#4 Tiempos
La miseria del sexo | Columna de Juan Jesús Priego Rivera
LETRAS minúsculas
Sucede en un cuento de Arthur Schnitzler (1862-1931), el escritor austriaco. Una vez, un joven fue invitado a asistir a un duelo en calidad de padrino de un militar de cierto rango que, al ver ofendido su honor, retó a muerte a un caballero de la alta sociedad vienesa abofeteándolo con su guante. Qué razones había para lavar con sangre esa mancha real o imaginaria, no lo sabemos, pues éstas no quedan muy claras en el relato, aunque todo parece indicar que había unas faldas de por medio, y que estas faldas eran nada menos que las de la esposa del militar.
Como decimos, el padrino nada sabía de los motivos que impulsaron al teniente Loiberger a tomar tan drástica determinación, pero tampoco quiso averiguarlas. ¿Para qué? Como se dice, cada uno sabe dónde le aprieta el zapato; y, además, ¿para qué negar que en aquellos tiempos remotos la gente se mataba entre ella por los motivos más banales y fútiles? «El hecho –dice el narrador de esta historia, es decir, el padrino- de que en ciertos círculos tuviera que contarse con la posibilidad o incluso con la inevitabilidad de los duelos, ya sólo esto, créame, daba a la vida social una cierta dignidad o, al menos, un cierto estilo. Y a las personas de estos círculos, incluso a las más insignificantes o ridículas, les prestaba la apariencia de una continua disposición a la muerte, aun cuando a usted esta expresión le parezca, utilizada en este contexto, demasiado rimbombante».
Digámoslo ahora con nuestras palabras: en aquellos tiempos, batirse a muerte con adversarios verdadero o ficticios era una moda tan extendida, sobre todo entre las clases superiores, que nuestro joven narrador ni siquiera se extrañó cuando el teniente Loiberger solicitó amablemente su padrinazgo. Además, ¿no era ésta la séptima u octava vez que un caballero ofendido le pedía exactamente la misma cosa? Sin embargo, es necesario abreviar, y lo haremos diciendo cuanto antes que el muerto, allí, fue precisamente el señor Loiberger, que cayó al suelo con cierta elegancia y sin demasiados aspavientos a causa de una bala que vino a incrustársele a la altura del corazón. Se llevó la mano al pecho, lanzó un suspiro hondo, se tendió en la hierba como quien se dispone a permanecer en esa postura un tiempo muy largo y murió en el acto.
Una autoridad municipal dio fe del deceso –también sin demasiados aspavientos- y el día transcurrió como de costumbre, cual si en realidad nada grave hubiese acontecido. Sin embargo, un problema quedaba sin resolver, y era que la viuda, que vivía en la capital, es decir, en Viena, debía enterarse de la muerte de su marido. ¡Claro, era necesario decírselo, y cuanto antes mejor! ¿Y quién iba a encargarse de tan desagradable tarea? El padrino, naturalmente, que para eso estaba. Y allá va nuestro narrador. Frau Agathe, la esposa del señor Loiberger, lo recibe amablemente y lo hace pasar al recibidor. En realidad nunca en su vida había visto ella a este hombre, pero no le parece feo y hasta le invita una copa…
¡Dios mío, qué bella era Frau Agathe! Su rostro resplandecía como una hoguera encendida. Ahora bien, ¿para qué ponerse a hablar ahora, precisamente ahora, de cosas tan tristes como son las que se refieren a la muerte? Ya lo haría después; por el momento era preciso beber otra copa y disfrutar el momento. Frau Agathe se veía incluso feliz. ¿Para qué romper el hechizo? Entonces el visitante se puso a hablar con la joven viuda –ella aún no sabía que lo era- de cosas que nunca sabremos. Y tanto hablaron y hablaron, y tanto se gustaron el uno al otro que pronto, sin que nadie supiera cómo ni cuándo, ya estaban los dos tomados de la mano en la alcoba de ella. ¡Oh, no se habían reunido allí para entregarse a la práctica de ejercicios piadosos! Y pasó el tiempo. Cuando el visitante despertó por fin, pudo recordar como entre sueños que había venido a esta casa a cumplir una misión. ¿Cuál era ésta? Trataba de recordarlo. ¡Ah, sí, decirle a Frau Agathe que su marido había muerto en la vecina ciudad de Ischl, en el transcurso de un duelo, precisamente!… Aún no salía completamente de su modorra cuando oyeron ambos a lo lejos un ruido de pasos. Quien llegaba era el doctor Mülling, amigo de la familia, para preguntar a la señora si ya se había enterado de la triste noticia. Cuando la supo, la mujer se deshizo en llanto y pidió ver cuanto antes el cuerpo de su marido.
