el corazón para, después de todo, saber que no estás solo.

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#4 Tiempos

Por lo menos | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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TESTEANDO 

 

A toro pasado, ganarle a Chivas no era tan complicado.

El equipo de Guadalajara es el peor visitante del torneo: 0 ganados en 4 partidos disputados, 10 goles en contra y 5 a favor. Chivas es un chiste jugando fuera de casa.

Ahora bien, hablemos del partido de San Luis. Interesante el planteamiento de Torrent para el inicio: salir con 3 en el fondo (Cata, Águila y Cruz), acompañados en las laterales por Sanabria y Torres. Suena bien, aunque me encantaría que intentara la línea de 4 desde el inicio en algún partido. Los 3 en el fondo son un riesgo y ya lo hemos visto.

En media cancha, jugando como doble escudo, tuvo a Dourado y Salles-Lamonge; de interior, a un completamente desaparecido Nájera, y adelante a Vitinho y Klimowicz. Por su parte, Chivas intentó dejar a sus centrales muy abiertos, cubriendo las posibles incorporaciones de los delanteros potosinos, con el “Oso” González como contención, brincando líneas para sofocar cualquier balón que pudiera tomar Nájera, y lo logró.

Es increíble cómo el 24 de San Luis salió a caminar en la cancha. Cada balón que llegaba a su zona se perdía, y peor aún, al tener a Salles-Lamonge atrás, se perdían no uno, sino dos jugadores, mismos que fueron aprovechados por Guadalajara para “bailar” a San Luis.

Los primeros 20 minutos, Chivas fueron amos y señores en el Lastras, mismos minutos que no pudieron capitalizar (afortunadamente) con alguna anotación. Antes de terminar la primera parte, Torrent ajustó: retiró del campo a Nájera, entró Macías, adelantó a Salles-Lamonge, puso a Klimo de 9 y abrió por derecha a Vitinho, dandoles sacrificio a Sanabria y Torres por los laterales. Justo ahí, San Luis comenzó a jugar el partido.

3-0 que al final fue un 3-1. Chivas, un equipo sin ataque, y cuyo delantero tuvo que venir de la banca para levantar el ánimo. San Luis, por su parte, otra vez tuvo muy buenos momentos, pero sobre todo tuvo suerte: suerte de no recibir gol en esos primeros minutos donde fue completamente superado. Suerte de anotar las claras que tuvo.

En fin, se ganó y se compuso el barco. Un partido que pintaba para ser horrible terminó en lo que tenía que ser: San Luis venciendo al peor visitante de la liga. No cantemos victoria ni pensemos que se va a mejorar. Fue solo un partido con un rival muy débil. Si bien San Luis fue contundente, los errores siguen existiendo, desde Torrent por mover sus piezas hasta todos y cada uno de los jugadores, mismos cuya continuidad y consistencia jornada tras jornada simplemente no existe.

Entiendo perfectamente las limitaciones de esta escuadra: la poca respuesta en momentos clave, la falta de contundencia en la mayoría de los partidos y los errores defensivos que cuestan muchos goles. Aún así, a veces (muy pocas veces) se puede volver a ver un poquito del San Luis que nos ilusionó el torneo pasado.

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#4 Tiempos

Bardo: tres horas de ‘mira que profundo soy’ y nada de sustancia | Columna de Guille Carregha

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Criticaciones

Muy a pesar de todo lo que me representa como ser humano, y contra todo pronóstico, después de ser obligado a ver una película de Alejandro González Iñárritu post-Guillermo Arriaga, no la aborrecí con cada fibra de mi ser. A pesar de haber sido dirigida por un señor cuyo trabajo me parece insoportable desde que alguna persona tuvo a mal decirle en 2008 que escribir guiones era muy fácil y que las historias que a él se le ocurrían valían mucho la pena, no puedo decir que su más reciente película sea mala.

Tampoco puedo decir que sea buena. No vamos a andar mintiendo aquí namás por convivir.

