diciembre 15, 2025

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#4 Tiempos

Saberse protegido por la ley | Columna de Víctor Meade C.

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SIGAMOS DERECHO

 

Bien dicen que para conocer a una sociedad, un buen acercamiento es leer sus leyes. A través de ellas es posible conocer historias, dinámicas, principios y prioridades. Se conoce ahí lo prohibido y lo protegido; aquello que duele y su respectivo remedio.

Hace algunas semanas, la Comisión de Puntos Constitucionales de la Cámara de Diputados aprobó un dictamen para reformar el artículo 17 de la Constitución. El dictamen propone añadir un nuevo párrafo que reconozca el derecho de las personas desaparecidas a ser buscadas. La iniciativa de reforma dice: «Todas las personas tienen el derecho a ser buscadas; el Estado protegerá a las personas contra las desapariciones, las buscará bajo la presunción de vida, sin estar vinculado a la investigación ministerial. Preservará su personalidad conforme a la Ley y de encontrarla sin vida, las identificará y entregará sus restos de forma digna a quien tenga derecho».

Parece positivo, al menos a primera vista, que se reconozca en nuestra Constitución que todas las personas desaparecidas tienen el derecho a ser buscadas. Sin embargo, incluso aunque esta reforma constitucional no sea aprobada, las autoridades mexicanas ya se encuentran obligadas a buscar a toda persona desaparecida. Es decir, el derecho a la búsqueda y los mecanismos legales para poner en operación a este derecho ya existen; no es necesario que esté reconocido textualmente en la Constitución.

Pensemos en la siguiente analogía: la Teoría del color nos enseña que hay tres colores primarios que, combinados entre sí, pueden producir toda una amplísima gama de colores distintos, por ejemplo, mezclar amarrillo y azul para obtener verde. Sucede algo muy similar con el reconocimiento de los derechos: nuestra Constitución contiene redactados una serie de derechos fundamentales y principios básicos que, combinados entre sí, pueden abrir la posibilidad al pueblo de que exijan a la autoridad que actúe de determinada manera. Un ejemplo muy claro es el derecho a la protesta. Aunque es tan importante en nuestra tradición mexicana, no hay un artículo expreso en la Constitución que nos habilite directamente a protestar. Sin embargo, uniendo el ejercicio de dos derechos básicos, el derecho a la libertad de expresión y el derecho a la libre reunión, las personas estamos protegidas constitucionalmente para protestar en el espacio público.

Ese es también el caso del derecho que tienen las personas desaparecidas a ser buscadas, que puede construirse a partir de una interpretación del derecho de acceder de manera efectiva a la justicia. Este derecho a la búsqueda y las obligaciones del Estado mexicano de buscar a las personas desaparecidas ya tienen un robusto —aunque todavía inacabado— desarrollo en  nuestro marco jurídico. Los tratados internacionales, las leyes, protocolos, reglamentos e incluso los precedentes de la Suprema Corte ya se han encargado de definir el contenido del derecho de las personas a ser buscadas. Es un derecho que, aun sin estar reconocido textualmente en la Constitución, sí puede ser exigible a las autoridades con suficiente fuerza legal. Entonces, ¿de qué le servirá esta reforma a la sociedad, severamente azotada por el monstruoso fenómeno de desapariciones?

Es verdad que el hecho de que las autoridades mexicanas ya se encuentren obligadas a buscar a las personas desaparecidas no ha resultado en que los cientos de miles de familias afectadas se reencuentren con sus seres no localizados. El principal efecto de la eventual reforma, me parece, está en su función comunicativa y empoderante.

La Constitución es el relato fundamental que trata de unirnos a todos y todas como nación; es una fuente de identidad y de cohesión social. En el texto constitucional está escrita, de una u otra manera, una buena parte de nuestra historia, tradición y manera de entender la forma en que la autoridad y el pueblo nos relacionamos. La mirada al pasado que nos ofrece la Constitución es también el cimiento sobre el que se construye el futuro; ofrece una guía para avanzar. Incluir en nuestro relato nacional que hay personas que desaparecen, y que la autoridad tiene el deber de buscarlas, tiene implicaciones de la mayor trascendencia: significa dejar un registro indeleble de que la crisis de personas desaparecidas es una de las grandes enfermedades que padecemos en los tiempos que corren.

