#4 Tiempos
In/comunicación | Columna de Juan Jesús Priego
LETRAS minúsculas
La siguiente es una historia verdadera.
Había una vez un adolescente que llegaba a su casa todos los días a las dos de la tarde, arrojaba al suelo su pesada mochila como un sembrador arroja la semilla, daba las buenas tardes a los presentes, preguntaba con cierta indiferencia por los ausentes y corría a encender su computadora. ¿Y creen ustedes que se demoraba aunque sólo fuera un poco yendo a la cocina a tomar un vaso de agua? ¡Nada de eso! El vaso de agua, en todo caso, vendría después, mucho después de haber revisado la bandeja de entrada de su cuenta en Hotmail.
Ahora bien, ¿siempre era así? Siempre, y sus papás no se disgustaban por ello. Es más, para este par de seres indefensos lo natural era que las cosas sucedieran exactamente así y no de otra manera. Que el muchacho llegara más bien a acostarse, por ejemplo, hubiera podido significar que se sentía mal, o algo parecido, y semejante eventualidad habría puesto a sus padres los pelos de punta. Sí, era mejor que se pasara de 2 de la tarde a 12 de la noche frente a la pantalla del ordenador a que dijera que estaba enfermo o que había cogido en el salón de clase un extraño virus portador de la fiebre o quién sabe de qué otra desgracia aún más terrible. De los males –solían decir éstos-, el menor.
En cierta ocasión, armándome de coraje, dije a esos desdichados, que además eran parientes míos:
–Es demasiado tiempo. ¿No les parece que es demasiado tiempo?
-¿Qué cosa? -respondieron ellos.
Pero no me preguntaban nada, sino que me reclamaban. En realidad, la pregunta sonaba a ¿Qué cosa?, aunque quería significar: ¿Y tú, con qué derecho te metes en nuestra vida?
-Digo –respondí- que si no es demasiado tiempo el que su hijo pasa en la computadora.
Entonces fueron ellos los que se armaron de valor y me dijeron en tono molesto:
–¡Pobre muchacho! ¿Y qué quieres que haga nuestro niño en casa? ¿Que se pase la vida leyendo, como tú? ¡Ay, no, qué vida tan aburrida! Carlitos tiene que vivir, tiene que divertirse…
¿Y a esto que hacía su hijo todo el santo día lo llamaban ellos vida y diversión? Antes de que instalaran Internet en su casa, el jovencito formaba parte de un equipo de básquetbol e iba por las tardes a una escuela de tae kwon do, aunque después dejó de ir a los entrenamientos de una cosa y de la otra.
-Es que el capitán del básquet es un déspota que nos trata a todos como animales -me respondió el muchacho cuando le pregunté si todavía formaba parte del equipo-. Y si quiere saber lo demás –añadió-, tampoco me gusta ya el tae kwon do.
En otras palabras, ahora era soberanamente libre para llegar a su casa, arrojar la mochila y encender el ordenador para no apagarlo sino hasta bien entrada la medianoche.
¿Qué tanto les decía a sus amigos en esos chateos que parecían no tener fin? No lo sé, y preguntárselo hubiera sido violar su privacidad, de manera que nunca lo hice. (Una vez su padre quiso ver lo que martilleaba en el teclado y él cubrió la pantalla con las manos para impedírselo).
Con uno de esos «amigos» mantenía larguísimas conversaciones electrónicas. Se mandaban recíprocamente mensajes, direcciones de interés común, y también fotografías, videos y letras de canciones; en fin, de todo -y cuando digo de todo, tratándose de Internet, ya sabrá el lector a qué otras cosas más me refiero-. Digamos que este «amigo» se llamaba Alex. ¡Ah, cómo se pasaba conversando con él horas y horas! Era –según decía- su compañero más querido.
¿Dónde vivía Alex? En la misma ciudad de mi joven pariente. Y hasta estudiaban en el mismo colegio, aunque en salones distintos. Lo extraño de todo esto es que, ya en la escuela, ni siquiera se saludaban, y una vez que coincidieron en una fiesta vespertina ni siquiera cambiaron entre ellos dos palabras. Viéndolos, uno diría que se trataba de extraños caídos por casualidad en el mismo sitio. Y sí que lo eran, a juzgar por la timidez e indeferencia de su mutuo trato. A través de Internet se lo decían todo, pero ya en la vida real apenas si se hablaban. En el fondo, a pesar de las horas que chateaban juntos, eran unos perfectos desconocidos.
