noviembre 21, 2024

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¡¡¡C-I-V-I-S-M-O, PENDEJO!!! | Columna de Daniel Tristán

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Ciclovía Potosina

LaguNotas mentales

 

Mi estimado lector, se cumplieron ya dos meses desde que entró en actividad el primer programa de ciclovía de la capital potosina en la avenida Himno Nacional. Sin duda alguna este tema ha sido uno de los más debatidos y comentados en los medios de comunicación y en redes sociales por los ciudadanos potosinos. Son casi 60 días en los que hemos vivido una oleada de opiniones, a favor y en contra sobre uno de los proyectos más controvertidos de la administración de Xavier Nava Palacios.

Si le soy honesto, había hecho todo lo posible por mantenerme al margen y no externar mi opinión al respecto de tan polémico proyecto. Me había limitado a compartir mi punto de vista por varios motivos. En primer lugar, muchos de mis compañeros y colegas (en este y varios medios de comunicación) hicieron valer su derecho a la libertad de expresión compartiendo su sentir al respecto. En las pantallas de televisión, estaciones radiofónicas, páginas de periódicos y medios digitales me encontré con un mar de opiniones, todas totalmente válidas y no consideré que la ciudadanía necesitara una opinión más al respecto. Había ya material de sobra para el debate y la controversia.

En segundo lugar, no me sentía con el derecho de hablar sobre la ciclovía hasta no vivir la experiencia en carne propia. Muchas veces resulta bastante cómodo hacer gala de la cobardía y criticar algo sin siquiera haber experimentado la situación. No podía ni debía emitir un juicio sin antes montarme en dos ruedas y recorrer la polémica obra del Ayuntamiento capitalino. Caray, si la chingadera costó 7 millones de pesos al menos tenía que darme la oportunidad de recorrerla para ejercitarme un poco mientras el aroma de esos milloncitos inundaba mis pulmones.

Pues bien, resulta que hoy siento el deseo incontenible de externar mi sentir al respecto por la simple y sencilla razón de que ya recorrí la ciclovía varias veces y en distintas condiciones climatológicas, en diferentes días y horas. Vaya, ya hice lo que atinadamente llaman “investigación de campo”. Además, me veo en la necesidad de emitir mi opinión por la única razón de que, con el respeto que usted me merece, estoy hasta la reputísima madre de varias situaciones que a continuación plantearé.

Todo en esta vida tiene dos polos, el positivo y el negativo. Nada en el mundo es perfecto, y esa dualidad es la que le da equilibrio a la forma en la que los engranajes sociales de este planeta funcionan. No estoy aquí para defender la obra del Ayuntamiento, no estoy aquí tampoco para organizarle una porra a Nava, pero tampoco estoy aquí para ponerme en el papel de ciudadano infumable al que, como bien atinó a decir nuestro Señor Presidente, ningún chile le embona.

Vayamos por partes. Estoy de acuerdo en que es una mentada de madre monumental el hecho de destinar 7 millones de pesos a la colocación de tubos de plástico naranjas que a la menor ventisca se vienen abajo. Existe algo que se llama sentido común, y resulta un insulto al intelecto de la ciudadanía hacerle creer que se fueron tantos millones en esta obra. Que me den cien mil pesos y les armo la misma obra y hasta con tubitos reforzados, es más… hay que darles el beneficio de la duda. Que costará un millón, ok… ¿pero siete?

Estoy de acuerdo también en que la ciclovía tiene muchísimas cosas por corregir y mejorar. Al recorrer en bicicleta ambos tramos de la avenida me encontré con algunos obstáculos que, sin duda, dificultan y entorpecen la circulación de los ciclistas. El primero pareciera insignificante, pero eso no le resta el riesgo. Resulta que hay a lo largo de la ciclovía un montón de árboles con ramas tan largas que obligan al ciclista a agacharse sobre la marcha o a abandonar el carril de bicicletas para poder sortear este obstáculo invadiendo el carril de circulación de vehículos automotores.

Otro riesgo que encontré fueron los remaches y varillas que quedaron expuestos de dónde retiraron las boyas que indicaban las paradas del transporte público.