«Desde entonces –cuenta el narrador- no me dirigió ni una palabra… Efectivamente, aquella misma tarde partió sola y a la mañana siguiente condujo el cadáver a Viena. Al otro día tuvo lugar el entierro al que, por supuesto, asistí… Muchos años después nos encontramos en una reunión social. Mientras tanto se había casado de nuevo. Nadie que nos hubiera visto hablar habría adivinado que nos unía una profunda vivencia común. Pero, ¿realmente nos unía? Yo mismo habría podido considerar aquella estival y tranquila, misteriosa y, con todo, feliz hora como un sueño que sólo yo había soñado: tan clara, tan sin recuerdos, tan inocentemente profundizó su mirada en la mía».
Y así acaba esta historia, que no ha hecho más que confirmar mis sospechas, a saber: que la relación sexual, por sí sola, no puede unir a dos seres que no se aman. Hoy es común, o casi, afirmar que las relaciones sexuales son como el termómetro del amor, de manera que nada puede esperarse de dos seres que no saben -o no pueden- hacerse gozar el uno al otro. Hay quien dice, además, que para enamorarse de una persona antes hay que haberse acostado con ella. Pero esto es falso, pues las cosas, por lo regular, suceden exactamente al revés. Así como los milagros no producen la fe, sino que es más bien la fe la que produce los milagros, así habría que decir también que las relaciones sexuales no producen el amor, sino que, a lo más, cuando éste ya existe sólo lo alimentan. Los que no se amaban antes de ir juntos a la cama, no se amarán más cuando hayan regresado de ella, y hasta es posible en algunos casos que terminen queriéndose menos. Los cuerpos podrán acoplarse todo lo que quieran, pero, si las almas están lejos, entonces no hay nada que hacer.
Me decía hace poco un joven hablándome de su novia, con la que tenía ya estas relaciones y con quien acababa de romper: «Quizá deje más material para el recuerdo una tarde viendo juntos el crepúsculo que una relación sexual». Claro, claro. ¿Podría decirse mejor? He aquí la miseria del sexo.
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#4 Tiempos
Salvador Gallardo Dávalos: médico, humanista y promotor cultural | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
Con la proyección del potosino Manuel José Othón como uno de los máximos poetas mexicanos, el movimiento literario en San Luis Potosí a principios del siglo XX fue intenso y de suma importancia; las escuelas literarias seguían siendo las reuniones entre los jóvenes interesados en la literatura y su formación profesional se complementaba con estudios profesionales en el Instituto Científico y Literario de San Luis Potosí, principalmente en la carrera de leyes donde confluirían un número importantes de hombres de letras que figuraron en el escenario nacional, con grande aplauso, por mencionar un par de esos personajes: Ramón López Velarde, Artemio de Valle Arizpe, entre muchos otros, como hemos tratado ya en anteriores entregas de esta columna de El Cronopio.
No solo en leyes se formaron esos literatos, en la preparatoria del Instituto donde coincidían todos ellos o la mayoría de ellos, serían las raíces que en otras carreras como la de medicina continuarían su gusto por la literatura, en especial la poesía, combinándola con su formación médica, como el fue el caso del rioverdense Salvador Gallardo Dávalos.
Salvador Gallardo Dávalos nació el 9 de julio de 1893 en Rioverde, San Luis Potosí, donde estudiaría sus primeras letras para luego ingresar a la preparatoria del Instituto Científico y Literario de San Luis Potosí, allí, en ese ambiente bohemio e intelectual que exponían un buen número de jóvenes interesados en la literatura despertó la vena poética de Salvador Gallardo que a la larga se convertiría en un prestigioso médico y excelente poeta que dejaría huella por su labor humanística y cultural en la región del bajío, principalmente en Aguascalientes donde contribuiría al desarrollo cultural de esa ciudad con su labor en la corresponsalía del Seminario de Cultura Mexicana de aquella ciudad.
Al salir de la preparatoria del Instituto Científico de San Luis, ingresó a estudiar medicina en el mismo Instituto potosino para posteriormente continuar sus estudios médicos en la Escuela Médico Militar de la Ciudad de México, siguiendo la huella de sus compañeros de estudio en el Instituto Científico y Literario de San Luis Potosí que también habían emigrado a estudiar en la capital, como Jesús Silva Herzog, compañero de estudios de preparatoria de Salvador Gallardo y además su primo.
