#4 Tiempos
Pedro el poliédrico, Pedro el amigo | Columna de Jorge Ramírez Pardo
Enred@rte
Por Pedro y para Lucy en el camino transcurrido
La tarde del sábado oscureció al doble. Se había ido un amigo de amigos. Pedro. Inteligente, talentoso, hospitalario, comprometido con circunstancias académico/sociales de su tiempo y entorno.
Nacido en Ciudad Valles, Pedro Medellín Milán, contaba cómo era el trayecto, cuando muy joven, al final de las vacaciones, el tren en la ruta procedente de Tampico, cuando paraba en cada estación para recoger a los estudiantes que volverían a clases en San Luis Potosí. Él era uno de ellos.
Con Pedro se podría visitar los Museos Rufino Tamayo o el de Arte Moderno en la Ciudad de México porque era un interlocutor y observador agudo capaz de hacer preguntas para revisar contexto, calidades y estética de Manuel Rodríguez Lozano, los grandes muralistas mexicanos ocupados de la pintura de caballete, de Juan Soriano o de las surrealistas Frida, Remedios y Leonora.
En esa ocasión estaba en CDMX porque fue a recibir un premio nacional como investigador y quiso compartir con una hermana y un amigo el privilegio de comer en el restauran de un hotel de esos de muchas estrellas que tenía en su vestíbulo de pinturas al óleo de gran formato realizadas por algunos de los creativos mencionados.
En otra ocasión, durante el trayecto, a pie, entre Ojocaliente y Santa María del Río fue identificando plantas y dio una cátedra amena de ecosistemas. También habló de medicina alternativa, particularmente de la hindú.
Hablaba de su acercamiento al arte con amigos pintores cuando estudió posgrados en el extranjero, o de, también amigos, militantes políticos cuando perteneció al Partido Social Demócrata o a un grupo de reflexión del Frente Cívico Potosino.
Ayer, Antonio Vallejo, evocó las reuniones para círculos de lectura y reflexión, y también para labor altruista en favor de la salud espacios marginales urbanos
No acostumbro los panegíricos, pero, por Pedro, se da esta excepción.
En el tintero ya estaban a tono otros temas para el escrito de hoy, pero a Pedro se le ocurrió partir para siempre en mitad del invierno, en fin de semana y entre días caprichosos.
En sucesos recientes se le recuerda por la Agenda Ambiental de la universidad pública y el estado, pero esa es tan solo una faz del Pedro poliédrico, de inteligencia sobrada, elegancia despreocupada, mirada críptica y sonrisa para colección.
Como secretario académico de la Universidad pública estatal, la UASLP, afianzó la entrada de esta a un proceso de modernización en sintonía con las políticas de fortalecimiento a las universidades de Provincia y el acercamiento a estrategias, metodologías y recursos financieros entre los principales patrocinadores externos. El Conacyt (Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología) y la ANUIES (Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior) entre los más relevantes.
Pedro era un convencido de la necesidad de democratizar esa universidad y generar flujos de comunicación intra y extra muros. Por ello, apoyó con denuedo la divulgación científica y atrajo, convencido, los Veranos de la Ciencia diseñados por Saúl Villa en la Subsecretaría de Educación Superior de la SEP. Lo primero aún es asignatura pendiente en proceso en la institución referida, pero desde la divulgación de la ciencia contribuyó, de manera sustantiva al diálogo y debate de ideas.
Pedro entendió, desde antes que la institución lo asumiera, la importancia de las emociones, el ejercicio lúdico, la música y el color para referir y comunicar la ciencia. Dimensionó, pues, el fenómeno de convergencia de las ciencias y las artes y, por ello, contribuyó a generar el clima para devolver a la universidad pública potosina el pensamiento humanístico que aires premodernos de tufo medieval le había arrebatado.
En algún momento de inminente sucesión a la rectoría de la UASLP (Universidad Autónoma de San Luis Potosí), el seminario Metrópolis conjugó la posibilidad de candidaturas a tres prospectos, Pedro Medellín Milán, José Luis Morán y David Atisha Castillo. Por razones y circunstancias diversas, los tres tenían capital académico, experiencia administrativa y algún capital político para asumir tal responsabilidad, pero el dedo flamígero y la ausencia de consenso y debate, impuso la inercia de inducir al consejo universitario a votar mayoría por un sucesor a modo defensor de necesarias impunidades.
