octubre 7, 2025

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#4 Tiempos

#Bemoles | Apuntes de Jorge Saldaña para este 7 de julio

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Por: Jorge Saldaña

Señoras y señores, Culto Público, con ustedes otro acto gracioso, otra monada más del changuito entrenado: de los creadores de “me dispararon, me querían matar”, de los productores de “me duele mi ojito”, de los guionistas de “me robaron mis actas y mi Whisky”, de los escritores de “quiero un México más chido” llega el esperado “Ya no me gusta la política y me voy en mi Bicla a la capital”.

Es ni más ni menos que el Mijis, el mejor distractor callejero, el changuito que habla-chavo banda-acto del intermedio y diputado peor calificado del Congreso local, quien a 22 meses de haber cobrado, no solo puntualmente, sino que hasta por adelantado, su “dieta” o salario, que con los accesorios y beneficios llega casi a los 200 mil pesos mensuales, ahora salió con que está “harto” de la política, la corrupción y de la simulación.

¿De la simulación? ¿Cuándo es el rey de la misma? Pues sí. En pocas palabras el Mijis está harto de sí mismo. Cada cosa que le irrita es justamente cada cosa de lo que representa.

Pero no es tonto, no crea que de verdad va a pedir licencia (ser diputado es irrenunciable) ni crea que se va a llamar a su suplente o, ni lo quiera Dios, crea que el Mijis es tan irresponsable como para no cobrar su quincena. Es, como se dijo al principio, otro acto de prestidigitación, de distracción pura para alimentar su propio ego y llamar la atención de los medios nacionales que, como atracción de feria, le ponen atención cada que hace alguna gracia.

A los potosinos, que se supone representa, quiere ver la cara de fondo y hasta de forma. Apuesto lo que usted guste a que ni se va a retirar, ni pedirá licencia, ni va a pedalear hasta la Ciudad de México.

Los videos y las fotos en la carretera son un montaje, trae a todo un séquito de vehículos tras de él que lo “empujarán” para que en los próximos días llegue cansado, agotado, sudado, pero lleno de experiencias del “México real”, a cumplir con algún carrusel de medios que seguramente ya le tienen preparado en la capital del país. Echen un cacahuatito, al changuito en bicicleta.

Por cierto que sus asesores, emprendieron hace poco una campaña de carteles que están pegando por toda la ciudad. Muy a salvo su libertad de expresión y su derecho a la libre asociación, pero la ciudad qué culpa tiene ¿no sabrán que existen reglamentos de imagen urbana y lineamientos sobre la propaganda en espacios públicos, así como sanciones por el maltrato a la propiedad privada?

Seguramente eso poco les importa y a la autoridad municipal mucho menos, qué esperanzas (diría mi abuela) que se pongan a cumplir y hacer cumplir la Ley, ellos están entretenidos en ponerle precio y encontrarle cliente a las 39 propiedades públicas que en los próximos días quieren convertir en dinero fresco y líquido “para lo que se ofrezca” porque ni en la Ley de ingresos ni de egresos está contemplado el recurso.

Mientras tanto, y con la inmejorable sincronía y oportunidad del pretexto de la pandemia, el 2020 prácticamente fue un año muerto para la industria de la construcción y los desarrolladores de vivienda. Simplemente no hubo autorizaciones, no se terminó siquiera la consulta, no hay nuevo Plan de Desarrollo Urbano, no hubo un solo cambio de uso de suelo. No hubo nada. Habrá que esperar al 2021 para que el municipio autorice, que casualidad.

Hablando de candidatos del PAN (sí, de eso estábamos hablando) el que parece que trae la “mano” de la baraja blanquiazul es Octavio Pedroza Gaitán, dejando de lado las encuestas (que a estas alturas nada dicen y menos significan) trascendió que la semana pasada se reunió en privado con el líder nacional, Marko Cortés, y trajo excelentes resultados para su proyecto.

Y es que tanto el exsenador como el presidente del CEN del PAN saben que si en San Luis se decide por encuesta pública, Octavio se la lleva, por encuesta entre panistas también y por designación pues… parece que ya amarró, entonces lo único que falta es “equilibrar” la fórmula local para evitar los agravios y rompimientos, asunto que ya tomó en sus manos Juan Francisco Aguilar, presidente local del PAN, que reunió a los aspirantes en el restaurante Gran Central la semana pasada.

