febrero 12, 2025

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#4 Tiempos

¡¡¡Viva México y Jardín del Sol Naciente!!! | Columna de Luis Miguel Dorador

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Un fin de semana sin celular…

 

Luego de varios días de intensa actividad 4×4 y desveladas por aquellos rumbos de Puerto Vallarta, el pasado fin de semana inició en viernes con todos los preparativos para festejar la independencia de este gran país que es México. Poco a poco, se empezó a ver un desfile de atuendos mexicanos, desde los elegantísimos trajes charros, hasta las chinas poblanas y cualquier atuendo que, con todos los motivos en los colores verde, blanco y rojo, que hacen de la noche mexicana una fiesta de colores cargada de sentimientos patrióticos.

La gran mayoría de los establecimientos de alimentos y bebidas presentaban un menú especializado en platillos de la gastronomía mexicana. Pozole, barbacoa, chiles en nogada, flautas, enchiladas y fritangas de todas las variedades; atoles y champurrados…. Que delicia tanta variedad acompañada de los destilados más finos como lo son el Tequila y el Mezcal. Pirotecnia y canciones de mariachi de fondo y por supuesto, el piano bar de Trashumante no podía dejar de sentirse con la mexicanidad que provocan las canciones rancheras donde se describen tan sentimentalmente todas las emociones que provocan en uno las situaciones de amor, desamor, olvido y reencuentro. El amor a la mexicana siempre ha sido de “Todo o Nada”, como lo canta el Potrillo: “Te quedas o te vas, me quieres o me olvidas”.

Durante la velada me encontré a uno de mis amigos más queridos de la infancia, a quien tenía muchos años sin ver. El reencuentro fue extraordinario y recordamos tantas cosas que vivimos de niños cuando éramos vecinos y amigos prácticamente inseparables. Aún no se si en su casa me veían como el hermano más chico o como la mascotita de todos porque yo era cuatro años menor que el más chico de su casa, pero siempre llevo en mis recuerdos más preciados de la niñez el cariño de mis vecinos, Rogelio, Gerardo, Saúl y por supuesto Oscar y sus Papás (qué hermosa pareja).
¡¡¡Gracias Oscar y nos vemos pronto!!!

El Tequila y el Mezcal son bebidas increíblemente sinceradoras, porque mientras que el primero te da el valor de decir las cosas, el otro te pone mágic@.
¡¡¡Gracias Flaquita!!!

El sábado disfrutamos de un gran desfile conmemorativo por toda la Avenida Principal y verdaderamente se notó que lo prepararon con mucho cariño porque salió muy bonito. Felicidades a Tod@s l@s participantes por hacerlo posible y Gracias, Gracias, Gracias!!!

La noche de este sábado fue muy tranquila. Para algunos el recalentado llego al medio día, mientras que para otros nos tocó pasar por algo rico de comer y llevarlo a casa para disfrutar en familia. Luego de una sobredosis de ternura mexicana, un sushi del Saigón puede ser la increíble conexión entre México y Japón.

¡Hablando de Japón!

No pueden dejar pasar la oportunidad de disfrutar de una experiencia majestuosa si deciden visitar en el Parque Tangamanga I el Jardín Japonés. Definitivamente el esfuerzo y apoyo de la comunidad Japonesa de San Luis Potosí hace posible que literalmente te transportes a aquel hermoso país del sol naciente al admirar los prados, estanques y puentes con construcciones y detalles típicos de su arquitectura tan característica y tan exquisita en la armonía de todo su diseño. Definitivamente tienen que ir y la mejor muestra de aprecio por uno mismo, es conocer y disfrutar de las culturas ajenas, para encontrar la empatía que nos une como especie. El amor también es respeto.
¡¡¡Gracias a Tod@s los integrantes de esta comunidad japonesa que tiene ya muchos años en San Luis y continúa en crecimiento!!!

Ojalá que pronto las comunidades Alemana, Francesa, – qué se yo – se den a la tarea de hacer una aportación especial como la que hicieron los Japoneses al Parque Tangamanga I. Imagínate poder disfrutar de unas salchichas alemanas acompañadas de col agria y una cerveza de barril en un Jardín Cervecero dentro del Parque, o unas baguettes con tintos de Burdeos…. Un asadito argentino con tango o una paella con tablao y bailaoras en ese inmenso Parque… ¿Se imaginan?