Hubo peores sucesiones, como la acomodada en favor de Mario García de ínfimo perfil y secuelas de corrupción, pese al desdeñado contrapeso en la candidatura de otro gran universitario, Magdaleno Medina Noyola. Empero, el mismo Mario, fue, en días recientes, sustraído del pantano de malascuentas para “ascenderle” a la dirección estatal de Conalep. Es de sabios mandantes rectificar, el señor presidente López Obrador da el ejemplo.
Me duele, más allá de mí, la ausencia de Pedro, tanto como cuánto padecí por él y con él, ser víctima del autoritarismo universitario y, de hoy para mañana, fue separado de su cargo como Secretario académico excepcional. Eran los tiempos, lo son.
Pedro, no sé cuándo es el próximo reencuentro, pero ya no es posible ver Universum o el Museo Universitario de Arte Contemporáneo sin entablar un diálogo contigo. Hasta siempre amigo, interlocutor excepcional.
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#4 Tiempos
Medio siglo del FIS-MAT, en honor a Mat. Silvia Sermeño | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
En 1975 se realizó el primer Concurso Estatal de Física y Matemáticas para Escuelas Secundarias del Estado de San Luis Potosí, que ahora se conoce como Fis-Mat, el Concurso Regional Pauling de Física y Matemáticas que llega a estar conformado hasta por veintitrés concursos en las áreas de física, matemáticas, biología, química, astronomía, nanotecnología, ciencias naturales, ciencias del espacio, filosofía, donde participan estudiantes de primaria, secundaria y preparatoria. El Fis-Mat es el segundo concurso más antiguo del país y ha sido de cierta forma el conformador de los diversos concursos en México en las áreas en las que se enfoca, tales como las olimpiadas de física, matemáticas, química, etc.
El Fis-Mat es el único concurso de este tipo en el país y ha fincado toda una tradición. Con lo cual la edición 2025 del concurso marca cincuenta años de historia de uno de los concursos más importantes del país. Cada año el Fis-Mat es dedicado a un personaje relacionado con las áreas del conocimiento que abarca que haya destacado y contribuido al desarrollo de las mismas. Este año el concurso ha sido dedicado como un homenaje a la matemática Silvia Sermeño Lima por su papel desarrollado a lo largo de treinta años al desarrollo y enseñanza de las matemáticas en la Facultad de Ciencias de la UASLP, por lo que el Fis-Mat se ha denominado XLVI Concurso Regional “Pauling” de Física y Matemáticas “Silvia Elvira Sermeño Lima”.
El Fis-Mat nació como una iniciativa para alentar el estudio de disciplinas científicas en los jóvenes mexicanos con énfasis en los potosinos, apoyando su formación con actividades extraescolares y despertando vocaciones. Fue una iniciativa de los estudiantes de la antigua Escuela de Física y del dos veces galardonado con el Premio Nobel, el Dr. Linus Pauling, por lo que ahora asume su apellido y se dedicada a un personaje en especial como en esta ocasión es la Mat. Silvia Elvira Sermeño Lima.
Silvia Sermeño Lima estudió matemáticas en El Salvador su país natal y vino a México a continuar sus estudios y desarrollarse profesionalmente. En 1981 ingresó como profesora a la entonces Escuela de Física de la UASLP a colaborar en el desarrollo de la carrera de profesor de Matemáticas que acababa de iniciar actividades, así como encargarse de los cursos básicos formativos de las carreras de física y electrónica que existían en aquella época. Posteriormente se abrirían más opciones profesionales en el área de matemáticas y estaría participando en la formación de esas nuevas carreras de matemáticas.
Su labor en la ya Facultad de Ciencias fue intensa y estuvo a cargo de materias de matemáticas y formando a los jóvenes interesados en esta disciplina, en especial a quienes deseaban dedicarse a la enseñanza de las matemáticas en los diversos niveles educativos.
Su profesionalismo y dedicación en la educación y formación de matemáticos en San Luis Potosí fue determinante para consolidar este proceso que en la actualidad sigue siendo formador de matemáticos por la Facultad de Ciencias de la UASLP a nivel licenciatura y de posgrado en las áreas de educación matemática y matemáticas aplicadas.
Como un reconocimiento a su labor en la Facultad de Ciencias desde 1981 hasta el año 2009, cuando se jubiló como profesora de matemáticas se le han dedicado los trabajos del XLVI Concurso Regional “Pauling” de Física y Matemáticas, asignándole su nombre en este marco conmemorativo de medio siglo de existencia de tan importante concurso, donde se han dado cita estudiantes del nivel básico de diversos estados del país y que ha sembrado toda una tradición en nuestro estado.
Felicidades a la Mat. Silvia Elvira Sermeño Lima, y al Fís-Mat.
