#4 Tiempos
ALL HALLOWS’ EVE – O la estrategia de marketing toda cutre que lanzó al estrellato a un payaso asesino | Columna de Guille Carregha
CRITICACIONES
Originalmente no iba a ver esta película, pero a ALGUIEN que está haciendo un reto de películas de terror en octubre se le olvidó bajar la película correcta a tiempo. Así que tuve que ver algo que estaba más fácilmente disponible. (Originalmente iba a ver Ghost Stories de 2017, por si acaso estaba la duda).
Y cuando digo “lo que había”, me refiero a una película que no estaba ni remotamente en mi lista de deseos. De esas que encuentras mientras haces zapping en el fondo de Netflix o, peor, en una carpeta olvidada de tu disco duro. Pero bueno, ya estaba ahí, frente a la pantalla, listo para la acción (o el sufrimiento), esperando que al menos fuera algo decente. Spoiler: no lo fue.
La verdad sí está medio culera.
Ok, vamos directo al grano. A veces, las películas malas tienen cierto encanto, un “so bad it’s good”, pero en este caso no. No. Esto es simplemente malo. Pero no del malo entretenido; es del malo que te hace cuestionarte tus decisiones de vida. Y claro, todos cometemos errores, pero yo pagué por esto… en tiempo, que es lo más valioso que tengo. Y, sinceramente, no creo que lo recupere jamás.
Básicamente, el director agarró dos de sus cortos de terror, los metió en una licuadora narrativa, añadió un chorrito de excusa barata de historia alrededor de los cortos y nos sirvió este batido de… cosas. Se le reconoce su esfuerzo de autopromoción, pero, híjole, qué cosa tan fea.
Primero lo bueno: hay un esfuerzo. ¡Un aplauso para el esfuerzo! Hacer cine no es fácil, lo entiendo. Pero si tu película se siente como esos proyectos escolares que entregas corriendo porque no te dio tiempo, tal vez deberías haberla dejado en el cajón un rato más. Lo que tenemos aquí es un ejemplo clásico de un director que dice: “Tengo estos dos cortos viejitos… ¿y si los pego con cinta adhesiva y les pongo un poquito de trama entre medias?”. Y así lo hizo. El resultado es una obra que apenas se sostiene en pie y cojea por el campo de batalla del cine con todo el estilo de una silla rota.
Claramente se ve que todo se grabó con una papa de esas de feria a modo de cámara, porque era lo que había, y aunque me alegra que el director se haya lanzado a hacerlo, no hay mucho que salvar de la producción.
No voy a mentir, he visto proyectos grabados con cámaras de bajo presupuesto que se ven bastante bien, pero en este caso, parece que la elección fue una cámara handycam del año 2002… ¿o tal vez de 1999? Honestamente, es difícil decirlo porque la calidad de imagen es tan baja que casi puedo contar los píxeles. Me sentí como si estuviera viendo un video casero de mis primos de cuando íbamos a la playa hace años.
Ahora, lo bueno. Los efectos especiales, sorprendentemente, son geniales. Es como si todo el presupuesto de la película hubiera sido absorbido por el departamento de efectos. Los despedazamientos y gore (en general) se ven bastante bien, lo cual es un mérito cuando todo lo demás está cayéndose a pedazos a su alrededor. Si solo hicieran un reel de efectos sin el resto de la película, estaría bastante satisfecho.
Pero luego están las actuaciones… Ay, Dios mío, las actuaciones. Si pudieran actuar tan bien como actúan los directivos de la FCC cuando te quieren convencer de que su plan de estudios, ese nuevo que DEFINITIVAMENTE no se sacaron de la manga en un mes, la película sería una obra maestra. Pero no. Están para el catre. Los diálogos parecen sacados de una página de Wikipedia de “frases genéricas de terror”.
¿Has visto esos momentos en que los actores parecen estar leyendo sus líneas directamente de una hoja de papel? Pues eso es exactamente lo que pasa aquí, pero multiplicado por diez. Imagina una escena dramática en la que alguien supuestamente está asustado por su vida, pero lo único que obtienes es una interpretación digna de un maniquí. Las palabras salen de sus bocas como si estuvieran recitando la lista de la compra. “Oh no, un monstruo. Qué miedo. Corre.” Honestamente, creo que hasta yo podría haberle puesto más sentimiento.