De aprobarse la reforma, la Constitución entonces le comunicará a todos los mexicanos y mexicanas —al mundo— que el gobierno no puede cumplir con la esencial tarea de decirle a una familia en dónde está su ser querido no localizado.

Este rol comunicativo de la Constitución funcionará como un elemento empoderante para la interacción con la autoridad. El lenguaje legal es un obstáculo infranqueable para que muchas personas puedan acceder a la justicia. En la mayoría de las ocasiones se necesita de un intérprete —un abogado o abogada— para poder hacerle una petición al sistema. Pero cuando nuestros derechos pueden ser fácilmente nombrados y ubicados en la Constitución, el texto legal de más fácil acceso, la experiencia de reclamar su cumplimiento tiene el gran potencial de ser  un poco menos desgastante.

Me parece que con esta reforma una madre podrá contar con el empoderamiento para plantarse frente a la autoridad a exigir la búsqueda de su hijo desaparecido, por la sencilla razón de que es su derecho y porque así lo dice —dirá— el artículo 17 de la Constitución. Todo esto sin la necesidad de hacer interpretaciones de la ley —mezclas de colores primarios— o de requerir de un intérprete que conozca a profundidad todas las leyes aplicables y los más recientes precedentes de la Suprema Corte sobre el tema. Será, espero, una experiencia menos aflictiva para las víctimas que tener que explicarle a la autoridad, generalmente indiferente, que con fundamento en un artículo perdido de una ley con un nombre imposible de memorizar, las instancias correspondientes deben iniciar las tareas de búsqueda y la investigación del posible delito.

Se requiere de un consenso a nivel nacional para escribir algo en nuestro relato fundamental. La iniciativa de reforma aún tiene que ser aprobada en el pleno de la Cámara de Diputados, luego en el Senado. Después, más de la mitad de los congresos locales también deberán aprobarla. Pero de nada servirán el consenso, el empoderamiento y el reconocimiento de la realidad si con ello no se acompañan planes, dineros suficientes y personas que trabajen en darle vida a la tinta escrita en el papel. La Constitución no será más que un inerte papel si el empoderamiento de saberse protegido por la ley se esfuma cuando las autoridades no inician la búsqueda de manera inmediata y con todos los recursos al alcance. Ojalá que durante el proceso legislativo se escuche con atención a los colectivos de víctimas y a las organizaciones. Ojalá que las agencias de investigación y las comisiones de búsqueda, la nacional y las de los estados, sean reconocidas con los medios suficientes para lograr tan relevante empresa: volver a unir a las familias desmembradas; volver a unir a la nación partida.

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#4 Tiempos

La evolución creadora | Columna de Juan Jesús Priego Rivera

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LETRAS minúsculas

 

He aquí lo que escribió hace poco el filósofo alemán Ulrich Hommes: «El crecimiento del miedo en nuestro tiempo es debido a que los hombres de hoy padecen una singular falta de relaciones. Es evidente que la falta de relaciones tiene como consecuencia el miedo, y que el miedo genera una mayor agresividad».

¿Qué quiso decir el filósofo con estas palabras? En realidad es muy simple; quiso decir, sencillamente, que si hoy cunde en nuestras sociedades una especie de pánico generalizado, es porque los hombres estamos más solos que nunca. Como no tenemos amigos (digámoslo aún mejor: como no tenemos relaciones significativas), todo nos aterroriza, pues sentimos que en tales condiciones no seremos capaces de hacer frente a los problemas de la vida.

El viejecito aquel que no tiene ya a nadie porque ha visto morir a todos sus camaradas y partir a tierras lejanas a todos sus hijos, ¿cómo no va a tener miedo de quedarse muerto en la noche mientras duerme? ¿Qué va a ser de él? ¡Ah, con una persona cercana, con una sola con tal de que lo quiera, cómo le sería fácil vivir! Pero no, no tiene a nadie: está solo y por eso se despierta en la madrugada sudando de miedo.