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#4 Tiempos
El poder y los tigres que llevamos dentro | Columna de León García Lam
LA VOLUTA
Trump está en el aparador internacional acusado -otra vez- de un escándalo sexual. Quiero aprovechar ese caso -y otros- para comentar que, cuando alguien ostenta una dosis de poder, algo en su interior se desata. ¿Por qué ese descontrol adquiere casi siempre un tinte sexual? ¿Por qué políticos, sacerdotes y artistas son recurrentemente acusados de sexualidad desbordada? Y, sobre todo: ¿por qué deberíamos vigilar especialmente el comportamiento sexual de quienes ostentan cargos públicos?
Vayamos a las civilizaciones clásicas, aquellas que asociamos con bacanales y hieródulas. ¿No prueban esas civilizaciones que el desenfreno sexual es una constante de la naturaleza humana? En efecto, pero hay una diferencia clave: aquel desenfreno era ritualizado y regulado. Si nos parece escandaloso solo es porque lo juzgamos con nuestra moral. El verdadero exceso ocurre cuando se transgreden las normas de la propia época: piense usted culta lectora de La Orquesta, en Calígula o Nerón, cuyas prácticas nefandas —que conocemos por Suetonio—escandalizaron incluso a sus contemporáneos.
Ante el riesgo del desenfreno, las primeras comunidades cristianas optaron por una solución radical: si el poder corrompe, mejor amputar la sexualidad de quienes lo ejercen. Así nació el celibato sacerdotal. Hoy sabemos que la estrategia clerical fracasó en incontables casos—como los “sobrinos” que eran hijos y las “amas de llaves” que eran concubinas—, pero reconozcamos que la intuición católica fue certera: lo reprimido se desata con el poder.
Freud nos ha gritado la respuesta que buscamos en su famoso libro El malestar de la cultura. La civilización exige reprimir nuestros deseos: trabajamos cuando queremos dormir, callamos cuando ansiamos gritar. Esas renuncias se acumulan en el inconsciente como energía latente. No hay ser humano—hombre o mujer— que escape a este control de la voluntad. Todos llevamos tigres agazapados en la psique , esperando su momento de saltar, sacar las garras y desenfrenarse.
He aquí el problema: cuando alguien accede al poder —político, económico o social—, sus tigres hambrientos quedan en libertad. El brillo en los ojos del recién investido es la alegría de la fiera que siente la cercanía de sus presas. Trump es el ejemplo obvio, pero basta mirar alrededor para encontrar casos nacionales y locales —políticos, empresarios, artistas— que usaron su influencia para liberar demonios personales. Redes de niños y niñas, secretarias, alumnas, asistentes, clientas, chicos y chicas buscando fama y un largo etcétera.
¿Está mal ser un libertino? Me parece que no. Siempre y cuando los actos empleados no sean por medio del poder público o en contra de las leyes civiles.
Si exigimos declaraciones patrimoniales a los funcionarios, para garantizar que no se hinchen de dinero con el erario, quizá deberíamos pedir también “declaraciones mentales”. Porque todo poder libera a las bestias interiores.
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#4 Tiempos
La visita | Columna de Juan Jesús Priego Rivera
LETRAS minúsculas
Sucede en una novela de Chaim Potok (1929-2002), el novelista judío, titulada La promesa. Un adolescente, hijo de un famoso rabino norteamericano, es ingresado en un hospital psiquiátrico. Nadie sabe en realidad qué es lo que sucede con él, pero a veces se muestra demasiado violento y a menudo demasiado abstraído. Está todo el tiempo como encerrado en sí mismo, y arrancarle una palabra puede llegar a convertirse en la mayor de las hazañas. El mundo exterior le interesa poco y sus respuestas son casi siempre groseras y agrias. El muchacho se llama Michael. Michael Gordon.
¿Por qué se porta así? Eso es lo que sus padres quisieran saber. Sin embargo, poco antes de ser ingresado en el centro, Michael había hecho amistad con Reuven, el novio de una prima suya, de modo que es con él, y sólo con él, con quien puede abrirse libremente… De hecho, una vez habían ido juntos a la feria de un pueblo cercano a Nueva York, y poco después hasta salieron a navegar en un lago a la hora del crepúsculo y la brisa. Sí, eran amigos, de eso no cabía duda; por lo tanto, él era el único ser al que Michael podía confiarse en esta hora de crisis y tinieblas.
Mientras Michael está internado nadie debe verlo, salvo su familia: las visitas le están terminantemente prohibidas, y él se siente solo, profundamente solo. Pero, ¿y su amigo, su único amigo, donde está? ¿Qué hace mientras él se vuelve loco de pesar? Y, así, una noche suena el teléfono en la casa de Reuven; por supuesto, es Michael quien se halla al otro lado del hilo.
