#4 Tiempos
Un equilibrio roto y un golpe desde el más allá | Carlos López Medrano
LUCES DE VARIEDAD.
Andrés Manuel López Obrador tuvo un gesto de pragmatismo luego de ser electo como presidente. Su gobierno, dijo, no apostaría a dinámicas persecutorias. “No es mi fuerte la venganza”, aseguró, “no creo que sea bueno para el país el que nos empantanemos en estar persiguiendo a presuntos corruptos”. En campaña habló incluso de perdón. Para evitar mayores turbulencias, se ponía un punto final a una era traumática en la historia del país. Un borrón y cuenta nueva a partir del que, ahora sí, ya no permitirían las canalladas de antes. El problema de esta polémica postura es que entraba en conflicto irresoluble con una cuestión existencial del proyecto que le llevó a Palacio Nacional: el enfrentamiento contra quienes abusaron de su posición en el sector público durante décadas, un antagonismo gracias al que se entiende su popularidad.
Atacar tan solo las corruptelas del punto B al punto C, implicaba dejar impune el espectro que partía del punto A, lo cual restaba fibra al discurso. Acaso por ello, y también ante los exiguos resultados en los primeros dos años de su gobierno, decaídos y criticados debido a crisis y fracasos en varios ejes, no quedó más que apelar a esa última baza, la más poderosa quizá, que implicaba de atacar frontalmente a las administraciones que le antecedieron. Un recurso para sacar en caso de emergencia. Un salvavidas político. La gran justificación a su permanencia.
La detención Emilio Lozoya llevó la cruzada al punto más radical. El exdirector de Pemex soltó denuncias al por mayor y amagó con videos que salpicarían a parte medular de quienes estuvieron al mando en los sexenios anteriores. El material, si se gestionaba cuidadosamente, se antojaba como el arma definitiva para demoler a corto y mediano plazo a la ya de por sí maltrecha oposición partidista. Con mayor o menor grado de separación, tales declaraciones, fueran honestas o no, anulaban a los competidores a golpe de titulares en medios. PAN, PRD, PRI e incluso formaciones embrionarias como México Libre se verían seriamente vulneradas a ojos de la ciudadanía. Todo iba bien para el gobierno, hasta que lo fue un poco menos. Un giro inesperado hizo trastabillar a lo que parecía infalible.
El caso Lozoya seguirá afectando a los involucrados, desde luego. Nadie sensato metería las manos al fuego por ninguno de los protagonistas de semejante telenovela. Pero entonces surgió una respuesta que posiblemente el proyecto de López Obrador no anticipaba. Un contrataque, dispuesto en los mismos términos (videoescándalos), proveniente de una parte del espectro político que tras meses de desfallecimiento terminó por dar señales de vida. No queda claro exactamente quién está detrás de las filtraciones. En ello probablemente hubo, en parte, fuego amigo, pero también otra influencia, un coletazo del viejo régimen, uno que se niega a morir.
La divulgación de videos que exponen al hermano del presidente en acciones presuntamente violatorias de la ley electoral pega de lleno en una parte sensible de la actual administración. Si ya antes había señalamientos a prácticas cuestionables de funcionarios de primer nivel (que podían personalizarse y por tanto no manchar el resto del organigrama), esta vez la sombra se extiende al ámbito familiar del líder y también a las prácticas de Morena en su persecución del éxito, maniobras indisociables de la estructura.
Aunque sacar conclusiones sería apresurado, lo anterior se antoja como el inicio de una lucha entre un bando establecido y uno difuso, de varios cuerpos y cabezas. Da la impresión de que el equilibrio se ha roto y que, de ser así, el marcador final no dejará un ganador en términos absolutos, sino que habrá pérdidas para todos los bandos involucrados, salvo que el gobierno federal decida bajar la velocidad y tranquilizar la balanza. O si es que los otros se quedan sin pólvora. Un revés del duelo callejero será el debilitamiento de la mediación institucional que pasa a segundo plano en pos de los ataques directos, el lanzamiento de lodo, el sálvese quien pueda. Un deterioro de acuerdo entre facciones, tan necesario, al menos mínimamente, para una sana vida democrática. Que no se confunda esto con una reivindicación de la impunidad. Cualquier mal manejo debe ser castigado según las disposiciones de la ley; priorizar el espectáculo, eso sí, trae efectos secundarios indeseables.
