#4 Tiempos
Paradas Continuas (2009) o “cuando alguien creyó que mezclar American Pie y Matando Cabos sería buena idea| Columna de Guille Carregha
Criticaciones
En 2008 me acuerdo haber visto el cartel de Paradas Continuas en el interior del cine, anunciando que estaba próxima su fecha de estreno. En menos de tres segundos supe que esa película iba a ser un tremendo bodrio con el que jamás perdería mi tiempo. Esos colores psicodélicos con patrón de “diseño predeterminado de PowerPoint para que no se aburran los chavos cuando lean mis temas de cívica y ética”, las poses todas forzadas de sus protagonistas para dar la idea de que son chavos cool y que debes amarlos. Pero, sobre todo, ese horrible título de doble sentido.
Claramente iba a ser una cosa producida con el mínimo esfuerzo posible para capitalizar el hecho de que, en secundaria, no hay chiste más divertido que un “wey, ¿sabías que existe el sexo? ¿sabías que la gente coge?” – el salón entero procede a reírse como si cada uno tuviera un megáfono pegado a la garganta. “Paradas Continuas”. ¿Entiendes? ¡Por que a cada rato se les para! ¡EN UN COCHE!
Quince años después, pude comprobar que, en efecto, es un bodrio. Extrañamente, la predicción que no se cumplió fue la de que se trataba de un producto hecho con el mínimo esfuerzo posible. Es evidente que todas las personas trabajando en Paradas Continuas estaban dando lo mejor de sí para que saliera la mejor película posible. Una película cutre, a fin de cuentas, pero la mejor película cutre que pudieron haber creado.
Ahora, en aquel lejano 2008, y viendo que uno de los elementos más prominentes del póster era una combi, sumada al espantoso título sacado del culo en dos segundos, me imaginé que iba a ser la típica road movie gringa de mitad de los 2000, en donde dos o tres amigos se suben a un auto, manejan a través del país, y tienen loquísimas aventuras sexuales en cada *parada* que hacen – pero en español. Hilaridad asegurada – en español. Y, pues no. Ojalá se hubiera tratado de eso. Así me hubiera sentido menos sucio de haber visto las casi dos horas que *dura* esta cosa. La realidad es que es una cosa mucho más problemática.
La trama es sencilla. El nieto de Tin Tán y su amigo, un güero genérico que actúa como mamón inmamable con una papa atorada en su garganta diciendo las opiniones más horribles expresadas en pantalla porque esa era la época en la que Kristoff era una figura pública a la que la gente quería, deciden rentarles a sus compañeros de la prepa una combi para que tengan un lugar seguro en donde tener sexo. That’s it. That’s the premise. La mayor parte de la película es ver las alocadas peripecias de conseguir que varios menores de edad se animen a confiar en ellos y renten su combi. Su combi, donde cabe mencionar, los graban teniendo sexo a través de una cámara oculta. Ah, pero no hay que preocuparse, no es como que estén haciendo pornografía ilegal o estén cometiendo acoso sexual o algo así. No, no. Lo que pasa es que los graban para poder tener algo con qué chantajearlos si es que alguien le cuenta a los adultos sobre su negocio. Malo si, no sé, lo usaran para venderlo o masturbarse. Pero como nomás es para, hipotéticamente, chantajearlos subiendo el video a YouTube para que todo mundo lo vea y humillar a la persona en cuestión, entonces es gracioso.
Ah, y también les ofrecen el servicio de contratarles prostitutas a los chavos. Porque, pues, ¿qué más gracioso que el estupro cuando hay dinero involucrado?
Todo esto grabado con la paleta de colores y estilo de fotografía de Matando Cabos, porque, pues, ¿qué es eso de ser original y tener una identidad visual propia, cuando ya existe una película de comedia mexicana que la rompió y es más fácil copiar? Digo, porque agarrar una premisa claramente inspirada por las comedias sexuales de los 2000 de Estados Unidos, tipo American Pie, pero en español, no era lo suficientemente arriesgado. Había que estar aún más cerca de la delgada línea del plagio para sentir la adrenalina de saberse cineastas mediocres. Es más, hasta los dos personajes principales son una copia al carbón de los de Matando Cabos.
¡JODER! ¡Este es un intento de un remake de Matando Cabos, pero sin comedia, ni personalidad, ni identidad, ni calidad! ¿Seguros que esto no lo produjo TV Azteca?