Y los diálogos… uff. Si has visto una película de terror, ya los has escuchado. Es como si el guionista hubiera buscado en Google: “frases típicas de películas de terror” y copiara las primeras diez que encontró. Nada original, nada que se quede contigo. Solo una larga sucesión de palabras vacías.
Lo peor es que ninguna historia llega a ningún lado. ¿El clímax? ¿El giro inesperado? Ni en sueños. Solo es un “oye, ¿no te daría miedo que un payaso loco te persiguiera?” Y… ya. Ahí termina la trama. Ni más, ni menos.
La historia que “une” a los cortos es un chiste. La idea se resume en un “alguien metió un VHS (en 2013, CUANDO TODAS LAS CASAS TENÍAN UN VCR A MANO)”. Y eso es, quizá, el peor aspecto de todo esto. Nada tiene sentido, incluso si apagas el cerebro, y no lleva a absolutamente nada. ¡NADA!
No sabemos si la idea es que un director amateur está haciendo promoción regalándole sus cortos cutres a los niños en Halloween, o si debemos de creer que lo grabado aquí se supone que es ¿real? En ninguna de las dos acepciones hay sentido alguno, pero tampoco sabría decir cuál es el peor approach de los dos. Cringe.
Si crees que las películas necesitan un argumento coherente, este no es tu lugar. Todo se siente como si estuvieras en una pesadilla mal estructurada, en la que de repente te encuentras con un tipo vestido de payaso, pero no pasa mucho más. No hay desarrollo, no hay crecimiento de personajes, no hay historia en sí. Solo miedo vacío. “Boo, soy un payaso y te voy a atrapar.” Fin.
Si eso no fuera suficiente, la película ni siquiera se molesta en establecer reglas claras. Un minuto el payaso es solo un tipo raro con maquillaje barato, y al siguiente puede teletransportarse. ¿Por qué? No lo sé, la película tampoco.
Ah, la vieja confiable del “no necesitamos lógica”. Este payaso pasa de ser un tipo inquietante que podrías ver en una fiesta infantil fallida a ser un ente cósmico que literalmente desafía las leyes del espacio y el tiempo. Y no es broma. En un punto, te das cuenta de que es una entidad tan aterradora que hasta los extraterrestres le tienen miedo. ¿Cómo llegamos aquí? No tengo ni idea. El director tampoco parece saberlo, pero aquí estamos.
BTW, uno de los cortos trata de ver por 20 minutos a un tipo disfrazado de extraterrestre que entra a la casa de una morra y se pone a bailar porque… pues porque sí. Así, sin más. Como si fuera la escena eliminada de una comedia absurda que alguien decidió meter en una película de terror. No hay contexto, no hay razón, solo un tipo bailando sin gracia. Lo peor es que no hay ninguna intención de que sea gracioso. Lo es, claro, pero de una manera tan involuntaria que te preguntas si fue planeado así o si simplemente estaban improvisando con las cámaras encendidas.
En conclusión: qué cosa más fea. Un inicio espantoso para mi reto de ver películas. Si esta es la primera, no quiero imaginar lo que viene después.
¿Qué más puedo decir? No todas las películas son joyas ocultas, y esta es prueba viviente de eso. Hay una línea muy delgada entre “cine independiente interesante” y “esto fue una pérdida de tiempo”, y esta película saltó de cabeza a la segunda categoría. Pero bueno, al menos ya puedo decir que la vi. ¿Yay?
También lee: Héroes verdaderos… o no | Columna de Guille Carregha
#4 Tiempos
El Piano eléctrico: desarrollo potosino | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
Los diseños de pianos electromecánicos tuvieron su auge en 1929 y en la década de los cincuenta del siglo XX comenzaron a usarse en audiciones públicas. La historia de su desarrollo menciona los nombres de Lloyd Loar, Benjamin Meissner, Rudolph Wurlizer, Harold Rodhes y el piano Neo-Bechstein, entre los principales.
