#4 Tiempos
Tequis como galería de arte | Columna de León García Lam
VOLUTA.
¿A usted le gusta el arte apreciado y culto lector de La Orquesta? Una de las grandes incógnitas sobre las obras de arte es comprender cuándo ocurre la producción de estos objetos: no se sabe si cuando las fabrica el artista, si cuando al artista lo reconocen como tal o si cuando independientemente de su origen un espectador decide que tal o cual objeto es una obra de arte. Muchos han supuesto que, una obra de arte surge en el momento que es colocada en un museo. Sí. Es el museo el que constituye a la pieza. Eso piensan muchos.
Cualquier persona, con justa razón podría preguntar: Entonces, si yo, Juan de las Cuerdas o peor León García, coloco un mingitorio en un museo por esta simple razón ¿ya es una obra de arte? Pues bien, todo indica que sí. Se han colocado no solo mingitorios, sino cajas de jabón, de zapatos, cocacolas a medio llenar y también medio vacías, aspiradoras y hasta plátanos pegados con cinta scotch y se han convertido en tremendas obras de arte. Otros han dicho que, esos objetos se han vuelto obras de arte, no por el museo, sino por la firma de su creador: Duchamp, Yoko Ono, Dalí o Gabriel Orozco, como la etiqueta que lleva su ropa, estimado y cultísimo lector de La Orquesta, por el hecho de decir Louis Vuitton vale muchísimo más que lo demás.
Bueno, ¿a qué viene todo esto? Al mercado de arte que intenta realizar el Ayuntamiento de la capital en el jardín de Tequis, proyecto llamado Jardín del arte, como parte de su esfuerzo en crear un corredor turístico, que imita otros corredores como el de Querétaro o San Miguel de Allende. Los entusiastas municipales parten de la idea de que, el arte es capaz de atraer a miles de personas consumidoras de cultura, y por tanto, pueden atinar a varios pájaros de un solo tiro: darán salida a esas decenas de artistas que no encuentran un mercado dónde vender sus piezas, aportarán condiciones para el fortalecimiento de un estrato de consumidores de arte, al mismo tiempo que se les educa y, por último, si el proyecto da resultados, producirá un turismo muerto de ganas de venir a San Luis Potosí a consumir objetos artísticos. Suena bien la idea ¿no? Debe sonar todavía mejor en un Ayuntamiento hambriento de proyectos novedosos que resuelvan de manera inteligente temas culturales y educativos convirtiendo los problemas en respuestas económicas, es decir entiéndase turismo.
Sin embargo, el proyecto peca de tres inconvenientes, en mi opinión, muy graves: que yo no conozco a artista que esté dispuesto a convertirse en tianguista (aunque sí debe haber tianguistas interesados en convertirse en artistas). Ya porque a ciertos artistas les ofende la idea de convertir su obra en un producto capitalista, entregado al demonio del consumo cultural, es decir de la cultura convertida en mercancía. Ya porque, aunque esté de acuerdo en vender su obra, ningún artista lo estará en hacerlo en una plaza pública a cualquier persona (hay maneras, dirían). El segundo inconveniente es el público: se va a Tequis a comer un elote o una paleta, se lleva dinero para tomar una cerveza por ahí, es decir nadie asiste a un jardín con miles de pesos para comprar una obra de arte o ¿acaso venderán obras de cincuenta pesos? Otro problema con el público es que a casi nadie le interesa el arte y lo aseguro con un sencillo ejemplo: consideremos la cantidad de persona que visitan una exposición en una de las pocas galerías potosinas ¿10 000? ¿1 000? ¿500? ¿100? ¿50? El tercer inconveniente está en el espacio pues, así como el museo es capaz de convertir un plátano en una obra de miles de dólares, el Jardín de Tequis logrará convertir algunos esfuerzos plásticos en baratijas y a sus expositores en tianguistas y para muestra de ello, está “El Jardín del Arte” de Pachuca, y “El corredor del Arte” en Monterrey, convertidos uno en un mercado de garnachas y baratijas, y el otro en un mercado de baratijas costosas.
