#4 Tiempos
¡No te quejes! | Columna de Juan Jesús Priego
LETRAS minúsculas
Un labrador judío, piadoso y bueno, fue un día a quejarse con el rabino del pueblo.
–No soporto mi vida, maestro –dijo el pobre hombre al borde de las lágrimas-. Trabajo doce horas al día, y cuando llego a casa me encuentro con que mi mujer no ha hecho aún la cena, y que ocho diablillos me tiran de todas partes para que juegue con ellos y les cuente historias. La casa está siempre sucia, las cazuelas se acumulan en el fregadero y nadie mueve un dedo para quitarlas de allí.
Para decírselo en pocas palabras, mi casa apesta. Apesta a suciedad, a leche agria, a basura vieja, a mugre de niño.
¡Apesta a todo! Ahora bien, rabino, ¿cómo vivir en una casa semejante? ¡Déme usted un consejo o me quito la vida!
-¿Quieres de veras un consejo? –preguntó el rabino guiñando un ojo en gesto de complicidad.
-Sí, sí. Eso es precisamente lo que quiero; para eso he venido a verte –respondió el labrador.
-¿Y prometes seguirlo al pie de la letra?
-Lo prometo.
-Bien –dijo el rabino-. Te daré el consejo que me pides. Pero antes necesito saber una cosa. Entre tus animales, ¿hay una vaca o un toro?
-Tengo dos vacas lecheras –dijo el labrador.
-Muy bien, toma una de ellas y llévala a vivir a tu casa durante un mes. Te advierto que durante todo este tiempo la vaca deberá andar todo lo libre que quiera: la dejarás entrar a las habitaciones y acercarse a la mesa mientras comen tú, tu esposa y tus hijos.
-¿Durante un mes?
-Durante un mes, ni más ni menos.
-¿Y no es mucho tiempo?
-¡Un mes, y no se hable más!
El labrador hizo lo que le ordenó el rabino, pero su situación no mejoraba; antes bien, se volvió aún más insoportable de lo que ya antes era. La vaca mugía constantemente, daba coces contra todo lo que se hallaba a su paso y ensuciaba el suelo de una manera espantosa. Al cabo de un mes –es decir, poco antes de quitarse la vida-, el labrador fue otra vez adonde el rabino y le dijo:
-He seguido tu consejo al pie de la letra, maestro, pero la cosa no ha hecho más que empeorar. ¡Está decidido: yo me mato!
–Antes de matarte, ve a tu casa, devuelve la vaca al establo y mañana al atardecer vienes otra vez aquí.
Cuando el labrador hubo sacado la vaca, regresó al otro día a la casa del rabino.
-Ah –exclamó-. ¡Qué diferencia! Mi casa vuelve a ser un hogar.
-¿Y antes no lo era? –preguntó el rabino.
Sí que lo era, pero el labrador no lo sabía o no había querido darse cuenta.
La terapia del maestro consistió en hacer ver al labrador que, por muy mal que nos esté yendo en la vida, siempre podría irnos peor, y que por eso necesario no quejarnos demasiado.
En el año de 1305, un filósofo alemán conocido con el nombre de Meister Eckhart (1260-1327) publicó un tomito titulado El libro del consuelo divino con el que quería alentar y robustecer el ánimo de aquellos que encontraban doloridos y atribulados. ¿Un manual de autoayuda medieval? Casi, sí. Pues bien, en ese librito nuestro filósofo dice lo siguiente:
«Imaginemos, por ejemplo, un hombre que tuviese cien marcos y de ellos perdiera cuarenta: si sólo pensara en los cuarenta marcos que ha perdido, se sentiría desolado y afligido. ¿Cómo podría consolarse jamás ni librarse del dolor aquel que sólo tiene en cuenta lo que ha perdido y se recrea en su dolor?; si piensa continuamente en su pérdida, si considera sólo su pena, si no habla más que del daño que ha sufrido y lo tiene siempre presente en su espíritu, evidentemente aumentará el perjuicio que ha sufrido, aumentando su sufrimiento. En cambio, si el hombre de nuestro ejemplo se volviera hacia los sesenta marcos que aún le quedan y, olvidándose de los cuarenta que perdió, contara solamente con ellos, se consolaría indudablemente».