Sin embargo, el nombre de Francisco Javier Estrada no aparece en estos recuentos, a pesar de haber sido el primer reporte de un diseño de piano eléctrico a nivel mundial, como resultado de sus investigaciones en reproducción del sonido por medios eléctricos. El reporte público de Estrada se realizó el 19 de diciembre de 1878 en el periódico El Siglo XIX, donde Estrada daba cuenta de sus experimentos con una cuerda vibratoria y su transducción a señal eléctrica, mediante una membrana de tambor que amplificaba el sonido. Estrada, solo presentó su idea y diseño y la puso al servicio de los interesados a finde que pudieran materializarla y mejorarla, al no poder solventar los gastos necesarios para su construcción y la falta de servicios artesanales especializados. Estrada decidía publicar los principios y la descripción del instrumento citado, temeroso de que algún día, no muy lejano, se presentara del extranjero algún instrumento de música idéntico o semejante, o lo que era peor, alguna petición exótica de privilegio con perjuicio de los artesanos mexicanos.
Ochenta años mediaron entre la publicación del diseño de Estrada y la materialización en el extranjero de un piano eléctrico con funcionamiento electro-mecánico.
Para mayores detalles y más información pueden consultar mi artículo alojado en la dirección:
(PDF) Francisco Javier Estrada el inventor del piano eléctrico. Available from: https://www.researchgate.net/publication/396325293_Francisco_Javier_Estrada_el_inventor_del_piano_electrico.
Francisco Javier Estrada insigne científico potosino que destacó a nivel mundial en el ámbito de la física en el siglo XIX convirtiéndose en el físico más importante de México, tiene una numerosa contribución de aportes, de primicias mundiales, las cuales en su mayoría son desconocidas o adjudicadas a otros personajes.
Hemos estado realizando investigación y difusión sobre la vida y obra de este genial potosino, Francisco Javier Estrada y en esta columna del Cronopio en la Orquesta, hemos tratado algunas de esas trascendentales aportaciones.
Una de las aportaciones técnicas de Francisco Javier Estrada que no aparecen en los registros científicos históricos es la propuesta de reproducción del sonido por medios eléctricos. Su tema central de trabajo que implementó en la década de los setenta decimonónicos fue la reproducción del sonido, colocándose en la frontera del conocimiento en ese tema.
Como hemos apuntado en trabajos anteriores, muchas de sus aportaciones y primicias mundiales han quedado en el olvido y poco a poco se están rescatando para colocar en la palestra mundial el gran genio de Estrada, como el físico mexicano más importante del siglo XIX y uno de los principales a nivel mundial, cuyas glorias no se proyectaron por la idiosincrasia social del país, aunque su genio de cierta forma era reconocido en el país, aunque no lo suficiente.
Sistemas como el motor eléctrico, nuevos sistemas de telefonía y la comunicación inalámbrica son parte de sus aportaciones trascendentes que cambiaron a nuestras sociedades y cuyas aportaciones aprovechadas por otros científicos dejan de lado la aportación primaria de Estrada en la historia de la ciencia y la tecnología. Como una aplicación de sus investigaciones en electromagnetismo y reproducción del sonido, se encuentra su propuesta de un piano eléctrico, cuyos experimentos base realizó en San Luis Potosí y con los que propuso un diseño para la construcción de un piano eléctrico que transformaba las vibraciones acústicas en eléctricas con el fin de amplificar el sonido.
El piano como tal no pudo construirlo por carecer de recursos suficientes, así como problemas para abastecerse de los materiales necesarios y el apoyo de los constructores artesanos; sin embargo, publicó en medios de comunicación masiva sus propuestas con el fin de registrar su idea, sus experimentos y su diseño para la construcción del piano eléctrico y su extensión a otros instrumentos de cuerda.
Su propuesta era resultado de experimentos anteriores de Estrada con sistemas telefónicos, donde había realizado mejoras a los ya existentes, logrando construir teléfonos cuya reproducción del sonido era más clara y de mayor intensidad. Parte de esas mejoras las utilizaría en su propuesta del piano eléctrico, entre ellas los fundamentos de micrófonos de carbón y de la comunicación inalámbrica.
Los potosinos debemos estar orgullosos de Francisco Estrada y colocar su nombre como debe de ser, en la historia de la civilización.