Un primer boceto de acuerdo, implicaría que Sonia Mendoza aceptase la candidatura a la alcaldía, Octavio abandere para palacio de gobierno, Rolando Hervert Lara se sume al proyecto con su operación en la huasteca, Xavier Azuara repita como diputado federal y Marco Gama espere tres años más tranquilo desde el senado. Ese es el primer boceto de un escenario “óptimo”. Sin embargo no hay nada escrito todavía y nadie ha dicho “sí acepto” pues quedan muchos cabos sueltos, pero encaminados ya están.

Por el lado del PRI, le dejo a mi Culto Público algunos nombres, con sus respectivos distritos, de algunos personajes que probablemente estén pensando en alcanzar una candidatura a las diputaciones federales por el tricolor ya sea solos o en alguna probable alianza.

¿Quién juega?

Por el primer distrito federal, apunten a Sara Rocha para que repita, a Rosa Segovia si es que la convencen y arreglan a su tío Jano, no olviden a Ruth Tiscareño, y no descarten a Tekmol, que está día y noche pidiendo cita con el gobernador para que lo “apruebe”.

Para el segundo distrito todavía no hay quien levante la mano, pero no faltará.

En tercero federal, con cabecera en Rioverde, apunten a José Luis Ugalde, Oscar Bautista (que a conveniencia se viste de verde o de tricolor dependiendo la ocasión) también pueden contemplar a Fabiola Guerrero, a su esposo Alejandro García o en una de esas al impresentable de Arnulfo Urbiola.

Por cierto, aquí hago un paréntesis porque en ese distrito el tablero se movió el pasado fin de semana cuando se filtró la fotografía de muchos reconocidos priistas de la región (incluído Alejandro García) con el diputado federal, Ricardo Gallardo Cardona y el presidente estatal del partido Verde, Emanuel Ramos.

Príistas de gran calado en la Zona Media, se han sentido olvidados por su dirigencia y al parecer están volteando a ver opciones que les permitan participar con mayor holgura, de otra forma no se explica que Rodrigo Castillo, el constructor Salvador González, Sergio Juárez, Apolonio Nava y hasta Carlos Martínez Amador (era el mejor gallo que el PRI tenía para la alcaldía) se reunieran con muy buen ánimo con el Pollito. Alguien está haciendo su trabajo… y no es el PRI. A ver si no les “ganan el mandado”.

Siguiendo con la lista de posibles aspirantes a diputados federales por el Revolucionario, en el cuarto distrito federal se puede considerar a Jesús Medina Salazar, titular de la CEA; Juan José Ortíz, exalcalde de Valles y director de la Promotora del Estado; a la exdiputada Rosa María Huerta (que por cierto ya la corrieron de la representación del gobernador en la Zona Media) y finalmente se pudiera colar a este distrito, Ángel de la Vega.

En el quinto federal no pierdan de vista a Gerardo Serrano Gaviño, “el Chilito”, a Marianela Villanueva o en una de esas a Martín Juárez Córdova.

En el sexto, el de mayores posibilidades es Arturo Hernández Tenorio, del sindicato de trabajadores de la Secretaría de Salud.

Finalmente en el séptimo federal podría contender Sabino Bautista.

Como podrá ver, Culto Público, ni las cuotas de equidad ni las de juventud ni las de pueblos originarios están cuadradas, habrá que ver con qué hilo cosen en el PRI para cumplir con la equidad y la competitividad.

Como siempre, advierto que muy probablemente no sean todos los que están ni estén todos los que son o serán.

Hasta aquí los apuntes. Me despido no sin antes recordarle que un Do Bemol no es lo mismo que un Sí, sostenido.

Hasta mañana.

[email protected]

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#4 Tiempos

Pena de muerte | Columna de Juan Jesús Priego Rivera

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LETRAS minúsculas

Imagine que un día, mientras se baña, descubre en alguna parte de su cuerpo –por ejemplo, en la planta del pie izquierdo, aunque bien podría ser en cualquier otro lugar- unos números tatuados que nunca antes había visto. ¿Cómo es que aparecieron allí? Hace usted memoria: ¿quién pudo haberle jugado una broma tan pesada? Y, sobre todo, ¿cuándo y a qué hora, que usted no se dio cuenta?

