#4 Tiempos
No vuelvo a meterme en tu perfil, cariño | Columna de Carlos López Medrano
MEJOR DORMIR
Hay cosas que te cruzas toda la vida cuyos nombres o denominaciones resultan esquivas. Así pasa con las esponjas con base de plástico que a veces uno se encuentra en el área de cajas del supermercado o en las farmacias y que los empleados utilizan para limpiarse los dedos (mi descripción es tan vaga que difícilmente sabrás a qué refiero). O qué decir del famoso coso de la pizza, esa mesa en miniatura que ayuda a que las rebanadas no se marchen de vacaciones a Cancún antes de que el repartidor toque a tu puerta.
El diccionario se queda corto cuando se trata de sutilezas. Lo sabía aquel personaje de Paul Auster en La trilogía de Nueva York que, en clave borgesiana, se dedicaba a asignar un nombre a cada objeto que topaba por la calle. Las nomenclaturas genéricas resultaban insuficientes cuando uno prestaba atención a hojas o piedras que contaban con particularidades que las hacían únicas y que, por tanto, merecían su propia etiqueta. Una tarea descomunal, un sinnúmero de posibilidades jamás agotadas.
El terreno de los sentimientos es más complejo todavía. Se habla a la ligera de felicidades o tristezas sin que aparezca el guapo que establezca una taxonomía apropiada para las gamas de grises que cada una lleva consigo. No es igual la alegría de encontrarse un billete tirado en la calle que la de ganar una apuesta deportiva, por más que ambas involucren dinero. Y la angustia de un adolescente por su calificación en la boleta no tiene el cariz de la del adulto con deudas picándole el pescuezo. A ello hay que añadir nuestro propia personalidad y temperamento, que nos hacen vivir cada drama a nuestra manera.
Hay dos vértigos que, a primera vista, comparten familia. No obstante, cada uno desgarra el estómago con su toque particular. Me refiero a la sensación del explorador de redes sociales que, en una noche perdida de insomnio, se adentra en perfiles ajenos.
De un lado, el que echa un ojo al pasado de un prospecto amoroso. Un viaje colmado de vino y rosas que eventualmente termina en resaca emocional: descubrir que esa persona tuvo afectos y fue feliz antes de que tú aparecieras. Menuda desfachatez, dices. Cómo se besuqueó con esa piltrafa de la que apenas me entero ahora. Rememoras el famoso bolero de Vicente Garrido:
No me platiques ya
déjame imaginar
que no existe el pasado
y que nacimos, el mismo instante
en que nos conocimos…
Con una salvedad, resulta que nadie te lo platicó, fuiste tú, por cuenta propia, quien se aventuró en la boca del lobo, el que se sumergió en un pretérito sin invitación. Sucede lo que decía Proust, casi todas las personas no son indiferentes, pero cuando llega alguien que nos cautiva, depositamos en ella grandes esperanzas, como si fuera de otro mundo. Y la verdad es que no, es de esta misma jungla repleta de monos proclives a poner sus sucias manos sobre quien queremos para nuestro porvenir. Despójate de las flores.
Del mismo linaje, pero de distinto calibre, es la experiencia de indagar en las redes sociales de alguien que alguna vez formó parte de tu vida, pero que ya no va más. Grave error. Olvídate de quien explora un río habitado por lagartos o aquel que se mete en el área de felinos de un zoológico ataviado con una guirnalda de carnes frías, esta travesía es un auténtico riesgo, o, mejor dicho, una cita garantizada con el empacho.
Quien fuera tu dulce amorcito, oh, sorpresa, ha continuado con su existencia y ha conocido a nuevos seres. Y probablemente sea feliz (digo probablemente porque la sonrisa en una foto no significa nada en el auge de las apariencias) y se ha dejado atrás lo que fuiste para ella. Es la vida, hombre. Recuerda otro bolero para aliviar las penas, uno que solo podría brotar del alma de un oaxaqueño.
Si negaras mi presencia en tu vivir,
bastaría con abrazarte y conversar.
Tanta vida yo te di,
que por fuerza tienes ya
sabor a mí.
Pasarán más de mil años, muchos más,
yo no sé si tenga amor la eternidad.
Pero allá, tal como aquí,
en la boca llevarás
sabor a mí…
La otra persona no sabrá de tu revancha personal. No se dará por enterada. Pero así es la música, como pasa con los libros y las películas: un consuelo, un desquite contra la realidad. O el autoengaño del te vas porque yo quiero que te vayas y del se te olvida que me quieres a pesar de lo que dices. Quien te manda meter las narices donde nadie te llamó. Aprende la lección y mira hacia adelante, un panorama más grande en el que aún tienes influencia. Hay que ser cínico para mandar el amor al diablo.