Es verdad que la presidencia tiene una ventaja sustantiva como lo es el manejo de un entramado de gobierno. En distintas oficinas y dependencias el presidente tiene a fieles mastines entregados a la causa que podrán presionar y lanzar mordidas intimidatorias desde sus respectivas esferas. No obstante, esta ventaja tiene puntos limítrofes, ya que, primero, levantará cuestionamientos (ya los hay) de una aplicación parcial de la justicia; y, segundo, cada uso de la carta Lozoya podría ser susceptible al contragolpe mediático que ponga en entredicho el espíritu de renovación moral que impulsa el gobierno. Este relato, que es uno de los principales sostenes de la presidencia, también es una debilidad en el sentido de que la pureza es difícil de sostener, no por lo que concierne al presidente de primera mano (que ha sido cuidadoso durante décadas en este tema), sino por quienes le rodean. Entre tantos subordinados, oficinas, acuerdos, parentela… siempre habrá alguna manzana podrida que estropee el cuento.
Tal es el peligro para el autoproclamado movimiento de regeneración, verse erosionado por una lucha a cara de perro que, por algo, en un principio se prefería soslayar. El presidente tendrá, sí, el recurso de lavarse las manos y pedir que cualquier eventualidad se solucione bajo los términos de la ley, una pulcritud que no confiere a las tropelías de sus adversarios, por cierto, a quienes utiliza para actos de proporciones circenses en conferencias que sustituyen a instancias especializadas que, junto a otras prácticas informales, transgreden el debido proceso. Además, a la postre será insuficiente, ya que eventualmente minará la retórica de un gobierno que prometió cambiar dinámicas enquistadas en la política. Si algún grupo logra instalar la idea de que los nuevos son iguales a los anteriores, el desgaste será inminente, aunque considero que sin la velocidad suficiente para un colapsar a Morena en 2021.
Por si fuera poco, el castigo a los propios colaboradores tiene un límite. Varios de ellos configuran parte básica de la cuadrilla por lo que no será fácil deslindarse de ellos o desecharlos, sin dificultades adicionales a la gobernanza. Tampoco hay proclividad a la aceptación del error. El relativismo aplicado a los yerros y claroscuros de figuras activas en el gobierno muestra que no hay una disposición estricta a eliminar los abusos de la clase dirigente del país siempre y cuando sean de parte decisiva del clan.
La lucha, pues, está abierta. Parece que la fuerza de los opositores fue subestimada y que, después de tanta deriva, estos últimos han encontrado una forma efectiva de socavar a la hegemonía actual, una que ha abierto demasiados frentes demasiado pronto, aunque obligada ante un contexto que no le ayuda con miras a las elecciones de medio término. La lucha contra los predecesores que es su gran reivindicación podría ser, paradójicamente, el inicio de un desgaste mayor. O puede que no, ya se verá en las elecciones, no tanto en las encuestas.
Después de la pequeña cisma que involucró a su hermano, el presidente manifestó que su misión continuará, pese a todo. Recurrió al enésimo paralelismo con referentes históricos a los que cada vez hay que meter con más calzador. Hay que decir que no está solo y él lo sabe. Tiene un respaldo considerable de la ciudadanía, una fracción de incondicionales que mantendrán firmes en su apoyo, sin importar los argumentos ni la evidencia que contradigan lo que finalmente es una creencia. Al contrario, cada golpe significará una nueva cimentación del dogma. Otros lo ven de un modo instrumental y tolerarán algunos pecados a cambio de la promesa de un bien mayor, como serían cambios de raíz en el entramado económico-social y la extirpación de lastres enquistados en el poder.