Al ser retiradas estas boyas olvidaron que por ese carril circularían bicicletas, mismas que pueden sufrir algún percance debido a este descuido. En mi recorrido me encontré a un joven cuya bicicleta sufrió una ponchadura por este motivo. Por último, uno de los desperfectos que más complican la circulación por la ciclovía son los baches. Se convierte en una actividad de alto riesgo andar en bici por un carril angosto infestado de hoyos, la ciclovía obliga al ciclista a pasar por el agujero y que Dios lo cuide. De lo contrario el ciclista, nuevamente, se ve forzado a invadir la circulación de los autos para poder salir bien librado de los cráteres tan característicos de San Luis Bachesí. Mayor es el problema si es un día lluvioso y uno tiene que andarle jugando al “¿charco o bache?”.

Los anteriores son detalles que el Ayuntamiento y la gente de Nava tendrán que corregir a la brevedad posible si no quieren que la opinión pública siga descargando todo su odio y su rencor sobre ellos. Ahora bien, la moneda siempre tiene dos caras. A pesar de que el proyecto de la ciclovía se encuentra en pañales aún, tenemos que entender que hay mucho que nos corresponde hacer como sociedad y que simplemente no estamos cumpliendo. En mis recorridos por la ciclovía también me encontré con un montón de trabas que no son precisamente culpa de papá gobierno. Por mencionar algunos: un camión de cerveza estacionado en el carril de bicis para descargar cartones en un Oxxo, peatones en la vil pendeja caminando por la ciclovía mientras van embobados en el celular, gente parada en el carril esperando hacerle la parada al transporte público, ciclistas circulando en contra por la vía, borrachos en fin de semana tumbando los postes por pura diversión, puestos de tacos o de comercio ambulante obstruyendo la pista, gente que saca las bolsas de basura y las deposita por donde debería circular bicicletas.

Todos los anteriormente mencionados son pequeños detalles que no deberían de suceder si todos entendiéramos el significado de la palabra CIVISMO. En las últimas horas la polémica retomó fuerza al ser anunciado el proyecto de la ciclovía en la Calzada de Guadalupe. Los haters agarraron vuelo y escupieron mil culebras haciendo mofa de la noticia. Me encontré un montón de comentarios negativos al respecto. Entre ellos uno que, en tono burlón, decía “Pues no esperen mucho, tal vez sólo conos naranjas”. No tengo nada en contra del sujeto que externó esta pobre opinión sin argumentos ni fondo. Pero si estoy totalmente cierto de que debo hacer un par de observaciones al respecto de su comentario. Primero: no son conos, son tubos. Segundo: Recordemos que la función fundamental de la ciclovía es darle seguridad al ciclista mientras circula. Qué más da si son tubos naranjas o si son pelotitas de plástico o papelitos de colores, están ahí por un motivo… ¡Hay que respetarlos carajo! En el pedir está el dar, civismo, civismo, ¡¡¡CIVISMO!!!

Mientras nuestra sociedad no sea capaz de respetar ni esos tubos naranjas no mereceremos más que eso… ¡simples y jodidos tubos naranjas!

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#4 Tiempos

Votar entre la razón y la emoción | Columna de León García Lam

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VOLUTA

 

Eso me dijo mi papá:

-Mira Leontino, que lo que guardas en la cabeza no sea lo mismo que guardas en el corazón.

Como muchas cosas que me dijo, no le puse suficiente atención, pero ahora ese mensaje ha logrado escarbar entre todos los recuerdos y salir a flote otra vez.

Interesante: la frase de mi papá tiene razón, pero también tiene emoción. Hace uso de dos recursos -muy humanos- a la vez y los junta y los enreda torciéndolos, pero nunca dejan de ser razón por un lado y emoción por el otro. La frase significa además que la razón tiene su lugar en el cuerpo, sus formas, sus métodos y la emoción los suyos propios. Esto viene muy a cuento con la época de elecciones en la que nos encontramos.