¿Qué más se puede pedir en este coctel de chafidad? ¡Por supuesto! ¡Agregar un plot twist serio casi al final en donde se involucran persecuciones de coche, armas de fuego y el riesgo a morir lleno de plomo a mitad de Reforma! ¡Así es! ¡Exactamente como lo hizo Matando Cabos, pero en pinche, y sin sentido lógico! Pasamos de 90 minutos de “ay qué divertido es el sexo” y “mi compa se enamoró de la prostituta” y tonterías de ese nivel a “pasé dos meses en coma por escaparme de las autoridades en una balacera motorizada”.
No puedo creer que no me haya desmayado de la risa después de presenciar tan jocosas premisas. Hasta acá escucho las risas de todos quienes deben estar viendo esta obra magistral del cine moderno en este instante.
Y, no contentos con haber creado un bodrio tan intrínsicamente falto de personalidad, se tomaron la molestia de contar con uno de los peores trabajos de edición que he visto en años. Es tan malo que, en por lo menos tres ocasiones, se sentía como si hubieran cortado escenas enteras de 4 o 5 minutos para brincarse a lo que sigue, porque, pues, igual se entiende. No es como si aparecieran personajes de la nada, actuando como parte del grupo principal, desaparecieran por 30 minutos de la trama, y luego regresaran como si nada a ser parte importante de la historia. ¿Qué clase de cineasta que se precie a sí mismo haría algo así?
El wey que hizo la porquería de La Otra Familia, por ejemplo. Bueno, al menos no rompió la regla de los 180 grados… tantas veces.
En resumidas cuentas: ¿hay alguna razón para ver Paradas Continuas en 2024?
No. No existen. Ninguna. No hay.
No caigan en mi mismo error, por favor.
También lee: ¿Podemos dejar de darle tanta importancia a los Óscares? ¿Plis? | Columna de Guille Carregha
#4 Tiempos
La Síndica General en San Luis Potosí en el siglo XVII | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
Una de las primeras mujeres que tuvo una participación en la vida social y económica potosina sería María Uresti que vivió en San Luis Potosí entre el siglo XVII y el XVIII. Tan importante y conocida fue su labor que en uno de los aniversarios de su muerte se realizó una honra fúnebre donde a manera de sermón el fraile José de Arlegui y otros oradores y poetas profirieron en su honor, acompañada de una misa servida por el propio Arlegui.
Doña María de Uresti, había sido Síndica General de la provincia franciscana de la que Arlegui era ministro provincial; María Uresti fue además generosa benefactora del convento de Frailes Menores de San Luis Potosí. Las honras se realizaron el 23 de diciembre de 1726 en el Convento de San Francisco de San Luis Potosí.
María Esteban de Uresti Bustamante, nació en San Luis potosí hacia 1649; se casó en segundas nupcias con el Lic. Francisco Guerrero abogado de la Real Audiencia de México. La Silla Apostólica le había concedido la patente como síndico general de la provincia franciscana, lo que le otorgaba amplísimas facultades para la administración de los bienes materiales de la orden, así como el poder resolver y destrabar cualquier obstáculo jurídico; el nombramiento se hacía extensivo a su esposa por lo que María Uresti alcanzó el titulo de síndica. Su labor social la llevó a ser conocida en el pueblo de San Luis como la abogada, titulo que ostentaba su esposo Francisco Guerrero.
Rafael Morales Bocardo en su libro sobre los primeros pobladores de San Luis, recoge parte de su vida; y el padre Peñalosa en su libro sobre letras virreinales da a conocer parte de las catorce décimas y dos sonetos que lucieron en la magnífica pira que un ilustre viudo y fiel devoto mandó erigir en el templo de San Francisco para las honras celebradas el 25 de septiembre de 1727.
Arlegui, en su oración fúnebre dicta: “Quebrado racional espejo que esparciendo reflejos claros de sus fragmentos, administra desengaños y enseña a vivir muriendo”. ¿Quebrado racional espejo? La muerte pudo quebrar este precioso espejo racion al que fue la Señora Síndica; pero no pudo quitarle la luz de sus virtudes con que brilló en vida y nos amonesta en muerte; porque así como al romperse un espejo, cada uno de sus trozos sigue iluminando y retratando, así este racional espejo, quebrado por la muerte, esparce los reflejos claros de sus fragmentos ”.