Aunque ahora no lo parezca, y copado de emociones, sabrás arreglártelas para ser feliz de una manera distinta con alguien más. Una configuración única que se tejerá con dos caminos entrelazados. Un sendero que no ha sido descubierto. Uno que ni siquiera imaginas en esos ratos en los que piensas que todo se acabó para ti. No te quedes a atado a lo que no se puede nombrar y a lo que no se puede repetir.
Contacto:
Correo electrónico: [email protected]
Twitter: @Bigmaud
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#4 Tiempos
Ángel Blanco y sus guitarras en San Luis Potosí | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
El guitarrista mexicano canadiense Ángel Blanco se presentará en San Luis Potosí y Matehuala como parte de su gira de verano por Europa y México. En anteriores entregas hemos escrito sobre Ángel Blanco dando cuenta de parte de su trayectoria artística y académica, así como su labor en rescatar las aportaciones de músicos revolucionarios como Julián Carrillo y Augusto Novaro de quienes, en guitarras especiales para tocar en sus respectivos sistemas, Sonido 13 y el de Afinación justa de Novaro interpretando sus obras así como transposiciones de contemporáneos y clásicos usando las leyes de metamorfosis de Carrillo.
Después de sus presentaciones en Alemania llega a San Luis para interpretar su trabajo de recopilación de los caprichos de Paganini que han sido traspuestos a guitarra y que interpreta con su guitarra sexta y guitarra eléctrica. Esos conciertos que tendrá en San Luis Potosí capital y Matehuala, estarán basados en los caprichos de Paganini y ejecutará variaciones a los mismos. Esto es parte de su trabajo de años en su investigación sobre transcripciones a guitarra de los conciertos que Niccolo Paganini hiciera para violín.
Ángel Blanco se estará presentando en la Galería 337 el miércoles 13 de agosto a las siete de la tarde noche con un concierto conceptual basado en los caprichos de Niccolo Paganini. La Galería 337 o Gallery 337 Espacio Alternativo, como es su nombre oficial, se encuentra en la calle de prolongación Zacatecas número 337, justo a espaldas del salón Río; el costo de entrada es de cien pesos. La Galería es coordinada por el artista Arturo Castillo en cuyo espacio será la presentación en San Luis de Ángel Blanco.
Su gira continua en Matehuala donde se presentará el 15 de agosto a las ocho y media de la noche en La Quemada ubicada en Taesa 106 colonia aviación, en Matehuala.
Ángel Blanco se ha convertido en un excelente guitarrista que combina la música clásica con el rock y la música innovadora, como el microtonalismo, en especial Sonido 13 y obras de Augusto Novaro. Cuenta con guitarras especiales para tocar en diferentes sistemas musicales, que incluye la novara, guitarra para afinación en el sistema de Novaro y guitarra en cuartos de tono donde interpreta obras de Julián Carrillo, Rafael Adame y algunos otros alumnos de Carrillo.
Ángel Blanco se desempeña actualmente como catedrático de guitarra en Quebec, lugar donde reside, alternando esas actividades con la de concertista y promotor cultural. Son frecuentes sus visitas a San Luis Potosí y al Altiplano Potosino en sus giras que realiza en México. Comenzó sus estudios en Helmstedt, Alemania con Olaf Sievers, después en la Universidad Autónoma de Coahuila con Jesús Posada y finalmente en la Université Bishop’s de Québec con Andrew McDonald. Ha tomado clase magistral y cursos con renombrados maestros como Karlheinz Stockhausen, Leo Brouwer y Remi Boucher.
Otra de sus grandes aportaciones es la expansión de la técnica del Plectrodedo, que más que una técnica se ha convertido en una Escuela sustentada en la guitarra de concierto. “Sin duda cuando escuchamos o leemos en una partitura algo que rompe paradigmas, lo primero que viene a la cabeza luego del “encanto” inicial y la impresión, es el pensar el cómo se tiene que tañer la guitarra para lograr esos fines. El eximio Maestro venezolano Carlos Reyes ha demostrado a través de su Escuela a Plectrodedo, que los límites para el tañer la guitarra clásica aún no se encontraban cerrados, exponiendo un abanico de posibilidades cuasi infinitas que, con mucho rigor y disciplina, seguro se podrán ir haciendo del dominio común al correr del tiempo”, es lo que nos dice Ángel Blanco sobre el Plectrodedo y que esperamos pueda ilustrarlo con su interpretación en futuras visitas a México.
No se pierdan la oportunidad de escuchar ese proyecto de Ángel Blanco sobre los caprichos de Paganini, que los presenta en estos lugares alternativos en San Luis y Matehuala. Nos vemos en Galery 337 este miércoles 13 de agosto a las siete en punto.