En otras palabras: ¿perdiste cuarenta marcos; alguien te los robó? Bien, alégrate, pues pudiste haber perdido los cien que tenías. Sí, te fue mal –hay que reconocerlo-, pero pudo haberte ido peor. ¡Ánimo, pues!
Sigue diciendo el filósofo: «Si quieres consolarte de tus desgracias, no pienses en aquellos que están mejor que tú: piensa en los que están peor…
Supongamos que un hombre está enfermo y aquejado de grandes dolores corporales, pero tiene vivienda, tiene cubiertas sus necesidades de comida y no le falta la dirección de los médicos, ni el concurso de su servidumbre, ni la simpatía y el interés de sus amigos. ¿No debería este hombre en una situación así acordarse de los pobres que padecen la misma o aún mayor desgracia y no tienen a nadie que tan siquiera les dé agua fresca?».
Según leí en alguna parte, un psicólogo japonés de apellido Morita, cuando tiene que tratar a hombres que se la viven quejándose de lo cansada que es la vida, los hace estar en cama una semana entera, y durante todo ese tiempo ni les permite leer, ni recibir visitas ni nada de nada de nada, sino sólo eso: estar acostados. Y, contra lo que pudiera creerse, los pacientes se recuperan pronto: a los dos días ya les anda por volver a su trajín de antes. ¿Qué ha pasado con ellos?
Nada, sólo que han descubierto que hay algo aún peor que el cansancio, y es estar como muertos echados en una cama.
«¿Quieres vivir feliz?» -solía preguntar Joubert (1754-1824), el célebre moralista francés-: «Haz la lista de los males que no tienes». ¡Excelente consejo!
Lee también: Anatomía del secuestro | Columna de Juan Jesús Priego
#4 Tiempos
Clásico de la 57: pasión al filo del cuchillo | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
TESTEANDO
Hoy se juega en Querétaro el Clásico de la 57, un duelo que siempre viene cargado de tensión, orgullo y, por desgracia, un trasfondo que no se puede ignorar: la sombra de la violencia. Este enfrentamiento no es un simple partido de fútbol, es un espejo incómodo de lo que todavía está pendiente en nuestro balompié.
El recuerdo de la batalla campal entre Querétaro y Atlas sigue vivo. Esa tarde oscura, con imágenes que dieron la vuelta al mundo, dejó claro que la pasión puede convertirse en caos en cuestión de segundos. Y no fue un hecho aislado: en otras ocasiones también hemos visto enfrentamientos en las gradas del Alfonso Lastras, peleas que interrumpieron partidos, además de aquel episodio en Torreón en el que el sonido de las detonaciones generó un pánico colectivo que terminó por vaciar un estadio entero. Lo que debería ser fiesta, demasiadas veces se ha convertido en pesadilla.
El problema no es exclusivo de México. Apenas esta misma semana, en Argentina, un partido internacional quedó marcado por escenas dantescas: aficionados golpeados, perseguidos y obligados a escapar del propio lugar que debería haber sido su refugio. El encuentro tuvo que ser suspendido y la violencia dejó un saldo de heridos, detenidos y un continente entero preguntándose cómo es posible que sigamos repitiendo las mismas historias de siempre.
Con ese telón de fondo se juega hoy este Clásico de la 57. En la cancha, Gallos Blancos y Atlético de San Luis se disputan algo más que tres puntos: se juegan la credibilidad de una rivalidad que merece ser recordada por goles y no por golpes . La exigencia es doble: para los equipos, que deben entregar un partido digno; y para las tribunas, que están obligadas a demostrar que se puede alentar sin cruzar la línea del salvajismo.