María de Uresti se consagró a socorrer a los pobres y a los religiosos franciscanos que pasaban por San Luis a las misiones de Texas. Se dedicó a socorrer a los presos de la cárcel pública, a visitar cargada de alimentos y medicinas a los pobres enfermos del Hospital de San Juan Bautista de San Luis Potosí.
Como Síndica, encomienda que suponía un altísimo honor, administraba a manera de ecónoma, junto a su esposo que era el Síndico General, los bienes y dinero de la Tercera Orden de San Francisco en toda la provincia de San Luis Potosí.
Al parecer, el ilustre José Arlegui la tenía en alta estima, aprecio y gratitud que se refleja en el hecho de haber celebrado la misa en el aniversario de su muerte, ante aquella pira y sus poemas.
Que el espejo liberal
luces tantas distribuya,
no al espejo se atribuya,
sí a ése de luces fanal
que de astros en general;
así mi caridad, pues
mucha fue y en verdad es,
mas de Dios participada,
que mía sólo fuera nada
y así a Dios la gloria dés.
Arlegui escribió sobre ella: “tampoco olvidaremos aquella solicitud y esmero que tenía en el aseo del divino culto y ornato de los templos, porque esto, además de ser notorio a todos, ninguno puede negar que no hay iglesia en esta ciudad ilustre y en otras muchas de este reino a cuya fábrica no concurriese con especiales y abundantes y especiales limosnas”.
A trescientos setenta y cinco años de su nacimiento recordamos la labor pública de esta mujer potosina que abrió las primeras brechas de participación de la mujer en San Luis Potosí.
También lee: 70 años del Instituto de Física de la UASLP | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
#4 Tiempos
Por lo menos | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
TESTEANDO
A toro pasado, ganarle a Chivas no era tan complicado.
El equipo de Guadalajara es el peor visitante del torneo: 0 ganados en 4 partidos disputados, 10 goles en contra y 5 a favor. Chivas es un chiste jugando fuera de casa.
Ahora bien, hablemos del partido de San Luis. Interesante el planteamiento de Torrent para el inicio: salir con 3 en el fondo (Cata, Águila y Cruz), acompañados en las laterales por Sanabria y Torres. Suena bien, aunque me encantaría que intentara la línea de 4 desde el inicio en algún partido. Los 3 en el fondo son un riesgo y ya lo hemos visto.
En media cancha, jugando como doble escudo, tuvo a Dourado y Salles-Lamonge; de interior, a un completamente desaparecido Nájera, y adelante a Vitinho y Klimowicz. Por su parte, Chivas intentó dejar a sus centrales muy abiertos, cubriendo las posibles incorporaciones de los delanteros potosinos, con el “Oso” González como contención, brincando líneas para sofocar cualquier balón que pudiera tomar Nájera, y lo logró.
Es increíble cómo el 24 de San Luis salió a caminar en la cancha. Cada balón que llegaba a su zona se perdía, y peor aún, al tener a Salles-Lamonge atrás, se perdían no uno, sino dos jugadores, mismos que fueron aprovechados por Guadalajara para “bailar” a San Luis.
Los primeros 20 minutos, Chivas fueron amos y señores en el Lastras, mismos minutos que no pudieron capitalizar (afortunadamente) con alguna anotación. Antes de terminar la primera parte, Torrent ajustó: retiró del campo a Nájera, entró Macías, adelantó a Salles-Lamonge, puso a Klimo de 9 y abrió por derecha a Vitinho, dandoles sacrificio a Sanabria y Torres por los laterales. Justo ahí, San Luis comenzó a jugar el partido.
3-0 que al final fue un 3-1. Chivas, un equipo sin ataque, y cuyo delantero tuvo que venir de la banca para levantar el ánimo. San Luis, por su parte, otra vez tuvo muy buenos momentos, pero sobre todo tuvo suerte: suerte de no recibir gol en esos primeros minutos donde fue completamente superado. Suerte de anotar las claras que tuvo.
En fin, se ganó y se compuso el barco. Un partido que pintaba para ser horrible terminó en lo que tenía que ser: San Luis venciendo al peor visitante de la liga. No cantemos victoria ni pensemos que se va a mejorar. Fue solo un partido con un rival muy débil. Si bien San Luis fue contundente, los errores siguen existiendo, desde Torrent por mover sus piezas hasta todos y cada uno de los jugadores, mismos cuya continuidad y consistencia jornada tras jornada simplemente no existe.