Justo el día en que pensaba en estas cosas comencé a leer un libro de Norbert Bolz titulado Comunicación mundial, obra en la que el filósofo alemán hacía esta interesante observación, que subrayé al instante: «Precisamente, frente a la entrada triunfal de la interactividad de las relaciones públicas en la cultura de Internet, debemos tener en claro que la formación de sistemas sociales tiene cada vez menos que ver con la interacción».
Citada así, a secas, la frase puede parecer un tanto abstracta si no es que hasta enigmática (claro, es una frase alemana); pero, en realidad, lo que el filósofo quiso decir es muy sencillo: que la interactividad de Internet estaba desplazando y haciendo casi innecesaria la interacción, o sea, el encuentro entre las personas, y que en la misma medida en que prefieren hablarse a través de los media dejan éstas de comunicarse cara a cara ya en la realidad de la vida cotidiana.
Estudios recientes han demostrado que Internet, además de ser una biblioteca infinita –aunque desorganizada, como precisó una vez Umberto Eco-, es también una fábrica de solitarios. Y que me ahorquen si el caso de mi joven conocido no confirma esta verdad.
Él cree que tiene un amigo, pero en realidad está muy solo. Más solo de lo que piensa. Más aislado de lo que se imagina. Por desgracia.
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#4 Tiempos
Genoma de las plantas, el tema en La Ciencia en el Bar | Columna de J.R. Martínez/Dr. Flash
EL CRONOPIO
Continúa el ciclo número treinta y nueve de La Ciencia en el Bar, con la charla de este miércoles 30 de abril en punto de las ocho de la tarde noche en La Cervecería San Luis ubicada en Calzada de Guadalupe número 326, con una charla sobre el genoma de las plantas. El acceso es libre.
La charla estará a cargo del Dr. Luis Gabriel Brieba, que es investigador de la Unidad de Genómica Avanzada del Centro de Investigación y de Estudio Avanzados en Irapuato, Guanajuato. La charla tiene como título: ¿Por qué los genomas de plantas son tan resistentes?, y lo complementa el subtítulo de: ¿te atreves a pasar doce horas bajo el Sol todos los días de tu vida?
En la charla el Dr. Gabriel Brieba nos explicará el sistema fisiológico de las plantas y la forma en que contribuyen al medio en que vivimos, así como su papel energético, entre otros aspectos que nos ayudaran a comprender el papel de las plantas. Sus líneas de investigación comprenden la Estructura-función y evolución de proteínas; Metabolismo de ácidos nucleicos (transcripción, replicación y reparación) en organelos de plantas y levadura; y, Ingeniería y cristalografía de proteínas.
El Dr. Luis Brieba es Ingeniero Bioquímico por el Tecnológico de Monterrey Campus Guaymas. Realizó estudios de posgrado en el Departamento de Bioquímica de la Universidad de Texas con el financiamiento de una beca Fulbright-Garcia Robles-CONACHYT teniendo como mentor al Dr. Rui Sousa y trabajando en estudios sobre la estructura-función de la T7 RNA polimerasa. Realizó sus estudios postdoctorales del 2002 al 2005 en la Escuela de Medicina de Harvard con el financiamiento de la beca Pew, investigando los determinantes de la fidelidad de replicación del ADN. A partir del 2005 es investigador del Cinvestav y desde el 2007 se encuentra adscrito como investigador de la Unidad de Genómica Avanzada del Cinvestav. El Dr. Brieba pertenece al Sistema Nacional de Investigadores como Nivel III y es investigador Cinvestav 3D. El Dr. Brieba cuenta con cerca de 100 publicaciones, y su trabajo ha recibido más de 1700 citas. Ha recibido numerosas distinciones como la beca Howard Hughes, o ser alumno distinguido de la Universidad de Texas.