Como una especie de vicio raro, leo con pulsión desmedida todas las columnas de opinión que mi escaso tiempo me permite. Leí, por ejemplo, la columna de mi amigo Octavio Mendoza (Astrolabio) que trata acerca de las complejas motivaciones del votante: a la mera hora, ahí escondido detrás de una cortina de plástico, el elector tacha la opción que durante meses dijo que no iba a elegir. Si un votante hace eso, no pasa nada, es como una gota de agua rebelde que lucha contra las olas del mar. La cosa se pone buena, cuando esto mismo no lo hace uno sino 5 millones de votantes. Entonces, las alarmas se encienden, los encuestadores se arrancan los pelos y se desatan los programas de opinión, que a mí me encantan, tratando de explicar lo que antes parecía imposible.

Sí, efectivamente, las masas actúan caprichosamente. No razonan. Solo actúan motivadas por sentimientos básicos como el odio, el miedo, el rencor, la venganza o el gusto. Eso motivó a millones de personas a votar hace seis años y sentimientos similares moverán a millones de personas a votar este domingo.

Por otro lado, si lo pensamos bien (lo razonamos) ¿de qué sirve ir a votar? Alguien va a ganar de todos modos y quien gane no hará que el mundo, el país, el Estado, el municipio cambien. Todos sabemos que las campañas se hacen de puras promesas que ni siquiera se piensan cumplir. Como un signo más del apocalipsis, la calidad de los candidatos de todos los partidos empeora cada elección y se nos presentan cada vez más incultos, cínicos y simplones y si seguimos pensando así, no solo se nos quitarán las ganas de votar sino de vivir.

Ambas situaciones que he presentado aquí: votar motivado por el rencor y no salir a votar porque “no sirve para nada”, significan hacer de tripas corazón, o sea poner la pasión en la cabeza y la razón en el corazón y así todo se descompone.

Para que la democracia funcione se requiere que la motivación de votar sea algo que está por encima de nuestros intereses personales: nuestros hijos, nuestra comunidad, nuestro entorno. Salir a votar no puede ser un asunto de la razón, menos aún de las razones personales, sino de la pasión ciudadana, del amor por la patria, por la matria, por la familia. El resultado aquí no es lo que importa, sino nuestra obligación a participar.

¿Por quién votamos? Aquí debe entrar la razón desapasionada. Votar por rencor o votar por conveniencia personal no sirve para elegir al mejor gobernante. Lo que se requiere, en ese momento justo de estar a solas con nuestra boleta y el crayón en la mano es razonar fría y calculadoramente el sentido de nuestro voto.

Es el corazón quien levanta del sillón al elector, lo saca de la comodidad de su casa y lo lleva a la casilla. Ya estando en la mampara, la razón toma la mano del votante y lo hace elegir si no la mejor, la menos mala de las opciones que tenemos. Después de que le marcan el dedo con la famosísima tinta indeleble (por cierto, invento mexicano) queda en el votante, una extraña satisfacción de haber cumplido de la mejor manera posible.

Yo creo que vamos bien, si tomamos en cuenta que la democracia se tarda unos 400 años en dar resultados.

Querida culta lectora de La Orquesta, que tenga felices votaciones este domingo

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#4 Tiempos

¿Existe la ciencia neoliberal? | Columna de León García Lam

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VOLUTA

 

Una polarización creciente se ha cernido sobre el mundo y ha generado una guerra de trincheras por todas partes, que si la derecha, que si los conservadores, que si los musulmanes, que si metemos a la cárcel a los que le caen gordos a la tía Tatis, etcétera. Las multitudes se abalanzan a opinar. Usted no, por supuesto, estimada y culta lectora de La Orquesta. Usted y yo no caemos en esa trampa de la opinión sin ton ni son que nos polariza. Sin embargo, quisiera ofrecerle el humilde punto de vista de un antropólogo acerca de la polémica sobre ciencia e ideología. El nuevo CONACYT con H (CONAHCYT) ha acusado a sus antecesores de practicar una ciencia neoliberal y muchos científicos afirman que tal cosa no puede existir, pues la ciencia no tiene ideología.

Una de las grandes fortalezas de la ciencia —virtud que nunca se le ha visto a un diputado— es que es capaz de reconocer sus errores. La ciencia constantemente se inmola a sí misma sobre sus antecedentes. Es capaz de decirse y desdecirse. Esta virtud se basa en un principio de objetividad. La ciencia es capaz de desapasionarse. Es decir, puede reconocer un resultado, aunque este no sea el esperado o resulte adverso a las emociones, afectos o creencias de sus investigadores. Aquí se puede recordar al gran Lineo, quien empeñado en demostrar que en la naturaleza había un orden establecido por Dios, diseñó una clasificación de plantas que terminó por sentar las bases de la teoría evolutiva.