El padre de Salvador Gallardo era médico y para entonces había desarrollado una importante labor en Rioverde, distinguiéndose como director del hospit al del pueblo que ahora lleva su nombre al igual que una de las calles de Rioverde. Salvador seguiría así la huella formativa de su padre. Dejaría el ejército y seguiría su labor como médico y su labor dentro de la corriente estridentista de las letras como fueron sus comienzos literarios.
Con el apoyo de Silva Herzog que fuera subsecretario de Cultura en 1933, Salvador Gallardo ingresa como médico a la Secretaría de Educación en la Ciudad de México, antes de irse a radicar a Aguascalientes y realizar una intensa labor educativa y cultural como promotor cultural y catedrático de la Universidad Autónoma de Aguascalientes y de la Escuela Normal.
Su labor pública incluyó su participación en la Liga de Escritores y Artista Revolucionarios, miembro titular de la corresponsalía del Seminario de Cultura Mexicana en Aguascalientes, y fundador de la Asociación Cultural Aguascalentense, además de senador de la República por el estado de Aguascalientes.
Dentro de sus obras dedicadas a su tierra natal, se encuentra Cantos a San Luis Potosí publicada en 1942, con la que ganaría uno de los Juegos Florales de San Luis Potosí.
Salvador Gallardo Dávalos moriría el 30 de octubre de 1981, dejando una importante huella en pro de la cultura de la provincia mexicana. Tras su muerte se estableció en 1982 el Premio Literario Salvador Gallardo Dávalos de la Casa de la Cultura de Aguascalientes, dejando un legado que continúa su descendencia, su hijo Salvador Gallardo Topete y su nieto poeta y filósofo Salvador Gallardo Cabrera.
De Salvador Gallardo un fragmento de “Canciones bajo la lluvia”
En las tardes invernales
la lluvia la luz tamiza
y cada rayo de irisa
como en danzas espectrales;
la brisa con sus puñales
nos espera en cada esquina,
y la lluvia es bailarina,
que en las tardes invernales,
-con sus velos de neblina-
danza “danza de puñetas”.
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#4 Tiempos
Factor Rosa Icela, Factor Galindo | Apuntes de Jorge Saldaña
APUNTES
Culto Público, hijos de Abraham Zabludovsky y su “cuando el futuro nos alcance”:
Se las debía. En las entregas anteriores ya desmenuzamos las reglas de juego como la danza de escenarios posibles y protagonistas que se preparan rumbo al 2027.
Hoy toca entrar al terreno donde dos nombres pesan más que las siglas: Enrique Galindo y Rosa Icela Rodríguez.
¿Puede Galindo caminar por la cuerda floja sin que lo tumben ni de un lado ni del otro? ¿Tiene red de protección?
¿Y Rosa Icela… viene como candidata, como mensaje o como revancha? ¿O simplemente no viene?
No hay que descartar que por como se pueden acomodar las piezas del tablero, sea posible que no todos jueguen para ganar sino para que el otro pierda, y me explicaré más adelante.
Antes, les comparto los enlaces de las entregas anteriores para estar todos al día, a mano y despejados:
Primera entrega y Segunda entrega
Como todo en política está calculado, o al menos así debería de ser, no podemos ignorar el contexto nacional y las últimas maniobras de la presidenta Sheinbaum.
Todas tienen un hilo conductor. Son puntos que hay que unir para descubrir el mensaje que, se quiera o no, repercute en el análisis de la política nacional y por lo tanto en los escenarios potosinos.
La presidenta no necesita de aspavientos, declaraciones incendiarias ni manotazos en la mesa, simplemente mueve con cautela y precisión sus piezas. Usa su poder, que para eso lo tiene.
La detención de Victor Hugo Chávez Martínez, ex secretario de seguridad de Tabasco y la persecución internacional de su antecesor, Hernán Bermúdez Requena, prófugo de la justicia acusado tanto como de tener nexos con el narcotráfico y hasta de secuestro, no son actos aislados, ambos personajes están ligados al destinatario del mensaje presidencial, el rival de antes y el enemigo de ahora: Adán Augusto López.
El todavía coordinador de la bancada de Morena en el senado, y ex gobernador de Tabasco durante la gestión del detenido y del prófugo, está en el ojo del huracán y no es gratuito. La presidenta en el lenguaje del poder, está diciendo un fuerte y claro: “Aquí mando yo”.
Otro punto para unir es el de la exhibición pública y, desde mi muy humilde opinión, planeada, del hijo de AMLO rodeado de lujo asiático durante sus vacaciones.