Lo que sí está en riesgo a nivel electoral son los apoyos dados en 2018 que se podrían categorizar como “coyunturales”, el hartazgo que constituyó una porción de los 30 millones de votos, cifra colosal que tiene algo de espejismo y que no equivale, como algunos creen, a un consenso, no al menos permanente. Una parte de ellos, imposibles de cuantificar, correspondieron no a incondicionales, sino a voto flotante que como vino se puede ir. La determinación de tales ciudadanos ante los hechos referidos medirá los alcances y límites de la actual administración, si bien las fuerzas que desafían a Morena perderán mientras estén dispersados.
#4 Tiempos
Se acabó el Clausura 2025 | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
TESTEANDO
Llegó a su fin el torneo de la Liga MX con un nuevo campeón, el Toluca destronó al América y se sienta en la cima. Ahora es momento de hacer cuentas, de esas que sirven para alimentar la estadística.
En total, en el Clausura 2025, se jugaron 170 partidos: 153 de temporada regular y 17 de liguilla.
En la jornada 9 se dio el resultado más abultado del campeonato, un 5-0 que le propinó Toluca a Querétaro en la bombonera. En contraparte, 12 partidos terminaron con un empate a 0, incluyendo el partido de ida de la final entre América y Toluca.
El equipo más goleador fue Toluca, con 51 tantos entre torneo regular y liguilla, a diferencia de Querétaro que fue el que menos anotó con tan solo 10 en toda la fase regular.
Algunos de los récords que se rompieron en este Clausura 2025 destacan al Toluca anotando 5 goles en dos partidos, primero ante Querétaro en la jornada 9 y después frente a Necaxa en la jornada 11.
Jhon Kennedy de Pachuca logró anotar en cuatro partidos consecutivos en casa, alcanzando a Edwin Cardona en 2019.
Atlas logró una remontada 4-3 después de ir perdiendo 0-3 ante Tijuana, algo que igualó a América en 2016 ante Cruz Azul, por cierto, este partido entre Atlas y Tijuana fue uno de los dos con más anotaciones del torneo.
Para cerrar con los números, el promedio de asistencia a los partidos fue de 23,783, mientras que la mejor asistencia fue el partido entre Monterrey y San Luis, en la jornada 8, con 50,023 aficionados, esto gracias a la expectativa del debut de Sergio Ramos. Del otro lado, el partido con menos asistentes fue el Pumas vs Mazatlán con tan solo 8,845 espectadores, esto provocado por jugar al mismo tiempo que se llevaba a cabo el Super Bowl 59.
Por último, en temas financieros, se presume que el campeón del futbol mexicano recibe aproximadamente 78 millones de pesos más la clasificación a la Copa de campeones de Concacaf y un considerable aumento en los bonos de patrocinadores tanto propios como de la liga.
Se fue un torneo, y aunque todavía quedan por lo menos dos partidos más que interesan a los aficionados locales (Cruz Azul vs Vancouver y América vs LAFC), la liga llegó a su fin y por ahora vivimos la emoción del futbol de estufa, hagan sus apuestas y esperemos que el próximo torneo vuelva a emocionar.
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#4 Tiempos
Micrometría y la paz del espíritu en la Ciencia en el Bar | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
Braulio Gutiérrez Medina es un investigador del Instituto Potosino de Ciencia y Tecnología, IPICyT, que realiza trabajo de investigación en biofísica, biomateriales bionanotecnología, siendo especialista en técnicas de Microscopia óptica, que incluyen herramientas de pinzas ópticas y fluorescencia.
Sobre estos temas estará participando con una plática en La Ciencia en el Bar que ha titulado, La Micrometría y la Paz del Espíritu; sugerente título que nos remite a asuntos de medición en sistemas biológicos los cuales tienen tamaños micrométricos y nanométricos y en los que se requiere para su estudio de mediciones de microscopía con luz para muy pequeños tamaños.
La charla se llevará a cabo el jueves 29 de mayo a las ocho de la tarde noche en La Cervecería San Luis, ubicada en la Calzada de Guadalupe número 326, con entrada libre. La charla forma parte del ciclo treinta y nueve de esta serie que corresponde a diecinueve años de actividades. La Ciencia en el Bar es un programa pionero en el país y ha sido replicado en varias partes del país, generando escenarios de interacción entre la comunidad científica nacional y el gran público.