Entiendo perfectamente las limitaciones de esta escuadra: la poca respuesta en momentos clave, la falta de contundencia en la mayoría de los partidos y los errores defensivos que cuestan muchos goles. Aún así, a veces (muy pocas veces) se puede volver a ver un poquito del San Luis que nos ilusionó el torneo pasado.
También lee: El mundo en la Liga MX | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
#4 Tiempos
Bardo: tres horas de ‘mira que profundo soy’ y nada de sustancia | Columna de Guille Carregha
Criticaciones
Muy a pesar de todo lo que me representa como ser humano, y contra todo pronóstico, después de ser obligado a ver una película de Alejandro González Iñárritu post-Guillermo Arriaga, no la aborrecí con cada fibra de mi ser. A pesar de haber sido dirigida por un señor cuyo trabajo me parece insoportable desde que alguna persona tuvo a mal decirle en 2008 que escribir guiones era muy fácil y que las historias que a él se le ocurrían valían mucho la pena, no puedo decir que su más reciente película sea mala.
Tampoco puedo decir que sea buena. No vamos a andar mintiendo aquí namás por convivir.
En su momento, cuando se estrenó este bodrio y por lo único que se le celebraba era haber sido rodada en gran parte en Ahualulco, me prometí a mí mismo que jamás vería esta cosa mientras siguiera respirando. Pero, como suele pasar con la vida y los planes que uno hace, no pasó tanto tiempo antes de que el universo me obligara que romper mi propia promesa. Resulta que en la empresa donde trabajo decidieron que TODOS los empleados de mi área teníamos que ver la película porque, supuestamente, es una gran inspiración para el proyecto en el que estamos metidos. No me dieron opción. No hubo escapatoria. Me quejé, hice berrinche, puse cara de fuchi, pero me sentaron a verla de todas formas. Y lo hice. Con cara de asco durante casi todo el metraje esperando odiarla, pero lo hice.
Como es la costumbre con el trabajo de uno de los únicos directores de cine mexicanos que a la gente si le importan, y que no se apellida Franco, Bardo es un golpe de pretensión directo desde la psique de Iñárritu hacia los sentidos de quien se preste a gastar tres horas de su vida escuchando los desvaríos de un señor con más ego que talento. Lo que me sorprendió no es que todo esto fuera un bufido de pretensión que se cree más profundo de lo que en verdad es – eso se veía venir desde lejos –, sino que, de alguna forma, el señor haya logrado hacer algo que no me hiciera querer arrancarme los ojos con una cuchara después de verlo.
Y… ¿pues está bien? O sea, no está al nivel de tortura psicológica que esperaba, pero tampoco es que haya cambiado mi opinión sobre el tipo.
Como absolutamente todo lo que Iñárritu ha cagado en el mundo, esta cosa es una esfera masiva de autofelaciones de principio a fin. La película se cree mucho más profunda e importante de lo que realmente es – un reflecto perfecto del director mismo. Está repleta hasta el borde de imágenes que, supuestamente, te llevan a un gran viaje filosófico, pero la mayoría de estas ideas “grandes” son tan obvias y superficiales que la película pierde en un instante cualquier encanto que podría haber tenido.
Algunas de las grandes ideas que Iñárritu parece creer que descubrió hace poco y que no entiende cómo es que nadie más habla de ellas son:
“El nacionalismo es solo un conjunto de mitos”.
“Los humanos no saben compartir sus sentimientos”.
“La sociedad no tiene sentido”.
O sea, no es que estos temas sean malos de por sí, pero la forma en las que se retratan son derivados de “y, pues, así pasa a veces, ¿cómo ves?” en lugar de pensar en las ramificaciones o razones de fondo por las que suceden. Es un constante “¿Sabías que…?” de datos de trivia escritos para una cuenta de Twitter que aún tiene el límite de los 140 caracteres. Si ya escuchaste a un man que apenas puede articular palabras llegar a estas mismas conclusiones en una peda tornada en mesa de debate filosófica a las tres de la mañana, básicamente ya tuviste la experiencia que ofrece esta película.