Como quiera que sea, trata de averiguar el significado de aquella cifra misteriosa. Lee una vez y luego otra vez: 290614. Doscientos noventa mil seiscientos catorce. ¿Y qué quiere decir? Piensa usted en las cantidades de dinero que debe e, incluso, en el saldo de su cuenta bancaria. ¡No, imposible! Por más que ha tratado de ahorrar, nunca le ha sido posible reunir una suma semejante. ¡Ojalá tuviera esa cantidad! Pero no: sospecha que, por lo menos aquí, no se trata de dinero. ¿Y si hubiera que leer la cifra de otro modo, es decir, no de corrido sino por partes? 29-06-14. Así la cosa está más clara. Parece una fecha. ¿Veintinueve de junio del año dos mil catorce? Ahora imagine que, de pronto, lo invaden ciertas sospechas. ¿Y si esa fecha fuera la de su futura muerte?

Sí, eso es: usted ha desentrañado un misterio: esos números que nadie pudo haber tatuado -por la sencilla razón de que, si alguien lo hubiese hecho, usted se habría dado cuenta- son una revelación, algo así como un mensaje. Usted se morirá, pues, el veintinueve de junio del año dos mil catorce. Y cuando ha caído en la cuenta del significado de los números misteriosos, éstos desaparecen y no vuelven a dejarse ver nunca más. Fueron como un relámpago en la noche, sí, y, sin embargo, usted ya sabe…

¿Cómo sería la vida de los hombres si Dios, valiéndose de estos avisos o de otros, nos hiciera conocer el día de nuestra muerte? ¡Que sencillamente no podríamos vivir! Cada mañana nos despertaríamos con la boca pastosa pensando que la fecha fatídica está hoy más cerca que nunca. ¿Cómo vivir en semejantes condiciones?, ¿cómo no pegarnos entonces un tiro en la cabeza? Pero no. Dios, aunque conoce el día y la hora de cada uno, se la calla. Al crearnos, no nos puso en ningún ángulo del cuerpo nuestra fecha de caducidad. ¿Para qué conocerla? ¿Para vivir aterrorizados? Sin embargo, lo que ni Dios se ha atrevido a hacer, los humanos sí que lo hacemos, y hasta con una naturalidad que habría que llamar mejor ensañamiento. Nosotros sí, para castigar a los culpables, los condenamos a muerte y hasta les decimos, armados con el código penal, el día en que deberán ser ejecutados. ¿No es esto salvaje e inhumano? Imaginemos, en efecto, la vida de un hombre que deberá morir el 29 de junio del año 2014… ¿Cómo transcurrirían las horas de este hombre?

Bien, Víctor Hugo (1802-1885), el gran escritor francés, trató de imaginarlo escribiendo una novela publicada en 1829 que llevaba por título El último día de un condenado a muerte. En ella aparece un hombre acusado de asesinato al que la ley está a punto de dar el último golpe. ¿En qué piensa este hombre al saber que sus días están contados? ¿Qué ideas concibe mientras la fecha se aproxima y los minutos vuelan?

Para enterarnos es preciso leer la novela. Yo, por mi parte, sólo quiero detenerme allí donde el prisionero, en su celda, se pone a observar las paredes con curiosidad. ¡Va a morir, él va a morir! ¡Y cuantos ocuparon esta misma celda antes que él están ya muertos, y bien muertos, desde hace tiempo! Sin embargo, antes de irse de este mundo escribieron algo en las paredes que era como su último adiós. Se puso a leer…

«¿Qué hacer con la noche cuando aún no despunta el día? Se me ocurrió una idea. Me levanté y paseé mi lámpara por las cuatro paredes de la celda. Están llenas de frases, de dibujos, de extrañas figuras, de nombres que se mezclan y se tapan unos a otros. Parece como si, aquí al menos, cada condenado hubiera querido dejar su huella. Con lápiz, con tizón, con carbón, letras negras, blancas, grises, con frecuencia profundas hendiduras en la piedra, por doquier caracteres oxidados, como si estuvieran escritos con sangre… A la altura de mi cabeza hay dos corazones inflamados, atravesados por una flecha y, por encima, la leyenda: Amor para toda la vida. El desgraciado no se comprometió por mucho tiempo. Al lado, una especie de tricornio con una figurita groseramente dibujada por debajo y estas palabras: ¡Viva el emperador!. Y luego otros dos corazones inflamados con esta inscripción: Amo y adoro a Mathieu Danvin. Jacques. En la pared de enfrente se lee este nombre: Papavoine. La p mayúscula está bordada con arabescos y adornada con esmero»…