En su momento, cuando se estrenó este bodrio y por lo único que se le celebraba era haber sido rodada en gran parte en Ahualulco, me prometí a mí mismo que jamás vería esta cosa mientras siguiera respirando. Pero, como suele pasar con la vida y los planes que uno hace, no pasó tanto tiempo antes de que el universo me obligara que romper mi propia promesa. Resulta que en la empresa donde trabajo decidieron que TODOS los empleados de mi área teníamos que ver la película porque, supuestamente, es una gran inspiración para el proyecto en el que estamos metidos. No me dieron opción. No hubo escapatoria. Me quejé, hice berrinche, puse cara de fuchi, pero me sentaron a verla de todas formas. Y lo hice. Con cara de asco durante casi todo el metraje esperando odiarla, pero lo hice.

Como es la costumbre con el trabajo de uno de los únicos directores de cine mexicanos que a la gente si le importan, y que no se apellida Franco, Bardo es un golpe de pretensión directo desde la psique de Iñárritu hacia los sentidos de quien se preste a gastar tres horas de su vida escuchando los desvaríos de un señor con más ego que talento. Lo que me sorprendió no es que todo esto fuera un bufido de pretensión que se cree más profundo de lo que en verdad es – eso se veía venir desde lejos –, sino que, de alguna forma, el señor haya logrado hacer algo que no me hiciera querer arrancarme los ojos con una cuchara después de verlo.

Y… ¿pues está bien? O sea, no está al nivel de tortura psicológica que esperaba, pero tampoco es que haya cambiado mi opinión sobre el tipo.

Como absolutamente todo lo que Iñárritu ha cagado en el mundo, esta cosa es una esfera masiva de autofelaciones de principio a fin. La película se cree mucho más profunda e importante de lo que realmente es – un reflecto perfecto del director mismo. Está repleta hasta el borde de imágenes que, supuestamente, te llevan a un gran viaje filosófico, pero la mayoría de estas ideas “grandes” son tan obvias y superficiales que la película pierde en un instante cualquier encanto que podría haber tenido.

Algunas de las grandes ideas que Iñárritu parece creer que descubrió hace poco y que no entiende cómo es que nadie más habla de ellas son:

“El nacionalismo es solo un conjunto de mitos”.

“Los humanos no saben compartir sus sentimientos”.

“La sociedad no tiene sentido”.

O sea, no es que estos temas sean malos de por sí, pero la forma en las que se retratan son derivados de “y, pues, así pasa a veces, ¿cómo ves?” en lugar de pensar en las ramificaciones o razones de fondo por las que suceden. Es un constante “¿Sabías que…?” de datos de trivia escritos para una cuenta de Twitter que aún tiene el límite de los 140 caracteres. Si ya escuchaste a un man que apenas puede articular palabras llegar a estas mismas conclusiones en una peda tornada en mesa de debate filosófica a las tres de la mañana, básicamente ya tuviste la experiencia que ofrece esta película.

Eso sí, al menos la forma en la que Iñárritu decide abordar estas obviedades es visualmente llamativa, así que, por lo menos a nivel estético, no es aburrida. Pero tampoco es que las imágenes sean tan impactantes como deberían o que transmiten el mensaje de una forma maravillosa. Todo es tan exagerado, tan forzado, que en lugar de parecer una reflexión profunda, parece un comercial de perfume mal editado.

Por ejemplo, hay una escena al principio en la que un bebé, justo después de nacer, básicamente dice “nel, yo no quiero vivir en este mundo”, y el doctor procede a empujarlo de vuelta al útero de su madre. Esa escena, en cualquier otra circunstancia, debería ser hilarante. Pero la película la filma con una solemnidad tan ridícula que simplemente no funciona. Se siente falsa, innecesaria, cuando debería ser un momento absurdamente gracioso. Es un chiste que se cuenta como si fuera un rezo.

¿Y PUEDES ADIVINAR QUÉ SIGNIFICA ESA METÁFORA? Sí. Lo que sea que hayas pensado primero, eso es. Así de sutil es esta película.

