#4 Tiempos
Fraude a la Constitución | Columna de Víctor Meade C.
SIGAMOS DERECHO.
El 11 de marzo del presente año fue publicado en el Diario Oficial de la Federación el decreto que contempla las reformas constitucionales y nuevas disposiciones que dan configuran a la llamada Reforma Judicial, diseñada e impulsada por Arturo Zaldívar, ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). Como ya lo había comentado en este espacio, la reforma de Zaldívar contempla modificaciones a siete artículos de la Constitución y a diversos códigos y leyes secundarias, y también la promulgación de dos leyes: la Ley de Carrera Judicial y una nueva Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación (LOPJF).
Por ello, el pasado jueves se votaba la nueva LOPJF en el Senado. La discusión transcurría de manera habitual; tras un poco más de cuatro horas de debate, el presidente de la mesa directiva consideró que ya había sido lo suficientemente discutida tanto en lo particular como en lo general, por lo que se procedió a su votación y eventual aprobación con 106 votos a favor y 8 en contra. Posterior a su aprobación, restaba solo discutir y votar los artículos transitorios, que se tratan normalmente de formalidades que dan cuenta, por ejemplo, de la vigencia de la ley o de especificidades en su aplicación.
Justo antes de votarlos, la mesa directiva recibió de Raúl Bolaños, senador del Partido Verde, una propuesta para un nuevo transitorio que no estaba contemplado en el proyecto original.
Se le dio lectura y el presidente de la mesa directiva apresuró a su votación, por lo que el paquete de 13 transitorios fue aprobado con 80 votos a favor, 25 en contra y 4 abstenciones. Minutos después, comenzaron los reclamos.
El transitorio en cuestión contempla la extensión del mandato tanto del presidente de la SCJN y del Consejo de la Judicatura Federal (CJF) —recordemos que quien sea presidente de la Corte también lo será del CJF, según el artículo 100 constitucional— como de las y los consejeros que integran el pleno del CJF. Lo anterior, con el supuesto fin de que se pueda implementar de mejor manera la Reforma Judicial. Esto quiere decir que Arturo Zaldívar, redactor de la reforma, duraría hasta el 2024 en sus encargos, aunque su periodo como ministro concluye en diciembre de 2022.
El motivo por el que se desató la gran polémica es muy sencillo: el artículo 97 de la Constitución en su párrafo quinto dice de manera muy clara que “[c]ada cuatro años, el Pleno elegirá de entre sus miembros al Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el cual no podrá ser reelecto para el período inmediato posterior.” Esto quiere decir que, a menos de que se reforme este párrafo, los presidentes de la Corte —y, en consecuencia, del CJF— pueden durar solamente cuatro años en su encargo. No más, no menos.
La controversia, entonces, se reduce a una cuestión de jerarquías y se resuelve sin mayor problema estrictamente hablando, pues la Constitución es la ley suprema de este país; nada por encima de ella. Sin embargo, antes de que ello suceda, hay una serie de implicaciones que vale la pena mencionar.
Lo primero es lo referente a las y los senadores liados en la aprobación de ese transitorio. Hay que comenzar con el Partido Verde, que, una vez más, ha prestado sus servicios para el trabajo sucio que no quieren hacer sus partidos nodriza —antes el PRI, ahora Morena—. También, ineludiblemente hay que fincar las responsabilidades correspondientes a quienes votaron en favor de este fraude. Considerando que cualquier persona que tenga conocimientos jurídicos básicos puede entender por qué se debió de haber desechado inmediatamente este transitorio, escapan completamente de la razón los motivos que bastaron para votar en favor de una cosa de estas. O no leyeron lo que estaban votando; o votaron bajo consigna; o no cuentan con los conocimientos jurídicos mínimos para lo que están haciendo.
Para despejar mis dudas, escribí un correo electrónico al senador Primo Dothé (de Morena) y a la senadora Graciela Gaitán (del Verde, suplente de Leonor Noyola) y les solicité que me hicieran saber cuáles fueron los argumentos que les bastaron para votar a favor. Hasta el momento de escribir estas líneas, no he recibido contestación alguna, aunque claramente el silencio también es respuesta —y una más que reveladora—. Si bien seguiré atento a su respuesta (y que compartiré en este espacio si es que la recibo), lo digo con mucha claridad: vergonzoso desempeño de su parte. Por el contrario, extiendo mi reconocimiento al senador Francisco Javier Salazar (del PAN, suplente de Marco Gama) que votó a conciencia y en contra de tal aberración. En fin.