Eso sí, al menos la forma en la que Iñárritu decide abordar estas obviedades es visualmente llamativa, así que, por lo menos a nivel estético, no es aburrida. Pero tampoco es que las imágenes sean tan impactantes como deberían o que transmiten el mensaje de una forma maravillosa. Todo es tan exagerado, tan forzado, que en lugar de parecer una reflexión profunda, parece un comercial de perfume mal editado.
Por ejemplo, hay una escena al principio en la que un bebé, justo después de nacer, básicamente dice “nel, yo no quiero vivir en este mundo”, y el doctor procede a empujarlo de vuelta al útero de su madre. Esa escena, en cualquier otra circunstancia, debería ser hilarante. Pero la película la filma con una solemnidad tan ridícula que simplemente no funciona. Se siente falsa, innecesaria, cuando debería ser un momento absurdamente gracioso. Es un chiste que se cuenta como si fuera un rezo.
¿Y PUEDES ADIVINAR QUÉ SIGNIFICA ESA METÁFORA? Sí. Lo que sea que hayas pensado primero, eso es. Así de sutil es esta película.
Y ni hablemos de la estúpida conversación que tiene el personaje principal que DEFINITIVAMENTE no es un self-insert del director con Hernán Cortés sobre la Conquista en donde concluyen que “La Conquista es complicada de abordar. No fue ni buena ni mala. Hay matices”.
Si la idea era hacer un comentario profundo sobre la historia de México, de la identidad nacional, o de lo que sea que Iñárritu cree que está diciendo, lo único que logró fue un monólogo de secundaria disfrazado de arte. Es ese momento en una clase de historia donde el maestro dice “y ahora vamos a hablar del contexto social” y todos se duermen.
Las tres horas de esta película son básicamente un monólogo de flujo de conciencia de alguien que probó DMT por primera vez y está decidido a convencerte de que tú también lo hagas. Y si alguna vez has estado en esa situación, sabes perfectamente lo poco atractivo que es y que lo mejor que puedes hacer es sonreír, asentir y esperar a que pase la tormenta para ir a hacer algo mejor con tu vida como, no sé, doomscrollear TikTok por dos horas o algo así.
Pero incluso si intentas verla sin pensar en sus “GRANDES IDEAS PROFUNDAS”, simplemente no tiene sentido. Como historia, si le quitas toda la mamonería metafórica, es completamente plana. No pasa nada. No hay conflicto. No hay tensión. No hay nada a lo que aferrarte si intentas analizarla con lógica. Es la historia de un periodista que regresa a México a recibir un premio y… pues ya. Le dan el premio. FIN.
Exhilarante, ¿no?
O la ves como metáfora o mejor ni la veas, pero las ideas están tan metidas en el tubo de gases de Iñárritu que al final terminas sintiéndote más tonto por haberlo intentado.
Encima de todo, la película es una especie de autobiografía disfrazada de cine de arte, lo cual, bueno, cada quien. Pero hay UNA escena. UNA. Dura unos cinco minutos y es pura verborrea cringe. Básicamente es el personaje-autorretrato de Iñárritu burlándose de su propia película (sí, la que estás viendo), defendiéndose de cualquier crítica antes de que puedas hacerla y, de paso, mofándose de la gente que no ha logrado hacerla en la industria porque “jijiji, todo se logra con trabajo duro”.
El no-Iñárritu hablando con un periodista quien, en resumidas cuentas, le increpa por irse de México para convertirse en el director de cine que siempre soñó. Le reclama que se sienta mexicano a pesar de vivir en Estados Unidos y que, por eso, su discurso es falso.
¿La respuesta magistral de no-Iñárritu?
“Mensos ustedes que se quedan en un país que los trata mal.”
¡MAESTRO DEL DEBATE, GENTE!
Literalmente estamos a un “los pobres son pobres porque quieren” de que esto sea el paquete completo de filosofía boomer.
Si bien no puedo decir que odio esta película con cada fibra de mi ser, sí me recordó exactamente por qué no me gusta el trabajo de este tipo. Y esa escena en particular me confirmó que, como persona, Iñárritu me parece un absoluto imbécil, idea que ha sido corroborada por varios conocidos que han trabajado con él en sus sets de películas.
Sobra decir que, si esto fue la gran inspiración para el proyecto en el que estoy trabajando, alguien debería reevaluar nuestras decisiones creativas. O al menos, buscar inspiraciones que no huelan tanto a pedantería.
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