La celda que describe Víctor Hugo es la celda de los condenados, sí, y, sin embargo, antes de tomar el camino del cadalso unos hombres dibujaron corazones y escribieron unas cuantas palabras de amor. Amo y adoro a Mathieu Danvin. ¿Quién era este Jacques que, a escasas horas de morir, resumía así las andanzas y quehaceres de toda una vida? Antes de irse de este mundo, Jacques había escrito las palabras decisivas; palabras que nunca leería Mathieu Danvin, pero que él se sentía en el deber de dejar grabadas para siempre. ¡A punto de ser llevado a la guillotina, Jacques declaraba su amor en la distancia a Mathieu Danvin! Por ahora no quiero leer más. Y cierro la novela de Hugo pensando en esto: que acaso lo único que hemos venido a hacer a este mundo es decir unas cuantas palabras de amor, unas pocas, para luego irnos un poco así como los barcos se pierden en la lejanía del mar durante la noche. ¿Que no somos correspondidos? Eso no importa. ¿Que no dio nunca nadie importancia a nuestro afecto? Eso importa menos aún. Nosotros hemos amado, lo hemos dicho y con eso nos basta.

Cuando hemos pronunciado las palabras esenciales, cuando hemos escrito nuestra declaración de amor en una de las paredes de la vasta prisión que es este mundo, ya nada nos falta. ¡Hemos dicho ya lo único que importa decir! Que venga entonces el carcelero: nosotros tendemos las manos hacia él y lo acompañamos a donde quiera llevarnos…

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#4 Tiempos

El secuestro de 7 vidas al barranco | Crónica de Jorge Saldaña

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CRÓNICA

Por: Jorge Saldaña

Todos perdieron. En San Luis, a veces la justicia no llega por la puerta grande de los tribunales, sino por la rendija torcida del rencor. Cuatro adolescentes, todavía con el olor a niñez pegado en la piel, decidieron convertirse en verdugos de otro recién salido de la adolescencia. Lo subieron a un Mazda gris como si se tratara de un ritual iniciático: una venganza disfrazada de justicia.

El nombre del capturado era Fidel. Lo golpeaban dentro del auto, le gritaban lo que creían que era verdad: que había embarazado a una amiga, que la golpeaba, que la humillaba y que dejó junto a su hijo a la deriva. Ellos, convencidos de ser vengadores, eran apenas muchachos con un arma de balines que parecía real. Creían portar justicia, pero cargaban sólo una farsa de poder.

En la huida desesperada, Fidel se arrojó del vehículo. No era valentía ni cobardía: era instinto de supervivencia. Saltó, y el destino lo arrojó todavía más abajo, al barranco. El golpe contra las rocas fue la sentencia que ninguno de los adolescentes imaginó, pero todos firmaron con ese acto.

El saldo es un inventario de pérdidas: Fidel perdió la vida en la caída. Los cuatro jóvenes perdieron la libertad, y con ella, cualquier atisbo de futuro. La muchacha, centro invisible de la tragedia, perdió al padre de su hijo y a los amigos que quiso como vengadores. Se quedó sola, con un bebé en brazos y la sombra de un muerto sobre la cuna.

El niño crecerá huérfano de padre, y su madre, huérfana de red. No hay vencedores: sólo cenizas.

La historia parece sacada de una novela de Arriaga: adolescentes que creen en la épica de la violencia, que juegan a dioses con armas falsas, que hacen justicia con las uñas sucias del odio

. El final es tan brutal como inevitable: cuando la violencia se hereda, los hijos juegan con ella.

El barrio El Aguaje se quedó con una postal difícil de olvidar: sirenas iluminando la noche, un cuerpo roto en el fondo del barranco, y cuatro chamacos esposados, con la mirada aturdida de quien no alcanza a comprender que la adolescencia terminó en un segundo.