Las investigaciones que realizan los miembros de su grupo de investigación se centran en entender cómo se replican y reparan los genomas organelares de plantas , en temas relacionados con la biología estructural e ingeniería de proteínas y en la aplicación biotecnológica de procesos enzimáticos. El Dr. Brieba ha contribuido a la formación de recursos humanos con cerca de 20 alumnos graduados de doctorado, de los cuales la mitad de ellos son ahora profesores-investigadores en destacados centros como el CIBNOR, el Centro de Envejecimiento del Cinvestav, la Universidad de Guanajuato o el Instituto Politécnico Nacional. Las contribuciones de su grupo de investigación han servido para entender cómo el DNA polimerasas replican lesiones, cómo se mantiene un genoma libre de mutaciones y como co-evolucionan los organelos de plantas. Su grupo de investigación está interesado en entender cómo se ensamblan y regulan los replisomas organelares y los procesos de la reparación del DNA en organelos de plantas. Recientemente su grupo se ha interesado en entender cómo se repara el material genético nuclear de plantas.
El tema que tratará en la sesión de La Ciencia en el Bar es uno de los temas que investiga en el Laboratorio de Bioquímica Estructural del Cinvestav en Irapuato y se relaciona con los Genomas organelares de Arabidopsis.
El genoma organelar de Arabidopsis se refiere al ADN presente en las mitocondrias y los cloroplastos. Estos orgánelos son esenciales para la vida de la planta, ya que las mitocondrias producen energía y los cloroplastos realizan la fotosíntesis.
El laboratorio de Bioquímica Estructural se enfoca en el estudio de los sistemas de replicación y reparación de los genomas organeleras de plantas. El grupo explora de forma sistemática los procesos enzimáticos de la replicación y reparación del DNA y buscan entender su singularidad.
Los esperamos este miércoles 30 de abril en la sesión de La Ciencia en el Bar que contará con la visita de este prestigiado investigador nacional Luis Gabriel Brieba de Castro.
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#4 Tiempos
Vida silenciosa | Columna de Juan Jesús Priego Rivera
LETRAS minúsculas
El anciano hizo finta de proseguir, pero calló una vez más. Parecía más aburrido que fatigado, aunque no podría asegurarlo: tal vez estuviese más fatigado que aburrido. Luego, tras una pausa larga, continuó así:
–Es paradójico que para hablar del silencio haya que maltratar el silencio, ¿no le parece? ¡El silencio no admite explicaciones y menos aún definiciones! Y, sin embargo…
Sin embargo, pese a lo que acababa de decir, tras otra pausa ahora más breve, el anciano siguió maltratando el silencio que tanto decía amar:
-Es preciso acostumbrarse al silencio. El silencio es bueno; es reparador. El ruido, en cambio, mata. Al sonido de los cláxones, los pajarillos caen de las ramas exhaustos, muertos de cansancio.
-¿De cansancio? –pregunté.
-De cansancio, sí. Porque nacieron para volar y cantar, y desean hacer siempre que pueden una cosa y la otra, pero al tratar de hacerse oír por los transeúntes, inmersos en el rumor del ambiente, mueren de fatiga.
-No lo sabía –dije.
-Y, además, estaremos en silencio mucho tiempo, de manera que sería bueno ya desde ahora aprender a estarnos con la boca cerrada. ¡Los cementerios son silenciosos!
Una risita extraña iluminó su semblante.
-¡Así es, amigo mío! Los muertos no hablan porque tienen la boca llena de tierra. Morir significa partir sin maletas, sin nada, al país del silencio.
Como no sabía yo qué decir, dije:
-En una novela de Flannery O’Connor, la escritora norteamericana, aparece un anciano, Mason Tarwater –vea, recuerdo su nombre de memoria-, que dice un día a su sobrino nieto, a quien tiene secuestrado para hacer de él, en el futuro, un profeta: “El mundo ha sido creado para los muertos. Piensa en cuántos muerto hay. ¡Hay un millón de veces más de muertos que de vivos! Y los muertos permanecen muertos millones de años más de cuanto permanecen vivos los vivos”.
-Je, je –hizo el anciano. No reía en a, sino en e: no con franqueza, sino con algo de malicia-. ¡Es verdad! ¡Es verdad! Pero considere que, de alguna manera, esto lo había dicho ya, mucho antes que Mason Tarwater, la más grande mujer que ha dado la antigüedad: me refiero a Antígona, por supuesto. La valiente, la aguerrida. ¿Recuerda el argumento de la tragedia que nos cuenta su historia?