Porque la verdad es dura: si después de lo vivido en Querétaro hace unos años todavía no entendemos, si después de tantas escenas vergonzosas en México seguimos tolerando barras que se comportan como pandillas, entonces lo que pasó en Argentina podría repetirse aquí en cualquier momento.
El Clásico de la 57 debe ser una advertencia. Que la intensidad se quede en la cancha, que la rivalidad se mida en goles, que la pasión no vuelva a confundirse con barbarie. Si hoy la historia vuelve a torcerse hacia el lado equivocado, no habrá espacio para el asombro: sería simplemente la consecuencia de haber aprendido nada.
Este clásico es una puerta: o se abre para dejar pasar el fútbol en su forma más pura, o se entreabre para que se cuele de nuevo la violencia. Y lo que ocurra esta noche dirá mucho más de nosotros como país que de los once contra once que se atrevan a pisar la cancha.
También lee: San Luis frente a Puebla: partido para valientes, no para excusas | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
#4 Tiempos
La abogada y el diablo | Apuntes de Jorge Saldaña
APUNTES
De no ser porque al empresario Miguel Maya Romero le fueron a ofrecer poner una de sus cafeterías al interior de lo que iba a convertirse en el centro comercial Santa Fe, en los terrenos que rentó la Universidad Autónoma de San Luis Potosí a la empresa VEM, e hizo público en sus medios el proyecto, a la UASLP le hubiera pasado de noche que le estaban por dar gato por liebre.
Se desató el infierno. Por algo a Miguel Maya Romero le dicen, los que lo quieren, “El diablo” (su WhatsApp es 666 y ya…bien raro).
Desde la muy humilde opinión de este aprendiz de reportero fueron dos errores fatales los que cometieron los promotores de Santa Fe: invitar a Maya solo a rentar un local, y no a invertir en el negocio completo.
El segundo error es haber entregado, al dueño de dos medios, el dossier, renders, planos, números y el “kit” completo del proyecto.
Hasta que estos materiales “cautiva inversionistas” fueron públicos en los medios miguelescos, la comunidad universitaria, sus más altos funcionarios y el Consejo Directivo, cayeron en cuenta que VEM les había vendido un unicornio que resultó ser un burro con brillantina.
Las especificaciones del Santa Fe publicadas estaban enfocadas al lucro, objetivo muy distante a lo que aprobó el Consejo Directivo Universitario por la confianza que le tienen al rector, Alejandro Zermeño Guerra.
Y es que con esa buena fe a la rectoría, nadie imaginó que el equipo jurídico de la Universidad resultara tan laxo, distraído e incompetente como para que en más de un año de haber firmado el contrato de arrendamiento (a precios muy inferiores a los del mercado, pero bueno…) no se hubiera dado cuenta que el unicornio rebuznaba.
En lugar de centro deportivo, canchas de pádel, gimnasio, pista para correr, estacionamientos para estudiantes y otras instalaciones dirigidas a la comunidad, se estaba gestando y vendiendo un centro comercial con tienda ancla, agencia de autos, restaurantes y cadenas comerciales.
Ante la presión social y mediática que provocó la discrepancia entre el proyecto original y el exhibido, el que tuvo que sacar el pecho y llevarse el desgaste fue el propio doctor Zermeño, que tuvo que pedir cuentas a su equipo jurídico encabezado por la abogada general de la universidad, Urenda Navarro Sánchez (a la que tengo el enorme gusto de no conocer).
En la revisión, el convenio resultó más poroso que un estropajo de Ixtle.
(Por cierto que el documento, al que solo Navarro Sánchez y muy pocos colaboradores de su oficina tenían acceso, casualmente se filtró a los mismos medios propiedad del villano de las pastorelas).