Lo segundo que hay que mencionar es que ahora esto se definirá en la Cámara de Diputados. El presidente López Obrador ya respaldó este transitorio en la conferencia matutina y, ante ello, es de esperarse que no quepa la razón en las y los diputados del oficialismo, que seguramente terminarán dándole el visto bueno al transitorio décimo tercero de la LOPJF. Siempre, y ahora más que nunca, pongámosle el ojo a las y los diputados federales que representan a nuestro estado.
Lo tercero es que, en el supuesto de que en la Cámara de Diputados todo ocurra como desgraciadamente esperamos, es más que sencillo prever que este asunto será aprobado y que eventualmente llegará a la Corte vía acción de inconstitucionalidad. En ese escenario, Zaldívar deberá de excusarse y abstenerse de conocer, discutir y votar sobre este asunto, dado el notorio conflicto de interés. No obstante, podemos inferir que el ministro Zaldívar nunca aprobaría una cuestión así, ¿verdad? El ministro presidente ya ha expresado en el pasado su postura frente a quienes han tratado de configurar un fraude a la Constitución, como lo hizo en el caso de Jaime Bonilla, gobernador de Baja California. Sobre ese tema, Zaldívar fue categórico en su intervención en la Corte e incluso escribió una columna de ello en Milenio, de la cual tomo prestado la segunda parte de su título (‘Ley Bonilla’: fraude a la Constitución).
Permitirle la vida al transitorio décimo tercero de la LOPJF significaría sucumbir ante una jugarreta política de la mayoría oficialista y del poco cuidado con el que legisla la oposición. Si este transitorio no se elimina por unanimidad en la Corte, significaría también permitir que hay ministros o ministras que no han terminado de entender cuál es su trabajo en el máximo tribunal del país. Fuera de los argumentos jurídicos o políticos que giran en torno a esta problemática, permitir que Zaldívar permanezca en su encargo por más tiempo del que le corresponde, o que él no se deslinde categóricamente de ello, significaría enviar un mensaje de desprecio a el o la próxima ministra presidente de la Corte. Flaco favor le están queriendo hacer a Zaldívar, pues solo han logrado ponerlo en una posición terriblemente incómoda. Entre tanto, reitero, no perdamos de vista a nuestros representantes ante el Congreso de la Unión. Escribámosles y exijamos rendición de cuentas; lo votado en el Senado es solo un recordatorio más de que la política es una tarea tan importante que no podemos solo dejarla en manos de los políticos.
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#4 Tiempos
La incansable divulgadora del conocimiento, Ikram Antaki | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
Hace cincuenta años llegaba a México una siria recién graduada de doctora en etnología en la Universidad de París VII, y fincaría su actividad profesional en este país nacionalizándose mexicana y realizando diversas actividades relacionadas con su área de interés convirtiéndose en una de las intelectuales mexicanas más importantes de la segunda mitad del siglo XX en México; Ikram Antaki que había nacido en Damasco en 1947 en el seno de una familia de juristas y humanistas.
Su madre estudió la literatura rusa del siglo XIX y su abuelo que fuera el último gobernador de Antioquía, salvó a miles de armenios del exterminio en 1915, durante el asedio otomano. En 1969 viajó a Europa y siguiendo la vena familiar estudiaría literatura comparada, antropología social y el doctorado en etnología del mundo árabe.
En 1975 abandonó Francia para venir a México; Antaki narra su decisión que tomó abriendo un compás sobre el mapamundi y, siguiendo una línea horizontal imaginaría paralela al Ecuador, determinó que México era el país más lejano a Siria, “era el fin del mundo” un lugar que ella quería conocer. Al poco tiempo nacería su hijo y formaba así una familia mexicana e iniciaba su intenso trabajo intelectual.
Ikram se dedicaría a la docencia, el ensayo, el periodismo y la radio, convirtiéndose en una de las más importantes divulgadoras del conocimiento, encajando de manera natural en la vieja tradición mexicana en divulgación de la ciencia, donde caben de manera conjunta todas las disciplinas y que inciden en el ámbito cultural.