De todos modos, el experimento es interesante, ya atestiguaremos su destino.
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#4 Tiempos
Reforma Electoral y el drama | Apuntes de Jorge Saldaña
APUNTES
Culto público, hijos de “tú no tienes nada y yo tengo ases con tercia de reyes”:
Viene Reforma Electoral, una que aún en etapa de construcción desde la Federación, ya causó alerta de terremoto para todos los partidos. Todos.
Los tres cuernos visibles de un análisis (primer objetivo de la Comisión Presidencial para la Reforma Electoral) y posterior presentación de iniciativa de reforma son la reducción de plurinominales, bajar el gasto de financiamiento a los partidos (más de 6 mil millones) y la eliminación de los órganos electorales locales cuyas funciones asumiría el INE.
La propuesta se oye atinada y popular para la ciudadanía. ¿Quién no quiere menos diputados “de lista” que nadie conoce y menos representan? ¿A qué ciudadano no le gustaría saber que les recortan dinero público a los partidos para destinarlo en obras de beneficio público?
La mala noticia es que para que una reforma así se haga realidad, se necesita de la mayoría en las cámaras legislativas, se ocupan las matemáticas de los votos de los institutos y legisladores que los representan y que por muy aliados que sean de la presidenta, no se van a dar solitos un tiro en el pie. ¿A cambio de qué los partidos votarían por reducirse sus prerrogativas y el número de sus diputados de lista?
(Por cierto, que si a alguien le debe la 4T alcanzar mayorías en la cámara alta y baja de la nación desde los tiempos de AMLO, es a Ricardo Gallardo, que en su momento junto a un grupo de entonces legisladores del PRD, voltearon la balanza cuando cambiaron su filiación cameral a la fracción del Verde…dato que no hay que perder de vista).
Sobre esta reforma federal, pueden consultar el Atril de este lunes en nuestras redes.
Un escenario muy distinto es el local, en el que también se adelanta una Reforma Electoral que cambiaría las reglas del juego para el 2027.
El secretario General de Gobierno, mi amigo Guadalupe Torres Sánchez, ha planteado que en la iniciativa potosina se podrían adelantar los tiempos de la elección para que iniciara el proceso en noviembre del 26, se fijarían reglas para garantizar la paridad de género en la postulación de candidaturas (poniendo a parir chayotes rellenos de nopales al resto de los partidos) y aunque no se considera la reducción de plurinominales locales, se deja ver que la fórmula para la repartición de posiciones podría cambiar.
A diferencia del dilema paradójico federal, en lo local las condiciones están planchadas para que una reforma como la que adelanta el SGG se haga realidad, y no es difícil ver que dicha iniciativa traería beneficios y ventajas para algunos en la elección del 27.
Les mando saludos a todos y todas, deseando que tengan una semana plena.
¿A quién me recomiendan ver esta semana en la Fenapo? Me perdí a Enmanuel y Mijares y causé baja en el ejército como soldado del amor, ni modo.
Aunque no he ido, me informan que mis amigos de PROPEES se han lucido en organización, seguridad y comodidad en el palenque. Vientos.
Hasta mañana.
Yo soy Jorge Saldaña
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#4 Tiempos
El mundo de antier | Columna de Juan Jesús Priego Rivera
LETRAS minúsculas
«Miren las aves del cielo, que ni siembran, ni cosechan, ni guardan en graneros, y, sin embargo, el Padre celestial las alimenta… Miren cómo crecen los lirios del campo, que no trabajan ni hilan; pues bien, yo les aseguro que ni Salomón, en todo el esplendor de su gloria, se vestía como uno de ellos» (Mateo 6, 24ss).
Hay en estas palabras de Jesús un no sé qué que me llena de nostalgia. Él nos pide que nos detengamos a contemplar al lirio y al pájaro para que aprendamos de ellos esa cosa seria y saludable a un tiempo que hemos ya perdido y que se llama despreocupación. ¡Cómo nos hemos complicado la vida! ¿Y no habrá manera de volver atrás en el tiempo, a la época en que aún nos emocionábamos y sonreíamos? Hoy lo tenemos todo, o casi, pero hemos perdido la alegría. ¿Quién nos la robó?