Este jueves, es una buena oportunidad para escuchar al Dr. Braulio Gutiérrez y conocer parte de su trabajo de investigación que realiza en el IPICyT. El Dr. Braulio Gutiérrez es un físico egresado de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México en 1997 y realizó sus estudios de doctorado en Física en la Universidad de Texas en Austin, Estados Unidos en 2004 y un Posdoctorado en Biofísica en la Universidad de Stanford en 2009. Ha recibido los premios Jorge Lomnitz Adler 2018 del Instituto de Física-UNAM y Academia Mexicana de Ciencias en el 2018, y el premio George E. Brown, Jr. UC MEXUS en 2010. Cuenta con un par de patentes, entre ellas método para obtener imágenes tridimensionales usando un microscopio de campo brillante otorgado en 2021.
Con la técnica de pinzas ópticas que ha desarrollado el Dr. Braulio Gutiérrez, ha logrado entender un poco más el funcionamiento de pequeñas proteínas de las células, llamadas motores moleculares, que funcionan como mensajeros al interior de la célula.
En una entrevista que concedió el Dr. Gutiérrez detalló el desarrollo de sus pinzas ópticas: “Construimos un instrumento de pinzas ópticas, que se basa en un microscopio óptico con el cual podemos observar muestras biológicas y micropartículas. Un microscopio óptico utiliza lentes para formar una imagen amplificada de la muestra de interés. La lente más importante del microscopio es el objetivo que se encuentra inmediato a la muestra. Al microscopio le acoplamos un haz láser que hacemos pasar a través del lente objetivo, con lo cual logramos tener el láser enfocado sobre la muestra. Este láser es el que captura y manipula nano-objetos como las proteínas llamadas cinesinas”.
Por lo regular las charlas de La Ciencia en el Bar se realizan en día miércoles, en esta ocasión se realizará el jueves que es día 29 de mayo. Los esperamos este jueves a las ocho de la noche en La Cervecería San Luis y disfrutar la charla del Dr. Braulio Gutiérrez sobre Micrometría y la Paz del Espíritu.
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#4 Tiempos
Buscad el alfiler | Columna de Juan Jesús Priego Rivera
LETRAS minúsculas
–¡Qué hombre tan amargado! –exclamó una vez una dama de cierta edad señalando con el dedo, desde la distancia, a un compañero al que yo estimaba mucho-. ¿Qué traumas habrá sufrido en su infancia para haber perdido de tal manera el gusto por vivir?
¡Los traumas de la infancia! Sí, he oído hablar de ellos, pero no me convencen ni mucho ni poco. ¿Por qué debemos ir hasta la infancia de un hombre para explicarnos su mal humor de hoy? ¿Y si la infancia, por lo menos en el caso de este conocido mío, no tuviera nada que ver? ¡Ir tan lejos cuando la causa podría estar tan cerca!
Pero yo conocía la razón de ese permanente mal humor, de esa amargura: este amigo sufría a causa de su jefe, un déspota que trataba a sus subordinados como le daba la gana. ¡Ya sólo faltaba que les exigiera a todos bolearle los zapatos! Además, el ambiente de trabajo era, en aquella oficina, atroz y deprimente: allí todos envidiaban a todos y se ponían zancadillas los unos a los otros por el puro placer de ver cómo caían de la gracia de su superior, para observar cómo se despeñaban y se rompían la cabeza. Cada día de trabajo transcurría casi siempre entre gritos, susurros y rumores, y, por lo que he podido saber, nadie estaba seguro –ni lo está todavía hoy- de que mañana seguiría conservando el puesto que ocupaba apenas el mes pasado. Ahora bien, ¿quién no va a amargarse en un ambiente rancio como éste?
Yo conocía pormenorizadamente esta triste historia. Por eso me reí en silencio de las suposiciones de aquella señora que, por haber tomado un curso relámpago de psicología, ahora me hablaba de traumas infantiles y actos fallidos.