¡¡¡Ánimo que ya casi es viernes!!!

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#4 Tiempos

Un café tomado en Viena | Columna de Carlos López Medrano

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Mejor dormir

 

Tanta devoción profesamos al café que rara vez nos detenemos a pensar en la dificultad de un trago perfecto. En pocas ocasiones se alcanza, si somos honestos, y menos aún cuando se prepara con artilugios rudimentarios a merced del pulso, con medidas al tanteo. Siempre algo queda fuera de lugar: demasiado ácido, excesivamente amargo o con un dulzor que lo estropea.

El mayor rival es la temperatura. Al principio, quema los labios, el paladar, la garganta misma; es imbebible y uno se resigna a esperar. La tregua dura lo justo hasta que la tibieza gana la partida sin piedad, despojando a la infusión de su primer y tierno esplendor. Quisiéramos volver atrás unos segundos, recuperar ese instante en que el equilibrio aún era posible. Ya será la próxima vez…

Tener un café perfecto es muy difícil y qué más da, igualmente se le disfruta y adora. Disposición similar habría que tener con las relaciones humanas. Olvidar la manía de lo impoluto y entender que la convivencia diaria está llena de sinsabores, demoras y alguna caricia a destiempo. Igualmente regresaremos por esos instantes que iluminan la piel.

El café es un resorte que reanima. Sylvia Plath lo sabía bien, como comentaba en sus diarios. Se encomendaba a la cafeína para escribir libros en las mañanas. Le servía para rememorar, en la embriaguez de la vela, los días pasados en compañía, la variedad de destinos cruzados en las calles, frutas compradas en algún mercado.

El brebaje obscuro dispone la oportunidad de un nuevo comienzo ante una hoja en blanco. Reenfocar media existencia mientras básicamente se hace nada. El primer café del día se ha de tomar a solas, ya vendrá el tiempo de convivencia en el que entra esa segunda o tercera dosis que fluye con menos vibraciones, más como agua corriente, sin el témpano del trago inicial echado entre la modorra.

La digitalización del mundo moderno ha privado a muchos niños de una escena crucial, quizá modeladora de la prosperidad y de una conducta ejemplar desde los primeros años: bajar a la cocina y ver a un adulto que desayuna, hojea el periódico y toma café. El aroma de la bebida entremezclado con el del papel, el pan tostado y los huevos revueltos con mantequilla tejía una asidera a la costumbre: saber que el éxito, acaso, consistía en llegar a ese punto.

Ser estudiado, formar una familia y, pese a las ocupaciones, reservarse unos minutos al día para leer una crónica. Poco de ello queda. Las prisas son la norma, el tráfico impone desayunos fugaces, fragmentados. Una barrita de granola en solitario. Es posible que la ausencia de aquella escena haya condenado a las últimas generaciones, que, sin el magisterio familiar, acaban trastornadas por compañeros que en la escuela echan doritos nacho a sus emparedados de salchicha.

El café, desde luego, tiene algo de formativo. Stefan Zweig aprendía con las lecturas del colegio en sus días de bachillerato, libros robados de la biblioteca de los que echaba mano para salvarse en las clases aburridas que no le causaban el menor interé

s. Permanecer ante el pupitre debía de ser, para un muchacho inquieto, algo semejante a estar en la cama de un hospital o a cumplir condena en una celda.

Los profesores, con sus voces monocordes y sus lecciones reseñadas en harapos, tenían difícil competencia frente a la verdadera maestra de toda una generación: la propia Viena, una ciudad que a finales del siglo XIX hervía de expresiones culturales. Galerías, conciertos, estrenos teatrales; un coctel que enriquecía las mentes de un país que, como pocos, concentró una densidad inusitada de pensadores, economistas, músicos y escritores de primera línea. La instrucción escolar influía, sí, pero con menor tino. Como recordaría el autor de Carta de una desconocida, acudir a la Ópera, asistir a una representación de Lohengrin, era lo que en verdad marcaba la diferencia.