No es que el heredero del ex presidente goce ni de una pizca de la popularidad de su padre, pero su intervencionismo dentro de Morena es claro que ya chocó con la ruta de Luisa María Alcalde, que en un dos por uno, aprovechó el viaje de la vergüenza de López Beltrán para dejarlo fuera de la asamblea nacional de Morena a la que convocó justo en las fechas de su ausencia.
Estrategia clara de poner límites a las influencias del pasado y no ensuciarse las manos: Las detenciones corren a cargo de la Fiscalía Tabasqueña y las críticas a Andy se endilgan fácil a la derecha conservadora.
¿Y la conexión San Luis de todo este contexto?
Muy fácil: a nivel nacional el interlocutor y operador con el Partido Verde, el contacto directo con Manuel Velasco, es Adán Augusto, que hoy está siendo acotado por la presidenta, por lo tanto, será más temprano que tarde cuando el partido del tucán, tenga que renegociar sus acuerdos de alianza legislativa como el acomodo de piezas rumbo al 2027.
En otras palabras, sin Adán en la ecuación, la presidenta estará en posibilidades de redactar nuevos acuerdos con el Verde, un Verde de ella, y no de otros.
En ello va implícita la posibilidad de intercambiar el único estado que gobierna por otro, o dejarles otro sexenio a cargo de San Luis Potosí…pero en alianza con Morena y sin violentar los estatutos de los guindas. Panorama que se anticipa complejo por la fortaleza del Verde y su capacidad de ganar en solitario.
No obstante, ambos escenarios se deben contemplar como posibles, el tiempo dirá que tan probables sean. Por lo pronto, son cartas de intercambio que va reuniendo la presidenta para el momento de la negociación San Luis.
Es ahí donde hacen su aparición el Factor Rosa Icela y el Factor Galindo.
Por un lado, mucho se ha escrito (con especulaciones incluidas) respecto a que Rosa Icela, secretaria de gobernación y amiga cercanísima de la presidenta, le guarda una cuenta pendiente al gobernador Gallardo por la forma en que se operó en la elección del 24, favoreciendo a la fórmula verde al senado con toda la intención de dejar fuera a la hermana de Rosa Icela, Rita Ozalia, de la jugada.
De ser real y estar vivo el agravio, la secretaria podría jugar a la revancha con el apoyo de Sheinbaum y Luisa María Alcalde, fomentando la participación de Morena sin alianza (que el verde no ocupa) y -ojo- no necesariamente siendo la candidata…
Ahí el Factor Galindo.
Ahí la explicación respecto a que se puede jugar, no a ganar, sino que al otro pierda… igualito a como se la hicieron a Rita en el 24… revancha ojo por ojo y diente por diente.
Ingrediente adicional: Advierto que no he podido confirmar el dato, pero algunas fuentes cercanas a la titular del Palacio de Cobián, aseguran que a dos personajes potosinos de gran relevancia, uno del perfil académico y otro con perfil eclesiástico, la propia secretaria Rosa Icela les ha preguntado sus opiniones y diagnósticos respecto de la elección potosina y específicamente sobre el alcalde capitalino.
¿Auscultación discreta o disciplina de una secretaria de gobernación informada?
Visto así, el Factor Rosa Icela y el Factor Galindo puede que no sean cosas separadas…sino parte de un mismo plan. Ese que está jugando con precisión la presidenta.Por el momento me despido, Culto Público, no sin antes adelantarle sobre el derrumbe de Gerardo Sánchez Zumaya: Ya no espere nada de el.
El gobernador hizo política: al huasteco ya lo sentaron en una mesa a la que acudió por instrucciones federales y tuvo que doblar las manitas. En adelante, el Batman de Tanquián será manso corderillo de Guiñol. ¿La causa? Pregunten a Adán Augusto. Insisto, todo está conectado.
Bonus:
El rector de la UASLP no se los mandó decir… se los dijo. Ayer desde la tribuna de San Lázaro, Alejandro Zermeño lanzó una verdad incómoda: los estados no cumplen y las universidades públicas pagan las consecuencias.
En todo el país mas de 10 mil 600 millones de pesos nunca llegaron a las universidades entre 2019 y 2024, y ocho entidades dejaron de recibir este año casi mil millones de pesos.
Sin aspavientos, sin gritos… con la frialdad de los números y la contundencia de la realidad, Zermeño mandó clarito el mensaje.