-¡Sí! Creonte, el tirano, su tío, ha prohibido dar sepultura a unos rebeldes, y entre esos rebeldes está Polinices, el hermano de Antígona, y entonces…
-Entonces ella trató de convencer a su hermana Ismene que debían hacerlo, pese a todas las prohibiciones del tirano, pues antes que las leyes de los hombres estaban las de los dioses. ¡Enterrar a los muertos era un deber sagrado, y tanto más cuanto que, entre esos muertos, estaba nada menos que uno de su sangre! Para convencerla, pues, de que tenía que ser audaz, le habló en los siguientes términos: “Es mejor estar de parte de los muertos que de los vivos, ya que de éstos seremos compañeros durante un tiempo muy breve, mientras que de los muertos lo seremos durante siglos y siglos…”. ¿Y no es éste un razonamiento irrefutable? Por eso, es preciso amar la vida silenciosa: para acostumbrarnos a ella. Parafraseando a Antígona se podría decir también: “Con los vivos hablaremos durante un tiempo muy breve, en tanto que estaremos en silencio con los muertos durante siglos y siglos ”. Se trata, para decirlo ya, de irse entrenando. No sé si me entiende usted.
-Sí, pero… -dije.
-Piense en los monjes. ¡Cómo guardan el silencio! ¿Y sabe por qué? Porque ellos ya están muertos: muertos, al menos, para el mundo. Y ya que hablamos de literatura, hay una novela traducida al castellano en la que uno de mi edad habla a una niña, que lo escucha arrobada, y lo que le dice es esto:
“-¿Que si es muy malo ser sordo? Nada de eso. No sabes tú lo que me alegro de no tener que oír tanto jaleo. ¡La tranquilidad y la paz son cosas tan buenas…! Además, yo sólo oigo cuando quiero; cuando no quiero oír, me basta con cerrar los ojos… ¡Ah, tú no sabes todavía lo que es el silencio! ¿Quieres que te lo explique?
“-¡Explícamelo! –le rogó la niña.
“-El silencio es eterno. Lo fue siempre y siempre lo será. Es invariable e infinito. Tú vienes de él y a él vuelves de nuevo. Él ama únicamente a los que no lo temen, y llegará un momento en que seremos presa suya todos y todos los que estás viendo alrededor de ti… Los hombres luchan contra el silencio, pero llega un momento en que él los hunde en su interior, les ahoga la palabra en la boca y los mata… Llegará el momento en que todos habremos muerto”.
-¡Interesante! –exclamé-. ¿Y qué novela es?
-¿Qué te importa? Por otra parte, no recuerdo el título. Apunté la cita en una libreta, pero me olvidé de anotar la referencia. ¡Qué más da! Por eso, amigo, intente ejercitarse en el silencio desde ahora. Intente descubrir su dulzura. ¡Es más hermoso callar que hablar! Y los gestos de cariño que marcan más hondamente el alma son casi siempre silenciosos. Amar el silencio es, en cierto modo, amarnos a nosotros mismos. Porque, de aquí un tiempo, usted se habrá convertido en un gran silencio, y yo también. Quizá los azares de la vida nos hagan estar juntos en el cementerio, pero, esto sí que puedo asegurárselo, por más cerca que estemos, no nos hablaremos. ¡Ni una palabra saldrá entonces de nuestros labios! Estar muerto es haber sido devorados por el silencio…
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#4 Tiempos
El socio 88,235 | Columna de Arturo Mena “Nefrox”
TESTEANDO
“2 de diciembre de 1979, avenida La Plata al 1700. Lugar y fecha del último partido de San Lorenzo en el barrio de Boedo, ese barrio que lo vio nacer y donde tantas batallas luchó. Ese día quedó marcado con lágrimas de tristeza en la afición del ciclón, un último partido en el Viejo Gasómetro con un empate a cero ante Boca Juniors, los últimos minutos del inicio de un peregrinar tan largo que dolería hasta el alma. En 1979, el gobierno militar solicitó a San Lorenzo vender su antiguo estadio, el plan de la dictadura era que Huracán, San Lorenzo y Vélez compartieran escenario; los de Boedo tuvieron que vender sus terrenos a la ciudad de Buenos Aires por las presiones económicas y deportivas que incluso los llevarían al descenso poco tiempo después; ahí comenzó el suplicio de los Cuervos”. Así, con estas palabras, escritas en el corazón de Buenos Aires, comenzaba mi columna del 2 de julio de 2019.