Y, entre todo, la mayor educación, la mejor academia, estaba en el café, en las cafeterías. Zweig mencionaba en sus memorias que el café vienés no era solo un establecimiento donde se servía bebida caliente, sino una institución, un club intelectual. Bastaban unas monedas para pagar el café y asegurarse una mesa: a cambio se abría un abanico de posibilidades. Las charlas con los amigos, con otros parroquianos, con el propio camarero, permitían aprender de buenas a primeras sobre historia, política y literatura, y todo bajo un esquema excepcional: individuos de alta formación mezclados en el entusiasmo de la conversación, una fiebre contagiosa que aceleraba la dispersión del conocimiento. El boca a boca, el intercambio de las mejores publicaciones de otras latitudes. Lo último llegado de Londres, París o Roma. Mentes brillantes coincidían en tugurios que eran, en realidad, gimnasios de la inteligencia. El grano tostado actuaba como su esteroide.

Frente a ello, la venerada actualidad, ofrece el ensimismamiento de audífonos y cafeterías de entrada por salida, videoconferencias para revisar el avance de las métricas. Un reel me ha dicho que las mentes millonarias no hacen sobremesa, Afuera espera lo belicón, el bellekaeo. Veamos cómo van las cripto o los mejores momentos de una conferencia dedicada a pelear con no sé quién.

Lo difícil del café es dar con el trago perfecto. Más aún, recuperar el mundo de ayer.

 

Contacto

Correo: yomiss@gmail.com

Twitter: @Bigmaud 

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#4 Tiempos

La primera mujer titulada en matemáticas en México | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash

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EL CRONOPIO

En 1953 se celebró en San Luis Potosí, el Tercer Congreso Nacional de Matemáticas que organizó la Sociedad Matemática Mexicana en colaboración con la Universidad Autónoma de San Luis Potosí y el Gobierno del Estado, como un reconocimiento a la tradición cultural de San Luis Potosí.

En ese congreso, participaría la pionera en el estudio de las matemáticas en México, Ana María Flores, que fuera la primera mujer en realizar estudios profesionales de matemáticas y en graduarse como matemática en el país, cuando aún no existía formalmente la licenciatura en matemáticas en México, por lo que recibiría el titulo como profesora de matemáticas.

En este día, 11 de febrero, Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia establecida por la UNESCO y la ONU con el objetivo de reconocer el papel fundamental de las mujeres y las niñas en la ciencia y en la tecnología, recordamos y reconocemos la labor de Ana María Flores como la primera matemática mexicana, quien participaría en San Luis Potosí impartiendo conferencias especializadas y conferencias de divulgación dirigidas a la población potosina en 1953 en el Tercer Congreso Nacional de Matemáticas.

En anterior entrega, presentamos en esta columna el caso de Enriqueta González Baz que sería la primera matemática titulada en el país; en 1944 se presentó en su examen profesional con un trabajo de tesis sobre funciones especiales, en particular las funciones de Bessel, funciones Gama y funciones de Legendre. Sin embargo, fuera de los formalismos, Ana María Flores pude considerarse la primera licenciada en Matemáticas, egresada en la misma Universidad Nacional Autónoma de México, de donde egresara Enriqueta González Baz al fundarse la Facultad de Ciencias de la UNAM en 1938; sin embargo, desde 1935 se estableció la licenciatura en matemáticas con énfasis en la enseñanza. Estas carreras, con énfasis en la enseñanza de las matemáticas, eran licenciaturas. De hecho, en su trayectoria profesional se dedicó a la estadística matemática.

En su visita a San Luis Potosí, durante el congreso de matemáticas, presentó una conferencia técnica y una conferencia de divulgación al gran público, con los temas: el cálculo de probabilidades en una investigación de invalideces y, importancia social de la Estadística Matemática, respectivamente.

En 1934 Ana María Flores era la única alumna en clases de matemáticas, su profesor Alberto Barajas, reconocido científico mexicano que había sido alumno a su vez de Sotero Prieto, el pionero en la enseñanza profesional de las matemáticas en México.