Yo soy Jorge Saldaña
Hasta mañana
También lee: Reforma Electoral y el drama | Apuntes de Jorge Saldaña
#4 Tiempos
¡Bienvenidos a la fiesta! Ponis cansados, gallos muertos y toros sangrando | Columna de Ana G Silva
CORREDOR HUMANITARIO
El carrusel de ponis en la Feria Nacional Potosina (Fenapo) se ha vuelto tema de conversación, pero no por lo que debería: no es un debate estético ni logístico, sino un asunto ético.
Las autoridades estatales informaron que la atracción se pondrá “en pausa” después de las denuncias de asociaciones animalistas. ¿Y eso qué significa? Que no hay garantía de que se deje de usar definitivamente, solo que se revisará, que se evaluará, que “se verá”. Pero esto ni siquiera debería ser motivo de discusión: el carrusel de ponis tendría que desaparecer de inmediato. No hace falta esperar acuerdos ni mesas de diálogo para reconocer lo evidente: es explotación animal. Y el sentido común debería bastar.
Porque al final, ¿quién trabaja ahí? No el responsable de la atracción, sino los animales. Los ponis dan vueltas, cargan y repiten la misma rutina bajo las luces y el ruido de la feria, mientras alguien más obtiene las ganancias. El negocio se sostiene en el esfuerzo y desgaste de los animales, no en el trabajo humano. Esa es la línea que marca la diferencia entre una actividad productiva y una práctica de explotación.
Y no se trata de un caso aislado. Hoy mismo en la Fenapo se venden conejos y cuyos, animales entregados al mejor postor, sin filtros, sin reglas. Basta con pagar una cantidad para llevarse a casa un ser vivo. ¿Qué ocurre después? En el mejor de los casos, caen en manos responsables. En el peor, terminan abandonados, mal cuidados o muriendo pronto porque quienes los compraron no saben cómo atenderlos. Esa dinámica repite lo mismo que con la venta de perros y gatos: se genera negocio fácil, pero a costa de sufrimiento, a costa de reproducir animales a lo descarado, a costa del más mínimo esfuerzo.
La feria no necesita recurrir a los animales para atraer visitantes. Ahí están la muestra gastronómica, los juegos mecánicos, el Teatro del Pueblo, el Palenque. Opciones de entretenimiento sobran. Lo que falta es sensibilidad para reconocer que lucrar con seres vivos no debería tener cabida en un evento que pretende ser motivo de orgullo para San Luis Potosí.
Pero si de prácticas cuestionables hablamos, la discusión no puede quedarse ahí. Están también las peleas de gallos y la tauromaquia, actividades que persisten bajo el escudo de la “tradición”.
En la opinión personalísima de quien esta columna escribe, un palenque, los gallos no “compiten”: los obligan a matarse. Se les mutila, se les coloca espuelas metálicas, se les entrena para la violencia. El público aplaude y apuesta mientras los animales se desangran. Defender esto como “cultura” es aceptar que la crueldad puede ser espectáculo.
Más aún, las peleas de gallos fomentan una normalización de la violencia: quien crece viendo cómo se celebra la sangre derramada de dos animales, difícilmente entenderá la empatía o el respeto hacia otras formas de vida. Y el argumento económico —que “mueve dinero”— no puede justificar la tortura. Si aplicáramos esa lógica, cualquier abuso sería válido con tal de generar ganancias.
El caso de la tauromaquia, la llamada “fiesta brava” no es otra cosa que un ritual de muerte: el toro entra a la plaza condenado desde el inicio, debilitado antes de salir al ruedo, y el espectáculo consiste en prolongar su agonía hasta matarlo frente a cientos de ojos que celebran.
¿Dónde está el valor cultural en un espectáculo que glorifica la violencia? Se argumenta que es arte, pero ningún arte debería construirse sobre el sufrimiento intencional. Se dice que es tradición, pero también lo eran las ejecuciones públicas y hoy nos parecen barbáricas. Se afirma que es identidad, pero ¿qué identidad queremos heredar a las nuevas generaciones: la del maltrato o la del respeto?
La tauromaquia no enseña valentía ni honor: enseña que la vida puede ser desechable cuando se viste de folclor. En pleno 2025, seguir defendiendo esta práctica no habla de orgullo, sino de atraso.
La Fenapo tiene todo para seguir creciendo como un espacio de encuentro y celebración, pero también tiene el reto de evolucionar. Porque mientras sigamos normalizando atracciones como el carrusel de ponis, la venta de animales, las peleas de gallos o las corridas de toros, lo único que estamos festejando es nuestra propia indiferencia.
La feria más importante del estado debe reflejar lo mejor de San Luis Potosí, no lo peor de nuestras costumbres.
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