Nadie hablará de ellos en la sobremesa. Nadie los pondrá en canciones. Pero ahí está la historia, un espejo áspero que refleja a al del país entero: un lugar donde la justicia se busca a golpes, donde la violencia se hereda como apellido, y donde hasta los niños cargan con la fatalidad de ser verdugos o víctimas.

En esta tragedia, no hubo malos ni buenos: sólo cinco adolescentes devorados por un mismo monstruo, el de la violencia que crece como plaga en los rincones donde el Estado no llega, pero sí llega Netflix y todas las plataformas con series donde se exalta la violencia como único camino, y la justicia por propia mano como un acto de valentía en una selva que no tiene otra ley que el ojo por ojo y diente por diente.

La pregunta queda flotando como un eco incómodo: ¿A quién le importa?
Simplemente es una corriente y cruda historia más, en la que nadie gana.
Un reflejo del barranco en el que todos estamos al borde.

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#4 Tiempos

El sueño que parecía imposible | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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TESTEANDO

 

Durante décadas, el fútbol mexicano ha vivido con una deuda pendiente, la de encontrar a ese jugador distinto, capaz de cambiar un partido con una sola jugada, de desatar emociones colectivas y de encender la esperanza de millones. Y de pronto, en medio de la rutina de un campeonato que pocas veces sorprende, aparece un adolescente llamado Gilberto Mora para recordarnos que el sueño sí puede ser real.

Con apenas dieciséis años ya hizo historia. Debutó en la Primera División con Xolos y no fue un relleno, no fue una anécdota, se convirtió en protagonista, dio una asistencia, marcó un gol y rompió el récord de precocidad. Desde entonces, cada vez que pisa la cancha transmite esa sensación de que algo diferente va a ocurrir. Es el tipo de jugador por el que uno prende la televisión o se sienta en la tribuna con la ilusión de ver magia.

Lo extraordinario de Mora no es solo su juventud ni sus estadísticas. Es la manera en que juega con naturalidad, como si la presión no existiera, como si la cancha le perteneciera. Ve espacios que los demás ignoran, inventa caminos en lugares cerrados, toma decisiones que parecen dictadas por un instinto superior. Y lo más impresionante es que ya lo hace con la Selección Mexicana, donde su talento no se disfraza entre adultos, sino que se multiplica. En la Copa Oro lo vimos asistir, competir, atreverse, y ganar un título con una madurez que contrasta con su edad.

El horizonte para Mora es tan prometedor como inédito. Si el proceso se maneja bien, no solo podría disputar el Mundial Sub-17 —ese que corresponde a su categoría natural y donde sería la estr ella indiscutida—, sino que incluso está en condiciones de aspirar al Mundial Mayor

, en un salto que pocos futbolistas en el planeta pueden presumir. Imaginarlo jugando ambos torneos, en paralelo, sería confirmar que estamos frente a un fenómeno.

México ha tenido buenos futbolistas, jugadores de época, líderes de vestidor o símbolos nacionales. Pero pocas veces hemos sentido tan cerca la posibilidad de tener a alguien con el aura de un Messi o un Maradona: un joven que no solo juega, sino que transmite la sensación de que su historia puede transformar la del fútbol mexicano. Por eso cada partido suyo parece más grande que el marcador. Porque lo que está en juego es la ilusión de un país entero que lleva generaciones esperando a “ese” futbolista que cambie todo.

Claro, el riesgo existe. La presión mediática, los clubes europeos que pronto tocarán la puerta, la exigencia desmedida de una afición que no suele tener paciencia. Pero si Mora encuentra el entorno adecuado, si logra madurar sin perder la magia, entonces podemos estar al inicio de la historia que tanto tiempo se nos negó.

Gilberto Mora es hoy más que un jugador: es la encarnación de un sueño que parecía imposible. Si mantiene el rumbo, no estaremos hablando solo del más joven en debutar, anotar o asistir. Estaremos hablando del crack que México llevaba décadas esperando, capaz de unir en un mismo calendario el Mundial Sub y el Mundial Mayor, para después escribir la página que nos acerque, por fin, a la eternidad futbolística.

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Opinión

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