La filtración tuvo consecuencias. Por un lado, las enormes goteras jurídicas de la redacción del instrumento, urgieron a la Universidad cancelar el trato justificadamente acudiendo a las únicas condiciones que podrían protegerlos, que fueron el nulo avance de la obra y el agotamiento de los plazos.
En otras palabras, la falta de liquidez de los empresarios los salvaron; que si no, ya hubiera centro comercial, agencia de autos y café Chaires.
Por el otro lado, y ya circulando el convenio, se pudo saber que a la empresa VEM no le pidieron ni los requisitos más indispensables; no verificaron su experiencia (que no tiene) ni sus capacidades financieras (que tampoco tiene).
Con las cartas destapadas, el rector admitió que se sintió engañado (así lo declaró a éste medio y a otros). Pero… ¿engañado por quién?
¿Por la empresa? ¿O por su abogada general, que no cuidó a la institución, le escondió los detalles del poroso contrato y les generó un feroz enjambre jurídico en contra del que aún no salen?
Derivado de todos los yerros encontrados, se hizo inminente para la UASLP la cancelación del trato, provocando que Fabián Espinoza, el representante de la empresa al que se le cayó el negocio, denunciara penalmente al propio rector, a Miguel Maya y hasta a los periodistas de sus medios, asunto que hasta donde se sabe, sigue su curso.
Vamos dos a cero: Un contrato jurídicamente descuidado puso en el filo de la navaja a la institución, y provocó en reacción que denunciaran al líder de la comunidad universitaria, que sin necesidad, deberá defenderse por la vía penal (ojalá el rector contrate a un abogado o abogada externos… digo).
Tres a cero: En respuesta, la UASLP (léase la licenciada Navarro Sánchez) interpuso una tibia demanda mercantil (que no es lo mismo que una denuncia) en contra de la empresa. Sin embargo, la demanda la presentó la abogada hasta junio pasado. Es decir, meses después de la tormenta. Mientras tanto ni se ha recuperado el terreno, ni pueden hacer nada con él.
¿Estaría muy ocupada la abogada?
Quizás sí, promoviendo una controversia constitucional ante la Suprema Corte de Justicia, en contra del Instituto de Fiscalización Superior del Estado, contra el que debate la competencia de éste para auditar recursos propios de la UASLP.
Hace unos días, la controversia fue desechada por la SCJN por ser “notoriamente (no-to-ria-men-te) improcedente”. Cuatro-cero.
Por si se lo preguntaba, Culto Público, quien dió a conocer la promoción de la controversia, así como su penoso resultado, también fueron los medios propiedad de MMR, príncipe de las tinieblas.
(Yo creo que nadie les pasó el número de expediente en cuestión y le atinaron sus reporteros de pura suerte…)
Se le conoce al rector de la universidad, Alejandro Zermeño -y coincido- como un hombre íntegro, decente, bien intencionado, prudente, y capaz.
Lo que asombra es su paciencia y tolerancia con funcionarios como Urenda Navarro Sánchez, que si nos damos cuenta, es quien ha estado detrás de casi todos los conflictos que ha enfrentado la actual rectoría.
¿Cuándo terminará la goliza jurídica contra la institución? ¿No hay cambios? ¿Alguien tiene pacto con el diablo?
Hasta la próxima.
Yo soy Jorge Saldaña.
También lee: Factor Rosa Icela, Factor Galindo | Apuntes de Jorge Saldaña
#4 Tiempos
Salvador Gallardo Dávalos: médico, humanista y promotor cultural | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
Con la proyección del potosino Manuel José Othón como uno de los máximos poetas mexicanos, el movimiento literario en San Luis Potosí a principios del siglo XX fue intenso y de suma importancia; las escuelas literarias seguían siendo las reuniones entre los jóvenes interesados en la literatura y su formación profesional se complementaba con estudios profesionales en el Instituto Científico y Literario de San Luis Potosí, principalmente en la carrera de leyes donde confluirían un número importantes de hombres de letras que figuraron en el escenario nacional, con grande aplauso, por mencionar un par de esos personajes: Ramón López Velarde, Artemio de Valle Arizpe, entre muchos otros, como hemos tratado ya en anteriores entregas de esta columna de El Cronopio.