Sören Kierkegaard (1813-1855), el filósofo danés, concluyó con esta oración uno de sus hermosos Discursos edificantes: «¡Padre del cielo! Qué es ser hombre y cuán religiosa sea la exigencia de ser hombre –cosa que en compañía de los hombres y sobre todo en medio del hormigueo humano es tan difícil de entender-, haz que podamos comprenderlo, si lo hemos olvidado; que lo podamos comprender, si no de un solo golpe y por entero, al menos en parte y poco a poco: haz que podamos aprender del pájaro y del lirio el silencio, la obediencia y la alegría».
Hace poco leí en algún lugar que los hijos, hoy, vivimos mucho más preocupados y tristes que nuestros padres, y que éstos, a su vez, vivieron ya mucho más preocupados y tristes que nuestros abuelos. Y la verdad es que lo creo. Yo mismo, hace ocho años, no tenía las preocupaciones que tengo hoy…
Hace ocho años, por ejemplo, me juré a mí mismo que nunca me compraría un teléfono celular. ¿Para qué: para vivir en un estado de completa sujeción a los demás las veinticuatro horas del día, incluidos los sábados y los domingos? Pero alguien me dijo un día: «Óyeme, ¿quién te crees que eres? ¿Te sientes muy importante, o qué? ¡Anda, cómprate ya un teléfono celular!». Yo pensaba, en mi pobre lógica, que las cosas eran más bien al revés, pero ya se veía que no; pronto descubrí que la sociedad te perdonaba todo, menos que anduvieras por la vida sin un artefacto de ésos, pues le dabas a entender con tu actitud que te gustaba hacerte el inaccesible, si no es que hasta el misterioso. Bien, accedí –es decir, rompí mi promesa- y me compré un teléfono que perdí al tercer día: claro, como no estaba acostumbrado a él, lo dejaba olvidado en los lugares más visibles y públicos. Y, tras aquella pérdida, una gran pena entenebreció mi corazón. ¡Lástima del dinero que me había costado! Hice cuentas: con ese dinero habría podido comprar un diccionario de filosofía que desde hacía mucho quería tener. Ni modo: a comprar otro teléfono, y luego otro, y luego otro más. Y aquí me tienen ustedes: angustiado porque suena mucho, temeroso de perderlo por quinta vez, inseguro cuando me hallo sin él y preguntándome: «¿Cómo pude vivir treinta años, es decir, la mayor parte de mi vida, sin ese mágico artilugio?». Pero se podía, pero pude: la prueba es que todavía estoy aquí. Véanme ustedes.
Hace poco, al ver una foto mía de hace dos décadas, me preguntaba una niña:
–¿Así de descolorida era la vida entonces?
Y yo le expliqué que no, que no era tan descolorida la vida entonces; que antes los colores eran tan vivos como ahora, sólo que las cámaras estaban apenas aprendiendo a distinguirlos.
-Hablando de colores, ¿es verdad que antes la televisión sólo era a blanco y negro?
-Sí –le dije.
-¡Qué aburrido! Debió ser muy triste la vida cuando tenías mi edad.
-Y además sólo se podían ver dos canales.
La niña no podía creer lo que estaba oyendo.
-¿Sólo dos canales? Pues yo en mi casa puedo ver hasta trescientos. Eso dice mi papá: que podemos ver hasta trescientos.
-Pues yo sólo veía dos, o a lo mucho tres: el dos, el cuatro y el cinco. El dos para las novelas, el cuatro para los deportes y el cinco para las caricaturas.
-Yo no podría vivir con sólo tres canales– dijo la niña.
-Y por si fuera poco, se veían muy mal. Más que ver los programas, los adivinábamos. Nuestras antenas eran como palos de escobas.
-¡Qué feo!
-Y para pasar de un canal a otro había que levantare del sillón y maniobrar una perilla que, a veces, se te quedaba en las manos…
-¿No había controles remotos?
-¡Ni soñarlo!
-Pues sí que debió ser muy triste la vida entonces.