Ana María Flores fue, en ese entonces, la primera licenciada en Matemáticas por la UNAM y, aunque su licenciatura tenía una orientación hacia la docencia, se convertía en la primera matemática en 1937.

Supo rodearse de buenos asesores y buenos matemáticos, como el profesor Enrique Valle Flores, interesados en la Estadística. Ana María ocupó un destacado puesto en la entonces Secretaría de Industria y Comercio. Tuvo la visión y ejerció su influencia para la creación velada de un Departamento de Estadística en la Dirección de Normas y Medidas, dentro de la misma Secretaría, y marcó un antecedente claro para la promoción del desarrollo de esta rama en nuestro país. Así que, podemos considerarla la pionera de la matemática estadística en el país.

En esa época pocas personas habían recibido la licenciatura, pero en 1943, antes de que se abriera un período que duró hasta 1949 y en el que nadie se graduó, obtuvo la licenciatura otra mujer: Carmen Alburquerque García. Por una de sus alumnas de secundaria, sabemos que se dedicó a dar clases y que era una excelente maestra.

El programa de maestría en matemáticas tuvo más impacto porque fue más fructífero y varias personas obtuvieron el grado. Entre 1940 y 1947, de los trece grados otorgados, dos fueron dados a mujeres: Enriqueta González Baz (1944) y María del Pilar Mercado Doménech (1947). Pero no es que no hubiera mujeres en la licenciatura y en la maestría, lo que pasaba es que algunas mujeres empezaban su vida laboral o académicamente productiva aún sin haber recibido el título, como es el caso de la maestra Manuela Garín.

Ana María Flores, disfrutó de nuestra ciudad y compartió con los estudiantes y catedráticos potosinos, así como los ciudadanos, su saber y tuvo la ciudad de San Luis Potosí el placer de ser huésped de la primera matemática mexicana y la pionera en el desarrollo de la matemática estadística en México.

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#4 Tiempos

Tiempo de revancha | Columna de Arturo Mena “Nefrox”

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TESTEANDO

 

Llegó el clásico, un partido diferente en muchos aspectos. El primero: el rival odiado. En segundo, el momento de demostrar que ninguno de los dos es peor que su rival. El tercero: la última esperanza para intentar rescatar algo en este inicio de torneo para cualquiera de los dos equipos. Un partido diferente por muchos aspectos.

San Luis llega con una racha negativa que solo empeora con cada partido. Si bien en el duelo anterior ya se anotó y se jugó un poco mejor, el equipo volvió a perder. Tan solo una victoria de visitante ante Puebla; fuera de eso, 4 derrotas y 3 de ellas en casa, por cierto con 9 goles en contra en esos 3 partidos perdidos.

Querétaro, por su parte, apenas tiene un punto más, producto de una victoria en casa ante Pumas y un insípido empate de visitante ante Chivas. Fuera de eso, el equipo solo ha conocido la derrota; América, Tijuana y Pachuca han sido sus verdugos.

La cosa es simple: ni uno ni otro tienen ventaja. Los dos equipos están pasando por momentos complejos, y la única ventaja entre ellos es que se juega en la Corregidora, estadio que por cierto esta semana cumplió 40 años.

El partido, en términos generales, no importa para la gran mayoría del fútbol mexicano, pero es un juego regional: dos equipos de dos ciudades poco exitosas en el fútbol tienen su momento de revancha justo en este encuentro. Dos de los cuatro equipos que nunca han sido campeones de Primera División, pero que extrañamente sí han tenido participación en una final, se juegan por la pequeña grandeza de por lo menos poder presumirle algo al rival al concluir la temporada.

Un partido diferente que se hace ver en la tribuna de cada estadio, que se hizo presente ayer en la concentración de Querétaro. Ese juego que ninguna de las dos hinchadas quiere perder.

En el campo, las cosas no prometen. En la tribuna, el ganador esta ocasión será (como siempre) el local. Pero en el papel, los 3 puntos que se juegan parecen ser justo lo necesario para por lo menos calmar las aguas en cualquiera de los dos banquillos.

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Opinión

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