También lee: Diego José Abad ilustre formador de potosinos | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
#4 Tiempos
Consideraciones sobre la amabilidad | Columna de Juan Jesús Priego Rivera
LETRAS minúsculas
Tenía Víctor Hugo, el gran escritor francés, veintisiete años de edad cuando publicó, en 1829, El último día de un condenado, novela o largo relato en el que se pone a describir los pensamientos íntimos, las agitaciones interiores y los estados de ánimo que se apoderan de un hombre que pronto -muy pronto- va a tener que morir. La justicia ha señalado ya el día y la hora en que deberá tener lugar la ejecución; todo, pues, está listo…
Pero, no: ¡no todo está listo! Puede que lo esté el cadalso, puede que lo esté el verdugo, pero este hombre todavía no está listo. ¡Aún no sabe por qué debe morir! «Soy joven, estoy sano y fuerte –gime en el calabozo-. La sangre circula libremente por mis venas; todos mis miembros obedecen a todos mis caprichos; estoy robusto de cuerpo y de mente, preparado para una larga vida. Sí, todo esto es verdad; y, sin embargo, padezco una enfermedad, una enfermedad mortal, provocada por la mano del hombre».
Afuera, en la calle, todos ríen y se gozan: el calor del sol es bueno, la vida es bella. ¡Ah, tienen razón al mostrarse tan alegres! Para ellos hay futuro. ¿Cómo no sonreír cuando a la noche sigue el día, cuando se espera vivir muchas noches y muchos días? En cambio él… ¡Quizá no haya para él ni otra noche ni otro día!
Llama la atención, sin embargo, cómo es que este hombre se da cuenta de que no le queda mucho tiempo: ¡por la amabilidad del personal penitenciario! ¿De cuándo acá se mostraban tan amables estos monstruos de indiferencia? ¿De cuando acá? «El camarero de guardia acaba de entrar en mi calabozo, se quita el gorro, me saluda, pide perdón por molestarme y me pregunta, suavizando en lo posible su voz ruda, lo que deseo para el desayuno. Me entran escalofríos. ¿Será hoy?».
Es decir, ¿será hoy cuando tenga que ser ejecutado? Tanto refinamiento, tanta delicadeza le parecen francamente sospechosos. Hasta hace poco todos le hablaban a gritos, brutalmente, pero hoy se descubren la cabeza para saludarlo y hasta ejecutan ante él respetuosas reverencias. Sí, es posible que sea hoy. El condenado, entonces, se pone a temblar. Es que no era normal, no era normal en absoluto que…
Pero las cosas se complican todavía más cuando, de pronto, la reja del calabozo se abre y aparece en el marco de la puerta una figura pequeña, de largos bigotes negros, y amable hasta la falsedad. «Sí, es hoy –piensa el condenado al ver a este individuo ejecutando todas las ceremonias de la cortesía-. El mismo director de la prisión ha venido a visitarme. Me pregunta lo que me gustaría o podría serme de utilidad; incluso hasta expresó el deseo de que no tuviera quejas de él o de sus subordinados; se interesó por mi salud y por cómo había pasado la noche. ¡Al salir me llamó señor! ¡Sí, es hoy!».
Y admírese usted: los pensamientos del condenado resultaron ser ciertos; su intuición no lo engañó. Era hoy, precisamente cuando debía morir. No se equivocaba.
¿Por qué los humanos dejamos la amabilidad y la cortesía para el último momento? Al parecer, sólo los muertos –o los que están a punto de serlo- logran conmovernos. «¡Cómo admiramos a los maestros que ya no hablan y que tienen la boca llena de tierra! –exclama el personaje único de La caída , el famoso monólogo de Albert Camus (1913-1960)-. El homenaje se les ofrece entonces con toda naturalidad, ese homenaje que, tal vez, ellos habían estado esperando que les rindiésemos durante toda su vida… Observe usted a mis vecinos, si por casualidad sobreviene un deceso en el edificio en el que usted vive. Los inquilinos dormían su vida insignificante y, de pronto, por ejemplo, muere el portero. Inmediatamente se despiertan, se agitan, se informan, se apiadan».