Escribió alrededor de veintinueve libros y agradecía a sus lectores “el deseo de saber”. Libros que proyectó su creación desde los ocho años y que guiarían sus intensas lecturas de obras literarias y de ensayo. Dejó en borrador muchos otros escritos de sus ambiciosos proyectos de divulgación.
Ikram Antaki, se definía a si misma: “Ahora me proclamo, de manera un poco simple, conservadora, aunque de hecho no es exactamente así; en la práctica sigo la frase de Averroes: ‘sean renovadores en todo lo que se refiere a la ciencia y el pensamiento, sean conservadores en lo que se refiere a los asuntos de los hombres’”.
Al morir en la Ciudad de México en el año 2000, Ikram Antaki estaba completamente dedicada a cumplir con la meta más ambiciosa de su vida: “He descubierto, en este país, que soy un ‘buen maestro’, no solo ‘un buen escritor’, alguien que sabe algunas cosas y que no las quiere guardar, sino compartir”.
Además de la escritura, a la que considera resguardadora de la memoria ante la memoria de la información mediática que es frágil, tuvo un importante papel en medios audiovisuales colaborando en los canales oficiales, once y trece , y en numerosos programas de radio y conduciendo los propios, como fueron los célebres: el Banquete de Platón y el Ágora.
Los interesados en adentrarse al mundo de la divulgación científica, sobre todo cuando no existen instituciones formadoras para ello, pueden recurrir a las obras de Ikram Antaki y aleccionarse con sus narrativas llenas de información y basadas en el pensamiento crítico, como trabajos de síntesis del pensamiento y que traspasan los campos de la especialidad uniendo de manera natural la ciencia y el humanismo y su responsabilidad con la sociedad.
Su programa El Banquete de Platón, ha sido base de varios de sus escritos donde recoge lo tratado en el programa. En especial el libro, mas que recomendado, que lleva como título, simplemente: Ciencia, editado por Penguin en su colección De Bolsillo, no puede faltar en la lectura de quienes se interesan por el pensamiento y conocimiento desarrollado a lo largo de la historia de la humanidad.
Escrito en forma rigurosa y fácilmente asimilable, ayuda al lector a tener una idea rápida y actualizada de la naturaleza humana, el origen de las lenguas, las razas, el racismo, la inteligencia, la genética, el principio del universo, el tiempo, el cerebro y la descorazonada aventura de la modernidad científica que venció el oscurantismo.
Como le decía Ikram Antaki: “El merito de su parte (refiriéndose al lector), está en el hermoso y agradecible deseo de saber. El mérito, de mi parte, está, en la tentativa de síntesis”.
Recordamos así a una extraordinaria mujer que tomó a México como su casa y que contribuyó a la educación del pueblo con base en la divulgación y educación no formal, a través de sus libros y programas audiovisuales, convirtiéndose en una importante divulgadora del conocimiento en México.
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#4 Tiempos
Buscad el alfiler | Columna de Juan Jesús Priego Rivera
LETRAS minúsculas
-¡Qué hombre tan amargado! –exclamó una vez una dama de cierta edad señalando con el dedo, desde la distancia, a un compañero al que yo estimaba mucho-. ¿Qué traumas habrá sufrido en su infancia para haber perdido de tal manera el gusto por vivir?
¡Los traumas de la infancia! Sí, he oído hablar de ellos, pero no me convencen ni mucho ni poco. ¿Por qué debemos ir hasta la infancia de un hombre para explicarnos su mal humor de hoy? ¿Y si la infancia, por lo menos en el caso de este conocido mío, no tuviera nada que ver? ¡Ir tan lejos cuando la causa podría estar tan cerca!
Pero yo conocía la razón de ese permanente mal humor, de esa amargura: este amigo sufría a causa de su jefe, un déspota que trataba a sus subordinados como le daba la gana. ¡Ya sólo faltaba que les exigiera a todos bolearle los zapatos! Además, el ambiente de trabajo era, en aquella oficina, atroz y deprimente: allí todos envidiaban a todos y se ponían zancadillas los unos a los otros por el puro placer de ver cómo caían de la gracia de su superior, para observar cómo se despeñaban y se rompían la cabeza. Cada día de trabajo transcurría casi siempre entre gritos, susurros y rumores, y, por lo que he podido saber, nadie estaba seguro –ni lo está todavía hoy- de que mañana seguiría conservando el puesto que ocupaba apenas el mes pasado. Ahora bien, ¿quién no va a amargarse en un ambiente rancio como éste?