No solo en leyes se formaron esos literatos, en la preparatoria del Instituto donde coincidían todos ellos o la mayoría de ellos, serían las raíces que en otras carreras como la de medicina continuarían su gusto por la literatura, en especial la poesía, combinándola con su formación médica, como el fue el caso del rioverdense Salvador Gallardo Dávalos.
Salvador Gallardo Dávalos nació el 9 de julio de 1893 en Rioverde, San Luis Potosí, donde estudiaría sus primeras letras para luego ingresar a la preparatoria del Instituto Científico y Literario de San Luis Potosí, allí, en ese ambiente bohemio e intelectual que exponían un buen número de jóvenes interesados en la literatura despertó la vena poética de Salvador Gallardo que a la larga se convertiría en un prestigioso médico y excelente poeta que dejaría huella por su labor humanística y cultural en la región del bajío, principalmente en Aguascalientes donde contribuiría al desarrollo cultural de esa ciudad con su labor en la corresponsalía del Seminario de Cultura Mexicana de aquella ciudad.
Al salir de la preparatoria del Instituto Científico de San Luis, ingresó a estudiar medicina en el mismo Instituto potosino para posteriormente continuar sus estudios médicos en la Escuela Médico Militar de la Ciudad de México, siguiendo la huella de sus compañeros de estudio en el Instituto Científico y Literario de San Luis Potosí que también habían emigrado a estudiar en la capital, como Jesús Silva Herzog, compañero de estudios de preparatoria de Salvador Gallardo y además su primo.
El padre de Salvador Gallardo era médico y para entonces había desarrollado una importante labor en Rioverde, distinguiéndose como director del hospit al del pueblo que ahora lleva su nombre al igual que una de las calles de Rioverde. Salvador seguiría así la huella formativa de su padre. Dejaría el ejército y seguiría su labor como médico y su labor dentro de la corriente estridentista de las letras como fueron sus comienzos literarios.
Con el apoyo de Silva Herzog que fuera subsecretario de Cultura en 1933, Salvador Gallardo ingresa como médico a la Secretaría de Educación en la Ciudad de México, antes de irse a radicar a Aguascalientes y realizar una intensa labor educativa y cultural como promotor cultural y catedrático de la Universidad Autónoma de Aguascalientes y de la Escuela Normal.
Su labor pública incluyó su participación en la Liga de Escritores y Artista Revolucionarios, miembro titular de la corresponsalía del Seminario de Cultura Mexicana en Aguascalientes, y fundador de la Asociación Cultural Aguascalentense, además de senador de la República por el estado de Aguascalientes.
Dentro de sus obras dedicadas a su tierra natal, se encuentra Cantos a San Luis Potosí publicada en 1942, con la que ganaría uno de los Juegos Florales de San Luis Potosí.
Salvador Gallardo Dávalos moriría el 30 de octubre de 1981, dejando una importante huella en pro de la cultura de la provincia mexicana. Tras su muerte se estableció en 1982 el Premio Literario Salvador Gallardo Dávalos de la Casa de la Cultura de Aguascalientes, dejando un legado que continúa su descendencia, su hijo Salvador Gallardo Topete y su nieto poeta y filósofo Salvador Gallardo Cabrera.
De Salvador Gallardo un fragmento de “Canciones bajo la lluvia”
En las tardes invernales
la lluvia la luz tamiza
y cada rayo de irisa
como en danzas espectrales;
la brisa con sus puñales
nos espera en cada esquina,
y la lluvia es bailarina,
que en las tardes invernales,
-con sus velos de neblina-
danza “danza de puñetas”.
También lee: Emma Roldan, la diva potosina del cine y la televisión | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
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