¡Los hombres sólo somos corteses con los muertos! He aquí lo que el Nóbel francés quiso decir. Pero no sólo lo dice él. He aquí, por ejemplo, lo que Máximo Gorki (1868-1936), el escritor ruso, escribió en su autobiografía: «¡Las misas de difuntos son las más bellas de toda la liturgia! ¡Hay en ellas ternura y piedad para los hombres! ¡Nuestros semejantes no compadecen sino a los muertos!».
Está bien, está bien, así es. Y, sin embargo –me digo-, he aquí un método para cultivar la cortesía: ver en el otro, ese que ahora está junto a mí, un condenado a muerte -¡que lo es, sólo que él no lo sabe, o lo ignora, o no quiere pensar en ello!- y tratarlo como si mañana ya no fuera a estar aquí; tratarlo, en una palabra, con las mismas atenciones que el carcelero dispensó al condenado a muerte en el relato de Víctor Hugo. ¡Ah, si nos viéramos como somos, es decir, como mortales, qué dulces seríamos en nuestras relaciones, y qué corteses!
Dice Aliosha a Lisa en Los hermanos Karamazov, la novela de Fiodor Dostoyevski (1821-1881): «Hay que tratar muy a menudo a las personas como si fueran niños, y a veces como si fueran enfermos». No está mal, no está del todo mal. ¿Con qué delicadeza no trataríamos a una persona si supiéramos que quizá hoy mismo va a morirse? ¿Y cómo estar seguros que no será hoy el día en que morirá? Por eso, más vale ser amables con él.
Otra cita más; ahora la he tomado de Sobre héroes y tumbas, la novela de Ernesto Sábato (1911-2011), el escritor argentino: «¿Sería uno tan duro con los seres humanos si se supiese la verdad que algún día se han de morir y que nada de lo que se les dijo se podrá ya rectificar?».
Todos los hombres son mortales, Juan es hombre, luego Juan es mortal. El silogismo nos sale bien; en el fondo, los hombres no somos tan ilógicos como parecemos a primera vista. Sólo que no siempre sacamos de nuestros razonamientos todas las consecuencias pertinentes al caso.
También lee: Jesús duerme en la popa | Columna de Juan Jesús Priego Rivera
#4 Tiempos
“México, esta niebla que arde” | Apuntes de Jorge Saldaña
APUNTES
Culto Público, si no han leído la novela “Niebla Ardiente” de la muy joven escritora, Laura Baeza, les recomiendo hacerlo como desde ayer
Tuve la oportunidad de conocer a Laura personalmente hará unos cuatro años, ¿Qué les digo? Una de esas circunstancias alineadas que convergieron en el segundo piso de la librería Gandhi del centro, la de los Arcos Ipiña.
Fue en un taller breve de escritura creativa previo a la presentación formal de su libro, el que les recomiendo. Si conocerla fue una circunstancia, convivir con ella e intercambiar casualidades fue de plano como regalo de estrella fugaz.
Fui de los selectos y afortunados que en grupo terminamos sentados con ella en “La Oruga y la Cebada” en el Callejón San Francisco, conversando sobre lo que duele y lo que salva, entre un par de cervezas y una cena sencilla.
Ella me firmó su libro con una frase que ahora, en este 25 de noviembre, regresó a mi atormentada cabeza: “A Jorge, que siempre nos una el deseo por hallar algo más en esta realidad tan rara…con todo cariño, Laura Baeza”. El momento de por sí, ya era una realidad rara.
A la distancia, empiezo a creer que su frase fue más que optimismo, y es más un deber moral, y es que su ficción (vuelta a releer en estos días) se parece demasiado a México.
No es “spoiler” (o como se diga) pero “Niebla Ardiente” detalla el regreso de su protagonista Esther a México pensando en encontrar a su hermana Irene, quien había desaparecido hace años, y a quien creía muerta, cuando de la nada, un primero de enero en un reportaje que vio en la televisión, Esther la reconoce en una marcha y se lanza en su búsqueda.
Pero la novela, la primera de Laura (y creo que premiada) realmente no comienza allí. Comienza donde casi todas las historias de violencia en este país empiezan: en los pasillos de la burocracia, en los que los papeles cuentan más que las personas.
Esther aparece en un México reconocible para cualquiera: expedientes mutilados, archivos “perdidos”, oficinas donde la verdad siempre llega después de que las secretarias coman sus gorditas grasosas y funcionarios que usan el futuro para encubrir lo que nunca harán.