Yo conocía pormenorizadamente esta triste historia. Por eso me reí en silencio de las suposiciones de aquella señora que, por haber tomado un curso relámpago de psicología, ahora me hablaba de traumas infantiles y actos fallidos.
Sí, los humanos somos muy propensos a generalizar y elaborar hondas teorías que se vienen abajo justo en el momento en que comprendemos que las cosas no eran como pensábamos. De esta manía elucubradora se burló Alain (1868-1951), el filósofo francés, al escribir así en uno de sus Propos sur le bonheur: «Cuando un bebé llora sin consuelo, la nodriza suele hacer las más ingeniosas suposiciones respecto a este joven carácter y a lo que le gusta o le disgusta; invocando incluso a la herencia, ya reconoce al padre en el hijo. Estos ensayos de psicología se prolongan hasta el momento en que la nodriza descubre el alfiler, causa efectiva y real del llanto».
¡Ah, era eso! ¡Había un alfiler entre los pañales! Y pensar que la nodriza ya empezaba a sospechar ciertas cosas…
El hombre, según se ha dicho aquí y allá, es un filósofo que se ignora a sí mismo. Yo de esto nada sé. Lo que sí sé, en cambio, es que muchas veces, en lugar de buscar el alfiler, se pone a concebir graves y hondas teorías cuyo fundamento, para decirlo ya, es más que dudoso.
Una vez se quejaba conmigo un dentista diciéndome:
-¿Por qué la gente ya casi no me busca para arreglarse los dientes? Las nuevas generaciones son muy descuidadas. ¡En qué tiempos tan tristes nos han tocado vivir!, etcétera.
Pero no; por lo menos aquí no se trataba de los tiempos: era que este dentista tenía fama de trabajar sin anestesia –para ahorrarse un dinerito-, y la verdad es que sus pacientes lo que menos querían en su consultorio era ponerse a practicar el estoicismo.
El 4 de julio de 1765, Georg Christoph Lichtenberg (1742-1799) estaba quitadísimo de la pena leyendo un libro al pie de una ventana cuando de pronto… Pero dejemos que sea él mismo quien nos cuente lo que le pasó aquella vez: «Leía, cuando, de pronto, la mano que sostenía el libro se movió imperceptiblemente y esto hizo que recibiera menos luz. Entonces pensé que una nube espesa debía estar pasando de frente al sol y todo me pareció más oscuro, por más que no había perdido nada de luz». Y concluye el pensador alemán: «Con frecuencia sacamos nuestras conclusiones de esta forma: buscamos en la lejanía causas que muchas veces están junto a nosotros». «¡Oh! –hubiese exclamado otro que no fuera él-. El cielo se está nublando. Acaso llueva toda la tarde. ¡Y maldita la gana que tengo de que llueva esta tarde!». Pero no, el cielo no se nublaba: era el ángulo de su cabeza lo que había variado, produciendo en la página del libro una sombra que en el cielo no existía.
Yo me entretenía recordando estas palabras mientras aquella señora se quejaba de mi amigo. ¿Y por qué había que ir tan lejos -¡nada menos que hasta los traumas infantiles!- para buscar las causas de su amargura, puesto que éstas estaban casi al alcance de la mano? ¡Era el ambiente en el que se movía el que lo sacaba de sus casillas y lo ponía de mal humor! De modo que, una vez aireado ese ambiente, ¡adiós traumas infantiles!
Además, convendría no olvidar la lección que las semillas nos imparten todos los días. ¿Qué lección? Ésta: que no es posible crecer y desarrollarse en cualquier terreno. Una semilla de arroz, por ejemplo, jamás crecerá en el desierto, ni una semilla de mostaza en el frío de la tundra. Cada semilla, para crecer, necesita estar, por decirlo así, en su ambiente.