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#4 Tiempos
La diferencia | Columna de Juan Jesús Priego Rivera
LETRAS minúsculas
La señorita hace una pausa para secarse el sudor. Desde hace varios días no puede dormir y, lo que es peor, nada hay ya en este mundo –me dice- que suscite su interés o su emoción.
-Antes, por ejemplo, me gustaba ir al cine los fines de semana, y, a la salida, tomarme un café con mis amigas. ¡Cómo disfrutaba entonces de esa única escapada semanal! La disfrutaba, sí, y también la esperaba; pero ahora las cosas han cambiado tanto que…
-¿Qué pasa ahora?
-Que ahora todo me da lo mismo, y cuando mis compañeras me invitan a salir les digo siempre que no. ¡La vida me parece tan triste, tan sin chiste!
A la señorita se le ha estropeado el diapasón que la hacía vibrar interiormente, y hoy ya no quiere sino una sola cosa: que la dejen en paz.
-Antes, cuando llovía, me acercaba a la ventana de mi cuarto para ver las gotas que tamborileaban sobre los cristales; hoy ya tampoco hago nada de esto: la verdad es que me tiene sin cuidado que llueva o no. Que llueva o que haga sol, que granice o que nieve, todo me da igual.
¿De dónde le podía haber venido a esta señorita semejante indiferencia por la vida? Algo había pasado con ella, seguramente, pero ¿qué? Como no soy psicólogo, me guardé mucho de pronunciar la palabra fatal: depresión. ¿Quién soy yo para diagnosticar una cosa como ésta? Sin embargo, para ayudarla, era necesario hacerle a mi interlocutora unas cuantas preguntas. Empecé por la más obvia:
-¿Dónde trabaja usted?
-En una fábrica.
-¿Y qué hace allí?
-Soy recepcionista. Contesto el teléfono, recibo a los visitantes, atiendo a los proveedores, envío e-mails y también los contesto. ¡En fin, todo eso!
–¿Y le gusta lo que hace? –no sé por qué se me ocurrió hacerle esta pregunta, pues pensaba brincar cuanto antes al terreno sentimental.
-No es que me guste, pero necesito el trabajo.
-Lo necesita…
-Mucho. Tome en cuenta que mi madre depende enteramente de mí. Ella es soltera –quiero decir, fue abandonada- y está enferma desde hace meses.
-¿Siempre ha sido usted recepcionista?
-No siempre; antes cuidaba niños en una guardería. Pero eso fue en otros tiempos, en los tiempos en que iba al cine y…
-Y era feliz, si puedo decirlo así.
-Puede decirlo así. Quizá entonces yo era feliz. Feliz sin saberlo, ya me entiende…
-¿Y le gustaba mucho cuidar niños? No a todos les gusta este oficio.
-¡A mí me encantaba! ¡Los niños son mi adoración!
-Usted, pues, disfrutaba de su trabajo.
-La verdad es que sí.
-¿Y por qué lo dejó?
-Porque ahora gano más.
-Pero ahora no es feliz.
La mujer se quedó pensativa durante unos instantes. Volvió a secarse el sudor. Yo la comprendía; quiero decir, comprendía su angustia. Ahora su sueldo era mejor, pero, en el fondo, estaba haciendo algo que no le gustaba.
–No hay sentimiento más destructor –dije- que realizar lo que uno no quiere. ¿Será por eso que no puede usted considerarse feliz?
-Feliz, feliz –dijo-. ¿Quién cree todavía en la felicidad? La felicidad no existe.
-¿Y si existiera? Yo todavía creo en ella. Pero no a la manera en que lo hacen los ilusos. Por lo pronto, no creo que sea ese sentimiento eufórico en el quizá está usted pensando ahora. Para mí, la felicidad es algo mucho más modesto: es, simplemente, hacer lo que uno quiere, lo que uno disfruta haciendo: aquello, en fin, para lo que se siente nacido.
Don José Ortega y Gasset (1883-1955), el filósofo español, lo dijo mejor que nadie: «La felicidad consiste en la dedicación a ocupaciones para las cuales cada hombre tiene singular vocación». Y también: «La felicidad es la lucha frenética por conseguir ser de hecho lo que somos en proyecto». Una mujer cuida niños y su tarea la pone contenta, pero luego cambia de trabajo y tiene que dedicarse a hacer cosas que no le importan nada: con ello basta, a mi ver, para que ésta se hunda en la más negra de las noches. Ella y quien quiera que sea. Si a un maestro con verdadera vocación lo quitas de dar clases para ponerlo a ajustar tornillos, y no por un día, sino por toda la vida, no sólo acabas con el maestro, sino que matas al hombre.