-Tal vez no lo fue tanto…
-Sí lo fue, no lo niegues.
-Pero no, no era triste la vida entonces, pese a todo. En todo caso, como te digo, los de mi generación sobrevivimos a la experiencia de no conocer una computadora, de no haber navegado nunca en Internet, de no haber tenido jamás un ipod… ¡Cuántas cosas no tuvimos! Y, sin embargo, aquí estamos.
Somos los sobrevivientes de la penuria tecnológica del día de ayer. Con lo cual queda demostrado que se puede vivir sin teléfonos celulares, sin televisión a colores, sin computadoras y sin climas artificiales. Y esto lo digo no porque me guste la mala vida, sino porque -quién sabe- acaso dentro de unos pocos años debamos renunciar a todo estos lujos que si bien han destrozado el planeta no nos han hecho más felices. Dicen los especialistas del clima que en el año 2035, si prosigue como hasta hoy la explotación de la tierra, ya no habrá hielo en los polos, con todo lo que esto significa. Sí, quizá se acerque el día en que debamos elegir entre la simplicidad o la vida…
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#4 Tiempos
San Luis frente a Puebla: partido para valientes, no para excusas | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
TESTEANDO
Si San Luis no puede ganarle a este Puebla, que viene tambaleando como boxeador en el último asalto, mejor que empiece a buscar excusas desde hoy. No es crueldad, es sentido común: el rival llega golpeado, con la moral baja y con una defensa que con cualquier ráfaga se desmorona. El que no sepa aprovechar eso, que se dedique a otra cosa.
El antecedente del cuadro camotero es el bochornoso 7-0 contra Tigres, un resultado que no sólo evidenció las carencias defensivas, sino que dejó claro que, cuando se desconectan, el desastre es inmediato. Y aun así, Puebla sigue vivo en la Leagues Cup; un respiro que, aunque breve, les da algo de motivación extra para no hundirse del todo en la Liga MX. Ojo, un equipo que todavía compite en dos frentes no se tira al piso tan fácil, y esa doble agenda puede darle un giro inesperado a un partido que, en el papel, muchos ya ven como trámite para San Luis.
Los potosinos, sin embargo, no llegan con la mesa servida. Apenas el fin de semana pasado, contra Cruz Azul, volvieron a mostrar que las buenas intenciones no alcanzan si el fútbol no es constante. Un partido en el que por momentos parecían competir de igual a igual, pero se diluyeron cuando había que apretar. Si quieren que el discurso post-Leagues Cup no quede como humo, este viernes es el momento para respaldarlo.
En la previa, una noticia que, al menos, les quita una piedra del zapato: la anulación de la expulsión a João Pedro. El delantero podrá estar disponible tras la revisión que borró la roja injusta del juego pasado. Su presencia es vital no sólo por lo que aporta al ataque, sino por la sensación de que, con él en el campo, San Luis tiene una referencia que obliga a los rivales a estar atentos.
Pero la realidad es que este encuentro en el Cuauhtémoc se juega en varios niveles: para Puebla, la oportunidad de lavarse un poco la cara después de ser humillado y de responder ante su gente. Para San Luis, el examen perfecto para demostrar que sabe ganar cuando las condiciones están a su favor. Porque si no pueden sacar tres puntos ante un equipo que viene arrastrando la cobija, entonces el resto del torneo pinta para seguir en esa tierra de nadie que ya conocen demasiado bien, no lo suficientemente malos para dar pena, pero tampoco lo suficientemente buenos para ilusionar a nadie.
Ganar este partido no sería una hazaña; sería apenas cumplir con lo que se espera de un club que dice aspirar a más. Y si no lo logran, entonces el discurso optimista de las últimas semanas quedará reducido a lo que tantas veces hemos escuchado en San Luis: palabras bonitas para adornar otra temporada gris.
En el fútbol, hay partidos que definen un campeonato, y otros que definen una actitud. Este viernes, en Puebla, San Luis no está jugando por la cima, pero sí por algo igual de importante: la credibilidad. Y si la pierden aquí, ya no habrá árbitro, VAR ni anulación de roja que los salve.
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