Por eso, la ciencia es capaz de observar objetivamente toda clase de fenómenos y por eso se dice con toda razón que los intereses científicos son ajenos a cualquier ideología.

Sin embargo, la ciencia no solo observa objetivamente átomos, moléculas, células, planetas o microbios. También observa seres humanos, lo cual significa dejar de lado el microscopio y usar el espejo para vernos a nosotros mismos. Las ciencias sociales observan no solo a otros seres humanos, sino a seres humanos que observan a otros seres humanos y esto genera una reflexión muy compleja.

Los colegas físicos, químicos o astrónomos están acostumbrados a una observación directa de los fenómenos que estudian. Los científicos sociales estamos habituados a considerarnos a nosotros mismos en la observación. Esto produce dos visiones científicas de la misma ciencia. Una que supone a la ciencia como una tarea objetiva, neutra y desinteresada y otra que cobra conciencia de cómo los intereses humanos guían a la investigación científica. Entonces para responder a la pregunta ¿existe la ciencia neoliberal? La respuesta llana es sí, sí existe. Hay intereses neoliberales fortaleciendo intencionalmente a ciertos temas científicos. Aun más: hay científicos con intenciones neoliberales practicando ciencia objetiva. Disculpe culta lectora de La Orquesta que dejé abandonado el tema de qué significa ser neoliberal para otra Voluta.

A pesar de la eficacia del método científico y su asombrosa capacidad para dar nos conocimientos objetivos, hay suficiente evidencia de que las ideologías de los estados nacionales, las religiones y los intereses económicos juegan un papel fundamental en la llamada ciencia de frontera

. La película de Oppenheimer visualiza cómo es que los políticos (y las situaciones históricas por las que atraviesan) manipulan y controlan los avances científicos. Se puede afirmar que el interés científico por la física cuántica no proviene de un interés neutral, sino absolutamente político. No puede existir tal interés inocente o neutro por la ciencia, pues los intereses científicos son dirigidos por intenciones económicas y militares. Una vez reconocida la injerencia de otros aspectos no científicos en la ciencia, habrá que decir que no sólo se trata de acusar al capitalismo o al neoliberalismo como manipuladores del interés científico, sino que también el comunismo, el BRICS y el alter mundo dirige a sus científicos con los mismos intereses económicos y militares.

Las universidades, los centros de investigación, los laboratorios y hasta las bibliotecas responden a los intereses ideológicos de los estados. Abundan los ejemplos: la relación entre las agencias espaciales y los consejos de seguridad, los avances biomédicos, la inteligencia artificial, etcétera.

En otras palabras, la trinchera de discusión que en México se ha abierto intenta responder la pregunta, la ciencia mexicana ¿a quién debe responder? ¿A la sociedad? ¿Al Estado? ¿A sí misma? Si es el Estado quién financia las becas y las estancias de investigación ¿no debe ser entonces quien regule y quien determine los intereses a investigar? Si la ciencia es útil, ¿no debiera dirigirse sus investigaciones al servicio de la sociedad? Pero ¿en verdad la ciencia debe ser útil o debe promoverse la libertad de investigación con independencia de su utilidad? No lo sé.

Por un lado, está la ingenuidad, creer o querer creer que es posible una ciencia desinteresada y desvinculada de los intereses nacionales o globales; por otro, está el terrible pragmatismo que pone a la ciencia como una sirviente del Estado y peor, la constricción a todo espíritu creativo que desee investigar algo y que no responda a los parámetros de la caprichosa sociedad que la mantiene.

En mi opinión, de antropólogo, pero que no necesariamente coincide con mis colegas de profesión y formando parte del fenómeno del que me quejaba al principio, montando el caballo loco de la opinomanía, pienso que la solución es que nuestro sistema mexicano de investigación científica debiera ser lo suficientemente abierto para que coexistamos tanto aquellos investigadores que colaboran entusiastamente en los intereses que atañen al estado mexicano (y que logren por fin la vacuna Patria y los respiradores Écahtl), pero también aquellos que trabajan para intereses corporativos o empresariales y quienes hacemos ciencia artesanal (la cual explicaré en otra ocasión).