Y aquella mujer joven, ¿no tiene miedo también? Cuando piensa en el futuro, siente que la cabeza le estalla. ¿Y si su marido la abandona para irse con otra mujer más de su gusto? ¡Después de todo, es probable que lo haga! Pues, ¿no se oye por doquier, pero sobre todo en la radio y en la televisión, que cuando un lazo nos aprieta demasiado hay que tener la osadía de desatarlo? ¿No se dice continuamente aquí y allá que el matrimonio es una prisión y que cada cual puede y debe buscar otras alternativas cuando los antiguos compromisos no sean ya viables, deseables ni rentables? Y siendo éste el pensamiento que todos repiten alegremente; ¿cómo no va a tener miedo la pobre de que la dejen un día u otro? ¡Separarse es tan sencillo! Por su parte, el marido también padece lo suyo. ¿Y si ya no satisface todas las expectativas de su esposa?, ¿y si ya no reúne todos los requisitos, como se dice? El normal caos del amor: así tituló Ulrich Beck, el famoso sociólogo alemán, un libro suyo que trata, precisamente, de estas angustias nada ficticias. Pero este caos, ¿es tan normal como parece? A juzgar por lo tiempos que corren, sí.

Mas no sólo el viejecito y los jóvenes esposos tienen miedo; también lo sienten los niños. Y si sus padres se separan, ¿qué será de ellos? Amigos casi no tienen, a excepción de aquellos con los que chatean por la tarde, a la hora de los deberes. Pero, ¿pueden estos desconocidos llamarse amigos? ¡Si son unos desconocidos: a lo mucho, sólo saben su nombre y las letras de las canciones que se intercambian en la red! Están solos.

Y el niño que aún no nace, ¿no tiene miedo él también? Gracias a la sensibilidad espantada de su madre, algo sabe ya de los terrores de este mundo. Ni siquiera le ha sido necesario nacer para darse cuenta de cómo están las cosas en este extraño planeta. Sí, tiene miedo, y él más que nadie. Primero porque está indefenso, y segundo porque nada sabe si su madre llegará a tragarse ese cuento que dice que los niños, mientras aún estén en el vientre, no son más que un montón de células desorganizadas o quizá meramente tumores que sería necesario extirpar cuando las cosas anden mal.

Miedo aquí y miedo allá. Miedo que, según Ulrich Hommes, no tarda mucho en convertirse en violencia. Violencia que genera más miedo y que no puede ser aplacada más que con amor: «Lo que sirve contra el miedo cuando nada más sirve es el amor. El amor que me brindan y el amor que yo mismo doy». 

Se realizó recientemente un experimento que dejó boquiabiertos a los que lo realizaron: «Cuando a unas cabras ubicadas cerca de su madre fueron sometidas a un cierto voltaje de corriente eléctrica, se mantuvieron en pie y pudieron soportarlo. Esta misma carga eléctrica les fue aplicada después, cuando estuvieron solas, y entonces ya no pudieron sostenerse, pues o se desvanecían o se volvían locas».

¡Significativo descubrimiento! Cuando las cabras estaban acompañadas, eran fuertes, y sólo caían cuando estaban aisladas y se sentían desamparadas.

«No es bueno que el hombre esté solo». Fue Dios mismo quien lo dijo, es decir, quien creó al ser humano y lo conoce de pe a pa. Ahora bien, si es Él el que lo dice, por algo será. Me discutía hace poco un amigo:

¡Sólo tú puedes tragarte esos relatos inocentes que cuenta la Biblia!

-¿Y por qué inocentes? –pregunté.

-Porque son ingenuos. Por lo menos todos sabemos hoy que el mundo no nació como dice el libro del Génesis.

-¿Y por qué no? –volví a preguntar-. Que Dios haya creado en seis días, ¿no habla, en cierto sentido, de evolución? Según este libro del que te burlas, las cosas y los seres no surgieron todos al mismo tiempo, sino que hubo una gradualidad –una evolución creadora, como la llamaría Bergson- que no es extraña a los modernos descubrimientos de la ciencia: primero fueron la tierra y el cielo, luego las plantas, más tarde los animales y, por último, el hombre…

-Sin embargo –replicó mi amigo-, el libro del Génesis habla de días.

-Días que no tienen por qué ser nuestros días de veinticuatro horas. Acuérdate del salmo que dice que, para Dios, mil años son como un día…

No sé si convencí a mi amigo; pero, además, tampoco me preocupaba convencerlo. Yo sólo quería decirle que no hay que desechar a la ligera esta advertencia divina: «No es bueno que el hombre esté solo». Y que me alegra saber que la ciencia, poco a poco, en la medida de sus fuerzas, va descubriendo esta verdad vieja como el hombre mismo.