Vivimos en la era de las enfermedades mentales, como se ha dicho una y otra vez. Ahora bien, yo estoy seguro de una cosa, y creo que siempre lo estaré: que mucho de ese sufrimiento es debido a que la gente se ve obligada a ocuparse de cosas que no le interesan. ¡No realizar la propia vocación es algo que se paga caro!
-Entonces –dijo la señorita-, ¿usted me aconseja buscarme un trabajo parecido al que tenía, aunque gane menos?
-¿Cuánto gana usted más que antes? –y me dijo una cifra que, la verdad sea dicha, no me impresionó.
-¿Y cuánto está pagando ahora en antidepresivos y ansiolíticos?
-No he hecho la cuenta.
-Hágala hoy o mañana. Verá que, en realidad, ha salido usted perdiendo.
La conversación entre esta chica y yo prosiguió durante mucho más tiempo. Pero como no podría transcribirla entera por evidentes y molestos motivos de espacio, yo, por lo pronto, la dejo aquí.
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#4 Tiempos
El Porvenir de Gerli y la eterna lucha barrial | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
TESTEANDO
Aquella noche en el barrio de Gerli, en la provincia de Lanús en Buenos Aires, el aire parecía teñido de historia: me acerqué al portón del Club Atlético El Porvenir, en Blanco Encalada 400, rodeado de otras instituciones barriales que comparten el paisaje. Entrar al predio es respirar un siglo de pasión llevada por vecinos, familias y generaciones.
Me recibió el viejo estadio Gildo Francisco Ghersinich cuyo césped guarda las huellas de aquellos fundadores anarquistas de 1915 con sus tablones, su cemento y esa capacidad para aliviar el alma de casi 14,000 simpatizantes. Imaginar su fundación y primeros ascensos, las historias de lucha para conseguir una cancha propia y su gloria en la B intermedia y profesional es entender por qué El Porvenir no es solo un club: es un refugio.
Me tocó conocer a Fede, hincha de toda la vida que cuenta cómo resistieron desde el ascenso hasta el triunfo en la Primera D en mayo de 2023, pasando por aquella legendaria victoria en Copa Argentina frente a Lanús, un símbolo del ascenso que sueña con ser grande de nuevo. Esta es la magia del fútbol íntimo, el fútbol romántico de los clubes de barrio: esfuerzo colectivo, identidad barrial y orgullo poblado de relato y sudor.
Pero la visita también mostró grietas profundas: la dirigencia que encabeza Enrique Merelas (presidente por más de cuatro décadas) no esquiva el conflicto. El Porvenir enfrenta una crisis institucional que pone en riesgo todo ese legado comunitario. En febrero de 2025, la AFA suspendió la afiliación del club tras una denuncia presentada por el intendente Julián Álvarez ante Personas Jurídicas, acusando al municipio de intentar intervenir en la entidad. La intención habría sido deslindar el control sobre El Porvenir, excluyéndolo de todos los subsidios y dejando al Porve a su suerte.
La respuesta del club no fue tímida: se presentó una denuncia penal contra Álvarez por abuso de autoridad, discriminación, violencia institucional y filtración de información confidencial, denunciando marginación y persecución institucional. Las pintadas amenazantes aparecidas en los alrededores del estadio contra Merelas intensificaron la tensión, y la dirigencia llamó a socios y vecinos a defender su autonomía.
Afortunadamente, en marzo la AFA levantó la desafiliación preventiva: El Porvenir pudo volver a competir en la Primera C, debutando oficialmente el 18 de marzo ante Club Mercedes, tras semanas de incertidumbre. Pero aún pesa sobre el club un futuro incierto y una dirigencia cuestionada por aquellos que entienden que 44 años al frente de una institución no pueden justificarse con tradición si dejan estancamiento y despoblación de sueños.
En mi paso por la sede sentí esa contradicción: el club late con fuerza colectiva, con un barrio que lo respeta y lo habita, mientras que en los despachos internos se libra una batalla política que podría definir si El Porvenir se preserva como corazón barrial o se apaga por políticas ajenas.
Este club resume lo mejor y lo más complicado del fútbol argentino: su capacidad de emocionar desde lo modesto y lo comunitario, sin más hierro que la camiseta blanca y negra heredada del Sunderland argentino, y sin más ambición que resistir como espacio de encuentro. Pero también muestra cómo la política pretende apoderarse del alma de los clubes y puede quebrar ese romance que lo hace único.
Mi visita a Gerli me dejó el eco de cantos que nacen en gradas humildes y el pulso firme de gente que no se rinde. Ojalá los clubes de barrio, como El Porvenir, sigan siendo faros de pasión y memoria, y ojalá sus dirigentes internos y externos entiendan que la máxima autoridad no es el poder político, sino el cariño del socio y la voz del barrio.
Ojalá un día en México, entendiéramos un poco del fútbol de barrio.
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