Y ni hablemos de la estúpida conversación que tiene el personaje principal que DEFINITIVAMENTE no es un self-insert del director con Hernán Cortés sobre la Conquista en donde concluyen que “La Conquista es complicada de abordar. No fue ni buena ni mala. Hay matices”.

Si la idea era hacer un comentario profundo sobre la historia de México, de la identidad nacional, o de lo que sea que Iñárritu cree que está diciendo, lo único que logró fue un monólogo de secundaria disfrazado de arte. Es ese momento en una clase de historia donde el maestro dice “y ahora vamos a hablar del contexto social” y todos se duermen.

Las tres horas de esta película son básicamente un monólogo de flujo de conciencia de alguien que probó DMT por primera vez y está decidido a convencerte de que tú también lo hagas. Y si alguna vez has estado en esa situación, sabes perfectamente lo poco atractivo que es y que lo mejor que puedes hacer es sonreír, asentir y esperar a que pase la tormenta para ir a hacer algo mejor con tu vida como, no sé, doomscrollear TikTok por dos horas o algo así.

Pero incluso si intentas verla sin pensar en sus “GRANDES IDEAS PROFUNDAS”, simplemente no tiene sentido. Como historia, si le quitas toda la mamonería metafórica, es completamente plana. No pasa nada. No hay conflicto. No hay tensión. No hay nada a lo que aferrarte si intentas analizarla con lógica. Es la historia de un periodista que regresa a México a recibir un premio y… pues ya. Le dan el premio. FIN.

Exhilarante, ¿no?

O la ves como metáfora o mejor ni la veas, pero las ideas están tan metidas en el tubo de gases de Iñárritu que al final terminas sintiéndote más tonto por haberlo intentado.

Encima de todo, la película es una especie de autobiografía disfrazada de cine de arte, lo cual, bueno, cada quien. Pero hay UNA escena. UNA. Dura unos cinco minutos y es pura verborrea cringe. Básicamente es el personaje-autorretrato de Iñárritu burlándose de su propia película (sí, la que estás viendo), defendiéndose de cualquier crítica antes de que puedas hacerla y, de paso, mofándose de la gente que no ha logrado hacerla en la industria porque “jijiji, todo se logra con trabajo duro”.

El no-Iñárritu hablando con un periodista quien, en resumidas cuentas, le increpa por irse de México para convertirse en el director de cine que siempre soñó. Le reclama que se sienta mexicano a pesar de vivir en Estados Unidos y que, por eso, su discurso es falso.

¿La respuesta magistral de no-Iñárritu?

“Mensos ustedes que se quedan en un país que los trata mal.”

¡MAESTRO DEL DEBATE, GENTE!

Literalmente estamos a un “los pobres son pobres porque quieren” de que esto sea el paquete completo de filosofía boomer.

Si bien no puedo decir que odio esta película con cada fibra de mi ser, sí me recordó exactamente por qué no me gusta el trabajo de este tipo. Y esa escena en particular me confirmó que, como persona, Iñárritu me parece un absoluto imbécil, idea que ha sido corroborada por varios conocidos que han trabajado con él en sus sets de películas.

Sobra decir que, si esto fue la gran inspiración para el proyecto en el que estoy trabajando, alguien debería reevaluar nuestras decisiones creativas. O al menos, buscar inspiraciones que no huelan tanto a pedantería.

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#4 Tiempos

70 años del Instituto de Física de la UASLP | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

 

El 2 de enero de 1955 iniciaban las actividades del Instituto de Física de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Este año se conmemoran los setenta años de existencia de esta institución que se ha convertido en un referente mundial en el área de la física, y con el cual se iniciara en la UASLP la actividad de investigación científica, que al día de hoy es uno de los aspectos en los que es reconocida la universidad potosina.

Como un homenaje a los personajes que a lo largo de setenta años han construido esta importante institución, he escrito un libro que recoge el devenir del Instituto de Física desde su creación en 1955 hasta el año de 1991, periodo que se considera como su periodo de consolidación. El libro lleva como título: Vida media del Instituto de Física de la UASLP 1955-1991, su periodo de consolidación, y puede conseguirse directamente con el autor a la dirección de correo: [email protected], y tiene un costo de doscientos pesos.