Es en esa atmósfera donde la desaparición deja de ser un crimen y se convierte en un proceso. Como alguien escribió: los países se definen por cómo recuerdan; México, al parecer, se define en cómo olvida.
En medio de esa maquinaria oxidada, Esther descubre a un policía. No es un héroe: es un hombre cansado que simplemente no rompe las reglas pero las dobla para que la realidad duela un poco menos. Ese personaje era como algo que escribió una pensadora feminista de la que en este momento no recuerdo su nombre “la dignidad aparece cuando alguien no mira hacia otro lado”.
En fin, siguiendo con la novela y nuestra realidad, este policía mira. Acompaña. Abre una grieta. Y sin embargo, ni siquiera es lo suficientemente poderoso para luchar contra un país donde las fosas clandestinas actúan como el archivo nacional.
La comparativa y reflexión con la novela va porque hoy es 25 de noviembre y México sigue siendo esa tierra donde la violencia parece que no importa, sino que se repite. Casi 2 feminicidios cada día. 3,284 mujeres asesinadas en 2024. 89% de impunidad. Una agresión física cada siete minutos. Más de 10 millones de mujeres violentadas digitalmente. En San Luis Potosí, 24,000 víctimas por cada 100,000 mujeres.
Uno quisiera creer que estos números son de un país lejano, pero no. Están aquí, sobre las mismas banquetas que caminamos todos los días. Ese es el verdadero crimen de México: haber entrenado a la gente para no sorprenderse.
Sí, no se debe negar que mucho se ha hecho pero poco alivia (hoy casi todos los gobiernos e instituciones hablan de esto, pero mañana la rutina sigue).
Sí, con la llegada de Claudia Sheinbaum como la primera presidenta de México, llegaron todas…excepto las que no alcanzaron a llegar porque les truncaron la vida.
El nuestro, es un país donde buscar es amor—y protesta.
Igual que como ocurre en la novela de Laura, que no describe un país imaginado sino nuestro México. Uno donde las hermanas encuentran hermanas, donde las madres encuentran hijas, donde las mujeres salvan mujeres. Un país donde todavía hay justicia, pero casi siempre fuera de los edificios públicos.
Y así como Esther enfrenta la niebla, miles enfrentan la opacidad del Estado día tras día: ventanas cerradas, sistemas incompatibles, versiones contradictorias, funcionarios que deletrean la palabra “protocolo” como si lanzaran un hechizo contra la verdad.
México es hogar de una burocracia tan grande que hasta la violencia tiene formularios que completar.
Tras varios años de no recordar la anécdota con la escritora, hoy vuelvo a esa dedicatoria: “encontrar algo más en esta extraña realidad…”
Ese “algo más” no es una esperanza ingenua. Es algo que se parece más a la obligación de nunca acostumbrarse, “la memoria es la única defensa contra la repetición del horror”.
Por esa razón, espero, que por cada mujer desaparecida o mujer luchando por no desaparecer, o lidiando contra cualquier tipo de violencia, recordemos que la niebla espesa arde. Y que si arde, es porque la herida está abierta.
Hasta la próxima. Jorge Saldaña.
También lee: La IA, periodismo, y la coartada perfecta | Apuntes de Jorge Saldaña
-
Destacadas2 años
Con 4 meses trabajando, jefa de control de abasto del IMSS se va de vacaciones a Jerusalén, echando mentiras
-
Ciudad3 años
¿Cuándo abrirá The Park en SLP y qué tiendas tendrá?
-
Ciudad4 años
Tornillo Vázquez, la joven estrella del rap potosino
-
Destacadas4 años
“SLP pasaría a semáforo rojo este viernes”: Andreu Comas
-
Ciudad3 años
Crudo, el club secreto oculto en el Centro Histórico de SLP
-
Estado2 años
A partir de enero de 2024 ya no se cobrarán estacionamientos de centros comerciales
-
#4 Tiempos3 años
La disputa por el triángulo dorado de SLP | Columna de Luis Moreno
-
Destacadas3 años
SLP podría volver en enero a clases online