Sí, los humanos somos muy propensos a generalizar y elaborar hondas teorías que se vienen abajo justo en el momento en que comprendemos que las cosas no eran como pensábamos. De esta manía elucubradora se burló Alain (1868-1951), el filósofo francés, al escribir así en uno de sus Propos sur le bonheur: «Cuando un bebé llora sin consuelo, la nodriza suele hacer las más ingeniosas suposiciones respecto a este joven carácter y a lo que le gusta o le disgusta; invocando incluso a la herencia, ya reconoce al padre en el hijo. Estos ensayos de psicología se prolongan hasta el momento en que la nodriza descubre el alfiler, causa efectiva y real del llanto».
¡Ah, era eso! ¡Había un alfiler entre los pañales! Y pensar que la nodriza ya empezaba a sospechar ciertas cosas…
El hombre, según se ha dicho aquí y allá, es un filósofo que se ignora a sí mismo. Yo de esto nada sé. Lo que sí sé, en cambio, es que muchas veces, en lugar de buscar el alfiler, se pone a concebir graves y hondas teorías cuyo fundamento, para decirlo ya, es más que dudoso.
Una vez se quejaba conmigo un dentista diciéndome:
-¿Por qué la gente ya casi no me busca para arreglarse los dientes? Las nuevas generaciones son muy descuidadas. ¡En qué tiempos tan tristes nos han tocado vivir!, etcétera.
Pero no; por lo menos aquí no se trataba de los tiempos: era que este dentista tenía fama de trabajar sin anestesia –para ahorrarse un dinerito-, y la verdad es que sus pacientes lo que menos querían en su consultorio era ponerse a practicar el estoicismo.
El 4 de julio de 1765, Georg Christoph Lichtenberg (1742-1799) estaba quitadísimo de la pena leyendo un libro al pie de una ventana cuando de pronto… Pero dejemos que sea él mismo quien nos cuente lo que le pasó aquella vez: «Leía, cuando, de pronto, la mano que sostenía el libro se movió imperceptiblemente y esto hizo que recibiera menos luz. Entonces pensé que una nube espesa debía estar pasando de frente al sol y todo me pareció más oscuro, por más que no había perdido nada de luz». Y concluye el pensador alemán: «Con frecuencia sacamos nuestras conclusiones de esta forma: buscamos en la lejanía causas que muchas veces están junto a nosotros». «¡Oh! –hubiese exclamado otro que no fuera él-. El cielo se está nublando. Acaso llueva toda la tarde. ¡Y maldita la gana que tengo de que llueva esta tarde!». Pero no, el cielo no se nublaba: era el ángulo de su cabeza lo que había variado, produciendo en la página del libro una sombra que en el cielo no existía.
Yo me entretenía recordando estas palabras mientras aquella señora se quejaba de mi amigo. ¿Y por qué había que ir tan lejos -¡nada menos que hasta los traumas infantiles!- para buscar las causas de su amargura, puesto que éstas estaban casi al alcance de la mano? ¡Era el ambiente en el que se movía el que lo sacaba de sus casillas y lo ponía de mal humor! De modo que, una vez aireado ese ambiente, ¡adiós traumas infantiles!
Además, convendría no olvidar la lección que las semillas nos imparten todos los días. ¿Qué lección? Ésta: que no es posible crecer y desarrollarse en cualquier terreno. Una semilla de arroz, por ejemplo, jamás crecerá en el desierto, ni una semilla de mostaza en el frío de la tundra. Cada semilla, para crecer, necesita estar, por decirlo así, en su ambiente.
«Hay que florecer donde Dios nos ha plantado», dice una frase que aceptamos sólo por el hecho de que Dios es un buen sembrador que no se equivoca nunca, aunque por lo demás bien podría ser cursi y hasta falsa. ¡Un grano de trigo, por más que quiera hacerlo, jamás dará nada de sí si es sembrada en los hielos polares!
Y bien, tal es lo que había sucedido con mi amigo: que sencillamente no estaba en su elemento. ¿Y cómo, entonces, iba a crecer y a desarrollarse? «La impaciencia de un hombre –vuelve a decir Alain- tiene a veces por causa el haber estado mucho tiempo de pie; en vez de razonar contra su mal humor, ofrecedle un asiento… No, no digáis nunca que los hombres son malos; no digáis jamás que tienen tal carácter. Buscad el alfiler».
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