El libro está dedicado a la memoria del Dr. Francisco Mejía Lira, personaje clave en el desarrollo de esa institución y de la ciencia en San Luis Potosí que muriera tempranamente, justo el año de 1991. Una lamentable perdida para la Universidad Autónoma de San Luis potosí y de quien ya hemos tratado en esta columna.

En enero de 1955 se instalaba el Instituto de Física en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, con un solo investigador al frente, Gustavo del Castillo y Gama, quien recientemente había obtenido su doctorado en física en la Universidad de Purdue y, hacía planes para contribuir al desarrollo de la física en México y muy especialmente en San Luis Potosí. Un año antes, Gustavo del Castillo y Candelario Pérez, en el bar Shamrock, soñaban con establecer los estudios de física en San Luis Potosí donde los contertulios, habían planeado realizar su trabajo profesional.

De esta forma Gustavo del Castillo comenzaba a ser válidos esos acuerdos tomados en el bar Shamrock en Lafallete, Indiana. Comenzaban las actividades modestas del nuevo Instituto de Física con el esfuerzo de Gustavo del Castillo a fin de instalar el laboratorio de radiación cósmica en la UASLP con el equipo que para esos efectos estaba construyendo y que significaba siete años de actividad experimental relacionada con la instrumentación para detectar radiación cósmica a través de cámaras de niebla.

Ese inicio de actividades en enero de 1955, seguiría un camino que fue allanado gracias al apoyo del Dr. Manuel Sandoval Vallarta que dirigía el Instituto Nacional de la Investigación Científica y del Dr. Manuel Nava Martínez, rector de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí que impulsaba un programa académico donde la investigación científica se convertía en el eje de desarrollo de una verdadera universidad.

El camino tendría obstáculos, mismos que se manifestaron de manera importante a fines de la década de los cincuenta donde en un ambiente de hostilidad hacia el trabajo académico se presentó una considerable disminución en la actividad de investigación que se realizaba en el Instituto de Física y a la postre significaría la partida del Dr. Gustavo del Castillo a los Estados Unidos y el peligro de que se perdiera el trabajo realizado en ese primer periodo de 1955 a 1959.

Esta historia académica del Instituto de Física, que al final de cuenta tendría cierta continuidad, la presentamos en periodos académicos que marcan su derrotero en el camino de enraizar la investigación científica en la UASLP, situación que sucedió desde el primer minuto de actividades del Instituto de Física en enero de 1955.

De esta forma abarcamos un primer periodo de actividades que van de 1955 a 1959; un segundo periodo de 1960 a 1968; un tercer periodo de 1969 a 1978 y un cuarto periodo de 1979 a 1991. El periodo total abarcado de 1955 a 1991 marca el proceso de consolidación de la investigación en física en San Luis y de la investigación científica en la UASLP, que originó que el periodo moderno de 1992 a la fecha sea la estructura que tiene la UASLP en materia de investigación científica y en formación de recursos humanos de nivel especializado en las diversas ramas del conocimiento. Estructura y actividad empujada desde su trinchera por el Instituto de Física.

Actualmente el Instituto de Física de la UASLP tiene cuarenta y tres investigadores, de los cuales cuarenta y dos son doctores en ciencias y uno es maestro en ciencias. La composición en el SNI es impresionante, ya que 17 de ellos son nivel 3, de los cuales tres son Investigadores Eméritos; 12 son nivel 2 y 12 son nivel 1. Estas estadísticas colocan al Instituto de Física como uno de los líderes a nivel nacional e internacional.

Sus líneas de investigación, en las cuales se congregan en cuerpos académicos, son: dinámica y combinatoria, física de altas energías, fisicoquímica y física estadística, fluidos complejos, magnetismo y materiales magnéticos, materia condensada en sólidos, materiales biomoleculares y biofísica, nanoestructuras.

Considerando las dependencias de investigación “derivadas” del Instituto de Física, se cuenta con 110 investigadores nacionales, donde el treinta y tres por ciento pertenece al nivel tres del SNI.

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