Hoy, algunos años después, vuelvo a hablar de San Lorenzo de Almagro.
En 1946, San Lorenzo de Almagro levantó el título nacional, un campeonato que costó mucho para los cuervos. Sin embargo, la historia es caprichosa y teje caminos increíbles en muchas vidas. En aquel San Lorenzo de 46 puntos, 3 más que Boca para levantar el título, ese llamado Trío de Oro, donde jugaban Farro, Pontoni y Martino, ese San Lorenzo de los 90 goles en 30 partidos, ese que hizo historia de la mano de Diego García, ese San Lorenzo que pasó a la memoria, no solo por sus jugadores, sino también un hincha que los acompañó en cada partido de local e incluso uno de visitante.
Ahí, justo en las gradas de la popular, del extinto estadio de Boedo, se encontraba un pequeño que se convertiría unos años más adelante en el socio 88,235.
La historia de los cuervos comienza en 1908, cuando el padre salesiano Lorenzo Bartolomé Massa decide abrir el Oratorio San Antonio en el corazón de Almagro, para que los jóvenes de las cercanías se alejaran de los malos pasos y cambiaran con el deporte, siendo el más popular, el fútbol.
Así, y después de varios intentos con nombres fallidos, deciden fundar el Club Atlético San Lorenzo de Almagro, en honor al padre salesiano. La historia del club comienza en la llamada era profesional en 1931, cuando disputa la primera temporada de primera división junto a otros equipos emblemáticos de la ciudad. El resto es una vida llena de logros: 15 campeonatos de primera, 1 de Segunda, 1 de Tercera, 1 supercopa argentina, 1 copa Sudamericana y el más notable, 1 copa Libertadores.
Con esa historia y palmarés, en 1946, año en el que por cierto consiguen el campeonato número 6 en primera, su notable hincha los acompañaba desde la grada.
Cada club tiene hinchas memorables, cada equipo es acompañado por personajes emblemáticos, pero cuando el hincha supera la grandeza del club, es normal que este se olvide de su equipo. Pensemos en Hamilton y su confeso amor por Arsenal, los Gallagher y el Man City, Verstappen y el PSV, Charly García y el River Plate, Cerati y el Racing; a veces el hincha es más grande que el club.
Pero este hincha fue diferente; por más grande, famoso, importante o brillante que fuera, nunca olvidaba al equipo de sus amores. Por más jerseys regalados que pasaban por sus manos (por cierto, incluyan también una camiseta del Atlético de San Luis), nunca desviaba su pasión por San Lorenzo. Un hincha humilde, generoso, que buscaba predicar el amor al fútbol como lección de vida, la lealtad como bendición y la alegría como regla irrompible.
El hincha más importante de los Cuervos, ese que gritó y abrazó a los suyos en el campeonato de la Libertadores en 2014, ese que gritaba a los cuatro vientos la alineación del 46, y la gran satisfacción de alentar a un club que con esfuerzos luchaba por hacer historia en una tierra de históricos en el fútbol, uno más que alentaba para el ciclón.
El lunes 21 de abril de 2025, a las 07:35, el socio 88,235 dejó el plano terrenal. Jorge, ese que cuando niño los acompañó por la temporada del 46, ese que los recibió y celebró a su lado el campeonato del 2014, Jorge se fue a descansar.
No cualquier club es fundado por padres salesianos, no cualquier club nace en un oratorio para jóvenes vulnerables; la grandeza se gana. Y solo hay un club, en todo el continente, solo un equipo en la tierra del buen fútbol, que puede decir con todo el orgullo del mundo: “Somos el equipo de Francisco, somos el San Lorenzo del Papa”.
Descanse en paz, Jorge Mario Bergoglio, el socio 88.235 del club de sus amores, siempre Cuervo Francisco.
P.D. El Papa Francisco falleció a los 88 años, siendo las 7:35 de la mañana en Roma, las 2:35 de la madrugada en Buenos Aires… Adiós por siempre al socio 88,235 del Club Atlético San Lorenzo de Almagro.
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