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#4 Tiempos

Cinco finales, cinco retratos | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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TESTEANDO

 

El fútbol mexicano vive instalado en un vaivén que mezcla memoria corta, intensidad desbordada y una elasticidad competitiva que rara vez se ve en otros torneos. Y no hay mejor espejo de esa naturaleza cambiante que las últimas cinco finales de la Liga MX. Cada una reveló una cara distinta del campeonato, a veces impredecible, a veces cuidadosamente edificado, pero siempre dispuesto a romper pronósticos.

La más reciente, la del Clausura 2025, entregó un desenlace que pocos anticipaban. Toluca superó a América y recuperó un lugar que parecía extraviado en la élite. Esa serie tuvo un aire de reivindicación para los escarlatas, que encontraron una mezcla perfecta entre orden, temple y puntería. América, por su parte, llegó con la etiqueta inevitable de favorito, pero terminó cediendo ante un rival que administró mejor la presión. En ese desenlace se confirmó que en México los ciclos pueden renacer más rápido de lo que tardan en extinguirse.

Un semestre antes, en el Apertura 2024, las Águilas habían impuesto su jerarquía ante Monterrey. Fue una final marcada por el contraste entre un equipo construido para dominar y otro diseñado para golpear en ráfagas. América resolvió porque entendió cuándo acelerar y cuándo enfriar; Rayados quedó atrapado en la tentación del vértigo y pagó caro su falta de pausa. La serie se volvió una lección de que, en liguillas, el músculo emocional pesa tanto como el táctico.

El Clausura 2024 repitió campeón, América doblegó a Cruz Azul en un duelo donde la narrativa histórica parecía empujar a los celestes, pero terminó imponiéndose la estructura más estable. No fue una final espectacular, pero sí una muestra de oficio. América manejó los tiempos como si los hubiera ensayado toda la vida y Cruz Azul, que había encontrado ritmo durante la fase final, se quedó sin margen en el momento en que la exigencia aumentó.

En el Apertura 2023, el mismo América se cruzó con Tigres en una final que resumió la última década del fútbol mexicano, dos potencias creando tensión desde su experiencia y su peso institucional. Fue una confrontación áspera, tensa, en la que el primer error podía decidirlo todo. América fue más certero y Tigres, pese a su capacidad para competir siempre, no encontró esa chispa que tantas veces lo salvó en finales previas.

Y antes de que América dominara este tramo de la historia reciente, el Clausura 2023 había dejado un capítulo distinto, Tigres había vencido a Guadalajara en una final que mezcló dramatismo y resistencia.

Chivas llegó con un impulso sentimental fuerte, respaldado por un cierre de torneo que había reavivado ilusiones; Tigres, en cambio, se aferró a la experiencia y convirtió la serie en un duelo donde la paciencia terminó valiendo oro.

Cinco finales, cinco historias desiguales, pero todas con un hilo común, la liga mx vive entre la tradición y la renovación constante. América ha sido el protagonista dominante, sí, pero no en un territorio exclusivo; Toluca reapareció con fuerza, Tigres mantiene su lugar entre los gigantes modernos y Cruz Azul y Monterrey continúan orbitando entre la aspiración y la frustración.

Lo fascinante es que cada una de estas series dibuja una tendencia distinta. A veces gana el que mejor juega; otras, el que comete menos errores; y en más de una ocasión, el que simplemente logra sobrevivir a su propio caos. La Liga MX no premia únicamente la excelencia: premia la capacidad de adaptarse a un torneo donde cada semestre puede contar una historia completamente diferente.

Eso explica por qué sus finales, aunque repetidas entre ciertos protagonistas, nunca se sienten iguales. Cada una deja marcas nuevas, dudas nuevas y certezas que duran apenas unos meses. Y quizá ahí radica la esencia de este futbol, un territorio donde la estabilidad es un lujo, el dramatismo una obligación y el título, el botín que confirma que, al menos por un instante, todo salió bien en medio de un ecosistema que siempre está cambiando. Hoy Toluca puede volver a levantar el título o Tigres recuperar lo perdido hace unos torneos, pero sea cual sea el resultado, no queda duda que esta liga es un reflejo de lo extraño y competido que resulta nuestro casero futbol nacional.