«-¿Reuven? Hola, Reuven -¿cómo había hecho Michael para acceder a un teléfono y llamarle? Se produce entonces un largo silencio-. Reuven, ¿me escuchas?».
Sí, Reuven lo escuchaba. ¿Qué había sucedido con este muchacho? ¿Qué nueva desgracia le había caído encima? De momento, una cosa era segura: que Michael no debía estar al teléfono, pues los reglamentos del centro psiquiátrico eran bastante claros a este respecto. ¿Estaba hablando, pues, a escondidas?
«-Reuven, ¿estás bien? –la voz de Michael era como la de un huérfano; las ondulaciones de su voz delataban una infinita tristeza.
»-Sí, estoy muy bien.
»-¿Por qué no vienes a visitarme? Ni una sola vez lo has hecho.
»Apreté con fuerza el teléfono y no dije nada –confesará más tarde Reuven, lleno de vergüenza.
»-Reuven –dijo Michael.
»-Aquí estoy, Michael.
»-¿No quieres venir a visitarme, Reuven?».
Éste no sabe qué decir, qué responder. Sí, una vez preguntó a alguien de la familia si podía visitar a Michael, pero como le aconsejaron que no lo hiciera, él ya no insistió más. Le dijo, y no mentía:
«-Pregunté si podía visitarte. Dicen que sólo tu familia tiene permiso para hacerlo».
Otro largo silencio.
«No supe qué hacer –confesará igualmente Reuven después-. No sabía si el hecho de seguir conversando con él y responder a sus preguntas podría resultarle perjudicial, o si era mejor aconsejarle que colgara, puesto que no tenía permiso para llamarme. No sabía qué decirle, ni si debía mantener algún tipo de reserva».
«-Oye, Reuven, ¿quieres visitarme?
»-Sí”.
“-Pensé que no querías. Ahora les diré que quiero verte. Te dejarán venir. ¿Vendrás, Reuven?
“-Seguro.
»-Me alegrará verte. Odio este lugar. ¿Recuerdas las veces que salimos a navegar, Reuven? Me acuerdo mucho de eso… De verdad, quiero verte, Reuven. Voy a gritar hasta arrancarme la cabeza. Te dejarán venir. Por favor, visítame, Reuven. Adiós».
Tan pronto como terminé de leer este diálogo, reproducido aquí a retazos por falta de espacio, cerré el libro y me puse a escribir este artículo. Si Reuven acudió a la cita de su amigo o no, eso todavía no lo sé. Por lo pronto, me basta con la ternura que oculta esa llamada. Y pienso en las personas que esperan nuestra visita y que nunca la tendrán; si ellos pudieran –quiero decir, si se atrevieran-, también tomarían el teléfono reclamando nuestra presencia. Pero no lo hacen por pudor, por vergüenza, por dignidad.
«¿Recuerdas cuando salíamos a navegar? Yo me acuerdo mucho de eso». Pero no: Reuven ya no se acordaba. ¡Qué pena! Pero no se trata ahora de Reuven, sino de nosotros: también nosotros quizá ya hayamos olvidado las hermosas horas que pasamos con algunas personas, pero éstas todavía las recuerdan y suplican a Dios que la experiencia pueda repetirse algún día, alguna vez. ¡Están tan solos! Y odian este lugar en el que nadie piensa en ellos.
Michael no se olvidaba de Reuven: él lo quería… Y me pregunto: ¿por qué las relaciones –todas, sin exceptuar ninguna- son siempre desiguales? Aun cuando una amistad parezca perfecta, siempre hay un amigo que quiere más y otro que quiere menos… ¡La vida es así!
Reuven se atormenta pensando si no le hará mal a su amigo seguir hablando con él. ¡Pero, Reuven, esto es lo único que podría curarlo: tus palabras! Sólo tú tienes la llave para abrir esa puerta, ¿y renuncias así como así a utilizarla? Venga, Reuven, utilízala, no tengas miedo. La palabra es curativa, y la tuya lo es para quien anhela oírla. Venga, habla con él.
¡Extraña manera de practicar la psicoterapia: encerrar a los enfermos, aislarlos todavía más, cuando lo que ellos necesitan es amistad y compañía!
Recuperar el hábito de la visita, hacernos visibles y tangibles para aquellos que nos esperan: ¡ah, si esto fuera posible, si nos diéramos tiempo para ello, no todo estaría perdido!
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