Estoy convencido de que, en la tolerancia a la diversidad de posturas y en que, en nuestro país TODAS tengan una posible expresión y posibilidad pública, está la clave ¿y usted qué opina?

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#4 Tiempos

Xantolo 2023, viejos dilemas a nuevas tradiciones | Columna de León García Lam

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VOLUTA

 

Hace un año me llamaron para una entrevista por MG Radio. Jesús Aguilar me preguntó acerca de la importancia cultural del Xantolo, sin embargo sus preguntas poco me permitieron responder lo que con sinceridad pienso. Por ello, un año más tarde, escribo esta columna, para preguntarme y responderme lo que considero que debe ser preguntado y respondido acerca del famoso Xantolo.

 

Pregunta número 1: ¿Qué es el Xantolo y por qué se le considera tradición de San Luis Potosí?

No existe una tradición de día de muertos que se llame Xantolo, al parecer el término proviene del latín sanctorum (Sancta Sanctorum) y el término refiere a los objetos más sagrados de los templos judíos, vaya a usted a saber qué enredos ocurrieron para que se confundiera al sanctorum con xantolo. Lo que sí, es que en las cabeceras municipales (que no son indígenas) se impuso este nombre para llamarle al festival que organiza el municipio cada año: concurso de altar de muertos, concurso de comparsas, etcétera. Puedo asegurar, estimada y culta lectora de La Orquesta, que la fiesta de las cabeceras municipales, poco tiene de semejanza con lo que ocurre en las comunidades indígenas.

 

Pregunta número 2 ¿Entonces el Xantolo es una falsa tradición? ¿Cómo podemos conocer la verdadera tradición del día de muertos?

Tampoco existen las tradiciones falsas, sino más bien existen las tradiciones inventadas. Es muy común que todo aquello que se presenta como “tradicional” sirve como discurso para legitimar al poder en turno. Los gobiernos parten de crear mitos fundacionales tales como “respetar las raíces” o “preservar las tradiciones” y de ahí a la creación de rituales públicos, como desfiles, procesiones, actos solemnes, etcétera. Todos esas festividades son rituales sin religión, generalmente huecas y vacías, pero efectivas. ¿No le parece raro que esos mismos jóvenes que rechazan todo legado cultural estén encantados en celebrar -según ellos- la tradición del xantolo?

 

Pregunta número 3: ¿Cómo se vive el día de muertos en las comunidades indígenas?

Primero, se vive en comunidad. Segundo, la idea principal es compartir con los difuntos tamales, dulces, chocolate o atole. Las comparsas representan a los ancestros que vienen del otro mundo y llegan a la comunidad.

 

Ahora, le comparto la carta de una ciudadana que me escribió lo siguiente:

Estimado antrop. León García Lam

Quiero contarle lo que ocurre en mi colonia y saber qué opina usted: Mi vecina de junto pone un altar a la Santa Muerte y el día 2 de noviembre saca al esqueleto para organizarle mitote y jolgorio; lo mismo hace con San Juditas, baile con caguamas, mujeres borrachas y pleito. Yo pienso que todo esto está muy mal, porque esta señora confunde la devoción católica con algo parecido a la brujería o el satanismo. 

Yo pongo altar de muertos, tradicional, como se ponía en el rancho de mi abuelita. En una mesa pongo los retratos de los que ya se fueron, con velas, agua y ofrendas para que los difuntos coman y beban, pues tienen sed. Esa es mi creencia católica y pienso que es la que está bien porque es la más tradicional.

El problema es que frente a los domicilios de nosotras, vive una señora, muy seria y recatada que es hermana protestante y dice de nosotras dos, que adoramos al diablo y a la muerte. Yo por más que le explico que lo que yo hago es muy diferente de lo que mi vecina de al lado hace, ella dice que somos igualmente adoradoras de satanás.

¿Usted qué opina Antrop. Lam? ¿Cuál es la verdadera tradición?

 

Mi respuesta es que, de ahora en adelante, hay que llamarle a todo esto “Xantolo”.

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