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#4 Tiempos

Enrique Mesta Zuñiga, el filósofo autodidacta | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

 

La revista Letras Potosinas es la continuación de la revista Bohemia. Continuación en el sentido que en 1947 Bohemia cambiaba de nombre a Letras Potosinas, lo que sucedió en el número de edición 51, mostrando la numeración consecutiva. Esta revista, vocero de cultura de la patria chica, como referían sus editores, y conducía su mensaje cordial a los estados hermanos y al extranjero. Esa nueva época, mantenía su cuerpo de colaboradores y a aumentaba sus filas con positivos valores en el arte y en las letras del solar potosino.

Entre los colaboradores, estaría presente en sus páginas Enrique Mesta Zuñiga, un periodista que contribuiría con artículos de corte filosófico, enriqueciendo la labor humanista y difusión artística de Letras Potosinas.

Con la participación de Mesta, la revista potosina contribuía a la divulgación de la filosofía siendo así una de las pioneras en el siglo XX en abrir espacios a esta actividad de filosofía, que no era común en el país.

Don Enrique Mesta Zúñiga, nació en la ciudad de Cuencamé, Durango, el día 28 de julio de 1905. Sus estudios de primaria los realizó, en su natal Cuencamé y después, se dedicó a estudiar por su cuenta, especialmente libros de filosofía, que eran la pasión de su vida. Allí tenemos a otro autodidacta que llegó a lograr las alturas en la filosofía.

Su actividad profesional sería el periodismo, fundando revistas culturales en la región lagunera, como la revista Cauce, formando parte del grupo cultural que floreció y dio auge a las letras y al arte en todas sus manifestaciones. Toda su vida la dedicó a trabajar en diversos periódicos como luego veremos, así como a escribir serios artículos filosóficos y de comentarios literarios.

Esta labor cultural lo acercaría a los editores de Letras Potosinas y sus artículos se hicieron presente en la revista, aportando a los lectores potosinos en temas de filosofía. Dentro de las áreas de reflexión de la filosofía, se enfocó en cuestiones de ciencia, filosofía de la ciencia, sobre lo que publicaría varios libros.

La relación entre ciencia y humanismo fue uno de sus temas de reflexión filosófica. Entre los temas que abordara se encuentra el de la necesidad de la búsqueda o creación de un nuevo humanismo que contemplara los nuevos adelantos de la física cuántica y su repercusión en la percepción del universo y del papel del hombre. 

Con el progreso técnico derivado de la nueva física se incrementa la infelicidad del género humano de múltiples maneras.

Esta carrera contra el tiempo, para proteger a la humanidad contra sus propios desmanes y sus propias tragedias, es un tema predilecto de Toynbee, aquí en México nos lo aconsejó, subraya Mesta: “hay que ganar tiempo, el tiempo indispensable para que las diferentes civilizaciones de nuestro mundo puedan adaptarse la una a la otra”.

Empero, asegura Mesta, para acelerar una función simbiótica de las civilizaciones, la humanidad necesita darse completa cuenta de que la física cuántica al desindividualizar las partículas elementales desindividualizó asimismo a los hombres y al hacer ininteligible el determinismo acabó con la gloriosa interpretación lineal del progreso.

Corresponde a los humanistas trasladar sus instrumentos de las praderas de la metafísica y del arte a los inquietos laboratorios donde las ciencias están formando un nuevo mundo para que los hombres aprendan juntos a sobrellevar una vida humana y más justa.

Hay que hacer que, como ya lo intentaron Planck, Einstein, Freud y Schrödinger, persistan en potenciar y en ampliar su específica labor teniendo más presentes los cambios que su ciencia provoca en los ideales y en los quehaceres inacabables de los hombres.

Tal como lo apunta Mesta, los métodos en ciencias y humanidades que oscilan entre el polo metonímico y el polo metafórico, si bien son diferentes, se vinculan con la necesidad de una representación del mundo que en el fondo lleva el conocer el papel del hombre en el cosmos para lo cual transitan metodológicamente entre ambos polos.

Enrique Mesta, ese filósofo autodidacta, murió el 23 de agosto de 1984, en Torreón Coahuila, debido a un paro cardiaco de Etiología desconocida. Contribuyó a la divulgación de la filosofía y colaboró en el desarrollo cultural de San Luis Potosí.

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Opinión

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