«Hay que florecer donde Dios nos ha plantado», dice una frase que aceptamos sólo por el hecho de que Dios es un buen sembrador que no se equivoca nunca, aunque por lo demás bien podría ser cursi y hasta falsa. ¡Un grano de trigo, por más que quiera hacerlo, jamás dará nada de sí si es sembrada en los hielos polares!
Y bien, tal es lo que había sucedido con mi amigo: que sencillamente no estaba en su elemento. ¿Y cómo, entonces, iba a crecer y a desarrollarse? «La impaciencia de un hombre –vuelve a decir Alain- tiene a veces por causa el haber estado mucho tiempo de pie; en vez de razonar contra su mal humor, ofrecedle un asiento… No, no digáis nunca que los hombres son malos; no digáis jamás que tienen tal carácter. Buscad el alfiler».
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#4 Tiempos
¿Y si un día dicen que ya no hay abortos… porque los escondieron todos? | Columna de Ana G Silva
CORREDOR HUMANITARIO
Imaginemos que dentro de unos años, alguien desde el poder diga: “En San Luis Potosí ya ni se practican abortos, ¿para qué mantenerlo legal?” Esa frase, tan simplona como peligrosa, podría ser suficiente para justificar que se dé marcha atrás a un derecho conquistado a pulso. Y lo más grave es que, si revisamos los datos oficiales, el argumento ya estaría servido.
Porque según los Servicios de Salud del Estado, desde que se despenalizó el aborto hasta las 12 semanas de gestación, 132 mujeres han interrumpido su embarazo en San Luis Potosí. Pero —y aquí está la trampa— ninguna lo hizo por decisión propia. De acuerdo con las cifras, las 132 interrupciones fueron por motivos médicos. Cero voluntarias. Cero por libre elección.
Entonces, ¿qué nos están diciendo? ¿Que en todo un estado, con más de dos millones de mujeres, ni una sola decidió interrumpir su embarazo de forma voluntaria? ¿O que los hospitales y las instituciones están borrando esos datos, diluyéndolos entre diagnósticos clínicos para esconder una realidad incómoda?
Hace un año, San Luis Potosí celebraba lo que parecía un triunfo de la razón sobre el prejuicio: la despenalización del aborto. Hoy, ese avance empieza a parecerse a una mentira institucional. Porque si las cifras se maquillan, si la objeción de conciencia se convierte en excusa y si las mujeres siguen siendo rechazadas en hospitales, entonces el derecho a decidir se está convirtiendo en una simulación.
De los 107 puestos médicos en hospitales habilitados para practicar la ILE, uno de cada tres profesionales es objetor de conciencia. En Ciudad Valles, por ejemplo, 10 de 17 médicos y enfermeros se niegan a realizar el procedimiento. ¿Y qué pasa con las mujeres que viven en la Huasteca o en el Altiplano, donde no hay alternativas cercanas? ¿Qué pasa si una mujer llega al hospital de Valles, con doce semanas cumplidas, y le dicen que nadie puede atenderla porque todos son objetores ? Lo que pasa es que su derecho desaparece.
La colectiva ILE San Luis Potosí ha documentado estos casos, las negativas, la opacidad y la simulación. Han sido ellas —y muchas otras colectivas— quienes han tenido que acompañar a mujeres que, en teoría, ya no deberían estar suplicando por un derecho reconocido por la ley.
Y entonces hay que decirlo con claridad: un derecho que no se garantiza, es un derecho abolido en silencio. La resistencia institucional existe, y es tan sutil como efectiva: se disfraza de papeleo, de moral médica, de estadísticas convenientes. Pero su consecuencia es brutal: mujeres obligadas a continuar embarazos que no desean, porque el Estado decide mirar hacia otro lado.
San Luis Potosí tiene una ley que reconoce el derecho a decidir, pero no una estructura que lo haga realidad. Y si las autoridades siguen escondiendo las decisiones de las mujeres tras diagnósticos médicos, no solo están borrando datos: están borrando voces.
A un año de la despenalización, el aborto en San Luis Potosí sigue siendo un privilegio y no una garantía. Y si no se exige transparencia y acceso real, pronto podrían decirnos —con una sonrisa burocrática— que aquí ya nadie aborta. Y entonces, el silencio sería la excusa perfecta para volver atrás.
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